Zitiervorschlag: Joseph Álvarez y Valladares [José Clavijo y Faxardo] (Hrsg.): "Pensamiento XXXVII", in: El Pensador, Vol.3\037 (1762-1763), S. 269-296, ediert in: Ertler, Klaus-Dieter (Hrsg.): Die "Spectators" im internationalen Kontext. Digitale Edition, Graz 2011- . hdl.handle.net/11471/513.20.612 [aufgerufen am: ].


Ebene 1►

Pensamiento XXXVII

Ebene 2► Què poco embidiarían los hombres la agena fortuna, si la reflexion entrasse à la parte en sus deseos; y si, no dejandose deslumbrar de un brillante exterior, examinassen el valor de las cosas en el crysól del juicio, y de la experiencia! Contento cada uno con su estado, despreciaría la quimera de mejor fortuna, que le impide gozar tranquilamente de una felicidad presente, por hacerle correr tràs una dicha distante, è imaginaria. Pero los hombres, por lo ordinario, son victimas de sus proprios caprichos; y, si podemos juzgar de su intencion por su conducta, parece que los mas hacen todos los esfuerzos possibles para ser infelices.

Yo mirarìa con indulgencia, [270] que los hombres renunciassen su razon, y olvidassen todas las lecciones de la experiencia para formarse algunas quimeras, utiles à su reposo; pero vér que atormenten su espiritu para anegarse en inquietudes, ni creo que tenga disculpa, ni alcanzo el motivo de un proceder tan contrario à su tranquilidad; y no obstante, esto es lo que practìca el comun de los hombres. Lejos de hacer un falso raciocinio para hallar cada uno en su estado placeres imaginarios, y assegurar su sossiego con un error ventajoso, trastornan las maximas mas verdaderas, para persuadirse, que todo otro estado es mejor que el suyo.

Ebene 3► Fremdportrait► El Comerciante, que navega, embidia en medio de la tempestad la suerte del Soldado. Fluctuando largo tiempo entre el temor, y la esperanza, quisiera cambiar su [271] destino con el del Soldado, de cuya suerte deciden en pocas horas la muerte, ò la victoria; y el Soldado, que por un ligero interès expone su vida, se creerìa dichoso, si quando suena el clarin, ò el pisano para prepararse à la batalla, se hallasse sulcando los mares, para traher à su patria los thesoros de la America, ò las ricas producciones de la Asia. ◀Fremdportrait

Fremdportrait► El Cortesano suele vivir disgustado en la Villa, y hallar mil diversiones en la Aldèa. Un bosque, un prado, un riachuelo, la pesca, la caza, los lugares sombrìos, que lo defienden, y recrean en las ardientes fiestas del Verano, la libertad, y la natural, y agradable sencillèz de los habitadores, son otros tantos encantos, que le hacen preferir la vida dulce, y tranquila de la Aldèa al tumulto de la Corte; y [272] el Aldeano, que deja el arado, ò el cuidado de guiar, y apacentar su rebaño por venir à la Corte, en cada calle, y à cada passo encuentra objetos, que lo embelesan. El concurso, la confusion, el passéo, los edificios, las carrozas doradas, los ricos vestidos, y hasta el mismo ruido, y el tropèl, todo lo admira, todo le roba la atencion, y le hace mirar como dichoso el destíno de los que viven en medio de tanta pompa. ◀Fremdportrait ◀Ebene 3

De este modo procuran atormentarse los hombres, comparando lo que hay de triste, ò de menos agradable en su suerte, con lo que tiene de dulce la suerte de los otros; pero si reflexionassemos un poco sobre los diferentes estados, en que hemos sido constituídos, y que son tan precisos para formar, y mantener el vasto cuer-[273]po de la sociedad humana: si tuviessemos bastante discernimiento, ò bastante juicio para comparar el todo de una condicion con el todo de otra, y hacer una justa compensacion en los estados, ¿tendriamos motivo de quejarnos de nuestra suerte? No por cierto. Conoceriamos, que la perfecta felicidad no puede encontrarse en los bienes de este mundo: que la suerte mas dichosa tiene sus penas, y que la mas infelìz, no carece de tal qual agrado.

