Cita bibliográfica: Anónimo [Ventura Ferrer] (Ed.): "Núm.17", en: El Regañón general, Vol.1\17 (1803), pp. 129-136, editado en: Ertler, Klaus-Dieter / Hobisch, Elisabeth (Ed.): Los "Spectators" en el contexto internacional. Edición digital, Graz 2011- . hdl.handle.net/11471/513.20.1446 [consultado el: ].


Nivel 1►

NÚM.° 17.

Miércoles 27 de Julio de 1803.

Nivel 2► Metatextualidad►

CONTINÚA LA EDUCACION PARTICULAR.

◀Metatextualidad Nivel 3► Aquí se presenta una gran dificultad de nuestros usos y vicios sociales, que estan en oposicion directa con el plan de una buena educacion. No cabe duda en que si todos los hombres tuviesen un mismo sistema de educacion, seria muy fácil dirigir el desenlace de las facultades morales de la edad primera, pues cada uno seguiria sin esfuerzo la tierna solicitud de sus padres; pero un solo individuo con principios opuestos á los nuestros, sin tener mala intencion, y siguiendo el camino ordinario, destruye en un quarto de hora de conversacion con nuestro educando, el fruto de muchos años de fatigas. ¿Qué se debe hacer pues, para prevenir esta desgracia? Lo mas conveniente á mi parecer seria que á los niños se les pintasen los hombres no como deben ser, sino como son en efecto, sin ocultarles los vicios que en ellos caben, porque á medida que el quadro de nuestras locuras, de nuestros errores y de nuestros crímenes se desenvuelva á sus ojos, se les debe pintar con los colores que se necesiten para evitarlos. De esta suerte, previniendo que los hombres se diviertan en inducir á error á sus semejantes, y que se burlen de la credulidad de los seres débiles, los preparareis contra aquellas relaciones mentirosas, aquellas falsas nociones, y aquellas necias imposturas que acometen muchas veces á los primeros años. Entónces se acostumbrará á creeros, y no hará caso sino de los informes de aquellos sugetos cuya franqueza le hayais señalado vos mismo. En una palabra, á mí me parece ménos malo que el educando conozca que hay mentirosos é impostores en el mundo, que el que crea en las imposturas y embustes que empaparian su espíritu sin esta precaucion. Finalmente, yo quiero mas que crea que su abuela [130] es una alucinada quando cuenta historietas de encantadoras y de duendes, que el que le dé crédito á estas locuras.

Sobre los conocimientos que se deben dar á los niños en esta edad, me persuado que se puede satisfacer su curiosidad natural, y su deseo de saber, con la relacion de los fenómenos que nos ofrece la naturaleza: estas pequeñeces interesantes pueden ser presentadas de manera que hagan nacer un gusto por la profesion que se desea que abrace. Si á este método sencillo que no exîge de un padre ó maestro mas que un juicio recto, y algunos conocimientos fáciles de adquirir, se junta una blandura sin debilidad, y no se usa jamas del derecho del mas fuerte, derecho que todas nuestras leyes intentan proscribir, y que habemos conservado sin embargo en las correcciones duras, vergonzosas y aun indecentes que imponemos á los niños, se podrá conducir al educando por caminos floridos á la segunda época de la vida, en que los deberes de un maestro crecen á proporcion que se desenvuelven las facultades del individuo á quien se le está formando la felicidad para toda su vida.

Segunda edad.

Nivel 4► Este periodo de la vida es el que se pasa entre los primeros años y la adolescencia. La educacion comienza realmente desde el instante en que nace el niño; pero en el segundo periodo es quando manifestándose el carácter hace distinguir los gustos que dominarán al discípulo y la clase de su talento. Así pues, en esta edad se pueden dirigir sus inclinaciones, y rectificar los errores que ha podido adquirir en los primeros años.

