Référence bibliographique: Anónimo [Ventura Ferrer] (Éd.): "Núm. 45.", dans: El Regañón general, Vol.2\45 (1804), pp. 353-360, édité dans: Ertler, Klaus-Dieter / Hobisch, Elisabeth (Éd.): Les "Spectators" dans le contexte international. Édition numérique, Graz 2011- . hdl.handle.net/11471/513.20.5036 [consulté le: ].


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Núm.° 45.

Miércoles 6 de Junio de 1804.

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Concluye la Carta del Número antecedente.

Niveau 3► Lettre/Lettre au directeur► Si hubiese necesidad de esforzar esta reflexîon, vmd. mismo me daria los medios en las siguientes cláusulas de su prólogo.

Niveau 4► "Ya no es nuevo para el médico filósofo el conocimiento de las masas, velocidades, cantidades, combinaciones, impulso, accion, reaccion, fuerzas y resistencias que pueden reducirse algun tanto al cálculo matemático... Mas sin embargo de que las ciencias auxîliares han hecho tan importantes servicios... es necesario saber que su estudio no basta para el conocimiento de los movimientos vitales y animales, y de las leyes que los gobiernan... Los datos conocidos en que se fundan los cálculos de las ciencias físicas no son enteramente aplicables á la máquina orgánica de los animales, y así el físico que quiere explicar las acciones de la vida físicamente, se halla burlado, y tiene que dexar las leyes del movimiento, &c. al ver efectos mayores que la causa.” ◀Niveau 4

Vea vmd., señor Traductor, como la verdad misma se le sale á vmd. de la boca, y como por su fuerza y virtud natural rompe qual el sol las nieblas que la ofuscan, y aparece en todoel lleno de su bellísimo resplandor. En efecto, si esas ciencias auxîliares tan decantadas no son aplicables al sistema vital, ¿cómo, ni quando, ni por qué han de ser la raiz, fuente y principio de los adelantos y mejoras de la medicina práctica? ¿Se atreverá vmd. á curar con todas ellas un sabañon? Y ¿qué conseqüencia mas obvia pudiera deducirse de las proposiciones que acabo de extractar, sino la fatuidad de los que quieren inculcar la física con la medicina, rodando ésta sobre unos hechos que no puede entender la otra? Vea vmd. porque hay y ha nacido siempre muchos y muy eruditos charlatanes, y po-[354]cos médicos. Estas erradas máxîmas, esta manía de filosofar, estas ideas tan comunes como absurdas, inspiráron á un novel escritor el donoso discurso que con el título de: Reflexîones sobre la verdadera significacion de la voz práctica en la medicina, se insertó hace poco en el periódico intitulado: Variedades de Ciencias, &c. discurso que solo puede servir á elevar el natural orgullo de la juventud, desviándola de aquella prudente timidez y juiciosa desconfianza que ha formado sola y exclusivamente á los buenos prácticos, y á dar arrogancia y osadía á los médicos principiantes para resolver con prontitud donde los profesores consumados proceden con la mayor pausa y circunspeccion.

Mas arreglado me párece el discurso de vmd. quando dice: Niveau 4► Que si queremos emplearnos con utilidad en el conocimiento del hombre y sus varios estados.... sea observando atentamente las modificaciones que sufren sus órganos por la accion de los agentes ó estímulos que los afectan. ◀Niveau 4 En esto me parece que habla vmd. con todo fundamento: esta observacion es el camino real de la medicina; muchas observaciones idénticas nos darian una experiencia segura, juzgariamos de unos hechos por otros hechos, jamas fatigariamos el discurso para hallar la razon del método acomodado á las dolencias ya conocidas, y repetidas veces curadas con acierto; lo reservariamos como oro en paños para las menos patentes, y entónces no iriamos á cazar moscas como los filósofos y químicos acostumbran, sino que atentos á descubrir semejanzas y analogías entre la enfermedad ignorada y las bien sabidas, hariamos tentativas prudentes, oiriamos á sabios, á ignorantes, y á quantos hubiesen ensayado la prueba de algunos remedios contra aquella dolencia, y de esta manera llegariamos á saber mucho de medicina, aunque supieramos muy poco de las ciencias que llaman sus auxîliares.