Ebene 3► Fremdportrait► Supongamos un hombre en la fortuna mas perfecta, y que sus riquezas sean suficientes para hacerle lograr sin resistencia todos sus deseos. Esta dicha tan familiar, y tan facil pierde toda su fuerza por la costumbre. A fuerza de ser felìz, (si puede darse tal nombre à su estado) llega à perder el gusto à la [274] felicidad. Pero sucedale algun revès en su fortuna: esta alma, novicia en las desgracias, se abate, se entristece; y el mismo motivo, que apenas causarìa en otro un ligero sentimiento, suele acabar con la vida del que está acostumbrado à ser dichoso. ◀Fremdportrait

Fremdportrait► Al contrario sucede con el que se halla en estado infelìz. El adquiere lo necessario con un trabajo penoso, y continuo: se familiariza poco à poco con la miseria; y su espiritu llega à hacerse casi insensible à los golpes mas crueles de la fortuna. Pero si sale alguna vez por accidente de su ordinaria infelicidad, recibiendo algun gozo, se complace con viveza en esta novedad agradable; y el gusto, que para un dichoso serìa casi imperceptible, llena de delicias à este infelìz, y deja por largo tiempo [275] alegres idéas en su imaginacion. ◀Fremdportrait ◀Ebene 3

Assi se compensa en el discurso de la vida lo que tienen de desigual las fortunas. En los estados mas distantes hay una exacta proporcion de placeres, y de penas, segun que éstas son mas raras, ò mas frequentes, que à la verdad es toda su diferencia. Metatextualität► Creo se me agradecerá dár à luz el siguiente Discurso, que ha llegado à mis manos. Trata del mismo assunto, y hace vér, que en qualquier estado, en que nos hallemos, podemos tener aquella especie de dicha, que permite nuestra constitucion, y que la verdadera felicidad solo puede hallarse en la virtud. Dice assi: ◀Metatextualität

