Pensamiento XXVII Joseph Álvarez y Valladares [José Clavijo y Faxardo] Moralische Wochenschriften Alexandra Fuchs Editor Elisabeth Hobisch Editor Julia Obermayr Editor Katharina Tez Editor Institut für Romanistik, Universität Graz 10.01.2013 o:mws-107-681 Álvarez y Valladares, Joseph: El Pensador. 6 Bände. Madrid: Francisco Xavier García 1764. Hg. V. Manuel Lobo Cabrera/Enrique Pérez Parrilla. Mit einer Studie von Yolanda Arencibia. Cabildo de Canaria: Universidad de las Palmas 1999, 407-434 El Pensador 2 027 1762-1763 Spanien Ebene 1 Ebene 2 Ebene 3 Ebene 4 Ebene 5 Ebene 6 Allgemeine Erzählung Selbstportrait Fremdportrait Dialog Allegorisches Erzählen Traumerzählung Fabelerzählung Satirisches Erzählen Exemplarisches Erzählen Utopische Erzählung Metatextualität Zitat/Motto Leserbrief Graz, Austria Spanish; Castilian Theater Literatur Kunst Teatro Letteratura Arte Theatre Literature Arts Teatro Literatura Arte Théâtre Littérature Art Spain -4.0,40.0

Pensamiento XXVII A

Señor Pensador.

Ya que, como vulgarmente suele decirse, estamos con las manos en la massa, y que Vm. ha hallado dignos de la luz pública mis anteriores discursos sobre el Theatro; y yà tambien, que en el precedente he sentado los principios fundamentales de las piezas dramaticas, razon serà contraher estos principios á las mismas piezas, y dàr una idèa de ellas à beneficio de los ingenios Españoles, que quieran dedicarse al loable, y digno empeño de hacerlas; y siendo las mas nobles, y sin contradicion alguna las mas útiles la Comedia, y la Tragedia, empezarémos por éstas, dando, como es justo, à la Tragedia la preferencia.

Definese ésta, segun Aristoteles: Imitacion de una accion grave, ò (como otros quieren) ilustre, y buena, entera, y de justa grandeza, con verso, harmonìa, y bayle; y que no por medio de la narracion, y del terror, purgue los animos de ésta, y otras passiones. Pero, venerando à Aristoteles, me parece que su definicion, entre otros defectos, tiene el que llaman los Logicos Redundancia, y estoy mejor con la que Vm. nos diò en su Discurso IX, que dice assi: La Tragedia es una accion grave, executada por personas ilustres, con tono magestuoso, y en estilo sublime. Lo demàs creo que puede escusarse; y entiendo, que con añadir: Dirigida à purgar las passio-nes por medio del terror, y la piedad, no havria mas que pedir.

No hay drama, ni tal vez Escrito alguno, que en lo grave pueda competir con la Tragedia: la sublimidad es su essencia: las grandes passiones son su objeto; y sus personages, à lo menos los principales, todos de la mayor gerarquìa. Pero preguntarà alguno: ¿Por què tanta elevacion en este Drama? La razon es clara; porque no puede ser bajo el lenguage de los grandes afectos: porque los Reyes, y los Heroes no dejan de serlo, aunque dominados de passiones; y porque, finalmente, si cae vileza en el carácter de algunos, ésta deja enteras las prerogativas de sus personas, que ni malas pueden ser sin dignidad. Estos hombres de alta esfera, que son los interlocutores naturales de la Tragedia, assi como las acciones que representa, deben buscarse en la Historia, no porque esto sea absolutamente preciso, sino porque produciràn mejores efectos. Es cierto que pueden mover à un auditorio personages, y lances fingidos; pero nunca le haràn tanta impression como los que se sacan de historias conocidas, ò de tradiciones bien conservadas.

Como las passiones de los hombres son de distinto carácter, no puede ser una misma la soltura de todas las marañas tragicas. Las passiones honradas, como el zelo por la Religion, el amor de la Patria, deben ponerse en accion sobre el Theatro, de modo, que queden premiadas, assi como nunca puede pintarse demasiado infelìz la suerte de los que se dejaran llevar de afectos, ò indecorosos, ò destructivos. Con mas claridad: el fin de la Tra-gedia pide, que en ella quede premiada la virtud, castigada la maldad, y muevan à lastima las almas virtuosas, quando por una fatal encadenacion de las mudanzas de la vida quedan privadas del premio à que son acreedoras. Pero en esto de excitar la misericordia “advierto al Tragico (dice el Pinciano) que mire lo que hace quando se pone en un acto semejante, porque no hay medio del lloro à la risa; y entienda, que si no hace llorar, ha de hacer reìr, que es la mayor imperfeccion, que se puede imaginar, ni pensar; y al fin harà Comedia de la Tragedia. Harto inconveniente es errar el hombre de su intento, quanto mas, que la tal accion no quedaria Comedia del todo, sino una Tragedia muy desabrida; porque aquel solo acto ridiculo no basta-rà à hacer alegre à la accion toda; y bastarìa à hacerla toda desazonada.”

Pero ¿cómo puede ser que la Tragedia purgue el animo de passiones, quando todo su artificio se empléa en despertarlas? ¿Puede haver mas absurda contradicion? ¿Y quál puede ser la eficacia de un remedio, que empieza por exasperar la enfermedad?

