El Catón Compostelano: Discurso V
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Discurso V.
Citation/Motto
Verum aspectum rerum nobis occultat
usus.
Pierius Valerianus.
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Critica sobre el uso de raer la Barba.
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Si el hombre se persuadiese, de
que las mas de las modas son inventadas para cubrir algunas
imperfecciones ocultas del cuerpo, ó para satisfacer la
codicia de los Mercaderes, acaso pondría menos cuidado en
adoptarlas, porque tomandose el trabajo de
indagar la causa de estas novedades, hallará que consiste
regularmente en el ingenio de una Modista muy diestra en
discurrir monerías, en la irregularidad de talle de una
Petimetra, en el demasiado volumen de una gorda que quiere
con poca ropa hacerse delgada, en la sequedad de cerebro de
una vieja presumida, que discurre ocultar su calba con el
pelo postizo de una ensortijada peluca, y en fin en el
disimúlo de la intempestiva preñéz de alguna desgraciada, á
quien procuran imitar todas las hermosas, como si les
huviera sucedido lo mismo que al modelo que siguen. ¡Que
disparate! ¡Que error! ¡Que demencia tan universalmente
recibida de los pretendidos cuerdos! Y ¿en que havrá
consistido despojarse los hombres del bello ornamento que
les hace magestuosos; la Barba, digo? Sin duda no havrá
tenido otra causa que la afeminacion de costumbres, y el
capricho, porque, yá se sabe, quanto mas se
asemeje el enamorado á su querida, tanto mas se insinuará en
su corazon, y ¿que no hará por agradarla? De todas las
pasiones que combaten al hombre, la del amor es la que mas
le trastorna el sentido, y le enagena hasta olvidarse de si
mismo; por lo que no es mucho que se pula, se atuse, y
afemine rebajando á la superioridad de su sexô, si discurre
que en presentarse así, y con todos los hechizos de Cupido,
logra el favor de su Dama. De aqui, pues, se debe discurrir
traherá su origen el abuso de raer la Barba, con que
Naturaleza decoró el rostro del hombre: y se podrá decir sin
rebozo, que procedió este con acierto en enmendar una obra
que se debe creer perfecta, porque lo son así todas las que
aquella hace? Una de dos, ó bien Naturaleza es justa sin
superfluidad en todas sus producciones, ó no lo es: esto
último nadie habrá que lo afirme, especialemente viendo la
regulariedad, y necesidades con que el Criador
hizo que aún las cosas que nos parecen mas inutiles y
escusadas, nos sean por raros caminos favorables: luego
siendo Naturaleza tan correcta y preventiva en todo quanto
produce, no puso sin determinado fin la Barba en el rostro
del hombre; luego no es ella quien erró, sinó este que yerra
en raerse la Barba todas als semanas como por obligacion. De
esta manera todos tenemos el prurito de parecer niños,
quando antiguamente todos afectaban parecer hombres; pero
¿como hombres? hombres, cuya magestuosa exterioridad, y
cuyos augustos semblantes representan con su Barba larga el
caracter mismo de las virtudes; y hombres en fin, cuyo
respetable aspecto, no solo dá á entender que son hombres,
sinó Dioses, delante de quienes es preciso doblar la
rodilla; y seguramente parece que esto y mas es permitido
decir, en virtud de los poderosos efectos que este adorno de
la pubertad causa en nuestros corazones,
quando nos paramos á ver los retratos antiguos. La Barba,
pues, siempre há sido respetada en todas las Naciones;
La Barba, no solamente fué el simbolo de la
Filosofia, sinó aún tambien la prenda mas
sagrada de los juramentos y de las promesas; y en otro
tiempo fué objeto de las mayores discusiones. Finalemente
los mas distinguidos de los Escritores antiguos, y aún de
los modernos han hecho mencion honrosa de las mas bellas
Barbas de la antiguedad. Homero habla ventajosamente de la
Barba blanca de Nestor, y de la del viejo Rey Priamo.
Virgilio nos pinta la de Mecencio, que era tan voluminosa
que le cubria el pecho; y finalmente, omitiendo citar otros
por evitar prolixidad,
Pero no tenemos necesidad de salir de casa para
probar el aprecio que antes se hacia de la Barba.
Verdaderamente nuestros gustos, y usos actuales no son mas que usos y gustos antiguos que el
tiempo renueva y hace desaparecer, guardando la alternativa.
