El Pensador: Pensamiento LXXIII
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Pensamiento LXXIII
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Entre todas las pérdidas, que pueden tener los hombres,
ninguna es tan irreparable como la del tiempo. La hacienda perdida, la salud, y aun la
honra, pueden recuperarse: el tiempo pasado no bolverá jamás. ¿Quién creyera, que siendo el
tiempo una cosa tan preciosa, y la reparacion de su pérdida tan imposible, tuviesemos casi
todos tan poco cuidado de distribuirlo con economía, empleandolo de un modo digno, y util?
Sin embargo, esto es lo que generalmente sucede. El tiempo llega, y desaparece, sin
dejarnos mas utilidad, que la que saca un avaro de un pedazo de oro, à que no toca. El
discurso de nuestra vida no se puede contar por el uso que hemos hecho del
tiempo, sino por el numero de los años; como el dueño de una heredad, que no se cultiva, no
puede contar el valor de ella por los frutos que produce, sino solo por la extension del
terreno. Somos pródigos de la unica cosa en que la avaricia puede ser virtud, y procedemos
como necios, è insensatos. Si se fuese à examinar à hombres, y mugeres en orden al empléo
de su tiempo, y se les diese credito, nadie havria, que pasase su vida en la inaccion, y
todos podrian contar ocupadas las veinte y quatro horas del dia; pero que estas ocupaciones
llegasen à pesarse en el peso del juicio, y la razon: entonces se veria como el mayor
numero de gentes pasan su vida en una ociosidad laboriosa. El hombre que empléa todas sus
horas entre el paséo, el juego, y las visitas; y la señora que ocupa las suyas
en consulta con el espejo, y en continuo exercicio con el abaníco, pueden pretender que se
les cuenten estos ocios como ocupacion; pero la razon no pasará por esto, y dirá alta, y
firmemente, que es una ociosidad vergonzosa, y que la ociosidad no se evita, entregandose à
ocupaciones frivolas, y ridiculas, peores que la misma ociosidad. No es muy considerable empléo el de un hombre ocupado en aserrar una
piedra, ò un madero, ni el de otro dedicado à pasar, y repasar un ladrillo sobre otros,
para pulirlos; ¿pero Domiciano en las horas que se dedicaba à cazar moscas, el que se
aplica à hacer equilibrios, y otros, de quienes se puede decir con Luciano, que se destinan
à medir la extension del salto de una pulga, se emplean mejor? Aquellos se han reducido, ò
los ha reducido la necesidad à una esfera, en que les es propria aquella ocpacion, y con
ella sirven al público, y adquieren su subsistencia: estos, ni sirven al público, ni à sí
mismos; y al paso que guardan con afán el dinero que adquieren, pierden gustosos un tiempo
mas precioso que todos los thesoros.
y yo no sé cómo otros Legisladores, que previendo los funestos efectos de la
disipacion de la hacienda, prescribieron reglas para impedirla, olvidaron las concernientes
à atajar la disipacion del tiempo, que en mi concepto es mas nociva.
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“Hay ciertas criaturas (dice un Autor) llamadas hombres, y dotadas de una alma
espiritual, que emplean toda su atencion, y casi todo el tiempo de su vida en aserrar
marmol: ocupacion harto pequeña, y miserable para unos entes dotados de razon; pero hay
otras entre estas mismas criaturas, que se admiran de vér à aquellas empleadas tan
bajamente, siendo ellas del todo inutiles. Aquellas hacen poco, y estas hacen
menos.”
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Ciceron dice, que los hombres, que no se ocupan en alguna
cosa considerable, no merecen ser contados entre los vivientes;
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y entre las leyes, que Solón tomó de los Egypcios, y dió à
los Athenienses, havia una, que no solo obligaba à todos, sin excepcion de persona, y con
pena de muerte, à dár cuenta de su ocupacion, sino que daba tambien facultad à qualquier
persona para acusar juridicamente à los que empleaban mal el tiempo. Esto debió engendrar
en los Athenienses la loable costumbre de emplear utilmente su tiempo;
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Todo esto me hacia desear, que los hombres se dedicasen à tener
un diario exacto de sus acciones, para que en él viesen cómo el tiempo sé les huía de
entre las manos. Procuré persuadir à varias personas de ambos sexos à hacer este ensayo, y
algunas me havian ofrecido practicarlo; pero haviendo pasado mucho tiempo, no esperaba yá
vér cumplida su promesa, quando cierto sugeto, empleado en una Oficina, me embió un diario
de su vida. Es largo, y solo copiaré aqui una semana.