Vamos despacio, que no es nada nueva, ni tampoco insoluble esta objecion. Tiempo hà que se ha resuelto la dificultad, que ofrece, y desvanecido la paradoxa, que parece incluìr la definicion de un Drama, cuyo objeto es el excitar nuestras passiones para lograr el fin de aniquilarlas. Satisface à la pregunta el Pinciano en las palabras siguientes: “Pues aì està mi mayor dificultad: ¿cómo con temor, y misericordia, se quita la misericordia, y el temor? ¿Por ventura es esta accion de clavo, que con uno se saca otro? ¿Por ventura es esta accion de clavo, que con uno se saca otro? ¿O de Sacamolero, que con un dolor quita otro? Esso mismo (dixo Hugo). (Està en Dialogos la Obra del Pinciano.) Porque con el vèr un Priamo, y una Ecuba, y un Hector, y un Ulysses tan fatigados de la fortuna, viene el hombre en temor no le acontezcan semejantes cosas, y desastres. Y aunque por la compassion de mirarlas con sus ojos en otros, se compadece, y teme, estando presente la tal accion; mas despues pierde el miedo, y temor con la experiencia de haver mirado tan horrendos actos, y hace reflexion en el animo; de manera, que alabando, y magnificando al que fuè ossado, y sufrido, y vituperando al que fuè cobarde, y pusilanime, queda hecho mucho mas fuerte, que antes; y de aqui luego sucede el librarse de la commiseracion; porque la persona, que es fuerte para en su casa, tambien lo serà en la agena; y de la agena miseria no sentirà compassion tanta. Esto se prueba en el sexo femenino, el qual, como es débil, y enfermo para sufrir, lo es tambien para resistir á la compassion.”

He sido muy breve, como Vm. lo havrà reparado, en el assunto de la Tragedia en particular, y lo serè aùn mas hablando de la Comedia, cuyas leyes conocerán bien presto los que huvieren leído con alguna atencion quanto he dicho hasta aqui, solo con presentarles la definicion de este jocoso Drama. Es la comedia imitacion activa para limpiar el animo de sus defectos, y ridiculeces por medio de deleyte, y risa. Su mecanismo està fundado en un profundo conocimiento del corazon del hombre, cuyo amor proprio, mortificado con el chiste de esta Drama, enmienda, ù oculta por lo menos sus estrañeces, por no estàr expuesto à servir de assunto, y de motivo de risa à un maligno auditorio. Como los ridiculos de una Nacion nacen de sus costumbres, éstas son las que hemos de hallar retratadas en la Comedia, que, sin esta circunstancia, serà siempre una representacion vana, como lo son infinitas de las que leemos en nuestros Poetas; y que la impericia de nuestros Comicos representa, à pesar de su antiguedad, sin hacerse cargo de la mudanza, que los tiempos, y las revoluciones, que acarrean, han he-cho en las costumbres, y usanzas de España.

Dada una idèa, aunque ligera, de la Tragedia, y la Comedia, por lo tocante á su essencia, conviene decir tambien algo de las partes, de que se forman estos Dramas, y para ello no tendremos necessidad de acudir á fuentes estrangeras, teniendolas copiosas, y crystalinas en nuestro patrio suelo. Valdrème, pues, de la Poetica de nuestro Don Ignacio de Luzan para lo que nos queda que decir en este assunto; y sin detenerme en lo que toca á la materia, artificio, imagenes, proporcion, relacion, y demàs partes, que forman la buena Poesìa, passarè à hablar de las que corresponden á los dos referidos Dramas.

Nadie ignora, que en estos debe haver fabula, episodio, enredo, y solucion, passiones, costumbres, locucion, sentencia, y aparato theatral; pero no basta saber, que deben concurrir todas estas partes, si se ignora su calidad, y el modo de emplearlas. A este conocimiento destíno lo restante de este Discurso; y siendo corto el campo, serà impossible el extenderme.

Hay muchas especies de Fabula; pero para nuestro intento basta dividirla en Tragica, y Comica, y la definicion de ambas viene à ser la misma, que la de la Tragedia, y la de la Comedia. El modo de formar una Fabula es el siguiente: “Primeramente es menester empezar por la instruccion moral, que se quiere enseñar, y encubrir bajo de la alegorìa de la Fabula. Supongamos, que el Poeta quiere exhortar dos hermanos, ò qualquier otro genero de personas, que viven juntas, à estàr siempre de acuerdo, y bien avenidos: para este fin escoge esta maxima, que la discordia destruye las familias, y haciendas. Hallado yà el punto de moral, que ha de servir de fondo, y cimiento à la Fabula, es menester reducirla à una accion, que sea general, è imitada de las acciones verdaderas de los hombres, y que contenga alegoricamente la dicha maxima. Se dirà, pues, (por exemplo) que dos hombres, que posseìan en comun una hacienda, viniendo à discordia, riñen, y pleytean, y entretanto un tercero, aprovechando la ocasion, los despoja de todos sus bienes. Este será el primer bosquejo de una Fabula, que tendrá las quatro condiciones (sin las quales serìa defectuosa) de ser universal; imitada, fingida, y alegorica.”

Pero este modo de formar la Fabula, tomado del Padre Le-Bossu, solo lo halla proprio nuestro Luzan para las Comedias, dudando pueda serlo para las Piezas tragicas, cuyos assuntos se toman de la Historia; y la razon es, (segun dice èl mismo) “porque en las Tragedias yá está determinado, y establecido el punto de moral, y la instruccion propria de ellas . . . . . y assi será ocioso, que el Poeta empiece à formar su Fabula por la instruccion moral, sabiendo yà, que ésta ha de ser siempre la misma en todas las Tragedias.”

