El Filosofo à la Moda: Número XXVII

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Número 27

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Leccion XLVIII

A Varias Personas de uno y otro Sexô

Citação/Lema

Quandoque bonus do rmitat Homerus.

Hor. A. P. v. 359.

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Metatextualidade

He recibido en poco tiempo tantas cartas de mis corresponsales, que no me puedo exîmir de publicar aquí algunas para su satisfaccion y gusto mio.

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Carta/Carta ao editor

Metatextualidade

Señor Filósofo.
Deseo avisar á vmd. que sus esfuerzos para adornar la mas hermosa parte de las criaturas visibles, esto es, la muger, se reciben muy bien en el público, y segun las apariencias, tendrán buen suceso. El triunfo de Dafne sobre Leticia, que vmd. propuso en la Leccion XII, ha servido de materia para la conversacion de muchas Damas. Yo mismo me he hallado en algunas tertulias, donde he observado que todas se complacen en oir que vmd. las trata como á personas racionales; y que procura desterrar la costumbre Mahometana, que harto ha prevalecido en esta Corte, de tratar al bello sexô, como si no tuviera mas alma que la sensitiva. La justicia que se debe á las Damas me empeña á decir, que para perfeccionarlas no falta otra cosa, sino inclinar su ambicion, y dirigirla á objetos capaces de hacerlas distinguir, en qué consiste el verdadero mérito. Epitetto, Filósofo sabio y virtuoso, á pesar de su austeridad las dió su justo valor, tocando admirable y felizmente este punto.

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Quando las Niñas, dice, llegan á una cierta edad, se las da el título lisonjero de Enamoradas, y se las persuade que no deben tener otra aplicacion sino la de agradar á los hombres. Con esto comienzan á componerse, y hacen depender todas sus esperanzas de los adornos. Es, pues, cosa digna de nosotros, prosigue el buen Filósofo, no dexar pasar ocasion en que se las pueda convencer, que todas las cortesías con que se tratan únicamente, tienen en vista el verdadero mérito, la vitud, y particularmente la prudencia y la modestia.

Para servirme de esta idea, y hacer mas eficaces las aplicaciones de vmd. en perfeccionar el bello sexô, quisiera proponer un nuevo método, que obraria con la misma eficacia que se atribuye á los polvos simpáticos, y es, que para hermosear las enamoradas seria necesario dar mejor educacion á los amantes, y enseñar á los hombres á no dexarse deslumbrar por las lisonjas falsas de una hermosura superficial. Yo no dudo que si nosotros supieramos colocar bien nuestra estimacion, las Damas adoptarian máxîmas mas justas y propias para merecerla. Asî como un hombre que ama una jóven virtuosa y discreta, se vuelve mas prudente y mas político, del mismo modo una jóven que se enamora de un hombre discreto y virtuoso, adquiere un nuevo grado de mérito y de perfeccion. De todo esto concluyo, que el medio de inducir las mugeres á que sean mas agradecidas, es que los hombres sean mas vituosos. Quedo de vmd. &c.

Nível 4

Carta/Carta ao editor

Metatextualidade

Señor Filósofo.
Todos los que me conocen saben que de muchos años acá yo padezco una enfermedad en el bazo, y que este mal me ha venido por leer los mejores libros, y por conversar con los Literatos. Por esto he contraido una delicadeza tan grande, que no puedo tolerar la menor inexâctitud en la oracion, ni la mas pequeña grosería en el trato. Ademas yo hasta hora [sic] he creido que esta enfermedad no era capaz de hacer muchos estragos, sino en las personas de suposicion y de talento; pero de algun tiempo á esta parte he observado que qualquiera ignorante é infeliz se queja del bazo, y le atribuye acaso con falso testimonio la pesadez de su cabeza, aunque no sepa pronunciar quatro palabras. Esto no es todo: vi dias hace en una taberna dos mozos de cordel que pretendian hallarse acometidos del mismo mal, tragarse algunas quartillos de tinto, fumar una buena porcion de cigarros, y echar el humo por las narices, con la esperanza, decian, de restablecerse de este modo. Pregunto yo: ¿por qué se ha de envilecer tanto una enfermedad propia de las personas mas sabias y distinguidas? Yo por mí declaro á vmd. lisa y llanamente, que si por medio de algunas de sus Lecciones no remedia vmd. un desórden y abuso tan grande, renunciaré á esta enfermedad, y estaré siempre de buen humor con el vulgo. Soy como debo, &c.

