El Pensador: Pensamiento LXI

Permalink: https://gams.uni-graz.at/o:mws-109-738

Ebene 1

Pensamiento LXI

Ebene 2

Si el hombre, que aspira à la felicidad de esta vida, debe ser benéfico en calidad de hombre para con sus semejantes, con quienes tiene la íntima relacion de la naturaleza, y la igualdad; tambien debe serlo, y no con menores motivos, en calidad de Ciudadano, con la sociedad, ò el Estado, de que es miembro, el qual lo sustenta, vela incesantemente para su seguridad, le conserva sus derechos, y provee quanto corresponde à su bien por medio de leyes prudentes, y de una ilustrada policía. La propria conveniencia, la gratitud, y aun la gloria humana deben inspirar à todo hombre estos sentimientos. Veamos ahora en qué se fundan.

Ebene 3

Quien dice sociedad, ò Estado, dice un establecimiento civil, formado por multitud de hombres, que viven bajo de unas mismas leyes, y están unidos entre sí con reciprocas obligaciones, è intereses. Por consiguiente, para que huviese Estado fué preciso, que una porcion de hombres se conviniese, no solo à vivir en sociedad, sino à establecerse con un méthodo tan particular, que la conservacion de los unos dependiese de la conservacion de los otros, para que asi tuviesen todos necesidad de socorrerse mutuamente, y pudiesen, unidas sus fuerzas, y socorros, rechazar juntos los insultos, de que cada individuo no huviera podido defenderse por sí solo, y trabajar con mas facilidad, y eficacia à beneficio del comun; y no teniendo este establecimiento por objeto el bien de uno, ò muchos particulares limitadamente, sino el de todo el cuerpo, no debieron hallar violencia los hombres en concurrir à un plan, en que la ventaja del comun era inseparable de su particular conveniencia. En efecto, ¿qué havria sido jamás una multitud de hombres, en que no huviera reynado esta harmonía, esta mutua necesidad, y facilidad de buscar, y hallar socorros? Un hombre, por valeroso, y astuto que sea, es solo un hombre; y si atacado por sus enemigos, mirasen con diferencia la injuria sus vecinos, contento cada uno con no ser el oprimido, es evidente, que muchos millones de hombres en esta situacion, huvieran sido presa de tres, ò quatro, que se huviesen unido para oprimirlos. Vé aqui un efecto del establecimiento de la sociedad, que es poderse defender unidos los mismos, que separadamente no huvieran podido conseguirlo; y vé aqui tambien una de las sólidas conveniencias, que resultan de concurrir cada uno por su parte al bien del Estado. Suele decirse de algunos hombres, por oprobrio, que solo son buenos para sí mismos. Yo quisiera que se corrigiese la expresion, y se dixese, que estos tales, ni aun para sí mismos son buenos. No conoce sus intereses, ni es bueno para sí el que no lo es para otros; y quien no es util à sus semejantes, no debe contar sobre beneficio alguno de la parte de éstos. Yo necesito de Pedro, y él necesita de mí: ¿qué debo hacer? ¿No será justo que reciprocamente nos socorramos? Yo debo ayudarle, socorrerle, y sufrirle del mismo modo, que deseo que él me sufra, ayude, y socorra: en una palabra, ser par él lo que quiero que él sea para mí. Nada parece mas justo que este modo de proceder; y sin embargo, casi no podemos acomodarnos à esta regla de equidad, sobre que están fundadas todas las sociedades; porque nos figuramos, que se dirige à despojarnos de nuestros derechos, y libertad. Asi, quisieramos recibir siempre, y no dár jamás. Nos disgusta la retribucion, y no acertamos à concebir, que trabajamos para nosotros mismos, quando nuestras labores tienen por objeto inmediato la agena utilidad. Supongamos, que todos los hombres llegasen à pensar de este modo. ¡Qué situacion tan triste sería la nuestra! Nada seriamos entonces para nuestros proximos, asi como ellos nada serían para nosotros. Nuestra libertad no veria cosa alguna, que la limitase; pero esta misma independencia haria nuestra vida amarga, è infeliz. Subsistirian siempre nuestras necesidades, y se nos añadiria el desconsuelo de no poder esperar de parte alguna el socorro. Un demasiado apego à nuestros proprios intereses, falsos, y mal entendidos, nos haria mirar con indiferencia las necesidades agenas; y esta indiferencia sería el colmo de nuestra infelicidad. Los demás seguirian nuestro exemplo: nos medirian por la misma vara con que los midiesemos; y nos negarian los socorros, que les negasemos. No nos dejemos, pues, engañar con vanas ilusiones. No olvidemos, que ni hemos nacido para nosotros solos, ni los demás han nacido para nosotros unicamente: que ligados por las mutuas necesidades, de que siempre estamos sitiados, debe ser comun el cuidado de socorrerlas: que nadie debe dispensarse de concurrir à estos dignos oficios de la sociedad, sin renunciar al mismo tiempo el derecho de partir con ella sus ventajas. En una palabra, que nadie debe dejar de ser benéfico con el estado de que es miembro, si quiere tener un lugar en el numero de los hombres. Quizá algunos imaginarán muy gravosa esta obligacion; y lo sería sin duda alguna, si cada miembro huviese de cargar sobre sí el peso enorme de todas las necesidades del Estado; pero este afán está repartido con muy discreta economía. Ningun individuo pudiera encargarse de todo, ni tampoco se le pide. Lo que se exige de cada hombre es, que contribuya por su parte al bien general de la sociedad, siendo benéfico con ella, segun sus fuerzas, su talento, su industria, y segun el puesto, que ocupa, y los bienes, que posee. El padre debe trabajar para los hijos, y éstos para el padre: el amo debe cuidar del criado, y el criado del amo: los Ciudadanos de los que tambien lo son; y cada individuo de su proximo: esto es, de aquel à quien las circunstancias de la vida le ponen en ocasion, ò necesidad de proteger.

