Número XIX Anónimo Moralische Wochenschriften Roland Bernhard Editor Silke Brandstätter Editor Alexandra Fuchs Editor Elisabeth Hobisch Editor Andrea Kubanek Editor Marion Oberegger Editor Julia Obermayr Editor Carina Windhager Editor Institut für Romanistik, Universität Graz 26.01.2011 o:mws-111-800 Anónimo: El Filósofo á la Moda, ó el Maestro universal. Madrid: Imprenta de Benito Cano 1788, 1-18 El Filosofo à la Moda 2 001 1788 Spanien Ebene 1 Ebene 2 Ebene 3 Ebene 4 Ebene 5 Ebene 6 Allgemeine Erzählung Selbstportrait Fremdportrait Dialog Allegorisches Erzählen Traumerzählung Fabelerzählung Satirisches Erzählen Exemplarisches Erzählen Utopische Erzählung Metatextualität Zitat/Motto Leserbrief 26.01.2011 Graz, Austria Spanish; Castilian Superstición Aberglaube Superstition Superstition Superstizione Imagen de los Hombres Menschenbild Idea of Man Image de l’humanité Immagine dell'Umanità Spain -4.0,40.0

Número 19

Leccion XXXV Los Temerosos de las Fantasmas Nocturnas.

Horror ubique animos [sic], simul ipsa silentia terrent.

Virg. Æneid. 2. 755.

En cierta ocasion fuí á la Quinta de un amigo mio á pasar alegremente algunos dias en su compañía. A poca distancia de la casa donde habitabamos se descubrian las minas de una antigua Abadía, entre una multitud de álamos negros muy viejos, cuyas cimas son tan altas que quando se pasa por debaxo de ellas, parece que el graznido de los grajos y cuervos que tienen sus nidos, viene de la mas alta region del ayre. Yo oia gustoso aquel estrépito, reconociéndole como una oracion dirigida al Ser Supremo que piadosamente provee á las necesidades de sus criaturas, y para servirme de la expresion del Salmo; Suministra alimento á los hijos de los cuervos, que claman á él. Aquel sitio retirado me agradaba tanto mas quanto que vulgarmente se dice sirve de habitacion á los espíritus, y por eso ninguno de los criados de aquel Caballero mi amigo se pasea en él, á no ser el Capellan. El repostero, con quien yo tenia mayor confianza, me pidió con toda seriedad no me paseara por él particularmente despues de puesto el sol, porque, segun decian, un Lacayo de casa se habia muerto de asombro por haber visto una fantasma, que representaba la figura de un caballo negro sin cabeza. Añadió no hacia todavía un mes que una criada de casa, al volverse un poco tarde á ella, oyó en medio de aquellos árboles un ruido tan espantoso, que cayó desmayada al suelo, y vertió un cántaro de leche que traia sobre la cabeza.

A pesar de esto quíse una noche (y fué á fines del verano pasado) pasearme por aquel parage. Allá me fuí despues de puesto el sol, y confieso que no puede haber en el mundo sitio mas proporcionado que aquel para semejantes apariciones. Las ruinas de la Abadía esparcidas por todas partes, y quasi cubiertas de sauco, yedra y malezas, sirven de retiro á una prodigiosa multitud de aves nocturnas. Allí tambien se ven sepulcros desolados, concavidades, asperezas, &c. Ademas los vacíos de aquellas caserías antiguas forman un eco tan grande, que si uno da una pisada fuerte, inmediatamente retumba. La multitud de álamos, de cuervos y grajos que de quando en quando graznan en ellos, no pueden sino aumentar el pavoroso respeto que causa aquel lugar; pero quando la noche llega á derramar en él nuevos horrores con sus tinieblas, no es de admirar que la imaginacion de los es-píritus pusilánimes se llene de apariciones y fantasmas.

Un Filósofo moderno reflexîona curiosamente sobre las ideas, diciendo que con perjuicio de la infancia, de la pubertad y de su educacion se gravan freqüentemente en la fantasía de un niño ciertas ideas que no tienen la menor relacion unas con otras.

