Sugestão de citação: Anónimo [Ventura Ferrer] (Ed.): "Núm. 4.", em: El Regañón general, Vol.2\04 (1804), S. 25-32, etidado em: Ertler, Klaus-Dieter / Hobisch, Elisabeth (Ed.): Os "Spectators" no contexto internacional. Edição Digital, Graz 2011- . hdl.handle.net/11471/513.20.4944 [consultado em: ].


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Núm.° 4.

Sábado 14 de Enero de 1804.

Secretaría.
Correspondencia literaria del mes

Nível 2►

Carta quarta.
De las qualidades de un buen ayo, de lo que debe enseñar á su discípulo.

Citação/Divisa► Plurimum enim intererit quibus artibus, et quibus hunc tu Moribus instituas.

Juv. ◀Citação/Divisa

Nível 3► De quanto tiene conexîon con la educacion de los niños, nada hay que exîja mas cuidado, ni á que por desgracia se atienda menos, que á la eleccion de la persona que les ha de servir de ayo ó maestro. Luego que un niño empieza á hablar se deberia poner á su lado una persona instruida y prudente que cuidase de darle buenas ideas, y de preservarle de toda suerte de vicios, y principalmente del contagio de las malas compañías. Este empleo exîge ciertamente mucha prudencia, sobriedad, amor y discernimiento; qualidades que con dificultad se hallan juntas, sobre todo en las personas que pueden encontrarse por el corto estipendio que comunmente se da á un ayo. No puede emplearse mejor el dinero que gastándolo con los hijos de un modo que puede serles tan ventajoso. Un padre que á qualquier precio procura dar á su hijo un corazon recto, penetrado de buenos principios, inclinado á la virtud, y á todas las cosas útiles, y un carácter urbano y agradable, le de-[26]xa mas riqueza que si añadiese nuevos fondos á los bienes de que ha de ser heredero. Ahórrese quanto se quiera en lo que toca á juguetes, alhajas, telas exquisitas, cintas, encajes, y otros gastos inútiles; pero no haya escasez quando se trata de una cosa tan importante como la educacion. No hay cosa mas extraña que esforzarse en proporcionar á un niño un buen establecimiento, y no cuidar de enriquecer su alma con ninguna qualidad buena. No puedo ménos de admirarme al ver tantos padres que gastan excesivamente en vestidos suntuosos para sus hijos, que se precian de darles una habitacion magnifica, de tenerlas una mesa abundante, y de hacer que los siga un acompañamiento inútil de criados; y al mismo tiempo desprecian la cultura de su entendimiento, y no cuidan de cubrir su mas vergonzosa desnudez, quiero decir, sus defectos naturales, sus inclinaciones viciosas y su ignorancia. Yo creo firmemente que semejantes padres solo procuran contentar en esto á su propia vanidad, pues semejante conducta es mas bien una prueba de su orgullo, que del deseo sincero de hacer bien á sus hijos. Quien quiera manifestarles un verdadero amor cuide principalmente de dar una buena direccion á sus afectos, y de ilustrar su entendimiento; pues aunque disminuya algo la herencia que les destina, les dexa en cambio el mas grande de todos los bienes, y la prueba mayor de su amor. Un hombre que tiene talento y virtud siempre es tenido por hombre feliz y respetable, á lo ménos así lo parece; pero un desarreglado un loco, no puede ser estimado de los demas hombres, ni ser feliz, por mas bienes que le hayan dexado sus padres. Y efectivamente, ¿qué padre no querria mejor que su hijo se pareciese á ciertas personas, aunque no tuviese mas que una mediana renta, que no que fuese rico, y se pareciese á otros que hay en el mundo?

El gasto pues que es necesario hacer no debe desanimar á los padres que pueden sostenerle. La grande dificultad consiste en hallar una persona capaz de desempeñar este encargo tan delicado. Los jóvenes y las personas de un mérito y de una virtud mediana, no son propios para él; y entre las que poseen qualidades sobresalientes apenas se encontrará una que quiera encargarse de tal empleo. Por eso es necesario buscarla con anticipacion, y por todas partes, como cosa difícil de encontrar. Con la diligencia y el dinero se consiguen todas las cosas; y el que halle un hombre con todos los requisitos necesarios, lejos de sentir lo que le haya costado, tendrá ántes bien [27] un sumo placer en considerar que aquel dinero ha sido el que mejor ha empleado en toda su vida.

