Número XIV Anónimo Moralische Wochenschriften Elisabeth Hobisch Editor Barbara Müllner Editor Institut für Romanistik, Universität Graz 11.01.2016 o:mws-115-870 Anónimo (Pedro Centeno, Joaquín Ezquerra): El Apologista Universal. Obra periodica que manifestara no solo la instruccion, exâctitud, y belleza de las obras de los Autores cuitados que se dexan zurrar de los semicriticos modernos; sino tambien el interés y utilidad de algunas costumbres y establecimientos de moda. Madrid: Imprenta Real, 239-270 El Apologista Universal 1 14 1786 Spanien Ebene 1 Ebene 2 Ebene 3 Ebene 4 Ebene 5 Ebene 6 Allgemeine Erzählung Selbstportrait Fremdportrait Dialog Allegorisches Erzählen Traumerzählung Fabelerzählung Satirisches Erzählen Exemplarisches Erzählen Utopische Erzählung Metatextualität Zitat/Motto Leserbrief Graz, Austria Spanish; Castilian Spanien Spagna Spain España Espagne Theater Literatur Kunst Teatro Letteratura Arte Theatre Literature Arts Teatro Literatura Arte Théâtre Littérature Art Spain -4.0,40.0

Numero XIV.

Yo sé que en tí con ansia el gran deseoDe hacer tu gloria perdurable asiste,Y que á este fin elegirás ufanoMedios valientes que el heroico pechoDel vulgo aparten y tu gloria afirmen.

Forner. Disc. Filosof. pag. 85.

TRADUCCION LIBRE AL CASTELLANO.

Materias grandes, experiencia poca,Discursos altos trata el papagayo:Aqui, aqui la paciencia se me apoca.

Argensola. Epist. á Alonso Ezquerra.

Por cierto que no hay cucaña en el mundo como la de meterse uno á Escritor periodico, y mas si es á Censor, ó á Apologista; porque como son muchos los interesados en este género de escritos, los unos por el gusto de censurar, y los otros por tener quien los defienda de las censuras, surten al Escritor de copiosos materiales, y no tiene mas que hacer que publicar lo que le envian. Tenia yo (lo confieso) mi poquitito de envidia al ver que el Domine Censor y su Corresponsal nos daban en cuerpo y alma mil cartas que se les remitian; y como nadie hasta ahora se habia acordado de mí para este efecto, y debia trabajarlo todo por mí mismo, me iba desanimando poco á poco de mi empeño. Pero, gracias á Dios, ya llegó tambien mi hora, y tengo la satisfaccion de publicar no una Carta como quiera, y en que yo no haya tenido parte alguna; sino el fruto de mi doctrina, el aprovechamiento de mis Clientes, en una palabra la Apologia, que el mejor de ellos ha hecho de sí mismo. Dice así:

“Señor Apologista Universal: No puedo menos de manifestar á Vm. el sentimiento que me ha causado la indiferencia con que Vm. mira al Cliente mas apasionado, y al mas digno de su proteccion. Que: ¿aun quando no fuesen del mayor mérito las sublímes y tan cacareadas producciones de mi antiguo furor crítico; quando yo no hubiera sido el perseguidor de la vanidad erudita y llevadole en esto muchas ventajas á Juan Claro, le parece á Vm. grano de anis mi Oracion Apologetica por la España y su mérito literario? Una obra compuesta para que sirva de exornacion al Discurso de Denina, y que sin embargo le pongo por Apendice: una obra que aniquila los Colosos extrangeros, y eleva sobre las veletas los enanos de la Patria: una obra en que se enseña á medir á dedos la ciencia de las naciones, y por no cansar, una obra que no tiene semejante en los Fastos literarios, ¿no debia ser defendida y sostenida por Vm. quando la envidia y la ignorancia se han propasado á impugnarla?

Ya me habia resuelto á suplicar á Vm. se sirviese hacer la Apologia de mi Oracion Apologetica, y estaba con la pluma en la mano para ello, quando por mis pecados se le antoja salir á luz á ese atolondrado charlatan el Bachiller Regañadientes haciendo demostraciones palmarias de que Vm. no defiende sino lo que todo el mundo ve y conoce que es malo; con que si Vm. hiciera mi Apologia, vea Vm. que [sic] conseqüencia. Pero bien se conoce que el tal Bachiller debe ser un mentecato, ó soñador de delirios. Preguntele Vm. á Juan Claro ¿si conoce por malo á su Juzgado Casero? ¿Tendria yo por mala mi Oracion si Vm. la apologizase? ¡Qué desatino tan de bulto! Sobre que no tienen una pizca de lógica estos infelices avechuchos. Para cortar; pues, de raíz semejantes habladurías, tomé el partido de hacerla yo mismo y presentarla á Vm., para que saliendo bajo su autoridad, calle de una vez tanto ganso gruñidor como quiere devorarla. Entro en materia.

Me horroriza ciertamente, Señor Apo-logista la ineptitud y estupidez de nuestros Criticastros, quando sin reflexîon ni método quieren decidir del mérito de las Obras, sin tener el trabajo de exâminar bien sus principios y sus miras. A mi me han enseñado desde niño que para leer con fruto una obra, debia enterarme antes del Prologo ó advertencias, que suelen hacer los Autores; pero ni aun esto veo yo que hayan aprendido nuestros Zoilos. Con solo haber leido mi Prologo hubieran visto que un varon ilustre me hizo considerar que nuestras Apologias no deben escribirse para nosotros; y asi nada tienen que ver los Españoles con la mia. Hubieran visto que mi Oracion la habia escrito yo tiempo ha con solo el fin de exercitar mi estilo en la eloqüencia Castellana; para lo qual todo el mundo sabe es indiferente la verdad ó la mentira; y que asi como Platon, Erasmo, Luciano Phavorino exercitaron la suya en elogio de la injusticia, de la fatuidad de la mosca, y de la quartana, podia yo tambien divertirme en soñar á mi modo una Oracion laudatoria de la España é irrisoria de las demas Naciones. Hubieran visto como digo, que la Oratoria y la Poesia tienen estrecho parentesco entre sí en lo que toca á los ornatos del estilo y al aire extraordinario con que visten ambas artes los argumentos que se encaminan á la persuasion, y que sin estar en mi mano me acerqué á veces á la energía poetica, porque en el calor de la composicion con dificultad modera el entendimiento los ímpetus de la agitacion interior, poco escrupulosa en expresar los objetos con mayor ó menor viveza, segun la impresion que hacen en el animo.

Ahora bien: supuestos estos principios ¿no podré yo vestir á mi arbitrio los objetos y darles el color que me parezca? ¿No es la ficcion una prenda esencialísima de la Poesia, y por consiguiente de su parienta la Oratoria? Pudo el célebre Cervantes fingirse como quiso á D. Quijote en cuerpo y alma; ¿y no he de poder yo, por ejemplo, figurarme á Luis Vives superior á todos los Sábios de todos los siglos? Pues he aqui el aire extraordinario, que yo digo. Ah Señor, que ese es un enorme desproposito, un error y una mentira manifiesta. ¿Dónde se venden, me dirán, las pantometras con que Vm. mide tan exáctamente los talentos? ¿Qué compás de proporcion maneja Vm. para hallarla entre Platon el grande soñador, como Vm. le llama, y Vives? Era preciso que con una vanidad desmedida se juzgase Vm. capaz de conocer todo el mérito de todos los Sábios, haber leido todas sus obras, y ahí es nada, saber todas las lenguas para entenderlos, estar instruidísimo en todas las Ciencias, saber la mayor utilidad de ca-da una, y aun creerse superior al mismo Vives para ponerle sobre todos. ¿Pero qué saben Vm., Señores Críticos, la agitacion interior del estro que me animaba quando estampé ese que Vms. llaman disparate? ¿Descartes ha de soñar un mundo, y Forner no ha de soñar un Sábio? En todos los Heroes de los mejores Poemas se descubren ciertas fragilidades que nos hacen rebajar mucho del mérito que se les supone; pero á un hombre superior á todos los de todos los siglos, no hay ciertamente por donde acometerle, y habrian enmudecido los Canos, los Estebanes y Dupines si hubieran formado de él el mismo juicio; pero asi como solos Vives y Verulamio eran capaces de conocer todo el mérito de la literatura de las naciones, asi yo solo he sido el capaz de conocer todo el mérito de Vives.

Vuelvo á repetirlo, Señor Apologista. Mi Prologo bien reflexîonado deshace enteramente las ridiculas sofisterias de esa turba de filosofadores charlatanes. No obstante de que nuestras Apologias no deben escribirse para nosotros, segun me hizo ver aquel varon ilustre, me resolvi á pensar en hacer pública la mia, siquiera por aprovechar en utilidad de la Patria las tareas de unos pocos momentos. Mi proposito fue escribir mas como Declamador que como Historiador crítico; di por supuesta la ver-dad de los hechos; y si la eloqüencia no es mas que una modificacion, ó digamoslo asi, un afeite de los pensamientos; siendo estos frivolos ó sofisticos, ¿qué mérito le queda al ornato? Por eso digo, que una Apologia que se encamine á autorizar los engaños ó los errores, tanto mas abominable será, quanto mas excelente en el desempeño. Y sobre todo las Apologias de una Nacion pueden ocasionar daños gravísimos sino [sic] se fundan en la verdad y carecen del conveniente temperamento. Todo esto es evidente, y yo mismo lo confieso; pero dando por supuestos los hechos, y no habiendo de escribir como Historiador crítico, sino como Declamador engerto en Poeta, tengo de un golpe respondido á quanto pudieran objetarme los Críticos. Digo que me sujeté á la estrechez de una sola hypotesis, y toda Europa sabe el significado de este terminillo, ni aun lo ignoró el célebre soñador Descartes. En la hypotesis de que la España se halle situada entre los grados 5 y 10 de latitud, y 5 y 30 de longitud, se demuestra facilmente el color negro de sus habitantes, pero no en la situacion que hoy verdaderamente ocupa. Asi, pues, para todos aquellos que sin estos previos conocimientos, y sin haberse enterado á fondo de mi Oracion, quieran juzgar de su mérito, y del de esta mi Apologia, será inutil todo mi trabajo, pues so-lo quiero hablar con los que puedan entendernos. Para estos solamente voy á trazar aqui el plan que me propuse para componerla, y Vm. decidirá quien es el que tiene de su parte la razon.

