Impugnacion.
Amigo, y señor: Escrito que es
de Vmd. es preciso que sea de mi gusto; pero si mi atencion no me
debe privar de mi genial libertad, vendré à decir, que convengo en
aprobarle por el estilo, por la claridad, por el método; pero le
desapruebo por la materia, por sus razones, y por su objeto. Los
cortos instantes que me ofrece la vida de la Corte, no permiten que
se fije la contemplacion, y se desembarace el ánimo de objetos
forasteros para exponer mi razon, y establecer mi modo
de pensar; pero quanto sufre el poco tiempo de esta ligera Carta le
mostraré à Vmd. mi piedra desde el Rollo.
Ataca Vmd. no solamente los efectos del luxo de la sociedad, sino
tambien los usos necessarios, y las inocentes costumbres de la vida
política, como opuestos à la primitiva robustéz de la naturaleza, y
como tyranos medios de haberla hecho insensiblemente esclava del
arte: este es todo el systéma: vamos por partes: Es falso lo
primero, que los usos, y costumbres inocentes, que ha introducido la
humana industria, estrechada por las incomodidades de la vida
natural, y animal, sean contra su primitiva robustéz. Desde que la
misma naturaleza dictó la necessidad de vivir en
sociedad, fueron precisos estos reparos, estas comodidades, y estos
alivios. Vmd. sabe muy bien, que la primera tendencia de la
naturaleza es à su conservacion; con que no pudieron dirigirse estas
sugestiones para debilitarla: assi se vé, que la primera ancianidad
de que hay memoria en las Historias, fue muy robusta, y vivieron con
vestidos, con edificios, y con viandas.
Tambien es falso, que el systéma del luxo bien gobernado sea contra
la naturaleza, viviendo sus individuos con las leyes de la sociedad
en que hoy estamos. La sociedad tengo yá dicho, que fue una idea
precisa, y necessaria de la naturaleza, no solo en el
estado infelíz de su corrupcion, pues yo creo que aun en otra
providencia sería la sociedad muy conforme à los resortes de la pura
naturaleza. Esta sociedad, passando de familiar à política, fue
recibiendo leyes conforme à las necessidades de la misma naturaleza;
y puesta en este estado, la multiplicacion, y aumento descubrió mas
necessidades, y fueron precisos otros tantos medios para conservarla
en este aumento: de aquí vino la distincion de los Gremios de la
sociedad, de sus leyes, de sus professiones, de sus ocupaciones, de
su industria, de sus bienes, de sus derechos, de su gobierno, de su
trato, de su comercio; y sobre estos indispensables systémas de la
naturaleza yá civilizada, y el principal resorte de la
subordinacion de unas à otras Naciones, de unos, à otros Pueblos, y
de unos à otros Gremios, se estableció la desigual fortuna de unos à
otros, que es el inocente origen de los efectos del luxo, que siendo
bien gobernado, mantiene en cierto equilibrio las partes todas del
Estado, desde el Poderoso, hasta el Mendígo, para que lo que sobra,
lo que abunda, lo que rebosa en aquellas partes del primer orden, se
derrame útilmente sobre las partes de la última subordinacion: de
suerte, que lo mismo que parece excesso, ò profusion en el Poderoso,
viene à ser lo necessario en los de poca fortuna; y aquello sin que
podrian vivir unos, sirve para que no perezcan otros.