En este concepto, y con el dictamen del docto Pablo Benio, propone otro méthodo, que cree mas facil, y natural para formar la Fabula de la Tragedia, y dice assi: “Que el Poeta, pues yá sabe fijamente el punto de moral, que requiere la institucion, y el fin de la Tragedia, recurra primero à la Historia, y busque en ella un caso adaptado à la Tragedia; esto es, una mudanza de fortuna, ò un grave peligro de algun Rey, ù de otra persona ilustre; y hallado este argumento historico, forme de èl la planta de la Tragedia, con los nombres, episodios, y circunstancias, ajustandole à las reglas del Theatro.”

Ideada, y bosquejada la Fabula Dramatica, toca al Poeta el cuidado, y primor de labrarla con varias condiciones, y requisitos necessarios para el acierto, y perfeccion de un Drama. Aristoteles enseña por menudo todas estas condiciones, y segun su doctrina, la Fabula ha de ser entera, de justo tamaño, verisimil, maravillosa, de una accion, en lugar, y es-pacio de tiempo determinado.

Por la condicion de que la Fabula haya de ser entera, se entiende, que debe tener principio, medio, y fin, y esto no necessita mas explicacion. Lo que sì la necessita es el saber por dónde se ha de dár principio, y fin à la Fabula. Por lo que mira al fin, segun doctrina de Aristoteles, el tiempo oportuno es quando las cosas han hecho passage de la felicidad à la infelicidad, ò al contrario. No es tan facil determinar por dónde se ha de dár principio à la accion Dramatica. Aristoteles dejò bastante confuso este punto; pero nuestro Luzan entiende, que debiendo la accion Tragica, ò Comica ceñirse al espacio de pocas horas, debe el Poeta observar el punto fijo, en que ha determinado dár fin à su accion; y hecho esto, poner por principio aquella parte del hecho, desde la qual hasta el fin no pueda verisimilmente passar mas tiempo del que requiere la Fabula, advirtiendo, que esta parte destinada para ser principio de la accion, ha de ser tal, que necessaria, y verisimilmente preceda à todas las demàs partes, ò à lo menos no pueda probarse lo contrario. Finalmente “el Poeta (dice) ha de ser como el Escultor: éste de un gran marmol, ò de un tronco muy largo, corta, y separa solo aquel pedazo, que le parece ser menester para labrar una Estatua, segun las medidas, y proporciones, que debe darla; y assimismo el Poeta, de todo un hecho, que puede subministrarle materia para un Drama, corta, y divide solamente aquella porcion, que le parece mas adaptada para formar su Fabula, segun las reglas del Arte.”

Que sea de justo tamaño es otra calidad, que debe tener la Fabula, lo qual no debe entenderse del tamaño material, ò duracion de ella, sino del justo numero, y proporcionada extension de los lances, de que ha de constar; de modo, que si estos son de tal extension, y en tal numero, que puedan entenderse sin fatiga, y conservarse en la memoria con facilidad, entonces la Fabula tendrá su justo tamaño; y al contrario, si los lances, ò acciones fueren tan breves, que facilmente se borren de la memoria por la poca impression, que han hecho en ella, ò tantas, y tan prolixas, que la confundan.

Debe ser tambien la Fabula maravillosa, y verisimil; y aunque parecen opuestas entre sì estas dos condiciones, se salva su oposicion con lo que enseña el mismo Aristoteles, advirtiendo ser lo maravilloso mas proprio para la epopeya, y lo verisimil para la Poesìa Dramatica. Por lo mismo hablarèmos aqui solamente de lo verisimil, que es lo que hace à nuestro assunto. Debe, pues, la Fabula Dramatica ser verisimil; porque destinado el Theatro á mover los animos, no lo conseguirìa por medio de acciones inverisimiles, que no podrian creerse, y por consiguiente serían incapaces de persuadir; y por esta razon han querido los Maestros del Arte, que el Poeta prefiera lo verisimil, aunque impossible, à lo verdadero verisimil, lo qual debe entenderse de ciertas verdades historicas, que à veces son increíbles, y que, aunque apoyadas en la Historia, deben posponerse, substituyendo en su lugar un verisimil inventado.

Hemos hablado yà de las calidades de la Fabula, de las unidades de tiempo, lugar, y accion, y de la locucion, invencion, y episodios. Falta decir algo en orden al enredo, y solucion de la Fabula, y á las costumbres, y locucion. El enredo de la Fabula se compone de los esfuerzos, que hace el Heroe, ò primer personage, para lograr el fin que desea, y de los obstáculos, è impedimentos, que se oponen à èl. La solucion debe deshacer estos peligros, y obstàculos. Assi el enredo dura desde el principio del Drama, hasta el principio de la mudanza de fortuna, y la solucion contiene todo lo restante.

El modo de tejer el enredo, y la solucion es disponer de modo los incidentes, que precisa, ò verisimilmente nazcan del argumento, y que del mismo modo se desha-gan, siendo una consequencia natural, y verisimil de la misma Fabula. Todo lo qual debe entenderse por lo tocante al enredo, y solucion de las Comedias, y de las Tragedias de éxito felìz; pero no de las Tragedias, que finalizan con desgracias, y en que lo que havia de ser solucion, es origen de nuevas desdichas, que acaban con la vida del Heroe, ò con su felicidad.