Ebene 3► En este mundo errante, y proceloso,
donde todo es afán, solo es dichoso
aquel, que con virtud facil, y pura
el sossiego del alma se assegura:
que conforma á su estado sus deseos;
y rechazando pensamientos reos,
satisfecho, y contento en su fortuna,
[276] mira las otras sin embida alguna.
Grande sin fausto, rico sin haberes,
dulce en su trato, cuerdo en sus placeres,
su corazon tranquilo, y sin tormento,
no oye la voz del arrepentimiento.
Los estados del Mundo son iguales;
pero muy diferentes los mortales:
pues donde el cuerdo, con estrella fija,
hace que su razon fiel le dirija
à la dicha, que busca ansiosamente,
alli mismo perece el imprudente.
La voluntad humana, por instinto
del mundo, entre el confuso laberynto,
donde todo es afán, todo desvelo,
busca la dicha con ardiente anhelo.
En el golfo, que guia ácia este puerto,
el escollo es frequente, el viento incierto:
para poder llegar hasta la orilla,
á cada hombre le ha dado una barquilla
el Cielo: con que assi bienes, y males,
socorros, y peligros, son iguales.
¿Què te importarà, pues, en tu passage,
quando intentas hacer felìz tu viage,
[277] y que sulcando el humedo elemento,
se encrespa el agua, y se enfurece el viento,
que tu barquilla ostente, por decoro,
entre velas de seda jarcias de oro?
Solo alli sirve el arte del Piloto;
y es menester para domar el Noto
experiencia, valor, cordura, y tiento,
y no un precioso, inutil ornamento.
Mas què? (se me dirà) ¿entre los estados
no hay unos, que son mas afortunados?
y à los hombres el Cielo poner quiso
à nivèl tan igual, quando lo hizo?
Sì, amigo: Dios es justo; y su grande arte
con igualdad sus bienes nos reparte.
Piensa acà abajo la razon humana,
que está la dicha en la fortuna vana:
que al carro del poder, y los haberes
siguen atados todos los placeres.
Ser felìz como un Rey, el Pueblo dice,
creyendo, que es preciso sea felice
quien tiene tanta pompa, y lucimiento.
¡Mas ay! ¿la Magestad, què hace al contento?
En vano un Rey en sus grandezas fia.
[278] No es el poder quien causa la alegria;
y con voz, que à un Exercito lo assusta,
quizà mil veces gime, y se disgusta.
Dios vè con vista igual à los humanos,
hechos de un mismo barro por sus manos.
Aunque en sus dones huvo diferencia,
le diò à cada mortal parte en su herencia;
y si esteril, è inculto fuè el terreno,
el riego, y el sudor le pondràn bueno.
Solo quien de su parte se ha quejado,
es quien merece ser desheredado.
Si por dicha nos cupo la riqueza,
posseamos los bienes sin fiereza,
y partamos con otros su dulzura;
mas si la suerte, à nuestros ojos dura,
en pobreza, y afán siempre nos deja,
que nunca el sufrimiento passe à queja,
sabiendo, que en el mismo sufrimiento,
es mas felíz quien sabe estàr contento;
y que el Autor Immenso Omnipotente,
quando nos hizo, tuvo en su alta mente
darnos los bienes, con tan varias leyes,
para hacernos dichosos, y no Reyes.
[279] ¿Què peso haràn los males passageros
en Paìs, donde vivimos estrangeros?
Tener derecho à bienes Soberanos,
es la unica igualdad de los humanos:
y si son el placer, salud, y gozo,
la libertad, el gusto, y el reposo,
unicos bienes para los mortales,
vè observando, y veràs, que son iguales.
Mira aquel Valle rustico, y campestre,
donde de Labradores, tropa agreste,
con fatiga incessante, fiel trabaja:
aqui un robusto brazo un arbol taja:
aquel à yunta fiel sujeta à freno:
el otro à dura roca le abre el seno
con impulso tenàz, y muy porfiado;
y éste, en fin, forcejando en el arado.
rompe la tierra, y fertiliza el suelo.
Cada qual de ellos, con distinto anhelo,
el que taja, el que caba, el que profunda,
en aguas de sudor su frente inunda.
Desde el rayo del Alva estàn despiertos:
del polvo, y de la lluvia andan cubiertos.
Con aliento cansado, è interrumpido
[279] en los mismos destinos han sufrido
del erizado Invierno el rudo frio,
y el cruel ardor del inclemente Estìo.
Con todo, observa bien, cómo sus voces,
si no muy harmoniosas, muy veloces,
cantan alegres, entre sus desvelos,
un cantar, que cantaron sus abuelos.
Véles alegre el rostro, blando el ceño,
la salud, el vigor, la paz, el sueño,
y la alegre quietud, que no les cessa,
fruto son de su pena, y su pobreza.
Viene Bato á Madrid, y su gran ruido,
apenas entra, yà lo ha confundido:
observa sus placeres turbulentos,
que à la sana razon mas son tormentos.
Atónito los vè, no los desea;
ni puede imaginar, que placer sea
placer turbado, mas que à gusto ciego:
se acuerda de su campo, y su sossiego.
Amor: el dulce amor, que yà lo inflama,
su tierno corazon tambien le llama;
y mientras un Señor de gusto errante,
se finge de mil bellas el Amante,
[281] que de diamantes, y oro guarnecido,
de una engañado, y de otra aborrecido,
solo en amor conoce sus haberes,
contando por su gasto sus placeres:
que el verdadero Amor no ha conocido,
sino solo el alhago del sentido;
Bato vuela à Marica, y presuroso
