El Catón Compostelano: Discurso VIII

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Niveau 1

DISCURSO VIII.

Citation/Devise

Sola vexatio intellectum dabit.

Niveau 2

Niveau 3

Lettre/Lettre au directeur

SEÑOR EDITOR: Con gran satisfaccion mia he llegado á saber que V. lleno de zélo por la verdad se empeñaba en vindicar su honor, declarando la guerra á la mala costumbre y al error, bajo cuya esclavitud hay tantos tiempos padece los ultrages mas vergonzosos. Mi alegria se aumenta indeciblemente al contemplar que V. derramará un torrente de luz, con que dispará las densas tinieblas que nos circundan, tanto á mi, como á muchos jovenes (algunos de cien años) á cuyo cuidado está confiado el negocio mas arduo y mas sagrado; pero en cuyo desempeño por desgracia nuestra andamos á tientas con peligro tanto nuestro, como de los que nos lo han encomendado, y lo que es peor, de aquellos á quienes por mil motivos debiamos ser de una suma utilidad. No puedo ponderar á V. las imagenes lisonjeras que se me presentan. Ya veo renacer un mundo nuevo, que parece un Cielo, de las tristes reliquias de este añexo, que tanto remeda al Infierno. ¡Todo el Reyno de Galicia, quando menos, al nivel de aquella Divina regla! : : : : No estrañe V. que se arrebate tanto mi imaginacion, pues veo ya iluminados sus caudillos con la verdadera luz.Ya los veo seguir, sin desviarse nada, las huellas del unico Maestro y Doctor.

