Número 18 Bachiller D. P. Gatell. Moralische Wochenschriften Elisabeth Hobisch Editor Magdalena Mandl Editor Sabrina Rathausky Editor Institut für Romanistik, Universität Graz 17.08.2010 o:mws-109-724 Bachiller D. P. Gatell: El Argonauta español, periódico gaditano. Cádiz: Antonio Murguia 1790, 137-144 El Argonauta Español 1 18 1790 Spanien Ebene 1 Ebene 2 Ebene 3 Ebene 4 Ebene 5 Ebene 6 Allgemeine Erzählung Selbstportrait Fremdportrait Dialog Allegorisches Erzählen Traumerzählung Fabelerzählung Satirisches Erzählen Exemplarisches Erzählen Utopische Erzählung Metatextualität Zitat/Motto Leserbrief 17.08.2010 Graz, Austria Spanish; Castilian Imagen de los Hombres Menschenbild Idea of Man Image de l’humanité Immagine dell'Umanità Moda Mode Fashion Mode Moda Spain -4.0,40.0

N. 18

Ridiculum acri dulcius.

Andábase el Argonauta viajando por el mundo, y sin embargo de ver, tocar y palpar cosas que le parecían algo menos que naturales en la especie humana, no le asombraba el ver que los mas tenian fundada su inmortalidad en las Boticas y Médicos. A otros que cargados de oro como el jumento de Alciato se detenían en gastar un real para comer, y à veces pasaban años saludando mesas y servilletas de las casas de los amigos.

Tampoco lo sorprendía el mirar algunos cuya Filosofía toda se dirigía à engañar à todo el género humano; por último, nada excitó su atencion sino un grande Hospital lleno de enfermos.

En el frontispicio se leía esta inscripcion: Hospital de Quebrados. Oía un excesivo murmullo y gritería, por lo que preguntó à uno que estaba en la puerta: ¿Amigo, parece que son muchos los dolientes?

Sin número, respondió el preguntado.

¿Pues qué, tan facil es quebrarse en este Pais?

De quantas enfermedades adquieren en este las gentes, ninguna se pega mas facilmente que esta.

Dígame Vm. Por su vida, ¿por dónde se quiebran esoso infelices?

Ha, ¿qué Vm. lo ignora?

Si lo supiera, no lo preguntára.

Pues no crea Vm. ni imagine que las quebradu-ras de estos penitentes son del género de las que se vén en los Hospitales general de Madrid, Barcelona, &c. ni en el de San Juan de Dios en esta. No Señor, estos quebrados son de otra cala, de diferente catadura. Supuesto que Vm. está ignorante de ello, présteme la atencíon, que quiero informarle radicalmente, y sin que le quede escrúpulo de duda.

Ha de saber Vm. que de esta multitud de pacientes hay várias especies. Unos que se han desgraciado sin poderlo remediar. Otros que podían muy bien haberlo evitado, y otros, en fin, que lo hacen con toda su voluntad y con el mayor descaro del mundo.

Los primeros son dignos de la mayor compasion, y mucho mas aquellos que padecen y sufren tan malvada enfermedad por los últimos. No bastan todas las precauciones, todas las invectivas para libertarse de la ruina, por lo que Vm. verá quando le haga su pintura.

La segunda especie comprehende una grandísima porcion. Unos de estos echan à gastar y triunfar con tal exceso, que sin atender à lo que pueda producir el giro, quando menos se percatan, se hallan huyendo para San Antonio. Otros hay que se dexan llevar de sus mugeres, ò de las agenas, y con esto dán fin con todo lo que tuvieren suyo, y lo mas doloroso, con lo ageno. Estos no son ya acreedores à la conmiseracion. De estos hay otra clase, que aunque al parecer, son acreedores à la lástima, mirado con perplexidad son tan delinquentes como los mas: estos por la codicia excesiva se meten à redentores y salen crucificados. Ultimamente, los de esta gerarquía sacrifican à muchos, pues con la apariencia de muy precavidos y diligentes, obligan à que quiebren los que fían en sus exterioridades.