Tambien es incierto, que aun los blandos hallazgos, y
dulces invenciones del luxo hayan debilitado la mejor fuerza de la
naturaleza. Amigo mio, es defecto de historia pensar de este modo:
desde los Griegos hay memoria de pendientes, de rizos, de calzados,
de adornos, de faustos, de viandas regaladas. Los Romanos
excedieron, y adelantaron en la mesa, en el vestido, en los
edificios, en los baños, en los placéres, en los juegos: ¿Qué me
dirá Vmd. si le pruebo, que en aquellos tiempos el uso de helados,
las aguas de olor, las mantecas, aceytes, y flores aromáticas se
usaron con el excesso que hoy reparamos, y murmuramos? Pues sí,
Amigo, todo esto, y mu-cho mas, prueba que el dia de hoy
es como fue qualquiera de los siglos de los Héroes; y sobre todo,
esto, y mucho mas, tengo que producir contra los censores de las
costumbres del siglo, si mi genio declinasse à incurrir en el
delyrio de estas calenturas periódicas, sin mas que trasladar un
libro escrito por un Abate Italiano, que se empeñó en probar, que el
mundo en todas sus partes está hoy como estuvo antiguamente.
Finalmente Vmd. conspira à que los hombres todos viviessemos como
viven los Selvages de nuestras Indias, à que estuviessemos mas
contentos en las cabernas, que en los edificios; llenos, y cubiertos
de escamas, como los peces; pelosos, y cerdudos, como los ossos; y
en fin desna-turalizados de nuestra bella, propria, y
hermosa figura. ¡Famoso empeño, y digno pensamiento de un hijo de
esta naturaleza! Quisiera que me probára, que los hombres en esta
constitucion estarían mas robustos, y vivirían mas años. Los
Selvages, que hoy viven de esta manera, aun no nos igualan en
fortaleza, ni en edad. Esta es verdad incontestable, y que concluye
contra el systéma de Vmd. cuya mano besa su Amigo N.
Respuesta.
Muy señor mio: He visto la
respuesta, que me ha llenado de gusto, y satisfaccion,
por ver en ella renovadas mis
antiguas ideas de sociedad, y aquellos rap-tos, que en
mi primera juventud me sacaron de mi País, y me conduxeron à la
Corte, acaso contra mi carrera, destino, y mejor establecimiento,
arrastrandome tanto las ultimas inútiles invenciones de los hombres,
que entonces para mí solo era hábil, erudíto, y de buen gusto el que
iba mejor peynado, ajustado, y con bueltas de punto de Inglaterra;
solo era muger discreta la que llevaba el mejor pitiboné, la mas
rica piocha, y el tacon mas à la Parisiense, mirando con asco, y con
desprecio el antiguo gabán de mi lugar, la balona de los Alcaldes,
el calzon de follaje de los Labradores, y el moño recogido de las
jovenes del País; y arrastrado de la dulce consonancia de los
violines, olvidé el sencillo, y antiguo ruido de los panderos, hasta
que la experiencia de una larga observacion de un trato
interior con semejantes personas, me fue poco à poco infundiendo,
con el desengaño, el juicio que me faltaba, y formando en mí un
hombre natural, y tanto, que mis ideas presentes meditaron el
systéma de mi segunda Carta dirigida al Pensador de Madrid, que Vmd.
tanto reprueba en la suya.
Para cuyo contexto he de suponer ante todo, que no son mis ideas
renovar una comunidad de gentes en todo iguales, como Lycurgo con
sus Lacedemonios; ni establecer una libertad odiosa, como Wiclef, ni
mucho menos destruir toda gerarquía política, como Jorge de Fox, y
Guillermo de Pen, y los demás Auxiliares de los Convulsionistas.
Tampoco pretendo establecer un hombre tan desnudo de
artificio, como Juan Baptista Rufó en su tomo del Hombre Natural;
pero tampoco le quiero tan acomodado à las invenciones, y costumbres
buenas, y malas de su País, como el famoso Montesquiu: no soy hombre
tampoco que diría tantas picardias à Nemrod, como le dice Adán en el
Parayso perdído de Miltón, quando passa por su aduana entre los
demás Inventores de las Artes, solo por haber sido este el Fundador
de los Imperios: soy enemigo declarado del Espinosa, de Uriel
Acosta, y de otros muchos, que se han empeñado en destruir la
subordinacion de los hombres.
