El Regañón general: Núm. 9.
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Núm.° 9.
Con Real Privilegio.
Miércoles 1.° de Febrero de 1804.
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Secretaría.
Correspondencia literaria del mes Carta primera.
Carta tercera.
Traduccion.
Aviso. En los primeros
dias del mes sigue abierta la subscripcion á este periódico en
los mismos términos que se expresan en el Número anterior.
Correspondencia literaria del mes Carta primera.
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Brief/Leserbrief
Señor Regañon: Se principió
nuestra segunda junta particular con la lectura del
Regañon número 3, y á todos pareciéron muy apropiados y
exâctamente definidos los caractéres distintivos de la
vanidad, pero á mi hijo el mayor, Juan, se le ofreció el
siguiente reparo que expondré á la alta penetracion de
vmd, y es, que aun quando á primera vista deba graduarse
de vano el rico que emplea su dinero en pergaminos, no
es, con todo, reprehensible esta inversion de caudales
en ciertas circunstancias, pues por lo ménos en este
pueblo, es un capital que se pone á ganancias muy
seguras, y rinde intereses tan crecidos al
usufructuario, que no es maravilla los soliciten muchos
ricos. Por ellos quedan exoneradas sus familias del
sorteo de milicias, de quimas, bagages, alojamientos de
soldados, y otras cargas y gravámenes que forman en los
pueblos un renglón de no poca consideracion para un
labrador. Yo seguramente estoy persuadido, repliqué á mi
hijo, que aun quando resulten por el pronto ventajas
indisputables á los propietarios de pergaminos, suelen
causar en lo sucesivo la perdicion de aquellas familias
por abusar de las prerogativas que estan anexas á ellos,
y, en este pueblo, en que escribo se advierten infelices
restos de prosapias apergaminadas, cuyos antecesores
hiciéron un papel muy lucido en la sociedad, mas hoy
padecen sus sucesores en la miseria, y batallan con la
necesidad. Aquí entra la vanidad, pues para no
obscurecer el lustre de sus timbres, y sin
embargo de que carecen de las virtudes, heroycidad,
riquezas ó industria de sus progenitores, conservan no
obstante la superioridad imaginaria sobre los demas que
llaman inferiores; de esto nace que el señor Don Bartolo
se constituya paseante de Villa, y que esta única y
exclusiva ocupacion le impida el sujetarse al trabajo
para mantener con su sudor su infeliz é inútil
exîstencia. No confundo, señor Regañon, con estos entes
á aquella clase privilegiada y compuesta de sugetos
virtuosos que recibieron el justo premio debido á sus
buenos servicios y acciones brillantes; solamente
repruebo los lamentables efectos de la mala educacion en
pueblos como éste, y las conseqüencias desastradas á que
dan origen las equivocadas ideas que el vulgo de los
padres infunde en la mente de sus hijos. He oido, no sin
escándalo, á algunos de estos preocupados, que en
sabiendo sus hijos mal firmar, no necesitan mas
ilustracion, contentándose con el goce de sus rancias y
podridas executorias que apestan, si se sacan de la
gaveta, mas que un basurero.
Allgemeine Erzählung
Amigos, les dixe yo á mis hijos, infundid
en el corazon de vuestros hijos el amor á sus
semejantes, el aprecio á la industria, el amor al
trabajo, el horror al ocio, y no imiteis á esta
clase superior de vivientes de esquina, que se
entregan á la desidia por alguna pequeña parte que
les cupo del pergamino. En este punto llamó el
médico á órden, y sacando del bolsillo los Regañones
números 57 y 58, dixo:
Dialog
advierto, señores, que no imitemos en nuestros
discursos á aquellas famosas cocineras de este
pueblo, que con gran de aceptacion y aplauso
exercen su arte en las bodas de rumbo, por sola la
habilidad de sazonar los manjares con salsas y
pebres, muchos de los quales los recibe el paladar
con indecible gusto, es cierto, mas no son siempre
los alimentos mas saludables. Leamos nuevamente la
carta del señor Discípulo de Pericon, y dexemos la
vanidad y sus efectos. Se leyéron en seguida los
citados Regañones, y mi hijo el menor, Pedro,
expuso las siguientes advertencias. El no
querernos aprovechar, como expresa muy bien el
señor Discípulo de Pericon, de las lecciones
prácticas que notamos en los pocos árboles que la
piedad plantó cerca de alguna Ermita, y algunos
otros que se crian espontáneos en parages nada
piadosos, impide el adelantamiento de las
arboledas; y aun mucho mas si reflexîonamos lo que
