Ovid. de Art. am. L. I. vers. 159.
La critica murmuracion se deleyta siempre mas en hacer presa en las mugeres, que en los hombres;
y los melancolicos ingenios tartufos, ò misantropos, amantes de los siglos passados, se creen con
derecho, autoridad, ò despotismo para censurar las acciones de las Damas. Yo no alcanzo en què
pueden fundar jurisdiccion tan negada: porque la prerogativa de lo varonil no se estiende hasta
poder tratar como esclavas, à quienes debemos mirar como compañeras. Querer syndicar maliciosamente
la presumida vanidad de las mugeres, y su solìcito deseo de parecer bien, solo con el fin de
manifestar su flaqueza, es ruindad, è infamia: ademàs, que la Naturaleza, que siempre aspira à la
mayor perfeccion en sus operaciones, dotò à la muger con especiales gracias, que negò à los hombres;
adjudicandola los adornos del arte, para realzar mas, y mas sus naturales dones. Aquellos
Reformadores Estiticos, que
Contra estas razones diràn los contrarios, que las mugeres abusan estrañamente del permiso de
servirse de aquellos adornos que prescribiò la Naturaleza para los hombres, y que contra este abuso
clamaron siempre los Oradores Christianos, y Politicos, deseseosos de reducir à su primer estado el
modo de vestirse, y tocarse de las Señoras. Los que assi hablan se imaginan, que las novedades en
los trages, que vèn en las gentes, es todo ostentacion, fausto, y gasto sin exemplar; y que lo que
ellos alaban, como modestia, recato, y economia en los siglos anteriores, no estaba inficionado de
los vicios, con que se tropiezan al presente; pues sepan, que sus quexas, y clamores, sobre reforma
de vestiduras mugeriles, no son tan nuevas, que no hallen exemplos à montones en los escritos de los
Profetas en la Ley Escrita y en las Obras de los Santos Padres, y
Pero con què compensacion les parece à los Criticos engrandeceria la Naturaleza en las mugeres la
falta de barba, con que adornò al rostro varonil? Pues la privacion de un ornato, que hace
respetable à nosotros, huviera sido en agravio del sexo, sino se le huviesse dado en remuneracion
una belleza plausible, con que se ha hecho de ella un epilogo de perfecciones agraciadas. Es.verdad
que la Naturaleza no la permite, que deslumbre con arte las propriedades, y rasgos con que el
Criador adorna su persona, y por esto vemos, que aquellas que lo intentan, valiendose del artificio,
hallan en su propio conato el castigo mas cruel de sus intentos, enmascarandose, y haciendose
ridiculas à los ojos de quantas vèn, y aborrecen el artificio. El arte, ni el estudio son capaces de
remediar con pinturas estrañas, y colores fingidos, imperfecciones impressas por la Naturaleza; y
jamàs se preferirà à la natural belleza una perfeccion supuesta, adquirida à fatigas del arte.
Siempre parece mejor un descompuesto aliño, que una afectada Tasso.
Byzantinos, y Chrysostomo, si la Naturaleza os hizo hermosas,
contentaos con esta hermosura, y conservad esta gracia para vuestros maridos, sin afear con falsas,
y remojos vuestra belleza; y si ella no os favoreciò con belleza, no por esto debais acrecentar esta
poca dicha, con nuevas desgracias del arte. Chrysostomo debe contentar à las que con cejas fruncidas quieran
persuadirnos, que los afeytes son pecados modernos, y sino oponganme algun texto, al que yo he
citado à favor de la antiguedad de este vicio.
Cantares se confiessa esclavo de los cabellos de su Amada. El pelo, y
adorno de la cabeza de la muger, es al presente natural, y propio; en lugar que el de las Matronas
heroycas, de los Criticos, era adulterino, y postizo. Y por què no serà licito à las Damas valerse
de la Peluca, quando nosotros las usurpamos el Papillote? Sea en hora buena hermoso el trage de
rodete, del moño, de la trenza; hayase despreciado en hora buena menos tiempo en estos tocados, que
aora se desperdicie en los del empapellado: todo esto no hace mas que echarnos en cara nuestras
propias ridiculeces; pues tapamos las canas de sesenta, con una peluquilla de diez y ocho: ademàs de
esto, nadie quiere ser cano, ni calvo.
Mucho mas licito, y natural es en las mugeres el aliño de su cabeza, que en los hombres. Sus
cabellos son propiamente su dote, y un patrimonio tan natural, que rarissima vez las despoja de
ellos el tiempo. Zonaro nos dà bellissimos moti-Plinio dice, que es irregular, y extraordinario, vèr una muger calva; y en
efecto la cosa mas ingrata à nuestra vista es la muger privada del ornamento de su pelo.
No hay Historia alguna, que entre las costumbres de los Pueblos no haga mencion de la escrupulosa solicitud mujeril en adornar su cabeza. Las Matroñas antiguas apreciaban sobre manera, el pelo de color de oro, haciendo consistir en ello su perfeccion, y mayor belleza.