Tampoco estoy tan falto de historia, que ignorasse quando escribî, y
reprobé el uso de los pendientes, que estos no solo traían su origen
de los Griegos, como Vmd. con su erudicion quiere
enseñarme, sino que estaba harto de leer el passage del Genesis, en
donde consta, que yá los usaban las mugeres del Pueblo de Dios,
quando se los entregaron à Arón para la fábrica del Becerro; y
aunque de passo diré, que no constando este uso de los pendientes en
toda la Escritura,
hasta la salida de los
Israëlitas de Babylonia, se puede inferir, que fue una peste, que
los abandonados, artificiales, y supersticiosos Egypcios pegaron à
aquel Pueblo inocente, que hasta entonces guardó las naturales,
felices, y santas ideas de sus antiguos Patriarcas.
Y empezando ahora la respuesta que debo dár à la de Vmd. digo, que yo
no repruebo todo genero de artificio; porque siendo es-te hijo legitimo de la razon, y del discurso, séria negar de un
golpe à el hombre racional, lo que por razon de instinto no puedo
negar à los mismos brutos; antes bien solo he concebido en mis ideas
un modo de conservar sobre un pie mas felíz, y mas abundante, no
solo la sociedad en general, sino el método del Gobierno sobre que
nos hallamos, para lo qual voy à formar un hombre sano, robusto,
fecundo, y oficioso en los interesses mas útiles del Público, y el
Monarca.
¿Y para esto serà possible passar en silencio algunas costumbres de
nuestros artificios, las quales se oponen enteramente à nuestra
salud, y robustéz?
Por exemplo, empezando por la
primera hora de nuestro nacimiento, se podrá negar, que la sujecion,
y violenta li-gadura de un niño fajado al antojo de un
adulador, cuya condescendencia pone en el mayor estrecho el primer
instante de la vida, à titulo de que el niño salga con un cuerpo
derecho, piernas bien formadas, y ayre de cintura, estrechando
aquellos tiernos conductos por donde empieza à circular el balsamo
de nuestra sangre, cuyo libre tránsito es absolutamente la mejor
disposicion de nuestra vida, poniendolos en estado de que hagan un
curso mas tardo, y perezoso; resultando de aquí muchas veces algunas
enfermedades, y muertes desconocidas en las criaturas, cuya
inquietud, y llanto es bastante indicio de la repugnancia, que esta
invencion hace à la naturaleza?
¿Aprobará Vmd. por sano,
bueno, y acomodado à perfecionar nuestra salud, y
robustéz, el abuso de los corbatines, y ligaduras de las medias, con
las quales un Petimétre, que quiere llevar buen color en la cara, y
bien acicaladas las piernas, se dá un garrote voluntario, que surte
los mismos efectos, que dexo dicho de las fajaduras de los niños?
¿Y podré yo passar en
silencio, yá que Vmd. quiere oirme, la mala obra que nos hace el uso
de las cotillas, las quales estrechan de modo el seno de nuestra
primera habitacion, que apenas hay quien no vea en ellas el
perjuicio de la fecundidad, y desfalco de la robustéz, y formacion
de nuestra especie? ¿Se halla por ventura con tanta abundancia la
porcion de hombres afeminados, y contrahechos en los Países
inocentes, donde no ha llegado el veneno de esta moda, como en la Corte, en donde está tan estendida? Yo no sé
quien podra aprobar está [sic] invencion de calabaza, que à titulo
de imitar su cintura, destruye la generacion la robustéz, y
naturaleza.