Los del tercer gremio son por todas circunstancias iniquos. Unos guardan fondo sin atender que sea ageno, y despues se declaran incapaces de pagar, presentan una mínima parte, y quedan por este medio ricos con el cau-dal ageno. No es lo peor esto, sino que despues salen comprando fincas, y si es menester echando coches, mas que les pese à los infelices de quien fueren los caudales. Todo este desahogo, y aun mas se experimenta diariamente.

Otra especie hay de estos, aun mas mal intencionados, pues hacen desde los principios una larga carta de dote à sus consortes. Quiebran, mas no del espinazo, y luego ocurren à las posesiones y caudales imaginarios que jamás tuvo su muger, y con esto caiga el que cayera, perezcan todos los que hubieren puesto fondos en sus casas.

Se vé otra especie de estos entes, que ya han ganado la costumbre de quebrar, y con todo hallan soldadura con plata y oro, y lo mas gracioso, à quien volver à engañar. La sinvergüenza con que se presentan al público es lo mas chistoso que puede esperarse. Estos son por lo contrario de los hombres de vergüenza, que ò dexan el pais, ò se meten donde no les dé ni aun el sol. Muy al contrarío, se presentan mas gordos y colorados, quando mayor ha sido la rotura. En fin, por no molestarle dexo de referirle otras cien mil especies que visitan este Hospital, todos de esta última rasa.

Pasmado y aturdido quedó el Argonauta al oir tantas y tales cosas. No le quedó que exclamar, ni maldicion que no arrojase sobre tal Hospital de Quebrados. ¿Tal sucede en el mundo? preguntaba. ¿Será creible que se consienta tal manera de hombres? ¿Cómo no hay remedio para precaver esa enfermedad, ni para curar tan pestilente casta de enfermos? ¿Duérmen acaso los sanos que fían su dinero, que lo exponen à tantas incurias? ¿Qué, no les será lícito vigilar y contener à los que se despeñan en gastar mas que lo que pueden? Vamos, que con razon el Argonauta no se ha llenado tanto de admiracion con lo que ha visto, como à la presencia de esto que sucede con tanta freqüencia.

Comámos y bebámos, pongámonos gordos, y à todo quanto digan hagámonos sordos. Esto es lo que diz que dicen los de las dos últimas clases, y en especial, los de la postrera. No hay como meterse à comerciante, si tan facil es darse buena vida, aunque sea à costa de quebrar sin lastimarse hueso. Péguenle fuégo à tal Hospital. Quémense hasta los enfermos, que con esto se destruirán hasta los malos vapores que de él puedan salir. No hay otro medio para la peste como el fuego. Pues à ella, no se dexe ni memoria, para que de este modo puedan vivir mas seguros los sanos presentes, y los por venir. Hasta el nombre debe de salarse, y borrarse de los Diccionarios, para que de un todo se acabe tan perversa enfermedad, y tan pestíferos enfermos.

Mi amado Señor Argonauta, no sea Vm. tan cruel: ordene Vm. mejor que à cada quebrado se le señalen uno, dos, ò tres mil pesos anuales para que puedan mantenerse interin dure el ajuste de cuentas. Ese será un medio mas benigno, y mas tolerable . . . . . Sí, para que haya mas quebrados de todos géneros. Pues, à lo menos redúzcalos Vm. à enteros, mas que sea apurando todo el cálculo infinito . . . . . Sí, eso haría desde luego enteros los colgaría como racimos de uvas.

No tanto, por vida suya. Mire que de este modo acabaría con el Comercio.

No, por cierto. Pocos, buenos, y sanos. Pues haga de ellos lo que quiera, no tenga compasion ni caridad christiana. La falta que tiene, que ni Barrabás es capaz de llevarlo adelante; porque, porque . . . . . Pues déxelo como se estaba. A Vm. no le han de llevar los ningunos reales que tiene. Ellos mismos avisan al que duerme, para que no se fíen de ellos; y asi, el que no escarmienta, que pague la pena.