No debia yo ignorar (porque ¿quién no lo conoce?) que la pequeña parte de gloria literaria que puede apropiarse una Nacion, no se puede fundar en el mayor numero de ingenios ó de Sábios que hayan salido de su seno, sino en los medios que la misma les haya proporcionado para su mejor cultivo y enseñanza. A pesar de las riquísimas minas de uno y otro Mundo, moriria de hambre la España si no procurase cultivarlas: ni estriva la riqueza de una Nacion en la vasta extension de su terreno, quando a éste no se le hace rendir todo el fruto de que es capaz atendidas sus circunstancias. Tampoco debia yo ignorar que los Ingenios son como los navos que se dan en qualquier clima, con la diferencia de que estos necesitan de simiente para producirse, y aquellos vienen graciosamente de lo alto: por consiguiente el ingenio Español que deba su ilustracion á los libros y Paises extrangeros, y el Extrangero que la haya adquirido entre nosotros, no deben contarse por Sábios de la Nacion en que han nacido. Bien sabia yo que Seneca, Quintiliano, Cano, Feijoo, Cervantes y otros tales bebieron y aprendieron su doctrina en otros Paises y libros que los nuestros. Sabía que la grande obra de Luis Vives de la Corrupcion de las Artes, sería la cosa mas ridicula y superflua si en su tiempo no hubiera exîstido aquella corrupcion que tan prolixamente nos describe en todas ellas: que esta obra es una demostracion palmaria del atraso de aquel siglo: que esto mismo lo confirma Melchor Cano: que ni entonces ni nunca nos puede servir de disculpa el decir que los Extrangeros nos contagiaron, pues una Nacion sabia como la España debia conocer la peste, y obligar á todo extraño á hacer su quarentena; porque una vez introducido el contagio es un consuelo desesperado el morirse un hombre porque mueren otros muchos. Sabía yo que nosotros no seremos ricos precisamente porque otras naciones sean pobres, y que este es un desquite muy pueril y vergonzoso, si con esto se nos quiere mantener en la indolencia.

Tambien debia yo saber, (voy proponiendo las especies segun me ocurren, conforme á mi método) que por mas que se quieran ponderar los conocimientos de los Arabes, es menester ser muy loco para ponerlos en paralelo con los descubrimientos modernos: que son poquísimos los libros buenos que de ellos nos han quedado, y que de ninguno nos valemos para nuestros Estudios públicos. Tambien conozco, que sería una solemne sofisteria probar, que tenemos una excelente moral porque sean nuestros los Granadas, los Puentes &c. pues nadie ignora que estas obras no son por las que se enseña en las Universidades, ni se hacen por ellas los exâmenes para Ordenes, Curatos &c. sino por el Larraga, Echarri, Potestas, Cliquet y demas tropa de santísimos Casuistas: que de nada nos sirve tener á Cano, Castro, Montano desterrados de las Universidades, mientras se les substituye á Gonet, Godoy, Florez, Apodaca &c. que son los libros por donde se aprenden los principios de la santa Teologia: que hoy pasa plaza de demente el que quiere saber Filosofia sin Matematica, y que sin embargo tenemos unos Filosofos en los estudios públicos como Losada, Palanco, Goudin, Apodaca; y lo mejor es que ni aun todos estos son nacionales: que si alguno como, por exemplo, Feijoo despues de haber malogrado su juventud en las Escuelas, como el mismo lo confiesa, se aplica despues á buenos libros, y rompe la cadena de la perversa educacion, no tiene en ello la Patria el menor influxo, ni estas tareas pueden contribuir á su gloria quando ella tampoco le ha puesto en movimiento para que se ilustre. Sabía yo con evidencia, que asi como refiere San Geronimo que los Españoles iban á Roma á oir á Tito Livio; nuestro amado Monarca tenia destinados varios jóvenes á instruirse en otros paises para hacer propios en beneficio de sus Vasallos los conocimientos utiles que hubiesen adquirido, y nos traxesen no lo que nos sobra, sino lo que nos hace falta; y por el contrario yo no he visto por esas calles ni paseos muchos jóvenes extrangeros que hayan venido á educarse en nuestros Colegios, Seminarios, ó Academias. Y finalmente estoy viendo por mis ojos que de unos 54 Autores que para la enseñanza pública señala S. M. en el juicioso plan de estudios que acaba de aprobar para una de nuestras Universidades, solo seis ó siete son nacionales, y los demas extrangeros.

Todo esto sabía yo, Señor Apologista, y mucho mas que omito por no ser pesado; pero digame Vm. por su vida ¿qué cosa mas insulsa que una Apologia nacional en tono de declamacion, fundada solamente en unas verdades tan notorias? ¿Qué lugar podian tener en ella el entusiasmo, el Ostro, el ímpetu interior, ni los colores poeticos? ¿Habia de sufrir yo que me llamasen el Poeta de la verdad, como apellidan á Lucano porque no supo fingir? No Señor. Qualquiera otro menos Filosofo y Poeta que yo mismo, hubiera hecho una confesion la mas ingenua de nuestros atrasos y sus causas; hubiera hecho mil elo-gios de nuestro zelosísimo Monarca, y de su ilustrado Ministerio, á cuyo impulso vemos renovarse con toda rapidez la hermosa faz de la Península. Hubiera expuesto los sólidos y visibles adelantamientos de la Patria en todos los ramos de las Ciencias y las Artes, para excitar á la juventud por este medio á cooperar con vigor á las miras del Gobierno. ¿Pero un Filosofo, un Forner habia de pensar con tal bajeza? Al contrario: quando veo que quieren adoptarse entre nosotros las maxîmas y sistemas transalpinos; quando no sé con qué especie de entusiasmo comienza la Nacion á entregarse libremente al conocimiento de las ciencias que quieren llamar útiles; quando advierto que con un furor nada ordinario trabajan las Academias, las Sociedades y otros Cuerpos en desterrar mil preocupaciones tan antiguas como perniciosas; quando veo que encantados de la novedad de los libros extrangeros se entregan á su lectura y enseñanza no solo algunos Seminarios y Colegios, sino muchos jóvenes deslumbrados; quando por esta causa se compran y construyen colecciones de máquinas costosísimas para el uso de los laboratorios Chimicos, y observatorios Astronomicos; quando contemplo que la Fisica acompañada de la Geometria, del cálculo, de las Matematicas puras y mixtas quiere destronar al Peripato; quando para este fin veo que se revuelven, se desentrañan, se analizan las obras de los Descartes, Newtones, La Cailles, Boerhaaves, y Beaumes; quando el Gobierno mismo es el que mas promueve estos proyectos, y quisiera ver en cada pueblo cien Descartes y Newtones; entonces, entonces mismo es quando arrebatado del espíritu poético-oratorio salgo de mi obscuridad y retiro para anunciar á mi Patria, á mi amada Patria unas verdades que nadie sino yo se hubiera atrevido á publicarlas.

Entonces es quando inflamado mi espíritu filosofico, y arrollando enteramente las ideas de la adulacion y del interés, y animado del noble atrevimiento que inspira la verdad, levanto mi voz mas que Stentorea, para hacerme oir en toda Europa y decir con libertad á mi Patria: ¡Oh España! (pag. 36.) La ciencia humana en la mayor parte no es mas que una tienda de apariencias, donde la explendida exterioridad de los géneros engaña á la vista, y da visos de gran valor á unas materias futiles en sí y caducas. Este engaño es como peculiar y casi inevitable en los descubrimientos de la Fisica. ¿Qué saben todavia los Filosofos del íntimo artificio de la Naturaleza, despues de veinte y quatro siglos de observaciones? ¿De qué pueden servirte esa decantada Geometria, esa Algebra confusa, esa Arithmetica intrincada, si (pag 37.) en los seres que componen el mundo visible jamas alcanzaremos mas que lo que en ellos se pueda numerar y medir? Los principios constitutivos que dan origen á las acciones de la Naturaleza, se esconden obstinadamente en el pozo de Democrito; y los razonamientos que se hagan sobre ellos, nunca serán sino adivinaciones agradables, propias para dar pasto de siglo en siglo á la curiosidad humana, mas solicita en congeturar lo impenetrable, que en deducir lo que se facilita al conocimiento. No, no creas España mia, que sabes menos Fisica que Francia ó Inglaterra. No te dexes deslumbrar con los asperos cálculos é intrincadas demostraciones geometricas, con que astuto el entendimiento, disimula el engaño con los disfraces de la verdad. ¿Qué utilidad pueden traherte esas menudas obras de Statica, Dinamica, Balistica, Catoptrica, Dioptrica, Hydrostatica, y todas las Matematicas, si el uso de ellas es la Alquimia en la Fisica, que da apariencias de oro á lo que no lo es? (pag. 38.) ¿Si las leyes del movimiento no te explican que es movimiento? ¿Si calculas el giro de los Astros, y te es impenetrable la causa porque giran? ¿Si observas que el aire es grave, y no comprendes la esencia de la gravedad?

Sí España mia: á ti te digo como Apologista tuyo, que no sabes menos Fisica que Francia ó Inglaterra; pero á tu Censor de-bia yo decirle todo lo contrario, y EN LETRA MUY REDONDA, quando á nombre de todos le confieso, que (pag. 20. Context. al Cens.) nuestros buenos Apologistas quando llegan á la literatura del siglo XVIII. baxan el tono, y sin entrar en comparaciones de la nuestra con la de los extrangeros, se contentan con indicar cortés y modestamente que acá en estos ultimos tiempos no se ha sabido tanto como en Paris, ó en Londres; bien que estas dos Capitales no son lo mismo que Francia é Inglaterra. Asi, pues, dexa que este y otros tales gasten inutilmente su tiempo en leer esos libros extrangeros, dexa que tengan algunos apasionados en tu recinto los Newtones, Descartes y La Cailles, que yo siempre te diré, y no me cansaré de repetirlo, que esos hombres que celebras no son mas que unos célebres soñadores. Y quando no consiga yo por este medio, que el Gobierno los destierre para siempre de nuestra Patria, por lo menos haré ridicula la estimacion y credito que hoy logran.