No escusaban gastos, ni tiempo para teñirle de este color; y si aora tenemos adversion à ello,
es, porque la vulgar creencia tiene, que eran roxos los cabellos, y la barba de Judas Iscariotes. Esta vulgaridad errada, no es muy antigua; porque en los testimonios, y
autoridades de los Escritores del tercero, quarto, y quinto siglo, vemos reprehender en las Damas,
su loca, y descomedida passion para el pelo roxo, ò color de oro. En ellos leemos los nombres de las
drogas, que empleaban para teñirlos roxos, aquellas que no los tenian de este color por San Juan Chrysostomo se reìa de que el capricho de las mugeres de su tiempo,
llegaba hasta desear fuessen de oro los suelos, y las paredes de sus casas; y si fuesse dable, los
ayres, que respiraban, y los cielos, que las cubrian. El Santo dice, que se corre de vèr las locuras
de las Damas, que teniendo verguenza de la hermosura, con que les regalò la Naturaleza, estudian
medios para obscurecerla, y mudarla enteramente en su persona. No escusan, añade, gastos, fatigas,
ni medios, para teñir de color de oro sus cabellos, usan mil artes, à fin de parecer bien: y nadie
serìa capaz de arrestar el rapido buelo de sus intentos, sino hallassen contraste en un resto de
pudor que se opone à su demencia de tener cabellos, cejas, labios, y quanto vèn, y tocan de oro.
Quieren imitar al Rey de Persia, que tenia la barba de este metal, y desean que lo sean sus
cabellos. Elio Capitolino nos cuenta, que el Emperador Vero
estimaba tanto sus rubios cabellos, que con singular, y ridicula mania, los humedecia, y rociaba à
cada instante con oro fluido,ò los pulverizaba con limaduras del propia metal: de modo, que el pelo
despedia brillantes rayos, quando el Sol heria la cabeza del Monarca. San Clemente Alexandrino hace una ingeniosissima relacion de los medios que
empleaban las mugeres de su tiempo, para cuidar de sus cabellos. Dice, que debemos mirar con horror
el pelo de las mugeres, porque es prestado, y adulterino, y trata de impiedad el estilo de servirse
del de difuntos para texer lazos, y cautivar à los vivos. Pregunta, què cosa bendice el Sacerdote
quando se presentan semejantes mugeres, para que las imponga las manos: si bendice la persona viva,
ò el pelo de los muertos que las adornan. Tertuliano dice, que es cosa impìa, y abominable ver, que las mugeres
prefieran à las cosas naturales, dispuestas por Dios, otras fingidas, y artificiosas, que son obras
del demonio. No sè, añade, por què pintado con San Gregorio Nazianceno, amonesta à las mugeres, que no sigan la moda, y el
estilo del tocador; que no engalanen su cabeza con cabellos fingidos, ni con aquellas pomposas
decoraciones, y frontispicios de entalles, y molduras, mas propias para torres, y edificios, que
para cabezas de mugeres: Que horror, dice, causa vèr que un rostro hermoso se convierta en una
horrible mascara, y que de un semblante ayroso, y apacible, se hace una fantasma nocturna!
Insensiblemente hemos declinado hacia la antiguedad, por no dexar que decir à los que acusan al
mundo de empeorar continuamente; y sin pensarlo me viene à la memoria una pregunta de Christo, sobre la mudanza del pelo con que las mugeres procuran distinguirse.
Quièn puede convertir cabellos blancos en cabellos negros, preguntaba el Divino Maestro, sino solo
Dios? Mas facil es que las mugeres los tiñan de color de oro para hermosearse, que negros, para
encubrir su arrepentimiento de haver llegado à viejas. Yo no sè si entonces havia peynes de plomo, ò
aquellos secretos, que se anuncian en las esquinas para semejante industria. Tienen algo mas que
desear sobre esta materia, los que canonizan la antiguedad, unicamente para zaherir con mas desahogo
los estilos modernos? No està probado con claridad el caso que merece la patraña de los cabellos, y
de la barba roja de Judas Iscariotes, por el testimonio que dàn los
Christianos primitivos, à favor de un color que tanto aborrecemos? Nadie crea, que defiendo errores,
ni abusos. Con furia deslucen à la Naturaleza aquellas ancianas, que à fuerza del arte quieren
reformarse, y se empeñan en quedar siempre niñas, haciendo azabache aquello que con razon es
sier-Augusto entrò un dia en el
Gabinete de su hija Julia, al tiempo que se estaba tocando. El Principe que
viò el engaño de sus cabellos, la dixo con estudiada indiferencia: què partido tomaria, si la
diessen à escoger entre ser cana, ò calva. Respondiòle la Doncella, (que no havia advertido la
malicia de su padre) que mas quisiera ser cana, que calva: à lo que replicò Augusto, pues què razon tienes para hacerte calva antes que sea necessario, y para componer tu
cabeza con cabellos comprados? Judith, para cautivar los ojos de Holofernes, puso
especial estudio en hermosear su ca-Alapide presume, que
se sirviò de un hierro para rizar los cabellos. Esto no lo podràn creer, aquellos, que, impugnando
todo lo moderno, vituperan magistralmente las Modas mugeriles. Pues valga por lo que valiera. La
frenesì de tener hermoso pelo, no es mas estravagante oy dia, que lo fue antiguamente. Apenas hay
Historiador, que no hable de la embidia que tenian las mugeres Romanas, de que las Alemanas, y
Flamencas tenian mas bello pelo por naturaleza, que ellas por arte: Tacito, Silio
Italico, Plutarco, Marcial, &c. son abonos de lo que digo.
