El Regañón general: Núm. 58.

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Nível 1

Núm.° 58

Sábado 21 de Julio de 1804.

Secretaría.
Correspondencia literaria del mes.

Nível 2

Carta séptima.

Nível 3

Carta/Carta ao editor

Señor Regañador mayor de Madrid: Muy señor mio:

Metatextualidade

Vaya que tiene vmd. unas cosas que no estan escritas. Pues ¿es posible que ha permitido vmd. se pongan en letra de molde en el Numero 52 y 53 del año pasado las sandeces que con fecha de 13 de Noviembre me atreví á escribirle? Lo particular es que yo no lo he sabido hasta hace pocos dias, porque como los años andan tan climatéricos, y este invierno pasado ha sido tan duro que aun no ha ablandado todavía, viendo que en casa se iba el pan escaseando, y en la de los vecinos lo estaba ya, hube de determinarme á tomar las de Villadiego, y salir con mis alimañas á buscar aventuras, como buen caballero andante, que para eso soy paisano del mas famoso que tuvo España. Ello es cierto que ninguno es profeta en su patria, como dixo que sé yo quien, y que la industria es compañera precisa de la labor, y no estarse mano sobre mano, como hacen los mas de mis compañeros, esperando que les llueva por la chimenea. No señor, el arado solo no lo puede dar todo, y es preciso saber aprovecharse de lo que él produce, y de lo que proporciona; pero este cabo quedará pendiente para otra ocasion, que ahora quiero decirle á vmd. otra cosa.