Pero continuemos estos reparos: dice vmd. que la fisica, la química y la historia natural son sin duda ninguna los preliminares de la medicina, que todos los seres influyen en el hombre, y así se han de conocer todos ellos, y las leyes que los gobiernan, pero con mas particularidad se ha de entender la economía animal.

Pero yo haré presente á vmd. que no bastando la vida del hombre para saber bien esos preliminares de la medicina, seria cordura desistir de un empeño que rayaria en lo imposible; yo creo que todo hombre sensato conocerá que no es lo mismo tomar una tintura superficial de tan vastas ciencias, que poseer-[355]las con la extension y claridad que vmd. apetece; lo primero no es difícil, pero lo último no es tan fácil, ¿seria temeridad afirmar que es imposible? Pues por lo que hace á la economía animal no es tan llana la inteligencia que vmd. exîge, quando esta física particular de los cuerpos vivientes es mas árdua y ménos asequible que la general y comun á todos, así vendria á suceder que por donde se intentara adelantar y facilitar el estudio de la medicina, por allí mismo se perdiera el arte, y aun se hiciera imposible.

Diré lo que pienso sobre este punto, y valga lo que valiere.

Á la medicina solo incumbe exâminar los efectos convenientes ó repugnantes á la salud, producidos por el contacto de los seres naturales con los órganos vivientes. Los límites de la salud son muy extensos, y son infinitos los contactos físicos que ni quitan ni ponen en ella, de lo contrario nadie gozaria un solo instante de salud, no habiendo un solo instante en que mil causas visibles é invisibles cesen de obrar en el hombre, así que, aun quando el hombre tenga infinitas relaciones con todos los cuerpos del universo, solo las que pueden destruir ó reparar su salud deben llamar la atencion de la medicina, y el modo con que se haya de dirigir el arte en aquellas observaciones lo enseña cada dia el natural exercicio de nuestro entendimiento. El fruto, por exemplo, de un árbol no conocido, se exâmina primero por la vista, después por el olfato, luego por el sabor, y últimamente se ofrece á los animales para ensayar sus efectos en unos vivientes que tanta analogía tienen con nosotros en su constitucion animal; si observamos que no les daña, ya es muy probable que puede convenirnos, pero aun no tenemos entera seguridad. La sustancia que nutre á un viviente puede atosigar á otro; resta pues ensayarla en nosotros mismos, y estar atentos á las resultas, hasta que convencidos del daño ó provecho la adoptamos ó la huimos, y no sé yo que para estas prudentes, fáciles y sencillas indagaciones haya necesidad de apelar á la física, ni á la química, ni á la historia natural, ni á las leyes de la vital economía.

Pero supongamos por un instante que de solas esas ciencias pendiese la importante resolucion de esta duda, y en primer lugar la historia natural nada nos diria, porque el árbol y su fruto se suponen desconocidos; la física nos informaria de sus qualidades sensibles, pero no de aquellas propiedades intimas que llamáron los peripatéticos con muchísima razon à tota rei subs-[356]tantia, por no descubrirse la razon de ellas, sino sus efectos solamente; la química haría sus maniobras, y sacaria qualesquiera cosas, que llamaria principios, pero que además de no exîstir de aquel modo en el fruto, no le darían luz para saber si era un tósigo ó un alimento; en suma, siendo limitadísimos los conocimientos que tenemos de la economía animal, seria imposible salir de la duda, ni conseguir la confianza que se deseaba tener para usar aquel fruto, ó el conocimiento preciso para evitarlo.

