El Filosofo à la Moda: Número XXVI
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Nível 1
Número 26
Leccion XLVII
A los Dístraidos.
Citação/Lema
Non audire licet, nec
urbe tota
Quisquam est tam prope, tam proculque nobis.
Quisquam est tam prope, tam proculque nobis.
Mart. lib. I. Epig. 87.
Nível 2
Metatextualidade
El Marques de . . . . . conocido y
amigo mio, es uno de aquellos hombres pensativos y
distraidos, que jamas estan en lo que se les dice.
Yo no gusto de hablar para dar malas noticias,
particularmente quando el aviso es inutil, y el mal no se
puede remediar, por lo que no quise descubrirle el error. Mas esto me sirvió para reflexîonar
sobre distracciones semejantes, y de motivo para la presente
Leccion.
Me empeño en esto con tanta mas complacencia, porque tales distracciones perjudican á muchas personas de espíritu, y verifican el antiguo proverbio.
De esto comprehenderán mis lectores, que yo distingo un hombre distraido, que tiene la imaginacion ocupada en otra cosa, de uno que lo parece, porque no piensa en nada. La inocencia de éste me dispensa de reflexîonar sobre su aparente distraccion. La de aquel me parece se puede atribuir á una de las siguientes causas:
A pesar de todo mi esfuerzo para poner en ridículo esta flaqueza, confieso ingenuamente, que yo mismo la he padecido, y para libertarme de ella tomé seriamente la resolucion de sacar algun provecho de todo lo que veia. Si pudieramos acostumbrarnos á reflexîonar sobre todo lo que vemos y oimos, no hay ni un objeto siquiera en el mundo que no pueda causarnos provecho. Por exemplo aquellos rasgos de simplicidad, aquellos esfuerzos de una razon mal cultivada, que se ven en un rústico, me causan tanta satisfaccion como las arengas mas sonoras de un orador esforzado; y nada me impide prestar atencion á los Bolatines, á las Comedias, ó á la Opera, del mismo modo que á los chistes insulsos de un necio. Yo hago bien mi papel en las conversaciones donde me hallo, porque aunque no hablo, mi atencion á todo lo que dicen los demas, y el baxar la cabeza, que nunca muevo sin motivo para manifestar mi aprobacion, indica que estoy con ellos. No es lo mismo mi amigo el Marques, que á pesar de su grande entendimiento, hace y dice en cada dia cien cosas, y despues confiesa ingenuamente que han sido fuera de propósito, y sin tener intencion de decirlas ó hacerlas.
Un Autor nos pinta el carácter de estas personas distraidas con mucha viveza, y de un modo muy singular. Quiero referir algunas de sus observaciones, y terminar con ellas esta Leccion.
Nível 3
Narração geral
La otra tarde fuimos
juntos en su coche al Canal, y habiéndonos apeado en
una orilla, dimos un paseo á pie hasta el primer
molino. De allá nos volvimos poco á poco por la
orilla opuesta en busca del coche, y á la mitad del
camino el Marques encontró una piedrecita muy
singular: la tomó en la mano, me la enseñó, y dixo,
queria darla á un naturalista amigo suyo. Poco
despues me detuve mirando al sol, y
pregunté qué hora era: el Marques sacó el relox, y
satisfizo mi curiosidad. Proseguimos nuestro camino,
sin que se nos ofreciese motivo para hablar, por
cuyo motivo yo estuve entretenido mirando al
orizonte, y contemplando la variedad de colores
vagos que el sol comunicaba á las nubes que le
cubrian. Llegamos entretanto á la puente, y miéntras
la pasabamos, el Marques se detuvo á mirar el agua,
y yo quedé sumamente admirado, viendo que dexó caer
en el Canal el relox (que aun no habia guardado
desde que le habia preguntado qué hora era), y que
al mismo tiempo con bastante serenidad guardó en el
bolsillo del relox la piedrecita.
Me empeño en esto con tanta mas complacencia, porque tales distracciones perjudican á muchas personas de espíritu, y verifican el antiguo proverbio.
Nível 3
Citação/Lema
Quisque suos patimur manes
optimus ille
Qui minimis urgetur.
Qui minimis urgetur.
De esto comprehenderán mis lectores, que yo distingo un hombre distraido, que tiene la imaginacion ocupada en otra cosa, de uno que lo parece, porque no piensa en nada. La inocencia de éste me dispensa de reflexîonar sobre su aparente distraccion. La de aquel me parece se puede atribuir á una de las siguientes causas:
Nível 3
Retrato alheio
O tiene la imaginacion
fixa enteramente en una ciencia particular como Matemática, Astronomía, &c.