Dice Vm. muy bien. Vivan todos, mas que no escamienten todos, esto es, viva el que se acomoda con lo que no puede remediar.

XXVI. Vestidos.

El Argonauta quisiera en un dia tratar de todas las materias útiles, y se le incomoda muy demasiado quando vé que no puede desempeñar un punto solo de modo que satisfaga à Vm. y que le tranquilice à él.

Ahora vá à hablar de los vestidos: friolera es: nada menos contiene este puntico que la mayor parte de las Artes. ¿Pues cómo será posible desempeñarlo con solo un discursito? No es esto lo mas, pues siendo muchos los que se necesitan, tambien será preciso interpolarlos de modo que se dé Jueves que no diga de ello ni una palabra. Pero pues no hay otro remedio, ¿para qué será afligirse? Vm. lo recibirá como y quando el Bachiller los dé, y basta concluir con: Se continuará. Con esto queda el Graduado desahogado, y empieza con nuestro Padre Adan.

Mientras no pecó este primer humano, no cuidó de vestido, como que se hallaba en un Parayso en que todo eran delicias y en donde no se conocía frío, calor, insectos, ni cosa de las que le obligaron à ocurrirá taparse despues. Quebrantó el precepto, y al oir ¿adónde está Adan? su primer cuidado fué buscar con que taparse. Ya tenemos al hombre constituido à buscar vestido. Señores Sastres, ya parece que vá à comenzar su Arte de Vm.. Pero poco à poco, que las hojas de los árboles parece que fueron las primeras que usó para vestir las partes pudendas ò vergonzosas. Por aí tuvo orígen aunque remotamente su esclarecida Arte, por mas que no fueron necesarias tixeras, agujas ni hilo. Vióse fuera del Parayso, enristraron con él los mosquitos, tabanos, y demás animalejos impertinentes, y le obligaron à cubrir también las demás partes; pero ocurrió à las pieles de los animales, y con ellas logró él y muchos de sus descendientes el libertarse de sus injurias.

Dice el Argonauta que debaxo de la zona torrida, allá en el Occidente, no pudiendo los naturales sufrir las pieles por los excesivos calores, han hallado el arbitrio de untarse todo el cuerpo con cierto betun, y que por este medio consiguen evadirse de la guerra que sin este remedio les harían tantas y tanta copia de insectos como producen aquellos Países. De esto sale fiador el Argonauta, porque lo ha visto, tocado y palpado.

En quanto al tiempo en que se dexaron las pieles, y se usaron otros materiales para tapar las carnes, no piensa entrometerse el Bachiller; pero vá à decir su modo de pensar sin pretender establecer ningun axîoma, ni destruir el sistema que otros han establecido sobre el particular. Dice, que supuesto que despues de haber pecado nuestro primer Padre le quedaron los conocimientos de las Ciencias naturales, verdad muy recibida en todo el Orbe Cristiano, que en este supuesto tuvo conocimiento de la lana, clin, pelo, cáñamo, lino y demás materias primeras de que en el dia se forman ò componen los vestidos. Tambien le parece que lo primero de que echaría mano sería de texerlos de palma, una obra tan sencilla, que sin el mayor trabajo se dexa conocer; y mucho más quando la habia en abundancia en los primeros Paises que habitaron. Se funda tambien para ello en que sería mas facil que no ocurrir à las preparaciones diferentes que pide el cáñamo y el lino. Opina tambien, que la lana sería la segunda materia de que haría uso; y por último que, à medida que fuésen presentándose las exigencias, tomaría los recursos.

