Sugestão de citação: Anónimo (Ed.): "Número XI", em: El Filosofo à la Moda, Vol.1\011 (1788), S. 197-212, etidado em: Ertler, Klaus-Dieter / Hobisch, Elisabeth (Ed.): Os "Spectators" no contexto internacional. Edição Digital, Graz 2011- . hdl.handle.net/11471/513.20.700 [consultado em: ].


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Número 11

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Leccion XXI

A las Graciosas que Manejan el Abanico.

Citação/Divisa► Ludus animo debet aliquando dari,
Ad cogit andum melior ut redeat tibi.

Phæd. Lib. III. Fab. XIV. ◀Citação/Divisa

Nível 3► Metatextualidade► No sé si á la siguiente carta la daré el nombre de sátira contra las desvanecidas, ó de representacion de sus caprichosas calidades, ó si merezca otro título. Tal qual la he tenido, voy á darla al público que sabrá inmediatamente distinguir la mira del Autor, sin necesidad de que yo ponga prólogo, ó añada el menor comento.

Señor Filósofo.

Nível 4► Satire► Las mugeres alguna vez suelen hacer mayores hazañas con sus Abanicos, que los hombres con las Espadas: para que, pues, todas se puedan servir [198] con utilidad de tal arma, he establecido una academia, á fin de enseñar á las jóvenes el manejo del Abanico, segun el ayre y movimientos que en el dia son de moda. Las Damas de quienes tengo la direccion, se juntan dos veces al dia en mi sala; allí se enseñan á manejar bien sus armas, y se hacen los exercicios al tenor de las órdenes siguientes.

Prevenid vuestros Abanicos.

Abrid vuestros Abanicos.

Descargad vuestros Abanicos.

A tierra vuestros Abanicos.

Tomad vuestros Abanicos.

Moved vuestros Abanicos.

Con observar exâctamenta [sic] este corto número de órdenes simples, si una muger aunque sea de mediano entendimiento, quiere aplicarse con atencion, en ménos de seis meses podrá guarnecer su Abanico de todas las gracias y gallardías de que es capáz esta ligerísima máquina de moda. Para que mis Lectores puedan formar un justo [199] concepto de este exercicio, seame permitido explicarlo aquí en todas sus partes. Quando mi Regimiento de doncellas y casadas se pone en órden de batalla, con su arma en la mano, inmediatamente que las doy la órden de prevenir sus Abanicos, cada una vuelve hácia mí la punta sonriéndose, y dá con él un golpe en el hombro izquierdo de aquella que está á su derecha; luego arrimando un poquito el arma á los labios, acaba la sonrisa, y descuidadamente dexa caer el brazo armado; pero está siempre pronta para recibir nueva órden. Todo esto se executa con el Abanico cerrado, y ordinariamente basta una semana para poderlo aprender.

El segundo movimiento es quando cada una abre su Abanico, y en él se observan muchas pequeñas vibraciones; muchas aberturas que se hacen gradatim, de intento: como tambien varias separaciones artificiosas, &c. Semejantes documentos, apenas se apren-[200]derán en un mes. Esta parte de exercicio es la mas agradable á los expectadores, porque descubre en poco tiempo, con ordenado descuido, bien estudiado, un buen número de guirnaldas, de altares, de paxaritos, de bestias, de arcos celestes, y otras gustosas figuras que se presentan á sus ojos; porque la verdadera quadratura del circulo, y el movimiento perpetuo se halla justamente en el Abanico que tiene en la mano cada hermosa del Regimiento. La principal atencion consiste en tener una exâcta práctica de las referidas figuras.