Continuemos, si á vmd. le parece, esta reflexîon, suponiendo que el fruto de que tratamos fuese la ciruela, que en las primeras tentativas comimos pocas, y con mucho temor, y que animados por el buen efecto las comimos en demasía, por lo que sufrimos una soltura de vientre fácil y nada dolorosa; en este caso dudariamos si por indigestion ó por virtud del fruto sucediera el efecto; repetiriamos pues los ensayos variando las cantidades, y atentos á las resultas hallariamos claramente que la ciruela en corta cantidad era un alimento ligero y muy digestible, y que comido en demasía era un suave y benigno purgante, sabiamos pues quanto se necesitaba para usar de aquel fruto, ó cómo alimento, ó como medicina, y esto sin química, física, historia natural, ni conocimiento claro de las facultades vitales; por tanto, me parece que no todas, sino solo algunas de las relaciones que los seres naturales tienen con la máquina humana, deberán ocupar á los profesores de medicina, y que en su exámen hay mas necesidad de una buena lógica, que de las ciencias á quienes atribuyen tanta importancia los modernos escritores de medicina.

Continuando en su modo de pensar dice vmd. que el médico filósofo debe estudiar al hombre exâminando y analizando las propiedades vitales, y los agentes que las excitan; saben las relaciones que tienen todos los cuerpos de la naturaleza con el ser viviente; como se estimula éste en conseqüencia de su accion; qual es su producto ó excitamento; por quantos medios se excita la sensibilidad, y quan varia es, sin olvidar los fénomenos que nos ofrece la irritabilidad, y otras propiedades y estados de la vida.

Si yo dixese que quanto acaba vmd. de exponer todo es dudoso hipotético, y aun enteramente ignorado, quizá me excederian tal asercion, pero no dexaria de disculparme quien leyese lo que sobre estos conocimientos dice vmd. á renglon seguido.

[357] Pero por una fatalidad se ha cultivado poco este estudio.... Mas ya por fortuna se va descubriendo el sendero de la verdad, y aunque todavía andamos por él á tientas, es necesario hacer á la doctrina de Brown la justicia de atribuirle una porcion de principios que no se han desenvuelto aun, pero que nos ponen en un cierto punto de vista para desde él estudiar la vitalidad sana y morbosa.

De manera, señor Traductor, que con el favor de la química, anatomía, física, botánica, historia natural, matemáticas puras y mixtas, y últimamente auxîliados del talento magistral del Doctor Brown, aun andamos á tientas, sin hacer nada de provecho en la medicina; pero ya, gracias á Dios, estamos en un cierto punto de vista, desde el qual podemos empezar á estudiar la vitalidad sana y morbosa, para en conclusion de ese estudio pensar en construir el edificio de la medicina práctica, supuesto que la inteligencia de las leyes vitales pende de los principios brownianos, y que no estando desenvueltos aun, qualquier otro estudio ha de conducirnos precisamente de un error en otro.

Si queremos pensar sin preocupacion, y deducir nuestras conseqüencias no de arbitrarias suposiciones, sino de hechos verídicos y constantes, hallaremos que estas sutiles y curiosas indagaciones no han servido en la medicina sino de enredar y confundir las verdades mas obvias y sencillas, y de inspirar un desmedido é insufrible orgullo á los jóvenes estudiantes de la facultad. Exemplum► Era Boherave consumado filósofo, y el mas hábil y juicioso químico de sus dias, sus conocimientos anatómicos eran vastísimos, y basta haber saludado sus obras para convencerse de que nadie le excederla en el conocimiento de las ciencias auxîliares de la medicina, ◀Exemplum y ¿qué nos dió este gran talento fortificado por un estudio y atencion constante, y adornado de tan vastos conocimientos? un sistema que hoy es tan despreciado como ayer fué aplaudido: Exemplum► Cullen lo desquició primero, y el Doctor Brown últimamente ha dado con él en tierra, estableciendo otro aun mas futil y despreciable, que durará por algunos dias, hasta que otro tan malo ó peor lo derribe, y quede triunfante sobre sus ruinas. ◀Exemplum

