Socr. ap. Xenof.
Longino, compadece con mucha gracia á Homero, que dice que ha hecho los Dioses
semejantes á los hombres, para volver los hombres semejantes á
los Dioses. Ciceron, deseaba que Homero asi
lo hubiese hecho.
Al tenor de esta máxîma general, algunos han solicitado elevar á
los hombres hasta aquel punto de placer ó menor indolencia, en
que erradamente creían consistiese la beatitud del ser supremo. Por otro lado la sécta mas
virtuosa de aquellos Filósofos, formaba la quimérica idéa de un
sabio libre de las pasiones y del dolor, capáz de hacerse
asímismo feliz, sin nigun socorro ageno.
Este último caracter, despojado del fausto que le rodéa, se
reduce á insinuar, que un hombre virtuoso y
Romanos y Griegos;
pero quiero presentar solamente un exemplo sacado de los Cesares de Julian. Emperadores Romanos, con Alexandro el grande, que disputaban la
preemi-Alexandro,
de Julio Cesar, de Augusto, de Trajano, de Marco Aurelio, y de Constantino. Cada uno de estos Heroes de la
antiguedad, pretende hacer valer su derecho sobre los demás,
contando con toda individualidad y ventajas sus acciones. Pero
los Dioses en lugar de quedar deslumbrados por sus hazañas, se
informan por medio de Mercurio de los
principios, con que se arreglaron en el curso de su vida en
todas ellas. Alexandro, dice, que su fin
eran las conquistas: Julio Cesar,
confiesa, que su mira fue de elevarse al mas alto grado de honor
en su patria: Augusto, que había
procurado gobernar bien sus Estados: Trajano, que había alimentado la misma ambicion de Alexandro. Finalmente, preguntado por
turno Marco Aurelio, respondió
modestamente, que había siempre procurado con
grande ardor imitar á
los Dioses. Esta conducta le grangeó la pluralidad de
los votos, y el primer lugar en toda aquella magestuosa
asambléa. Quando se le preguntó en qué imitaba á los Dioses,
declaró, que en el uso de las facultades intelectuales, buscando
fuera de esto tener las menores necesidades que le fuesen
posibles, y hacer quanto bien pudiese.
Entre los diferentes medios que la Sagrada Escritura ha sugerido
para el adelantamiento de las buenas costumbres, uno de los
principales es, darnos una justa idéa del supremo Ser, á quien
todas las criaturas deben imitar. Un jóven disoluto podía en una
comedia de los Gentíles justificar sus ardores con el exemplo de
Júpiter, y casi no hay culpa, que no se pudiese cohonestar segun
las idéas, que el vulgo de la gentilidad tenía de sus Dioses. La
Escritura nos ofrece un objeto por modelo dígno de ser imitado,
á saber: el manantial de las
En esta vida nos hallamos expuetos [sic] á un infinito número de
tentaciones, que si las oímos deben precisamente alejarnos de la
senda de la razon y de las virtudes, únicas cosas que podemos
imitar del supremo Autor del universo. Pero en el siglo venidero
todo objeto será conforme á nuestros deseos. Estableceré, pues,
por máxîma: que nuestra felicidad en este
mundo, consiste en reprimir nuestros deseos, y en el otro en
la entera satisfaccion de los verdaderos.
Speret idem; sudet multum
frustraque laboret
Ausus idem.
Confieso no sería tan fácil decidir, si sea mas digno de nuestro
desprecio ó de nuestra compasion, el oír las seguridades de
obsequio, y de una invariable fidelidad, que los hombres
recíprocamente se protextan. ¿Qué estimacion, qué zelo, qué
cuidado, qué expresiones no manifiestan á un hombre que jamás
habían visto? ¿con quanto cariño no se ofrecen inmediatamente á
su obediencia, y con quanto anhelo no se interesan por sus
asuntos, sin el menor motivo? ¿Quántas obligaciones no le deben,
sin haber recibido jamás el menor be-verba valent ut numi: les han dado la
naturaleza de la moneda, que tiene el valor que se le quiere
dár. Se podría pasar por este pretexto, si los cumplimientos
valiesen alguna cosa; pero si se meten en cuenta, no son mas que
otros tantos ceros antes de la cifra. Sea como fuese, tenemos
siempre motivo de dolernos que la sinceridad no sea ya de moda,
que nuestras conversaciones no sean si no falsedad, que el uso
de las palabras esté casi enteramente pervertido, que las
expresiones ya no signifiquen nada, y que el trato de los
hombres no sea mas que un comercio en que cada uno disimula los
propios sentimientos: de
Despues de haber pintado este vicio con colores tan despreciables, lo impugna vigorosamente, por medio de pensamientos tan justos, y términos tan naturales, que todo hombre inteligente, conoce al instante que él es su Autor.
dice, de una cosa, puede servir para
algun fin bueno, estoy persuadido, que para eso vale mucho mas
la realidad. En efecto ¿por qué motivo disimula un hombre, ó
quiere parecer lo que no es, sino porque tiene una idéa
ventajosa de aquellas virtudes con que quiere adornarse? El
disfrazar ó disimular, es vestir la apariencia de una calidad
buena y real. El medio mas seguro de parecer adornado de algun
talento, es poseerlo realmen-
En otra parte de su discurso hace vér, que todo artificio por sí
mismo se dirige unicamente á arruinar los designios de quien le
usa. dice, que provenga de la mentira, y
de la disimulacion pasa bien pronto, pero el mal que resulta es
de mucha dura. Un hombre disimulado y faláz, siempre es
sospechoso, no se le cree aunque diga la verdad, y se desconfia
de él aun quando trata de buena fé. En suma, un hombre á quien
no se le reconoce por sincero, está atado de pies y manos; está
perdido sin remedio; na-