Porque vamos claros, Señor Apologista mio, y entendamonos los dos. Mire Vm. Yo he formado y dispuesto mi Oracion, no sujetandola á aquellos antiquísimos preceptos oratorios que nos dexó Ciceron, y otros que despues le han hecho graciosamente el honor de llamarle Príncipe de la eloqüencia. No soy yo hombre que deba sujetar-me á las reglillas de estos Autores menudos, porque esto sería aprobar con la práctica lo mismo que condeno con la pluma. Ya ve Vm. que digo (pag. 105.) que jamas supo Italia sino lo que copió de Atenas, y que los pocos Filosofos que engendró (pag. 190.) incluso el mismo Ciceron fueron meros copiantes de los Griegos; pero tambien es cierto que la pomposa Grecia (pag. 42.) apenas vió en sus Escuelas sino caprichos expuestos con admirable orden y energica magestad de palabras, que imitó el Romano; y no creo yo que en esto me lleve á mi muchas ventajas. Ahora bien: Grecia fue discipula del Egypto (pag. 104.) y consiguió ser maestra del universo; y como yo no tenia á mano los libros Retoricos de los Egipcios para ver en ellos su eloqüencia, no quise ser mero copiante de los meros copiantes de los Griegos, imitandolos en vestir mi Oracion á la Romana, armandola de su Exôrdio, Narracion, Proposicion, Division, Confirmacion y semejantes zarandajas; sino que comienzo desde luego por donde acaban los otros: esto es, entro confutando, y echando á rodar por esos suelos toda la filosofia y todo el saber de los modernos. ¡Pero con qué nervio y con que designio! Bajo el nombre de filosofia combato á un tiempo las verdades mas útiles de la Fisica, y los errores de la Etica y Politica. Con saber yo por noticias algo remotas que ha habido un Rousseau, un Helvetius, un Voltaire y otros quantos que á vuelta de algunas cosas buenas, dijeron muchas perversas contra la Religion y el Estado, y ver que á estos se les llama filosofos por mal nombre, ya tengo yo bastante para echar mi varredera sobre todos, buenos y malos, excelentes y medianos. Ya sabía yo que estos ingenios extravagantes han sido mil veces impugnados y convencidos por otros infinitos filosofos de mérito muy superior; no ignoraba yo que un Huet, un Paschal, un Valsecchi, un Polignac, un Racine, y sobre todo que los Obispos, el Clero, la Sorbona de Francia (pag. 154.) no han cesado aun de repetir censuras, exhortaciones y anatemas contra los libros de los que allá llaman incrédulos, y nadie había de confundir con aquellos á estos que los impugnan y castigan, y que sin duda son los mas, los mas sanos, mas doctos y respetables, y los que dan el tono á una Nacion; asi como no llamo heretica á la Teologia de España porque lo fuese la de Prisciliano y de Molinos, paisanos nuestros. Pero, Señor mio, esto ya lo sabian los Doctos, y qualquiera que ha saludado la historia de la Iglesia conoce que para cada impío que se ha levantado contra ella, ha suscitado la Providencia muchos zelosísimos Pastores de su grey que la de-fendiesen, animosos: sabe qualquiera que nunca ha manifestado la Religion todo su brillo y magestad con mayor magnificencia que quando estos hombrecillos menudos han querido medir su brazo con el Todo poderoso; y que está escrito en fin que no prevalecerán contra ella las puertas del Infierno. Si Señor, esto ya me lo sabía yo; pero era preciso abrirme un nuevo camino de apologizar á mi Patria, y este debia serme tanto mas glorioso quanto fuese mayor el destrozo que hiciese en todos nuestros vecinos. Fuera de que mis admiradores sé yo que no se pararian en estas menudas investigaciones, y como ellos leyesen quatro periodos retumbantes, llenos, huecos, y que les sonasen mas que la Campana de Toledo, me tendrian por el Goliat literario capaz de medir mis fuerzas con todos los Davides de la tierra.

El medio único, pues, para cortar de raiz este contagio de novedad que se iba introduciendo insensiblemente en la Nacion, no podia ser otro que ponerla delante de los ojos con la expresion mas viva, energica y poetica no solo la inutilidad y frusleria, sino el inminente peligro á que la expone la actual filosofia que no es mas que un conjunto de sueños y delirios. Era preciso decir á mi Nacion, que (pag. 32.) en la Filosofia actual todas las Religiones se enseñan, menos la que representa á Dios con mayor grandeza, y contiene en sí la moral mas santa, pura y sublíme, que hasta ahora se ha conocido. Y digame Vm. por su vida ¿este golpecito de mano no echa á rodar á un tiempo á Voltaire y á Pascal, á Rousseau y á Racine, á Helvetio y á Valsecchi? ¿No son todos ellos Filosofos actuales? ¿Y no se creerá que todos ellos enseñan otra Religion distinta de la santa? Pues ahora bien; toquele Vm. á qualquiera buen Español en el pelo de la ropa sobre cosa que huela ni de cien leguas á Filosofia actual, aunque sea la de Roma, Paris ó Bolonia, y le verá Vm. echar espumarajo por la boca, y oponerse con todas sus fuerzas no solo á Vm., sino á todo un exercito, y al Gobierno mismo que intentase desengañarle. ¡Pues bonitos somos nosotros para esto! Y mas es que para apretar mejor la clavija, y que no pensase mi Nacion que por nombre de Filosofia entendia yo algunos tratados de moral, ó de politica, la digo mas claritamente, que (pag. 33.) los decantados aumentos filosoficos de nuestros dias lo han sido realmente en el aumento de los numenes; y que no se ha entiviado aún la furia de inventar Dioses y predicar cultos con haber mas de 24 siglos que principió. Pongame Vm. ahora á un Español muy creido, porque lo digo yo, de que los aumentos filosoficos, como v. g. el descubrimiento de ciertas Estrellas y Sate-lites, la máquina electrica, el gas, el telescopio &c. son otros tantos numenes inventados en nuestros dias, y verá Vm. que no dexará titere con cabeza, aunque le predicasen lo contrario todos los Misioneros del Orbe. No sabe Vm. la fuerza que tiene aun la sombra de Religion entre nosotros, para impedir que se admitan acá tan perniciosas novedades. Habrá hombre que si por ventura ve un observatorio Astronomico, le tendrá por una Mezquita consagrada al culto del Dios Ustorio, del Dios Pendulo, del Dios Engyscopio, ó de la Diosa Aërostatica. ¿Y le parece á Vm. que no vomitará mas pestes que yo contra todo lo moderno? Pues á fe que por este camino he logrado yo mil admiradores de mi Oracion, que acaso hubieran sido los primeros en acometerme; sino me hubiera acogido á sagrado, é interesado á la Religion en favor mio.

Puesto ya este primer cimiento de mi Oracion, se supone captada la benevolencia del Lector con tanta fuerza que no dudará en dar asenso á quanto yo quiera persuadirle. Vea Vm. la prueba. Antojoseme entrar, salir, cortar y rajar á mi gusto sobre la Ciencia de nuestros Arabes; y como sé que en España no se entiende una palabra de estas cosas, y por otra parte los Españoles leen con tal precipitacion que no se acuerdan de lo que han leido en una pa-gina quando llegan á la otra, tuve libertad para decirles quanto se me venia á las mientes, y sin miedo de que me cogiesen en la trampa. Quise, pues, pintarlos á la Turca (pag. 44.) y les dí esta pincelada: Ninguna cosa mas torpe, mas fea, mas inelegante que la Filosofia de los Arabes, cuya natural incultura, unida á la ansia de curiosear produxo un saber menos culto. Retoqué la pinturita á la vuelta de la hoja con decir que: elegancia, método, exâctitud, eran primores que jamas conoció, ni buscaba la pluma del Sarraceno. Adelantaron notablemente la Astronomia, haciendola servir para vanísimas predicciones. Debioles la Medicina admirables aumentos, al tiempo mismo que la afeaban con especulaciones imaginarias y monstruosos sistemas. Con nueva y feliz maestria aplicaron la Chimica al auxîlio de las dolencias, y la llenaron tambien de enigmas, portentos y credulidades; &c. y todo lo que en confirmacion de esto añado, que ciertamente son noticias exquisitas. Ahora bien; si en España se supiera algo de Lógica, ó se entendieran estas materias, ¿no era facil decirme que asi como los monstruosos sistemas de los Arabes no perjudicaron á los admirables aumentos de la Medicina y de la Chimica, tampoco les perjudicarian los nuevos sistemas de los célebres Soñadores que yo combato con tanta fuerza? Pues vea Vm. como nadie me ha dicho palabra; pero en caso de que me la dixeran, responderia yo galanamente con lo que de otra pincelada les encajo (pag. 60.) donde digo, que si bien la religion y la politica separaban los animos de los Españoles, Christianos y Musulmanes; pero el saber indiferente (como v. g. la Chimica ó Medicina) pudo adoptarse, sin peligro, á la utilidad de todos; pero ahora aun sin vivir juntos Españoles y Extrangeros no pueden adoptarse sin peligro las Ciencias ó el saber indiferente. ¡Y diga Vm. á los critiquillos que me impugnen esta solucioncilla de nuevo cuño!

¿Quiere Vm. ver ahora á los mismos Arabes vestidos á la Greca ó á lo sábio? Pues vealos Vm. (en la misma pag. 60.) con estos colorcitos: España libre del contagio del Escolasticismo, daba de si entre los Sarracenos habilísimos Medicos, Astronomos, Geometras, Algebristas, Chimicos, Poetas, Historiadores; entre los Christianos hombres que competian en estas artes con sus tiranos, y uniendo á ellas el estudio de la religion, hacian de su nacion la region unica donde las Ciencias eran lo que debian. Y ¿quánto darian los Críticos porque yo les señalára media docena de Geometras y Algebristas Arabes y habilísimos, esto es, mucho mejores que los célebres Soñadores? Con todo, les apostaré yo á los mismos Chimicos Arabes á que no sabian hacer una destilacion de sus mismas Ciencias con el primor que yo la hago en mi capital laboratorio, quando digo, (á la vuelta se supone) que: En resolucion, de lo bueno y malo que contenia la literatura Arabe, los Christianos de España tomaron lo bueno y útil; y los Extrangeros, tomando lo malo, inundaron de vanidades la Religion y Filosofia. De suerte que ni la mas minima parte tubieron los Españoles en esta corrupcion::: Tuvieronla sí en los conatos (y advierta Vm. el mérito de esta locucion Egypciaca, no copiada de Griegos ni Latinos) de mejorar el fundamento de los males.

Vm. no se canse, ni le dé vueltas, Señor Apologista. Ninguno sabe, ni supone mejor que yo el atraso, la barbarie y la ignorancia de España. Porque vamos claros; si yo no me hubiera figurado que escribia en una Nacion que tiene el mas estrecho parentesco con aquella en que decia Nason:

Barbarus hic ego sum, quia non intelligor ulli.

¿cómo hubiera dicho, por exemplo, que la ciencia de Erasmo se estancó en los Canceles de la Teologia? (pag. 214.) ¿Cómo habria estampado yo que sus traducciones, (como los Dialogos de Luciano, las Tragedias de Euripides &c.) no pueden servir sino para el uso de los Teologos del Christianismo? ¿En dónde sino en España hubiera yo podido escribir (pag. 64.) que esta misma España se hizo Escolastica quando vió que para conservar integra la unidad de la Religion, era ya indispensable necesidad derrotar con la Teologia Escolastica á los que confundiendo los abusos de esta con los fundamentos de la Religion, con pretexto de desterrar el Escolasticísmo destruian el dogma y desunian la Iglesia? Mas ¿de qué modo se adoptó en España el Escolasticísmo? Mejorandole; convirtiendole de profesion semibarbara en ciencia elegante, sólida, reducida á principios ciertos é invariables. Ahora bien ¿ha oido Vm. hasta que yo lo digo, que la Escolastica sea invariable? ¿Que sea indispensable necesidad recurrir á ella para mantener la unidad de la Religion? Pues vea Vm. como yo lo digo, y nada mas, y se me cree como si dixera un Evangelio chiquito. Yo digo lo mas mal que puedo de los Extrangeros, y quando me hace al caso me valgo de ellos para elogiar a nuestros Autores, con ser así que jamas han leído un libro nuestro; (pag. 10.) y que hay poco que esperar de los Extrangeros quando hablan de nuestros Escritores. (pag. 214.) Por eso es malo Dupin, aunque su Biblioteca es muy estimada, y son buenos Torti, Wilcke, Vallisnieri, Muratori, Trevisano, Gasendo, Bruckero &c. porque nos alaban.