Por costumbres se entiende el genio, inlinaciones, ò caracter proprio de cada persona, y sirven de hacer conocer lo que es, y lo que serà, y obrarà en adelante; y deben tener quatro condiciones, que son bondad, conveniencia, semejanza, è igualdad. Su explicacion sería obra muy larga para una Carta; y siendo yà ésta demasiado difusa, podrá el curioso vèr este, y los demás puntos, que he tocado, y otros, que he omitido de proposito, en la Poetica de nuestro Don Ignacio de Luzan, donde se tratan con juicio, madurèz, y extension. Si à lo menos estas breves noticias movieren la curiosidad de los Autores, que en nuestros dias se meten de rondon à componer Dramas, à pesar de Apolo, y sin el mas ligero conocimiento de las reglas, no havrè perdido del todo mi trabajo, y puede esperarse alguna utilidad, aunque traten de árida, y seca la Carta. Vm. sabe, que estas materias, y mas tratadas tan à la ligera, no son susceptibles de adornos, ni amenidades. Reciba sin embargo esta señal de mi zelo; y creame su sincero apassionado

V. J.

Pareceme estoy mirando el gesto, que ponen mis lectores á esta Carta, y estoy cierto no serà mejor, que el que pusieron à la antecedente. Es cosa impossible dár gusto à muchos à un mismo tiempo. Cada uno tiene su paladar, y quiere las cosas guisadas à su modo. Las obras Didacticas son para pocos. El mayor numero de gentes no está bien con la seriedad: quiere una sal picante, y festiva; pero si se emplea porque la materia lo pide, ò lo permite, todo se vuelve brincos, y corcobos: se sacan à luz anecdotas falsas, ò verdaderas: el Pensador es un atrevido, y un insolente; y el Pensador, ageno de semejantes aplicaciones, y sin la menor noticia de estos sucessos ocultos, ignora todo esto, hasta que le refieren haverlo puesto à su cuenta. Estas, y otras semejantes bellaquerías lo enflaque-cen, y consumen; y lo peor es, que no hay una buena alma, que le tenga lastima. En fin, sean Vms. duros, ò compassivos, ò lo que quisieren; para que se desquiten un poco de la sequedad de este Discurso, aì vá essa Cartita, que acaba de llegar por la posta, y no dejarà de gustarles, si la leen con reflexion.

Señor Pensador.

Muy bien decia un tio mio, quando decia, que la pluma era baculo del pensamiento; pues sin ella no pudiera yo decir à Vm., porque no le conozco, la graciosa dissertacion, que oì en el Tocador de una Señora, à quien fuì à visitar. Creerá Vm. acaso, que ésta fuesse frivola, y de poca, ò ninguna substancia, por la regla general, de que ordinariamente de las conversaciones de Tocador no se suele sacar medio adarme de juicio. Pues no Señor: no es como Vm. lo piensa. De las conversaciones de esta Señora, cuya atencion jamàs se ha distrahìdo, y que sabe escuchar à todos, y exercitar su razon, casi puede sacarse medio adarme de juicio, y no crea Vm. que pondero. Pero antes de entrar en materia quiero hacer un bosquejo de la Sustentante. Es esta Señora bonita, discreta, y lo que solemos llamar chusca: atributos capaces de enloquecer à qualquier mozalvete, y aun à muchos hombres con canas, y peluca de nudos. En su semblante està pintado su espiritu; y como bulle interiormente agitado de infinitas idèas, se miran en sus ojos, boca, y semblante otras tantas contorsiones, todas à qual mas linda, y mas graciosa. Naturalmente inclinada al heroismo, y la eloquencia, ha leì-do veinte y dos veces al Methastasio, como Demosthenes à Tuzidides. Su fogosa viveza la hace algunas veces parecer coqueta; pero para estos casos suele tener hecha de antemano su apologìa, y con passò quel tempo Enea: yà es otra edad: fueron cosas de la niñèz: yà soy muger de juicio; y la modestia todo lo compone, pretende desvanecer las bien, ò mal fundadas sospechas de su inconstancia. Aborrece la gravedad; y dice, que parece tan mal en una Señora joven, como una sentencia moral en una seguidilla. Un amigo mio, hombre muy prolixo, y observador, la tiene contados diez y ocho modos de reìr diferentes, y hasta quarenta de mirar, todos alegres, todos vivos; pero ninguno profano. Algunas veces se la ha visto gemir: bostezar nunca. En fin, Señor Pensa-dor, solo un defecto, ò mala señal tiene esta Señora; y es, que và gustosa à vèr ahorcar; y en tal dia està de mejor humor, que el ordinario. Vèa Vm. què corazon tan tierno, y què lindas entrañas de piedad.

Quando entrè à mi visita, la hallè disputando con tres Caballeros, el uno Cortesano, y que sabe pensar, otro, que no piensa absolutamente, y un venerable varon, muy callado, y al parecer profundo, que no hacia sino sonreirse, y tomar tabaco. Yo soy Anti-Pensadora, decia la Señora; pues aunque me gustan el estilo, y algunas aprehensiones del Pensador, no puedo sufrir, que se meta en criticar nuestras ocupaciones domesticas. Yo no he leìdo todos los Pensadores; pero me han dicho, que en ellos trata sin indulgencia à las Damas, con pretexto de corregir sus defectos; y bien pudiera el Señor mio empezar por sì mismo à corregir el mundo, y no peynarse de Ala de pichon, que no es cosa de literatos, y parece muy mal un Autor de pelo proprio. Bien pudiera tambien omitir el assunto de Cortejos, pues sabemos, que no le disgustan; y à tener menos moderacion, yà podriamos citarle algunas anecdotas de su vida. Vaya, Señores, que Vms. aplaudiendo sus idéas, quieren confundirse con el vulgo, quando debian apartarse cien leguas de opiniones tan extravagantes, è indecorosas. ¿Pero què pecados ha cometido el pobre Pensador (interrumpiò el Caballero, que sabe pensar) para que Vm. le quiera tan mal? El delite es (respondiò ella) gastar su calor natural en criticar nuestras bagatelas, quando hombres mas viejos, y de mas sesso, que esse aprendiz de Pe-timetre, se han roto contra ellas los cascos: bagatelas, que solamente lo son para los que no vèn sino la superficie de las cosas, è ignoran, que de un alfiler bien prendido, y de un lunar colocado con arte, han resultado al mismo tiempo un casamiento, y dos Cortejos. Pero si tanto deseo tiene de corregir las costumbres, y las ridiculeces, ¿por què no clama mas bien contra los Petrimetres de sombreros con borlas, y campanillas, y contra otros indignos de sus calzones? De esta manera respondia al que se impugnaba; y quando callaba éste, ella misma se arguìa amontonando especies. He querido participar à Vm. esta pequeña parte de la conversacion solo por divertirme. Dè Vm. ésta al público, si quiere; y si no, guardela, ò haga de ella lo que se le antoje. Dios guarde, &c.