Quando doy la órden: Descargad vuestros Abanicos, todas hacen un general estruendo, que siendo el viento favorable, se puede oír desde muy lexos. Esta parte es la mas dificultosa de todo el exercicio. Pero pocas Damas tengo báxo mi direccion, que desde que entraron en mi academia, no sepan dar un golpe de Abanico, sin que se oiga de una extremidad de la sala [201] á otra; ántes bien descargan unos golpes tan fuertes, que el ruido iguala al de un pistolete. Y para que las Damas jóvenes no dén fuera de tiempo golpes de Abanicos en parages vedados por la buena política; las enseño en qué circunstancias pueden ser del caso. Además he ideado una especie de Abaniquito, con el qual una Señorita de diez y seis años, puede hacer tanto ruido, como el mas grande Abanicon de una Señora que tenga cincuenta, con tal que se haga una aberturita en el papel.

Despues que los Abanicos se hallan descargados, la órden que sigue es: á tierra vuestros Abanicos. Aquí enseño á las Damas el dexarlos con buen donayre, quando se desocupan de ellos, para tomar una baraja de naypes; para componerse el escote ó los pendientes; ó bien las vueltas y la guirindola de alguno que esté sentado á su lado. Y como aquí no se trata sino de arrojar con gravedad un Aba-[202]nico, sobre una mesa destinada á eso, esta parte de exercicio se puede aprender en dos dias, con tanta perfeccion, como si se perdiera un año en su estudio.

Apenas mi Regimiento de Damas queda desarmado, quando las obligo á dar un paséo por la sala: é inmediamente que digo: tomad vuestros Abanicos: á semejanza de aquellas que despues de una larga visita, miran al relox, y ven haber pasado de mucho la hora, corren apresuradas á sus armas; las toman con prontitud, y cada una se coloca, lo mejor que puede, en su sitio: esta parte de exercicio no es dificultosa, con tal que la Señora se aplique bien, de modo que la priesa, ó aquel pequeño desórden que pueda causar salga gracioso.

El movimiento del Abanico, es la última parte, y el primor de todo el exercicio; y si una Dama empléa bien su tiempo, puede hacerse mas habil en tres meses. No la enseño sino en [203] los dias caniculares, y en los grandes calores del verano; porque apenas acabo de decir: moved vuestros Abanicos, el ayre se llena de suaves zéfiros que refrescan mucho, y en qualquiera otra estacion del año podría ser perjudicial á las que son de complexîon delicada.

Hay una infinita variedad de movimientos dígnos de observarse en el manejo del Abanico. Hay el manejo desdeñoso, el tímido, el modesto, de confusion, de melancolía, el amoroso, el embidioso, de amenazas; en una palabra, no es el espíritu de las Damas susceptible de alteracion alguna, que no pueda expresarla con el manejo del Abanico. De modo, que me basta vér como una de mis discipulas mueve el Abanico, para conocer si está de buen humor, si hace la melindrosa ó la esquiva. He visto á veces Abanico tan fastidioso, que el delinqüente que había irritado á la Dama hubiera corrido mucho riesgo, si se hubiese [204] hallado cerca del ayre que despedía. Otras veces le he observado tan lánguido, que la Señora me movía á compasion, por conocer que su triste mal procedía de no tener, como quería, cerca de sí cierta persona. Es casi inutil decir aquí que un Abanico es, ya bien prudente, ya vanidoso, á medida de la persona que lo lleva. Por último sepa vmd. que despues de largas observaciones he compuesto á favor de mis discipulas, un pequeño tratado, que tiene por título: Las pasiones del Abanico, y se lo comunicaré á vmd. si considera que pueda ser de alguna utilidad al público. Por ultimo sepa vmd. que el Juéves próximo haré una repeticion general de las Lecciones pasadas; si gusta vmd. honrarla con su presencia, será bien recibido, y yo siempre seré, &c. N. N.

P. D. Prevengo á vmd. que para evitar gastos tengo una porcion de Abanicos chiquitos, destinados unicamente al intento. ◀Satire ◀Nível 4 ◀Metatextualidade ◀Nível 3 ◀Nível 2

Nível 2►

Leccion XXII

A las Mugeres que se Afeytan.

Citação/Divisa►  . . . . . Tu non inventa, repertâ.
Luctus eras levior.