Entre los muchos exemplos que propone, referiré uno que viene al caso. “Las ideas, dice, de los espíritus y fantasmas no tienen mayor relacion con las tinieblas que con la luz. Pero si una criada necia, si un padre ó una madre imprudentes imprimen estas diferentes ideas en la imaginacion de un niño como inseparables, no podrá acaso libertarse de ellas en toda la vida. La obscuridad le parecerá siempre acompañada de aquellas espantosas ideas, y estarán tan unidas con su imaginacion, que no será capaz de sufrir mas la una que la otra.”

Para volver á mi paseo, quando la obscuridad de la noche conspiraba con todas las demas cosas á causar terror, observé á poca distancia de mí una vaca que estaba paciendo, la que una imaginacion débil y propensa á alterarse podia sin mucha dificultad tenerla por un caballo negro sin cabeza; por lo que el pobre Lacayo, de quien ántes se ha hablado, bien pudo haberse muerto á vista de un objeto de semejante naturaleza.

El Caballero mi huésped me ha hablado diferentes veces de un modo chistoso sobre lo que le aconteció á su primera llegada á aquella Quinta, quando fué á tomar posesion de la herencia de sus antepasados. Halló inútiles las tres quartas partes de su casa, los mejores quartos no servian para nada, porque se creia los habitasen ciertos espíritus. Despues de anochecer ninguno queria entrar en la galería, con pretexto que se oia mucho ruido en ella.

Una puerta que iba a un gran patio estaba tapiada, porque no entrasen por ella las almas del otro mundo. Tambien estaba tapiada otra puerta que caia á un quarto, por cierta tradicion recibida en su familia, de que un despensero habia desaparecido de allí, y su madre, que habia muerto muy anciana, habia destruido la mayor parte de las habitaciones, por haber muerto en ellas su marido, un hijo, una hija, y otros varios parientes. Despues de la muerte de esta Señora, destruidora, como hemos dicho, de aquella casa, y madre del Caballero amigo mio, viendo éste su casa reducida á tan corta extension, que apénas cabia en ella, mandó abrir todos los quartos, y que su Capellan los exôrcizase. En efecto el Capellan no solo obedeció, sino que por turno voluntariamente durmió una noche en cada uno de los quartos exôrcizados, y con esto disipó los temores verdaderamente pánicos que por tanto tiempo habian reynado en aquella casa.

No hubiera hecho la descripcion de estos ridículos asombros, si no los viera tan extendidos entre toda clase de personas, principalmente entre las Damas; para cuyo entretenimiento quiero presentarlas una historia, que he encontrado en un libro muy chistoso, y es la que sigue.

En Cambalu, Ciudad de las Indias Orientales, murió una muger, y estando de cuerpo presente, sus parientes, segun la costumbre de aquel pais, habian ido á llorarla y á acompañarla á enterrar. En una casa contigua á la de la difunta vivia un charlatan que tenia una mona. Este astuto animal estuvo observando desde un terrado las ceremonias y llantos que se hacian al rededor del cuerpo de la difunta, y el modo con que la vistiéron. Luego que sacáron al cuerpo de la casa, habiendo queda-do solo el quarto, la mona se introduxo en él por la ventana sin que nadie la observase. Se puso una cofia y una camisa de la difunta, y se metió en la cama. Volviendo del entierro los parientes y amigos, entráron en el quarto para rècibir el duelo; á cuyo tiempo la mona sacó la cabeza de la cama, haciendo unas contorsiones horribles. Asombradas las gentes á vista de una fantasma tan extraña, imaginando que si no era el alma de la difunta, era el diablo, echáron á huir todos precipitadamente; se alborotó la casa, corriéron al instante á la Comunidad de los BonciosLos Boncios son una especie de Frayles entre los Chinos. para informarles de tan extraño suceso. Los ancianos del Convento se juntáron y proveyéron de hachas, y fuéron de dos en dos al quarto de la difunta. La mona se habia puesto otra vez en la cama con toda tranquilidad quando llegó este grande acompañamiento. Estaba pintado el temor en el rostro de todos los Boncios. Luego que hubo entrado una docena de ellos, la mona saltó de la cama á los hombros de su Xefe, y mordiéndole las narices y las orejas, le hizo dar gritos tan grandes, que huyendo sus hermanos con precipitacion, le abandonáron á su furor. Entónces la mona cerró la puerta, le dió muchos golpes, y echándole la cofia y la camisa de la difunta al rostro, se volvió á salir por donde habia entrado, subiéndose al terrado, y yéndose á casa de su amo.