Aunque el Abate Mr. Peluche en el Espectáculo de la Naturaleza de los primeros texidos à manera de colchones ò de filtros, el Bachiller no puede conformarse con esta opinion, y se funda en haber visto que los indios en las Américas ignoran semejante modo de texer, y era, à su parecer natural, que à lo menos en el tiempo del descubrimiento lo usasen, como que en algunas partes parece que estaban qual los primeros humanos. Tenían sus fil-mas ò mantas de algodon y lana texidas del mismo modo que se fabrican acá, solo con la diferencia de no ser con telar. Además el colchon del modo que lo quiere el Señor Abate, exîge otros simples, como echará de ver el que lo haya vito [sic]. En quanto al filtro no se vió ni una pieza en aquellos continentes, y desde luego se pasaron muchos siglos antes que se conociese semejante modo de texer, aun en los Reynos mas cultos. Este es el dictámen del Bachiller: no pretende destruir el mérito del Señor Abate, pero hubiera reventado si no hubiese parido este pensamiento. Ya que es este filtro el sombrero, me parece que una vez que su lugar es en la parte superior del hombre, es de justicia hablar antes de él.

Veamos las materias de que sa [sic] compone el sombrero: la lana de los corderos, el pelo de liebre, el de conejo, el castor, el plumazo del abestruz, el pelo de camello, y otras lanas y pelos.

En el dia para los sombreros finos se toma la borra del castor apartando antes el pelo largo y exterior ya endurecido con el ayre. Ya se emplea un tercio de castor seco, con la circunstancia de que no hayan dormido los habitantes del Canadá, y dos tercios del castor crasn [sic]. Los selvages del Canadá se sirven de ella en lugar de colchones; y despues de muy usado, como mas docil es mas propia para que resulten mas tupidos los sombreros, y tengan mas consistencia. Tambien los fábrican con mitad, y aun con un tercio de castor, y lo restante de pelo ò lana. Ha visto el Br. una casta de conejos cuya lana es tan larga, tan fina y tan liable, que se cree sea tan propia como la borra del castor. Tambien se le encuentra una borra aderida al pellejo, sumamente fina. Esta lana ò pelo de dichos animales es tan docil, que se puede hilar lo mismo el algodon. Antes de emplear el castor se mulle ò tunde con la cuerda de arco, y despues de preparado se forman unas plastas de figura triangular, despues van formando una tela à manera de embudo; y metiéndolo várias veces en un caldero de agua hirviendo, van disponiéndolo en términos que esté apta la tela para aplicarla al molde, después añadiendo el castor en las partes mas débiles hasta formarlo de todo de un propio grueso, y dándole la consistencia correspondiente se encola, allana, y dá lustre.

Perdone por ahora el Señor Abate, que no es creible que los filtros fuesen los primeros texidos que se han usado en el mundo; à lo menos, no quiere creerlo por lo que lleva expuesto. Si piensa el Argonauta que los primeros que se usaron en el mundo, esto es, los sombreros, se gastaron gachos, y que el tener una cola levantada lo introduxo la milicia, y que los tres picos en forma de candil vinieron de las espaldas de los Pirineos, como asimismo las modas de grandes, pequeños, con el pico mas ò menos bajo, y con otras monadas que viene y ván, las que por ahora y siempre declara el Argonauta por enfermedades de los cascos, que varían en su configuracion entrando, como dicen, en la moda.

El fin primero de la invencion de los sombreros fué sin duda guarecer la cabeza de las injurias exteriores, como del Sol y del agua: pero el que los puso à manera de candiles, tuvo desde luego otro objeto diferente. Por fin vino el Bachiller al mundo, los vió asi, y del mismo modo los vá à dexar. Sí quisiera que se perfeccionasen las fábricas de ellos; y ahorrasen à los Extrangeros el trabajo de traerlos. Pero poco à poco, que ya los fabrican en España tan buenos como los mejores de Francia . . . . . ¿Pues à qué dar à los Extrangeros este beneficio? Esto es lo que no puede entender el Bachiller. Pero ya, ya và à caer en la cuenta. Se quejan los mismos Fabricantes de que no tienen estimacion los de acá, y se lamentan los Patriotas de semejante desdicha, y si se les mira el que llevan encasquetado es de Paris. Bien viene el don con el turuleque. El patriota dexa de serlo en el momento que no viste y calza géneros de su Patria; porque deseoso de que no salgan los metales de su Pais, y de que prosperen las artes, mira como sacrilegio hacer lo contrario. Algunos conozco que no usaran género extrangero por mas que los apremiaran. Estos son verdaderos Patriotas.