Narração geral

Pues señor, dexé mi hogar, como iba diciendo, á poco de escribir á vmd., y quando volví estos dias atrás, harto de rodar mundo, aun no habia tomado posesion de los rincones de mi casa, y ete al sacristan que entra á llamarme de parte del señor Cura; yo, la verdad sea dicha, me acordaba del Regañon lo mismo que de la primer camisa que me pusiéron, y como tengo un hijo, segun he dicho á vmd., estudiando para holgazan, y además una chica que le gustan mas los moños que la rueca, y que quisiera tener ya casa, aunque fuera peor que la de su padre, temí si en el tiempo de mi ausencia pudiesen haber dado que decir en el lugar; algo de esto hice entender a su madre, quien como una leona, y con muchas voces alabó la conducta de los muchachos, y su cuidado con ellos, pues al chico, dixo, no le he quitado el pie sobre el pescuezo, y he tenido siempre puesto el ojo sobre la chica; trabajosa postura es para todo un inyierno, le respondí, tomando la montera, y saliéndome con el sacristán; tú que tal dixistes, los gritos que vino dando tras de mí á la puerta me acompañáron hasta la del Cura, quien así que me vió me asió de la mano, y me encerró en su quarto. En qué vendrán á parar estas misas, decia yo entre mí, sin atinar en ello, hasta que le vi sacar un legajo de los papeles de vmd., que al punto conocí, y donde acabó un susto empezó otro, pues confieso que me quedé perplexo al verme un pobre patan y en letra de molde. En fin, por abreviar mi cuento, dicho señor me hizo entender que estaba obligado á cumplir mi palabra escribiendo á vmd. los daños principales que mi larga experiencia me ha hecho conocer en la labor, y los medios de impedirlos, pues con dar al público mi anterior carta se me habia admitido la propuesta, y que al buey por el cuerno. Tanto me predico sobre este asunto que casi me lo puso por punto de conciencia, y hube de prometerle hacerlo así quanto salgamos de las faenas del próxîmo Agosto, sin dexar ántes de dar á vmd. las gracias, como lo hago, por haber honrado mi papelote, dándóle lugar entre los distinguidos, cosa á que estamos poco acostumbrados los labradores. Pero ya que he empezado á charlar no puedo menos de decir á vmd. que en mi viajata he estado en Madrid; sí señor, dentro del mismo Madrid he pasado lo mas del invierno, y si vmd. viera lo que he cabilado, y lo que he tenido que ir y venir con lo que allí he visto, no pudiera dexar de reirse. Bien dicen que las cosas desde léjos parecen mejores, y como decia un tio mio que fué soldado de caballería en las guerras de Italia, y era muy noticioso: mas se estudia andando que velando. Yo, como todos tienen tanta manía con el tal pueblo, lo tenia acá figurado en mi calletre como una cosa, qué sé yo como; pero ahora que he estado en él despacio, le aseguro á vmd. que no lo cambiara con mi lugar, aunque no es de los mejorzuelos. Señor que es muy hermoso, todo pueblo rico lo es; es muy grande, tiene muchas casas, hay mucha gente; vea vmd. porque es chico mi lugar, porque no tiene gentes, ni casas, y las que hay son feas, porque son las mas de familias pobres.
No señor, al grano, al grano, esto cae por fuera, y á mí no me admira; lo que me admira es, que ó tengo todos los sentidos al revés desde el dia en que nací, ó allí tienen empeño de hacerlo ó entenderlo al revés todo. ¿No ha reparado vmd. en la cabeza del reyno, y en el ombligo de España, que ninguno quiere parecer español; todos visten, unos á lo herege, y otros á lo cismático; y si no algun machucho, que juzgué seria de los allegados á su Tribunal de vmd., ninguno va á lo católico? pero si llegan hasta á la tontería de querer enmendarle á Dios la plana, aparentando que tienen las caderas debaxo de los sobacos, que les salen las piernas desde el pescuezo, que es este mas gordo que todo el cuerpo, y que no les crece el pelo mas que á los negros de Angola: yo estaba en que las modas las sacaban para parecer mejor de lo que son, pero ya veo que las llevan para parecer matachines, ó para imitar el quadro de las tentaciones de San Anton. ¡Ah española antigua de mi alma, que cada vez que veo los pañales de corte que tiene un hidalgo de este lugar, en que está toda pintada la vida de D. Quijote, uno de sus abuelos, me quedo elevado! Aquellos son trages que en quitándoles tal qual friolerilla, que tambien alteró la moda, se quedan ayrosos, libres, y con la gravedad natural que distinguia á nuestros antiguos, y aun solo pintada nos parece bien. Pero esto y otras muchas cosas yo las concibo, y no las puedo parir; vmd. y los suyos sabrán regañarlas como y quando convenga, aunque creo que será predicar en desierto, pues se han hecho á las voces como los gorriones de la vega. Vamos á lo que á mí me ha dado mas choz, y á lo que ménos mal entiendo.

Exemplo

Acuerdóme ahora de un griego qué escribió sobre el modo con que se conocen las gentes de todas clases, y á que se inclinan, y hablando de los labradores dice que quando venimos á la capital no nos admirarnos de ver los grandes edificios, ó las carrozas de oro, y nos paramos á considerar un caballo, una mula, un perro, ú otra cosa así que diga con nuestro exercicio; y me parece que él tambien lo dice con su poco de retintin. ¡Haya viejo candongo! ¿Pues en qué quiere este mostrenco que nos paremos? Si tuviera dos dedos de frente conociera que los que estamos hechos á ver la naturaleza desnuda, y las cosas como son en sí mismas, no podemos hacer mucho caso de aquellas á quien da un valor falso la tontería, y aun los vicios de los ciudadanos.

