El Argonauta Español: Número 24
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N. 24
Zitat/Motto
Ridiculum acri dulcius.
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XXVII.
Navegacion.
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Una de las cosas en que mas se
manifiesta la travesura y valor del hombre es en la
Navegacion. Mirada superficialmente parece un objeto poco
digno de consideracion; pero si se para un tanto la
atencion, se halla ser un prodigioso portento mágico. En los
primeros tiempos se hacía esta sin dexar jamás las costas; y
se consideraban perdidos los que se miraban apartados de su
vista. Descubrióse la inclinasion del Iman; y no bien fué
conocida su utilidad, quando embiste el hombre los mares mas
procelosos, y no le detienen los mayores peligros. A medida
que se vá perfeccionando el arte de navegar se vén miradas
con desprecio las violentas agitaciones del mar, los
espantosos vientos, las navegaciones por climas incognitos,
y por último, los que antes no se atrevían à pasar mas allá
del monte Atlas, se vén en el día percurrir los mares sin
que les contengan los decantados calores de la línea, ni los
bastantemente ponderados frios de los Polos. Por la
intrepidez del corazon humano se abrieron con la navegacion
las puertas del Oriente y Occidente, y al fin por ella nos
vienen las riquezas de ambos continentes. Apenas los
Portugueses descubrieron el Astrolabio, que antes no servía
sino para conocer el movimiento de los Planetas, ò mejor
apenas aquellos aplicaron dicho
instrumento para el uso de la navegacion, quando
emprendieron las mas largas y penosas navegaciones. En
tiempo del Rey D. Alfonso V. pasaron por el cabo Roder;
corrieron las costas de la Guinéa en tiempo de Juan II. y
llegaron hasta la embocadura del Rio Zaire, descubrieron los
Reynos del Congo y de Dangola, y doscientas leguas mas allá
del mencionado Rio. Bartolomé Diaz pasó el Cabo de Buena
Esperanza, Vazquez de Gama descubrió las costas de Zanegal,
y Melinde de allí se arrojó á la costa de Malabár y costa de
Coromandel. Diego Lopez Sequeira halló la isla de Sumatra,
Antonio Brist, las Molucas, otros descubrieron el Japon,
&c. El arrestado Colon descubrió el Occidente, Juan
Diaz Solís la costa del Brasil, Juan Verazar, la costa de la
Florida, Francisco Pizarro dió con la costa del Perú, Jayme
Quartier con la de Canadá; y asi ha sido descubierto lo
restante de América, de modo que por la navegacion se ha
hecho todo un continente. Por su medio ha corrido la
Religion todos los clímas, y el Comercio ha entrado en todas
las Naciones de la tierra. Además de habernos proporcionado
todos los menesteres de la vida, nos franquéa los del luxo.
Las raices, telas, las mas brillantes piedras, y las perlas
de mas oriente circulan por todo el universo. ¿Qué multitud
de conocimientos nuevos, creidos tal vez por imposibles, no
nos proporciona la mágica Arte de Navegar? La Geografía está
ya por su medio en un punto que dexa poco que desear. La
Historia se halla maravillosamente iluminada; las Artes y
Cíencias han tomado un ascendiente inacesible: en una
palabra, todo el globo ha mejorado en un mil por ciento
desde que se navega. La Historia Natural, ¿qué de bellezas
no contiene, las mas singulares y admirables de la
naturaleza? La Medicína, ¿qué de drogas las mas útiles à la
salud humana? Por último, cuanto exîge el Arte, y piden las
Ciencias puede decirse que se facilita por medio de la sin
igual Navegacion. Mucho llama la admiracion quanto se viene
de leer; pero es aun mas admirable al considerar que con
unos medios los mas sencillos se logra tan admirable
operacion. Puede decirse que solo con un dato
no del todo positivo é infalíble ha conseguido el hombre, y
alcanza vencer todos los imposibles de la navegacion. No es
paradoxa, es una verdad que no se atreverá à negar nadie,
que solo con la latitud se han hecho tan largos y
arriesgados viages. ¡O admirable Providencia! Parece que en
todas las artes superabundan los principios, los axîomas, y
que solo en esta ha de ser todo contingente, todo deducido
de meras congeturas. Solo este conocimiento declara por mas
que admirable la Navegacion. Bien pude sin rebozo llamarse
arte mágica. ¿Quantos premios no se han ofrecido para el que
hallase la longitud? ¿Quánto no se ha trabajado? Se consigue
ya una aproxîmacion en fuerza de los calculos, mas no
llegamos à la realidad. Los reloxes podían habernos
libertado de muchas dudas; mas si bien han facilitado mucho,
con todo falta la última perfeccion. ¿Pero para qué serán
estas fatigas, quando sin ellas se ha dado tantas veces la
vuelta al mundo? Es cierto que no parece un objeto de
necesidad en vista de lo que se ha hecho; mas no obstante,
sería otra la satisfaccion de los navegantes; serían mucho
menores los cuidados si se hallase como en tierra, por los
satélites de Jupiter, Luna y demás medios. Si se pudiese
usar de los instrumentos en la mar como en tierra, veriamos
mas seguridades, mas no ventaja en el número de
expediciones. Son tantas sin embargo las Ciencias que tienen
conexîon con el Arte de la Navegacion, que creo sean bien
pocas à las que no tribute ella atencion. No se ciñe esta
solo à los navegantes destinados al comercio. Estos sí que
parece que con poca doctrina y alguna práctica ya poseen lo
necesario para el fin. Pero los navegantes Militares
necesitan indispensable de casi todas las Ciencias y Artes.