Ebene 4

“Este Universo, en que se incluyen los hombres, y los Dioses (dice Seneca, hablando de nuestras obligaciones para con la sociedad) es un todo. Nosotros somos miembros de un mismo cuerpo, y la naturaleza, que nos dió un mismo principio, y nos señaló un mismo fin, nos unió con los vinculos del parentesco, imprimió en nosotros un amor reciproco, y nos hizo à proposito para la sociedad . . . . . Entendamos, pues, que si subsistimos en el mundo, es con destino à trabajar en benficio del Público; y que la sociedad humana, semejante à una bobeda, se arruinaria, si las piedras, que la componen, no se sostuviesen mutuamente.”
Y Ciceron, tratando la misma materia, se explica de este modo:

Ebene 4

“Pues que el hombre no nace para sí solo, por pertenecer su nacimiento à la patria, y à los hombres con quienes vive; y que, asi como quanto produce la naturaleza está destinado al uso del hombre, asi el hombre mismo lo está para ser util à sus semejantes: conformemonos exactamente con esta intencion de la naturaleza: estemos siempre dispuestos à hacer todo el bien, que dependa de nosotros: contribuyamos al Público con todas las ventajas, que estén en nuestro arbitrio; y empleemos toda nuestra atencion, nuestras fuerzas, y nuestra industria en servir à la sociedad, y ser beneficos con los hombres.”
Solo de este modo pueden permanecer los Estados, y lograr los hombres una vida tranquila, y agradable; y solo asi pueden éstos desempeñar la natural, y util obligacion de ser benéficos con el Estado; no derramando los bienes por mero capricho sobre sugetos que no los merecen, ò no los necesitan, sino distribuyendolos con proporcion, con equidad, y economía, y llevando por delante el espiritu de justicia, que debe guiar nuestras acciones, para que nos sean utiles à nosotros mismos, y produzcan en parte el bien de la sociedad, que es el bien de los individuos. A este motivo de propria conveniencia pueden, y deben añadirse otros mas nobles, y dignos de un buen corazon. ¿Quién puede desentenderse de los beneficios, que continuamente recibe de la sociedad, à quien debe la paz, la tranquilidad, y la seguridad con que vive? Y si debemos ser benéficos con qualquiera, que necesita nuestra aisistencia, ò socorro, ¿con quánta mas razon con el Estado, que, à mas de necesitar de nuestros auxilios, se nos anticipa à merecerlos? El nos recibe, y abriga en su seno, aun antes que nosotros podamos conocer, y menos recompensar sus favores: nos cuida, nos protege, nos alimenta, y nos enseña. ¿Qué señales de gratitud no debieramos à qualquiera que hiciese un beneficio à nuestros padres? ¿Y quién hace esto con tanta excelencia como la sociedad? Para nuestros padres, nuestros hermanos, aliados, y amigos, para todos es madre oficiosa, y benéfica, y en ella hallamos amparo, proteccion, socorros, y desvelos. Miserable corazon, el que necesite estímulos para ser reconocido à tanto beneficio.

Metatextualität

Tambien pudiera, como objeto capáz de excitar la beneficencia de los hombres, añadirse à lo referido la gloria, y fama, que éstos adquieren, sirviendo al Estado; y las historias de todas las Naciones nos darian muchos exemplos; pero reservo esta parte de mi asunto para tratarla en otra ocasion.
Ojalá que el organo del Pensador fuese bastante eficáz para inspirar à los hombres humanidad para con sus semejantes, y con el Estado. ¡Qué paz, y harmonía tan agradables reynarían en el mundo, y qué dulzura, y sociedad en las sociedades! El Pensador conoce su insuficiencia para empresa tan grande. Puedan obtener sus votos lo que no merecen lograr sus reflexiones. Puedan nuestros corazones estár penetrados, à lo menos de aquella caridad, que fundandose sobre las relaciones, que nos unen al resto de los hombres, nos excita à hacer por ellos lo que quisieramos que hicieran ellos por nosotros. Seamoss fieles, y generosos en este comercio, y nuestras manos, demasiado abiertas para recibir, no estén jamás cerradas para la retribucion. Contribuyamos todos, cada uno segun su esfera, y seamos utiles, estableciendo en nosotros mismos la disciplina, el orden, y el espiritu de justicia. Nunca sea gravosa nuestra existencia. Tal vez la muerte de un hombre se mira como una calamidad pública; ¿pero de què hombres? ¿Es acaso de aquellos, que apenas sirven de hacer numero en el Estado? ¿De aquellos, que tranquílos en medio de las posesiones, que heredaron, miran con ojos indiferentes los bienes, y los males de los demás hombres, y ponen su felicidad en el ocio, y la indolencia? No por cierto. La memoria de estos perece con sus ultimos alientos, y la sociedad no puede hacer memoria de ellos sin rubor. Esto solo sucede con los hombres, que han sido utiles al Estado: con los varones fuertes, que lo defienden: con aquellos à quienes ha colmado de bendiciones el Labrador, quando à la sombra de sus armas, y fiado en su desvelo, recoge el fruto de sus taréas: con aquellos Jueces incorruptibles, cuyas puertas hallaron siempre cerradas la parcialidad, y el interés; y que colocados entre el tumulto de los negocios, supieron perseguir al vicio con la espada de la justicia, y cubrir la inocencia con el escudo de las leyes. En una palabra, con los que se han esmerado en ser utiles, y benéficos al Estado, y à los hombres.