Narração geral

Unos paisanos me lleváron á eso que llaman el Prado un domingo en la tarde; yo creí iba á ver una gran dehesa de excelentes pastos que tendrian destinada para engordar las carnes del abasto; pero ¡quál me quedé quando en todo él no encontré yerba para que se dé una panzada un borrego! Al punto colegí que le llamarian así porque tendrá otros pastos de que yo no entiendo, y de que gustarán los madrileños. No fué menor mi asombro, y tambien mi lástima, al ver allí juntas todas las mulas del mundo, á lo menos todas las mejores del reyno: le aseguro á vmd. que con mis barbas y mi camison me faltó poco para llorar contemplando aquellos animalitos ocupados una tarde entera en dar vueltas á un lodazal. ¿Y para qué? Para tirar de un carricoche en que suele ir alguna señorita que no pesa dos onzas, y que pudieran muy bien llevar colgada de una cerda de la cola. ¡Pobres mulas de mi corazon y de mis entrañas! decia yo gemequeando, ¿es posible que habiéndoos dotado Dios de fuerzas y de docilidad para servir al hombre, ayudándole en aquellos trabajos con que debe proporcionar su sustento, y haciéndole mas productivo el sudor de su frente, han de ver mis ojos consumirse tan preciosas ventajas en servirá la vanidad y y á la moda? Vosotras ocupadas toda la vida en paseos inútiles, caladas del agua, pasadas del hielo, á las esquinas de un teatro, ó á las puertas de una tertulia, mal cuidadas y peor traidas, aunque muy galanas; y esos campos incultos por no poseeros el pobre labrador, que con vuestra útil ayuda sacaria de las entrañas de la tierra los abundantes tesoros de lá verdadera riqueza. ¿Qué haceis dormidas en tan vergonzosa esclavitud? Volved sobre vosotras, recobrad vuestros brios, dad cien pares de coces, y desvaratad esos carricoches que os oprimen; tirad quatro corcobos, y arrojad esas guarniciones que, aunque llenas de adornos, os afrentan, y venid conmigo que os conduciré á donde un trabajo moderado y bien distribuido restablezca vuestro vigor y vuestra arrogancia, donde seais útiles al hombre, y cumplais con el fin á que os destinó la naturaleza, donde un campo abierto ofrezca liberta á vuestros retozos, y á vuestros revuelcos, donde una yerba fresca y una agua corriente refrigere vuestras bocas, y las sane de las crueldades de un duro hierro, donde:::
¿No le parece á vmd., señor Presidente, que me sobra la razon por encima de los cabellos? Pero no por eso quiero decir que todas las mulas se han de destinar precisamente á tirar del arado, pues en esto, como en las demas cosas, debe haber su mas y su ménos: yo me explicaré como pudiere. Mire vmd. no me meto yo con las que se ocupan en toda especie de carruages de transporte, porque estas estan bien destinadas, y son allí tan útiles y tan necesarias como en la labor. Tampoco me meto en que los sugetos gordos, y que hacen ruido, ó por su nacimiento, ó por sus puestos, tengan un mueble en donde ir, porque ni pueden ni deben ir á pie, y al raso en todo tiempo, y en todas ocasiones, y mas quando ya no se usa montar en mula con gualdrapa, ni es señal de riqueza cabalgar en burra como lo era antañazo: vaya, que lo usen tambien los viejos y baldados que tengan posibles para ello, pues no se han de estar en un rincon rezando, aunque era lo mejor, y los ojos son siempre niños: que lo gasten otros por este estilo, aunque todo con moderacion; y si vmd. quiere echarle el agua al molino quédense los coches Simones de la primera fundacion, pues sus mulas y mozos, tan inútiles que para ninguna otra cosa aprovechan, suelen servir para sacar una parida á misa, ó á paseo un convaleciente, para llevar á su casa el que se puso malo fuera de ella, ó para alguna boda ó bateo de gente que no lo cata mas en su vida. Pero que el que necesita uno ó dos coches tenga cien tiros de mulas, solo por ostentacion; que lo tenga todo churriburri sin saber por qué, y aun sin poder sostenerlo, y