Son tantos los ramos que debe atender, que ni el Derecho se
exîme de la necesidad de su conocimiento. ¿Qué diremos de
las Matemáticas? Sin ellas ni un paso podrá dar en su
obligacion el navegante Militar. Todo se reduce à calculos,
y no los mas triviales, sino los mas sublimes. Desde la
Arquitectura naval, hasta la tactica, ¿qué dia, ni qué cosa
podrá ofrecerse que no clame por la mas sublime Matemática?
Todos los momentos se presentan ocasiones en que ocurrir à la Física; el templar las velas, y demás
adyacentes, ¿qué otra cosa es que poner en práctica la
doctrina de las palancas, la Maquinária è Hidrostática? Si
se trata de tormentaria, ¿qué multitud de conocimientos no
píde mas que la terrestre? Dexe eso, Señor Argonauta, tanto
vendrá à decir, que quitará la gana à los hombres de que
entren en la milicia marítima. No, no sea Vm. tan estrecho,
malo sería Vm. para moralista. Desde luego creiamos que Vm.
suprimiera alguna de tantas atenciones como en el dia
tienen; y muy al contrario las quiere aumentar. No siga mas,
por su vida, y dexe las cosas como se están . . . . . No
piensa el Argonauta predicar de necesidad absoluta tantos
conocimientos, sí es su ánimo hacer vér, que si dixo el
Viejo de Coo de la Medicina que era un arte largo, y que la
vida era breve, él cree tambien lo es el Arte de la
Navegacion, para por este medio excitar à la Juventud
Española navegante à que se apliqué sin cesar. Todos conocen
muy bien quan dolorosa sea una pérdida, un naufragio, y que
à veces puede atraer la ruina de una Nacion; pues mucho mas
sensible será si resulta de un descuido, de un golpe de
ignorancia, de un efecto del poco cuidado. La menor
circunstancia no debe ser despreciada en la mar. A veces
está la vida de un vaxel ó de toda una esquadra en la
diferencia ó yerro de un minuto: luego exîge esta Arte de
toda la aplicacion del que la profesa. Por el propio hecho
de ser los mas de los datos contingentes debe siempre reynar
una prudente desconfianza. Y si muchos datos convinados
ofrecen practicamente alguna seguridad, será delinqüente el
que omita el mas pequeño. La mas exâcta atencion en las
observaciones, su repeticion produce los mas bellos efectos.
Asi los navegantes zelosos, no contentos con tomar solo la
latitud, freqüentan siempre que es posible el buscar la
longitud, ya por las distancias del Sol à la Luna, ya de
esta à una Estrella, ò a otro Planeta. Por este medio ha
visto el Argonauta executado un error de mas de cien leguas.
Si bien es verdad que antes se ha corrido el mundo todo con
una práctica simple, no por eso deben de despreciar los
nuevos medios que se van descubriendo, y este es el medio
para que progrese mas, segun se desea.
XXVIII.
Oratoria.Metatextualität
Los mas de los Lectores entenderán
que el Argonauta vá à hablar solo de los Predicadores;
porque tenemos la desgracia de que en España no se mire esta
como uno de los ornamentos de la Nacion. Hay entre los
Escritores Españoles algunos que no ceden à los mas
decantados, y conoce el Argonauta Sugeto de mérito que no
nombra por lastimar su modestia, que habla generalmente con
la que se puede llamar sublime. El Bachiller quiere antes
dar algunas ideas sobre lo que ha sido esta, y luego dirá lo
que piensa de la del siglo presente, llamado ilustrado.
