El Filosofo à la Moda: Número XIII
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Número 13
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Leccion XXV
A los Literatos sobre la Verdadera Virtud, que Consiste en la Imitacion de Dios.
Citation/Motto
Qui minus indiget,
divinitati proximor.
Socr. ap. Xenof.
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Los Filósofos Gentíles,
ordinariamente se vanagloriaban de que sus preceptos servían
para hacer á los hombres semejantes á los Dioses. A pesar de
los errores, que se hallan en los medios que empleaban para
llegar á este fin, es forzoso confesar que su designio era
noble y glorioso. Las mas bellas obras de la invencion
humana son ligerísimas, quando se ponen en la balanza para
confrontarlas con lo que sirva á perficionar el espíritu. Pero se debe
convenir que muchos Filósofos antiguos se han fatigado mas
en el último de estos puntos, que en el primero. Ciceron,
deseaba que Homero asi lo hubiese hecho.
Al tenor de esta máxîma general, algunos han solicitado elevar á los hombres hasta aquel punto de placer ó menor indolencia, en que erradamente creían consistiese la beatitud del ser supremo. Por otro lado la sécta mas virtuosa de aquellos Filósofos, formaba la quimérica idéa de un sabio libre de las pasiones y del dolor, capáz de hacerse asímismo feliz, sin nigun socorro ageno.
Este último caracter, despojado del fausto que le rodéa, se reduce á insinuar, que un hombre virtuoso y sábio debe armarse de paciencia, y no creer facilmente á la violencia de las pasiones y del dolor. Debe aprender á ahogar sus deseos, y á comprimirlos, para tener pocas necesidades, y alimentar en su alma virtudes capaces de adquirirle siempre nuevos placeres.
Example
Longino,
compadece con mucha gracia á Homero, que dice que ha
hecho los Dioses semejantes á los hombres, para volver
los hombres semejantes á los Dioses.
Al tenor de esta máxîma general, algunos han solicitado elevar á los hombres hasta aquel punto de placer ó menor indolencia, en que erradamente creían consistiese la beatitud del ser supremo. Por otro lado la sécta mas virtuosa de aquellos Filósofos, formaba la quimérica idéa de un sabio libre de las pasiones y del dolor, capáz de hacerse asímismo feliz, sin nigun socorro ageno.
Este último caracter, despojado del fausto que le rodéa, se reduce á insinuar, que un hombre virtuoso y sábio debe armarse de paciencia, y no creer facilmente á la violencia de las pasiones y del dolor. Debe aprender á ahogar sus deseos, y á comprimirlos, para tener pocas necesidades, y alimentar en su alma virtudes capaces de adquirirle siempre nuevos placeres.
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El Christianismo exîge de
nosotros, que despues de habernos formado la mejor y la
mas alta idéa que podamos de Dios, procuremos luego
imitarle, quanto permite nuestra flaqueza. Pudiera traer
sobre el particular muchos pasages de las divinas
Escrituras, como tambien muchas sentencias y máximas que
se hallan en los Autores Romanos y Griegos; pero quiero
presentar solamente un exemplo sacado de los Cesares de
Julian.
Entre los diferentes medios que la Sagrada Escritura ha sugerido para el adelantamiento de las buenas costumbres, uno de los principales es, darnos una justa idéa del supremo Ser, á quien todas las criaturas deben imitar. Un jóven disoluto podía en una comedia de los Gentíles justificar sus ardores con el exemplo de Júpiter, y casi no hay culpa, que no se pudiese cohonestar segun las idéas, que el vulgo de la gentilidad tenía de sus Dioses. La Escritura nos ofrece un objeto por modelo dígno de ser imitado, á saber: el manantial de las perfecciones imaginables.
En esta vida nos hallamos expuetos [sic] á un infinito número de tentaciones, que si las oímos deben precisamente alejarnos de la senda de la razon y de las virtudes, únicas cosas que podemos imitar del supremo Autor del universo. Pero en el siglo venidero todo objeto será conforme á nuestros deseos. Estableceré, pues, por máxîma: que nuestra felicidad en este mundo, consiste en reprimir nuestros deseos, y en el otro en la entera satisfaccion de los verdaderos.
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Example
Despues que este Autor
ha hecho pasar revista ante los Dioses á todos los
Emperadores Romanos, con Alexandro el grande, que
disputaban la preeminencia entre sí,
los abandona de repente, y no habla mas que de
Alexandro, de Julio Cesar, de Augusto, de Trajano,
de Marco Aurelio, y de Constantino. Cada uno de
estos Heroes de la antiguedad, pretende hacer
valer su derecho sobre los demás, contando con
toda individualidad y ventajas sus acciones. Pero
los Dioses en lugar de quedar deslumbrados por sus
hazañas, se informan por medio de Mercurio de los
principios, con que se arreglaron en el curso de
su vida en todas ellas. Alexandro, dice, que su
fin eran las conquistas: Julio Cesar, confiesa,
que su mira fue de elevarse al mas alto grado de
honor en su patria: Augusto, que había procurado
gobernar bien sus Estados: Trajano, que había
alimentado la misma ambicion de Alexandro.