La mayor parte de los niños es mimada por sus padres hasta la edad de cinco ó seis años regularmente, y esta debilidad es excusable en algun modo porque se une al interes que inspiran estos seres expuestos á una multitud de enfermedades. Todos los cálculos de mortalidad prueban que en este periodo mueren muchos mas individuos que en los demas, y no hay duda que esta mortalidad es mayor en las partes de Europa en que se acostumbra faxar á los niños, que en las que gozan estos de una libertad tan necesaria para desenvolver sus facultades corporales en una época en que hacen, por decirlo así, el ensayo de su vida.

Quando entran los niños en el segundo periodo que llamamos la segunda edad, los padres mudan de conducta repentinamente y de una debilidad extrema pasan á una severidad [131] sin límites. Quando las criaturas parecian papagayos se ponian alegres y satisfechos; pero ahora quieren que sus respuestas sean adequadas, ingeniosas, y que salgan de su interior mismo: esto es querer una cosa imposible, y esta exîgencia causa en ellos una especie de embarazo y detencion que muchas veces parece estupidez. Este idiotismo aparente tiene su orígen en los vicios de la educacion actual, y en tanto que se entretenga á la primera edad con puerilidades embusteras, y con falsos conocimientos, los padres se han de ocupar precisamente en la segunda edad en borrar de la memoria de sus hijos todas estas tonterías, y no se verian obligados á dirigir los conocimientos adquiridos en la infancia, si estos se hubieran fundado sobre la verdad.

No pienso extenderme tratando de la educacion física que le conviene á la segunda edad, pues es una conseqüencia de la primera, y la naturaleza debe ser su mejor guia. Los exercicios de los niños deberán ser arreglados á su constitucion, ó mas bien el mismo niño tiene tanta necesidad de hacer el uso conveniente de sus fuerzas y de su agilidad, quanto mas robusto fuere su temperamento, porque esta especie de turbulencia é inquietud que se nota en la infancia, no es otra cosa que una necesidad, y un deseo involuntario y maquinal de desenvolver las facultades físicas. Miéntras mas se oponga uno á este deseo, mas se contradice á la naturaleza, pero si se dexa á esta que obre, ella dará siempre las primeras lecciones, y dictará sus leyes á los niños ántes que el maestro les haga comprehender que se les quiere formar para la sociedad.

De estas observaciones resulta que la educacion asi física como moral es tanto mas fácil de dirigir, quanto nuestras costumbres sociales se separen ménos de las leyes impuestas por la naturaleza; y así es que en los pueblos corrompidos la educacion ofrece grandes dificultades.

Los libros elementales propios para la segunda edad son muy pocos. Entre los extrangeros han intentado muchos franceses el tomar esta carrera, y los libros que han compuesto sobre educacion no han dexado de tener algunos un buen suceso; á pesar de que para su composicion se necesita juntar unos conocimientos muy extendidos en el arte poco comun de expresarse claramente, y de dar al estilo aquella forma que se acerque mas al lenguage familiar de aquella edad para quien se escribe. Es preciso ser sabio sin parecerlo; claro sin ser prolixo; sencillo sin baxeza; ingenuo sin parecer necio: una fuerza [132] grande en las ideas fatiga al jóven que las lee: demasiada blandura y floxedad lo fastidia: es indispensable sobre todo hablarle á su imaginacion, para que las ideas lleguen á su razon, y por esta causa aconsejo á los autores de obras elementales el que se reduzcan á la descripcion de algunos fenómenos físicos, á las artes mas usuales, y á las nociones mas sencillas de la historia natural, en la precisa inteligencia de que las máxîmas morales se presentan por sí mismas en la memoria de aquel que está bien penetrado del fin de tan útiles trabajos.