Quisiera yo que los que tanta cuenta hacen de las ciencias auxîliares de la medicina, y de las investigaciones y raciocinios filosóficos, los que se proponen hallar la quimérica piedra filosofal del único y solo principio de la vida, salud y enfermedades de los hombres, volviesen el rostro á los siglos pasa-[358]dos, y reconociesen y contemplasen los inútiles esfuerzos que hiciéron á ese fin tantos médicos y filósofos, y los daños que causáron al arte de curar con sus ingeniosas pero fantásticas hipótesis. Todo el empeño de los sistemáticos ha sido, es y será hallar la causa, que suponen única, de quantas enfermedades afligen al hombre: unos la colocáron en la floxedad y tirantez de los sólidos, y soñáron el tono ó punto medio en que debia estribar precisamente la salud; otros imagináron un temperamento ó armonía de las qualidades que llamaron primarias, y sin echar de ver que concedían un influxo real á ciertos entes imaginarios, de que solo se tienen ideas negativas, atribuyéron la salud al equilibrio de las qualidades, y las enfermedades á la preponderancia de alguna ó algunas de ellas; un sistema acusa á los humores como causas de todos los males, y señala el vicio de ellos en sus fermentaciones y propiedades químicas; otro lo atribuye todo á los sólidos vivientes; quien acusa la obstruccion de los vasos porque desordena el círculo, é impide las secreciones; quien da la culpa de todo á la irritabilidad de las fibras musculares; éste culpa á la sensibilidad, aquel á los espíritus animales; esotro hace un revoltillo ó sistema mixto de todos ó algunos de ellos, y por último el Doctor Brown da con todos en tierra, y establece su incitabilidad que ni conoce, ni difine, ni entiende por raiz y fundamento de toda la medicina práctica. ¡Qué confusion, qué variedad de pareceres, qué repugnancia y contrariedad de principios! Todos, todos unánimes blasfeman de los sistemas, los combaten y aniquilan, y cubiertos aun del polvo de sus ruinas, se apresuran á edificar otros quizá mas absurdos y monstruosos, y ¿quiénes fuéron, son y serán los autores de tan eruditas quimeras, los arquitectos de tan fantásticos edificios, y los propagadores de tan perjudiciales máxîmas? los filósofos pasados, presentes y futuros, sí señor, estos sabios son los artífices de todos los sistemas, y á ellos se debe la obscuridad é incertidumbre que degrada á la medicina práctica, haciendo á los profesores blanco de tantas sátiras con que son escarnecidos por quantos oyen sus jactanciosas promesas, y palpan al mismo tiempo sus errores y desatinos. .

Si se estudian con atencion los diversos sistemas arruinadores de la medicina práctica, se hallará además de un grande talento y erudicion en sus autores, una serie de hechos y observaciones particulares que dieron márgen y principio á sus reflexîones, y los alucináron por último hasta descubrir en ellos [359] la clara y tínica luz que debiera ilustrar todo el horizonte del mundo médico; en una palabra, de algunos hechos particulares no solo deduxéron conseqüencias mas generales que deberian, sino principios tambien, ó máxîmas universales y absolutas que quedáron por basas y fundamentos de sus sistemas, en cuya ereccion hubiéron gran parte las que llaman ciencias auxîliares, pero con muy corta ó ninguna influencia de la buena lógica.