sucede freqüentemente con los árboles que plantan
en sus heredades algunos que desean imitar el plan
sencillo y útil de Addisson (Spectator. núm.° 583)
que echan mano de lo que proponen
escritores que no son nacionales, que esta es
sobrada recomendacion. Es menester consultar el
terreno y el clima, y no guiarse por las promesas
de un extranjero que todo lo allana con palabras
halagüeñas. Tengo experiencia de que muchos han
desistido del empeño de hermosear sus posesiones,
por habérseles frustrado los gastos é innovaciones
que quisiéron emprender baxo la direccion de estos
extrangeros. No dude vmd., señor Diógenes, que hay
en el dia muchos Grandes que se dedican al
mejoramiento de sus posesiones, y á adornarlas con
variedad de árboles, mas también lo es que por
esta desconfianza de la habilidad española se
empeñan en transportar á este ardiente
temperamento los castaños de Indias, y tillones de
las Tullerías. Regañe vmd. señor Presidente,
contra esta caprichosa inclinacion de valerse de
extrangeros, arrinconando á los nacionales de
verdadero mérito y conocimientos prácticos. Pueden
los extrangeros aprender el manejo y cria de los
árboles en los innumerables plantíos con que se
halla poblada la huerta de Valencia, los dilatados
plantíos de Zaragoza y otras partes de España, sin
olvidar la deliciosa amenidad de los jardines de
Aranjuez y sus inmensos viveros. No faltan
exemplos de Grandes que transformen sus posesiones
en jardines de delicias, y la Alameda de la
Excelentísima Señora Duquesa de Osuna, las
posesiones del Excelentísimo Señor Duque del
Infantado, algunas de las del Excelentísimo Señor
Conde de Altamira, y entre ellas su Casa de campo
en Morata, atestiguan el zelo de nuestros Grandes,
y su amor á los plantíos. Diéron en
esto las diez de la noche, y se cerró
inmediatamente la carta, por ser la hora en que
cada uno se recoge á buena vida en su casa. El
Tertuliante Agricultor de cien años
Exemplum
En nuestras Provincias del Reyno mas
bien cultivadas sobresale, es cierto, este gusto é
inclinacion á los árboles, y así he visto con
alegría las Casas de campo ó torres con que
abundan las inmediaciones de Valencia y Barcelona,
donde merecen particular elogio los jardines del
Arzobispo en Puzol, el del Conde Prensets en la
calle de Quarte, el de Mayoral en Minimame, y
otros que seria largo enumerar, y sobre todo son
dignos de alabanza los costosos jardines del
Marques de Llupiá cerca de Orta en las cercanías
de Barcelona, &c. &c.
Carta segunda
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Brief/Leserbrief
Señor Presidente del Tribunal
Catoniano: Aun en los pueblos mas civilizados de las
naciones mas cultas se notan todavía no solo todas las
creencias ridiculas que vmd. refiere, sino tambien
costumbres bárbaras y absurdas. Despues del testimonio auténtico de unos hechos
tan bárbaros y absurdos, ¿puede vmd. extrañar los
extravíos de la razon humana aun en los pueblos mas
civilizados? ¿Qué son las creencias de
duendes, de fantasmas, y de espectros en comparacion de
las ridiculeces que refiero? Los agüeros, las
supersticiones y demas costumbres de esta naturaleza
influyen mas de lo que se piensa en la dicha ó desdicha
moral de los individuos que componen la sociedad, y es
asumo digno de que se emplee la pluma de los escritores
públicos para que se destierren, pues aunque todas las
declamaciones que se puedan hacer no sean suficientes á
desarraygarlas, con todo no dexarán de hacer un grande
efecto sobre las costumbres publicas. Mande vmd. á su
mas constante apasionado El Doctor Chamorro.
Metatextualität
Mucho me ha
gustado el discurso que vmd. pone en el Número 20 de
su Regañon general sobre las supersticiones
ridiculas que todavía existen en el mundo. La carta
que en él se coloca sacada de un Diario inglés,
prueba los pocos progresos que se hacen en la
educacion, ó por mejor decir los absurdos que nacen
de la falta de ésta en las gentes del campo, y en
muchas personas del Pueblo que no tienen ideas.
Allgemeine Erzählung
Bastante prueba de esta verdad es lo que
sucede actualmente en la Costa de Oro, provincia de
Francia, y que ha dado motivo á una circular
dirigida por el Prefecto de dicho Departamento á
rodos los Agentes municipales de su contorno, á fin
de que velen sobre la extincion de varios abusos que
se practican en los lugares del campo, y que son tan
bárbaros como absurdos.