Yo sé muy bien que los autores de esta clase de obras no lograrán el grado de estimacion que merecen, y que una pequeña coleccion de versos, aunque sean incorrectos, les atraeria mas gloria, pero lo mas glorioso para un literato es poder decir: yo estoy seguro de ser útil. Esta es la esperanza mas satisfactoria para un escritor amigo de la infancia, pues prepara el espíritu de sus lectores para los conocimientos que pueden influir sobre su felicidad, y abre su corazon á los sentimientos generosos, y á las qualidades sociales que deben algun dia valerle la estimacion, el amor y el respeto.

En tiempos antiguos habia una multitud de preceptores para la infancia, y se suponia que estos debian estar instruidos en las lenguas que hablaban Homero y Virgilio, por cuyo motivo les era confiada enteramente la educacion. La moralidad del preceptor ni sus opiniones hacian peso alguno en la eleccion de los padres. El niño al paso que iba creciendo hablaba un poco las lenguas griega y latina, y como la rectificacion de las ideas no está unida á la necesidad de explicarla en muchas lenguas, el jóven aprendia ménos á formar su juicio, que á variar los medios de ser entendido: en una palabra, él podria ser un tonto, pero seria un tonto en tres idiomas. - ¿Y sus principios morales? - Por esto no se inquietaban. Él sabia el Horacio de memoria, y esto era suficiente.

En el dia tenemos ménos preceptores, y hay ménos dificultad que en otros tiempos sobre la eleccion: este es un mal mayor, porque vale mas saber el griego y el latin que no saber nada. Pero no nos anticipemos fuera de propósito: yo no trato aquí sino de la segunda edad, y ya se conoce que el fin de este capítulo es de convocar á los literatos (es decir, á los escritores que conocen toda la fuerza de este título), y empeñarlos á que dirijan sus trabajos ácia la educacion, persuadido de que este concurso de talentos puede causar una verdadera mejora en las costumbres. ◀Nivel 4

Adolescencia.

Nivel 4► Yo me he ceñido en el párrafo anterior, particularmente á hacer conocer la necesidad de buenos libros elementales para cada edad, insistiendo sobre la necesidad de dirigir la composicion de estas obras ácia la descripcion de los hechos, porque estoy persuadido á que este método puede hacer que se deriven los preceptos morales que se graban con tanta mas profundidad sobre el espíritu, quanto se unen mas á los hechos: por otra parte los libros de pura moral establecida sobre definiciones metódicas, por bien escritos que estén, son siempre frios para esta edad. Las mejores lecciones que se pueden dar hacen parte de la educacion familiar, y estan unidas á la reprehension de las acciones vituperables, y á la recompensa y fomento de las buenas, principalmente de las que el educando ha sido testigo: estas conversaciones, á las quales el lugar, la proporcion y el estado del talento del niño pueden añadir mas fuerza, serán para él un verdadero curso de moral en accion, y si las ocasiones de explicarle todos los preceptos que deben dirigir su conducta no se presentan naturalmente, al maestro le toca hacerlas nacer con destreza.

Quando el niño llega á esta edad en que se descubren nuevas facultades, quando entra en esta época llamada la adolescencia, su razon firme, y sus gustos ménos frívolos lo conducen ácia los objetos que favorecen la práctica de estas nuevas facultades. El grande arte de la educacion es seguir paso á paso esta extension, y proveer sin cesar un alimento á sus gustos y á su razon: el arte dificil que mas bien se conoce que se enseña es el de dirigir este desembarazo de las facultades ácia el estado ó la profesion á que se quiere destinar á los niños.

Es inútil el observar que quando llega á la adolescencia el educando, ha hecho ya parte de este aprendizage: las artes manuales especialmente exîgen que se les sujete desde temprano á ciertos movimientos del cuerpo que le son propios; pero se yerra mucho quando se intenta acelerar la educacion física y moral, fatigando á los niños en el trabajo y en el estudio. Este método quando es excesivo consume á un tiempo el cuerpo y el espíritu, y no es raro el ver á muchos jóvenes que se citan como prodigios, entorpecerse de repente; semejantes á la vegetacion temprana de ciertas plantas, que produciendo flores ántes de tiempo, no dan mas que frutos lánguidos y sin sabor. ◀Nivel 4 ◀Nivel 3 Se concluirá.