¿Cómo era posible que yo hiciese pasar en Francia, ó Inglaterra por célebres Soñadores á Newton y Descartes sin exponerme á que me apedreasen por lo menos? Pero en España he hecho con ellos á mi salvo lo que hizo el cabrito de la Fabula con el lobo. Bien es, que por si acaso algun extrangero llegaba á leer acá mi Oracion, tuve la advertencia de llamarlos tambien en otra parte (pag. 99.) grandes hombres, aunque no se los envidiamos. Y á la verdad ¿quién no ve que Magallanes para hallar su famoso estrecho debia ser mas Matematico que Newton para formar su mundo, aun quando una tempestad le hubiese arrojado á aquel paraje? ¿Quién no creerá que yo he comprendido á Newton, quando digo que le hubiera sido facil hallar su mundo sin Matematicas? Los Extrangeros pensarán que esto es tan imposible y repugnante como hallar la quadratura del circulo sin tener idea siquiera de lo que es circulo. ¿Pero á mi que me importa? Yo suponia que en España nadie habia de entender esta barahunda, y que me creerian sobre mi palabra, siempre que despreciase á los estraños, é hiciese mil elogios de los nuestros. En efecto, ya ve Vm. como he puesto á Vives sobre todos los Sábios de todos los siglos; pero esto no quitaba que llamase á Quintiliano (pag. 118.) el maestro mas excelente de eloqüencia, el hombre de mejor gusto, y de juicio mas recto entre los latinos. A Seneca le llamo el padre de la virtud, y ni mas ni menos que si yo hubiera sido su Confesor de asiento, digo de él, que no ocultó vicios detestables. Esto digo en la Apologia (pag. 112.) porque era Apologia; pero bien sabía yo que le habia de llegar su San Martin quando en mi Obra príncipe le tratase de ridiculo por verle andar buscando sutilezas y antitesis sonoras para persuadirnos á que nos ahorquemos, ó demos de puñaladas. (Disc. Filosofic. pag. 220.) ¿Y querria Vm. que la gravedad de los Españoles se parase en estas niñerias? ¡Ah! Es menester que uno tenga bien conocido el carácter y el gusto dominante de una Nacion para escribir en ella con acierto, quiero decir con utilidad; porque de lo contrario solo escribirá para tres ó quatro que lo entiendan, y el Público se quedará siempre á buenas noches, y á este se le debe complacer en todo trance.

Este ha sido unicamente mi designio, y qualquiera puede juzgar si he sabido desempeñarle como se debia esperar de mi. Pude haber reducido mi Oracion á breves paginas; pero era preciso hacerme tan singular en todo, que no tuviese exemplo en todos los siglos pasados, ni pueda tenerle en los venideros. Una Oracion de 150 paginas no la han parido hasta ahora las imprentas. Una Oracion no leida ni pronunciada en Sociedad, Congreso, ó Aca-demia no la han visto todavia los vivientes, á no ser la mental que tanto nos recomiendan los Asceticos. Una Oracion sin division, y con dos partes no supieron componerla ni los meros copiantes de los Griegos, ni la discipula del Egipto. Una Oracion que tenga lo que pudiera ser exôrdio, (y este ab ovo) en su segunda parte, es un fenomeno de que no darán razon ni los célebres Soñadores. Una Oracion::: ¿pero dónde voy yo á describir todos sus primores y bellezas? Vm. sabria muy bien, si quisiera, ponderar todo el mérito del estilo, de la elegancia, de la intercalacion de sentencias, que aunque mias no dexan de ser universales; de la propiedad y exâctitud de los Epitetos tan ajustados como nido de golondrina pegado á una pared, elogio que he merecido de un erudito Español, residente en la Corte de Paris; y en fin de la magestad, y soberano despotismo con que en ella se juzga y se pesa por quintales el saber de las Naciones; pero estas son cosas menudas que podrá Vm. apologizarlas en caso necesario. Por ahora solo quiero que Vm. publique esta mi Apologia, que no interesa menos a Vm. que á mi. A Vm. porque hará callar con ella á esos Bachilleres Regañadientes, y D. Silvio Liberio, tenidos por muchos por tan sábios, tan doctos, é ilustrados como yo mismo. A mi porque tendré la satisfaccion de ver apologizada una obra como la Apologia Forneriana, que puede hacer época como la Jurisprudencia Irneriana.

Sola una suplica me resta que hacer á Vm. y es que como ese dicho Bachiller se ha empeñado en que Vm. tiene admirable habilidad para ingerir en sus Diatribes de letra bastardilla lo que otros estampan en letra redonda, me parece que dá á entender que la bastardilla será señal de produccion espuria, ilegitima, ó bastarda; y asi he de deber á Vm. que evite enteramente toda ocasion de presumir que esta Apologia no sea mia, muy mia, é hija de mi cabeza. Tengola ya algo cansada: voy á orearme un poco, que pienso componer todavia en esta tarde una Tragedia. Dios guarde á Vm. muchos años para emplearlos en la defensa de sus amados Clientes, y particularmente del mas humilde de ellos, que su mano besa. El Orador Apologetico.”

Confieso, Clientes mios, que no ha dejado de gustarme la Apologia, que hace de sí mismo vuestro juicioso y habil compañero. Yo solo os tenia dadas reglas para defenderos de esos pocos Críticos menudos que hay en todas partes; pero nunca creí que el valor Español Apologetico se las midiese con todo el resto de Europa. ¡Qué gloria no me dá este Cliente valeroso! Verdad es que me hace algun escrupulo el cobrar los quartos no mas que por publicar su Apologia sin otro trabajo que el de llevarla á la Imprenta; pero á fin de asegurar mi conciencia he dado dos ochavos de limosna para una obra pia, y tan pia como la reimpresion del devotísimo Mambruch á lo Divino que en estos dias andan vendiendo los Ciegos por las calles, y á mayor abundamiento ofreci contribuir con igual cantidad para quando salga á luz un Cumbé á la Pasion de Jesu-Christo, una Guaracha á la Soledad de la Virgen, y un Fandango á los siete Sacramentos, en contraposicion de lo que el vulgo entiende por estos nombres, para fomento de la piedad verdadera, y para acreditar al mismo tiempo los justos y loables designios de mi Cliente en hacer ver el zelo infatigable de nuestros Escritores por la mayor pureza de la Religion.

Tambien confieso que no sé como ha podido ser censurada la mas extensa Apologia de nuestra Patria. Yo por lo menos la estimo en su justo precio, y no cesaré de aplaudirla siempre que tenga ocasion; y si hay alguno de genio tan sombrio que piense con Seneca, que: Quem quis contemnit, calcat sine dubio, sed transit, yo diré con el mismo que: Etiam in acie jacens præteritur: cum stante pugnatur. (epist. 105.) Le consolaré con decirle con el Padre de la virtud, que la gloria es la sombra de la virtud, y que asi como la sombra unas veces nos antecede, y otras nos sigue, asi la gloria que le mereció su Apologia fue delante de él en algún tiempo, pero será mucho mayor la que se le debe seguir quando haga callar á la envidia. Esto le debe excitar como lo espero á continuar en ilustrarnos aunque sea en Conversaciones familiares, que por ser menos sublimes que las Oraciones Poeticas y los Discursos Filosoficos, son mas du resort de la gente menuda, que no necesita, ni gasta reflexîon en sus sentencias, y está dispuesta á tragarse el veneno mas mortífero, con tal que se le dé dulcificado.

En fin para dar gusto en quanto estuviese de mi parte á este mi Cliente favorito encargué á mi Amanuense y Apoderado, que por Dios no me pusiese en la copia que habia de servir para la Imprenta ni una sola letra rayada, para que no me la impriman en bastardilla; pero él que es un bicho de mala cara y peor genio, y ademas un tunante sempiterno, novillero, y bromista sin segundo, me dixo medio puesto de jarras, y mirandome á lo zaino: Señor Apologista, ese pandero para mi que lo entiendo, y que le sé repicar á la ley. Vm. metase en sus calzones y dexeme acá con mis copias, que tambien sé yo donde me aprieta el zapato; y sobre todo en dandome Vm. el original yo le copiaré del modo que se me antoje, y santas pascuas. ¿Tiene Vm. mas que pedir? Hombre por Dios, le re-pliqué, mira que dicen por ahí que yo tengo habilidad para poner en bastardilla lo que otros ponen en letra redonda... Pues pesia Vm. y el alma de cantaro que lo dice, ¿quándo ha venido nadie á ayudarme á copiar en letra bastardilla, redonda, ni cuadrada? Eso quisiera yo que Vm. supiera escribir á la moda, y me copiase esta tarde media Apologia mientras iba yo á correr la gloriosa con dos amigos que me estarán esperando; pero voto á nos, que me estaré aqui aperreado con su Apologia, ó con su rabano, y los otros brindarán á mi salud... Vaya: por eso no lo dexes, que yo te daré buena propina con tal que no me copies en bastardilla... Dale otra vez con la bastardilla.¿pues qué mas le dá á Vm. ni á ningun petate que yo copie en la letra que quiera? ¿Pues qué, la bastardilla muda de sentido á lo que está escrito de redonda? Ya sabe Vm. que en la Apologia de los Burros le copié muy poco, ó casi nada de bastardilla, y con todo se han quedado tan Burros como eran antes, y serian lo mismo aunque los hubiera copiado de VERSALES. Señor mio, ya que no me paseo, voy esta tarde á mirar por mis utilidades, que es lo que me tiene cuenta, pues ha de saber Vm. que un pliego con bastante bastardilla lo copio en la tercera parte de tiempo, que otro de letra redonda. ¿Y había yo de perder esta comodidad porque digan de mi lo que quieran? Quando yo le altere ó le trastorne á Vm. su original, entonces podrá quexarse, pero sino tixeretas han de ser, y sobre eso morena... Hombre por Dios, no me pongas bastardilla que me llaman enladrillador, remendon, y me comparan á los Albarderos, y ya ves que estos son oficios muy bajos para un hombre tan derecho como yo... Ah, ah, ah, me respondió el socarron con una risita picaresca; pues dígame Vm., Señor, ¿y por eso se le encoge á Vm. el ombligo? ¿Podria Vm. ser albardero sino hubiera burros? ¿Y no es mucho mejor ser lo primero que lo segundo? Y el pobrete que le llama á Vm. enladrillador ¿no conoce que pone Vm. á sus pies, pisa y pisotea los ladrillos? Pues á fe que para esto no es menester saber mucha Filosofia::: Hazte cargo que me comparan tambien á los Femeters de Valencia que están esperando á que estercolen las bestias para ir al instante á hacer caudal propio sus porquerias. Otra que tal ¿pues si no hubiera bestias en Valencia habria tampoco Femeters? Vm. parece que ha perdido la sesera. Vayase con Dios, y no me vuelva á replicar, porque sino::: Ello es que no le pude reducir por mas que le suplique. ¡Quiera Dios no lo eche todo á perder!