Sea la primera máxîma el no admitir á ninguno por caridad, ó por lo que de él aseguren los amigos, ó por las muchas recomendaciones que tenga á su favor: tampoco nos debe determinar á favor de uno la reputacion que tenga de sobrio y sabio, que es lo que comunmente se quiere en un ayo. En una palabra, tanto cuidado se necesita para escoger un buen maestro para un niño, como si se tratara de elegirle muger; porque no debe tomarse uno para dexarle despues si no acomoda, pues esto seria una incomodidad para el padre, y en grave perjuicio del hijo.

Al ver la escrupulosidad con que miro la eleccion de la persona que ha de servir de maestro á un niño, parecerá que intento proponer una cosa solo por proponerla, pero sin ánimo de que se practique. Mas si se considera quan diferente es la idea de un buen ayo, de la que comunmente se tiene, y quan pocos hay capaces, aun entre los que exercen este empleo, se verá que se debe poner en ello mas cuidado que el que comunmente se pone, pues lo contrario es exponerse á perder todo el fruto que se pretende coger.

Generalmente solo se busca un hombre prudente y sabio, y se cree que esto basta. Pero despues que un hombre semejante haya llenado la cabeza de su discípulo de todo el latín y toda la lógica que él aprendió en la Universidad, ¿quedará el discípulo bien educado? ó por mejor decir, ¿puede esperarse que tenga mas urbanidad y mas conocimiento del mundo, y que esté mas instruido en los verdaderos fundamentos de la virtud y de la humanidad, que lo está su preceptor?

Para que un hombre de buen nacimiento salga cortés y culto, es necesario que lo sea tambien su maestro, el qual debe conocer el mundo, y saber todas las reglas de la cortesanía con relacion al tiempo, al lugar y á las personas, y estimular á su discípulo á que las observe constantemente en quanto lo requiera su edad: la urbanidad es una cosa que no puede en-señarse con los libros, y solo puede adquirirse con el trato de gentes, reflexîonando sobre lo que pasa en las concurrencias de personas de mérito. Un sastre puede vestir de moda á un hombre, y un maestro de bayle dar gracia á los movimientos de su cuerpo; pero estas dos cosas que contribuyen sin duda á adornar su exterior, no sirven para hacerle urbano. Tampoco debe esperarse este efecto de la ciencia, la qual, si no está [28] bien dirigida, solo servirá de hacer al hombre mas impertinente y mas insoportable en la conversacion. La urbanidad es la que ha de dar lustre á todas las otras qualidades buenas, y la que hará que sean útiles al mismo que las posee, procurándole la estimacion y el amor de las personas con quienes trata; pero si le falta esta qualidad, todas las otras perfecciones solo harán que sea mirado como un hombre vano, altanero, orgulloso é impertinente.

El valor pasa por brutalidad en un hombre mal educado, la ciencia parece pedantería, el talento insípida bufonada, la ingenuidad y el candor rustiquez, y el buen natural indigna y baxa adulacion En una palabra, no hay en él qualidad alguna buena que no quede desfigurada por falta de urbanidad. Aun la virtud misma, y los grandes talentos, á quienes no se pueden negar los elogios que les son debidos, no bastan todavía para proporcionar á un hombre una recepcion favorable en todas las concurrencias en que se halle. Un diamante en bruto no puede servir de adorno, es necesario pues pulirle y trabajarle para que parezca bien. Lo mismo sucede con las buenas qualidades del alma, pues aunque son verdaderas riquezas, no tienen lustre ni brillantez si la urbanidad no se la da, y todo hombre que quiere ser estimado debe juntar á un mérito sólido unos modales agradables; y no basta hacer acciones agradables ó útiles, pues se necesita además un ayre urbano y gracioso que las hermosee, sin lo qual no pueden agradar; pues casi siempre el modo de hacer una cosa es de mas conseqüencia que la cosa misma, la qual agrada ó desagrada, segun es agradable ó desagradable el modo de hacerla. Mas como estos modales no consisten precisamente en quitarse el sombrero con gracia, ó hacer una cortesía garvosa, sino en una cierta facilidad y desembarazo en arreglar sus palabras, sus miradas, sus acciones, sus movimientos, su semblante, &c. segun las personas con quien se trata, y las diversas ocasiones y circunstancias en que uno puede hallarse, es evidente que esta especie de urbanidad no puede aprenderse sino con el uso y el trato de gentes, y por tanto que es superior á la capacidad de los muchachos, á quienes no se debe molestar con lecciones embarazosas quando son muy niños. Mas con todo eso conviene que ya jóvenes empiecen á acostumbrarse á ella miéntras estan baxo la direccion del ayo, y ántes que comiencen á gobernarse por si mismos; porque en este caso es por lo comun inútil el trabajar en destruir los malos hábitos adquiridos, por-[29]que los modales no serán jamas graciosos miéntras no parezcan enteramente naturales, y guarden entre sí una proporcion armoniosa en que no se note trabajo ni estudio. Y efectivamente, un hombre que en la conversacion se observa á sí mismo con inquietud por miedo de faltar en alguna cosa, léjos de enmendar así lo que haya malo y chocante en sus acciones, les da por lo mismo un ayre forzado que las hace todavía mas desagradables.

