Critica sobre el uso de raer la
Barba.
Si el hombre se
persuadiese, de que las mas de las modas son inventadas para cubrir
algunas imperfecciones ocultas del cuerpo, ó para satisfacer la
codicia de los Mercaderes, acaso pondría menos cuidado en
adoptarlas, porque tomandose el trabajo de indagar la
causa de estas novedades, hallará que consiste regularmente en el
ingenio de una Modista muy diestra en discurrir monerías, en la
irregularidad de talle de una Petimetra, en el demasiado volumen de
una gorda que quiere con poca ropa hacerse delgada, en la sequedad
de cerebro de una vieja presumida, que discurre ocultar su calba con
el pelo postizo de una ensortijada peluca, y en fin en el disimúlo
de la intempestiva preñéz de alguna desgraciada, á quien procuran
imitar todas las hermosas, como si les huviera sucedido lo mismo que
al modelo que siguen. ¡Que disparate! ¡Que error! ¡Que demencia tan
universalmente recibida de los pretendidos cuerdos! Y ¿en que havrá
consistido despojarse los hombres del bello ornamento que les hace
magestuosos; la Barba, digo? Sin duda no havrá tenido otra causa que
la afeminacion de costumbres, y el capricho, porque, yá se sabe, quanto mas se asemeje el enamorado á su querida, tanto
mas se insinuará en su corazon, y ¿que no hará por agradarla? De
todas las pasiones que combaten al hombre, la del amor es la que mas
le trastorna el sentido, y le enagena hasta olvidarse de si mismo;
por lo que no es mucho que se pula, se atuse, y afemine rebajando á
la superioridad de su sexô, si discurre que en presentarse así, y
con todos los hechizos de Cupido, logra el favor de su
Dama. De aqui, pues, se debe discurrir traherá su origen el abuso de
raer la Barba, con que Naturaleza decoró el rostro del hombre: y se
podrá decir sin rebozo, que procedió este con acierto en enmendar
una obra que se debe creer perfecta, porque lo son así todas las que
aquella hace? Una de dos, ó bien Naturaleza es justa sin
superfluidad en todas sus producciones, ó no lo es: esto último
nadie habrá que lo afirme, especialemente viendo la regulariedad, y
necesidades con que el Criador
hizo que aún las cosas que nos parecen mas inutiles y escusadas, nos
sean por raros caminos favorables: luego siendo Naturaleza tan
correcta y preventiva en todo quanto produce, no puso sin
determinado fin la Barba en el rostro del hombre; luego no es ella
quien erró, sinó este que yerra en raerse la Barba todas als semanas
como por obligacion. De esta manera todos tenemos el prurito de
parecer niños, quando antiguamente todos afectaban parecer hombres;
pero ¿como hombres? hombres, cuya magestuosa exterioridad, y cuyos
augustos semblantes representan con su Barba larga el caracter mismo
de las virtudes; y hombres en fin, cuyo respetable aspecto, no solo
dá á entender que son hombres, sinó Dioses,
delante de quienes es preciso doblar la rodilla; y seguramente
parece que esto y mas es permitido decir, en virtud de los poderosos
efectos que este adorno de la pubertad causa en
nuestros corazones, quando nos paramos á ver los retratos
antiguos.
La Barba, pues, siempre há sido respetada en todas las Naciones;
y aquellos Pueblos, á quienes
Naturaleza reusó dar esta señal caracteristica de nuestro sexô, el
Lapon, el Japon, y sobre todos el Americano, cuyo rostro inverbe
hizo dudar mucho tiempo si era hombre, reconocen la irregularidad de
su constitucion.
Los Chinos, aunque poco dotados
en esta parte, sin embargo, procuran cultivar la que tienen con el
mayor cuidado.
Los Lacedemonios, así como
tambien los Egypcios la miraron siempre como señal de sabiduría;
y entre los antiguos Griegos
era costumbre, para obtener un favor, tocar la Barba, como dice
Plinio, de aquel que lo havia de conceder, para ser
favorablemente recibido.
La Barba, no solamente fué el simbolo de la Filosofia, sinó aún
tambien la prenda mas sagrada de los juramentos y de
las promesas; y en otro tiempo fué objeto de las mayores
discusiones.