ó se halla agitado de una pasion violenta, como del
temor, ó del amor, &c. ó finalmente porque
su viveza natural le subministra tantas ideas, que
no puede detenerse mucho sobre ninguna. Nada, pues,
es mas irregular que los pensamientos de un hombre
semejante: por numerosa que sea la conversacion en
que se halla, é interesantes los objetos que tiene
ante los ojos, nada le conmueve. Quando se supone
que está mirando á una persona amable, se puede
apostar con seguridad, que está pensando en resolver
una proposicion de Euclides; y quando parece que lee
las Gazetas extrangeras, hay lugar de sospechar que
está discurriendo en reedificar su casa de campo.
A pesar de todo mi esfuerzo para poner en ridículo esta flaqueza, confieso ingenuamente, que yo mismo la he padecido, y para libertarme de ella tomé seriamente la resolucion de sacar algun provecho de todo lo que veia. Si pudieramos acostumbrarnos á reflexîonar sobre todo lo que vemos y oimos, no hay ni un objeto siquiera en el mundo que no pueda causarnos provecho. Por exemplo aquellos rasgos de simplicidad, aquellos esfuerzos de una razon mal cultivada, que se ven en un rústico, me causan tanta satisfaccion como las arengas mas sonoras de un orador esforzado; y nada me impide prestar atencion á los Bolatines, á las Comedias, ó á la Opera, del mismo modo que á los chistes insulsos de un necio. Yo hago bien mi papel en las conversaciones donde me hallo, porque aunque no hablo, mi atencion á todo lo que dicen los demas, y el baxar la cabeza, que nunca muevo sin motivo para manifestar mi aprobacion, indica que estoy con ellos. No es lo mismo mi amigo el Marques, que á pesar de su grande entendimiento, hace y dice en cada dia cien cosas, y despues confiesa ingenuamente que han sido fuera de propósito, y sin tener intencion de decirlas ó hacerlas.
Nível 3
Narração geral
La otra tarde pasando por
la Carrera de San Gerónimo, entré en la Fontana de
Oro á tomar Café. Allí lo encontré de pie en medio
de muchos oyentes, que él habia juntado á su alredor
[sic] para hablar de los conciertos, que se hacian
en el Coliseo de los Caños del Peral. Mi vista
despertó únicamente en él la idea de mi persona, sin
que advirtiese estaba presente en la actualidad; de
manera, que con admiracion grande del auditorio,
interrumpió el hilo de su discurso, y mirándome
atentamente, me enderezó la palabra en estos
términos: “En efecto, he aquí mi amigo; es un
compañero que piensa mucho, y nunca
desplega los labios. Yo apostaré que á la hora de
esta se va á introducir en algun concurso para dar
pábulo á sus especulaciones.” Dicho esto se volvió á
otra parte, y hube de agradecérselo, á trueque no
prosiguiese la extraña pintura que habia empezado de
mi modo de pensar. Me acordé entónces de nuestro
refran: Ojos que no ven, corazon que no siente, y me
huí apresuradamente. Una hora despues nos
encontramos, y con semblante alegre me preguntó. ¿A
dónde ha estado vmd. que hace tres dias no nos hemos
visto?
Un Autor nos pinta el carácter de estas personas distraidas con mucha viveza, y de un modo muy singular. Quiero referir algunas de sus observaciones, y terminar con ellas esta Leccion.
Nível 3
Narração geral
Menalco, dice, baxa la
escalera de su casa, sale á la calle, y cierra la
puerta mas exâminándose á sí mismo
mejor, se encuentra con el gorro puesto, tiene la
espada á la derecha, los zapatos en chancleta, y la
camisola fuera de los calzones. En otra ocasion
entra en el quarto de un Señor para visitarle, pasa
por debaxo de una araña, y su peluca queda colgada
de un mechero: todos los criados que lo ven se rien
á mas no poder, y gritan: la calva, la calva, la
peluca, y Menalco tambien mira y se rie, porque ve
reir á los demas, y vuelve los ojos á todas partes
para ver quién es quien enseña las orejas, y él está
sin peluca. Anochece miéntras está en una visita,
quiere retirarse, lo executa, mas al pie de la
escalera encuentra un coche, é imaginando que es el
suyo, abre la puertecilla, y entra en él. El cochero
cree que es su amo, y lo lleva á casa. Menalco baxa
del coche, entra en aquella casa, sube la escalera,
pasa por la antesala, sala y gabinete,
no extraña nada: se sienta, descansa, como si
estuviese en su casa. Llega el amo, Menalco se
levanta para recibirle, le trata con mucha cortesía,
le ruega que tome asiento, y le hace todos los
honores, que merece un forastero distinguido. El amo
de la casa queda suspenso, le mira, le tiene por
loco, y se compadece de él. Menalco se admira,
enmudece, para mucho tiempo ántes que se
desengañe.
