Es cosa muy notable, que haciendo V.md. tanta mencion de las
damas, para sacar al público sus tales quales defectillos, las olvide
enteramente, quando pudiera tratar de los medios de disiparlos, y
hacerlas perfectas. Esto me dà motivo de creer en V.md. mas malicia de
la que me imaginaba, y casi he estado por dejar la devocion con que miro
sus Discursos. Si se compara lo que V.md. ha dicho de los vicios, y
ridiculeces de los hombres, con lo mucho que pudiera, y debiera haver
dicho de ellos, se encuen-la amable, la piadosa,
y la mas bella mitad del Genero Humano. ¿Es esta la
imparcialidad, que debe tener un Escritor? No por cierto. Esta es una
bellaquería muy vituperable; y aunque creo adivinar el motivo de tamaña
injusticia, no me persuado que pueda servir à V.md. de justificacion.
Los hombres, que son los que toman los Discursos, ponen mala cara à
todos aquellos que tratan de sus extravagancias, y se complacen en los
que les dán armas con que hacer guerra à las damas. V.md. no quiere que
se le queden sus Pensamientos en la Librería, y vé aqui todo el
mysterio. Pero,
Siendo asi, que ha andado V.md. tan benigno con los hombres, que apenas
ha tratado sino de pedantes, ociosos, petimetres, y
malos Poetas, destina los dos Discursos LXIII. y LXIV. à hacer
vér los defectos de su educacion, y deja abierta la puerta para tratar
con mas extension esta materia, como que en la buena educacion consiste
el que haya hombres sabios, y virtuosos, que sean honor de su sexo, y de
la Nacion; y aqui entra la queja, que las demás damas, y yo tenemos. La
razon es clara. V.md., porque estima à los hombres, les desea una
educacion, que los haga perfectos: ¿pues por qué no ha-
En mi Carta citada hablé de
engreirme. Asi lo oía decir muchas veces à mi
madre; y aunque yo no entendia la significacion de la voz por entonces,
vine à conocer por los efectos, que el objeto era hacerme vana,
soberbia, y presumida. No sé yo si mi genio, naturalmente propenso à
estas pasiones, è inclinado à todo lo que era ostentacion, y lucimiento,
necesita-
Erigida yá en idolo (gracias al cuidado de mi madre, y à mi docilidad),
no solo se trató de conservar mi engreimiento, sino tambien de hacerlo
util à los designios, que sobre mí se havian formado. Yo debo à la
naturaleza una riqueza de seno tan capaz de excitar la ambicion de los
jovenes pretendientes, como la embidia de mis conocidas, y amigas; pero
un resto del pudor, que se me havia inspirado en mis primeros años, me
hacia ocultar cuidadosamente esta riqueza. ¿Quién creyera, que esta
señal de decencia, y honestidad havia de ser un manantial inagotable de
disensiones con una madre, en cuya conducta no hallaria que engreido.
hasta lo sumo, y se
jactaba de que Dios la havia dotado de gracia para criarlas, porque
sabia pintarme como una imagen, y entendia perfectamente el arte de
hacer que la cotilla oprimiese una parte del cuerpo, para que otra
estuviese holgada; pero todo esto se dirigia à que yo pareciese bien, y
fuese apetecida en tout bien & tout honneur,
como dicen nuestros vecinos. Vease si puede darse intencion mas sana, è
inocente.
El sumo cuidado de que ningun hombre, aunque fuese de la mayor confianza,
y estuviese yo en la compañia de mi Aya, entrase en mi quarto, es una de
las mejores pruebas de la rectitud del proceder de mi madre, y en esto
Alguna vez, con pretexto de divertirme, ha permitido mi madre que me
aleje de su vista por muchos dias, confiada en el zelo, y vigilancia de
ciertas parientas, à quienes me ha encomendado. Por fortuna mia estas
eran gente festiva, y dada à toda suerte de diversiones, y el sitio de
Aranjuéz, adonde me llevaron, convidaba à esparcir el animo con todos
los agrados, que tiene alli la alegre Primavera, y no menos con el
frequente, y amable trato de tantos Narcisos como acuden à gozar de su
amenidad. Alli debia V.md. haverme visto, Señor Pensador, si queria
tener una idéa del triunfo que logró Venus sobre sus competidoras. Alli
fuè donde, llegué à recoger el fruto de las
Bien puede V.md. discurrir si esta especie de vida me sería entonces
agradable. Sin embargo, puedo asegurar, que aun en el tiempo en que todo
esto sucedia, tenia mis ciertos remordimientos, y en medio de los
placeres mas vivos me asaltaba la consideracion de no ser aquellos los
verdaderos medios de hacerme estimable, ni el camino por donde havia de
encontrar una felicidad