Finalemente los mas distinguidos de los Escritores antiguos, y aún de
los modernos han hecho mencion honrosa de las mas bellas Barbas de
la antiguedad. Homero habla ventajosamente de la Barba
blanca de Nestor, y de la del viejo Rey Priamo. Virgilio nos pinta la de
Mecencio, que era tan voluminosa que le
cubria el pecho; y finalmente, omitiendo citar otros por evitar
prolixidad,
Tito Libio nos describe el efecto de la
Barba mas milagrosa que puede verse en la Historia. Acababan, pues,
los Gaulas de tomar á Roma por asalto en el año de 365, y
sentados los Senadores de esta Ciudad á la puerta de sus Casas,
aguardaban yá la muerte con la calma, y serenidad natural á estos
Republicanos. Pero su magestuoso continente, y sus largas Barbas
canas espantan de tal manera á aquellos fero-ces
vencedores, que repentinamente se quedan inmobiles. Por ultimo
picado un Gaula de ver que una Barba suspendiese los efectos de su
ferocidad, se atrevió el primero á desvanecer el hechizo que le
detenia, y á poner las manos en la de un viejo, quien enfadado de la
audacia del Soldado le dió un golpe con la barita de marfil que
empuñaba. Este golpe, pues, há sido el que destruyó el prestigio, y
fué señal de combate que costó caro á los Gaulas. ¡Efecto sin duda
maravilloso!
Pero no tenemos necesidad de salir de casa para probar el aprecio que
antes se hacia de la Barba.
Los Españoles, cuyo caracter
tiene por basa la gravedad, siempre consideraron la Barba, como el
adorno de que se debia hacer mas alarde; y muchas veces han hecho
consistir la pérdida de su honor en la de sus mostachos y barbas.
¡Que correccion no sufrieron
aquellos que por via de moda quisieron llevar barbas
postizas! Inmediatamente que aparecieron en Aragon estas pelucas de
cara, fué prohivido su uso por el Rey D.
Pedro, que mandó se reemplazasen por las naturales.
En fin, hasta que Felipe V. subió al Trono duró este bello uso, de que
con dificultad se desasieron sus Vasallos; pero llegó á desaparecer
en tal extremo, que para raerla precisamente una vez á lo menos en
la semana se propagó en todos Pueblos un considerable numero de
Barberos, que fundan su subsistencia en los azerados filos de sus
navajas. ¡Pobrecitos! ¡Quan dignos serán de compasion, si la moda
quiere valerse del derecho que le está reservado de obrar una
revolucion! Pues tengan por cierto, que puede ser, que quando menos
se piense, llegue á alguno de nuestros Puertos alguna Fragata, ó
Navio que trayga esta moda, y que embíe á descansar á los Señores
Barberos de tanto como corren todos los dias.
Verdaderamente nuestros gustos,
y usos actuales no son mas que usos y gustos antiguos
que el tiempo renueva y hace desaparecer, guardando la alternativa.
Mas há de un siglo que no llevamos Barba larga; pero ¿quien sabe si
esta moda saldrá luego? Asomos á lo menos yá hay de esto: yá se ven
en todos los rostros patillas de creciente Luna, que puede ser que
lleguen á su plenilunio.
Pero dejemos á los Petimetres del dia, á los puleros Abates, á los
hechizeros de amor, y á todos los de nervios irritantes corromper
con su luxo lo que Naturaleza no há hecho en vano; aunque, valga la
verdad, tan ridiculo es á un hombre parecerse á una muger, como lo
es á una muger parecerse á un hombre; pero dejemosles seguir su
capricho, por mas cierto que sea que en la edad proyecta, la Barba
es indicio de las facultades fisicas, y en la vejéz simbolo de la
veneracion, y por mas que oigan decir sin querer convencerse. ¡Que tierno será el espectaculo de ver á un viejo,
ennoblecido su rostro con una larga Barba cana, recibiendo las
caricias de sus hijos y nietos, unico consuelo de su achacosa vejéz!
dejemosles, pues, con su tema; pero los Sacerdotes que deben
conciliarse la confianza y el respeto de los Pueblos con una
exterioridad respetable, y alejarse quanto sea posible del lujo
vulgar ¿por qué no han de llevar barba larga? ¿Hay algun adorno que
reuna á la sagrada magnificencia con que van al Altar mas gravedad
que una magestuosa barba? Pero quiero prescindir de la severidad
correspondiente al Sacerdocio; y si demostrar la absoluta obligacion
que tienen de llevar barba larga.
