Ya que, como vulgarmente suele decirse, estamos con las
manos en la massa, y que Vm. ha hallado dignos de la luz pública mis
anteriores discursos sobre el Theatro; y yà tambien, que en el
precedente he sentado los principios fundamentales de las piezas
dramaticas, razon serà contraher estos principios á las mismas
piezas, y dàr una idèa de ellas à beneficio de los ingenios
Españoles, que quieran dedicarse al loable, y digno empeño de
hacerlas; y siendo las mas nobles, y sin contradicion alguna las mas
útiles la Comedia, y la Tragedia, empezarémos por
Definese ésta, segun Aristoteles: Imitacion de una
accion grave, ò (como otros quieren) ilustre, y buena, entera, y de justa grandeza, con verso,
harmonìa, y bayle; y que no por medio de la narracion, y del
terror, purgue los animos de ésta, y otras passiones. Pero,
venerando à Aristoteles, me parece que su definicion, entre otros
defectos, tiene el que llaman los Logicos Redundancia, y estoy mejor con la que Vm. nos diò en su
Discurso IX, que dice assi: La Tragedia es una
accion grave, executada por personas ilustres, con tono
magestuoso, y en estilo sublime. Lo demàs creo que puede
escusarse; y entiendo, que con añadir: Dirigida à
purgar las passio-nes por
medio del terror, y la piedad, no havria mas que pedir.
Como las passiones de los hombres son de distinto carácter, no puede
ser una misma la soltura de todas las marañas tragicas. Las
passiones honradas, como el zelo por la Religion, el amor de la
Patria, deben ponerse en accion sobre el Theatro, de modo, que
queden premiadas, assi como nunca puede pintarse demasiado infelìz
la suerte de los que se dejaran llevar de afectos, ò indecorosos, ò
destructivos. Con mas claridad: el fin de la Tra-
Pero ¿cómo puede ser que la Tragedia purgue el animo de passiones, quando todo su artificio se empléa en despertarlas? ¿Puede haver mas absurda contradicion? ¿Y quál puede ser la eficacia de un remedio, que empieza por exasperar la enfermedad?
Vamos despacio, que no es nada nueva, ni tampoco insoluble esta
objecion. Tiempo hà que se ha resuelto la dificultad, que ofrece, y
desvanecido la paradoxa, que parece incluìr la definicion de un
Drama, cuyo objeto es el excitar nuestras passiones para lograr el
fin de aniquilarlas. Satisface à la pregunta el Pinciano en las
palabras siguientes: “Pues aì està mi mayor dificultad: ¿cómo con
temor, y
Es la comedia imitacion activa para
limpiar el animo de sus defectos, y ridiculeces
por medio de deleyte, y risa. Su mecanismo està fundado en
un profundo conocimiento del corazon del hombre, cuyo amor proprio,
mortificado con el chiste de esta Drama, enmienda, ù oculta por lo
menos sus estrañeces, por no estàr expuesto à servir de assunto, y
de motivo de risa à un maligno auditorio. Como los ridiculos de una
Nacion nacen de sus costumbres, éstas son las que hemos de hallar
retratadas en la Comedia, que, sin esta circunstancia, serà siempre
una representacion vana, como lo son infinitas de las que leemos en
nuestros Poetas; y que la impericia de nuestros Comicos representa,
à pesar de su antiguedad, sin hacerse cargo de la mudanza, que los
tiempos, y las revoluciones, que acarrean, han he-
Dada una idèa, aunque ligera, de la Tragedia, y la Comedia, por lo tocante á su essencia, conviene decir tambien algo de las partes, de que se forman estos Dramas, y para ello no tendremos necessidad de acudir á fuentes estrangeras, teniendolas copiosas, y crystalinas en nuestro patrio suelo. Valdrème, pues, de la Poetica de nuestro Don Ignacio de Luzan para lo que nos queda que decir en este assunto; y sin detenerme en lo que toca á la materia, artificio, imagenes, proporcion, relacion, y demàs partes, que forman la buena Poesìa, passarè à hablar de las que corresponden á los dos referidos Dramas.
Nadie ignora, que en estos debe haver fabula, episodio, enredo, y
solucion, passiones, costumbres,
que la discordia destruye las familias, y
haciendas. Hallado yà el punto de moral, que ha de servir
de fondo, y cimiento à la Fabula, es menester reducirla à una
accion, que sea general, è imitada de las acciones verdaderas de los
hombres, y que contenga alegoricamente la dicha maxima. Se dirà,
pues, (por exemplo) que dos hombres, que posseìan en comun una
hacienda, viniendo à discordia, riñen, y pleytean, y entretanto un
tercero, aprovechando la ocasion, los despoja de todos sus bienes.
Este será el primer bosquejo de una Fabula, que tendrá las quatro
condiciones (sin las quales serìa defectuosa) de ser universal;
imitada, fingida, y alegorica.”
Le-Bossu, solo lo halla proprio nuestro
Luzan para las Comedias, dudando pueda serlo para las Piezas
tragicas, cuyos assuntos se toman de la Historia; y la razon es,
(segun dice èl mismo) “porque en las Tragedias yá está determinado,
y establecido el punto de moral, y la instruccion propria de
ellas . . . . . y assi será ocioso, que el Poeta empiece à formar su
Fabula por la instruccion moral, sabiendo yà, que ésta ha de ser
siempre la misma en todas las Tragedias.”