Yo no reprehendo à ningun Zapatero porque haga botas, y zapatos, que
no se rompan, ni se calen tan presto, sino porque ponga à las
mugeres unos tacones, que ocasionan tanto genero de caìdas; yo no me
meto con un Sastre, que haga capas, chupas, casacas, y calzones,
sino que ponga en ellas unos ribetes infructuosos, que cuestan mas,
que lo que nos abriga, y nos cubre, y que lo haga de modo, que nos
estreche, y quite la libertad de nuestro cuerpo, à titulo de moda;
yo no digo nada à un Platero, ò Cerrajero, que haga cucharas,
pla-tos, y tenedores, llaves, cerrojos, cuchillos,
tixeras, espadas, escopetas, y demàs cosas, que son buenas,
precisas, y loables en las presentes circunstancias de sociedad,
diferencia de Monarquías, y interesses en que nos hallamos; solo sí
repruebo las piochas, los dijes, y monaditas, que nos cuestan tanto,
y tan poco nos sirven, y aprovechan.
Y aunque Vmd. quiera decirme en respuesta de esto, que todo es
necesario para estender mas, y mas el comercio, traer assi mas
número de interesses, y habitantes à las Monarquías, y Gobiernos;
con todo tengo por mejor, y mas útil el úso de el trabajo de las
primeras materias cuyo comercio, como mas necessario, es siempre mas
seguro, socorrido, y deseado. El ingenio de los
hombres, desvelado en à veriguar lo útil, y necessario, es una cosa
loable en todas circunstancias; y yo jamás podría reprobar el úso de
la Agricultura, de las Fabricas de Texidos necessarios, de las
Pastorías, y Crias de Ganado, sin volverme loco primero: Vmd. hace
mucho caso de la expression en que digo, que los hombres se hallan
hoy esclavos del actual artificio; pero ha de notar con sinceridad,
que solo hablo de el artificio, que repruebo.
Yo no me meto con los Albañiles, que hacen las Casas donde vivimos,
que no lo hemos de hacer en las cuebas, como los Zorros; solo sí con
los afeminados inventores de dár mas precio à las colgaduras, que à
las paredes; con aque-llos, que son mas Abogados de la
prespectiva, que de la realidad; aquellos, que nos quieren meter el
frio, y el calor por los ojos: yo no repruebo el uso de los Coches
en los casos de necessidad, è por vejez, por enfermedad, ò
distancia; pero sí veo los inconvenientes, que acarrea quando se
hace por costumbre en toda edad, estacion, ocupacion, y
circunstancias: conozco muy bien que hay tales intemperies, que no
se pueden resistir sin abrigo; pero conozco por la experiencia, que
el passar algunos trabajos nos es muy útil para la salud, y duracion
de la vida.
Bien persuadido está sin duda de esta doctrina el Rey de Prusia, à
quien hemos visto fiado à las intemperies en el discurso de la
guerra, habiendo conservado su salud en mejor punto, y equilibrio,
que muchos de sus Vassallos en las Estufas de Berlin; y
bien sabe Vmd. mejor que yo, porque está mas cerca, que dentro de
casa tenemos igual exemplar, con iguales, y aun mas felices
resultas; pero la materia es por sí tan clara, y verdadera, que no
necessita de mas exemplares, que una atencion natural, y desnuda de
las preocupaciones, que suele imprimir la costumbre, y el arte.
Y assi Vmd. crea lo que quisiesse, sienta lo que le parezca, defienda
por capricho, ò empeño lo que se le antojasse, yo seré siempre de
sentir, que la reforma de el luxo, que repruebo, es muy útil à la
sociedad, porque ella contribuirá à hacer un hombre de bien, un
hombre útil, un hombre fecundo, un hombre natural, un hombre viejo,
un hombre honesto, sóbrio, prudente, y comedido, un
buen Soldado, un buen Vassallo, y sobre todo un buen hijo de nuestra
naturaleza, que se fia de su Madre, que no la tiene preocupadamente
por enemiga, que la estima, que la venera, y que se abandona en sus
brazos, sin desconfianza, ni miedo; un hijo bien criado, que la
obedece, y no vá contra sus consejos interiores, que no resiste sus
primeras ideas, y que hace alguna reflexion sobre sus movimientos
indeliberados, siguiendo sus pisadas inocentes en todo aquello, que
no sea repugnante à la ley del espiritu, y dictamen de la razon.