Ovid. Met. I. 654. ◀Citação/Divisa

Nível 3► Metatextualidade► La compasion que tengo al honrado sugeto que me escribe la siguiente carta [...] empeñára á vituperar las mugeres, sino conociera que muchas veces son mas hermosas de lo que debían ser. Es cierto que no se deberían sufrir tantos y tales artificios en la sociedad civil; y por tanto me parece que es justo publicar sus engaños, para que sirvan de aviso á los demás, y exâminen de cerca, y con cuidado lo que tanto admiran.

Nível 4► Carta/Carta ao editor► Metatextualidade► Señor Filósofo.

La fama de su vasta literatura me franquéa la libertad de recurrir á vmd. para la solucion de un caso muy singular. Nível 5► Exemplum► Tengo gran deséo de libertarme de mi muger; y pienso que luego que vmd. oiga el motivo, [206] le parecerá sobradamente legítimo para la separacion. Yo soy un simple ciudadano que no me he valido de otro medio, para cultivar mi ingenio, sino el de la lectura de comedias. En aquella que tiene por título: La muger nada habladora, el autor pretende que una de las causas para la separacion sea la que se llama: error personæ. Esto es quando un hombre se casa con una muger, y despues halla que no es aquella con quien entendía celebrar matrimonio. Si se admite esta ley, he ganado el pleyto, porque ha de saber vmd. que hay ciertas jóvenes, que no permiten á sus amantes las vean de cerca, hasta tanto que no han llegado á ser sus maridos.

En suma para no molestar á vmd. con palabras inutiles, quiero hablarle de las jóvenes que se pintan. Hay algunas tan diestras en este arte, que las basta haber recibido de la naturaleza los ojos tal qual buenos; por lo demás ellas saben blanquearse el [207] cutis, colorarse los labios, y componerse perfectamente el rostro. Tocante á mi esposa, nunca habrá habido hombre mas enamorado, como yo lo era de su hermosa frente, de su cuello de alabastro, de sus torneados brazos, como asímismo de su rica cabellera de oro. Pero he quedado muy sorprendido, hallando que todo era un puro efecto del arte. Su cutis es floxo y arrugado por el uso del blanco y arrebol, de modo, que quien la vea por la mañana quando despierta, dirá seguramente, que ya no es capáz de ser madre. Por esto he determinado separarme en la primera ocasion que se me proporcione; á ménos que su padre no añada al dote una cantidad correspondiente á la exîstencia fisica de su cuerpo, para compensar con dinero lo que tiene de artificioso. He querido manifestar mi sentir por medio de vmd. ◀Exemplum ◀Nível 5 cuya vida ruego á Dios guarde muchos años. ◀Metatextualidade ◀Carta/Carta ao editor ◀Nível 4

Yo no sé lo que prescriben nuestras [208] leyes, ó lo que desean los padres en el caso que ha propuesto este buen hombre. Es necesario confesar que sus quexas son muy justas. Hace mucho tiempo que he conocido este mal, y que he distinguido á las mugeres que conservan su rostro natural, de aquellas que lo toman prestado del arte, con los nombres de Pintadas, y de Puras. No se necesita mucha sutileza para adivinar á quiénes convienen estos títulos. Las Puras, tienen un brillo vivo y animado; las Pintadas un ayre ofuscado, y sin vivacidad, aunque en sí sean hermosas. Las venas de un rostro natural se alteran alguna vez, al acometimiento de una pasion ó de algun suceso repentino, y entonces, ó el pudor ó la casualidad dilata en él unas agradables rosas, mezcladas de jazmines, que compitiendo entre sí, unas veces aquellas, y otras éstos, ocupan el campo. Un rostro arrebolado no es susceptible de alteracion, y mira del mismo modo los objetos de alegría ó de tristeza; y manifiesta igual insen-[209]sibilidad en todas las acciones. Aunque estudian mucho para grangearse algunos amantes, se vén precisadas á no permitirles acercarseles, sino á cierta distancia: un fervoroso suspiro de un enamorado, podría desordenar sus facciones. Una atrevida mano que se adelantase á componer una porcion de pelo, ó á desenredar de él un pendiente, podría quedar pintada, y he aquí descubierto el artificio. Es dificultoso hablar de estas engañosas bellezas, sin decir cosas poco regulares. Por lo que me ciño á rogarlas se persuadan, que así como ellas no pueden tolerar el dormir en un quarto nuevamente pintado, del mismo modo una Dama que se dá de color todos los dias, causa á un hombre una repugnancia infinitamente mayor.