1-18 N. 18 Ridiculum acri dulcius. Andábase el Argonauta viajando por el mundo, y sin embargo de ver, tocar y palpar cosas que le parecían algo menos que naturales en la especie humana, no le asombraba el ver que los mas tenian fundada su inmortalidad en las Boticas y Médicos. A otros que cargados de oro como el jumento de Alciato se detenían en gastar un real para comer, y à veces pasaban años saludando mesas y servilletas de las casas de los amigos. Tampoco lo sorprendía el mirar algunos cuya Filosofía toda se dirigía à engañar à todo el género humano; por último, nada excitó su atencion sino un grande Hospital lleno de enfermos. En el frontispicio se leía esta inscripcion: Hospital de Quebrados. Oía un excesivo murmullo y gritería, por lo que preguntó à uno que estaba en la puerta: ¿Amigo, parece que son muchos los dolientes? Sin número, respondió el preguntado. ¿Pues qué, tan facil es quebrarse en este Pais? De quantas enfermedades adquieren en este las gentes, ninguna se pega mas facilmente que esta. Dígame Vm. Por su vida, ¿por dónde se quiebran esoso infelices? Ha, ¿qué Vm. lo ignora? Si lo supiera, no lo preguntára. Pues no crea Vm. ni imagine que las quebradu-ras de estos penitentes son del género de las que se vén en los Hospitales general de Madrid, Barcelona, &c. ni en el de San Juan de Dios en esta. No Señor, estos quebrados son de otra cala, de diferente catadura. Supuesto que Vm. está ignorante de ello, présteme la atencíon, que quiero informarle radicalmente, y sin que le quede escrúpulo de duda. Ha de saber Vm. que de esta multitud de pacientes hay várias especies. Unos que se han desgraciado sin poderlo remediar. Otros que podían muy bien haberlo evitado, y otros, en fin, que lo hacen con toda su voluntad y con el mayor descaro del mundo. Los primeros son dignos de la mayor compasion, y mucho mas aquellos que padecen y sufren tan malvada enfermedad por los últimos. No bastan todas las precauciones, todas las invectivas para libertarse de la ruina, por lo que Vm. verá quando le haga su pintura. La segunda especie comprehende una grandísima porcion. Unos de estos echan à gastar y triunfar con tal exceso, que sin atender à lo que pueda producir el giro, quando menos se percatan, se hallan huyendo para San Antonio. Otros hay que se dexan llevar de sus mugeres, ò de las agenas, y con esto dán fin con todo lo que tuvieren suyo, y lo mas doloroso, con lo ageno. Estos no son ya acreedores à la conmiseracion. De estos hay otra clase, que aunque al parecer, son acreedores à la lástima, mirado con perplexidad son tan delinquentes como los mas: estos por la codicia excesiva se meten à redentores y salen crucificados. Ultimamente, los de esta gerarquía sacrifican à muchos, pues con la apariencia de muy precavidos y diligentes, obligan à que quiebren los que fían en sus exterioridades. Los del tercer gremio son por todas circunstancias iniquos. Unos guardan fondo sin atender que sea ageno, y despues se declaran incapaces de pagar, presentan una mínima parte, y quedan por este medio ricos con el cau-dal ageno. No es lo peor esto, sino que despues salen comprando fincas, y si es menester echando coches, mas que les pese à los infelices de quien fueren los caudales. Todo este desahogo, y aun mas se experimenta diariamente. Otra especie hay de estos, aun mas mal intencionados, pues hacen desde los principios una larga carta de dote à sus consortes. Quiebran, mas no del espinazo, y luego ocurren à las posesiones y caudales imaginarios que jamás tuvo su muger, y con esto caiga el que cayera, perezcan todos los que hubieren puesto fondos en sus casas. Se vé otra especie de