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“Estoy impuesto (dice el Prefecto en su
circular) que el dia despues de haberse contraido
un matrimonio se prepara para la reciencasada
(sic) un brebage compuesto de todo lo mas
asqueroso que puede inventar la imaginacion mas
desarreglada, pues es una mezcla de orines,
estiércol, excremento, cabellos, pelos de varios
animales, hollin, unto de ruedas de coche, y otras
cosas de estas, todo lo qual se le presenta á la
novia, y para vencer la repugnancia que
naturalmente debe tener ésta á una bebida
semejante, se emplea siempre la violencia para
obligarla á que beba mas ó ménos segun las fuerzas
y disposiciones que muestre á resistirla. No digo
nada (añade el mismo Prefecto) de la costumbre
ridicula, que exîste todavía en muchos pueblos de
este Departamento de poner en un zapato de palo
pendiente de una cuerda delgada algunos pedazos de
cuero podrido, resina y hastas de toro, á los
quales se les da fuego para acompañar á los nuevos
esposos hasta su casa, infestando el ayre que les
rodea con el humo de unos aromas dignos de tal
incensario, y de quien lo dirige. Esto, á la
verdad, no es mas que una ridiculez, pero debe sin
embargo abolirse por la analogía que tiene con el
brebage referido, que será tal vez un resultado de
aquella costumbre”.
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Brief/Leserbrief
Señores Catonistas. Hace
algunos años que vivo en esta Corte:
Madrid
Metatextualität
muy desde los principios formé el sistema
de ser un simple espectador de los combates
literarios que se suscitan en las Academias,
concurrencias públicas, y periódicos, y siempre he
tenido nuevos motivos para fortificarme en mi
resolucion en vista de los sarcasmos, calumnias,
espíritu de secta, de partido y de provincia, y en
fin, de las iniquidades que sórdida y
clandestinamente se hacen para destruirse
recíprocamente los rivales. A pesar de mi
neutralidad, y de la firme indiferencia con que he
observado mi sistema, y no obstante que muchas veces
he sido el pacificador de semejantes crueles y
vergonzosas guerras, no he podido escaparme de los
tiros de la maledicencia que constantemente he
despreciado: me consolaba con la idea de haber
obrado bien, y asimismo porque de ordinario pasaban
las discordias como nube de verano. Pero he notado
con particularidad que desde 1799 han desplegado la
envidia y la maldicion todas sus fuerzas, y
diariamente se renuevan y exercitan hasta en los
lugares mas sagrados con desvergüenza, y como
haciendo alarde de su triunfo, contra la moral
pública, destrozando sin piedad las buenas
costumbres, y á los seres virtuosos é inocentes.
Estas pasiones baxas, que ya se han hecho
contagiosas y epidémicas, me han llenado de horror
mas de una vez; y meditando sobre sus
resultas funestísimas, y los remedios mas á
propósito para curarlas, me vino á la imaginacion el
periódico de vmds., del qual soy comprador:
seguidamente tomé la pluma, y de los varios librotes
de mi gusto extraxe cierto pedazo que incluye la
adjunta traduccion. Estoy bien persuadido de la
exâctitud con que vmds. juzgan los papeles que se
les dirigen para su publicacion. Si el que yo remito
mereciese su censura, y se insertase en el Regañon,
tendria en ello una particular complacencia, y si
fuese al contrario seré reconocido, á lo menos por
el tiempo que habrán perdido por mi causa.
24 de Enero de 1804. B. S. M.
El Pasante espectador.Zitat/Motto
Nemo est quin
dicat, id humanum esse.... Si id alicui acciderit, statim
hei mihi inquit! oh, me miserum....
Epíteto, cap. xxxIII.