La segunda razon que debe tener un maestro para arreglar los modales de su discípulo, es porque aunque los descuidos en que caemos por falta de urbanidad sean los primeros que los demas notan, son no obstante los últimos de que nos advierten, no porque el mundo se descuide en censurarlos, sino porque siempre es en ausencia del que debia aprovecharse de la crítica que se hace de ellos. Á la verdad es este un punto tan delicado que aun nuestros mayores amigos que sinceramente desean que nos corrijamos, apénas se atreven á hablarnos de nuestros defectos, ni á manifestarnos que en tales ó tales circunstancias pecamos contra la urbanidad. Muchas veces se puede advertir á un hombre sus faltas en otras materias, y sacarle de algunos de sus errores sin violar las reglas de la cortesía y las leyes de la amistad; pero la urbanidad misma nos prohíbe el decir á otro que no tiene urbanidad. Solo pueden advertirlo los que tienen autoridad sobre él, y aun en este caso suele ser muy mal recibido el aviso si se dirige á un hombre ya formado. Por estas razones debe el maestro aplicarse principalmente á este artículo, á fin de que la gracia y la urbanidad se hagan como naturales en el discípulo antes que salga de sus manos, y á fin de que no tenga necesidad de avisos quando no esté ya en estado de aprovecharse de ellos, ni de humor de recibirlos. Concluyo pues que la urbanidad es la primera qualidad que debe tener el que se encarga de la educacion de un niño de buena casa, y que el que aprende de su ayo á tener buenos modales entra en el mundo con mucha ventaja y hallará que esta sola perfeccion contribuye mas á su adelantamiento, que le proporciona mas amigos, y le es de mas uso en el mundo que todas las voces científicas, ó que todos los conocimientos reales que ha adquirido estudiando las artes liberales, ó escuchando las sabias lecciones de su maestro. Mas no se entienda que quiero decir que la ciencia debe ser despreciada, sino solo que debe acompañarla la urbanidad, la que no debe ser despreciada como un ridículo fantasma.

[30] Y no solo ha de ser culto y urbano el que ha de servir de ayo, sino que debe conocer también el mundo, esto es, el genio, los caprichos, las locuras, los fraudes, y los defectos de su siglo, y principalmente del pais en que vive, pues es necesario que vaya manifestando todas estas cosas á su discípulo á medida que sea capaz de comprehenderlas. Le debe enseñar á conocer los hombres, y sus varios caractéres, mostrándoselos como ellos son en sí, quitada la máscara con que se cubren, y hacerle discernir lo que está oculto baxo de falsas apariencias, para que no le suceda lo que á la mayor parte de los jóvenes sin experiencia que toman una cosa por otra, y juzgan por el exterior, y se dexan engañar de un buen semblante, ó de unos modales lisonjeros y persuasivos. Le debe tambien instruir en observar los designios de aquellas personas con quienes trata, pero sin hacerle demasiado malicioso, ni demasiado crédulo, y segun que su natural le incline mas ácia uno de estos extremos, debe dirigirle y enderezarle ácia el opuesto. Le debe asimismo acostumbrar á juzgar sanamente de los hombres por medio de aquellas señales que sirven mejor para conocer lo que son, y para descubrir su interior, que muchas veces se manifiesta en las cosas mas pequeñas, principalmente quando están descuidados, y no se hallan, por decirlo así, sobre el teatro. Es necesario que tenga cuidado de hacerle una pintura fiel del mundo, y de disponerle á no creer que los hombres son mejores ó peores, mas sabios ó mas necios que lo que son efectivamente. Por estos medios pasará el discípulo insensiblemente, y sin peligro, del estado del niño al de hombre, que es el paso mas peligroso que hay que dar en toda la vida. Este punto debe ser dirigido con todo el cuidado posible, y en esta coyuntura es quando principalmente debe un jóven estar asistido de su maestro, y no sacarle, como comunmente se hace, de entre las manos de éste para presentarle en el gran mundo baxo su propia direccion, y con peligro de perderlo todo en un momento, como otros muchos que se ven todos los dias abandonarse á las mayores locuras y desareglos luego que, libres del yugo de una severa disciplina, se hacen dueños de sus propias acciones; desórden que á mi parecer, debe atribuirse á no haber cuidado de este punto tan importante; porque los jóvenes educados en una perfecta ignorancia de lo que es verdaderamente el mundo, quando luego le ven muy diferente de la idea que les habian dado de él, y por consiguiente muy otro de lo que ellos creian, se dexan fácilmente persua-[31]dir por maestros de otra especie, que no dexarán de encontrar á cada paso; que la disciplina á que han estado sujetos, y las reprehensiones que les han dado no eran mas que puras formalidades de que han llenado la educacion de los niños para sujetarlos mas; pero que la libertad de los hombres techos consiste en abandonarse sin reserva á gozar de todas las cosas que antes les habían prohibido. Despues presentan al jóven exemplos de esta bella conducta, tan brillantes al parecer que fácilmente le deslumbran y seducen. Entonces abrasado del deseo de manifestar que él es tan hombre como los mas famosos libertinos de su edad, cae ciegamente en los mayores desórdenes en que ve que se precipitan otros. Así, en col designio de adquirir reputacion, renuncia y abandona la modestia y sobriedad con que se ha criado, imaginándose que será glorioso, señalar su entrada en el mundo con una oposicion directa á todas las reglas de virtud que tanto le ha recomendado su maestro.

