Référence bibliographique: Anónimo [Ventura Ferrer] (Éd.): "Núm. 43.", dans: El Regañón general, Vol.2\43 (1804), pp. 337-344, édité dans: Ertler, Klaus-Dieter / Hobisch, Elisabeth (Éd.): Les "Spectators" dans le contexte international. Édition numérique, Graz 2011- . hdl.handle.net/11471/513.20.5034 [consulté le: ].


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Núm.˚ 43.

Miércoles 30 de Mayo de 1804.

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Costumbres.

Niveau 3► Metatextualité► En el Número II. de la obra titulada: Archivos literarios de la Europa, que actualmente, se publica en Paris, se pone un artículo sobre el espíritu de contradiccion. Su autor, que es Mr. Morellet, individuo de la antigua Academia francesa, y en el dia del Instituto nacional, es del corto número de literatos que unen el gusto á la razon, y los principios de la sana literatura á los de la buena filosofía. En este discurso manifiesta una moral muy fina, presentada y explicada con sagacidad. Por lo que pueden ganar las costumbres extractaremos algunos trozos de él, que comprobarán el elogio que hacemos de su autor.

Mr. Morellet se propone probar que el espíritu de contradiccion es el principio inmediato de muchas acciones humanas, y que es una de las fuerzas motrices del hombre, pero sin pretender que sea la mas general, ni la única. ◀Metatextualité

Niveau 4► “Es espíritu de contradiccion (dice) una inclinacion que tiene el hombre á separarse de las ideas que se le quieren hacer adoptar, y de las acciones que se le obligan á hacer, solamente porque se le esfuerza á inspirarle estas ideas, y se exîgen de él estas acciones……¿Qué sugeto habrá que oyendo afirmar con autoridad una proposicion, un parecer, ó un hecho sencillo, no se sienta en su interior (á lo ménos ligeramente) inclinado á. dudar, á negar, y en una palabra á contradecir?.....

No solo se siente esta propension á la contradiccion, sino que se descubre tambien en la sociedad, y los hombres ceden á ella fácilmente en, el trato comun. Lo mas que puede hacer: a política y la cortesía es presentarla baxo de un aspecto menos desagradable. Así es que la contradiccion entre las gentes se [338] muestra como una duda, un deseo de mas explicacion, un escrúpulo, ó cosa semejante. Permitid pues que os pregunte esto. Hacedme el gusto de explicar tal cosa. Yo he oído decir lo otro. Yo habia entendido eso de otra manera. Estas razones ú otras iguales son las que se usan, y á pesar de lo moderadas que parecen, no dexan de ser por eso una verdadera contradiccion.

Este espíritu que generalmente reyna en los hombres, ¿no es el manantial inagotable de las conversaciones ociosas de tantas personas como se juntan en las ciudades grandes, y que no consiste mas que en dudar de lo que alguno afirma, en modificarlo, ó en afirmar lo contrario? Y la cortesía misma que usamos en la conversacion, ¿qué otra cosa es mas que una atencion continua que ponemos en disimular nuestro espíritu de contradiccion, y en no excitar el de los otros?

Si alabais mucho á un ausente, todos los que os oigan rebaxarán á lo ménos la mitad de vuestras alabanzas, todos pondrán algunas restricciones á vuestros elogios, y alguno tal vez pensará de él con ménos ventaja que antes por este solo hecho.

Mad. Geoffrin, bastante célebre por el gran conocimiento que tenia de los hombres, establece como reglas para el trato social, las siguientes: 1.ª Que debemos alabar pocas veces á nuestros amigos. 2.ª Que en caso de que se alaben es menester que sea en términos generales, y nunca citando sucesos ni acciones determinadas, porque siempre se pone duda sobre los sucesos, y se le busca á la accion mas brillante un motivo que disminuya su mérito. 3.ª Que no se les debe defender quando acaloradamente se habla mal de ellos, sino en términos generales, y en pocas palabras, porque todo lo que se dice en este lance no hace mas que excitar á los murmuradores á que agraven su censura.

No se da premio en una Academia del que no resulte que una parte considerable del público no tome el partido del autor que no ha obtenido la preferencia, ó si el vencedor no ha tenido concurrentes dignos de ser nombrados, al instante deciden muchos que la obra premiada no merece serlo.

Los efectos del espíritu de contradiccion se conocen especialmente en las variaciones que experimentan las reputaciones literarias. Luego que un joven manifiesta algun talento, todos sus amigos y protectores se ocupan en favorecerlo; una multitud de personas se apoderan de este entusiasmo, y colo-[339]can al nuevo autor al lado de los hombres mas célebres…..

