El Pensador: Pensamiento LXXXIV
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Nível 1
Pensamiento LXXXIV
Citação/Lema
Forsitan spectes ut
Gaditana canoro
Incipiat prurire choro . . . . .
Non capit has nugas humilis domus.Acaso te figuras, que la Bayladora de
Incipiat prurire choro . . . . .
Non capit has nugas humilis domus.
Juven. sat. II.
Acaso te figuras, que la Bayladora de
Cadiz
empezará à excitar la lasci
via, acompañada de cantares
desho
nestos . . . . . pues no esperes en mi
casa
estas indecencias.
Nível 2
Retrato alheio
Hay algunos hombres, que pretenden
acreditarse de sérios, maduros, y austéros, aborreciendo, y
desacreditando los bayles, como si estos fuesen
incompatibles con la sobriedad. Unos hacen esto, por
haverles cabido en suerte un humor tétrico, que no les deja
encontrar placer en diversion alguna; y otros,
porque, no haviendo aprendido el Arte de danzar, llevan con
impaciencia, que haya una especie de recréo, en que no
pueden tener lucimiento. Sea por lo que fuere, me parece,
que este modo de pensar es necio, y disparatado; asi como lo
sería aborrecer la musica, por no haverla aprendido, ò
aborrecerla, por no tener bien dispuesto el organo del oído
para percibir su harmonía.
Nível 3
El bayle, si lo consideramos segun
su origen, y naturaleza, no es otra cosa, que unos saltos, y
pasos medidos, que se hacen en cadencia, y unos movimientos
de cuerpo, reglados, y dispuestos con arte, al són de
instrumentos, ò voces; y yá se deja discurrir, que un bayle,
à que no se agreguen otros accidentes, que lo
hagan odioso, lejos de merecer reprobacion, es estimable,
porque en él aprende la Juventud à manejar el cuerpo con
ayre, y desembarazo, y una gracia, y facilidad de accion, y
movimientos, que permanecen todo el resto de la vida. Por lo
mismo, no hay que admirarse si las personas mas graves, y de
mas autoridad no tienen, ni han tenido reparo en dár algunos
ratos à esta diversion.
Y finalmente, no solo en todas las Naciones del
mundo, aun las mas barbaras, se han encontrado establecidos
bayles, en que algunas han hecho consistir una parte de su
culto religioso,
Pero es preciso decirlo todo. Supongo, que en los
bayles del tiempo de Platon, y particularmente en el de las
Baccantes, havia tanta licencia, que á hombres menos graves,
que á aquel Filosofo, podian dár en rostro;
pero si Platon viviese hoy entre nosotros, y viese nuestros
bayles caseros, aquellos bayles, en que no hay zeladores de
la decencia, ni pena establecida para los infractores, y
donde cada uno regla à medida de su crianza, ò de su genio
los gestos, y palabras, ¿tendria motivo para desear se
estableciese la misma revision? Eso es lo que yo no sè. Sea
acrimonia de mi genio, ò sea tontería, yo veo muchas cosas,
que no me suenan bien. No quiero decir por esto, que sean
malas: Dios me libre. Seránlo, ò no lo serán. Yo pienso,
pero no decido.
Me temo, que si entre nosotros se levantára un
Platón, no se havia de contentar con la providencia, que
deseaba el antiguo. Aquel diseñaba una República bien
ordenada, pero Gentilica: éste la querria Christiana.
Nível 4
Exemplo
Theséo, Aquiles, Pyrrho,
Scipion, y Alejandro, no tuvieron reparo en baylar,
y sujetar sus cuerpos militares, y triunfantes, como
dice Seneca, al numero, y cadencia de los
instrumentos.
Nível 4
Exemplo
Epaminondas no se
desdeñaba de mezclarse en las danzas de los
muchachos de Thebas, su Patria, ni
creía obscurecer con esto la gloria de sus
victorias, ni la pureza de sus costumbres.
Nível 4
Exemplo
Socrates aprendió à
baylar, y tañer instrumentos, siendo yá de edad muy
abanzada. Platon en el segundo libro de sus leyes
quiere que se tenga por hombre sin ciencia, ni
educacion al que no posee el Arte de la danza.
Nível 4
Exemplo
sino que sabemos, que los
Sybaritas enseñaban à baylar hasta à los caballos.
Nível 4
El mismo Platon, que ponia un merito tan
distinguido en el bayle, y que extendia à él sus reglamentos, como à un objeto de grande
importancia, no lo admitia sin alguna restriccion.
Queria se arrojasen de un Estado bien gobernado todas
las danzas, que podian corromper las costumbres: se
quejaba de las novedades introducidas en los bayles; y
pretendia, que se comisionasen personas graves, y de
edad madura, que examinasen, admitiesen, ò reprobasen
los bayles, y canciones, señalando à los hombres lo que
les convenia para excitarse al valor, y à la grandeza de
alma, y á las mugeres lo conducente à inspirarles
gracia, modestia, y magestad.