estos entes, que ya han ganado la costumbre de quebrar, y con todo hallan soldadura con plata y oro, y lo mas gracioso, à quien volver à engañar. La sinvergüenza con que se presentan al público es lo mas chistoso que puede esperarse. Estos son por lo contrario de los hombres de vergüenza, que ò dexan el pais, ò se meten donde no les dé ni aun el sol. Muy al contrarío, se presentan mas gordos y colorados, quando mayor ha sido la rotura. En fin, por no molestarle dexo de referirle otras cien mil especies que visitan este Hospital, todos de esta última rasa. Pasmado y aturdido quedó el Argonauta al oir tantas y tales cosas. No le quedó que exclamar, ni maldicion que no arrojase sobre tal Hospital de Quebrados. ¿Tal sucede en el mundo? preguntaba. ¿Será creible que se consienta tal manera de hombres? ¿Cómo no hay remedio para precaver esa enfermedad, ni para curar tan pestilente casta de enfermos? ¿Duérmen acaso los sanos que fían su dinero, que lo exponen à tantas incurias? ¿Qué, no les será lícito vigilar y contener à los que se despeñan en gastar mas que lo que pueden? Vamos, que con razon el Argonauta no se ha llenado tanto de admiracion con lo que ha visto, como à la presencia de esto que sucede con tanta freqüencia. Comámos y bebámos, pongámonos gordos, y à todo quanto digan hagámonos sordos. Esto es lo que diz que dicen los de las dos últimas clases, y en especial, los de la postrera. No hay como meterse à comerciante, si tan facil es darse buena vida, aunque sea à costa de quebrar sin lastimarse hueso. Péguenle fuégo à tal Hospital. Quémense hasta los enfermos, que con esto se destruirán hasta los malos vapores que de él puedan salir. No hay otro medio para la peste como el fuego. Pues à ella, no se dexe ni memoria, para que de este modo puedan vivir mas seguros los sanos presentes, y los por venir. Hasta el nombre debe de salarse, y borrarse de los Diccionarios, para que de un todo se acabe tan perversa enfermedad, y tan pestíferos enfermos. Mi amado Señor Argonauta, no sea Vm. tan cruel: ordene Vm. mejor que à cada quebrado se le señalen uno, dos, ò tres mil pesos anuales para que puedan mantenerse interin dure el ajuste de cuentas. Ese será un medio mas benigno, y mas tolerable . . . . . Sí, para que haya mas quebrados de todos géneros. Pues, à lo menos redúzcalos Vm. à enteros, mas que sea apurando todo el cálculo infinito . . . . . Sí, eso haría desde luego enteros los colgaría como racimos de uvas. No tanto, por vida suya. Mire que de este modo acabaría con el Comercio. No, por cierto. Pocos, buenos, y sanos. Pues haga de ellos lo que quiera, no tenga compasion ni caridad christiana. La falta que tiene, que ni Barrabás es capaz de llevarlo adelante; porque, porque . . . . . Pues déxelo como se estaba. A Vm. no le han de llevar los ningunos reales que tiene. Ellos mismos avisan al que duerme, para que no se fíen de ellos; y asi, el que no escarmienta, que pague la pena. Dice Vm. muy bien. Vivan todos, mas que no escamienten todos, esto es, viva el que se acomoda con lo que no puede remediar. XXVI. Vestidos. El Argonauta quisiera en un dia tratar de todas las materias útiles, y se le incomoda muy demasiado quando vé que no puede desempeñar un punto solo de modo que satisfaga à Vm. y que le tranquilice à él. Ahora vá à hablar de los vestidos: friolera es: nada menos contiene este puntico que la mayor parte de las Artes. ¿Pues cómo será posible desempeñarlo con solo un discursito? No es esto lo mas, pues siendo muchos los que se necesitan, tambien será preciso interpolarlos de modo que se dé Jueves que no diga de ello ni una palabra. Pero pues no hay otro