Mas há de un siglo que no llevamos Barba larga; pero ¿quien
sabe si esta moda saldrá luego? Asomos á lo menos yá hay de
esto: yá se ven en todos los rostros patillas de creciente
Luna, que puede ser que lleguen á su plenilunio. Pero
dejemos á los Petimetres del dia, á los puleros Abates, á
los hechizeros de amor, y á todos los de nervios irritantes
corromper con su luxo lo que Naturaleza no há hecho en vano;
aunque, valga la verdad, tan ridiculo es á un hombre
parecerse á una muger, como lo es á una muger parecerse á un
hombre; pero dejemosles seguir su capricho, por mas cierto
que sea que en la edad proyecta, la Barba es indicio de las
facultades fisicas, y en la vejéz simbolo de la veneracion,
y por mas que oigan decir sin querer convencerse. ¡Que tierno será el espectaculo de ver á un viejo,
ennoblecido su rostro con una larga Barba cana, recibiendo
las caricias de sus hijos y nietos, unico consuelo de su
achacosa vejéz! dejemosles, pues, con su tema; pero los
Sacerdotes que deben conciliarse la confianza y el respeto
de los Pueblos con una exterioridad respetable, y alejarse
quanto sea posible del lujo vulgar ¿por qué no han de llevar
barba larga? ¿Hay algun adorno que reuna á la sagrada
magnificencia con que van al Altar mas gravedad que una
magestuosa barba? Pero quiero prescindir de la severidad
correspondiente al Sacerdocio; y si demostrar la absoluta
obligacion que tienen de llevar barba larga. Primeramente,
porque Dios mismo há tenido á bien explicarse por medio de
Moysés con todo su Pueblo sobre el regimen de esta
decoracion del rostro del hombre;
Esta ley está tan clara, que no admite duda alguna, y
me parece que ninguna otra se há dado despues que la
derogase; y sinó ¿como es que el Divino Legislador de
nuestra Religion, Jesu-Christo mismo, lejos de alterarla, la
há respetado sometiendose á ella? Sus Apostoles, y todo lo
que la Religion tenia en su infancia de mas santo y
respetable han sostenido con esfuerzo la necesidad de llevar
Barba; pero la pureza de preceptos, la sencilléz de
costumbres, y la humilde pobreza se han eclipsado con le
tiempo. Ahora lo que tenemos son Beneficiados ricos, Chrisostomos de capa corta, y Abates
galanteadores; pero vosotros, hombres de Barbas venerables,
Padres de la primitiva Iglesia, donde estais? Con solo esto
tenia incontestablemente probado la necesidad que tienen los
Sacerdotes de llevar la Barba; pero vaya de plus, para
defenderme de los modernos. Si desde el tiempo de los
Apostoles me remonto poco á poco hasta el total
establecimiento del Christianismo, veo que todos los Padres,
los Doctores, y todos los Santos han recomendado con
instancia el uso de llevar la Barba, y tuvieron por señal de
infancia y locura una cara desprovista de ella. S. Clemente
el Romano, S. Clemente de Alexandría, S. Cypriano, y una
multitud de autoridades respetables, que citaría sinó
temiese apartarme de la brevedad, hacen el elogio de la
Barba, y censuran á los Sacerdotes opuestos á la Disciplina
christiana, exêcrando el estado en que han puesto nuestra Religion. ¿Que mas?
Despues de citar leyes tan sagradas, despues de
demostrar el exemplo de todos los Padres de la primitiva
Iglesia, y despues de las decisiones de dos Concilios
autenticos ¿havrá hombres tan ignorantes que sostengan que
es indiferente raerse ó no raerse, y que la Barba es
contraria á la Disciplina de la Iglesia? Finalmente todos los Papas de los primeros siglos de la
Era Christiana hicieron gala de una Barba larga, hasta que
sucedió la primera division de las dos Iglesias Griega y
Latina.
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Example
y aquellos Pueblos, á
quienes Naturaleza reusó dar esta señal
caracteristica de nuestro sexô, el Lapon, el Japon,
y sobre todos el Americano, cuyo rostro inverbe hizo
dudar mucho tiempo si era hombre, reconocen la
irregularidad de su constitucion.
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Los Chinos, aunque poco
dotados en esta parte, sin embargo, procuran
cultivar la que tienen con el mayor cuidado.