Uno de los mejores medios de precaver estas desgracias es, á mi parecer, el mostrarles el mundo ántes de entrar en él. Se les deberian descubrir por grados los vicios que esten mas acreditados, y advertirles las intenciones de ciertas personas que solo se aplican á ganar su confianza para perderlos. Se les deberia instruir en los artificios que usa esta casta de gentes, y los lazos que suelen tender á los incautos. Se les deberian igualmente poner á la vista de quando en quando algunos exemplos trágicos de las personas que tienen por oficio el perder á los que caen entre sus manos, ó de los jóvenes arruinados por seguir tan indignos pasos. Nuestro siglo subministrará hartos exemplos de esta especie, que se le deben presentar al jóven como otros tantos escollos, á fin de, que las desgracias, las enfermedades, la mendicidad y la infamia en que tantos han caído por este medio, le hagan cauto, enseñandole al mismo tiempo como aquellos mismos que con apariencia de amistad causaron su ruina, son los primeros que le abandonan y desprecian en su miseria. Por aquí verá, ántes que se lo enseñe la experiencia, que todos aquellos que quieren persuadirle á que no siga los sabios y prudentes consejos que ha recibido de su maestro; (lo que llaman dexarse gobernar como un niño), solo intentan gobernarle á su modo, y persuadirle que como hombre hecho comienza ya á caminar él solo baxo su propia direccion y antojo, al mismo tiempo que ellos intentan meterle como á un niño en lodos los vicios que pueden [32] servir para sus designios. Conviene pues que el maestro no pierda ocasion de mostrarle este escollo, empleando todos los medios posibles en hacérsele conocer.

Bien sé lo que comunmente se dice, que descubrir los vicios del siglo á un niño es enseñárselos de antemano. Esto será cierto en parte, segun el modo con que se le descubran. Por eso es esta una cosa que necesita de un maestro prudente y hábil que conozca el mundo, que pueda juzgar del temperamento y de la inclinacion del discípulo, y conocer su flaco, ó su pasion dominante. Se debe tambien considerar que no es ahora posible (como acaso lo seria en otro tiempo) el preservar á un jóven de los vicios ocultándole el conocimiento de ellos, á menos que no se quiera tenerle toda la vida en un escaparate, sin que se presente jamas entre las gentes. Quanto mas tiempo se le tengan vendados los ojos, ménos capaz será de ver quando entre en el mundo, en donde estará expuesto á ser engañado por otros, y aun por sí mismo; porque quando un jóven todavía demasiado niño se presenta en el gran mundo, siempre es el blanco de las criticas, y de las malignas observaciones de los otros jóvenes, entre los quales nunca faltan algunas aves de rapiña que salen á desplumarle.

El único medio de libertarse del mundo es conocerle perfectamente; pero los jóvenes deberian iniciarse en estos misterios por grados, y á medida que fuesen capaces de ello: lo mas pronto será lo mejor siempre que se hallen entre las manos de un buen ayo. Deberia abrirse la escena poco á poco, introduciéndoles en el mundo insensiblemente, y manifestándoles al mismo tiempo los peligros que hay que temer de los diferentes órdenes, temperamentos, designios y concurrencias de los hombres. Convendria prepararles de antemano á verse insultados por unos, y acariciados por otros, quiénes podrán arruinarles por caminos ocultos, y de qué personas deben esperar buenos oficios, (Se concluirá) ◀Nível 3 ◀Nível 2

Con Real Privilegio.
Madrid

En la Imprenta de la Administracion del Real Arbitrio de Beneficencia. ◀Nível 1