Exâminemos sin pasion esta materia, y hallaremos fácilmente que jamas el raciocinio filosófico hizo nada de provecho en la medicina, y que, por el contrario, la sencilla observacion es el manantial de todas sus riquezas, que en mi entender son muchas. Veremos que los sistemáticos alborotan el mundo con sus ingeniosas teorías, mientras los prudentes observadores descubren los sencillos remedios de las dolencias humanas. ¿Quándo hubieran adivinado todos los químicos, todos los naturalistas y filósofos del universo la portentosa virtud de la vacuna contra la viruela, y hallado este don celestial por unas gentes sencillas que lo manifestaron á un médico observador? ¿Qué haremos con delirar ingeniosamente sobre la causa de tanta maravilla? La Academia de Barcelona pregunta: Si resultarán á la especie humana algunos perjuicios, extinguida la viruela por la vacuna, o si podrá ésta imprimir nuevas enfermedades al cuerpo humano. Yo preguntaria á tan sabia Sociedad: Dialogue► Si sabe ella en que consiste la viruela, si conoce claramente su principio y esencia, si entiende con evidencia que preserve de otras enfermedades, é igualmente la preguntaria: ¿Quál es la esencia de la vacunad ¿cómo obra en el cuerpo humano? y ¿de qué manera, sofoca la semilla, ó sea la predisposicion variolosa? ◀Dialogue Si la Academia puede satisfacer á estas qüestiones, ella misma resolverá su problema, compare sus nociones, halle las diferencias, y resultará el juicio que apetece; pero si nadie supo, ni sabe, ni sabrá responder á ellas, ¿quién puede satisfacer á tan ardua qüestion? ni ¿á qué puede servir el proponerla sino á gastar en salvas la pólvora filosófica de los entendimientos? Boherave dice "que la antigua medicina solo consistía en una coleccion fiel de varias observaciones; y que esta medicina por su evidencia, utilidad é importancia fué inalterable, y nunca falaz; que luego se ocupó en averiguar las causas de los experimentos, y que desde entónces se hizo obscura, mudable y varia, segun los diversos sistemas.” ¿Quién creyera que este hombre imbuido de tan preciosas máxîmas, y que las publi-[360]caba tan ingenuamente, escribia entónces mismo su célebre é infundado sistema?

Lo que digo de la vacuna es aplicable á la quina, al opio, al mercurio, y á algun otro medicamento que solemos aplicar casi con evidencia de la curacion. Estos remedios se empleáron y conoeiéron ó por casualidad, ó por semejanza que tenian con otros, conocidos ya por útiles en casos idénticos ó muy parecidos; el poder y fuerza de estas medicinas apareció al instante, y el reiterado uso fué descubriendo sus ventajas é inconvenientes; los prácticos, caminando con pies de plomo, y siempre atentos á las resultas, fuéron ampliando ó restringiendo la aplicacion segun los casos y circunstancias particulares, y de este modo han llegado por fin á establecerse reglas muy útiles, y sujetas á muy pocas excepciones. ¿No es pues una vergüenza que la filosofía, á fuerza de parlar sobre las causas incógnitas de estas virtudes, arrebate al sencillo y juicioso empirismo los laureles debidos á su circunspecta y madura atencion? Convengamos pues, si á vmd le parece, en que los modernos filósofos desatinan eruditamente quando quieren cimentar el edificio de la medicina práctica en las causas y principios de la vitalidad, que ni fuéron, ni son, ni serán conocidos.

Pero, dice vmd., las explicaciones que se hacen en el Real Estudio de Medicina Práctica de esta Corte no tienen otro objeto que las leyes de la vitalidad. El estudio atento y reflexîvo del sistema nervioso nos conduce al mejor conocimiento de las dos grandes propiedades de la vida, la sensibilidad y la movilidad.

Señor Traductor, si yo hubiese de referir ahora todo lo que me ocurre sobre el particular, se haria muy larga esta carta, y de ningun modo proporcionada para el periódico en que quiero incluirla; aun ahora temo fastidiar con ella á no pocos de los subscriptores que leen estos papeles mas por divertimiento que por instruccion: á estos, á vmd., y á todos pido venia si se han incomodado; yo prometo ser mas breve en lo sucesivo, como se verá por la segunda Empírica, que escribiré muy luego, y para entónces doblemos la hoja, miéntras cumple su palabra quien estima á vmd., y no le conoce (como quisiera) para servirle. Murcia 17 de Marzo de 1804.

El Empírico. ◀Lettre/Lettre au directeur ◀Niveau 3 ◀Niveau 2

Con Real Privilegio.
Madrid

En la Imprenta de la Administracion del Real Arbitrio de Beneficencia. ◀Niveau 1