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La envidia y la maledicencia son
los tiranos mas destructores de las buenas costumbres, y de
la moral pública; son los enemigos mas livorosos y
encarnizados del mérito, de los talentos y de la virtud; en
una palabra, son una disposicion insociable que hace al
envidioso aborrecer á todos aquellos que tienen qualidades
mas ventajosas y apreciables que él. Los zelos son una
pasion que se acerca bastante á la envidia; no son otra cosa
que cierta inquietud producida en nosotros por la idea de
una felicidad que suponemos gozan otros, y de que nos
creemos privados. El orgullo es el origen inmediato de la
envidia, y el amor á cierta preferencia por que suspira todo
hombre, le hace perder el buen juicio, y aborrecer en los
otros aquellas ventajas que son capaces de darles en la
sociedad una superioridad decidida sobre él. Todo mortal que
llega á cierto grado en que se hace notable por sus
talentos, mérito, fortuna, crédito ó riquezas, se hace
indispensablemente el objeto de la envidia pública, pues
cada uno querría gozar con preferencia de aquellas
qualidades. Los Príncipes, los Grandes y los ricos, son
comunmente envidiados, porque se sabe que su poder y su
fortuna les da facilidad de poder exercer un imperio, que
cada qual querria para sí, creyendo, y
lisonjeándose muchas veces con equivocacion de que baria
mejor uso de aquel poder. Los zelos al contrario suponen una
idea baxa de sí mismo, esto es, una ausencia absoluta de las
bellezas ó qualidades ventajosas que se ven realmente, ó que
se suponen existir en aquel de quien se tienen los zelos. Un
amante es zeloso de su rival porque cree ó teme que no tiene
á los ojos de su querida tantas gracias ó tantas qualidades
interesantes como aquel que causa sus inquietudes. La
envidia y los zelos son sentimientos naturales á todos los
hombres, pero que cada uno por su propio interes, por el
bien de la sociedad, y en fin, para hacerse un individuo
sociable, debe cuidadosamente reprimir, ó á lo menos
transformar estas pasiones en noble emulacion: ésta consiste
en la competencia que se forma para adquirir tan buenas ó
mejores qualidades que el rival, pero sin denigrarle, ni
calumniarle, ni minorar su mérito. El envidioso es aquel que
no ha aprendido á combatir y vencer una pasion ciega y baxa,
y tan funesta á sí mismo como á los demas. La envidia social
es un tormento continuo para el ser afligido de esta pasion
desgraciada: todo es á su vista un espectáculo negro y
devorador no hay ventajas, no hay premios obtenidos por
qualquiera en la sociedad que no den un golpe mortal al
envidioso. La opulencia de sus conciudadanos le entristece;
su elevacion le irrita; su reputacion le hiere; los elogios
que se dan á algun otro en su presencia son otros tantos
golpes que como un agudo puñal penetran su corazon, y le
hacen prorumpir en maldiciones y en calumnias, y la gloria
que adquieren le pone en un estado de desesperacion;
finalmente, no hay momento de paz ni de quietud para el
hombre infeliz que en el estado de la envidia se ha de
irritar por todos los bienes de que otros gozan, y quando
quiere substraerse al espectáculo aflictivo para él de la
felicidad pública ó de sus conocidos, huye y va á devorar su
propio corazón en una espantosa y amarga soledad. La envidia
es un vergonzoso sentimiento que no se atreve á descubrir el
envidioso, porque está seguro de que excitaria á los demas
contra é; por esta razon procura disfrazarse, y sabe tomar
muchas y distintas formas. Generalmente ningun hombre se
atreve á confesar que tiene envidia á los otros, su pasion
se disfraza baxo los nombres de amor al bien público,
compasion al desgraciado, defensa de la verdad, &c. y
entónces es quando tiene mayor intencion de
deprimir á los que le desagradan; se indigna á la vista de
los empleos ó destinos eminentes que se conceden á ciertos
hombres faltos de mérito; gime y se irrita de la opulencia
que ve poseída por algunos de quienes cree que no son á
propósito para ello; pretextando un amor puro á la verdad,
anda buscando continuamente inspiraciones secretas en el
corazon de todos para dar motivos odiosos y baxos á las
acciones mas bellas; busca en la conducta de los hombres
todo lo que pueda rebaxar su mérito; y en fin, usa y aplaude
la maledicencia, porque en su concepto degrada á sus
rivales. La envidia es el principio mas precioso de moral
para muchos individuos; poco sensibles á los intereses de la
virtud, y á los del bien de la sociedad, los envidiosos son
un lince quando se trata de descubrir los vicios privados y
domésticos de aquellos cuyo bien estar ó buena reputacion
les ofusca. El envidioso se hace audaz, transportado y
calumniador quando puede fácilmente disfrazarse con los
nombres de zelo por la virtud ó por el bien público. Baxo
pretexto de buen gusto todo lo critica el envidioso, y nada
encuentra bueno ni racional; escucha con placer y con el
mayor ahinco los sarcasmos y epigramas; la burla y la sátira
mas cruel son para el envidioso alimentos delicados que
suspenden por algunos instantes el dolor que le causan el
mérito y los talentos; adopta sin exámen la calumnia, porque
sabe que ésta dexa siempre cicatrices dificiles de curar; en
una palabra, la malignidad, la perversidad y el negro
corazon son los dignos compañeros de la envidia, con cuyo
auxilio logra á lo menos atormentar el mérito y la
inocencia, y desanimar los talentos, si no llega á
sofocarlos. (Se concluirá.)