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Los Lacedemonios, así
como tambien los Egypcios la miraron siempre como
señal de sabiduría;
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y entre los antiguos
Griegos era costumbre, para obtener un favor, tocar
la Barba, como dice Plinio, de aquel que lo havia de
conceder, para ser favorablemente recibido.
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Tito Libio nos describe
el efecto de la Barba mas milagrosa que puede verse
en la Historia. Acababan, pues, los Gaulas de tomar
á Roma por asalto en el año de 365, y sentados los
Senadores de esta Ciudad á la puerta de sus Casas,
aguardaban yá la muerte con la calma, y serenidad
natural á estos Republicanos. Pero su magestuoso
continente, y sus largas Barbas canas espantan de
tal manera á aquellos feroces
vencedores, que repentinamente se quedan inmobiles.
Por ultimo picado un Gaula de ver que una Barba
suspendiese los efectos de su ferocidad, se atrevió
el primero á desvanecer el hechizo que le detenia, y
á poner las manos en la de un viejo, quien enfadado
de la audacia del Soldado le dió un golpe con la
barita de marfil que empuñaba. Este golpe, pues, há
sido el que destruyó el prestigio, y fué señal de
combate que costó caro á los Gaulas. ¡Efecto sin
duda maravilloso!
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Los Españoles, cuyo
caracter tiene por basa la gravedad, siempre
consideraron la Barba, como el adorno de que se
debia hacer mas alarde; y muchas veces han hecho
consistir la pérdida de su honor en la de sus
mostachos y barbas.
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¡Que correccion no
sufrieron aquellos que por via de moda quisieron
llevar barbas postizas! Inmediatamente
que aparecieron en Aragon estas pelucas de cara, fué
prohivido su uso por el Rey D. Pedro, que mandó se
reemplazasen por las naturales.
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Heteroportrait
En fin, hasta que Felipe
V. subió al Trono duró este bello uso, de que con
dificultad se desasieron sus Vasallos; pero llegó á
desaparecer en tal extremo, que para raerla
precisamente una vez á lo menos en la semana se
propagó en todos Pueblos un considerable numero de
Barberos, que fundan su subsistencia en los azerados
filos de sus navajas. ¡Pobrecitos! ¡Quan dignos
serán de compasion, si la moda quiere valerse del
derecho que le está reservado de obrar una
revolucion! Pues tengan por cierto, que puede ser,
que quando menos se piense, llegue á alguno de
nuestros Puertos alguna Fragata, ó Navio que trayga
esta moda, y que embíe á descansar á los Señores
Barberos de tanto como corren todos los dias.
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y en el Libro de Isaías,
cap.7.V. 20., y en el de Jeremías, cap.48.V.37. amenaza tambien muchas veces á su
Pueblo por boca de sus Profetas, por haverse raído
la barba ignominiosamente.
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Además de esto, en el
Levitico, cap.19.V.27. se lee: Non attondebitis in
circuitum comam capitis vestri, neque dissipabitis
extremitatem barbæ vestra; que es decir: No os
cortareis el cabello, y dejareis crecer naturalmente
vuestra barba.
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El Concilio quarto de
Cartago en el Canon 44. se expresa así: Clericus nec
comam nutriat, nec barbam radat; que es decir: El
Sacerdote no dejará crecer el cabello, ni se cortará
la barba; aunque este Canon há padecido alteracion
en la supresion de la ultima palabra radat, como lo
distingue Tertuliano, y otros muchos Comentadores,
en confirmacion de lo qual viene un Concilio formado
en Barcelona en el año de 540, en cuyo Canon 3.° se
lee: Ut nullus Clericorum comam nutriat, aut barbam
radat.
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Quando Carlo Magno fué
Emperador del Occidente, sacudieron entonces los
Papas el yugo del dominio Griego, y se aprovecharon
de esta ocasion para distinguirse en algun modo de
sus enemigos; y es justamente en esta epoca, como lo
dicen los PP.Henschenio y Papebrok, quando Leon III.
dió el primero exemplo en la Iglesia Latina de
raerse la Barba. Pero como de estas pueriles
disensiones fué unicamente causa la emulacion, no
pudo reynar mucho tiempo, y desapareció al ponerse
la Tiara Juan XII. que se dejó ver en la Silla con
Barba larga.