remedio, ¿para qué será afligirse? Vm. lo recibirá como y quando el Bachiller los dé, y basta concluir con: Se continuará. Con esto queda el Graduado desahogado, y empieza con nuestro Padre Adan. Mientras no pecó este primer humano, no cuidó de vestido, como que se hallaba en un Parayso en que todo eran delicias y en donde no se conocía frío, calor, insectos, ni cosa de las que le obligaron à ocurrirá taparse despues. Quebrantó el precepto, y al oir ¿adónde está Adan? su primer cuidado fué buscar con que taparse. Ya tenemos al hombre constituido à buscar vestido. Señores Sastres, ya parece que vá à comenzar su Arte de Vm.. Pero poco à poco, que las hojas de los árboles parece que fueron las primeras que usó para vestir las partes pudendas ò vergonzosas. Por aí tuvo orígen aunque remotamente su esclarecida Arte, por mas que no fueron necesarias tixeras, agujas ni hilo. Vióse fuera del Parayso, enristraron con él los mosquitos, tabanos, y demás animalejos impertinentes, y le obligaron à cubrir también las demás partes; pero ocurrió à las pieles de los animales, y con ellas logró él y muchos de sus descendientes el libertarse de sus injurias. Dice el Argonauta que debaxo de la zona torrida, allá en el Occidente, no pudiendo los naturales sufrir las pieles por los excesivos calores, han hallado el arbitrio de untarse todo el cuerpo con cierto betun, y que por este medio consiguen evadirse de la guerra que sin este remedio les harían tantas y tanta copia de insectos como producen aquellos Países. De esto sale fiador el Argonauta, porque lo ha visto, tocado y palpado. En quanto al tiempo en que se dexaron las pieles, y se usaron otros materiales para tapar las carnes, no piensa entrometerse el Bachiller; pero vá à decir su modo de pensar sin pretender establecer ningun axîoma, ni destruir el sistema que otros han establecido sobre el particular. Dice, que supuesto que despues de haber pecado nuestro primer Padre le quedaron los conocimientos de las Ciencias naturales, verdad muy recibida en todo el Orbe Cristiano, que en este supuesto tuvo conocimiento de la lana, clin, pelo, cáñamo, lino y demás materias primeras de que en el dia se forman ò componen los vestidos. Tambien le parece que lo primero de que echaría mano sería de texerlos de palma, una obra tan sencilla, que sin el mayor trabajo se dexa conocer; y mucho más quando la habia en abundancia en los primeros Paises que habitaron. Se funda tambien para ello en que sería mas facil que no ocurrir à las preparaciones diferentes que pide el cáñamo y el lino. Opina tambien, que la lana sería la segunda materia de que haría uso; y por último que, à medida que fuésen presentándose las exigencias, tomaría los recursos. Aunque el Abate Mr. Peluche en el Espectáculo de la Naturaleza de los primeros texidos à manera de colchones ò de filtros, el Bachiller no puede conformarse con esta opinion, y se funda en haber visto que los indios en las Américas ignoran semejante modo de texer, y era, à su parecer natural, que à lo menos en el tiempo del descubrimiento lo usasen, como que en algunas partes parece que estaban qual los primeros humanos. Tenían sus fil-mas ò mantas de algodon y lana texidas del mismo modo que se fabrican acá, solo con la diferencia de no ser con telar. Además el colchon del modo que lo quiere el Señor Abate, exîge otros simples, como echará de ver el que lo haya vito [sic]. En quanto al filtro no se vió ni una pieza en aquellos continentes, y desde luego se pasaron muchos siglos antes que se conociese semejante modo de texer, aun en los Reynos mas cultos. Este es el dictámen del Bachiller: no pretende destruir el mérito