El pobre Boncio, despues de su primer espanto, conoció muy bien con quien lidiaba; pero no teniendo fuerzas para competir con la mona, sufrió con paciencia los golpes, y como hombre de entendimiento, que sabe sacar ventaja de todo, así que se vió libre abrió la puerta, y llamó á sus compañeros, los reprehendió de su cobardía, y les dixo que habia peleado con uno de los mas poderosos demonios del infierno, á quien, despues de una obstinada defensa, cuyas señales llevaba en el rostro, habia obligado á cederle la victoria. Entónces haciendo tapiar en su presencia la ventana por donde habia entrado la mona, salió de la casa lleno de regalos y de gloria, mirándole todos como un hombre santo. De esta clase son regularmente las fantasmas y apariciones que se figura la preocupacion del vulgo. Sin embargo, hallo que una persona que se espanta de oir hablar de las fantasmas, es mucho mas racional que aquellos espíritus intrépidos que contra las relaciones de todos los Historiadores sagrados y profanos, antiguos y modernos, y la tradicion de todos los Pueblos, tratan de quimérica la aparicion de los espíritus.

Leccion XXXVI A Los Petimetres Mugeriegos.

Tribus Antyciris caput insanabile numquam.

Hor. A. P. 300.

El viérnes pasado me hallé empeñado en una junta de Filósofos, uno de los quales me explicó muchas observaciones curiosas de anatomía, que de poco tiempo á esta parte se habian hecho en los cuerpos humanos. Otro nos hizo partícipes de varios descubrimientos maravillosos que habia hecho por medio de ciertos microscopios muy exâctos. Todo esto produxo algunas reflexîones, y suministró materia para hablar todo el resto del dia.

Los diferentes sistemas que se propusiéron en la conversacion presentáron otras tantas ideas nuevas á mi imaginacion, que unidas á las que ya tenia, causáron á mi pobre fantasía una agitacion tan violenta en toda aquella noche, que no pude dormir, sino el momento en que tuve el siguiente y extraño sueño.

Me parecia que con otros compañeros me habian enviado á ver la incision del cráneo de un Petimetre, y del corazon de una Desvanecida, puestos á nuestra vista sobre una mesa. Un Profesor de Cirugía abrió la cabeza del primero con mucho arte y primor, y aunque al principio parecia como la de qualquiera otro hombre, quedamos sorprehendidos, quando acercando nuestros microscopios, vimos que lo que creiamos fuesen los sesos, no era mas que la apariencia, y en substancia era solo un conjunto de materias extrañamente amasadas con arte admirable, y unidas á las varias concavidades del cráneo. De modo, que si Homero nos dice que la sangre de los Dioses no es verdadera sangre, sino alguna co-sa semejante á ella, se puede decir lo mismo de los sesos de un Petimetre, que realmente no son sesos, sino alguna cosa que se les parece.

La glándula pineal, que muchos de nuestros Filósofos modernos suponen ser el lugar donde reside el alma, despedia un fragrantísimo olor de almizcle, y de quintas esencias de flores de naranjo, parecia rodeada de una substancia, que se asemeaba (con perdon de Vms.) al cuerno, reducida á mil espejuelos imperceptibles á los ojos; de modo, que si el alma habia morado en ella, deberia haberse hallado continuamente ocupada en mirarse y remirarse.