Quando juega al chaquete, pide de beber, le presentan un vaso de agua, tiene en la una mano el cañon con los dados, y en la otra el vaso: le toca el turno, y miéntras arrima á la boca el cañon, arroja el agua encima del tablero, y anega al pobre con quien se divertia.
Escribe una carta de importancia, echa los polvos en cada llana que escribe, y los guarda en el tintero, y tambien le suele suceder echar la tinta en lugar de los polvos; acontece aun mas: escribe otra carta, y despues de haber cerrado y sellado las dos, se equivoca en hacer los sobrescritos: un Señor de distincion recibe una, la abre, y halla las siguientes razones: Tio Oliverio, luego que vmd. reciba la presente, envieme la provision de la cebada . . . . . su mayoral recibe la otra, la abre, se la hace leer, y halla en ella: Muy Señor mio de mi mayor veneracion: recibí con plena sumision la órden que V. S. Ilma. se ha servido . . . . .
Desde que Menalco estuvo en Colegio aprendió á afeytarse, y no ha podido acostumbrarse jamas á la mano del barbero. En una ocasion estaba afeytándose, quando le llegó el recado de un Caballero, que le convidaba á comer; respondió que iria, y en efecto enjugóse el rostro, se vistió, y fué al convite con un carrillo afeytado, y el otro con barbas.
Quando come, sea en su casa, ó en la agena, se multiplican los pedacillos de pan al rededor de su plato, y los que estan á su lado se encuentran á menudo sin tenedor, ó sin cuchillo. Antes que se cubra la mesa con las primeras viandas, se le antoja ir á la cocina para ver si estan bien dispuestas: se levanta de la mesa, y se acaba la comida sin que vuelva á parecer.
Muchas veces se formaria de él un concepto que en efecto no merece: se le creeria un estólido, pues ni oye, ni habla: un necio, porque habla á solas, y está sujeto á ciertas zalamerías y movimientos de cabeza muy extraños: un hombre descortes y soberbio, pues se le saluda, y él pasa sin mirar, ó si mira, no vuelve la cortesía. Una vez vino de una quinta, y sus Lacayos quisiéron quitarle el bolsillo, ¿cómo hiciéron? Se pusiéron á la puertecilla del coche, y le pidiéron el dinero, él se lo dió inmediatamente. Llegó á su casa, y contó á los amigos lo que le habia sucedido, éstos le preguntáron sobre las circunstancias, y él respondió: preguntad á mis Lacayos que estaban presentes.
Quando juega al chaquete, pide de beber, le presentan un vaso de agua, tiene en la una mano el cañon con los dados, y en la otra el vaso: le toca el turno, y miéntras arrima á la boca el cañon, arroja el agua encima del tablero, y anega al pobre con quien se divertia.
Escribe una carta de importancia, echa los polvos en cada llana que escribe, y los guarda en el tintero, y tambien le suele suceder echar la tinta en lugar de los polvos; acontece aun mas: escribe otra carta, y despues de haber cerrado y sellado las dos, se equivoca en hacer los sobrescritos: un Señor de distincion recibe una, la abre, y halla las siguientes razones: Tio Oliverio, luego que vmd. reciba la presente, envieme la provision de la cebada . . . . . su mayoral recibe la otra, la abre, se la hace leer, y halla en ella: Muy Señor mio de mi mayor veneracion: recibí con plena sumision la órden que V. S. Ilma. se ha servido . . . . .
Desde que Menalco estuvo en Colegio aprendió á afeytarse, y no ha podido acostumbrarse jamas á la mano del barbero. En una ocasion estaba afeytándose, quando le llegó el recado de un Caballero, que le convidaba á comer; respondió que iria, y en efecto enjugóse el rostro, se vistió, y fué al convite con un carrillo afeytado, y el otro con barbas.
Quando come, sea en su casa, ó en la agena, se multiplican los pedacillos de pan al rededor de su plato, y los que estan á su lado se encuentran á menudo sin tenedor, ó sin cuchillo. Antes que se cubra la mesa con las primeras viandas, se le antoja ir á la cocina para ver si estan bien dispuestas: se levanta de la mesa, y se acaba la comida sin que vuelva á parecer.
Muchas veces se formaria de él un concepto que en efecto no merece: se le creeria un estólido, pues ni oye, ni habla: un necio, porque habla á solas, y está sujeto á ciertas zalamerías y movimientos de cabeza muy extraños: un hombre descortes y soberbio, pues se le saluda, y él pasa sin mirar, ó si mira, no vuelve la cortesía. Una vez vino de una quinta, y sus Lacayos quisiéron quitarle el bolsillo, ¿cómo hiciéron? Se pusiéron á la puertecilla del coche, y le pidiéron el dinero, él se lo dió inmediatamente. Llegó á su casa, y contó á los amigos lo que le habia sucedido, éstos le preguntáron sobre las circunstancias, y él respondió: preguntad á mis Lacayos que estaban presentes.