Matrimonio.
Veamos que nos dice de bueno y nuevo el Argonauta.
Puede ser que con tanto como ha andado haya descubierto un
remedio nuevo para los mal casados. Pocos son, pero vaya. Dice
el Br. que el Matrimonio es la basa fundamental de la sociedad,
que fue erigido para ella y que con él comenzó aquella. Crió
Dios à Adan, y luego de su costilla hizo à la muger: ved aí un
Matrimonio en el que debió de fundarse la sociedad. Les dixo que
se multiplicasen: vinieron hijos, nietos, tataranietos,
&c. y resultó una familia, que es lo mismo que decir una
sociedad.
Es un nudo indisoluble, con
que se hacen uno el hombre y la muger. ¿Conque no hay remedio?
¿El pobre que tropieza con alguna enemiga, y la infelíz que cae
en manos de algun malvado, no por eso se pueden separar, esto
es, no puede ni cortarse, como hizo Alexandro con el Gordiano?
Nada de eso- Luego ¿qué remedio tienen? Es muy facil, y de poco
costo. Cien qninrales [sic] de sufrimiento, con cien arrobas de
prudencia, y otro tanto de atractivo que obligue à conocer la
razon. ¿Con esa friolera se cura tal enfermedad? con esa
niñeria. Mas dificil es domar un caballo, un leon, un tigre, y
con todo se consigue, vea Vm. si es factible suavizar un
racional. Sr. Br. todo lo he probado, pero es mi marido una
fiera . . . . . Todos los resortes he tocado, mas mi mujer es
una vívora . . . . . Lo dicho. ¿No hay otro remedio? Morirse.
¿Buena bufonada? No es mala. Es lo que Dios manda, se acabó.
Para, ò antes de, criar el Señor à Eva dixo: Hagámos
à la muger para que sea su adjutorio. Parece, señor Graduado,
que eso de adjutorio ya se ha olvidado. Porque todo quanto vemos
en las mas, menos en un cortísimo número, propenden mas à
desayudar à sus maridos que à lo contrario. Este luxo
desenfrenado, al que aborrecen hasta sus mismos protectores, ese
desórden en quanto al respeto, amor y veneracion à sus maridos,
en modo alguno puede llamarse otra cosa que ruina de aquellos.
El no cuidar de sus obligaciones por concurrir à la comedia;
ópera, paseos, visitas, &c. el dexar á las criadas el
zelo de sus hijos, el admitir visitas de atiqueta [sic],
chocolate, panales, orchata, limon, dulces secos y de cuchara, y
otras sin fín de frioleras, que todas juntas montan mas que el
sueldo de los maridos, que quanto estos ganan en su profesion,
oficio, &c. ¿se podrá llamar adjutorio?. No por cierto.
Pues Sr. Br. sirvase Vm. de decir la causa de este abandono, y
el remedio que se puede aplicar. ¿Quién lo pide? Sr. los mismos
maridos.¡Buena desvergüenza! ¡Atroz necedad! ¿Y el respeto que
Dios ha infundido à la muger con relacion à su marido? Ya murió.
¿La causa? No se sabe. Pues dice el Br. que los propios maridos
son el orígen de quantas nulidades achacan à las pobres mugeres.
Ellos y no otros tienen la culpa del luxo y demás vicios de sus
esposas. ¿Adóndo está ese carácter, esa barba que Dios les dio?
Yo aseguro que si los maridos sostuviesen aquella dignidad, que
no llegaría à tal punto la disolucion. ¿Qué digo llegar à tanto?
No habría aun comenzado: todas, todas serían unas Marcelas.
Ellos propios conducen como por la mano à sus consortes à la
perdicion y corrupcion. ¡O tiempos! ¡O costumbres! Ellos mismos
les enseñan el camino que tal vez ignoran, y lexos de conservar
su decoro, y de sostener el carácter de hombres, se envilecen en
un grado que no se puede ponderar. Todo su objeto es darles
total gusto, afeminados no se atreven à enseñarlas los dientes
desde los principios; y asi cuando quieren nada pueden
conseguir. El hacerse respetar de sus esposas, lexos de ser
vicioso, es honesto; y si no, observen la conducta de algunos
que saben dirigir à sus mugeres.
Algunas señoras conozo yo que están tan bien instruidas en el
particular, que no se ex-cederán ni un punto de lo
que no sea complacer à sus marídos. ¿Habian de salir à la calle
sin el beneplácito de aquel? No, por cierto. ¿Han de comprar
género, ni aun para hacerse un delantal, sin preceder el gusto y
voluntad de aquel? Bien seguro. ¿Se atreverán à recibir visita
de uno ni de otro sexô sin conocimiento del marido? Buen
disparate. ¿Se arrestará alguna à la mas leve libertad que pueda
disgustarle? Yo fío que no. ¿Pues como se ha conseguido esto?
Sosteniendo el carácter de hombre. No han sido los medios
ásperos, las amenazas ni el mal seño los que han producido tan
loables efectos: un solo mirar, un solo no dicho à tiempo y con
modo, ha bastado para conseguirlo. ¿Pues porqué no han de
comportarse todos asi? Dice el Br. que se casan jóvenes sin
conocimiento, ponen casa al otro dia: el uno ignora de la cruz à
la fecha qué sea carácter de hombre y la otra entiende menos del
respeto que debe guardar à su esposo, y asi sucede lo que se vé.
Sr. Graduado, ¿pues qué los padres no les instruyen antes y con
antes del estado que ván à tomar? Esto era bueno para el siglo
pasado. En el día no se trata de ello, porque tambien se ha ido
esta buena costumbre con las demás. ¿Tampoco las madres
advierten à sus hijas tocante al respeto, veneracion y amor con
que han de comportarse con los esposos? Sape: buen cuidado
tienen ellas de enseñarlas teórica y prácticamente lo contrario.
Luego cómo lo pueden saber? Para eso dice el Br. que sería muy
del caso que algun Cura sabio escribiese una cartilla que
contuviese todo lo que deben saber uno y otro, y que antes de
verificar las ceremonias de la Iglesia fuesen exâminados con
toda prolijidad. Dice muy bien. Pensamiento grandiso. A lo
menos, entonces no podrán alegar disculpa, y el que se halle
herido de la vívora pagará justamente su pecado, como lo pagan
todos los que se lamentan. Ni cosa mas facil que formar una
buena compañera. Desde el principio se debe manifestar
integridad, pureza, y que se piense con honor. La
condescendencia debe llevar consigo algunas veces unos granitos
de disgusto aparente, quanto lo conozcan; y nada de esa en
asuntos que puedan atraer malas conseqüencias. Nada de
acrimonia, mucha dulzura, pero sin dar lugar à perder el
carácter. Este es el único remedio para evitar el que, lexos de
servir de adjutorio, sirvan de ponzoña que consuma las entrañas
al hombre pundonoroso.