Observamos en la parte superior delantera de la cabeza una gran multitud de lazos, encaxes, cintas y bordados, que unidos formaban una especie de cofia, labrada con tanta finura, que no alcanzabamos á distinguir el texido. Otra concavidad de la misma cabeza estaba llena de bi-lletes dulces, de cartas amorosas, de décimas, y de semejantes galanterías, que solamente se descubrian con los microscopios. En la tercera concavidad habia una especie de polvos que nos hizo estornudar á todos, y reconocimos por el olor ser verdadero Rapé San Vincent. En una palabra, para no cansar á mis lectores con un inventario tan exâcto, otras muchas cavidades contenian diferentes materiales de igual curiosidad.

Pero dos espaciosos senos que habia de una y otra parte del cráneo merecen alguna atencion. El de la derecha estaba lleno de ficciones, de adulaciones, mentiras, promesas y protextas. El de la izquierda encerraba imprecaciones, juramentos, ansias y congojas. De cada uno de estos senos se veia salir un canal que terminaba en la raiz de la lengua, donde los dos se unian, y luego formaban otro, que únicamente remataba en la extremidad de este segundo mó-vil pequeño. Observamos muchas estrechas sendas ó conductos, que pasaban de los oidos al celebro, y pusimos particular atencion en observar todos sus giros. Uno de estos conductos llevaba un paquete de sonetos é instrumentos de música. La mayor de estas sendas finalizaba en una grande concavidad del cráneo, desde donde otra se dirigia á la lengua. Esta última concavidad era el conservatorio de una substancia húmeda y esponjosa, que los Anatómicos franceses llaman Strambrie, y los Italianos Insipidezze.

El cutis de la frente, el derma y el epiderma eran de una espesura y dureza extraordinaria, de modo que quedamos muy sorprehendidos, no pudiendo descubrir ni arteria, ni tampoco vena con los microscopios; por lo que conjeturamos, que el propietario de aquel cráneo habia perdido el poder sonrojarse miéntras vivia.

El hueso cribroso quasi estaba cu-bierto con un monton de tabaco de polvo, y parte lastimado. Observamos sobre todo aquel músculo que se descubre con dificultad en las incisiones, y que sirve para encoger la nariz, quando el dueño quiere manifestar desprecio, viendo alguna cosa que no le agrada, ó bien viendo algo que no entiende. Es inútil advertir aquí á mis lectores, que este músculo es el mismo que produce el movimiento, que tantas veces han señalado los Poetas latinos, quando hablan de un hombre que encoge la nariz, ó hace el pico del Rinoceronte.

No vimos cosa de mucha importancia en los ojos, sino que los músculos amorosos, ó para explicarme mejor, aquellos que sirven para mirar turbio artificiosamente, estaban muy gastados, al paso que el músculo elevador, esto es, aquel que hace elevar los ojos al Cielo, parecia que nunca habia servido.

No he hablado en esta incision sino de los descubrimientos nuevos que nosotros hicimos, sin exâminar ninguna de aquellas partes que se hallan en las cabezas ordinarias; ni en el cráneo, ni tampoco en toda la figura exterior, nada observamos que la distinguiese de la cabeza de los demas hombres; pero se dixo que la persona de quien era esta hermosa cabeza habia muerto de 35 años, que en todo el tiempo de su vida habia comido y bebido como los demas, que era bien hecho, que hablaba muy alto, que prorumpia á menudo en carcajadas, y que en ciertas ocasiones hacia bien su papel en un bayle ó en una tertulia; á lo qual añadió uno de los concurrentes, que un crecido número de Damas le estimaban y tenian por un bello ingenio. Murió de un pistoletazo que le disparó un caballero rico por haberle hallado demasiado cortes con su muger.