Finalmente, preguntado por turno Marco Aurelio,
respondió modestamente, que había siempre
procurado con grande ardor imitar á los Dioses. Esta conducta le grangeó la
pluralidad de los votos, y el primer lugar en toda
aquella magestuosa asambléa. Quando se le preguntó
en qué imitaba á los Dioses, declaró, que en el
uso de las facultades intelectuales, buscando
fuera de esto tener las menores necesidades que le
fuesen posibles, y hacer quanto bien pudiese.
Entre los diferentes medios que la Sagrada Escritura ha sugerido para el adelantamiento de las buenas costumbres, uno de los principales es, darnos una justa idéa del supremo Ser, á quien todas las criaturas deben imitar. Un jóven disoluto podía en una comedia de los Gentíles justificar sus ardores con el exemplo de Júpiter, y casi no hay culpa, que no se pudiese cohonestar segun las idéas, que el vulgo de la gentilidad tenía de sus Dioses. La Escritura nos ofrece un objeto por modelo dígno de ser imitado, á saber: el manantial de las perfecciones imaginables.
En esta vida nos hallamos expuetos [sic] á un infinito número de tentaciones, que si las oímos deben precisamente alejarnos de la senda de la razon y de las virtudes, únicas cosas que podemos imitar del supremo Autor del universo. Pero en el siglo venidero todo objeto será conforme á nuestros deseos. Estableceré, pues, por máxîma: que nuestra felicidad en este mundo, consiste en reprimir nuestros deseos, y en el otro en la entera satisfaccion de los verdaderos.
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Leccion XXVI
A los Aduladores de Moda en los Cumplimientos.
Citation/Motto
Eo noto fictum
carnem sequar, ut sibi quivis
Speret idem; sudet multum frustraque laboret
Ausus idem.
Speret idem; sudet multum frustraque laboret
Ausus idem.
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Metatextuality
General account
Un Teólogo de nuestra
Sociedad se ofende de los cumplimientos, que se le
hacen, y es de parecer que no se deben hacer á
nadie, aunque yo creo, que él solo es acreedor á
ellos. No ha muchos dias que este ilustre ciudadano
en una de nuestras conferencias, hizo un primoroso
discurso sobre este particular, notando como
preambulo, que desde la fundacion de nuestra
Sociedad, no ha visto hacer en ella, ni siquiera un
cumplimiento. En reflexîon agradó á
todos los asociados, que persuadidos de su buen
corazon hácia ellos, quedaron convencidos, que todas
las seguridades de amistad y servidumbre, que
ordinariamente se dán en el mundo, no son naturales,
y no vienen del corazon, y que el lenguage que se
usa en ellas nada significa entonces, ó á lo ménos
muy poco de lo que expresa.
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Entre
una multidud de exemplos que prueban abundantemente
la corrupcion del siglo en que vivimos, la falta de
sinceridad no es el menor. La simulacion en los
cumplimientos, es en el dia tan de moda, que las
palabras casi y sin casi, no significan los
pensamientos. En efecto si un hombre sigue los
impulsos de su corazon, si declara con sinceridad lo
que piensa, y si no manifiesta á los demás mayor
amistad de la que debe, apenas huirá la
tacha de hombre mal educado. Aquella antigua
sinceridad de este ilustre país, aquella generosa
candidéz, aquella buena fé natural, que carácteriza
la verdadera grandeza de ánimo, ya no exîste, ya se
extinguió. No hace un siglo todavía que buscamos
familiarizarnos con las modas extrangeras, y
sujetarnos á la servil imitacion de unos hombres de
un país lejano, que no es de los mejores. El estilo
de la conversacion es tan retumbante de vanos
cumplimientos, y ahogado, por decirlo así, de las
seguridades de respeto y amistad, que si volviese al
mundo un hombre muerto dos siglos hace, necesitaría
un Diccionario, para entender el propio Idioma, y
para conocer el verdadero sentido de las frases de
moda. ¡Qué digo! Le sería dificultosísimo creer que
todas esas solemnes protestaciones de la mas perfecta aficion que se puede imaginar,
fuesen á un precio tan vil en la actualidad, y
quando quedase instruído de ellas, necesitaría mucho
tiempo para acostumbrar la propia conciencia á
usarlas con seriedad, y corresponder á los demás con
la misma intencion.