CARTA
QUE SE HA REMITIDO Á ESTA SECRETARÍA.

Nivel 3►

La Tertulia.

Carta/Carta al director► Señor Regañon: Voy creyendo efectivamente que yo soy un animal distinto de los hombres que se usan, pues muchísimas cosas que á los demás entretienen, ó á lo ménos son indiferentes, son para mí tan intolerables como un tabardillo. Nivel 4► Relato general► Dígolo, porque acostumbrando yo á pasar las noches en mi casa leyendo unos ralos, y conversando otros con mi familia, me dixo dias pasados un amigo que esta era una rusticidad, y que, en fin, yo era insociable. Aturdido de esta descarga le respondí, que por el contrario me sentia bastante propenso á favorecer á mis semejantes en quanto pudiese, pero que en preferir el trato de las personas que mas amaba, no veia yo rastro de rusticidad, ni pruebas de insociable. Va, va, dixo el amigo, vmd. debiera haber vivido en tiempo de los Reyes católicos: déxese vmd. de calzas atacadas, y ya que no se fastidia del sempiterno trato de su muger, no quiera á lo ménos privarse de las dulzuras encantadoras de la sociedad. Yo me ofrezco á presentar á vmd. en una de estas tertulias mas brillantes de la Corte, en que el buen gusto, la finura, la marcialidad y el talento reynan derramando el placer y la alegría con una agradable diversion. No gusto mucho de bullicios, le respondí, pero no obstante convengo en ir con vmd. á ver esa mansion de las delicias. Llevóme con efecto, y despues de las primeras atenciones y presentacion formalísima, me senté á observar atentamente. No hay que advertir á vmd., señor Regañon, que arrinconado en un ángulo de la sala, y sin tener quien me hablase una palabra, hacia yo un papel bien ridículo á los ojos de las cultísimas damas, y de los almivaradísimos petimetres, que en una confusa algaravía hablaban, cantaban, paseaban, y levantaban precipitadamente abanicos que se dexaban caer las niñas: otros presentaban graciosas caxas de barros y bomboneras, cuyo primor se ponderaba hasta lo sumo, pues no hallando algunas señoras voces con que poder explicarse, oi que una decia, vaya que es soberbia miniatura; otra que no quiso quedarse en zaga apretó mas, y dixo, no hay duda que la bombonera del señor Narciso es divina... Al momento me acordé del gallego que dixo al célebre Cadalso: divinu, divinui! No hay [135] mas divinu que el divinu Ceomo, y la divina Pastora; pero yo ya entendí que la caxa que llamaban soberbia no era tarquina, ni la bombonera caida del cielo.