Pensamiento XXVII A Señor Pensador. Ya que, como vulgarmente suele decirse, estamos con las manos en la massa, y que Vm. ha hallado dignos de la luz pública mis anteriores discursos sobre el Theatro; y yà tambien, que en el precedente he sentado los principios fundamentales de las piezas dramaticas, razon serà contraher estos principios á las mismas piezas, y dàr una idèa de ellas à beneficio de los ingenios Españoles, que quieran dedicarse al loable, y digno empeño de hacerlas; y siendo las mas nobles, y sin contradicion alguna las mas útiles la Comedia, y la Tragedia, empezarémos por éstas, dando, como es justo, à la Tragedia la preferencia. Definese ésta, segun Aristoteles: Imitacion de una accion grave, ò (como otros quieren) ilustre, y buena, entera, y de justa grandeza, con verso, harmonìa, y bayle; y que no por medio de la narracion, y del terror, purgue los animos de ésta, y otras passiones. Pero, venerando à Aristoteles, me parece que su definicion, entre otros defectos, tiene el que llaman los Logicos Redundancia, y estoy mejor con la que Vm. nos diò en su Discurso IX, que dice assi: La Tragedia es una accion grave, executada por personas ilustres, con tono magestuoso, y en estilo sublime. Lo demàs creo que puede escusarse; y entiendo, que con añadir: Dirigida à purgar las passio-nes por medio del terror, y la piedad, no havria mas que pedir. No hay drama, ni tal vez Escrito alguno, que en lo grave pueda competir con la Tragedia: la sublimidad es su essencia: las grandes passiones son su objeto; y sus personages, à lo menos los principales, todos de la mayor gerarquìa. Pero preguntarà alguno: ¿Por què tanta elevacion en este Drama? La razon es clara; porque no puede ser bajo el lenguage de los grandes afectos: porque los Reyes, y los Heroes no dejan de serlo, aunque dominados de passiones; y porque, finalmente, si cae vileza en el carácter de algunos, ésta deja enteras las prerogativas de sus personas, que ni malas pueden ser sin dignidad. Estos hombres de alta esfera, que son los interlocutores naturales de la Tragedia, assi como las acciones que representa, deben buscarse en la Historia, no porque esto sea absolutamente preciso, sino porque produciràn mejores efectos. Es cierto que pueden mover à un auditorio personages, y lances fingidos; pero nunca le haràn tanta impression como los que se sacan de historias conocidas, ò de tradiciones bien conservadas. Como las passiones de los hombres son de distinto carácter, no puede ser una misma la soltura de todas las marañas tragicas. Las passiones honradas, como el zelo por la Religion, el amor de la Patria, deben ponerse en accion sobre el Theatro, de modo, que queden premiadas, assi como nunca puede pintarse demasiado infelìz la suerte de los que se dejaran llevar de afectos, ò indecorosos, ò destructivos. Con mas claridad: el fin de la Tra-gedia pide, que en ella quede premiada la virtud, castigada la maldad, y muevan à lastima las almas virtuosas, quando por una fatal encadenacion de las mudanzas de la vida quedan privadas del premio à que son acreedoras. Pero en esto de excitar la misericordia “advierto al Tragico (dice el Pinciano) que mire lo que hace quando se pone en un acto semejante, porque no hay medio del lloro à la risa; y entienda, que si no hace llorar, ha de hacer reìr, que es la mayor imperfeccion, que se puede imaginar, ni pensar; y al fin harà Comedia de la Tragedia. Harto inconveniente es errar el hombre de su intento, quanto mas, que la tal accion no quedaria Comedia del todo, sino una Tragedia muy desabrida; porque aquel solo acto ridiculo no basta-rà à hacer alegre à la accion toda; y bastarìa à hacerla toda desazonada.” Pero ¿cómo puede ser que la Tragedia purgue el animo de passiones, quando todo su artificio se empléa en despertarlas? ¿Puede haver mas absurda contradicion? ¿Y quál puede ser la eficacia de un remedio, que empieza por exasperar la enfermedad? Vamos despacio, que no es nada nueva, ni tampoco insoluble esta objecion. Tiempo hà que se ha resuelto la dificultad, que ofrece, y desvanecido la paradoxa, que parece incluìr la definicion de un Drama, cuyo objeto es el excitar nuestras passiones para lograr el fin de aniquilarlas. Satisface à la pregunta el Pinciano en las palabras siguientes: “Pues aì està mi mayor dificultad: ¿cómo con temor, y misericordia, se quita la misericordia, y el temor? ¿Por ventura es esta accion de clavo, que con uno se saca otro? ¿Por ventura es esta accion de clavo, que con uno se saca otro? ¿O de Sacamolero, que con un dolor quita otro? Esso mismo (dixo Hugo). (Està en Dialogos la Obra del Pinciano.) Porque con el vèr un Priamo, y una Ecuba, y un Hector, y un Ulysses tan fatigados de la fortuna, viene el hombre en temor no le acontezcan semejantes cosas, y desastres. Y aunque por la compassion de mirarlas con sus ojos en otros, se compadece, y teme, estando presente la tal accion; mas despues pierde el miedo, y temor con la experiencia de haver mirado tan horrendos actos, y hace reflexion en el animo; de manera, que alabando, y magnificando al que fuè ossado, y sufrido, y vituperando al que fuè cobarde, y pusilanime, queda hecho mucho mas fuerte, que antes; y de aqui luego sucede el librarse de la