Nível 4
Narração geral
Veo, por egemplo, que se
empieza un bayle: que se interpolan hombres, y
mugeres: que à espaldas del ruido de la
musica se arma una tertulia secreta, en que
naturalmente, y sin escrupulo de juicio temerario,
se puede creer, que cada uno trata de sus intereses:
que hay enfados, quejas, satisfacciones, y otras
boberias: que está el Joven robusto, y regalado
contemplando en una Dama hermosa, y bien prendida:
que yá se rien, yá están sérios; yá el Caballero se
pone mustio, y yá buelve á alentar: que la Dama
desplega el abanico unas veces como ayrada: que
otras lo mueve con precipitacion: que hace ademán de
cubrirse con él el rostro, al mismo tiempo que está
registrando por los intervalos; y que en fin,
desplegandolo voluptuosamente, y cubriendo con él su
rostro, y el del Caballero, impide que
se pueda observar el movimiento de los labios, y las
mudanzas del semblante. ¿Diré que esto es malo, ni
peligroso? No por cierto. Diganlo los que lo
ejecutan, pues ellos, mejor que yo, conocen su
constitucion, y saben sus negociados. Miro al lado
de una Señorita, á quien sus padres dicen que crian
con mucho recato, y honestidad, un Petimetre, que
continuamente le está hablando al oído: que está
impaciente, si la sacan á baylar con otro: que se
desespera, si algun hombre, ò muger toma el asiento,
que havia de volver á ocupar la Señora; y que
sentada ésta en otro parage, al acabar su bayle,
está hecho un Argos, acechando el instante, en que
haya un asiento desocupado á su lado,
para ir á continuar el sitio. Yo veo esto; ¿pero por
eso me entrometeré à decir si es malo, ò bueno? Me
guardaré muy bien. Padres tiene, que lo están
viendo, como yo. Ellos sabrán si fuera mejor mitigar
algo el rigor domestico, dejandola tratar en su
presencia con hombres de buenas costumbres, y
alejarla de estos bayles, que abandonarla en ellos
al manoséo, è indecencias de una caterva de hombres,
unos no conocidos, y conocidos otros por sus malas
propriedades, guardando toda la etiqueta solo para
la casa, en que hay menos peligro. Y sobre todo, si
les parece mal, à ellos toca remediarlo. Y si bien,
¿qué me vá à mí en persuadirles lo contrario?
Presentase una señora, muger de
juicio, y de virtud, à baylar un minuet con un
caballero, que la está esperando en la palestra.
Noto, que luego que se dán las manos, esperando se
repita la primera mediacion del minuet para partir,
muda la señora de semblante, y de pálida que estaba,
se pone encendida, y casi vertiendo sangre por las
mejillas: que hace la cortesía, y se retira con
pretexto de alguna desazon. Otro de genio maligno, y
cabiloso yá sabria lo que havia de inferir de esta
novedad; pero yo, que no soy malicioso, me
contentaré con decir, que acaso el señor mio ha
errado el tiro. Estoy al lado de una señora, y de un
caballero, que sin duda han hecho juicio de que soy
sordo, ò que tengo alli otros asuntos
á que atender, y sobre esta seguridad empieza el
señor mio á darle muy sérias quejas de que ha
baylado con otro. La señora se escusa con el
bastonero. El caballero replíca. La señora dice, que
lo ha hecho por evitar nota. Esto no satisface.
Crece el enojo. Muda la señora de asiento. Siguela
el que se tiene por ofendido. Hay otros pasages, no
menos ridiculos, que graciosos. Dán mucho que hablar
à algunos, que hay desocupados en la sala. Corre la
voz. Rien todos los que hay en ella á costa de
ambos; y renace por fin la calma en aquellos dos
angustiados corazones, mediante la palabra que dá la
dama de no volver á baylar con aquel sugeto. ¿Y por
qué esto me havia de parecer mal? ¿La vida no dicen
todos que es una comedia? Pues este es
un entremés en prosa. Empiezan à alternar el
cascabél gordo, y las contradanzas. Veo quatro, ò
mas hombres, è igual numero de mugeres estarse una
hora para ensayar una contradanza. Ensayanla,
yerranla, vuelvenla á ensayar, y vuelve à suceder lo
mismo. Enfadase el director, y dice que son torpes;
pero se engaña. Casi nadie oyó su explicacion,
porque havia que atender à otras cosas de mas
importancia. Baylase por fin bien, ò mal, que eso es
indiferente. Lo esencial es, que haya una buena
pausa quando se disponen para la rueda. Alli no se
pierde tiempo. No solo à los sordos se habla por los
dedos. El paso de Alemanda es gracioso. Bien haya
el que tal inventó. Nuestros abuelos
debian venir del otro mundo à confesar que fueron
unos tontos, sin maña, ni habilidad. Ellos no
supieron jamás el modo de abrazar en público à las
mugeres sin escandalo, porque no tuvieron talento
para inventar el paso de Alemanda, ni supieron, que
esto de abrazar era una cosa inocente, y de pura
diversion, siempre que era al compás de la musica.
En las quatro caras, y rueda de hombres con mugeres
dentro, espalda con espalda, es preciso correr el
velo. Olvidaba una de las cosas mas notables, que he
visto en los bayles, que es una contradanza (à quien
la impiedad llama de los Capuchinos) con que suelen
solemnizarse, y terminarse en algunas concurrencias
los bayles del carnaval. Alli los
abrazos lisos, y llanos son sin ceremonia, ni
disfraz, porque es la strofa, ò el estrivillo, que
se repite á cada diferencia, y acompañados de algo
mas, que ni es para visto, ni dicho, ni mi pluma
encuentra expresiones decentes con que explicarlo.
Lo mismo digo de las seguidillas, que en el dia son
del mismo calibre que las contradanzas. El nombre
que se deba dár à esto, discurralo qualquiera, como
no sea de los que están tocados del contagio, siendo
actores en esta farsa.
Metatextualidade
Quando he
bosquejado los bayles caseros, no he intentado hablar de los
bayles, que suele haver en muchas casas honestas, donde los
concurrentes conocen el honor, y la virtud, y el bayle es
una mera diversion. Ni estos merecen tal censura, ni pudiera
dejar de ser mordacidad muy maligna pintarlos con tales
colores. Mi animo es hablar de varios bayles, obscuros á la
verdad, pero muy frequentes, en que realmente pasa no solo
lo que digo, sino mucho mas, que callo, por ceñirme á las
leyes severas de la decencia.