su viage cuenta: le pregunta ansioso
por su salud, su gusto, y sus passeos:
cuenta sus ansias: pinta sus deseos;
y quando ella, no menos impaciente,
su historia le contò, sana, inocente,
èl le presenta en dulce parasismo
unos dones tan simples, como èl mismo.
No son sus dones rica bagatela,
por que el frivolo gusto tanto anhela,
y que Lumbreras vende à las hermosas;
pero son los jacintos, son las rosas,
que Bato mismo debe à sus sudores.
Sus tranquilos, sus prosperos amores,
no se entretienen con un dòn mas rico.
Marica no estimára un abanico,
que à sus adornos muy inutil fuera.
[282] Bato tampoco, aunque lo pretendiera,
alhaja no tendrà tan exquisita;
pero es mejor, que no la necessita.
El Aguila, que el ayre tala hermosa,
de su amor el objeto sigue ansiosa.
El Toro, que en el Valle està paciendo,
busca à su amada, y la escuchò mugiendo.
Quando hallò en la agradable Primavera
la Philomena fiel su compañera,
creyò encontrar la dicha de los Dioses:
todo su amor le explica por sus voces.
Cada qual de su amor solo ocupado,
vive contento en gozo, y en estado.
Ninguna especie su placer inquieta,
sintiendo que haya otra mas perfecta.
¿Ni què hacen à mi suerte, à los actuales
placeres en que vivo, las ideales
penas, de que otro, con mayor jactancia,
tiene mas bienes, puestos, y abundancia?
Del orgullo feròz son desvarìos.
Que èl tenga sus placeres, yo los mios.
Si èl goza mas, quizá mejor yo gozo;
y mas tambien, si tengo mas reposo.
[283] ¿Pero què? ¿este indigente, este mendìgo,
que nunca halla consuelo, nunca abrigo,
cadaver vivo, triste, y macilento,
que no respira, sino al sufrimiento,
sin amparo, sin gusto, y sin reposo,
serà tambien un hombre muy dichoso?
No. ¿Mas Thamas, à quien su hijo destrona:
este Grande, que en carcel se aprisiona:
los Ministros despuestos, aunque buenos,
passan tampoco dias muy serenos?
¡Ah! que en el mundo todos son iguales,
y tiene cada estado muchos males:
la riqueza sus menguas, y sus creces,
y la fortuna tiene sus rebeses.
La pobreza, es verdad, tiene aflicciones:
el bajo estado sus humillaciones.
¿Pero què? ¿la grandeza, la abundancia,
no tienen de lo humano la inconstancia?
Juzga, pues, que del mundo, en el abysmo,
cada estado es igual, cada hombre el mismo;
y que los ricos, y los poderosos
no son felices, sino los virtuosos.
En otros tiempos Iro desdichado,
[284] sin asylo, asqueroso, y despreciado,
admiraba de Creso la opulencia,
y murmuraba de la Providenca.
¡Què riquezas! (decia) ¡què grandeza,
mientras yo sufro, y muero de pobreza!
Es la suerte de Creso afortunada:
todo lo tiene, y yo no tengo nada.
Apenas acababa de estas voces
el impio horror, quando mirò veloces
armadas Tropas, que en muy corto espacio
los muros destrozaron del Palacio.
Exercito enemigo es, que con furia,
venga cruel à Cyro de una injuria.
Creso, que, en sus delicias sumergido,
se encuentra sin defensa, sorprehendido
de ataque tan violento, è impensado,
mira huír al amigo, irse al criado:
de Cortesanos, tropa lisonjera,
que siempre le adulaba, es la primera
que en el fiero conflicto lo abandona.
El mismo, echando à tierra la Corona,
huye: se le persigue: yà està preso:
al suelo arrojan al muy rico Creso,
[285] y al piè le ponen una cruel cadena;
y quando èl sumergido en sí, y su pena,
absorto observa de su suerte el gyro,
buelve los ojos, y repara en Iro,
aquel pobre Iro, que entre mil horrores,
bebe tranquilo con los vencedores.
¡O Jove! (dijo) ¡O Jove inexorable!
Iro es dichoso, y yo soy miserable.
Mas los dos se engañaban igualmente;
y nosotros no menos neciamente
nos engañamos, siempre que embidiosos
pensamos, que son otros mas dichosos.
Tal vez quien viste telas, pisa flores,
tiene el pecho cubierto de dolores.
El humano brillante es muy mentido;
y bajo de un hermoso colorido
sabe ocultarse un espantoso seno.
Bajo la alegre rosa està un veneno:
suele embidiar el embidiado mismo.
El corazon del hombre es un abysmo;
y la tierra al mortal le es estrangera,
breve el gusto, y la risa passagera.
Mas si de los mortales el desvelo
[286] la dicha busca con ansioso anhelo,
¿dónde la encontrarà del hombre el arte?
En qualquiera ocasion, lugar, ò parte:
nunca en el suelo la hallaràs entera:
la dicha es acà abajo forastera;
mas la hallaràs en todo repartida.
Dios à todos la diò; mas con medida.
Es como el fuego, cuyo ardor vehemente
se insinúa en lo yerto, y lo viviente:
sube à las nubes: à las rocas baja:
entra al fondo del mar: la perla quaja:
tiñe el coral; y con influxo alterno,
vive en el yelo, que quajò el Invierno.
¡O mortal! como quiera hayas nacido,
grande, ò pequeño, alto, ó abatido,
de tu dicha el autor seràs, si quieres:
sè cuerdo en la eleccion de tus placeres,
y con los hombres blando, y amoroso:
Hàz bien: ama à tu hermano: sè piadoso;
y tranquilo, y contento con tu estado,
ama, y bendice al Dios, que te ha criado. ◀Ebene 3

