Perfidum uotis, caput enitescis
Pulchrior multo . . . . .
Horat. lib. II. Od. VIII. 5.
Favorecidos, que de tiempo en tiempo son de moda entre las damas, y cada una quisiese decir de buena El Favorecido de las bellas, que por otro nombre le podemos llamar Cortejo, tiene el porte y las facciones totalmente diferentes de las de los demas individuos de nuestra especie: afecta un cierto ayre descuidado en sus vestidos, y procura siempre parecer lo que no es. Los cazadores imitan la voz de los páxaros que quieren coger en sus redes; del mismo modo los Favorecidos, de que hablamos, procuran semejarse á la hermosa que desean sorprehender. Saben todo lo que pasa en las familias; estan ocupados de unos cuidados muy ligeros; no ignoran lo que es necesario para curar un catarro, y nunca salen á la calle sin tener consigo un botecito de quintas esencias para el caso de alguna indisposicion repentina.
La curiosidad, que es mi pasion predominante, y el único placer de Favorecido de las Damas. Un ayre singular, una extrañeza de humor, una imaginacion ridícula, en una palabra, todo lo que hubiera sido capaz de la mofa, del escarnio de los demas hombres, esto mismo ha servido de recomendacíon para con las hermosas. Sentiria ofender á personas tan dichosas como las de quien hablo; pero es necesario hacer observacion, que el Cortejo se distingue en la singularidad de los vestidos, y en una freqüencia insulsa al lado de las hermosas. Ademas para agradar á una Dama bizarra, necesita la reputacion de haber sido él bien recibido de alguna otra, porque no se puede ignorar, que en-
El favorecido de las Damas no debe ser ni tonto ni muy discreto. Solamente se trata de palabras, de subministrar material á la conversacion; y no de hablar con seriedad, ó cosas importantes. Entre los que las visitan no hay quien mas congenie con ellas, que aquellos voluntarios que las sirven gratis, sin esperar ninguna recompensa ni el menor adelantamiento. Les basta darlas la mano al salir de una Iglesia, ó de otro concurso público; ser admitidos en su compañia, y que tengan libertad de pasar con ellas una parte de aquel tiempo, que causa tanto fastidio á los ociosos. No hablo de aquellos desvanecidos que se enamoran de todas las que ven, y que presumen ser los mejores mozos, y
Quando se ve que un hombre se presenta en una tertulia, ó en un concurso con afectado donayre, que habla alto fuera de propósito, que no tiene las debidas atenciones á la compañía con quien se halla, y que estudia ciertos modos descuidados, se puede sin duda decidir que ha rendido á muchas hermosuras. Un aspecto altanero, el pecho elevado, el sombrero á la extremidad de la frente, el paso en cadencia, y ciertas miradas con destreza á todas partes son las señales que distinguen los favorecidos de las Damas. Estas admirables calidades no se ven siempre unidas en un mismo sugeto; no Señor, ántes muy rara vez; ¡ay del mundo, si tal sucediera con freqüencia! uno solo bastaba para encadenar un las Musas de Quevedo, ó las Comedias de Calderon, y toda la demas caterva de nuestros Poetas; que ha compuesto alguna mala Comedia ó Tirana, y sabe de memoria la traduccion de las Cartas de Ovidio. ¡Ah, si fuese tan fiel, como es amable! Esto seria demasiado: á pesar de su perfidia las Damas se hallan dispuestas á manifestarle afecto: “Se le concederia de buena gana algun pequeño favor para tener el gusto de oirle hablar, sea que chancee sobre los cupi-amable impostor, ó una pérfida hermosa.
Multo non sine risu,
Delapsam in cineres facem.
Horat. lib. IV. Od. XIII. 26.
Clodio fué un baylarin arrogante quando tenia 25 años, y ahora que tiene mas de 60 quiere todavía baylar fandangos y contradanzas, aunque le tiemblan las piernas. Esta locura en fin llena la Corte de viejos afeminados, y de viejas presumidas.
Canidia, que es una Señora de esta clase, pasó ayer junto á mí en coche. En 1370 era una belleza extraordinaria; era seguida de un tropel de adoradores, á quienes daba pábulo para tener la complacencia de tiranizarlos. Entónces se habituó á aquellas miradas imperiosas, que no ha podido dexar hasta ahora, de modo, que tiene toda la altivez de una grande hermosura, sin tener ni la mas mínima de sus gracias. Si atrae los ojos de alguno es únicamente para lasti-
Un amigo mio, grande admirador de las galanterías que eran de moda á principios de este siglo, me comunicó dias hace una carta, que un bello ingenio de aquellos tiempos escribió á su enamorada, y me parece justamente ser del humor de Canidia: aunque yo no tengo siempre el gusto de mí amigo, la hallé tan bien puesta, que saqué inmediatamente copia de ella, para darla al público, y es la siguiente.
Ya que las conversaciones que he tenido con vmd. quando estaba totalmente despierto nada han po-
Poco habia yo andado por esta morada, quando vi á lo léjos que remataba en un templo de arquitectura antigua, pero muy regular, y de gran magnificencia. En lo alto de la fachada se veia la estatua de Saturno con el mismo trage que los poetas nos pintan al tiempo.
Miéntras me adelantaba para observarle de cerca, y satisfacer mi curiosidad, me detuvo un objeto mucho mas hermoso que él, y todos los que hasta entónces habia visto. Estoy cierto, Señora, que vmd. inmediatamente conjeturara que este objeto no podia ser sino vmd. misma. Efectivamente no se engaña, vmd. era aquel amable objeto, que vi dormida sobre las flores, que adornaban el rio, y de modo, que sus brazos extendidos Juventud y el Amor. La primera coronada de un resplandeciente cerco, cuyo color era semejante á la púrpura, llenaba todo el valle con su resplandor. El otro tenia en la diestra una ha-
Poco despues la Juventud desple-Amor prosiguió en dexar su hacha encendida delante del rostro de vmd. que me parecia mas hermosa que nunca. La brillantez de aquella llama que justamente heria en los ojos de vmd. por último la despertó; pero en lugar de quedar reconocida á los favores de aquella deidad, vmd. con admiracion mia se ensoberbeció, y arrancándole el hacha de las manos la apagó, metiéndola en el rio. Luego que aquel pequeño Dios la miró á vmd. con ojos mezclados de lástima y cólera, tomo tambien el vuelo al ayre, é inmediatamente se esparció por todas partes un ayre melancólico y obscuro. Despues compareció una horrible fantasma, que entró por la parte opuesta del valle. Tenia los ojos undidos, pálido el rostro y desfigurado, y el cutis todo sembra-