En este concepto, y con el dictamen del docto Pablo Benio, propone
otro méthodo, que cree mas facil, y natural para formar la Fabula de
la Tragedia, y dice assi: “Que el Poeta, pues yá sabe fijamente el
punto de moral, que
Ideada, y bosquejada la Fabula Dramatica, toca al Poeta el cuidado, y
primor de labrarla con varias condiciones, y requisitos necessarios
para el acierto, y perfeccion de un Drama. Aristoteles enseña por
menudo todas estas condiciones, y segun su doctrina, la Fabula ha de
ser entera, de justo tamaño, verisimil,
maravillosa, de una accion, en lugar, y es-pacio de tiempo determinado.
Por la condicion de que la Fabula haya de ser entera, se entiende, que debe tener principio, medio, y
fin, y esto no necessita mas explicacion. Lo que sì la necessita es
el saber por dónde se ha de dár principio, y fin à la Fabula. Por lo
que mira al fin, segun doctrina de Aristoteles, el tiempo oportuno
es quando las cosas han hecho passage de la felicidad à la
infelicidad, ò al contrario. No es tan facil determinar por dónde se
ha de dár principio à la accion Dramatica. Aristoteles dejò bastante
confuso este punto; pero nuestro Luzan entiende, que debiendo la
accion Tragica, ò Comica ceñirse al espacio de pocas horas, debe el
Poeta observar el punto fijo, en que ha determinado dár fin à su
accion; y hecho esto, poner por principio
Que sea de justo tamaño es otra calidad, que
debe tener la Fabula, lo qual no debe entenderse del tamaño
material, ò duracion de ella, sino del justo numero, y proporcionada
extension de los lances, de que ha de constar; de modo, que si estos
son de tal extension, y en tal numero, que puedan entenderse sin
fatiga, y conservarse en la memoria con facilidad, entonces la
Fabula tendrá su justo tamaño; y al
contrario, si los lances, ò acciones fueren tan breves, que
facilmente se borren de la memoria por la poca impression, que han
hecho en ella, ò tantas, y tan prolixas, que la confundan.
Debe ser tambien la Fabula maravillosa, y verisimil; y aunque parecen
opuestas entre sì estas dos condiciones, se salva su oposicion verisimil, que es lo que hace à nuestro
assunto. Debe, pues, la Fabula Dramatica ser verisimil; porque
destinado el Theatro á mover los animos, no lo conseguirìa por medio
de acciones inverisimiles, que no podrian creerse, y por
consiguiente serían incapaces de persuadir; y por esta razon han
querido los Maestros del Arte, que el Poeta prefiera lo verisimil,
aunque impossible, à lo verdadero verisimil, lo qual debe entenderse
de ciertas verdades historicas, que à veces son increíbles, y que,
aunque apoyadas en la Historia, deben posponerse, substituyendo en
su lugar un verisimil inventado.
El modo de tejer el enredo, y la solucion es disponer de modo los
incidentes, que precisa, ò verisimilmente nazcan del argumento, y
que del mismo modo se desha-
Por costumbres se entiende el genio,
inlinaciones, ò caracter proprio de cada persona, y sirven de hacer
conocer lo que es, y lo que serà, y obrarà en adelante; y deben
tener quatro condiciones, que son bondad, conveniencia, semejanza, è igualdad.
V. J.
Muy bien decia un tio mio, quando decia, que la pluma era
baculo del pensamiento; pues sin ella no pudiera yo decir à Vm.,
porque no le conozco, la graciosa dissertacion, que oì en el Tocador
de una Señora, à quien fuì à visitar. Creerá Vm. acaso, que ésta
fuesse frivola, y de poca, ò ninguna substancia, por la regla
general, de que ordinariamente de las conversaciones de Tocador no
se coqueta; pero para
estos casos suele tener hecha de antemano su apologìa, y con passò quel tempo Enea: yà
es otra edad: fueron cosas de la
niñèz: yà soy muger de juicio; y la modestia todo lo compone, pretende
desvanecer las bien, ò mal fundadas sospechas de su inconstancia.
Aborrece la gravedad; y dice, que parece tan mal en una Señora
joven, como una sentencia moral en una seguidilla. Un amigo mio,
hombre muy prolixo, y observador, la tiene contados diez y ocho
modos de reìr diferentes, y hasta quarenta de mirar, todos alegres,
todos vivos; pero ninguno profano. Algunas veces se la ha visto
gemir: bostezar nunca. En fin, Señor Pensa-
Ala de
pichon, que no es cosa de literatos, y parece muy mal un
Autor de pelo proprio. Bien pudiera tambien omitir el assunto de
Cortejos, pues sabemos, que no le disgustan; y à tener menos
moderacion, yà podriamos citarle algunas anecdotas de su vida. Vaya,
Señores, que Vms. aplaudiendo sus idéas, quieren confundirse con el
vulgo, quando debian apartarse cien leguas de opiniones tan
extravagantes, è indecorosas. ¿Pero què pecados ha cometido el pobre
Pensador (interrumpiò el Caballero, que sabe pensar) para que Vm. le
quiera tan mal? El delite es (respondiò ella) gastar su calor
natural en criticar nuestras bagatelas, quando hombres mas viejos, y
de mas sesso, que esse aprendiz de Pe-