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Carta/Carta ao editor

Metatextualidade

Señor Filósofo.
He concebido tanta aversion al mirar con descaro desde que vmd. escribió sobre ello, que ya he dexado enterarme este vicio; pero supuesto que el mercurial de vmd. ha sido tan rigoroso con los hombres que lo practican en las Iglesias, me lisonjeo que la indulgencia de vmd. con las mugeres no llegará á dexarlas del todo sin castigo. Si ellas hacen lo posible para atraer nuestras miradas, ¿nosotros acaso serémos mas culpables quando correspondemos?

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Exemplo

El Domingo de Ramos me hallé cerca de un banco lleno de mugeres jóvenes, en la flor de su edad y de su hermosura. Queria arrodillarme, mas no hubo remedio, y me ví precisado á quedarme de pie, por falta do [sic] lugar. Procuré por quanto me fue posible no mirar ni á una ni á otré [sic] parte, quando una de estas hermosuras que miran al soslayo (permítame vmd. llamarlas Semi-beatas) se resolvió atraer mis miradas, y distraer mi devocion. Es necesario tambien que vmd. sepa, que una Semi-beata siempre tiene en movimiento ó las manos, ó los ojos, ó su abanico, hasta que ve que alguno repara en ella. Oprimido por todas partes yo no sabia en qué postura componerme, quando ella arrodillándose vuelta ácia mí, descubrió á mis ojos toda su hermosura, sin duda con el fin de sorprehenderme y deslumbrarme. Tenia las manos bien hechas, los brazos redondos, y se cubria el rostro con un magnífico abanico. Era imposible resistir á tal objeto, y apartar los ojos de él: tampoco pude dexar de exâminar su abanico guarnecido de cintas todo al contorno, y de pinturas nada convenientes, ni al tiempo, ni al parage, ni á la honestidad. Se veia pintada en él una Venus debaxo de un suntuoso trono de color de púrpura, adornado de frescas y exquisitas flores: la Venus estaba quasi desnuda, y cortejada de Cupidillos, cuya única ocupacion era refrescar el ayre con abanicos: al mismo tiempo por un lado del trono se descubria un sátiro debaxo de un pavellon de seda azul que enseñaba la mitad del rostro, y en ademan de querer forzar aquella débil barrera. Procuré muchas veces volver los ojos á otra parte; pero no hubo remedio, detenido siempre de los encantos de la Semi-beata perita en el arte de atraer las miradas de sus vecinos.
En esto consiste mi queja; corresponde á vmd., si gusta poner remedio, y me lisonjeo, que despues de haber exâminado el hecho, encontrará que una Semi-beata es mas perniciosa que un atrevido que mira con descaro, por la misma razon que una emboscada es mas temible, que una batalla campal. Quedo de vmd. &c.

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Leccion XLIX

A los Pedantes.

Citação/Lema

 . . . . . Nam id arbitror,
Adprime in vitâ esse utile, ut ne quid nimis.

Teren. Andr. Act. I. Scen. I.

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Metatextualidade

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Retrato alheio

Un conocido mio algo disoluto tiene una grande opinion de sí mismo, y se precia de muy versado en lo que llama conocimiento de los hombres, y que le ha costado muchos trabajos adquirirlo en tiempo de su mocedad. Pretende á lo ménos que todas las desgracias que le han sucedido con las mugeres, y todos los encuentros que ha tenido con los hombres, hacen parte de su educacion. Imagina que él no seria quien es, si quando era jóven no hubiese roto muchas vidrieras, apaleado á una ronda, despojado á una muger disoluta, y no hubiese dado músicas á media noche, para estorbar el descanso de las personas honestas y sosegadas. Correr tras de semejantes aventuras lo llama estudiar al género humano; y las noticias adquiridas por semejantes caminos, los intitula conocimientos del mundo. Confiesa con ingenuidad que ha pasado la mayor parte de su mocedad con un grande dolor de cabeza, que le acometia todas las mañanas: por haberse entretenido á estudiar demasiado á los hombres, durante la noche, y aun en el dia le causan consuelo algunos dolores, que de quando en quando le afligen, porque sin éstos no pudiera conocer las extravagancias del siglo. Esta, dice es la verdadera ciencia que debe estudiar un Caballero, y todo hombre de conveniencias, pues contempla á las demas como objetos propios de aquellos que él llama hombres de letras, que pierden neciamente el juicio sobre los libros.