Numero XIV. Yo sé que en tí con ansia el gran deseoDe hacer tu gloria perdurable asiste,Y que á este fin elegirás ufanoMedios valientes que el heroico pechoDel vulgo aparten y tu gloria afirmen. Forner. Disc. Filosof. pag. 85. TRADUCCION LIBRE AL CASTELLANO. Materias grandes, experiencia poca,Discursos altos trata el papagayo:Aqui, aqui la paciencia se me apoca. Argensola. Epist. á Alonso Ezquerra. Por cierto que no hay cucaña en el mundo como la de meterse uno á Escritor periodico, y mas si es á Censor, ó á Apologista; porque como son muchos los interesados en este género de escritos, los unos por el gusto de censurar, y los otros por tener quien los defienda de las censuras, surten al Escritor de copiosos materiales, y no tiene mas que hacer que publicar lo que le envian. Tenia yo (lo confieso) mi poquitito de envidia al ver que el Domine Censor y su Corresponsal nos daban en cuerpo y alma mil cartas que se les remitian; y como nadie hasta ahora se habia acordado de mí para este efecto, y debia trabajarlo todo por mí mismo, me iba desanimando poco á poco de mi empeño. Pero, gracias á Dios, ya llegó tambien mi hora, y tengo la satisfaccion de publicar no una Carta como quiera, y en que yo no haya tenido parte alguna; sino el fruto de mi doctrina, el aprovechamiento de mis Clientes, en una palabra la Apologia, que el mejor de ellos ha hecho de sí mismo. Dice así: “Señor Apologista Universal: No puedo menos de manifestar á Vm. el sentimiento que me ha causado la indiferencia con que Vm. mira al Cliente mas apasionado, y al mas digno de su proteccion. Que: ¿aun quando no fuesen del mayor mérito las sublímes y tan cacareadas producciones de mi antiguo furor crítico; quando yo no hubiera sido el perseguidor de la vanidad erudita y llevadole en esto muchas ventajas á Juan Claro, le parece á Vm. grano de anis mi Oracion Apologetica por la España y su mérito literario? Una obra compuesta para que sirva de exornacion al Discurso de Denina, y que sin embargo le pongo por Apendice: una obra que aniquila los Colosos extrangeros, y eleva sobre las veletas los enanos de la Patria: una obra en que se enseña á medir á dedos la ciencia de las naciones, y por no cansar, una obra que no tiene semejante en los Fastos literarios, ¿no debia ser defendida y sostenida por Vm. quando la envidia y la ignorancia se han propasado á impugnarla? Ya me habia resuelto á suplicar á Vm. se sirviese hacer la Apologia de mi Oracion Apologetica, y estaba con la pluma en la mano para ello, quando por mis pecados se le antoja salir á luz á ese atolondrado charlatan el Bachiller Regañadientes haciendo demostraciones palmarias de que Vm. no defiende sino lo que todo el mundo ve y conoce que es malo; con que si Vm. hiciera mi Apologia, vea Vm. que [sic] conseqüencia. Pero bien se conoce que el tal Bachiller debe ser un mentecato, ó soñador de delirios. Preguntele Vm. á Juan Claro ¿si conoce por malo á su Juzgado Casero? ¿Tendria yo por mala mi Oracion si Vm. la apologizase? ¡Qué desatino tan de bulto! Sobre que no tienen una pizca de lógica estos infelices avechuchos. Para cortar; pues, de raíz semejantes habladurías, tomé el partido de hacerla yo mismo y presentarla á Vm., para que saliendo bajo su autoridad, calle de una vez tanto ganso gruñidor como quiere devorarla. Entro en materia. Me horroriza ciertamente, Señor Apo-logista la ineptitud y estupidez de nuestros Criticastros, quando sin reflexîon ni método quieren decidir del mérito de las Obras, sin tener el trabajo de exâminar bien sus principios y sus miras. A mi me han enseñado desde niño que para leer con fruto una obra, debia enterarme antes del Prologo ó advertencias, que suelen hacer los Autores; pero ni aun esto veo yo que hayan aprendido nuestros Zoilos. Con solo haber leido mi Prologo hubieran visto que un varon ilustre me hizo considerar que nuestras Apologias no deben escribirse para nosotros; y asi nada tienen que ver los Españoles con la mia. Hubieran visto que mi Oracion la habia escrito yo tiempo ha con solo el fin de exercitar mi estilo en la eloqüencia Castellana; para lo qual todo el mundo sabe es indiferente la verdad ó la mentira; y que asi como Platon, Erasmo, Luciano Phavorino exercitaron la suya en elogio de la injusticia, de la fatuidad de la mosca, y de la quartana, podia yo tambien divertirme en soñar á mi modo una Oracion laudatoria de la España é irrisoria de las demas Naciones. Hubieran visto como digo, que la Oratoria y la Poesia tienen estrecho parentesco entre sí en lo que toca á los ornatos del estilo y al aire extraordinario con que visten ambas artes los argumentos que se encaminan á la persuasion, y que sin estar en mi mano me acerqué á veces á la energía poetica, porque en el calor de la composicion con dificultad modera el entendimiento los ímpetus de la agitacion interior, poco escrupulosa en expresar los objetos con mayor ó menor viveza, segun la impresion que hacen en el animo. Ahora bien: supuestos estos principios ¿no podré yo vestir á mi arbitrio los objetos y darles el color que me parezca? ¿No es la ficcion una prenda esencialísima de la Poesia, y por consiguiente de su parienta la Oratoria? Pudo el célebre Cervantes fingirse como quiso á D. Quijote en cuerpo y alma; ¿y no he de poder yo, por ejemplo, figurarme á Luis Vives superior á todos los Sábios de todos los siglos? Pues he aqui el aire extraordinario, que yo digo. Ah Señor, que ese es un enorme desproposito, un error y una mentira manifiesta. ¿Dónde se venden, me dirán, las pantometras con que Vm. mide tan exáctamente los talentos? ¿Qué compás de proporcion maneja Vm. para hallarla entre Platon el grande soñador, como Vm. le llama, y Vives? Era preciso que con una vanidad desmedida se juzgase Vm. capaz de conocer todo el mérito de todos los Sábios, haber leido todas sus obras, y ahí es nada, saber todas las lenguas para entenderlos, estar instruidísimo en todas las Ciencias, saber la mayor utilidad de ca-da una, y aun creerse superior al mismo Vives para ponerle sobre todos. ¿Pero qué saben Vm., Señores Críticos, la agitacion interior del estro que me animaba quando estampé ese que Vms. llaman disparate? ¿Descartes ha de soñar un mundo, y Forner no ha de soñar un Sábio? En todos los Heroes de los mejores Poemas se descubren ciertas fragilidades que nos hacen rebajar mucho del mérito que se les supone; pero á un hombre superior á todos los de todos los siglos, no hay ciertamente por donde acometerle, y habrian enmudecido los Canos, los Estebanes y Dupines si hubieran formado de él el mismo juicio; pero asi como solos Vives y Verulamio eran capaces de conocer todo el mérito de la literatura de las naciones, asi yo solo he sido el capaz de conocer todo el mérito de Vives. Vuelvo á repetirlo, Señor Apologista. Mi Prologo bien reflexîonado deshace enteramente las ridiculas sofisterias de esa turba de filosofadores charlatanes. No obstante de que nuestras Apologias no deben escribirse para nosotros, segun me hizo ver aquel varon ilustre, me resolvi á pensar en hacer pública la mia, siquiera por aprovechar en utilidad de la Patria las tareas de unos pocos momentos. Mi proposito fue escribir mas como Declamador que como Historiador crítico; di por supuesta la ver-dad de los hechos; y si la eloqüencia no es mas que una modificacion, ó digamoslo asi, un afeite de los pensamientos; siendo estos frivolos ó sofisticos, ¿qué mérito le queda al ornato? Por eso digo, que una Apologia que se encamine á autorizar los engaños ó los errores, tanto mas abominable será, quanto mas excelente en el desempeño. Y sobre todo las Apologias de una Nacion pueden ocasionar daños gravísimos sino [sic] se fundan en la verdad y carecen del conveniente temperamento. Todo esto es evidente, y yo mismo lo confieso; pero dando por supuestos los hechos, y no habiendo de escribir como Historiador crítico, sino como Declamador engerto en Poeta, tengo de un golpe respondido á quanto pudieran objetarme los Críticos. Digo que me sujeté á la estrechez de una sola hypotesis, y toda Europa sabe el significado de este terminillo, ni aun lo ignoró el célebre soñador Descartes. En la hypotesis de que la España se halle situada entre los grados 5 y 10 de latitud, y 5 y 30 de longitud, se demuestra facilmente el color negro de sus habitantes, pero no en la situacion que hoy verdaderamente ocupa. Asi, pues, para todos aquellos que sin estos previos conocimientos, y sin haberse enterado á fondo de mi Oracion, quieran juzgar de su mérito, y del de esta mi Apologia, será inutil todo mi trabajo, pues so-lo quiero hablar con los que puedan entendernos. Para estos solamente voy á trazar aqui el plan que me propuse para componerla, y Vm. decidirá quien es el que tiene de su parte la razon. No debia yo ignorar (porque ¿quién no lo conoce?) que la pequeña parte de gloria literaria que puede apropiarse una Nacion, no se puede fundar en el mayor numero de ingenios ó de Sábios que hayan salido de su seno, sino en los medios que la misma les haya proporcionado para su mejor cultivo y enseñanza. A pesar de las riquísimas minas de uno y otro Mundo, moriria de hambre la España si no procurase cultivarlas: ni estriva la riqueza de una Nacion en la vasta extension de su terreno, quando a éste no se le hace rendir todo el fruto de que es capaz atendidas sus circunstancias. Tampoco debia yo ignorar que los Ingenios son como los navos que se dan en qualquier clima, con la diferencia de que estos necesitan de simiente para producirse, y aquellos vienen graciosamente de lo alto: por consiguiente el ingenio Español que deba su ilustracion á los libros y Paises extrangeros, y el Extrangero que la haya adquirido entre nosotros, no deben contarse por Sábios de la Nacion en que han nacido. Bien sabia yo que Seneca, Quintiliano, Cano, Feijoo, Cervantes y otros tales bebieron y aprendieron su doctrina en otros Paises y libros que los nuestros. Sabía que la grande obra de Luis Vives de la Corrupcion de las Artes, sería la cosa mas ridicula y superflua si en su tiempo no hubiera exîstido aquella corrupcion que tan prolixamente nos describe en todas ellas: que esta obra es una demostracion palmaria del atraso de aquel siglo: que esto mismo lo confirma Melchor Cano: que ni entonces ni nunca nos