Confieso no sería tan fácil decidir, si sea mas digno de nuestro desprecio ó de nuestra compasion, el oír las seguridades de obsequio, y de una invariable fidelidad, que los hombres recíprocamente se protextan. ¿Qué estimacion, qué zelo, qué cuidado, qué expresiones no manifiestan á un hombre que jamás habían visto? ¿con quanto cariño no se ofrecen inmediatamente á su obediencia, y con quanto anhelo no se interesan por sus asuntos, sin el menor motivo? ¿Quántas obligaciones no le deben, sin haber recibido jamás el menor beneficio? ¿Y cómo no se afligen de su estado, sin que sepan la causa? Sé muy bien, que para justificar lo vano de esta costumbre se dice, que no hay ningun mal, ni engaño en los cumplimientos: verba valent ut numi: les han dado la naturaleza de la moneda, que tiene el valor que se le quiere dár. Se podría pasar por este pretexto, si los cumplimientos valiesen alguna cosa; pero si se meten en cuenta, no son mas que otros tantos ceros antes de la cifra. Sea como fuese, tenemos siempre motivo de dolernos que la sinceridad no sea ya de moda, que nuestras conversaciones no sean si no falsedad, que el uso de las palabras esté casi enteramente pervertido, que las expresiones ya no signifiquen nada, y que el trato de los hombres no sea mas que un comercio en que cada uno disimula los propios sentimientos: de modo, que una persona honrada, al vér la poca ingenuidad que reyna en el mundo, no puede dexar de cansarse de vivir en él.
Confieso no sería tan fácil decidir, si sea mas digno de nuestro desprecio ó de nuestra compasion, el oír las seguridades de obsequio, y de una invariable fidelidad, que los hombres recíprocamente se protextan. ¿Qué estimacion, qué zelo, qué cuidado, qué expresiones no manifiestan á un hombre que jamás habían visto? ¿con quanto cariño no se ofrecen inmediatamente á su obediencia, y con quanto anhelo no se interesan por sus asuntos, sin el menor motivo? ¿Quántas obligaciones no le deben, sin haber recibido jamás el menor beneficio? ¿Y cómo no se afligen de su estado, sin que sepan la causa? Sé muy bien, que para justificar lo vano de esta costumbre se dice, que no hay ningun mal, ni engaño en los cumplimientos: verba valent ut numi: les han dado la naturaleza de la moneda, que tiene el valor que se le quiere dár. Se podría pasar por este pretexto, si los cumplimientos valiesen alguna cosa; pero si se meten en cuenta, no son mas que otros tantos ceros antes de la cifra. Sea como fuese, tenemos siempre motivo de dolernos que la sinceridad no sea ya de moda, que nuestras conversaciones no sean si no falsedad, que el uso de las palabras esté casi enteramente pervertido, que las expresiones ya no signifiquen nada, y que el trato de los hombres no sea mas que un comercio en que cada uno disimula los propios sentimientos: de modo, que una persona honrada, al vér la poca ingenuidad que reyna en el mundo, no puede dexar de cansarse de vivir en él.
Despues de haber pintado este vicio con colores tan despreciables, lo impugna vigorosamente, por medio de pensamientos tan justos, y términos tan naturales, que todo hombre inteligente, conoce al instante que él es su Autor.
Level 4
Si la apariencia, dice,
de una cosa, puede servir para algun fin bueno,
estoy persuadido, que para eso vale mucho mas la
realidad. En efecto ¿por qué motivo disimula un
hombre, ó quiere parecer lo que no es, sino porque
tiene una idéa ventajosa de aquellas virtudes con
que quiere adornarse? El disfrazar ó disimular, es
vestir la apariencia de una calidad buena y real. El
medio mas seguro de parecer adornado de algun
talento, es poseerlo realmente.
Añadese, que muchas veces es tan dificil mantener
una falsa pretension, como adquirir un legítimo
derecho, que no se tiene; y es verosimil se descubra
el disimulo, y entonces todas las industrias usadas,
para ocultar bien en el juego vienen á ser inútiles.
En otra parte de su discurso hace vér, que todo artificio por sí mismo se dirige unicamente á arruinar los designios de quien le usa.
Level 4
Qualquiera ventaja, dice,
que provenga de la mentira, y de la disimulacion
pasa bien pronto, pero el mal que resulta es de
mucha dura. Un hombre disimulado y faláz, siempre es
sospechoso, no se le cree aunque diga la verdad, y
se desconfia de él aun quando trata de buena fé. En
suma, un hombre á quien no se le reconoce por
sincero, está atado de pies y manos; está perdido
sin remedio; nada hay que pueda
restablecerle; ni la verdad ni la mentira le
aprovechan.