[287] Ebene 3► Brief/Leserbrief► Señor Pensador.

Ebene 4► Selbstportrait► Yo soy un Indiano de à piè, pobre, y feo: véa Vm. si Belisario, en sus mayores miserias, huviera querido cambiar su suerte por la mia: pásso grandes trabajos allá en mi lóbrego alvergue ubi ponunt ova columbe; y por mas que leo, y buelvo à leer à Epitecto, me es impossible cobrar amor à la pobreza, ni cultivar la paciencia; de suerte, que vengo à ser un desdichado pulguilla, y con mas necessidades, que otros pobres ordinarios; pues soy muy goloso de dulces, apetezco olores, fina ropa blanca, y me muero por otras frioleras de este jaèz; pero mi mayor tormento es la triste memoria de haver tenido un patrimonio con-[288]siderable, y haverlo empleado todo en calabazas; quiero decir, en cosas, que nunca podrán servirme, sino de fiero escarmiento. La Politica es, Señor Pensador, la que me ha trahido à estado de no tener siquiera una vieja à quien mandar: estudio, como Vm. sabe, tan improprio à un Indiano, como la Rhetorica à un Sacristán, y la Poesìa à un Zapatero; pero yà no tiene remedio, y quiero divertirme contando à Vm. el origen, y progressos de mi locura. ◀Selbstportrait