puede servir de disculpa el decir que los Extrangeros nos contagiaron, pues una Nacion sabia como la España debia conocer la peste, y obligar á todo extraño á hacer su quarentena; porque una vez introducido el contagio es un consuelo desesperado el morirse un hombre porque mueren otros muchos. Sabía yo que nosotros no seremos ricos precisamente porque otras naciones sean pobres, y que este es un desquite muy pueril y vergonzoso, si con esto se nos quiere mantener en la indolencia. Tambien debia yo saber, (voy proponiendo las especies segun me ocurren, conforme á mi método) que por mas que se quieran ponderar los conocimientos de los Arabes, es menester ser muy loco para ponerlos en paralelo con los descubrimientos modernos: que son poquísimos los libros buenos que de ellos nos han quedado, y que de ninguno nos valemos para nuestros Estudios públicos. Tambien conozco, que sería una solemne sofisteria probar, que tenemos una excelente moral porque sean nuestros los Granadas, los Puentes &c. pues nadie ignora que estas obras no son por las que se enseña en las Universidades, ni se hacen por ellas los exâmenes para Ordenes, Curatos &c. sino por el Larraga, Echarri, Potestas, Cliquet y demas tropa de santísimos Casuistas: que de nada nos sirve tener á Cano, Castro, Montano desterrados de las Universidades, mientras se les substituye á Gonet, Godoy, Florez, Apodaca &c. que son los libros por donde se aprenden los principios de la santa Teologia: que hoy pasa plaza de demente el que quiere saber Filosofia sin Matematica, y que sin embargo tenemos unos Filosofos en los estudios públicos como Losada, Palanco, Goudin, Apodaca; y lo mejor es que ni aun todos estos son nacionales: que si alguno como, por exemplo, Feijoo despues de haber malogrado su juventud en las Escuelas, como el mismo lo confiesa, se aplica despues á buenos libros, y rompe la cadena de la perversa educacion, no tiene en ello la Patria el menor influxo, ni estas tareas pueden contribuir á su gloria quando ella tampoco le ha puesto en movimiento para que se ilustre. Sabía yo con evidencia, que asi como refiere San Geronimo que los Españoles iban á Roma á oir á Tito Livio; nuestro amado Monarca tenia destinados varios jóvenes á instruirse en otros paises para hacer propios en beneficio de sus Vasallos los conocimientos utiles que hubiesen adquirido, y nos traxesen no lo que nos sobra, sino lo que nos hace falta; y por el contrario yo no he visto por esas calles ni paseos muchos jóvenes extrangeros que hayan venido á educarse en nuestros Colegios, Seminarios, ó Academias. Y finalmente estoy viendo por mis ojos que de unos 54 Autores que para la enseñanza pública señala S. M. en el juicioso plan de estudios que acaba de aprobar para una de nuestras Universidades, solo seis ó siete son nacionales, y los demas extrangeros. Todo esto sabía yo, Señor Apologista, y mucho mas que omito por no ser pesado; pero digame Vm. por su vida ¿qué cosa mas insulsa que una Apologia nacional en tono de declamacion, fundada solamente en unas verdades tan notorias? ¿Qué lugar podian tener en ella el entusiasmo, el Ostro, el ímpetu interior, ni los colores poeticos? ¿Habia de sufrir yo que me llamasen el Poeta de la verdad, como apellidan á Lucano porque no supo fingir? No Señor. Qualquiera otro menos Filosofo y Poeta que yo mismo, hubiera hecho una confesion la mas ingenua de nuestros atrasos y sus causas; hubiera hecho mil elo-gios de nuestro zelosísimo Monarca, y de su ilustrado Ministerio, á cuyo impulso vemos renovarse con toda rapidez la hermosa faz de la Península. Hubiera expuesto los sólidos y visibles adelantamientos de la Patria en todos los ramos de las Ciencias y las Artes, para excitar á la juventud por este medio á cooperar con vigor á las miras del Gobierno. ¿Pero un Filosofo, un Forner habia de pensar con tal bajeza? Al contrario: quando veo que quieren adoptarse entre nosotros las maxîmas y sistemas transalpinos; quando no sé con qué especie de entusiasmo comienza la Nacion á entregarse libremente al conocimiento de las ciencias que quieren llamar útiles; quando advierto que con un furor nada ordinario trabajan las Academias, las Sociedades y otros Cuerpos en desterrar mil preocupaciones tan antiguas como perniciosas; quando veo que encantados de la novedad de los libros extrangeros se entregan á su lectura y enseñanza no solo algunos Seminarios y Colegios, sino muchos jóvenes deslumbrados; quando por esta causa se compran y construyen colecciones de máquinas costosísimas para el uso de los laboratorios Chimicos, y observatorios Astronomicos; quando contemplo que la Fisica acompañada de la Geometria, del cálculo, de las Matematicas puras y mixtas quiere destronar al Peripato; quando para este fin veo que se revuelven, se desentrañan, se analizan las obras de los Descartes, Newtones, La Cailles, Boerhaaves, y Beaumes; quando el Gobierno mismo es el que mas promueve estos proyectos, y quisiera ver en cada pueblo cien Descartes y Newtones; entonces, entonces mismo es quando arrebatado del espíritu poético-oratorio salgo de mi obscuridad y retiro para anunciar á mi Patria, á mi amada Patria unas verdades que nadie sino yo se hubiera atrevido á publicarlas. Entonces es quando inflamado mi espíritu filosofico, y arrollando enteramente las ideas de la adulacion y del interés, y animado del noble atrevimiento que inspira la verdad, levanto mi voz mas que Stentorea, para hacerme oir en toda Europa y decir con libertad á mi Patria: ¡Oh España! (pag. 36.) La ciencia humana en la mayor parte no es mas que una tienda de apariencias, donde la explendida exterioridad de los géneros engaña á la vista, y da visos de gran valor á unas materias futiles en sí y caducas. Este engaño es como peculiar y casi inevitable en los descubrimientos de la Fisica. ¿Qué saben todavia los Filosofos del íntimo artificio de la Naturaleza, despues de veinte y quatro siglos de observaciones? ¿De qué pueden servirte esa decantada Geometria, esa Algebra confusa, esa Arithmetica intrincada, si (pag 37.) en los seres que componen el mundo visible jamas alcanzaremos mas que lo que en ellos se pueda numerar y medir? Los principios constitutivos que dan origen á las acciones de la Naturaleza, se esconden obstinadamente en el pozo de Democrito; y los razonamientos que se hagan sobre ellos, nunca serán sino adivinaciones agradables, propias para dar pasto de siglo en siglo á la curiosidad humana, mas solicita en congeturar lo impenetrable, que en deducir lo que se facilita al conocimiento. No, no creas España mia, que sabes menos Fisica que Francia ó Inglaterra. No te dexes deslumbrar con los asperos cálculos é intrincadas demostraciones geometricas, con que astuto el entendimiento, disimula el engaño con los disfraces de la verdad. ¿Qué utilidad pueden traherte esas menudas obras de Statica, Dinamica, Balistica, Catoptrica, Dioptrica, Hydrostatica, y todas las Matematicas, si el uso de ellas es la Alquimia en la Fisica, que da apariencias de oro á lo que no lo es? (pag. 38.) ¿Si las leyes del movimiento no te explican que es movimiento? ¿Si calculas el giro de los Astros, y te es impenetrable la causa porque giran? ¿Si observas que el aire es grave, y no comprendes la esencia de la gravedad? Sí España mia: á ti te digo como Apologista tuyo, que no sabes menos Fisica que Francia ó Inglaterra; pero á tu Censor de-bia yo decirle todo lo contrario, y EN LETRA MUY REDONDA, quando á nombre de todos le confieso, que (pag. 20. Context. al Cens.) nuestros buenos Apologistas quando llegan á la literatura del siglo XVIII. baxan el tono, y sin entrar en comparaciones de la nuestra con la de los extrangeros, se contentan con indicar cortés y modestamente que acá en estos ultimos tiempos no se ha sabido tanto como en Paris, ó en Londres; bien que estas dos Capitales no son lo mismo que Francia é Inglaterra. Asi, pues, dexa que este y otros tales gasten inutilmente su tiempo en leer esos libros extrangeros, dexa que tengan algunos apasionados en tu recinto los Newtones, Descartes y La Cailles, que yo siempre te diré, y no me cansaré de repetirlo, que esos hombres que celebras no son mas que unos célebres soñadores. Y quando no consiga yo por este medio, que el Gobierno los destierre para siempre de nuestra Patria, por lo menos haré ridicula la estimacion y credito que hoy logran. Porque vamos claros, Señor Apologista mio, y entendamonos los dos. Mire Vm. Yo he formado y dispuesto mi Oracion, no sujetandola á aquellos antiquísimos preceptos oratorios que nos dexó Ciceron, y otros que despues le han hecho graciosamente el honor de llamarle Príncipe de la eloqüencia. No soy yo hombre que deba sujetar-me á las reglillas de estos Autores menudos, porque esto sería aprobar con la práctica lo mismo que condeno con la pluma. Ya ve Vm. que digo (pag. 105.) que jamas supo Italia sino lo que copió de Atenas, y que los pocos Filosofos que engendró (pag. 190.) incluso el mismo Ciceron fueron meros copiantes de los Griegos; pero tambien es cierto que la pomposa Grecia (pag. 42.) apenas vió en sus Escuelas sino caprichos expuestos con admirable orden y energica magestad de palabras, que imitó el Romano; y no creo yo que en esto me lleve á mi muchas ventajas. Ahora bien: Grecia fue discipula del Egypto (pag. 104.) y consiguió ser maestra del universo; y como yo no tenia á mano los libros Retoricos de los Egipcios para ver en ellos su eloqüencia, no quise ser mero copiante de los meros copiantes de los Griegos, imitandolos en vestir mi Oracion á la Romana, armandola de su Exôrdio, Narracion, Proposicion, Division, Confirmacion y semejantes zarandajas; sino que comienzo desde luego por donde acaban los otros: esto es, entro confutando, y echando á rodar por esos suelos toda la filosofia y todo el saber de los modernos. ¡Pero con qué nervio y con que designio! Bajo el nombre de filosofia combato á un tiempo las verdades mas útiles de la Fisica, y los errores de la Etica y Politica. Con saber yo por noticias algo remotas que ha habido un Rousseau, un Helvetius, un Voltaire y otros quantos que á vuelta de algunas cosas buenas, dijeron muchas perversas contra la Religion y el Estado, y ver que á estos se les llama filosofos por mal nombre, ya tengo yo bastante