Référence bibliographique: Anónimo (Éd.): "Número XVI", dans: El Filosofo à la Moda, Vol.1\016 (1788), pp. 279-294, édité dans: Ertler, Klaus-Dieter / Hobisch, Elisabeth (Éd.): Les "Spectators" dans le contexte international. Édition numérique, Graz 2011- . hdl.handle.net/11471/513.20.705 [consulté le: ].


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Número 16

Leccion XXX

A Las Mugeres que Padecen el Tormento de los Maridos Zelosos.

Citation/Devise► Credula res amor est.

Ovid. Horrid. ap. VI. ◀Citation/Devise

Niveau 2► Metatextualité► Despues de haber exâminado la naturaleza de los zelos, y señalado las personas, que regularmente adolecen de esta enfermedad, es necesario ahora que me dirija nuevamente á las hermosas mis corresponsales, que desean vivir bien con los maridos zelosos y que procure desvanecerles las injustas sospechas.

La primera regla que las doy es, que no desaprueben nunca en otro el mismo defecto, que el marido [280] zeloso tiene, y que no ensalzen en otro sugeto, ninguna calidad ó prerrogativa que él no posea en mayor, ó á lo ménos en igual grado, porque un hombre zeloso suele ser muy activo en sus aplicaciones, y en los casos referidos, le es natural acomodar un sentido contrario á la desaprobacion, é interpretar como sátira contra sí mismo, el panegírico que se hace en honor de otro. No cuida de exâminar la persona de aquel, si de aplicarse su carácter; experimenta alegría ó confusion, segun la mayor ó menor coformidad [sic] que halla de sí mismo con ella. Qualquier elogio por pequeño que sea, excita sus zelos, porque le hace creer que no se le estîma á él solo; y si se alaba lo que él no posee, se enfurece, porque en esto se le prefiere otro. Oracio, en una de sus Odas á Lidia, [281] en quien conoce esta pasion, la describe admirablemente en los términos siguientes:

Niveau 3► Citation/Devise► Cum tu Lidia Telephi
Cervicem roseam, & cerca Telephi
Laudas brachia, væ, meum
Fervens difficili bile tumet jecur:
Tunc nec mens mihi, nec color
Certa sede manent, humor, & ingenas
Furtim labitur arguens
Quam lentis penitus macerer ignibus.

Hor. carm. L. I. od. XIII. ◀Citation/Devise ◀Niveau 3

Quiere decir: “mi querida Lidia, quando alabas el rosado cuello de Telefo, y sus robustos brazos, se me altera la bilis, salgo de mis quicios, tiemblo de rabia, y las lágrimas que sin conocerlo yo, me salen de los ojos engañan el fuego que me abrasa.”

[282] El marido zeloso no tiene sentimiento de que otro qualquiera desagrade á su muger, pero si ésta descubre en el sugeto algunos defectos comunes con su marido, y los afea, cree éste que no solamente manifiesta repugnancia al tal sugeto, sino tambien á él mismo. En suma, tiene un deseo tan vivo de gozar él solo todo el cariño de su muger, que se desespera quando reflexîona, que le falta alguna prenda que juzga propia y necesaria para grangearse siempre mas su corazon, y de la crítica que su muger hace de los otros, arguye no tener tan buen lugar en su corazon, como podría ser; concluye, que si tuviese otras calidades, su muger le querría mas, y que el cariño que ésta le profesa no es el que debía ser segun sus idéas. Si es, pues, de un genio tan sério y fastidioso, no debe la [283] muger manifestar mucho gusto en las chanzas, alegrías y diversiones. Y si un hombre tiene alguna deformidad, callando el defecto, debe la prudencia ensalzar una ú otra prerrogativa que le adorne.