Despues de haber exâminado es-ta curiosa cabeza con todas sus habitaciones y adornos, se puso de nuevo el celebro en su lugar como ántes estaba, y la cabeza se dexó allí baxo un paño colorado, para prepararla con comodidad, y guardarla en un hermoso gabinete de incisiones anatómicas. Nos dixo ademas el Profesor, que la preparacion no saldria tan dificultosa, como la de otras cabezas, porque la mayor parte de aquellos vasos que se debian ocupar con ciertas substancias para su conservacion, se hallaban ya llenos de una especie de mercurio, ó por mejor decir de verdadero azogue. Luego pasó á hacer la incision del corazon de una Dama desvanecida, y le abrió con su destreza ordinaria. Observamos muchas singularidades; pero temiendo fastidiar á mis lectores, y cansar su memoria, la reservaré para la siguiente leccion.

2-001 Número 19 Leccion XXXV Los Temerosos de las Fantasmas Nocturnas. Horror ubique animos [sic], simul ipsa silentia terrent. Virg. Æneid. 2. 755. En cierta ocasion fuí á la Quinta de un amigo mio á pasar alegremente algunos dias en su compañía. A poca distancia de la casa donde habitabamos se descubrian las minas de una antigua Abadía, entre una multitud de álamos negros muy viejos, cuyas cimas son tan altas que quando se pasa por debaxo de ellas, parece que el graznido de los grajos y cuervos que tienen sus nidos, viene de la mas alta region del ayre. Yo oia gustoso aquel estrépito, reconociéndole como una oracion dirigida al Ser Supremo que piadosamente provee á las necesidades de sus criaturas, y para servirme de la expresion del Salmo; Suministra alimento á los hijos de los cuervos, que claman á él. Aquel sitio retirado me agradaba tanto mas quanto que vulgarmente se dice sirve de habitacion á los espíritus, y por eso ninguno de los criados de aquel Caballero mi amigo se pasea en él, á no ser el Capellan. El repostero, con quien yo tenia mayor confianza, me pidió con toda seriedad no me paseara por él particularmente despues de puesto el sol, porque, segun decian, un Lacayo de casa se habia muerto de asombro por haber visto una fantasma, que representaba la figura de un caballo negro sin cabeza. Añadió no hacia todavía un mes que una criada de casa, al volverse un poco tarde á ella, oyó en medio de aquellos árboles un ruido tan espantoso, que cayó desmayada al suelo, y vertió un cántaro de leche que traia sobre la cabeza. A pesar de esto quíse una noche (y fué á fines del verano pasado) pasearme por aquel parage. Allá me fuí despues de puesto el sol, y confieso que no puede haber en el mundo sitio mas proporcionado que aquel para semejantes apariciones. Las ruinas de la Abadía esparcidas por todas partes, y quasi cubiertas de sauco, yedra y malezas, sirven de retiro á una prodigiosa multitud de aves nocturnas. Allí tambien se ven sepulcros desolados, concavidades, asperezas, &c. Ademas los vacíos de aquellas caserías antiguas forman un eco tan grande, que si uno da una pisada fuerte, inmediatamente retumba. La multitud de álamos, de cuervos y grajos que de quando en quando graznan en ellos, no pueden sino aumentar el pavoroso respeto que causa aquel lugar; pero quando la noche llega á derramar en él nuevos horrores con sus tinieblas, no es de admirar que la imaginacion de los es-píritus pusilánimes se llene de apariciones y fantasmas. Un Filósofo moderno reflexîona curiosamente sobre las ideas, diciendo que con perjuicio de la infancia, de la pubertad y de su educacion se gravan freqüentemente en la fantasía de un niño ciertas ideas que no tienen la menor relacion unas con otras. Entre los muchos exemplos que propone, referiré uno que viene al caso. “Las ideas, dice, de los espíritus y fantasmas no tienen mayor relacion con las tinieblas que con la luz. Pero si una criada necia, si un padre ó una madre imprudentes imprimen estas diferentes ideas en la imaginacion de un niño como inseparables, no podrá acaso libertarse de ellas en toda la vida. La obscuridad