Primeramente, porque Dios mismo há tenido á bien
explicarse por medio de Moysés con todo su Pueblo
sobre el regimen de esta decoracion del rostro del hombre;
y en el Libro de
Isaías, cap.7.V. 20., y en el de Jeremías,
cap.48.V.37. amenaza tambien muchas veces á su
Pueblo por boca de sus Profetas, por haverse raído la barba
ignominiosamente.
Además de esto, en el Levitico, cap.19.V.27. se lee: Non
attondebitis in circuitum comam capitis vestri, neque
dissipabitis extremitatem barbæ vestra; que es decir: No os cortareis el cabello, y dejareis crecer
naturalmente vuestra barba.
Esta ley está tan clara, que no
admite duda alguna, y me parece que ninguna otra se há dado despues
que la derogase; y sinó ¿como es que el Divino Legislador de nuestra
Religion, Jesu-Christo mismo,
lejos de alterarla, la há respetado sometiendose á ella? Sus
Apostoles, y todo lo que la Religion tenia en su infancia de mas
santo y respetable han sostenido con esfuerzo la necesidad de llevar
Barba; pero la pureza de preceptos, la sencilléz de costumbres, y la
humilde pobreza se han eclipsado con le tiempo. Ahora lo que tenemos
son Beneficiados ricos, Chrisostomos de capa corta, y
Abates galanteadores; pero vosotros, hombres de Barbas venerables,
Padres de la primitiva Iglesia, donde estais?
Con solo esto tenia incontestablemente probado la necesidad que
tienen los Sacerdotes de llevar la Barba; pero vaya de plus, para
defenderme de los modernos. Si desde el tiempo de los Apostoles me
remonto poco á poco hasta el total establecimiento del
Christianismo, veo que todos los Padres, los Doctores, y todos los
Santos han recomendado con instancia el uso de llevar la Barba, y
tuvieron por señal de infancia y locura una cara desprovista de
ella. S. Clemente el Romano, S. Clemente de Alexandría, S.
Cypriano, y una multitud de autoridades respetables,
que citaría sinó temiese apartarme de la brevedad, hacen el elogio
de la Barba, y censuran á los Sacerdotes opuestos á la Disciplina
christiana, exêcrando el estado en que han puesto
nuestra Religion. ¿Que mas?
El Concilio quarto de
Cartago en el Canon 44. se expresa así: Clericus nec comam nutriat, nec barbam radat;
que es decir: El Sacerdote no dejará crecer el
cabello, ni se cortará la barba; aunque este Canon há
padecido alteracion en la supresion de la ultima palabra radat, como lo distingue Tertuliano, y otros muchos Comentadores, en
confirmacion de lo qual viene un Concilio formado en Barcelona en el año de 540, en cuyo Canon 3.° se
lee: Ut nullus Clericorum comam nutriat, aut
barbam radat.
Despues de citar leyes tan sagradas, despues de demostrar el exemplo
de todos los Padres de la primitiva Iglesia, y despues de las
decisiones de dos Concilios autenticos ¿havrá hombres tan ignorantes
que sostengan que es indiferente raerse ó no raerse, y que la Barba
es contraria á la Disciplina de la Iglesia?
Finalmente todos los Papas de los primeros siglos de la
Era Christiana hicieron gala de una Barba larga, hasta que sucedió
la primera division de las dos Iglesias Griega y Latina.
Quando Carlo Magno fué Emperador del Occidente, sacudieron
entonces los Papas el yugo del dominio Griego, y se aprovecharon de
esta ocasion para distinguirse en algun modo de sus enemigos; y es
justamente en esta epoca, como lo dicen los PP.Henschenio y Papebrok, quando Leon
III. dió el primero exemplo en la Iglesia Latina de
raerse la Barba. Pero como de estas pueriles disensiones fué
unicamente causa la emulacion, no pudo reynar mucho tiempo, y
desapareció al ponerse la Tiara Juan
XII. que se dejó ver en la Silla con Barba larga.