Nível 4► Narração geral► Aquí viene bien contar la aventura de un amigo mio, con una de estas Pintadas. La Dama era discreta, y tenía toda la hermosura que quería: su unico estudio consistía en grangearse los corazones, mas apenas acababa de sor-[210]prehenderlos se reía de ellos, y los abandonaba sin el menor escrupulo. Parece que su malicia y su vanidad debían haber defendido á mi amigo de sus artificiosas lisonjas; pero su perfidia é inconstancia, lexos de disminuir la fuerza de su hermosura, hacía cada dia nuevos progresos en su corazon, y nunca la veía, sin hallar en ella aumentadas sus gracias. Quando nuestra hermosa conoció que ya mi amigo era su esclavo, y que no podría desprenderse de ella, comenzó á tratarle con el mayor desprecio; y despues de haberle hecho experimentar mil desayres y crueldades, le despidió. Fueron inútiles sus quexas, y de nada sirvieron las cartas mas humildes; nunca pudo lograr la revocacion de la dura sentencia. Reducido finalmente á la desesperacion; para poderla hablar siquiera una vez, y contarla arrodillado su dolor, recurrió á la doncella, cuyo favor grangeó por medio de la secreta virtud de una suma de oro. Esta compasiva jóven, le introduxo una maña-[211]na en el quarto de su ama, á tiempo que acabándose de levantar iba á ponerse en el tocador. Le escondió diestramente detrás de unos tapices, donde sin ser visto podía vér todo. La Señora entonces comenzaba á disponer la forma del rostro que habia determinado presentar aquel dia. Mi amigo la observaba de cerca, y me ha protextado que ella trabajó mas de dos horas, ántes que pudiese llegar á conocerla. Lo que sucedió, apenas vió las primeras lineas de aquel hermoso color que tanto le habia hecho suspirar, fue que salió de su escondrijo, y la dixo ciertos versos de un Poeta, que expresaban su engaño. La Pintada se halló en una extrema confusion, con la cara alegre por el lado que había compuesto, y macilenta y triste por el otro que aun no había tocado. Mi amigo se apoderó inmediatamente de todas sus drogas y pomadas, y llenó un pañuelo de caxitas, botecillos y borlas de cisne. La Dama muy confusa y avergonzada, no teniendo valor para permanecer en la [212] ciudad, se retiró inmediatamente á una quinta, y el amigo quedó libre de su pasion. ◀Narração geral ◀Nível 4

A la verdad no se debería mantener la palabra á las públicas engañadoras, ni tener correspondencia con ellas. Exôrto, pues, á las verdaderas Puras, á alexarse de tales engaños. Yo que no espero ni busco el menor favor de las Damas, y que las miro precisamente como una parte de nuestra especie, temo mas ofender á una muger de buen entendimiento, que á una señora de rara hermosura. Así emplearé todos mis esfuerzos para sanarlas de esta enfermedad poco honrosa.

Concluyo, pues, diciendo que si las Damas quieren aumentar sus atractivos, imiten á la amable Estatira, y sigan todos sus pasos. Las facciones de su rostro, se admiran animadas por la viveza de su espíritu, su buen humor subministra brillantéz á sus ojos: es graciosa sin afectacion, indiferente, no padece inquietud; y libre de todo artificio interior, no necesita el exterior. ◀Metatextualidade ◀Nível 3 ◀Nível 2 ◀Nível 1