le parecerá siempre acompañada de aquellas espantosas ideas, y estarán tan unidas con su imaginacion, que no será capaz de sufrir mas la una que la otra.” Para volver á mi paseo, quando la obscuridad de la noche conspiraba con todas las demas cosas á causar terror, observé á poca distancia de mí una vaca que estaba paciendo, la que una imaginacion débil y propensa á alterarse podia sin mucha dificultad tenerla por un caballo negro sin cabeza; por lo que el pobre Lacayo, de quien ántes se ha hablado, bien pudo haberse muerto á vista de un objeto de semejante naturaleza. El Caballero mi huésped me ha hablado diferentes veces de un modo chistoso sobre lo que le aconteció á su primera llegada á aquella Quinta, quando fué á tomar posesion de la herencia de sus antepasados. Halló inútiles las tres quartas partes de su casa, los mejores quartos no servian para nada, porque se creia los habitasen ciertos espíritus. Despues de anochecer ninguno queria entrar en la galería, con pretexto que se oia mucho ruido en ella. Una puerta que iba a un gran patio estaba tapiada, porque no entrasen por ella las almas del otro mundo. Tambien estaba tapiada otra puerta que caia á un quarto, por cierta tradicion recibida en su familia, de que un despensero habia desaparecido de allí, y su madre, que habia muerto muy anciana, habia destruido la mayor parte de las habitaciones, por haber muerto en ellas su marido, un hijo, una hija, y otros varios parientes. Despues de la muerte de esta Señora, destruidora, como hemos dicho, de aquella casa, y madre del Caballero amigo mio, viendo éste su casa reducida á tan corta extension, que apénas cabia en ella, mandó abrir todos los quartos, y que su Capellan los exôrcizase. En efecto el Capellan no solo obedeció, sino que por turno voluntariamente durmió una noche en cada uno de los quartos exôrcizados, y con esto disipó los temores verdaderamente pánicos que por tanto tiempo habian reynado en aquella casa. No hubiera hecho la descripcion de estos ridículos asombros, si no los viera tan extendidos entre toda clase de personas, principalmente entre las Damas; para cuyo entretenimiento quiero presentarlas una historia, que he encontrado en un libro muy chistoso, y es la que sigue. En Cambalu, Ciudad de las Indias Orientales, murió una muger, y estando de cuerpo presente, sus parientes, segun la costumbre de aquel pais, habian ido á llorarla y á acompañarla á enterrar. En una casa contigua á la de la difunta vivia un charlatan que tenia una mona. Este astuto animal estuvo observando desde un terrado las ceremonias y llantos que se hacian al rededor del cuerpo de la difunta, y el modo con que la vistiéron. Luego que sacáron al cuerpo de la casa, habiendo queda-do solo el quarto, la mona se introduxo en él por la ventana sin que nadie la observase. Se puso una cofia y una camisa de la difunta, y se metió en la cama. Volviendo del entierro los parientes y amigos, entráron en el quarto para rècibir el duelo; á cuyo tiempo la mona sacó la cabeza de la cama, haciendo unas contorsiones horribles. Asombradas las gentes á vista de una fantasma tan extraña, imaginando que si no era el alma de la difunta, era el diablo, echáron á huir todos precipitadamente; se alborotó la casa, corriéron al instante á la Comunidad de los BonciosLos Boncios son una especie de Frayles entre los Chinos.para informarles de tan extraño suceso. Los ancianos del Convento se juntáron y proveyéron de hachas, y fuéron de dos en dos al quarto de la difunta. La mona se habia puesto otra vez en la cama con toda tranquilidad quando llegó este grande acompañamiento. Estaba pintado el temor en el rostro de todos los Boncios. Luego que hubo entrado una docena de ellos, la mona saltó de la cama á los hombros de su Xefe, y mordiéndole las narices y las orejas, le hizo dar gritos tan grandes, que huyendo sus hermanos con precipitacion, le abandonáron á su furor. Entónces la mona cerró la puerta, le dió