Hasta estos barbaros, tan favorecidos de la naturaleza en esta parte, se valian del arte, à fin
de dàr mas lustre à su belleza.Ovidio, ponderando, este mugeril cuidado, alaba los cabellos de los
Theutonicos, y dice, que los Peluqueros de aquel Paìs iban à Roma para componer con pelo postizo la
cabeza de las Damas Romanas.Plauto. Multa sunt mulierum vitia, sed hoc é multis unum maximum est: Cum
nimis placeant, nimisque operam dant, ut placeant viris. Plauto. No lo creen los
adversarios de la compostura del papillote? Pues visiten el Jardin de Aranjuèz, y noten algunas
estatuas antiguas el rizo, alli veràn el orden, y compostura del pelo, que no ha muchos años, era de
la ultima moda entre las Damas de la Corte.
Duende honra à su sexo, con tal, que este se contenga en los
limites que se ha prescrito à sì mismo, de no disminuir, ni oponerse à las prerogativas que las
mugeres gozan de immemorial tiempo. Esto es decir, que no leeràn los papeles del Duende, si este se persuade, que haràn impression sobre ellas, los avisos que las diesse con
severidad ceñuda, ò las condenaciones que pronunciasse sobre cosas que en su espiritu passan por
indiferentes; y aunque en esto me parecen algo injustas, respecto que debieran considerar que toda
la fuerza de los argumentos del Duende se reduce simplemente à convencerlas,
que deban preferir las calidades del espiritu à los cuidados de su corporal belleza; esto es, que es
menester antepongan lo mas essencial à lo que lo es menos: no me quexo de su opinion erronea, porque
la experiencia nos enseña todos los dias, que el espiritu del hombre robustecido por una educacion
formal, y consequente, queda muchissimas veces victima del er-
Atengamonos à declarar la guerra à la mudanza, y poca duracion de un estilo que se admite en el
arte de adornar la cabeza de las Señoras, y no al adorno mismo: pues al cabo, què ganarèmos, sino es
dàr nuevos motivos para lamentarse las Señoras que les apretamos mas, y mas el dogal de la
servidumbre, y que la embidia de los hombres, de verlas mas à proposito para ser idolatradas, las
Si los hombres quisiessen desnudarse de aquella caprichosa pasion de soberania que pretenden en
todo, confessarian de contado, que en las operaciones mugeriles no entra menos ciencia que en las
artes, que ellos exercen.Què cuidados, què estudios, no requiere el manejo del pelo de las Damas,
para que estas España. Oygamos, pues, sobre esto hablar à
una muger, que nos lo dirà con suma energia.
Don Diego Retuerto. Duende: no piense Don Diego, que me empe-Caballero Duende, besa las manos.
Paù en Bearne en 15. de Junio de este
pre-Madrid, dos sugetos de los mas diestros, que de esta parte de la Garona
hayan passado à Parìs, para perfeccionarse en el manejo de las cabezas, y
coordinacion de los cabellos de las Señoras. Mi Correspondiente dice por mayor, que ambos son
diestros, buenos mozos, y de pocos años, y que un Amigo que tiene en Parìs,
el qual les abona por excelentes Rizadores, le suplìca les procure algunos conocimientos en esta
Corte de Madrid. Yo no hallo mejor medio para cumplir con el empeño, en que
me pone mi Correspondiente, sino avisar con tiempo, por carteles que se pondràn en las esquinas
acostumbradas, y por el Diario su llegada; para que las Damas, que quisiessen servirse de ellos,
apalabren sus visitas, pera [sic] tener el honor de poder divulgar las primeras modas, y las
novedades mas recientes, que en el tocar se huviessen introducido en París, y
en Versalles.
FIN.
El Discurso siguiente saldrà el Sabado 29. de Agosto de 1761.
En Madrid: Con las Licencias necessarias, en la Imprenta del Tribunal de la Santa Cruzada, Calle de las Hileras.
Se hallarà este, y todos los siguientes en las Librerìas de Antonio Sancha,
frente del Correo; en la de Bartholomè Lopez, Plazuela de Santo Domingo; y en la de Bartholomè
Ulloa, frente del Salvador.