commiseracion; porque la persona, que es fuerte para en su casa, tambien lo serà en la agena; y de la agena miseria no sentirà compassion tanta. Esto se prueba en el sexo femenino, el qual, como es débil, y enfermo para sufrir, lo es tambien para resistir á la compassion.” He sido muy breve, como Vm. lo havrà reparado, en el assunto de la Tragedia en particular, y lo serè aùn mas hablando de la Comedia, cuyas leyes conocerán bien presto los que huvieren leído con alguna atencion quanto he dicho hasta aqui, solo con presentarles la definicion de este jocoso Drama. Es la comedia imitacion activa para limpiar el animo de sus defectos, y ridiculeces por medio de deleyte, y risa. Su mecanismo està fundado en un profundo conocimiento del corazon del hombre, cuyo amor proprio, mortificado con el chiste de esta Drama, enmienda, ù oculta por lo menos sus estrañeces, por no estàr expuesto à servir de assunto, y de motivo de risa à un maligno auditorio. Como los ridiculos de una Nacion nacen de sus costumbres, éstas son las que hemos de hallar retratadas en la Comedia, que, sin esta circunstancia, serà siempre una representacion vana, como lo son infinitas de las que leemos en nuestros Poetas; y que la impericia de nuestros Comicos representa, à pesar de su antiguedad, sin hacerse cargo de la mudanza, que los tiempos, y las revoluciones, que acarrean, han he-cho en las costumbres, y usanzas de España. Dada una idèa, aunque ligera, de la Tragedia, y la Comedia, por lo tocante á su essencia, conviene decir tambien algo de las partes, de que se forman estos Dramas, y para ello no tendremos necessidad de acudir á fuentes estrangeras, teniendolas copiosas, y crystalinas en nuestro patrio suelo. Valdrème, pues, de la Poetica de nuestro Don Ignacio de Luzan para lo que nos queda que decir en este assunto; y sin detenerme en lo que toca á la materia, artificio, imagenes, proporcion, relacion, y demàs partes, que forman la buena Poesìa, passarè à hablar de las que corresponden á los dos referidos Dramas. Nadie ignora, que en estos debe haver fabula, episodio, enredo, y solucion, passiones, costumbres, locucion, sentencia, y aparato theatral; pero no basta saber, que deben concurrir todas estas partes, si se ignora su calidad, y el modo de emplearlas. A este conocimiento destíno lo restante de este Discurso; y siendo corto el campo, serà impossible el extenderme. Hay muchas especies de Fabula; pero para nuestro intento basta dividirla en Tragica, y Comica, y la definicion de ambas viene à ser la misma, que la de la Tragedia, y la de la Comedia. El modo de formar una Fabula es el siguiente: “Primeramente es menester empezar por la instruccion moral, que se quiere enseñar, y encubrir bajo de la alegorìa de la Fabula. Supongamos, que el Poeta quiere exhortar dos hermanos, ò qualquier otro genero de personas, que viven juntas, à estàr siempre de acuerdo, y bien avenidos: para este fin escoge esta maxima, que la discordia destruye las familias, y haciendas. Hallado yà el punto de moral, que ha de servir de fondo, y cimiento à la Fabula, es menester reducirla à una accion, que sea general, è imitada de las acciones verdaderas de los hombres, y que contenga alegoricamente la dicha maxima. Se dirà, pues, (por exemplo) que dos hombres, que posseìan en comun una hacienda, viniendo à discordia, riñen, y pleytean, y entretanto un tercero, aprovechando la ocasion, los despoja de todos sus bienes. Este será el primer bosquejo de una Fabula, que tendrá las quatro condiciones (sin las quales serìa defectuosa) de ser universal; imitada, fingida, y alegorica.” Pero este modo de formar la Fabula, tomado del Padre Le-Bossu, solo lo halla proprio nuestro Luzan para las Comedias, dudando pueda serlo para las Piezas tragicas, cuyos assuntos se toman de la Historia; y la razon es, (segun dice èl mismo) “porque en las Tragedias yá está determinado, y establecido el punto de moral, y la instruccion propria de ellas . . . . . y assi será ocioso, que el Poeta empiece à formar su Fabula por la instruccion moral, sabiendo yà, que ésta ha de ser siempre la misma en todas las Tragedias.” En este concepto, y con el dictamen del docto Pablo Benio, propone otro méthodo, que cree mas facil, y natural para formar la Fabula de la Tragedia, y dice assi: “Que el Poeta, pues yá sabe fijamente el punto de moral, que requiere la institucion, y el fin de la Tragedia, recurra primero à la Historia, y busque en ella un caso adaptado à la Tragedia; esto es, una mudanza de fortuna, ò un grave peligro de algun Rey, ù de otra persona ilustre; y hallado este argumento historico, forme de èl la planta de la Tragedia, con los nombres, episodios, y circunstancias, ajustandole à las reglas del Theatro.” Ideada, y bosquejada la Fabula Dramatica, toca al Poeta el cuidado, y primor de labrarla con varias condiciones, y requisitos necessarios para el acierto, y perfeccion de un Drama. Aristoteles enseña por menudo todas estas condiciones, y segun su doctrina, la Fabula ha de ser entera, de justo tamaño, verisimil, maravillosa, de una accion, en lugar, y es-pacio de tiempo determinado. Por la condicion de que la Fabula haya de ser entera, se entiende, que debe tener principio, medio, y fin, y esto no necessita