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Tres clases de oradores se conocen
en el mundo literato: el sublime, el mediocre, y el
sencillo. Son bien raros los que llegan al sublime; pero
estos tienen la desgracia entre nosotros, ò de no conocerse,
ò de ser conocidos de muy pocos. Creo que no se hallará
idioma que mas facilmente pueda elevar à este superior grado
que el castellano; pero no puedo comprehender la causa de
ser tan escasos los Oradores Castellanos. Para pensarlo le
favorece aquella expresion de Ganganeli citada en el N. 11.
De que el alma gustaba oir à un Español. El mediocre es el
de los Ingleses, y desde luego es propio de su constitucion,
pues Sugetos de pocos principios profieren discursos que
complacen á todo el que los lee. El sencillo es natural à
los Franceses, como puede haber observado el que haya leido
ú oido sus discursos.
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Señor
Argonauta, ¿sabe Vm. lo que acaba de decir? Crea Vm. que
mientras no lo pruebe nadie le ha de dar crédito: este
sí que es un pensamiento nuevo que nadie lo ha pensado
ni puede pensarlo el mismo Barrabás. ¿Para los Españoles
vá à dexar el sublime? ¡Qué error! ¡Qué disparate! El
Bachiller no piensa detener ahora en dar pruebas; lo
tiene bien meditado, y basta por ahora la expresion de
Ganganeli. En quanto à los Ingleses y Franceses remite à
Vm. à la lectura de sus obras, creido de que con esto se desengañará al acabar este discurso, dirá
lo que verá. Cuidado que no lea de ligero à este, como à
los demás discursos.
¡Ha si los Españoles siguieramos à tan grande hombre,
quánto no ganariamos para la cumbre de tan elevado
monte! Tenemos la desgracia de que en viendonos un tanto
favorecidos de la naturaleza, llenos de un espíritu
de . . . . . Ya nos creemos señores de toda el arte, sea
la que fuese la que profesamos. ¿Qué dirémos ahora de los Oradores
Españoles? ¿Podrémos acaso hallar alguno que pueda
compararse con los que venimos de
referir? . . . . . Señor Argonauta, si atendemos à lo
que dicen los extrangeros, no se hallará uno que pueda
compararse con los que lleva mencionados. Es una injuria
la más absurda. De los que viven podrá nombrar algunos
Demostenes, y un Ciceron. Si se trata de los que yacen
ya en la inmortalidad, creeré que sea con ventaja à las
demás Naciones . . . . . Poco à poco, Señor Bachiller,
no nos eche à perder . . . . . A bien seguro. Solo con
recordar el Concilio de Trento, la Historia de Francia,
y otras memorias se vería bien decidido quanto vengo de
exponer. Solo de Escritores se verán à millares en
Nicolás Antonio, que han escrito con la mas sublime
elegancia; y basta que el Idioma Castellano sea el mas dispuesto à la mas elevada
eloqüencia, como llevo dicho, pues se asegura que es la
mas propia para hablar con Dios, como la Alemana para
con los caballos. Aun entre los Oradores Españoles
latinos se hallarán muchos que brillan en la mas sublime
eloqüencia; y en prueba de que no rige mi pluma una
accion viciosa, dará el Bachiller a su tiempo, si Dios
le presta su vida, la Historia de los Hombres Ilustres
Españoles, y entonces verá el mas obstinado patente esta
verdad. No permite un corto discurso un detalle como le
requiere el asunto, por tanto se remite al tomo segundo
de este Periodico. Señor Argonauta, pensamos que quedara
mal; y mas quando vemos que en España no hay quien se
dedique à enseñar a la Juventud la Oratoria Castellana;
y creemos que siempre ha sucedido lo propio. En Londres
hay tantos Oradores, lo primero porque asi lo pide la
constitucion, y lo segundo porque hay escuelas para este
solo objeto . . . . . Tambien las habrá acá: para eso
escribe el Argonauta estas y otras cositas. Señor
Bachiller, es cosa mas que rara que toda la idea de acá
sea enseñar la Gramática y Retórica latina, como si
siempre hubieramos de hablar latin, ò como si fuéra lo
mismo que la castellana. A nuestro parecer, hay mucha
diferencia entre una y otra. Es asi: tambien lo es que
tienen los maestros divertidos a los muchachos cinco, y
aun seis años, y al fin no salen gramáticos en la lengua
latina, ni en la castellana. Esto es lo que mas pasma al
Argonauta, pues aun con todo esto vemos Oradores buenos;
esto es, hombres eloqüentes en ambos idiomas. De esto se
dexa inferir sin el menor trabajo la predisposicion tan
grande que tienen los Españoles à esta arte; y asimismo
el que si se estableciesen escuelas para aprender las
reglas, pudiendo entonces imitar à Demostenes en
trabajar para perfeccionar con el arte lo que nos presta
naturaleza, serían muchos otros tales.