Entre esta baraunda oi que una dama preguntó á un tal Caramelio, arrimándose mucho, y cubriéndose ámbos con el abanico, quien era yo, á lo que respondió melífluamente el señorito: no lo conozco, pero en sus ayres se dexa ver sin duda que es un Provincial. No entienda vmd., señor Regañon, que quiso decir en esto que era yo algun capuchino de cordon alto, ó cosa semejante, sino que no era de la Corte, ó que era de una Provincia, lo que advierto, porque pudiera vmd. no entenderlo si no es de la cofradía. Yo á todo esto, y algo mas que notaba en ciertas parejas, unas veces reia, y otras me inquietaba rabiando ya por verme en la calle, y aun en la tinaja, sin otro desquite que menudear mis polvos de tabaco, porque empecé á notar, que agotada la materia de sus importantes diálogos de modas, hacia yo solo la costa: unos me miraban, se volvian á hablar al oido á sus dulcineas, y se reian con muy poco disimulo; otros tiraban sus indirectas, y algunos mas osados, ó como ellos dicen mas graciosos, se me acercaban, y me preguntaban irónicamente ya por el sastre que me vestia, ya por los teatros de mi pueblo, ya por mi peluquero, y ya otras doscientas impertinencias insolentes, á las que fué un milagro que no hubiese respondido con el baston, porque hago á vmd. saber, señor Presidente, que aunque soy formalísimo, y soy Diógenes, tengo mi cachito de genio, y particularmente para estos casquilucios, que no puedo ver sin alterárseme la bilis. En fin, por mi fortuna acertó á entrar una bellísima dama con todo el rigor de la moda, que arrebató la atencion de todo el concurso; pero como es muy posible que vmd. no sepa de la tal moda, quiero pintársela para su conocimiento. Nivel 5► Retrato ajeno► La tal señorita era muy bien parecida, y soltera, segun dixéron: era delgada y rubia, bien que despues supe que habia órden para que todas las mugeres fuesen roxas por sí, ó por tercera persona, esto es, por pelucas: llevaba en la cabeza un gorro ó turbante, ó lo que vmd. quiera, con dos cintas que se ataban baxo la barba: no pude conocer que trage era el que llevaba, pues la espalda estaba desnuda, como tambien los brazos y los pechos: oh, señor Regañon, los pechos no solo iban descubiertos, sino que comparándolos con sus pocas carnes, me pareciéron alquilados: bien es verdad, que toda esta desnudez quedaba compensada con lo extendido de las faldas, y la venerable cola, [136] que acabó de entrar en la sala diez y seis minutos (con el relox en la mano) despues que su dueño. No dexé de extrañar el ropage, pero me dixéron que era á la griega, y no tuve que replicar: pregunté por una cosa que llevaba sobre el vestido mas corta que éste, y con cinco puntas con borlones, y me respondiéron que esto era una Sacerdotisa; no quise preguntar de que deidad, pues ya se dexaba conocer que de Venus: á su llegada la abrazáron todas, y aun la besáron, pero luego que se sentó aquí fué troya, aquí fué el cuchichear: el decir una que el haber venido tarde era solo por dar mas golpe: otra que el vestido era bueno, pero que ya se sabia era regalo del Marques de Babieca: otra dixo que estaba para casarse; pero al instante la interrumpió la de su lado, que eso de casarse era cuento largo, pues la constaba que su novio Don Simplicio habia ya olido algo de su desliz con el Marques... Ya se ve, dixo una colmilluda, no es extraño, pues aunque yo lo he callado por caridad, sabiéndolo hace quatro meses, no todos habrán sido tan prudentes; en fin, de donde habia de salir tanto tren. ◀Retrato ajeno ◀Nivel 5 Es imposible referir á vmd., señor Regañon, los varios modos con que se despedazó á la pobre petimetra, y eso entre las pocas que yo podia oir. Lo cierto es, que ya no pude mas, y que quando oi armarse la tremolina de vamos á baylar, bastonero Don Narciso, templen, salgan los nombrados, y demas baratijas que se llaman diversion, me escurrí boniticamente de la sala, dí gracias á Dios de verme en la calle, y hice propósito de no meterme en otra si conservaba el juicio. Se me olvidaba decir, que entre murmuracion y murmuracion se hablaba de modas, de los vestidos que cada una tenia, del delito de uno que se habia presentado en el teatro con Lucinda por dar que roer á Celia, del pantalon de Narciso, del chaleco de Don Soplado, de todo lo qual podrá vmd. inferir quan divertido estaria yo, y quanta razon tenia el amigo para llamarme rústico é insociable, porque no gusto de tan agradables y racionales tertulias. ◀Relato general ◀Nivel 4 De la tinaja, su corresponsal de vmd.

Diógenes. ◀Carta/Carta al director ◀Nivel 3 ◀Nivel 2

CON REAL PRIVILEGIO.

MADRID

EN LA IMPRENTA DE LA ADMINISTRACION DEL REAL ARBITRIO DE BENEFICENCIA. ◀Nivel 1