mas explicacion. Lo que sì la necessita es el saber por dónde se ha de dár principio, y fin à la Fabula. Por lo que mira al fin, segun doctrina de Aristoteles, el tiempo oportuno es quando las cosas han hecho passage de la felicidad à la infelicidad, ò al contrario. No es tan facil determinar por dónde se ha de dár principio à la accion Dramatica. Aristoteles dejò bastante confuso este punto; pero nuestro Luzan entiende, que debiendo la accion Tragica, ò Comica ceñirse al espacio de pocas horas, debe el Poeta observar el punto fijo, en que ha determinado dár fin à su accion; y hecho esto, poner por principio aquella parte del hecho, desde la qual hasta el fin no pueda verisimilmente passar mas tiempo del que requiere la Fabula, advirtiendo, que esta parte destinada para ser principio de la accion, ha de ser tal, que necessaria, y verisimilmente preceda à todas las demàs partes, ò à lo menos no pueda probarse lo contrario. Finalmente “el Poeta (dice) ha de ser como el Escultor: éste de un gran marmol, ò de un tronco muy largo, corta, y separa solo aquel pedazo, que le parece ser menester para labrar una Estatua, segun las medidas, y proporciones, que debe darla; y assimismo el Poeta, de todo un hecho, que puede subministrarle materia para un Drama, corta, y divide solamente aquella porcion, que le parece mas adaptada para formar su Fabula, segun las reglas del Arte.” Que sea de justo tamaño es otra calidad, que debe tener la Fabula, lo qual no debe entenderse del tamaño material, ò duracion de ella, sino del justo numero, y proporcionada extension de los lances, de que ha de constar; de modo, que si estos son de tal extension, y en tal numero, que puedan entenderse sin fatiga, y conservarse en la memoria con facilidad, entonces la Fabula tendrá su justo tamaño; y al contrario, si los lances, ò acciones fueren tan breves, que facilmente se borren de la memoria por la poca impression, que han hecho en ella, ò tantas, y tan prolixas, que la confundan. Debe ser tambien la Fabula maravillosa, y verisimil; y aunque parecen opuestas entre sì estas dos condiciones, se salva su oposicion con lo que enseña el mismo Aristoteles, advirtiendo ser lo maravilloso mas proprio para la epopeya, y lo verisimil para la Poesìa Dramatica. Por lo mismo hablarèmos aqui solamente de lo verisimil, que es lo que hace à nuestro assunto. Debe, pues, la Fabula Dramatica ser verisimil; porque destinado el Theatro á mover los animos, no lo conseguirìa por medio de acciones inverisimiles, que no podrian creerse, y por consiguiente serían incapaces de persuadir; y por esta razon han querido los Maestros del Arte, que el Poeta prefiera lo verisimil, aunque impossible, à lo verdadero verisimil, lo qual debe entenderse de ciertas verdades historicas, que à veces son increíbles, y que, aunque apoyadas en la Historia, deben posponerse, substituyendo en su lugar un verisimil inventado. Hemos hablado yà de las calidades de la Fabula, de las unidades de tiempo, lugar, y accion, y de la locucion, invencion, y episodios. Falta decir algo en orden al enredo, y solucion de la Fabula, y á las costumbres, y locucion. El enredo de la Fabula se compone de los esfuerzos, que hace el Heroe, ò primer personage, para lograr el fin que desea, y de los obstáculos, è impedimentos, que se oponen à èl. La solucion debe deshacer estos peligros, y obstàculos. Assi el enredo dura desde el principio del Drama, hasta el principio de la mudanza de fortuna, y la solucion contiene todo lo restante. El modo de tejer el enredo, y la solucion es disponer de modo los incidentes, que precisa, ò verisimilmente nazcan del argumento, y que del mismo modo se desha-gan, siendo una consequencia natural, y verisimil de la misma Fabula. Todo lo qual debe entenderse por lo tocante al enredo, y solucion de las Comedias, y de las Tragedias de éxito felìz; pero no de las Tragedias, que finalizan con desgracias, y en que lo que havia de ser solucion, es origen de nuevas desdichas, que acaban con la vida del Heroe, ò con su felicidad. Por costumbres se entiende el genio, inlinaciones, ò caracter proprio de cada persona, y sirven de hacer conocer lo que es, y lo que serà, y obrarà en adelante; y deben tener quatro condiciones, que son bondad, conveniencia, semejanza, è igualdad. Su explicacion sería obra muy larga para una Carta; y siendo yà ésta demasiado difusa, podrá el curioso vèr este, y los demás puntos, que he tocado, y otros, que he omitido de proposito, en la Poetica de nuestro Don Ignacio de Luzan, donde se tratan con juicio, madurèz, y extension. Si à lo menos estas breves noticias movieren la curiosidad de los Autores, que en nuestros dias se meten de rondon à componer Dramas, à pesar de Apolo, y sin el mas ligero conocimiento de las reglas, no havrè perdido del todo mi trabajo, y puede esperarse alguna utilidad, aunque traten de árida, y seca la Carta. Vm. sabe, que estas materias, y mas tratadas tan à la ligera, no son susceptibles de adornos, ni amenidades. Reciba sin embargo esta señal de mi zelo; y creame su sincero apassionado V. J. Pareceme estoy mirando el gesto, que ponen mis lectores á esta Carta, y estoy cierto no serà mejor, que el que pusieron à la antecedente. Es cosa impossible dár gusto