Niveau 4

Pero yo sueño : : : : ¡Lo que hace un vivo deseo : : : ! Ah! Mis lugubres ideas vuelven á agitarme. Ya volveré como antes á regar mi aposento y lecho con el llanto : : Si: La duda que tengo del valor de V. me cubre de luto y amargura. Ni todo el nombre de un Caton que V. se impuso; ni el sufrimiento preventivo con que V. se alienta, me dan el menor consuelo. Todo me parece una caucion muy pequeña, é incapaz de asegurarme del valor heroyco que se necesita para decirnos algunas cosas que deben decirsenos indispensablemente. No sé que late en mi corazon, que no solamente me hace perder la esperanza de algunos desengaños que nos arranquen de nuestros funestos errores, sinó tambien de que tome V. ni de cien leguas Cartas en el asunto. ¡Valgame Dios! que solo á nosotros se nos han de escasear las verdades! Si acaso en esto no me engaño, permitame V. que le pregunte el motivo de esta cobardía. ¿Será por ventura el recelo de algun sentimiento? Ah! Los que pudieran causarselos à V. los tienen reservados para los que tratan estos asuntos tan graves con aquel tono bufon, satirico y mordáz, con que mas bien dan á entender las falsas idéas, y acaso la impiedad de que están imbuídos, que el deseo de la gloria de Dios que en nada buscan, y del interés general que tampoco es su fin, ni se logra por tales caminos. Aquellos discursos propagadores de la novedad peligrosa, ó de la falsa doctrina son muy acreedores á un anathema eterno. Las personalidades, las burlas, y otros medios iguales deben producir á sus Autores mil bochornos, principalmente quando se emplean contra objetos dignos de respeto. Pero V. por que ha de recelar el que llegue á tildarsele una linea de un solo discurso, trabajandolos todos en la Oficina de la prudencia, y de la verdadera sabiduría? O piensa V. que perderá el tiempo, y no conseguirá nada? Pues yo estoy firmemente persuadido que se logrará mucho. Confieso, que con las personas que padecen será tan poco lo que conseguirá V. ahora, que saldrá muy bien librado con oir solamente sus carcajadas; pero las personas que hacen, aquellas personas respetables que oprimidas bajo el peso enorme de una infnidad de asuntos vastisimos no pueden oir, ni ver siempre lo que hay, ni por consiguiente lo que debe haver, aun quando tengan cerradas sus Camaras para los demás, no asi para el Caton, que ha de tener franca la entrada, á lo menos una vez cada semana: dice sus verdades, sin remedio se le escuchan, se pesan, y ¿que resultará de aqui? que se harán poner en planta, pues es regular que no sean impracticables. Por ultimo ¿teme V. desviarse de su plan? Jamás estará V. mas adicto á el, que quando proponga los medios para que se reforme el corazon humano. Y ¿por donde empezará V. mejor que por los moldes en que debe vaciarse, procurando templarlos al fuego de la verdad? Procure V. esto, que le prometo mil satisfacciones, y entre las mas principales, la de ver derretirse de suyo esa porcion de Adonis y Mondoris, que intenta fundir en hombres. Por otra parte; V. escusa de clamar, ni contra nuestra ignorancia, ni contra nuestros abusos y costumbres, ni encarnizarse contra los funestos efectos de aquellas causas. Esto podría producirle sus amarguras, exâsperaría los animos, y además quedarian las cosas como estaban. Yo me atrevo, aunque con la mayor cobardía, á aconsejarle un medio muy suave, y eficáz á mi entender. Se reduce á que V. se sirva demostrar en un Discurso, aunque sea corto, qual era el Autor de Moral por donde se estudiaba en los primeros siglos de la Iglesia (que tiempos aquellos!) para sufrir el exâmen para Ordenes, exponerse de Confesores, etc. Nada mas. ¡Y que! Le parece á V. que sería pequeño este hallazgo? Me persuado por decontado, que puesto en nuestras manos, en nuestro entendimiento, y mejor aun en nuestro corazon sería para las vallas de nuestros errores, lo que las trompetas tocadas al rededor de Jericó por los Sacerdotes. En segundo lugar: haciendo una misma substancia con nosotros á ese Autor escondido, que espero en Dios y en V. le hemos de encontrar, aunque lo cueste revolver todas las Bibliotecas y Archivos, seguramente se renovará en nosotros el espíritu que animaba á los Ignacios, á los Policarpos, Justinos, Ireneos, Cyprianos, Lorenzos, Hilarios, Athanasios, &c. &c. &c. y por una inmediata conseqüencia llegarémos á ser unas piedras, no en que hociquen los Pueblos, sinó unas piedras preciosas, cuyo esplendor ofusque el falso brillo con que deslumbra la corrupcion general à casi todos los hombres, ilumine á los que andan entre las sombras de la muerte, y adorne el edificio de la Iglesia. Y ¿no bastarán estas tan seguras como lisonjeras esperanzas, para que V. se resuelva á arrimar el hombro á esta tan buena obra, descubriendonos este secreto? ¿Aun temerá V. algun sinsabór por decirnos en quatro palabras, ó en quantas guste: „En tal tiempo se leía ó estudiaba tal obra antes y despues de ser Sacardote: Consta por tal y tal documento, que fué escrita por N., dictada ó inspirada por N: impresa (sinó es manuscrita) en N: hay ó no hay exemplares: está en tal ó tal idioma, &c. y poner al canto las pruebas? Tendrá V. que sentir por esto?” Desengañese V. Señor Editor, que ó es muy grande mi ilusion, ó con tal noticia se pondrán en movimiento las personas, en cuya mano está la potestad, para hacerlo venir; lo harán estudiar ó comer (que no es el primer volumen que se come) á los Exâminadores y Exâminandos, y en sus mesas no se oirán mas preguntas que acerca de su Doctrina. Ah! y que contento moriría V. solo por haver tenido parte en una obra de que pende toda la felicidad, por mas que el Vulgo de todas clases no quiera creerlo! Dios quiera que V. se aníme. En tal caso, desde ahora para entonces le suplico, que en qualquiera parte del tal Discurso amenace V. con toda fuerza hasta darles convulsion, y hacerles caer la pluma de la mano á aquellos zurzidores y remendones nefandos, que á poder de costurones y otras mil monstruosidades desfiguran toda una obra, y quando menos la hacen inutil. Si: amedrentelos V. mucho, que sinó ya les veo tomar tinta al acabar de leer su Discurso, si esperan á tanto para ilustrar ó para encajar un monton de Notas al Autor deseado, y llenarlo todo de quantas impertinencias produce el genio, ó la pasion, ó el interés. Ya les veo desechando esto, como que no obliga en los tiempos presentes; aquello que es para tal clase; que para cumplir con tal precepto bastan tantas onzas, ó tantos adarmes de accion, que se haga asi, ó asa. . . . Cierreles V. la boca, aunque sea ermeticamente, á fin de que con sus vomitos no ensucien la Moral; y que no se desvíen ellos, ni nos hagan desviar á nosotros de la Fuente de aguas vivas, para ir á apagar nuestra sed, y la de nuestros rebaños á unas cisternas que hacen agua, y que en el fango ó sedimento que conservan unicamente, esconden ¡O Santo Dios! Sabandijas venenosas. Pero ya sale de la boca de V. otro tropel de inconvenientes, que parecen otras tantas objeciones, y que á mi mismo me convencerían, si lo que por mi desgracia observo no me remontara sobre el ultimo grado de la evidencia, y no me asegurara en mi pensamiento. V. dice; que a un concedido el caso de que se hallase esta obra por que tanto clamo, y se pusiese en manos de todos los que aspirasen al Magisterio de Israél, con muchisimos nada se conseguiría, porque no tendrían alcances para comprehenderla. Valgame Dios, Señor Editor! ¿Y sinó los tenian, no havria para ellos destíno en la Sociedad? Bien está eso, insta V.; pero entonces se acortará indeciblemente el numero, se disminuirán lejos de multiplicarse los operarios. Pero se aumenta la alegría, le respondo á V. y mejor que yo lo hace Benedicto XIV. en su Institucion 42. Por ultimo el que los Discursos de V. anden en manos de todos, lejos de ser un inconveniente, es á mi juicio un estimulo mas agudo, para que V. no solamente se resuelva, sinó que se resuelva pronto á manifestar este especifico tan inocente y de tanta virtud para curar en su origen este mal, esta epidemia, que sinó se ataja luego, serán incalculables los daños que ocasionará. Es preciso verlo. Es preciso viajar por los Países Christianos, para llegar á creer el extremo á que llegaron las cosas. Pero la lastima es, que los que lo vemos no podemos remediarlo; y los que pueden no lo ven, y asi no pueden pensar en la cura. Digaselo V. que tal vez havrá visto algo.
!Quanto estimára poder hablar boca á boca con V.! Me persuado que sería muy distinto el concepto que formaría de mis voces, que el que hará de este escrito; y que al paso que le convenciese de esta lastimosa necesidad, le havia de disipar todos esos recelos (perdoneme V. si me excedo) nada propios de un Caton, que se reanima en los ultimos periodos del Siglo XVIII. es decir: de un Siglo que por mas que la voz general lo califique de ilustrado, la realidad encuentra en el muy buena dosis de opacidad, precisamente en donde havia de haver mas luces. Pero al fin, si V. no quiere acceder á mi insinuacion; si esta le parece un desvario; si V. no cree que hay tantos males, como le apunto; si no le parece asunto digno de su atencion; si se persuade que todo está bien por la parte por donde ando, ó que si está mal, que es preciso dejarlo asi, y ni aun à tan poca costa quiere V. al mismo tiempo que demuestra el remedio, avisar del contagio á aquellos mismos que podian atajarlo, nada mas haré que repetirle la primera linea de esta Carta:

Citation/Devise

Sola vexatio intellectum dabit.
Hasta entonces queda de V. su atento Servidor -:- Josafat Cayo Lerdos. -:- P. D. Ya tenia cerrada esta, y me ocurrió otra cosa. No quise omitirla, por que tal vez podrá determinar á V., y sinó podrá arder con lo demás. Acuerdese V. que no hay Seminarios de educacion para los Jovenes que aspiran al Estado de que trato; y que la ciencia y virtud que exîge no se adquieren con las lecciones que dan los libros, que comunmente se leen, ni con la crianza que dan los Padres, principalmente en el campo. Ah! corramos un velo sobre tal espectaculo.

Niveau 3

VARIEDADES.

Metatextualité

En otro Discurso manifestaré á V. Sr. D. Josafat lo que desea, si se encuentra; para cuyo fin voy á registrar todas las Bibliotecas de España, y aun las del Orbe habitado. A otra cosa.
¿Por qué el hombre se pretenderá acreedor á ser amado, quando hace todo lo posible para hacerse odioso? ¿No es pretension temeraria exîgir de su semejante el amor, siendo asi que en vez de obligarle à corresponder le desvia con el mal tratamiento, ó alegrandose de verle caer en el infortunio, y aun á veces insultando á su desgracia? Y que sucede si le vé levantarse del polvo con felicidad? Apesararse, tenerle embidia, y persuadir á otros de que aquel no es digno de la prosperidad que disfruta. Pues supongamos que le advierte algunos defectos ¿por ventura se los oculta y le aconseja su reforma? Lejos de esto, es el primero en descubrirselos, y mofarse de el; y si le reconoce con algun merito? O Cielos! No hay sofistería que no imagíne para eludir su confesion, y para destruirselo, ó sinó para obscurecerlo á los ojos de los demás. De esta manera es como el hombre quiere captarse la voluntad de su semejante ¿y lo conseguirá? El lo experimenta, que nos responda. ¿Que vemos, pues, que sucede, quando el hombre se indigna contra otro hombre? ¿Que? ... que lejos de suavizarle este con sus caricias, busca medios de agriarle mas; y muchas veces por este sentimiento de falso honor, que se llama venganza, hace enemigos implacables á aquellos á quienes no se necesitaba mas que un poco de paciencia y dulzura para convertirlos en verdaderos amigos. En fin el hombre quiere obrar como Tyrano, y ser amado como Bienechor, y quiere tratar á los demás como Enemigos y Esclavos, y que à el le traten como Hermano. No quiere tener bondad, dulzura, misericordia, ni paciencia, y quiere en correspondencia ser amado. Está lleno de crueldad, de dureza, de odio, de desprecio, de venganza, de orgullo, y de malicia, y se queja de ser aborrecido. Hace el menos bien y mas mal que puede, y se admira de no hallar amigos. Ciertamente no hay alguno que si quiere ganar el afecto de cualquiera animal, observe con el una conducta tan imprudente: luego es mayor ridiculéz querer que el hombre que sabe discernir el bien del mal, no tenga aversion á aquellos que no le hacen sinó mal, siendo asi que el instinto solamente enseña á los irracionales á tenerla á todo quanto les es contrario. Vuelvo à repetirlo todavia. No hay cosa mas facil que hacerse amar, y no hay alma tan feróz que se resista á los encantos de la amistad. Bajo qualquiera Cielo que haya nacido aquella, y por grande que sea la barbarie en que se haya nutrido, siempre està sujeta á la amistad. No son las Leyes, la Politica, ni el estudio de la Filosofia, quien enseña á los hombres á hacerse reciprocos. El mismo fuego que se enciende en las venas para vengarse de los ultrages que le hacen, causa en su corazon movimientos de afecto y reconocimiento para con aquellos que le hacen bien; y no temo decir con Xenofonte:

Citation/Devise

Que no hay animal, que sea naturalmente tan bueno, y reconocido como el hombre.