para echar mi varredera sobre todos, buenos y malos, excelentes y medianos. Ya sabía yo que estos ingenios extravagantes han sido mil veces impugnados y convencidos por otros infinitos filosofos de mérito muy superior; no ignoraba yo que un Huet, un Paschal, un Valsecchi, un Polignac, un Racine, y sobre todo que los Obispos, el Clero, la Sorbona de Francia (pag. 154.) no han cesado aun de repetir censuras, exhortaciones y anatemas contra los libros de los que allá llaman incrédulos, y nadie había de confundir con aquellos á estos que los impugnan y castigan, y que sin duda son los mas, los mas sanos, mas doctos y respetables, y los que dan el tono á una Nacion; asi como no llamo heretica á la Teologia de España porque lo fuese la de Prisciliano y de Molinos, paisanos nuestros. Pero, Señor mio, esto ya lo sabian los Doctos, y qualquiera que ha saludado la historia de la Iglesia conoce que para cada impío que se ha levantado contra ella, ha suscitado la Providencia muchos zelosísimos Pastores de su grey que la de-fendiesen, animosos: sabe qualquiera que nunca ha manifestado la Religion todo su brillo y magestad con mayor magnificencia que quando estos hombrecillos menudos han querido medir su brazo con el Todo poderoso; y que está escrito en fin que no prevalecerán contra ella las puertas del Infierno. Si Señor, esto ya me lo sabía yo; pero era preciso abrirme un nuevo camino de apologizar á mi Patria, y este debia serme tanto mas glorioso quanto fuese mayor el destrozo que hiciese en todos nuestros vecinos. Fuera de que mis admiradores sé yo que no se pararian en estas menudas investigaciones, y como ellos leyesen quatro periodos retumbantes, llenos, huecos, y que les sonasen mas que la Campana de Toledo, me tendrian por el Goliat literario capaz de medir mis fuerzas con todos los Davides de la tierra. El medio único, pues, para cortar de raiz este contagio de novedad que se iba introduciendo insensiblemente en la Nacion, no podia ser otro que ponerla delante de los ojos con la expresion mas viva, energica y poetica no solo la inutilidad y frusleria, sino el inminente peligro á que la expone la actual filosofia que no es mas que un conjunto de sueños y delirios. Era preciso decir á mi Nacion, que (pag. 32.) en la Filosofia actual todas las Religiones se enseñan, menos la que representa á Dios con mayor grandeza, y contiene en sí la moral mas santa, pura y sublíme, que hasta ahora se ha conocido. Y digame Vm. por su vida ¿este golpecito de mano no echa á rodar á un tiempo á Voltaire y á Pascal, á Rousseau y á Racine, á Helvetio y á Valsecchi? ¿No son todos ellos Filosofos actuales? ¿Y no se creerá que todos ellos enseñan otra Religion distinta de la santa? Pues ahora bien; toquele Vm. á qualquiera buen Español en el pelo de la ropa sobre cosa que huela ni de cien leguas á Filosofia actual, aunque sea la de Roma, Paris ó Bolonia, y le verá Vm. echar espumarajo por la boca, y oponerse con todas sus fuerzas no solo á Vm., sino á todo un exercito, y al Gobierno mismo que intentase desengañarle. ¡Pues bonitos somos nosotros para esto! Y mas es que para apretar mejor la clavija, y que no pensase mi Nacion que por nombre de Filosofia entendia yo algunos tratados de moral, ó de politica, la digo mas claritamente, que (pag. 33.) los decantados aumentos filosoficos de nuestros dias lo han sido realmente en el aumento de los numenes; y que no se ha entiviado aún la furia de inventar Dioses y predicar cultos con haber mas de 24 siglos que principió. Pongame Vm. ahora á un Español muy creido, porque lo digo yo, de que los aumentos filosoficos, como v. g. el descubrimiento de ciertas Estrellas y Sate-lites, la máquina electrica, el gas, el telescopio &c. son otros tantos numenes inventados en nuestros dias, y verá Vm. que no dexará titere con cabeza, aunque le predicasen lo contrario todos los Misioneros del Orbe. No sabe Vm. la fuerza que tiene aun la sombra de Religion entre nosotros, para impedir que se admitan acá tan perniciosas novedades. Habrá hombre que si por ventura ve un observatorio Astronomico, le tendrá por una Mezquita consagrada al culto del Dios Ustorio, del Dios Pendulo, del Dios Engyscopio, ó de la Diosa Aërostatica. ¿Y le parece á Vm. que no vomitará mas pestes que yo contra todo lo moderno? Pues á fe que por este camino he logrado yo mil admiradores de mi Oracion, que acaso hubieran sido los primeros en acometerme; sino me hubiera acogido á sagrado, é interesado á la Religion en favor mio. Puesto ya este primer cimiento de mi Oracion, se supone captada la benevolencia del Lector con tanta fuerza que no dudará en dar asenso á quanto yo quiera persuadirle. Vea Vm. la prueba. Antojoseme entrar, salir, cortar y rajar á mi gusto sobre la Ciencia de nuestros Arabes; y como sé que en España no se entiende una palabra de estas cosas, y por otra parte los Españoles leen con tal precipitacion que no se acuerdan de lo que han leido en una pa-gina quando llegan á la otra, tuve libertad para decirles quanto se me venia á las mientes, y sin miedo de que me cogiesen en la trampa. Quise, pues, pintarlos á la Turca (pag. 44.) y les dí esta pincelada: Ninguna cosa mas torpe, mas fea, mas inelegante que la Filosofia de los Arabes, cuya natural incultura, unida á la ansia de curiosear produxo un saber menos culto. Retoqué la pinturita á la vuelta de la hoja con decir que: elegancia, método, exâctitud, eran primores que jamas conoció, ni buscaba la pluma del Sarraceno. Adelantaron notablemente la Astronomia, haciendola servir para vanísimas predicciones. Debioles la Medicina admirables aumentos, al tiempo mismo que la afeaban con especulaciones imaginarias y monstruosos sistemas. Con nueva y feliz maestria aplicaron la Chimica al auxîlio de las dolencias, y la llenaron tambien de enigmas, portentos y credulidades; &c. y todo lo que en confirmacion de esto añado, que ciertamente son noticias exquisitas. Ahora bien; si en España se supiera algo de Lógica, ó se entendieran estas materias, ¿no era facil decirme que asi como los monstruosos sistemas de los Arabes no perjudicaron á los admirables aumentos de la Medicina y de la Chimica, tampoco les perjudicarian los nuevos sistemas de los célebres Soñadores que yo combato con tanta fuerza? Pues vea Vm. como nadie me ha dicho palabra; pero en caso de que me la dixeran, responderia yo galanamente con lo que de otra pincelada les encajo (pag. 60.) donde digo, que si bien la religion y la politica separaban los animos de los Españoles, Christianos y Musulmanes; pero el saber indiferente (como v. g. la Chimica ó Medicina) pudo adoptarse, sin peligro, á la utilidad de todos; pero ahora aun sin vivir juntos Españoles y Extrangeros no pueden adoptarse sin peligro las Ciencias ó el saber indiferente. ¡Y diga Vm. á los critiquillos que me impugnen esta solucioncilla de nuevo cuño! ¿Quiere Vm. ver ahora á los mismos Arabes vestidos á la Greca ó á lo sábio? Pues vealos Vm. (en la misma pag. 60.) con estos colorcitos: España libre del contagio del Escolasticismo, daba de si entre los Sarracenos habilísimos Medicos, Astronomos, Geometras, Algebristas, Chimicos, Poetas, Historiadores; entre los Christianos hombres que competian en estas artes con sus tiranos, y uniendo á ellas el estudio de la religion, hacian de su nacion la region unica donde las Ciencias eran lo que debian. Y ¿quánto darian los Críticos porque yo les señalára media docena de Geometras y Algebristas Arabes y habilísimos, esto es, mucho mejores que los célebres Soñadores? Con todo, les apostaré yo á los mismos Chimicos Arabes á que no sabian hacer una destilacion de sus mismas Ciencias con el primor que yo la hago en mi capital laboratorio, quando digo, (á la vuelta se supone) que: En resolucion, de lo bueno y malo que contenia la literatura Arabe, los Christianos de España tomaron lo bueno y útil; y los Extrangeros, tomando lo malo, inundaron de vanidades la Religion y Filosofia. De suerte que ni la mas minima parte tubieron los Españoles en esta corrupcion::: Tuvieronla sí en los conatos (y advierta Vm. el mérito de esta locucion Egypciaca, no copiada de Griegos ni Latinos) de mejorar el fundamento de los males. Vm. no se canse, ni le dé vueltas, Señor Apologista. Ninguno sabe, ni supone mejor que yo el atraso, la barbarie y la ignorancia de España. Porque vamos claros; si yo no me hubiera figurado que escribia en una Nacion que tiene el mas estrecho parentesco con aquella en que decia Nason: Barbarus hic ego sum, quia non intelligor ulli. ¿cómo hubiera dicho, por exemplo, que la ciencia de Erasmo se estancó en los Canceles de la Teologia? (pag. 214.) ¿Cómo habria estampado yo que sus traducciones, (como los Dialogos de Luciano, las Tragedias de Euripides &c.) no pueden servir sino para el uso de los Teologos del Christianismo? ¿En dónde sino en España hubiera yo podido escribir (pag. 64.) que esta misma España se hizo Escolastica quando vió que para conservar integra la unidad de la Religion, era ya indispensable necesidad derrotar con la Teologia Escolastica á los que confundiendo los abusos de esta con los fundamentos de la Religion, con pretexto de desterrar el Escolasticísmo destruian el dogma y desunian la Iglesia? Mas ¿de qué modo se adoptó en España el Escolasticísmo? Mejorandole; convirtiendole de profesion semibarbara en ciencia elegante, sólida, reducida á principios ciertos é invariables. Ahora bien ¿ha oido Vm. hasta que yo lo digo, que la Escolastica sea invariable? ¿Que sea indispensable necesidad recurrir á ella para mantener la unidad de la Religion? Pues vea Vm. como yo lo digo, y nada mas, y se me cree como si dixera un Evangelio chiquito. Yo digo lo mas mal que puedo de los Extrangeros, y quando me hace al caso me valgo de ellos para elogiar a nuestros Autores, con ser así que jamas han leído un libro nuestro; (pag. 10.) y que hay poco que esperar de los Extrangeros quando hablan de nuestros Escritores. (pag. 214.) Por eso es malo Dupin, aunque su Biblioteca es muy estimada, y son buenos Torti, Wilcke, Vallisnieri, Muratori, Trevisano, Gasendo, Bruckero &c. porque nos alaban. ¿Cómo era posible que yo hiciese pasar en Francia, ó Inglaterra por célebres Soñadores á Newton y Descartes sin exponerme á que me apedreasen por lo