à muchos à un mismo tiempo. Cada uno tiene su paladar, y quiere las cosas guisadas à su modo. Las obras Didacticas son para pocos. El mayor numero de gentes no está bien con la seriedad: quiere una sal picante, y festiva; pero si se emplea porque la materia lo pide, ò lo permite, todo se vuelve brincos, y corcobos: se sacan à luz anecdotas falsas, ò verdaderas: el Pensador es un atrevido, y un insolente; y el Pensador, ageno de semejantes aplicaciones, y sin la menor noticia de estos sucessos ocultos, ignora todo esto, hasta que le refieren haverlo puesto à su cuenta. Estas, y otras semejantes bellaquerías lo enflaque-cen, y consumen; y lo peor es, que no hay una buena alma, que le tenga lastima. En fin, sean Vms. duros, ò compassivos, ò lo que quisieren; para que se desquiten un poco de la sequedad de este Discurso, aì vá essa Cartita, que acaba de llegar por la posta, y no dejarà de gustarles, si la leen con reflexion. Señor Pensador. Muy bien decia un tio mio, quando decia, que la pluma era baculo del pensamiento; pues sin ella no pudiera yo decir à Vm., porque no le conozco, la graciosa dissertacion, que oì en el Tocador de una Señora, à quien fuì à visitar. Creerá Vm. acaso, que ésta fuesse frivola, y de poca, ò ninguna substancia, por la regla general, de que ordinariamente de las conversaciones de Tocador no se suele sacar medio adarme de juicio. Pues no Señor: no es como Vm. lo piensa. De las conversaciones de esta Señora, cuya atencion jamàs se ha distrahìdo, y que sabe escuchar à todos, y exercitar su razon, casi puede sacarse medio adarme de juicio, y no crea Vm. que pondero. Pero antes de entrar en materia quiero hacer un bosquejo de la Sustentante. Es esta Señora bonita, discreta, y lo que solemos llamar chusca: atributos capaces de enloquecer à qualquier mozalvete, y aun à muchos hombres con canas, y peluca de nudos. En su semblante està pintado su espiritu; y como bulle interiormente agitado de infinitas idèas, se miran en sus ojos, boca, y semblante otras tantas contorsiones, todas à qual mas linda, y mas graciosa. Naturalmente inclinada al heroismo, y la eloquencia, ha leì-do veinte y dos veces al Methastasio, como Demosthenes à Tuzidides. Su fogosa viveza la hace algunas veces parecer coqueta; pero para estos casos suele tener hecha de antemano su apologìa, y con passò quel tempo Enea: yà es otra edad: fueron cosas de la niñèz: yà soy muger de juicio; y la modestia todo lo compone, pretende desvanecer las bien, ò mal fundadas sospechas de su inconstancia. Aborrece la gravedad; y dice, que parece tan mal en una Señora joven, como una sentencia moral en una seguidilla. Un amigo mio, hombre muy prolixo, y observador, la tiene contados diez y ocho modos de reìr diferentes, y hasta quarenta de mirar, todos alegres, todos vivos; pero ninguno profano. Algunas veces se la ha visto gemir: bostezar nunca. En fin, Señor Pensa-dor, solo un defecto, ò mala señal tiene esta Señora; y es, que và gustosa à vèr ahorcar; y en tal dia està de mejor humor, que el ordinario. Vèa Vm. què corazon tan tierno, y què lindas entrañas de piedad. Quando entrè à mi visita, la hallè disputando con tres Caballeros, el uno Cortesano, y que sabe pensar, otro, que no piensa absolutamente, y un venerable varon, muy callado, y al parecer profundo, que no hacia sino sonreirse, y tomar tabaco. Yo soy Anti-Pensadora, decia la Señora; pues aunque me gustan el estilo, y algunas aprehensiones del Pensador, no puedo sufrir, que se meta en criticar nuestras ocupaciones domesticas. Yo no he leìdo todos los Pensadores; pero me han dicho, que en ellos trata sin indulgencia à las Damas, con pretexto de corregir sus defectos; y bien pudiera el Señor mio empezar por sì mismo à corregir el mundo, y no peynarse de Ala de pichon, que no es cosa de literatos, y parece muy mal un Autor de pelo proprio. Bien pudiera tambien omitir el assunto de Cortejos, pues sabemos, que no le disgustan; y à tener menos moderacion, yà podriamos citarle algunas anecdotas de su vida. Vaya, Señores, que Vms. aplaudiendo sus idéas, quieren confundirse con el vulgo, quando debian apartarse cien leguas de opiniones tan extravagantes, è indecorosas. ¿Pero què pecados ha cometido el pobre Pensador (interrumpiò el Caballero, que sabe pensar) para que Vm. le quiera tan mal? El delite es (respondiò ella) gastar su calor natural en criticar nuestras bagatelas, quando hombres mas viejos, y de mas sesso, que esse aprendiz de Pe-timetre, se han roto contra ellas los cascos: bagatelas, que solamente lo son para los que no vèn sino la superficie de las cosas, è ignoran, que de un alfiler bien prendido, y de un lunar colocado con arte, han resultado al mismo tiempo un casamiento, y dos Cortejos. Pero si tanto deseo tiene de corregir las costumbres, y las ridiculeces, ¿por què no clama mas bien contra los Petrimetres de sombreros con borlas, y campanillas, y contra otros indignos de sus calzones? De esta manera respondia al que se impugnaba; y quando callaba éste, ella misma se arguìa amontonando especies. He querido participar à Vm. esta pequeña parte de la conversacion solo por divertirme. Dè Vm. ésta al público, si quiere; y si no, guardela, ò haga de ella lo que se le antoje. Dios guarde, &c.