La segunda regla que propongo á las señoras mugeres, que se hallan en tanta desgracia, es que sean sínceras y francas con sus maridos: toleren que pesquizen sus acciones, les descubran sus designios, y no les oculten ningun secreto, ni la mas mínima friolera. Un marido zeloso aborrece todas las miradas, y la mas ligera murmuracion; y si no lo vé todo, ciertamente le lleva su temor mas allá de los términos regulares. No se le puede quitar de la imaginacion que su muger le debe elegir por su confidente principal. Si halla que se le esconde alguna cosa, [284] imagina hay un mal mayor del que parece, de modo, que la muger de un tal maniatico, para tener algun sosiego, se debe armar de paciencia, conservar su desahogo y bizarría, y no hacer cosa alguna, aunque santa, sin comunicarselo, porque si una vez descubre que se le ha ocultado el salir del gabinete, sala ó alcoba, todos los demás pasos le serán en adelante sospechosos. Este es un manantial perenne de su imaginacion, que inmediatamente se desliza, y saca siempre conseqüencias funestas, que sirven para redoblar sus inquietudes.

Si estos dos métodos no producen buen efecto, el mejor expediente será que una muger manifieste abatimiento y afliccion, á causa del mal concepto que su necio marido tiene de ella, y á causa del trabajo que se toma en zelarla.

[285] Es verdad que hay algunas mugeres que tienen el cruel gusto de excitar los zelos en los que las aman, de insultar á un pobre corazon amante, y de triunfar viendo que sus gracias son suficientes para causar tanta inquietud. Esto hace decir á Niveau 3► Citation/Devise► Juvenal: ardeat ipsa licet, tormenta gaudet amantis. ◀Citation/Devise ◀Niveau 3 Aunque una muger tenga mucho cariño á su marido, se divierte con atormentarle. Pero las mugeres de tal condicion, ordinariamente se adelantan en esto tanto, que su afectada indiferencia arruina todo el cariño del marido, y atrahen sobre sí todo el desprecio y todo el desdén que merece su insolencia. Un ayre melancólico y abatido, efecto natural de la inocencia, puede suavizar á un marido zeloso, moverle á compasion, hacerle sensible á la afrenta que se hace á sí mismo en la persona de su [286] muger, y desterrar de su imaginacion todos aquellos temores y sospechas, que envenenan el bien y la felicidad del matrimonio. Una conducta como ésta á lo ménos les empeñará á ocultar sus zelos, y á murmurar solamente en secreto, porque convencido de su ridiculéz, no querrá descubrirla, temeroso de alguna funesta consequencia, de entibiar el amor de su muger, ó de apasionarla por otro.

Hay otro expediente infalible para que una muger pueda hallar crédito con su marido, pero ésto lo practican mas bien las mugeres astutas, que las virtuosas. Es, pues, fingirse zelosa, y volver contra él mismo su batería, valerse de la ocasion para manifestarle sus zelos, y seguir el exemplo que él la ha dado. Estos zelos disfrazados deben estimularle, si los cree sín-[287]ceros; sabe por experiencia, que están mezclados de amor. Además experimentará una especie de satisfaccion malígna, viendo á su muger que padece las mismas agitaciones que á él le desesperan. Pero es necesario confesar, que éste es un paso dificil de representarse, y tan lejos de la integridad que no se debe practicar, sino quando haya destreza suficiente para encubrir bien las astucias, y mucha inocencia para hacerla excusable.

Mas quiero referir aquí la historia de Herodes, y de Mariane tal qual la trae Joseph Hebreo, que nos suministra un exemplo de todo lo que se puede decir en este particular.