Entra luego la segunda época de este escritor, y en ella se le escudriña hasta la menor proposicion, todo se le sutiliza y disputa, y la crítica, animada por los elogios que habia oido ántes, se recompensa con usura del silencio que habia guardado hasta entonces.

El público sigue el mismo camino en las opiniones diversas que forma de los sugetos que estan en los primeros empleos. Á su entrada en ellos se les alaba y exâlta, y son otros tantos Sully y Colbert, porque estos elogios son la sátira del individuo que ocupaba ántes aquel empleo. Así que se pasan algunos meses se olvida al predecesor, y el espíritu de contradiccion no puede ménos de dirigirse contra el que ha ocupado su lugar. Declarase contra él en efecto, y convierte al nuevo Sully en un bribon, ó en un tonto.” ◀Niveau 4

Qualquiera se persuadiria que el espíritu de imitacion, este principio tan general y sensible de la mayor parte de nuestras opiniones y acciones, se opone á la grande influencia que aquí se atribuye al de contradiccion; pero el autor piensa que no hay oposicion alguna en el efecto de estos dos principios. Niveau 4► "'Nosotros (dice) no imitamos por complacencia, sino por el efecto maquinal de la vista de una accion. Regularmente se nota un movimiento, ó un modo y estilo agradables, y se copia sin que nadie confiese que lo ha copiado. El hombre es imitador, porque es un sér activo, y el modelo le hace la accion mas fácil. Su actividad es vaga é indeterminada, pero puede tener el espíritu de contradiccion en el mas alto grado, y la misma inclinacion á imitar.” ◀Niveau 4

Se contrae despues el autor para probar esta proposicion á las modas mismas que reynaban en París en su tiempo, y de las quales se decia que eran imitadas de los ingleses, y añade:

Niveau 4► “Verdad es que algunos de nuestros jóvenes llevan fracs, que algunas de nuestras modistas venden sombreros que llaman á la inglesa, que se hacen algunas carreras de caballos, y algunas apuestas, pero lejos de ser el espíritu de imitacion el que ha introducido estos usos extrangeros, es al contrario el deseo de distinguirse de los demas,y de ser singular. Los inovadores de esta clase son mas bien contradictores de lo que se usa entre sus paisanos, que imitadores de las modas de otro país, y esta misma aversion es el origen de la gran variedad que hay en nuestras modas, en las quales nos imita toda la Europa, sin que nosotros imitemos á nacion alguna.” ◀Niveau 4

[340] Investiga despues el autor qual es el principio del espíritu de contradiccion, y pretende encontrarlo en el amor de la libertad, y para probar esta hipótesi hace observaciones ingeniosas, que es preciso leer en dicha obra, y que alargarían demasiado el articulo presente de nuestro papel.

Cartas Empíricas escritas para preservar de vanas teorías á los Jóvenes estudiantes de Medicina, y dirigidas al Traductor de la Filosofía Médica, ó principios fundamentales de la ciencia y arte de mantener y restablecer la salud del Hombre, que escribió en francés el Doctor Lafon, Médico del Hospital de Burdeos. ◀Niveau 3

NOTA. Metatextualité► El ínteres y los conocimientos útiles que contiene esta o Carta en la materia que trata, obligan al Tribunal á insertarla en su papel, á pesar de ser un poco larga. Los lectores juiciosos decidirán si ha hecho bien ó mal este Juzgado; ◀Metatextualité

Carta I.ª

Citation/Devise► Neque dicimus concilio Medicum non egere, et irrationibile animal hanc artem posse prestare, sed has latentium rerum conjecturas ad rem non pertinere. ◀Citation/Devise

Citation/Devise► Ex Empiricorum sententia, apud Celsum. ◀Citation/Devise

Niveau 3► Lettre/Lettre au directeur► Muy señor mio: La Filosofía Médica de Lafon, que vmd. ha traducido y publicado con el loable objeto de mejorar y promover el estudio de la medicina, lejos de parecerme conducente para tan dignos fines, será muy adequada para extraviar á la juventud estudiosa, trayéndola á derrumbaderos y precipicios muy peligrosos. Esta proposicion, cuya dureza conozco muy bien, quizá será para vmd. menos molesta, si enterado de las maxîmas de su autor, descubre en ellas el motivo de proferirla, y trasluce los fundamentos que le asisten para sostenerla. Yo no trato, señor Traductor, de obscurecer el mérito literario de vmd., y estoy muy distante de proponerme [341] por objeto de este trabajo la crítica del que vmd. ha desempeñado con el acierto que todos vemos, por el contrario alabaré siempre á los hombres que, como vmd., se consagran al noble afan de adelantar y promover en quanto pueden el estudio de la medicina; vmd. pues, es acreedor, en mi dictámen, al reconocimiento del género humano, y muy digno de todo elogio; conozco además que no por parecerme obscura, incierta y perjudicial esa filosofía, habrá de ser así qual yo me la imagino; yo soy un médico empírico, y de consiguiente muy preocupado, no contra la filosofía, que la estimo mucho, sino contra el abuso que de ella se hace en la práctica de mi profesion, y este mi sentir puede muy bien haberme alucinado, en términos de formarme ideas muy absurdas y repugnantes. Enterado vmd. así de mi modo de pensar, ya no puede pareeerle escociente ni dolorosa la pasada proposicion, por el contrario deberá mirarla, y tal es mi deseo, como una ocasion y motivo para que confrontemos amigablemente las razones que nos asistan en pro y en contra de esa filosofía, para vmd. tan buena, y para mí tan mala.