La semana pasada en una tertulia nos hizo ver la copia de dos ó tres cartas que en su juventud escribió á cierta Señorita presumida: sus chistes eran muy buenos y muy naturales á un hombre que no conoce mas que la Corte; pero por desgracia habia muchos errores de ortografía. Inmediatamente comenzó á hacer mofa de los errores, y á ponerse á sí mismo en rídiculo; pero quando vió que se le estrechaba por todas partes, nos dixo algo encolerizado, que jamas le habia gustado la pedantería de la ortografía, que él usaba la de los Caballeros y Señores de conveniencias, y no la de los literatos: arremetió luego á la flaqueza de espíritu, á la soberbia, y á la ignorancia de los pedantes, y llevó tan adelante las invectivas, que volviendo á mi casa, no pude dexar de sentar los pensamientos que en aquella ocasion se me ocurriéron: la sustancia de ellos es la que sigue.
Un hombre que no ha freqüentado mas que las Bibliotecas, y no sabe hablar de otra cosa, su conversacion es fastidiosa, y es el sugeto á quien damos el nombre de pedante; pero me parece que se deberia dar mas extension á este título, y aplicarlo á todos aquellos, que puestos fuera de su profesion, ó de su género de vida, no entienden palabra de nada, y son incapaces de hablar sobre qualquiera otra cosa.
¿Qué pedante se encontrará, v.g. que no se pueda comparar á un hombre que no conoce mas que la Corte? Quítesele los teatros, los paseos, los toros, una lista de todas las mugeres de mala vida, y la narracion de un corto número de males de moda que ha padecido, enmudece inmediatamente. ¿Quántos Caballeros, quántos mozos galanes y libertinos tienen por límite de sus conocimientos, lo que únicamente pasa en la Corte? Uno dirá los nombres de los principales privados, otro refutará las palabras buenas de una persona de calidad, aquel manifestará un hecho oculto que segun dice, se ha de publicar prontamente, éste murmurará de fulana, estotro de zutana; y si el centro de las observaciones de alguno es mas dilatado de lo regular, referirá todos los acontecimientos y quimeras sucedidas en los bolatines ó en las sombras; despues de esto han concluido, se hallan en seco, nada tienen que decir. Luego ¿no se convendrá conmigo, que éstos son verdaderos pedantes?
¿Qué dirémos de un pedante militar? desde el principio hasta el fin del año no habla de otra cosa que de formar campos, sitiar castillos, plantar alojamientos, y dar batallas; todo lo que dice, sabe á pobreza, y si se le quita la artillería, cierra su boca.
Se pueden tambien poner en el número de los pedantes pertenecientes al derecho civil á aquellos que siempre forman problemas de pleytos; el que refiere las arengas que oye en el Consejo, ó en las Salas de Justicia, el que habla sobre las cosas mas indiferentes de la vida, el que nunca conviene en un hecho, ni aun quando se trata de la distancia fixa de un lugar á otro. Estos tales espíritus de contradicion, que siempre tienen que oponer á quanto oyen decir, ya sea argumentando, ó probando, ó disparatando, se pueden llamar pedantes.
El pedante en los asuntos de Estado se halla sumergido hasta el gaznate en las noticias de Gabinete y engolfado en la politíca. Si se pronuncia el nombre del Rey de Prusia, ó de la Czarina, ya no sabe callar; pero si se le saca fuera de las Gazetas, ignora donde está. En una palabra un simple cortesano, un simple soldado, un simple especulador, un simple  . . . . . todo lo que se quiera, tiene un cierto carácter necio ridículo y pedantesco. Entre todos los pedantes de que he hablado hasta ahora, el ménos insufrible es el que se arrima á los libros, porque posee alguna cultura de ingenio, y tiene la cabeza llena de ideas, á la verdad confusas, y por consiguiente inútiles; pero un hombre de entendimiento que habla con él, puede aprender buenas noticias, coordinarlas y volverlas en su provecho. Los pedantes mas ridículos entre las personas literatas, son los que tienen poco discernimiento, y han leido muchos libros sin gusto y sin distincion.
Si por una parte la lectura de los libros, los viages, y todos los medios que se emplean para aumentar nuestros conocimientos, contribuyen á la perfeccion del entendimiento, se puede decir por otra que á un necio le hacen mil veces mas insoportable, pues le suministran materia para aumentar su impertinencia, y le franquean la ocasion de ser mas fecundo de inconvenientes.
Los pedantes críticos, y los gramáticos se alaban entre sí mas de lo que practican los verdaderos sabios, que atienden á lo sólido. Si se leen los elogios que hacen al Editor de algun Poema antiguo, ó á uno de sus compañeros, que ha recopilado un manuscrito viejo, se dirá que es la gloria de la República de los Literatos, y que es el Fenix de su siglo, aunque sus mayores esfuerzos se hayan reducido quiza únicamente á la correccion de una partícula Griga, ó á la puntuacion de un periodo entero.
A la verdad estan obligados á ser pródigos de sus inciensos para mantener el propio crédito; ni debe causar admiracion, si una gran Literatura, que por sí misma es incapaz de hacer á un hombre sabio y discreto, tiene una influencia natural para hacerle arrogante y soberbio.