Allgemeine Erzählung
De
todos tiempos ha sido perniciosa la oratoria: pocos
la han empleado con utilidad. Pericles fué el
fundador de ella: Lysias fué excelente en el grado
sencillo y natural. Ciceron le elogia por la
claridad y delicadeza de su eloqüencia. Isocrates
obtuvo la escuela en Atenas, y crió un gran número
de oradores. Su estilo era fluido, exôrnado, y lleno
de finura. Tambien le recomienda Ciceron por haber
sido el primero que introduxo en la lengua Griega el
número, medida, y armonía. Eschino fué tambien uno
de los mas ilustres oradores de Atenas. Demostenes
fué su rival, y à la verdad le excedió. Ciceron
halla en este todas las circunstancias de un orador.
Desde este grande hombre decayó la eloqüencia: fué
sucesivamente perdiendo aquel ayre de grandeza que
se habia ganado en tiempo del gran Demostenes; ni
menos dexó de caer en la nobleza y energía. Sería
tal vez porque no trabajaron como este infatigable
talento. Los Latinos no han podido llegar à la
eloqüencia de los Griegos. Uno de los principales
Oradores latinos es Caton: los dos Gracos no
brillaron tanto porque sus discursos estaban llenos
de espíritu y energía. Los Romanos eran dirigidos
por la razon natural, y no cuidaban de adornos.
Antonio poseyó desde luego la verdadera eloqüencia;
supo emplear las reglas del arte con una facilidad
extremada. Como la retórica ha sido siempre fértil
en sofismas, y estos conducen à perder de vista la
verdad para acreditar el engaño, para cambiar el
negro en blanco, y lo contrario, Antonio como mas
eloqüente que honrado, dió un dia grande escándalo
en desdoro de la Oratoria. Habiendo emprendido
justificar à un sedicioso, los Jueces le hallaron
inocente por la sutileza del Abogado Antonio. ¡Ha
quántos han aprendido esta apesima arte! Salió libre
el que era verdaderamente reo, y de aí se puede
facilmente deducir quan perjudicial sea un hombre
eloqüente en faltándole la probidad. Craso no fué
inferior à Antonio: sus discursos estaban llenos de
dignidad y graves: conocía la finura de la Oratoria,
pues algunas veces lo dió bien à conocer, pero con
toda la decencia que ella exíge. Este por la
flaqueza de su pecho no podía verificar
grandes mociones en la eloqüencia; por el contrario
Sulpicio que era violento y rápido. El orador por
excelencia fué el gran Ciceron. Hortensio, Cesar,
Bruto, &c. eran de su tiempo, pero no pueden
compararse con él. Despues de haber seguido todos
los grandes hombres, y los mejores Maestros, pasó à
Grecia para perfeccionarse mas y mas: sin embargo
que la naturaleza le favorecía mucho, no obstante
sus continuos desvelos tuvieron mucha parte en el
grado de superioridad, que le vemos gozar. Este es
el modo de llegar à la perfeccion, y no el
contentarnos con solo lo que presta aquella.
Allgemeine Erzählung
Ciceron fue un Demostenes en Roma: han
querido imitarle; mas ninguno llegará ni al cólmo de
su eloqüencia; ni menos al de su gloria. Muerto
Ciceron, comenzó à decaer la Oratoria. Séneca fue el
primero que la comenzó à corromper. Plinio el jóven
fue discipulo de Quintiliano, de edad de diez y
nueve años defendió una causa suya, y la ganó. Su
Panegirico à Trajano es una de las obras que
subsisten de él; Sin embargo que no aduló à aquel
Principe, no puede negarse que fue molesto. Sus
cartas son la mayor prueba de que era un hombre de
bien.