que por moda una mocita y un jovencito han de ir siempre enjaulados, quando les seria mejor para su salud y para su genio dar quatro carreras por esas calles y por esos paseos; esto es lo que me revienta, y lo que yo digo que lo entienden al revés, y hacen un gravísimo perjuicio á la labor, y á la nacion entera. No señor, tenga tiros de mulas el que deba tenerlos, y tenga solo los necesarios; si quieren tener carruages de luxo tengan para ellos caballos, y si ha de valer la rareza tengan borricos pios, osos blancos, cebras, corzos y venaos, ricuñas, camellos y elefantes, ó de aquellos como caballos que creo llaman girafas, y tienen quince varas de pescuezo, pues poniéndoles en la cabeza un penacho, aunque no sea mas que de otras seis, saldrán por cima de los tezados. Esto seria ostentoso, y haria mas vistoso un paseo con tanta variedad de tiros, todos raros, que es el punto, y los jaeces y adornos podrían variarse mas que ahora, pues para ello daba lugar el diferente tamaño de estos animalitos, y dexen las mulas para que las pueda comprar el labrador corto, y el asendereado carruagero, que como las buenas las tiran tanto en la corte y poblaciones grandes, y las medianas las sacan á centenares para las cabañas (dexo por ahora los perjuicios que estas causan sin alguna ventaja conocida), solo le quedan las mas pequeñas é inferiores á un precio tan subido que el año en que tiene que hacer compra consume toda su cosecha, ó se empeña para tres ó quatro. Ni vale el decir que para la labor se usen bueyes, que son los animales mas propios, pues aunque esto sea así, no en todas partes pueden usarse, y ménos en la Mancha, no porque los aborrezca el labrador, como se cree, y sí porque hay mil inconvenientes que lo impiden, y que son muy difíciles de vencer sin mudar todo el presente estado de cosas, como suelen decir de dentro á fuera, y esto no es obra de un año, y aun creo que ni de un siglo, pues es menester mucho pulso, y que la breva se vaya madurando por sí misma y poco á poco. Ya hablaremos de esto en otra ocasion, que todo se andará si el palo no se quiebra. Si mucha lástima me causáron las mulas, no fue menor el coraje que tuve al ver el monton de lacayazos eternos de que iban tirando. ¡Qué es esto señor! ¡Qué hace aquí esta gente, ó de qué sirve! ¿No estuvieran mejor en un campo ó en un exército? Vea vmd. aquí lo que digo que estan empeñados en hacerlo todo al revés, ó yo no entiendo nada al derecho. ¿No conoce vmd. el perjuicio que en esto que parece una friolera ocasionan á la labor, y aun á todo el reyno? He oido decir que ha salido una orden para echar de Madrid á todos los holgazanes que no tienen destino; esto es muy bien hecho, y semejante casta de gentes inútiles para todo, y que á nada sé aplican, son la peste de los pueblos, y es menester, ó que trabajen por fuerza, ó hacer con ellos lo que las abejas con sus zánganos. No me paro yo en estos, y sí en los otros que se dice estan destinados, y aun que se creen como precisos. Parece necesario, y lo será sin duda, el que un señor miéntras mas grande sea tenga mayor número de criados de quien estar rodeado, comido y mal servido. Muy enhorabuena, en esto dan á entender que tienen mas necesidades que los demás hombres. Pero señor, ¿por qué para lacayos han de tener hombres como castillos? ¿Por qué el portero con su bandolera tan ancha como dos cinchas, y su baston de cabeza gorda, ha de ser un bestiaza que se parezca á aquellos gigantes que hay en las puertas de los castillos encantados? Para abrir ó cerrar un coche, para dar un recado, y servir un plato, ¿no era suficiente un hombre pequeñillo, un patituerto, ó un jorobado? Para estar en la puerta, y decir: ha salido su Excelencia: no está en casa el mayordomo: aun no ha venido el secretario: ¿no bastaba con un enano, ó un tullido? y si el golpe es que haya en ella estafermo, ¿no podían poner un palo con un morrion, un