menos? Pero en España he hecho con ellos á mi salvo lo que hizo el cabrito de la Fabula con el lobo. Bien es, que por si acaso algun extrangero llegaba á leer acá mi Oracion, tuve la advertencia de llamarlos tambien en otra parte (pag. 99.) grandes hombres, aunque no se los envidiamos. Y á la verdad ¿quién no ve que Magallanes para hallar su famoso estrecho debia ser mas Matematico que Newton para formar su mundo, aun quando una tempestad le hubiese arrojado á aquel paraje? ¿Quién no creerá que yo he comprendido á Newton, quando digo que le hubiera sido facil hallar su mundo sin Matematicas? Los Extrangeros pensarán que esto es tan imposible y repugnante como hallar la quadratura del circulo sin tener idea siquiera de lo que es circulo. ¿Pero á mi que me importa? Yo suponia que en España nadie habia de entender esta barahunda, y que me creerian sobre mi palabra, siempre que despreciase á los estraños, é hiciese mil elogios de los nuestros. En efecto, ya ve Vm. como he puesto á Vives sobre todos los Sábios de todos los siglos; pero esto no quitaba que llamase á Quintiliano (pag. 118.) el maestro mas excelente de eloqüencia, el hombre de mejor gusto, y de juicio mas recto entre los latinos. A Seneca le llamo el padre de la virtud, y ni mas ni menos que si yo hubiera sido su Confesor de asiento, digo de él, que no ocultó vicios detestables. Esto digo en la Apologia (pag. 112.) porque era Apologia; pero bien sabía yo que le habia de llegar su San Martin quando en mi Obra príncipe le tratase de ridiculo por verle andar buscando sutilezas y antitesis sonoras para persuadirnos á que nos ahorquemos, ó demos de puñaladas. (Disc. Filosofic. pag. 220.) ¿Y querria Vm. que la gravedad de los Españoles se parase en estas niñerias? ¡Ah! Es menester que uno tenga bien conocido el carácter y el gusto dominante de una Nacion para escribir en ella con acierto, quiero decir con utilidad; porque de lo contrario solo escribirá para tres ó quatro que lo entiendan, y el Público se quedará siempre á buenas noches, y á este se le debe complacer en todo trance. Este ha sido unicamente mi designio, y qualquiera puede juzgar si he sabido desempeñarle como se debia esperar de mi. Pude haber reducido mi Oracion á breves paginas; pero era preciso hacerme tan singular en todo, que no tuviese exemplo en todos los siglos pasados, ni pueda tenerle en los venideros. Una Oracion de 150 paginas no la han parido hasta ahora las imprentas. Una Oracion no leida ni pronunciada en Sociedad, Congreso, ó Aca-demia no la han visto todavia los vivientes, á no ser la mental que tanto nos recomiendan los Asceticos. Una Oracion sin division, y con dos partes no supieron componerla ni los meros copiantes de los Griegos, ni la discipula del Egipto. Una Oracion que tenga lo que pudiera ser exôrdio, (y este ab ovo) en su segunda parte, es un fenomeno de que no darán razon ni los célebres Soñadores. Una Oracion::: ¿pero dónde voy yo á describir todos sus primores y bellezas? Vm. sabria muy bien, si quisiera, ponderar todo el mérito del estilo, de la elegancia, de la intercalacion de sentencias, que aunque mias no dexan de ser universales; de la propiedad y exâctitud de los Epitetos tan ajustados como nido de golondrina pegado á una pared, elogio que he merecido de un erudito Español, residente en la Corte de Paris; y en fin de la magestad, y soberano despotismo con que en ella se juzga y se pesa por quintales el saber de las Naciones; pero estas son cosas menudas que podrá Vm. apologizarlas en caso necesario. Por ahora solo quiero que Vm. publique esta mi Apologia, que no interesa menos a Vm. que á mi. A Vm. porque hará callar con ella á esos Bachilleres Regañadientes, y D. Silvio Liberio, tenidos por muchos por tan sábios, tan doctos, é ilustrados como yo mismo. A mi porque tendré la satisfaccion de ver apologizada una obra como la Apologia Forneriana, que puede hacer época como la Jurisprudencia Irneriana. Sola una suplica me resta que hacer á Vm. y es que como ese dicho Bachiller se ha empeñado en que Vm. tiene admirable habilidad para ingerir en sus Diatribes de letra bastardilla lo que otros estampan en letra redonda, me parece que dá á entender que la bastardilla será señal de produccion espuria, ilegitima, ó bastarda; y asi he de deber á Vm. que evite enteramente toda ocasion de presumir que esta Apologia no sea mia, muy mia, é hija de mi cabeza. Tengola ya algo cansada: voy á orearme un poco, que pienso componer todavia en esta tarde una Tragedia. Dios guarde á Vm. muchos años para emplearlos en la defensa de sus amados Clientes, y particularmente del mas humilde de ellos, que su mano besa. El Orador Apologetico.” Confieso, Clientes mios, que no ha dejado de gustarme la Apologia, que hace de sí mismo vuestro juicioso y habil compañero. Yo solo os tenia dadas reglas para defenderos de esos pocos Críticos menudos que hay en todas partes; pero nunca creí que el valor Español Apologetico se las midiese con todo el resto de Europa. ¡Qué gloria no me dá este Cliente valeroso! Verdad es que me hace algun escrupulo el cobrar los quartos no mas que por publicar su Apologia sin otro trabajo que el de llevarla á la Imprenta; pero á fin de asegurar mi conciencia he dado dos ochavos de limosna para una obra pia, y tan pia como la reimpresion del devotísimo Mambruch á lo Divino que en estos dias andan vendiendo los Ciegos por las calles, y á mayor abundamiento ofreci contribuir con igual cantidad para quando salga á luz un Cumbé á la Pasion de Jesu-Christo, una Guaracha á la Soledad de la Virgen, y un Fandango á los siete Sacramentos, en contraposicion de lo que el vulgo entiende por estos nombres, para fomento de la piedad verdadera, y para acreditar al mismo tiempo los justos y loables designios de mi Cliente en hacer ver el zelo infatigable de nuestros Escritores por la mayor pureza de la Religion. Tambien confieso que no sé como ha podido ser censurada la mas extensa Apologia de nuestra Patria. Yo por lo menos la estimo en su justo precio, y no cesaré de aplaudirla siempre que tenga ocasion; y si hay alguno de genio tan sombrio que piense con Seneca, que: Quem quis contemnit, calcat sine dubio, sed transit, yo diré con el mismo que: Etiam in acie jacens præteritur: cum stante pugnatur. (epist. 105.) Le consolaré con decirle con el Padre de la virtud, que la gloria es la sombra de la virtud, y que asi como la sombra unas veces nos antecede, y otras nos sigue, asi la gloria que le mereció su Apologia fue delante de él en algún tiempo, pero será mucho mayor la que se le debe seguir quando haga callar á la envidia. Esto le debe excitar como lo espero á continuar en ilustrarnos aunque sea en Conversaciones familiares, que por ser menos sublimes que las Oraciones Poeticas y los Discursos Filosoficos, son mas du resort de la gente menuda, que no necesita, ni gasta reflexîon en sus sentencias, y está dispuesta á tragarse el veneno mas mortífero, con tal que se le dé dulcificado. En fin para dar gusto en quanto estuviese de mi parte á este mi Cliente favorito encargué á mi Amanuense y Apoderado, que por Dios no me pusiese en la copia que habia de servir para la Imprenta ni una sola letra rayada, para que no me la impriman en bastardilla; pero él que es un bicho de mala cara y peor genio, y ademas un tunante sempiterno, novillero, y bromista sin segundo, me dixo medio puesto de jarras, y mirandome á lo zaino: Señor Apologista, ese pandero para mi que lo entiendo, y que le sé repicar á la ley. Vm. metase en sus calzones y dexeme acá con mis copias, que tambien sé yo donde me aprieta el zapato; y sobre todo en dandome Vm. el original yo le copiaré del modo que se me antoje, y santas pascuas. ¿Tiene Vm. mas que pedir? Hombre por Dios, le re-pliqué, mira que dicen por ahí que yo tengo habilidad para poner en bastardilla lo que otros ponen en letra redonda... Pues pesia Vm. y el alma de cantaro que lo dice, ¿quándo ha venido nadie á ayudarme á copiar en letra bastardilla, redonda, ni cuadrada? Eso quisiera yo que Vm. supiera escribir á la moda, y me copiase esta tarde media Apologia mientras iba yo á correr la gloriosa con dos amigos que me estarán esperando; pero voto á nos, que me estaré aqui aperreado con su Apologia, ó con su rabano, y los otros brindarán á mi salud... Vaya: por eso no lo dexes, que yo te daré buena propina con tal que no me copies en bastardilla... Dale otra vez con la bastardilla.¿pues qué mas le dá á Vm. ni á ningun petate que yo copie en la letra que quiera? ¿Pues qué, la bastardilla muda de sentido á lo que está escrito de redonda? Ya sabe Vm. que en la Apologia de los Burros le copié muy poco, ó casi nada de bastardilla, y con todo se han quedado tan Burros como eran antes, y serian lo mismo aunque los hubiera copiado de VERSALES. Señor mio, ya que no me paseo, voy esta tarde á mirar por mis utilidades, que es lo que me tiene cuenta, pues ha de saber Vm. que un pliego con bastante bastardilla lo copio en la tercera parte de tiempo, que otro de letra redonda. ¿Y había yo de perder esta comodidad porque digan de mi lo que quieran? Quando yo le altere ó le trastorne á Vm. su original, entonces podrá quexarse, pero sino tixeretas han de ser, y sobre eso morena... Hombre por Dios, no me pongas bastardilla que me llaman enladrillador, remendon, y me comparan á los Albarderos, y ya ves que estos son oficios muy bajos para un hombre tan derecho como yo... Ah, ah, ah, me respondió el socarron con una risita picaresca; pues dígame Vm., Señor, ¿y por eso se le encoge á Vm. el ombligo? ¿Podria Vm. ser albardero sino hubiera burros? ¿Y no es mucho mejor ser lo primero que lo segundo? Y el pobrete que le llama á Vm. enladrillador ¿no conoce que pone Vm. á sus pies, pisa y pisotea los ladrillos? Pues á fe que para esto no es menester saber mucha Filosofia::: Hazte cargo que me comparan tambien á los Femeters de Valencia que están esperando á que estercolen las bestias para ir al instante á hacer caudal propio sus porquerias. Otra que tal ¿pues si no hubiera bestias en Valencia habria tampoco Femeters? Vm. parece que ha perdido la sesera. Vayase con Dios, y no me vuelva á replicar, porque sino::: Ello es que no le pude reducir por mas que le suplique. ¡Quiera Dios no lo eche todo á perder!