muchos golpes, y echándole la cofia y la camisa de la difunta al rostro, se volvió á salir por donde habia entrado, subiéndose al terrado, y yéndose á casa de su amo. El pobre Boncio, despues de su primer espanto, conoció muy bien con quien lidiaba; pero no teniendo fuerzas para competir con la mona, sufrió con paciencia los golpes, y como hombre de entendimiento, que sabe sacar ventaja de todo, así que se vió libre abrió la puerta, y llamó á sus compañeros, los reprehendió de su cobardía, y les dixo que habia peleado con uno de los mas poderosos demonios del infierno, á quien, despues de una obstinada defensa, cuyas señales llevaba en el rostro, habia obligado á cederle la victoria. Entónces haciendo tapiar en su presencia la ventana por donde habia entrado la mona, salió de la casa lleno de regalos y de gloria, mirándole todos como un hombre santo. De esta clase son regularmente las fantasmas y apariciones que se figura la preocupacion del vulgo. Sin embargo, hallo que una persona que se espanta de oir hablar de las fantasmas, es mucho mas racional que aquellos espíritus intrépidos que contra las relaciones de todos los Historiadores sagrados y profanos, antiguos y modernos, y la tradicion de todos los Pueblos, tratan de quimérica la aparicion de los espíritus. Leccion XXXVI A Los Petimetres Mugeriegos. Tribus Antyciris caput insanabile numquam. Hor. A. P. 300. El viérnes pasado me hallé empeñado en una junta de Filósofos, uno de los quales me explicó muchas observaciones curiosas de anatomía, que de poco tiempo á esta parte se habian hecho en los cuerpos humanos. Otro nos hizo partícipes de varios descubrimientos maravillosos que habia hecho por medio de ciertos microscopios muy exâctos. Todo esto produxo algunas reflexîones, y suministró materia para hablar todo el resto del dia. Los diferentes sistemas que se propusiéron en la conversacion presentáron otras tantas ideas nuevas á mi imaginacion, que unidas á las que ya tenia, causáron á mi pobre fantasía una agitacion tan violenta en toda aquella noche, que no pude dormir, sino el momento en que tuve el siguiente y extraño sueño. Me parecia que con otros compañeros me habian enviado á ver la incision del cráneo de un Petimetre, y del corazon de una Desvanecida, puestos á nuestra vista sobre una mesa. Un Profesor de Cirugía abrió la cabeza del primero con mucho arte y primor, y aunque al principio parecia como la de qualquiera otro hombre, quedamos sorprehendidos, quando acercando nuestros microscopios, vimos que lo que creiamos fuesen los sesos, no era mas que la apariencia, y en substancia era solo un conjunto de materias extrañamente amasadas con arte admirable, y unidas á las varias concavidades del cráneo. De modo, que si Homero nos dice que la sangre de los Dioses no es verdadera sangre, sino alguna co-sa semejante á ella, se puede decir lo mismo de los sesos de un Petimetre, que realmente no son sesos, sino alguna cosa que se les parece. La glándula pineal, que muchos de nuestros Filósofos modernos suponen ser el lugar donde reside el alma, despedia un fragrantísimo olor de almizcle, y de quintas esencias de flores de naranjo, parecia rodeada de una substancia, que se asemeaba (con perdon de Vms.) al cuerno, reducida á mil espejuelos imperceptibles á los ojos; de modo, que si el alma habia morado en ella, deberia haberse hallado continuamente ocupada en mirarse y remirarse. Observamos en la parte superior delantera de la cabeza una gran multitud de lazos, encaxes, cintas y bordados, que unidos formaban una especie de cofia, labrada con tanta finura, que no alcanzabamos á distinguir el texido. Otra concavidad de la misma cabeza estaba llena de bi-lletes dulces, de cartas amorosas, de décimas, y de semejantes galanterías, que solamente se descubrian con los microscopios. En la tercera concavidad habia una especie de polvos que nos hizo estornudar á todos, y reconocimos por el olor ser verdadero Rapé San Vincent. En