Sentada esta basa, y no siendo de mi genio gastar el tiempo y la tinta en preámbulos ni circunloquios, pasaria al instante á criticar la obra, si no me pareciese indispensable exâminar previamente el prólogo en que vmd. hace su elogio y recomendacion; Este examen pues, será materia de mis primeras cartas, dexando la filosofía de Lafon para asunto de las que pienso dirigir á vmd. en lo sucesivo.

Desde las primeras líneas del prólogo en que ahora me ocupo, ya anuncia vmd. lo que mas adelante expresa con toda extenson y claridad, á saber: Que la medicina asociada con la moderna filosofía, ha principiado á sacudir el yugo de las vanas teorías, y de las hipótesis arbitrarias, de suerte que la sabia crítica de los filósofos modernos, nò solo ha confundido y anonadado al peripato y sus vanas sutilezas, sino que todas las ciencias y artes han recibido tambien un nuevo ser, y un raudal de luces que, engrandeciendo el horizonte de la razon humana, hace la felicidad del universo.

Esto, señor Traductor, será muy cierto con respecto y otras ciencias y facultades, pero con respecto á la medicina está sujeto á ciertas dudas que me parece poner á la consideracion de vmd. la medicina, como todos los conocimientos humanos, ha tenido sus épocas de luz y de obscuridad; en los tiempos del grande Hipócrates fué un arte sencillo y veraz, [342] fundado en hechos y experiencias, y adelantado con inducciones lianas, obvias y naturales; en los de Avicena y demás médicos árabes filé un laberinto de qüestiones frivolas, sutiles, é inconducentes, por la mayor parte, para el real y verdadero objeto de curar las dolencias humanas; y en los de Sidenham, Boherave, Vans-Wieten, &c. volvió á brillar aquella su primera luz, obscurecida en los tiempos de los Paracelsos, Helmoncios, y otros muchísimos que hiciéron mas cuenta de sus imaginaciones que de la observacion y el buen juicio: he señalado estas tres épocas de la medicina, no porque hayan exîstido tan universal y determinadamente que faltasen sistemáticos enredadores en tiempo de Hipócrates, ni juiciosos empíricos en el de Avicena, ni sabias hipocráticos en el siglo de Paracelso, ni famosos charlatanes en los dias de Sidenham y Vans-Wieten, y aun en los nuestros; pero siendo constante que la mayor parte de los médicos se ha dexado llevar en todos los siglos por la autoridad y gran nombre de los escritores mas célebres y famosos, sacrificando sus talentos, y el uso que de ellos pudieran hacer, á la reputacion de aquellos maestros que miraban como infalibles, podemos mirar estas épocas que señalo como reales y verdaderas, y suponiendo que la primera fué favorable á la verdadera medicina, como vmd. lo manifiesta en su prólogo, habremos de sentar igualmente no solo que fue perjudicial la segunda, sino que el principio y raíz de los daños verificados en ella fué la manía general de los médicos, empeñados en buscar la curacion de las enfermedades, no en la sencilla observacion de sus síntomas, y benéficas resultas de los medicamentos que la experiencia y el largo y atentado uso habian recomendado, sino en los alambicados discursos é inú tiles raciocinios de una vana y obscura filosofía.

Me parece pues, señor Traductor, que hasta ahora vamos acordes, y que vmd. convendrá con todo hombre sensato en que el sencillo empirismo de Hipócrates y demas médicos de nuestra primera época (muy corta por desgracia del género humano), produxo muchas y muy importantes observaciones, y halló con las virtudes de muchos medicamentos la curacion de no pocas dolencias. Convendrá vmd. asimismo en que la medicina hubiera ganado infinito en permanecer empírica desde Hipócrates hasta el tiempo á lo menos en que la moderna filosofía consiguió anonadar al peripato, y derramar sobre ella la clara luz que tanto la ilustra, á juicio de vmd. El largo espacio de casi veinte y dos siglos en que las vanas hipótesis y absurdos [343] sistemas han ocupado la atencion de los profesores de medicina, ¡qué de claras y notorias verdades no hubiera proporcionado al juicioso y observador empirismo! Qualquiera que reflexîone sobre el gran número de útiles preceptos y sólidas máxîmas, contenidas en los libros genuinos de Hipócrates, y la portentosa muchedumbre de absurdos y desbarros que encierra la incalculable multitud de libros abortados por tantos sistemáticos escritores, entenderá cabalmente que la medicina entre los empíricos prosperaba admirablemente, así como se arruinó casi toda en manos de los filósofos.