Allgemeine Erzählung► Yo soy de un Paìs, donde todos son Poetas; y aunque casi todos los Indianos, poco mas, ò menos, tienen su punta de numen, los de mi Lugar se han llevado la palma de tiempo immemorial. Dejo à los Philosophos que averiguen, si esto lo causa la [289] frondosidad, y frescura de sus campos, y rios, ò la carencia de Exercitos, Cortes, y Tribunales. Para mi assunto basta saber, que en mi Paìs todos son Poetas. Yo, pues, que desde niño mostrè aversion à todo lo comun, no obstante, que el fuego de Apolo agitaba mi espiritu, tirè por la Politica, y qualquier conocedor huviera hallado en todos mis proyectos algo de la passion dominante. Luego que fuì dueño de mi tiempo, y facultades, quemè à Cancer, Garcilaso, Candamo, y otros, que havian sido muchos años las delicias de mis mayores, y me entreguè todo à Gracian, Saavedra, y Garau, Autores Politicos, en cuyo estilo hallè, que España se parecia mucho à mi Tierra, y yà me picaba el deseo de conocer este poderoso Reyno, [290] maestro de la Politica. No se passó mucho tiempo, sin que determinasse mi viage, para cuyo fin vendì mis tierras, y mis derechos, sabiendo bien, que un Indiano, para navegar en Madrid, ha de comprar hasta los vientos; y el lastre de su vajel, no ha de ser piedra, ni hierro: en fin, al cabo de muchos trabajos lleguè à esta Corte, donde por mas de seis meses no hice sino vér, admirar, y maldecir: yo me creìa fuera de mi elemento: los hombres me parecian otros, aunque las mugeres las mismas: grandes empressas, grandes cosas: mysterios en mozos, travesura en viejos. Cardenales, Ministros, Generales, y mil cosas nuevas para un hombre nacido, donde no hay fortuna. ¡Valgame Dios, decia yo dentro de mì, què mundo [291] tan diferente es este viejo! ¡Què multidud de empleos, y recursos para los buenos! Aqui el que nace con espiritu fogoso puede decir, voy à ser General: el que se siente con entendimiento claro, y despejado, puede soñar discretamente en el ministerio: el que se conoce inutil para la Campaña, ò el Gavinete, ò para todo, puede aspirar à otras cosas, que yo me sè, y no quiero decir. Nada de esto hay en mi pobre tierra: allá no hay mas que hacer, que comer, dormir, y poetizar: renuncio para siempre à un Paìs, donde faltan la esperanza, y el aplauso, dos grandes mobiles de la virtud heroyca: à Dios, America, suelo unicamnete dichoso para tus Tygres, y Monas. Assi, Señor Pensador, firmemente resuelto à quedarme en España, y [292] à hacer mi carrera por lo Politico, me fuì cebando tanto en mi empeño, que en tres años havia yá aprendido tres Lenguas Estrangeras, y leído en ellas, de principio à fin, al Presidente Jeanin, d’Ossat, Walsinhan, Wickefort, y otros; y lloraba como un Alexandro, por no tener mas que un Mundo que gobernar; pero nadie sabìa este adelantamiento, no haviendo yo tratado con ningun Mecenas grande, ò chico, por natural cortedad, y despego: vicio muy comun à los Criollos; de modo, que era un politico recoleto, aunque no Ermitaño, sin saber, ni baylar, ni jugar, ni sonreirme gravemente, ni andar con passitos menudos, ni otras circunstancias precisas, que parecen essenciales. Para obviar estos inconvenientes, me pareciò pre-[293]ciso ir à tomar un baño en los Paìses Estrangeros, lo que emprendì luego; y fuè tal el baño, que salì de èl enteramente pelado; pero con infulas de Embajador en Francia, ò Inglaterra, que fueron los Theatros de mis mas prolijas especulaciones. Para abreviar, considereme Vm. yá de buelta de mis viajes; y si Vm. me hace el honor de figurarme bien peynado, y provisto de encajes, creame tambien cargado de Libros, y Mapas; pues aunqu errè el camino de la fortuna, lo errè como ciego, y no como borracho. Hasta aqui no merezco la compasion de Vm.; pues, à excepcion de los dias, en que trabajè el proyecto de introducir el chocolate en Turquìa, y el azafrán en Francia, he passado muy buenos ratos en Ciudades, y Cor-[294]tes, donde se vive cómoda, y alegremente: he gozado las dos saludes elementares, que son sanidad, y dinero; y tenia tambien la dulce ilusion de la esperanza, que me mostraba entre rosas, y jazmines, tinteros de agata, y polvos de oro. Mas, ¡ò fiero desengaño! ¡Mundo falso! De tan sabrosas idéas vine à passar los mas amargos tragos: pobre, y desvalìdo necesitè pretender à pié, y sin apoyo: todos los dias bajaba mi fermento; y à los seis meses me vì tan humilde, y abatido, que, casi de rodillas, implorè en la peor parte de Indias un empléo; pero ni esto pude conseguir por mi mala suerte, ò mis zapatos sucios. Yá yo en mis Libros ingratos havia aprendido, que en las cortes era menester cuidar mucho de la super-[295]ficie; pero poco aprovechan maximas aprendidas con gusto. Solo el dolor es maestro, que dá memoria. Sì: mis zapatos sucios tuvieron mucha parte en mi desgracia. ¿Què remedio? Comprar mi vayeta negra, y mi cepillo; pero era yá tarde, porque havia llegado el tiempo fatal de llevarlos rotos, ò remendados; y en Madrid causa mas asco la pobreza, que la porquería. ¡Crueles aprietos! Yá uno de estos cocodrilos de Madrid, que no lloran, sino rien despues de haverse comido su hombre, me havia tragado todo el resto de mi substancia: yá entre mi Possadero, y yo, nos haviamos comido los vestidos y encajes, y el buen Baron de Bieldfeld estaba en una Tienda de aceyte, y vinagre bajo mi palabra de honor. Todo me faltaba, [296] menos un amigo verdadero, (unico privilegio de la pobreza) el qual me sacò de mi possada, y me puso en la sublime habitacion, que tengo, sujetandome à una estrechissima economìa: mal, que siempre he temido como la apoplegìa, ò hydropesìa. Este es mi estado actual, en el qual no puedo decir, que voy tirando, sino encogiendo. ◀Allgemeine Erzählung ◀Ebene 4 Sufra Vm. que un Carpintero se meta á componer Reloxes, que Mozos de cuerda quieran ser Libreros, que Grumetes se pongan á Jardineros; pero predique Vm. por amor de Dios, que los Indianos no tiren por la Politica, à menos de tener bien guardadas las espaldas.

Dios guarde, &c. ◀Brief/Leserbrief ◀Ebene 3 ◀Ebene 2 ◀Ebene 1