una palabra, para no cansar á mis lectores con un inventario tan exâcto, otras muchas cavidades contenian diferentes materiales de igual curiosidad. Pero dos espaciosos senos que habia de una y otra parte del cráneo merecen alguna atencion. El de la derecha estaba lleno de ficciones, de adulaciones, mentiras, promesas y protextas. El de la izquierda encerraba imprecaciones, juramentos, ansias y congojas. De cada uno de estos senos se veia salir un canal que terminaba en la raiz de la lengua, donde los dos se unian, y luego formaban otro, que únicamente remataba en la extremidad de este segundo mó-vil pequeño. Observamos muchas estrechas sendas ó conductos, que pasaban de los oidos al celebro, y pusimos particular atencion en observar todos sus giros. Uno de estos conductos llevaba un paquete de sonetos é instrumentos de música. La mayor de estas sendas finalizaba en una grande concavidad del cráneo, desde donde otra se dirigia á la lengua. Esta última concavidad era el conservatorio de una substancia húmeda y esponjosa, que los Anatómicos franceses llaman Strambrie, y los Italianos Insipidezze. El cutis de la frente, el derma y el epiderma eran de una espesura y dureza extraordinaria, de modo que quedamos muy sorprehendidos, no pudiendo descubrir ni arteria, ni tampoco vena con los microscopios; por lo que conjeturamos, que el propietario de aquel cráneo habia perdido el poder sonrojarse miéntras vivia. El hueso cribroso quasi estaba cu-bierto con un monton de tabaco de polvo, y parte lastimado. Observamos sobre todo aquel músculo que se descubre con dificultad en las incisiones, y que sirve para encoger la nariz, quando el dueño quiere manifestar desprecio, viendo alguna cosa que no le agrada, ó bien viendo algo que no entiende. Es inútil advertir aquí á mis lectores, que este músculo es el mismo que produce el movimiento, que tantas veces han señalado los Poetas latinos, quando hablan de un hombre que encoge la nariz, ó hace el pico del Rinoceronte. No vimos cosa de mucha importancia en los ojos, sino que los músculos amorosos, ó para explicarme mejor, aquellos que sirven para mirar turbio artificiosamente, estaban muy gastados, al paso que el músculo elevador, esto es, aquel que hace elevar los ojos al Cielo, parecia que nunca habia servido. No he hablado en esta incision sino de los descubrimientos nuevos que nosotros hicimos, sin exâminar ninguna de aquellas partes que se hallan en las cabezas ordinarias; ni en el cráneo, ni tampoco en toda la figura exterior, nada observamos que la distinguiese de la cabeza de los demas hombres; pero se dixo que la persona de quien era esta hermosa cabeza habia muerto de 35 años, que en todo el tiempo de su vida habia comido y bebido como los demas, que era bien hecho, que hablaba muy alto, que prorumpia á menudo en carcajadas, y que en ciertas ocasiones hacia bien su papel en un bayle ó en una tertulia; á lo qual añadió uno de los concurrentes, que un crecido número de Damas le estimaban y tenian por un bello ingenio. Murió de un pistoletazo que le disparó un caballero rico por haberle hallado demasiado cortes con su muger. Despues de haber exâminado es-ta curiosa cabeza con todas sus habitaciones y adornos, se puso de nuevo el celebro en su lugar como ántes estaba, y la cabeza se dexó allí baxo un paño colorado, para prepararla con comodidad, y guardarla en un hermoso gabinete de incisiones anatómicas. Nos dixo ademas el Profesor, que la preparacion no saldria tan dificultosa, como la de otras cabezas, porque la mayor parte de aquellos vasos que se debian ocupar con ciertas substancias para su conservacion, se hallaban ya llenos de una especie de mercurio, ó por mejor decir de verdadero azogue. Luego pasó á hacer la incision del corazon de una Dama desvanecida, y le abrió con su destreza ordinaria. Observamos muchas singularidades; pero temiendo fastidiar á mis lectores, y cansar su memoria, la reservaré para la siguiente leccion.