Sentadas estas verdades en que estamos conformes, ya deberemos exâminar si la filosofía moderna al triunfar del peripato ha hecho tan grandes beneficios á la medicina como vmd. supone, y en esta parte creo, que ya pensaremos de un modo muy diferente. Vmd. asegura que la medicina, asociada con la moderna filosofía, va sacudiendo el yugo de las vanas teorías, y yo me atrevo á decir que la filosofía moderna ha introducido en poquísimos años tantos ó quizá mas sistemas y vanas hipótesis en el arte de curar, como la filosofía peripatética en muchos siglos. En efecto, desde la revolucion de la filosofía, á que dió principio Descartes, podemos contar la medicina estática de Santorio, la mecánica de Pitcarni, la espasmódica de Hofman, el sistema de Boherave, la teoría de la irritabilidad Haleriana, el sistema de Cullen, que es el de Hofman modificado, y últimamente el actual y dominante de Brówn. Todos estos sistemas son mas ó ménos opuestos entre sí, y derribándose mútuamente, confiesan, sin tormento la vanidad de sus maxîmas, y la futilidad de sus principios, así que, no puedo alcanzar los fundamentos que á vmd. asisten para sentar que á favor, de la filosofía moderna va la medicina sacudiendo el yugo de las vanas teorías.

Dice vmd. (y con mucha razon) que la medicina tuvo por cuna á la observacion y experiencia, y que Hipócrates formó sus primeros cánones racionales leyendo en el gran libro de la naturaleza, y añade que sus sectarios no lo siguiéron, porque se contentáron con estudiarlo y comentarlo, de manera qué los comentadores lejos de ilustrarlo lo obscurecieron á tal punto, que ahora estamos en la necesidad de empezar nuevamente la obra de la medicina, observando á la naturaleza, &c.

Sin detenernos en la melancólica pintura que vmd. hace del actual estado de la medicina, y que, si no me engaño, es algo exâgerada, diré á vmd. mi sentir sobre las causas á que [344] atribuye su decadencia. Yo no puedo negar que hubiera sido mucho mas útil y fructuoso el trabajo de algunos comentadores de Hipócrates, si sobre los planes de tan gran maestro hubieran adelantado el edificio de la medicina práctica quanto podia esperarse de sus grandes luces; pero será conocida injusticia imputar la ruina del arte á los que se ocuparon en generalizar la lectura, y facilitar la inteligencia de unas doctrinas estudiadas, como vmd. dice, en el gran libro de la naturaleza; yo no sé que entenderá vmd. por ese gran libro en que estudiaba Hipócrates, porque la expresion es demasiado general; lo que sí puedo decir, y tambien probar, es que aquel gran hombre es el primer médico de quien sepamos haber consultado atentísimamente á la experiencia, haciendo muy poca ó ninguna cuenta de la filosofía. Exemplum► Celso, no ménos elegante que erudito escritor, dice expresamente que Hipócrates fué el primero que separó la medicina de la filosofía, y que despues Diocles de Caria, Praxâgoras y Chrysipo, Herophilo y Erasistrato exerciéron el arte de tal manera, que cada uno echó por diferente camino que los otros; ◀Exemplum Exemplum► parece pues que este gran libro de la naturaleza, en que Hipócrates estudiaba, y que le sirvió para la formacion de sus cánones, ◀Exemplum no fué, en manera ninguna, la filosofía, sino la atenta observacion de los hechos prácticos, y que los médicos que floreciéron en los tiempos inmediatos y posteriores á él, abandonáron tan útil y sencillo plan, no para comentar los escritos de aquel gran hombre, sino, para entregarse á las sutilezas de la filosofía. Esta fué, señor Traductor, la verdadera causa de corromperse la medicina hipocrática, y de extraviarse los profesores por diferentes caminos, formando tan varios sistemas y absurdas hipótesis, conformes á la repugnancia é insubsistencia de sus principios y máxîmas filosóficas. (Se continuará.) ◀Lettre/Lettre au directeur ◀Niveau 3 ◀Niveau 2

Con Real Privilegio.
Madrid

En la Imprenta de la Administracion del Real Arbitrio de Beneficencia.

◀Niveau 1