No puede ser el guardar una muger: su Autor Don Agustin Moreto. El titulo está diciendo la ninguna utilidad, que puede esperarse de la fabula. Yá se quisiese hacer vér en las mugeres una astucia refinada, una destreza, y sagacidad capaces de burlar los ojos mas vigilantes; ò yá se pretendiese, que los padres, maridos, ò hermanos, instruídos de la ineficacia de su atencion, las dejasen obrar à su arbitrio, ambos objetos serían inutiles. Aquel supondria en las mugeres un caracter tenáz, y fecundo
Don Felix de Toledo, y Tarugo, su criado, que es el bufon, y aun el heroe de la pieza, abren la scena con un pesado, y frio dialogo. Don Felix, que es Poeta, vá à la Academia de Poesía, que tiene Doña Ana Pacheco en su casa; y Tarugo procura persuadirle, que el exercicio de este arte, y la pobreza son inseparables. El tal gracioso tiene sus rasgos de erudicion.
siempre trocaron los frenos,
y no hallarás versos buenos
hechos con bugías de plata.
Con candil sí que es civil
la musa para la vena:
solo la poesía es buena
hecha à moco de candil.
D. Fel. ¡Qué locura!
Tarug. A los pasados
mira, y verás el efecto:
¿por el candil de Epitecto
no dieron tres mil ducados?
D. Fel. Ese es Filosofo. Tarug. Cesa:
pues toda la Poesía,
qué es sino Filosofia?
Don Felix sigue contrario dictamen, y lo apoya con egemplos de varios Poetas ricos, entre los quales hace mencion de Homero, (sin embargo de que éste fué siempre muy pobre) Virgilio, el Petrarca,
En la segunda scena se hace la abertura de la Academia, à que dá principio la musica; y en la tercera leen los Academicos los asuntos, que han trabajado. Alberto define en un soneto al amor: Don Diego de Roxas glosa un verso: Don Pedro Pacheco pinta en una octava la furia de un Leon acometiendo: Don Felix define la dicha, y la desdicha; y Doña Ana propone este enigma:
natural, que siempre ardiendo,
cubierta de tierra, exhala
por la tierra el humo denso.
Y la glosa dice asi:
. . . . .
otro fuego le encendió,
que arde tambien como yo,
y à un tiempo ardemos asi.
El humo, que exhala el fuego,
conviene à mi perfeccion,
y el cubrirme, es por razon
de que no le exhale luego.
Mientras que no me consumo,
quando mas tierra me dás,
mas me abrigas, y ardo mas,
con que he de arrojar mas humo.
No dejando yo de arder,
salir en vapor presumo:
decid quién soy yo, y el humo,
que guardar no puede ser.
Don Felix es el unico, que acierta à descifrar el enigma, diciendo, que aquel fuego encendido es la muger enamorada: el humo, que exhala, su honor: la tierra con que lo cubren, las guardas que éste tiene, las quales encienden mas
y despues de defendido
afuera con el acero,
lo probará la experiencia
con la razon aqui dentro.
Doña Ana, que desea sacar del referido error à su esposo futuro, lo da à entender à Don Felix, à quien dice:
y para desengañarle
de tan loco pensamiento,
su hermana es rica, y hermosa,
si vos: : : : :
Doña Ana debe suponer, que esta insinuacion no se hace à un simple, ni à un sordo, y no se engaña, porque Don Felix cae immediatamente en la tentacion, y declara no solo que conoce à esta dama, sino tambien, que no la tiene por muy austéra, como se infiere de los versos siguientes:
aunque nunca la he servido,
la he dicho algunos requiebros,
y no muy mal escuchados.
Yà se vé, que la ocasion es muy fuerte, y oportuna para que un hombre, que se supone de honor, pierda la de hablar con el debido decoro de una dama, y mas ha-
una torre, una Ciudad,
cerrada del alto muro
de mi altivéz principal;
pues aunque es cierto, que la verdadera significacion de la altivéz principal no se halla en Diccionario alguno, debe entenderse, para que diga algo, por la virtud, honestidad, y pundonor, que debe acompañar à todas las mugeres, y con particularidad à las principales. Con
Don Pedro, necio, desconfiado, y pagado de su suficiencia en punto de guardar mugeres: Doña Ana astuta, y acaso interesada en no sujetarse à un marido demasiado vigilante; y Don Felix resvaladizo en materia de amor, y metido à civilizador de aquel hermano, anuncian todo el interés, y objeto de la Comedia, que viene à tener principio en la septima scena, quando yá el Poeta ha empleado inutilmente mas de setecientos versos, en lugar de quince, ò veinte que huvieran bastado, y hecho mejor efecto, si suponiendo, aquellos caractéres, y dando de ellos
Hecho yá el ánimo à burlar à Don Pedro, aunque à costa de su hermana (y tanto, que diciendo Don Felix à Doña Ana, que lo que havia emprendido por tema, es taba
ese mal: no sea, por Dios,
que os hagais la burla à vos,
queriendo hacersela à èl.)
tomada, digo, esta resolucion, solo
D. Fel. Tarugo, aqui está empeñado todo el valor de tu ingenio.
¿No conoces à la hermana. . . . .
Tarug. ¿Quál?
D. Fel. De Don Pedro Pacheco?
¿Te atreves à introducir
de mi parte un galantéo
con ella?
Tar. Corrido estoy.
D. Fel. ¿De qué?
Tar. De que digas eso.
¿Con un hombre de mi sangre
pone aqui duda tu pecho
de que yo sea alcahuete?
¿Pues de qué sirve mi aliento?
¿Eso de mí ha de dudarse?
No solo haré, vive el Cielo,
con ella la introduccion;
mas con el mismo Don Pedro.
En la septima scena viene D. Pedro hecho una furia à poner centinelas de vista en todas la
Inés. ¿Eres criado de D. Felix?
Tar. En este caso algo mas.
Inés. ¿Amigo? Tar. Más un poquito.
Inés. ¿Deudo? Tar. Otro poquito mas.
Inés. ¿Pues qué eres? Tar. Su tercero.
Inés. ¿Qué decís? Tar. ¿Te pesará?
Inés. No, que antes me has hecho gusto.
Tar. ¿Y lo estimas? Inés. Claro está.
Tar. Tragóse todo el anzuelo, iré alargando el sedál.
Inés. Vete, pues. Tar. ¿Y qué me dices?
Inés. ¿No vá mi retrato allá?
Tar. Y acá queda el suyo. Inés. ¿Pues qué mas quieres? Tar. Algo mas.
In. Buelve à verme. Tar Eso, mañana.
Inés. Bien recibido serás.
Tar. ¿Qué decís? In. Que eso aseguro.
Tar. ¿Con memoria? In. Y voluntad.
Tar. Pues con esto, à Dios, señora.
Inés. Hasta mañana no mas.
Tar. Miren, los que vén aquesto,
si es bien grande necedad
el guardar una muger,
que no se quiere guardar.
¡Qué de absurdos, impropriedades, è indecencias, amigo Pensador! Y lo peor es, que casi no hemos empezado aún. Veré si en el siguiente Discurso puedo acabar el extracto, aunque me parece muy dificil, sin embargo de dejar innumerables cosas dignas de censura. ¡Que puedan tales desatinos hallar lugar en el cerebro de un hombre! ¡Que se sufra esto en el Theatro!