del Señor Abate, pero hubiera reventado si no hubiese parido este pensamiento. Ya que es este filtro el sombrero, me parece que una vez que su lugar es en la parte superior del hombre, es de justicia hablar antes de él. Veamos las materias de que sa [sic] compone el sombrero: la lana de los corderos, el pelo de liebre, el de conejo, el castor, el plumazo del abestruz, el pelo de camello, y otras lanas y pelos. En el dia para los sombreros finos se toma la borra del castor apartando antes el pelo largo y exterior ya endurecido con el ayre. Ya se emplea un tercio de castor seco, con la circunstancia de que no hayan dormido los habitantes del Canadá, y dos tercios del castor crasn [sic]. Los selvages del Canadá se sirven de ella en lugar de colchones; y despues de muy usado, como mas docil es mas propia para que resulten mas tupidos los sombreros, y tengan mas consistencia. Tambien los fábrican con mitad, y aun con un tercio de castor, y lo restante de pelo ò lana. Ha visto el Br. una casta de conejos cuya lana es tan larga, tan fina y tan liable, que se cree sea tan propia como la borra del castor. Tambien se le encuentra una borra aderida al pellejo, sumamente fina. Esta lana ò pelo de dichos animales es tan docil, que se puede hilar lo mismo el algodon. Antes de emplear el castor se mulle ò tunde con la cuerda de arco, y despues de preparado se forman unas plastas de figura triangular, despues van formando una tela à manera de embudo; y metiéndolo várias veces en un caldero de agua hirviendo, van disponiéndolo en términos que esté apta la tela para aplicarla al molde, después añadiendo el castor en las partes mas débiles hasta formarlo de todo de un propio grueso, y dándole la consistencia correspondiente se encola, allana, y dá lustre. Perdone por ahora el Señor Abate, que no es creible que los filtros fuesen los primeros texidos que se han usado en el mundo; à lo menos, no quiere creerlo por lo que lleva expuesto. Si piensa el Argonauta que los primeros que se usaron en el mundo, esto es, los sombreros, se gastaron gachos, y que el tener una cola levantada lo introduxo la milicia, y que los tres picos en forma de candil vinieron de las espaldas de los Pirineos, como asimismo las modas de grandes, pequeños, con el pico mas ò menos bajo, y con otras monadas que viene y ván, las que por ahora y siempre declara el Argonauta por enfermedades de los cascos, que varían en su configuracion entrando, como dicen, en la moda. El fin primero de la invencion de los sombreros fué sin duda guarecer la cabeza de las injurias exteriores, como del Sol y del agua: pero el que los puso à manera de candiles, tuvo desde luego otro objeto diferente. Por fin vino el Bachiller al mundo, los vió asi, y del mismo modo los vá à dexar. Sí quisiera que se perfeccionasen las fábricas de ellos; y ahorrasen à los Extrangeros el trabajo de traerlos. Pero poco à poco, que ya los fabrican en España tan buenos como los mejores de Francia . . . . . ¿Pues à qué dar à los Extrangeros este beneficio? Esto es lo que no puede entender el Bachiller. Pero ya, ya và à caer en la cuenta. Se quejan los mismos Fabricantes de que no tienen estimacion los de acá, y se lamentan los Patriotas de semejante desdicha, y si se les mira el que llevan encasquetado es de Paris. Bien viene el don con el turuleque. El patriota dexa de serlo en el momento que no viste y calza géneros de su Patria; porque deseoso de que no salgan los metales de su Pais, y de que prosperen las artes, mira como sacrilegio hacer lo contrario. Algunos conozco que no usaran género extrangero por mas que los apremiaran. Estos son verdaderos Patriotas.