escudo, unas mangas, medias, guantes, y zapatos de hierro, con sus picas y lanzas al rededor, como pintan en algunas estampas? ¿No seria mejor que ocupasen en esto á personas que no pueden servir para otra cosa, ostentando así no solo su grandeza, sí tambien su caridad, y que enviasen enhoramala á doblar los lomos, y exercitar las fuerzas á tanto alcornoque como hinche sus zaguanes, y apesta sus casas, cubiertos de galones, y mas llenos de vino, de insolencia, de pereza y otros vicios? ¿Serán acaso estos señores mejores que la Virgen de mi lugar? Pues á fe que esta Señora el dia que sale en procesion lleva las angarillas recalcadas de muchachos, ciegos, estropeados y tullidos, de modo que no la pueden estremecer entre doce zagales como pinos, y la Señora lleva á sus pies aquellos en quien exerce su misericordia. Pues ¿quánto mas honrado y bien acompañado iria un señor si en vez de ocupar la trasera de su carroza con un volante, un cazador, un turco, y diez lacayos, la llevase cargada de aquellos infelices de que tanto abunda el mundo, incapaces por sí mismos de adquirir su sustento, y solo atenidos á la compasion que en los demas excitan sus trabajos? Estos sí que le darian una verdadera honra, pues aunque callados irian diciendo á voces: aquí llevamos como en triunfo al bienhechor de los infelices, al enemigo de los vicios, y ai que sabe entender la caridad, y emplear útilmente las riquezas. Además de esta clase de gentes hay otros muchos bigardos en la corte, que parece estan ocupados, y huelgan sin vergüenza como las mugeres que hacen calceta: dé vmd. conmigo una vuelta por esas calles, y encontrará á docenas de estos que digo: quatro ó cinco en cada botillería; tres ó quatro en la alojería; dos ó tres en el figon; cinco ó seis en la hostería; diez ó doce en las fondas; ciento y cinqüenta en las cocinas y reposterías de los Grandes, todos con el mandil al hombro y la viga derecha: vaya vmd. á las plazas, y los verá todo el dia junto á un manojo de apio y escarola, ó con una peseta de capital empleado en las verduras que da el tiempo; vea vmd. uno sentado tras de un barreño de aceytunas rayadas y podridas; allá pasa otro con el mismo comercio, pero las lleva en un barrilillo; allí queda aquel con tres pucheros, una cazuela, dos jarras y seis xícaras; vaya ese que trae bollitos á quarto; es otro un buen par de melones; este otro yesca y piedra fina; el de las hormillas de hueso, botones de hilo, vaynas de tixera, y bolsas de reliquias; item otro, bastones de moda, un relox, una escopeta y viricues; contra la pared un caxon de libros viejos, estampas rotas, romances y comedias de Calderon; en la esquina cucharas de palo, husos, molinillos; en aquel portal quincalla fina, una navaja, unas tixeras, llaves de relox, charreteras, limpia dientes, cachuleros; en el de mas allá memorialista; en aquella mesa Santos de barro; en esa muñecos de plomo: no miremos mas que se anda ya la cabeza; pero aun queda ese mozo con el cesto de los trapos dándonos en los hocicos, y aquellos que en lugar de vender compran zapatos viejos, hierro viejo, trapos y pieles de conejo. Vamos á ver que hay en esos caxones; en el primero un hombre y vacallado mojado; en el segundo otro, y un barril de escabeche; en el que sigue otro, y naranjas y limones; mas allá otro con pasas y higos; item otro con yerbas medicinales; otro con manteca y legumbres, fruta seca; el último con pan, y la tableta de la leche de burra; tal qual muger se ve en alguno, y tal qual viejo con los comercios anteriores, luego tambien pueden verse en todos, pues no parece son estos oficios de mucha fuerza. (Se concluirá.)
Aviso. El tomo II. de esta obra que cotnprehende desde el Número 1.° hasta el 52 de este año, se vende en la librería de Alonso á 24 reales en rústica y 28 en pasta.

Con Real Privilegio.
Madrid

En la Imprenta de la Administracion del Real Arbitrio de Beneficencia.