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“Domingo 11. de Enero. Me levanté á las nueve. Viento Norte.
De nueve à nueve y media tomé chocolate, y me lavé. Me estuve à la copa hasta las diez,
que vino el Peluquero. Dice, que la viudita de la calle de Alcalá vá viento en popa con su
galantéo. Salí de casa à las once. No se ha mentido de provecho en la Puerta
del Sol. Esta tarde se representa: El Montañés en la Corte, y Tambien hay duelo en las
Damas. Hice quatro visitas. No sé qué diantres tiene hoy Doña Agustina, que me ha puesto
mala cara; pero ello se pasará. En la calle del Relox me han dicho, que no estaba en casa
la señora: será mentira, porque el coche del cortejo estaba en la callejuela. Misa en el
Buen Suceso à las dos. No estuvo cierta persona, y me temo, que no ván bien los negocios
del Marquès. Comí à las dos y media. La comida estaba fria, y salada. Desde que la
cocinera tiene cortejo, no hace cosa de provecho. Será preciso despedirla. Fuí à vér la
Comedia del Montañés. Muy tonto es Don Lain, muy pesado, y sin gracia. Tertulia à las
siete. Han venido abanicos de Biombo, que son de nueva moda.Ván muy caros.
Luego que el Mercader haya bajado la colera, compraré uno para Doña Agustina. Entretanto
diré que no se encuentran. Vine à casa à las once. Mientras se disponia la cena, leí un
poco en la Garduña de Sevilla. Autores como el de esta Obra necesitamos en España, y no
los de esta era, que ni enseñan, ni divierten. Cena à las once y media. Ván à dár las
doce, y me voy à acostar. Lunes 12. Me levanté à las ocho y media. He dormido bien. Sigue
el viento Norte. Tomé chocolate. Me lavé las manos; pero no el rostro, porque el agua
estaba muy fria. A las nueve ha venido el Peluquero. No ha trahido noticias. Dia de barba,
y el Barbero no ha parecido: mañana llevará su reprimenda. A las diez entré
en la Oficina. Vieja moda, de los Ayrones renovada. Escribí una carta para el Parte, y me
corté las uñas. Salimos à la una. Visita ordinaria. Vine à casa à la una y media. No es
vida esta para llegar à viejo. Dominguillo no tarda yá tanto en los recados. A las dos me
puse à comer. El vino se ha torcido. Siesta hasta las tres. De tres à quatro y media he
dado una buelta al paséo del Pardo. El ayre se ha puesto al Nordest. El cochero del
Marqués de S. * estaba borracho. Bolví à casa à las cinco à mudarme zapatos, y tomar la
capa. Tertulia à las siete. Estos dias estoy desgraciado en el juego. Cinco veces me
sacaron el caballo de copas en ultima. Se ha tratado de las virtudes del chocolate, y de
los helados. Trevejo, el perrito de Doña Teresa, está malo. No vino Don Jayme,
y hemos carecido de noticias. Me retiré à las once. La cena estaba quemada, y he reñido
mucho. Ahora son las once y media. Me voy à la cama, y leeré hasta que me venza el sueño.
Nota. No he podido averiguar de qué vive el vecino del num. 10. Esta averiguacion queda
para mañana. Martes 13. Me levantè à las ocho. He dormido muy mal. De ocho à nueve me
limpié la dentadura, tomé chocolate, y me peyné. La novia no está muy contenta, segun me
ha dicho el Peluquero. Reñí al Barbero por su descuido de ayer. Hice pegar un boton de la
casaca. De nueve à diez conversacion con la vecina del quarto principal. A las diez y
media entré en la Oficina. La Gaceta no trahe cosa particular. Muchos dias há que no se habla del Principe Heraclio, y estoy con cuidado. Discurso de Don Gregorio
sobre el estado actual de Polonia. He tajado las plumas. De una à dos y media visita
ordinaria. Disputa con Doña Agustina sobre el color de aurora. Comí à las tres. La comida
desabrida, y ha olvidado echar tocino en la olla la cocinera. La he despedido. A las tres
y media à tomar el Sol à Palacio nuevo. De quatro y media à seis jugué los trucos. De seis
à siete tres visitas. Peste hay de cortejos. A las siete à la tertulia. El nuevo Gran
Visir durará poco, segun parecer de D. Jayme. Question sobre si la Sultana valída es de
Circasia, ò de Georgia. A las once à casa. Tomé chocolate. Leí una jornada de el Asombro
de Turquía. ¡Qué de disparates! Dí cuerda à mi relox, y me quedé dormido.