Niveau 3► Exemplum► Mariane, tenía todas las gracias que la hermosura, estirpe, espíritu y mocedad pueden ilustrar á una muger; y Herodes, toda la pasion que [288] aquellas gracias eran capaces de inspirar á un natural vivo y amoroso. En medio de los excesos de su cariño, hizo morir al hermano, luego al Padre de Mariane; dieronse quexas de estas barbaries á Marco Antonio. Este citó á Herodes, quien huvo de pasar á Egypto para defenderse, y atribuyendo su cita á que Marco Antonio tenía deseo de poseer á Mariane, antes de salir la entregó á su tio Joseph, con órden secreta de matarla, si él perecía en el viage. Josef en la conversacion con esta Princesa tuvo lugar de emplear toda su eloqüencia en persuadirla que Herodes la amaba tiernamente, pero ella manifestando insensibilidad, fue Josef tan imprudente que la descubrió la orden que tenía, como prueba verídica de su pasion, pues el Rey no podía vivir ni morir sin ella. Este cruel argumento de una [289] furiosa pasion desterró por algun tiempo de su corazon las débiles reliquias del reconocimiento que conservaba hácia su esposo. Preocupada solamente de la crueldad de aquel órden, é incapáz de reflexîonar la causa que lo había producido, miraba al autor báxo la idéa horrible de verdugo, sin ninguna atencion á la de amante. Herodes, apenas quedó absuelto y despedido de Marco Antonio, volvió encendido en nuevas llamas á su querida Mariane; pero comprehendió la grande familiaridad, que en el tiempo de su ausencia había pasado entre ella y el tio; quedó sorprehendido, y tan cruelmente acongojado, que fueron necesarias las mas exâctas justificaciones, para sosegar su sospecha, lo que pudo lograr Mariane á costa de muchos trabajos, y Herodes dió pruebas de quedar satisfecho, pasando [290] de las quexas á las lágrimas y á sus brazos. Lloraron los dos en esta ocasion con la mayor ternura; pero mientras Herodes en medio de los sollozos y suspiros la prometía un eterno amor, Mariane le preguntó ironica y afectuosamente si la órden que había dado á Josef antes de su partida podía servir de una buena prueba? El Rey al oír esta inesperada reconvencion, se inflamó de zelos, y concluyó que Josef había llevado la familiaridad con la Reyna hasta el último exceso, pues de otro modo nunca la habría confiado un secreto de tanta importancia. Hizo morir á Josef, y en virtud de un esfuerzo extraordinario que se hizo á sí mismo, dexó viva por entonces á su esposa.

Algun tiempo despues, hallándose Herodes obligado á volver á Epypto [sic], encomendó su esposa á Sohemo con la [291] misma órden secreta que había dado á Josef. A pesar de todas las precauciones del Tirano, Mariane, con regalos y obsequios, ganó á Sohemo, de modo, que supo de él el secreto. Quando Herodes, despues de su vuelta de Egypto, quiso, enagenado de alegría, abrazarla al verla, ella no quiso corresponderle sino con sollozos y lágrimas, acompañadas de todas las señales de indiferencia y ódio. Irritado de una acogida tan fria, no hubiera dexado de sacrificarla á su venganza, sino hubiese temido morir él tambien.

Poco despues se halló movido de tanta ternura por ella, que la hizo ir á su presencia, procuró suavizarla por todos los medios y caricias, que en aquella ocasion le inspiraba el amor conyugal: pero ella solo correspondió con invectivas é improperios, echan-[292]dole en cara la muerte de Ircano su Abuelo, y de Aristobulo su hermano. Herodes, quedó tan alterado por esta conducta, que apenas pudo reportarse. Se acaloraba mas y mas la contienda, quando un testigo sobornado por los enemigos de Mariane, entró de repente en el quarto donde estaban, la causó de haber ideado dár un veneno al Rey. Herodes, entonces pronto á dár oído á toda acusacion contra ella, mandó poner en el tormento á uno de los principales domesticos de su esposa. Este violentado de la fuerza de los dolores, confesó que la aversion de su Ama al Rey, procedía de alguna cosa, que Sohemo la había dicho, pero en quanto al atentado contra la vida del Rey, protextó, que no sabía nada. Esta confesion no dexó de serle perjudicial á Sohemo que se vió expuesto á [293] las mismas sospechas, y por último encontró la misma suerte de Josef. La venganza de Herodes, no se contentó con esta víctima sola. Acusó á Mariane de haber conspirado contra su vida, y con la autoridad que tenía sobre los Jueces, la hizo condenar al último suplicio. Inmediatamente despues de la muerte de esta Princesa, cayó en una profunda melancolía, y abandonó la administracion de los asuntos de su Reyno, para retirarse á una soledad, entregándose á todo lo que un amor violento, la compasion, remordimientos y desesperacion, tienen de mas cruel. En los sueños y congojas que le agitaban, llamaba frequentemente á su querida Mariane, y segun todas las apariencias, no hubiera tardado mucho en seguirla, si las públicas calamidades que le amenazaban de [294] acerca, no le hubiesen distraído de aquel objeto tan doloroso. ◀Exemplum ◀Niveau 3 ◀Metatextualité ◀Niveau 2 ◀Niveau 1