Miercoles 14. Viento Ouest. Lo ordinario hasta las diez dadas, que entré en la Oficina.
Poca conversacion. Escribé una carta, y salí à la una rebentado. Visita de obligacion. Mi
cortejo me alabó mucho ciertos cortes de bata de ultima moda. Hiceme sordo. Retiréme à la
una y media. Un hombre alto con vestido de color de pasa me preguntó en el camino, si
havian venido besugos. Comí à las dos. Hice una siesta bastante larga al brasero. No salí
en toda la tarde, esperando la lluvia, que anunciaban el Almanak, y el Prognostico. No
llovió, y perdí una muy buena tarde. Nota. Que no he de creer mas en Prognosticos, ni
Almanakes. Tertulia de ocho à once. Cena à las once y media. Mi criado estaba medio
dormido, y rompió dos vasos, y la botella. Me acosté à las doce dadas. Jueves
15. Levantéme à la hora de ayer. Lo ordinario de chocolate, barba, y peynado. No ha havido
Oficina. De diez à once estuve al balcon con la bata nueva. Dos mugeres de la callejuela
de enfrente me parecen muy sospechosas. De once à doce oí disputar à varios criticos en la
Librería de Orcél. El caballero R. *** está impaciente porque llegue el tiempo de los
guisantes. A las doce fuí à vér à mi cortejo. Me hizo quedar à comer. Hablóme ampliamente
de batas, y yo le referí varias particularidades de los Viages de Fernan Mendez Pinto. De
tres à quatro y media al Retiro à tomar el Sol, y vér los Leones. Perdí una piedra de las
hevillas. De cinco à siete visitas. Mucha ociosidad hay en Madrid. De siete à
once tertulia. He dado dos rebesinos. A las once y media à la cama. Viernes 16. Me levanté
à las ocho. Lo ordinario de chocolate, y peynado. Mi Peluquero dice, que ha de haver
grandes novedades. Temo que mienta tanto como el Pronostico. Vestíme. Camisola mal
planchada. De diez à una Oficina. Visita de una à dos. Compré una bola de jabon en casa de
Geniani. Los estrangeros nos llevan el dinero con frioleras. Los chicos del quarto
principal no me han dejado dormir la siesta. A las tres al paseo del Pardo. Encontré à D.
Luis, y hablamos mucho de Constantinopla. Villar hasta las siete. De siete à once
tertulia. Mi relox se ha parado. Desde la tertulia à casa he perdido la bolsa del pelo.
Cena à las once y media, y de alli à la cama. Sabado 17. Me levanté à las
ocho. Viento Nord ouest. Chocolate, barba, y peynado, lo comun. Pienso mudar de Barbero,
porque no me trahe noticias. He recibido cocinera. De diez à una Oficina. He doblado papel
para quando tenga que escribir. Se cree, que el Gran Señor embiará un dia de estos el
cordon al Gran Visir. Disertacion de Don Domingo sobre los intereses de la Rusia. He
cobrado mi mesada. Visita ordinaria. Comí à las dos. Mi nueva cocinera ha hecho su fregado
al son de unas malditas seguidillas, que no me han dejado dormir. Es menester poner
remedio. Nota. Yá está averiguado lo perteneciente al vecino del num. 10, que me tenia
inquieto. De tres à quatro à Palacio nuevo. A las quatro à la extraccion de la
Lotería. No me ha caído nada. Visitas hasta las siete. Doña Juana se ha echado un nuevo
mueble: temo que no le dure. De siete à once tertulia. Se ha murmurado medianamente. Me he
mojado bien al retirarme. He cenado en la cama, y voy à dormir.”
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Dejo à mis Lectores el juicio que debe hacerse de este
diario. Si vinieren otros, diré mi parecer.