El Pensador: Pensamiento XXVI
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Pensamiento XXVI
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Letter/Letter to the editor
Muy Señor mio: Si es constante que
la necessidad diò origen à las Artes, es igualmente cierto,
que el talento solo hace los Artistas; y aunque las
distinciones, de que estos gozan, dimanan de la nobleza
respective de aquellas, el ingenio fuè siempre la distincion
mas apreciable en un professor. Nada puede honrarlo, si esta
circunstancia le falta, assi como las Artes huvieran quedado
en una infancia, y obscuridad eternas, à no haverlas
exercido hombres, en quienes ella se hallaba en grado
eminente. En dos palabras, quien no tiene talento nunca harà
cosa de provecho, y nada puede suplir requisito tan
essencial. Esto sirve de advertencia à muchos
Escritores de todas classes, que sin vocacion alguna se
atreven à las composiciones de mayor dificultad. El que
sepan las reglas, en que se funda su acierto, es un
accessorio, que de nada sirve sin el numen, que debe
presidir à sus trabajos. Pero este numen, este antusiasmo,
este furor casi divino, necessita de algun freno, que, sin
apagarle, lo contenga en los limites de la razon. Con esta
mira se formaron las reglas, que no son otra cosa, que
observaciones hechas por hombres de un gusto seguro, y
delicado, sobre las Obras de los primeros Artistas, cuya
fama, bien merecida, durarà eterna, por la felicidad, con
que siguiendo astutos à la naturaleza, alcanzaron la
perfeccion, que en todo lo que sale de las manos de los
hombres no se distingue de la naturalidad.
Estas reflexiones generales deben aplicarse, sin restriccion
alguna, à la Poesìa theatral, cuyo artificio, segun ofrecì à
Vm. tocarè ligeramente en esta Carta, ciñendome, como lo
tengo dicho varias veces, à la Tragedia, y à la Comedia.
Como estos dos Dramas se proponen un mismo fin, aunque se
distinguen por su objeto, es evidente que debe haver algunos
preceptos, que convengan à los dos, y otros, que sean
particulares à cada uno. Esto mismo me prescribe el orden à
que debo arreglarme, y pide que hable de las reglas comunes
à ambas composiciones, antes de señalar las que son
privatives de cada una. Estas son, Señor
Pensador, las reflexiones, que me havia propuesto comunicar
à Vm. sobre la Poesìa dramatica en general. En otra Carta
iràn las que son particulares á cada uno delos dos Dramas,
de que he ofrecido hablar. En éstas serè aun mas breve,
porque poco me queda que decir ahora. Concluyo con el
passage de Antonio Lopez de Vega, cuyo traslado yà me parece tiempo de que salga à luz. ¿Què tal
le parece à Vm. este pedazo, Señor Pensador? ¿Ha visto Vm.
pintura mas viva de lo que nos està sucediendo hoy en dia?
¿Y cree Vm. que la entiendan los Escritores modernos, que
retrata? Yo, à lo menos, lo dudo mucho. ¿Y cómo es possible
que se hagan cargo de los preceptos, que supone, quando sus mismas Obras son una prueba evidente de que
ignoran hasta el Vocabulario del Arte? Por esto procurarè
enterarlos de lo que es preciso que conozcan antes de poder
apreciarse à sì mismos, y à sus Escritos. Tendrà Vm. para la
semana proxima mi tercera Carta, en la que hablo del
artificio de la composicion theatral, de las leyes que le
son proprias, y de las razones, en que éstas se fundan:
todos assuntos muy importantes, y tan enlazados entre sì,
que necessita de estàr toda en un mismo discurso la doctrina
que les pertenece; pues no es possible separarlos, sin
destruír la harmonìa, que es essencial à su union. Quedo
para server à Vm. &c.
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Las
leyes de la Poesìa dramatica deben sacarse, assi como
los fundamentos de su apologìa, del fin con
que fuè inventada, y cultivada. Este fin fuè siempre el
de corregir nuestros vicios, y sujetar nuestras
passiones, poniendo à la vista todas las desgracias, que
hacen infelìz la vida de los hombres, quando no se paran
en la falsedad de aquellos, ò se dejan arrebatar de la
torpeza de las otras. El odio, con que nuestra
corrupcion nos hace mirar à los que censuran nuestras
flaquezas, quando nos parece suave su tyranìa, inspirò à
los Poetas un modo de perseguirlas, que lejos de hacer
odiosa su censura, la hiciesse apacible, valiendose de
todos los alhagos, que cabian en la esfera de su Arte.
Procuraron, pues, ocultar, ò suavizar por lo menos, la
severidad de sus reprehensiones con el inocente engaño
de una provechosa diversion. Este artificio fijò para
siempre la obligacion del Poeta dramatico,
que consiste en valerse del deleyte para conservar puras
nuestras costumbres, y determinò la naturaleza de toda
composicion theatral, que por lo mismo debe ser
apacible, è instructiva al mismo tiempo. Los principios,
en que se fundan las reglas comunes à la Tragedia, y à
la Comedia, son transcendentales à toda composicion,
qualquiera que sea su naturaleza: consisten en la
invencion, la disposicion, y la elocucion: tres
partidas, cuyo conjunto forma el Escritor de talento;
pero no un excelente Poeta, si no cae en un corazon
capàz de sentir con viveza todas las passiones, y de
hacer hablar à cada uno en el estilo, que le es proprio:
dos puntos, en que escriba enteramente lo que llaman
Numen Poetico. Es muy natural la consequencia que debe sacarse de esta proposicion. El que
quisiere dedicarse à la Poesìa dramatica debe tener una
grande facilidad en la invencion, conocer el modo mas
natural de coordinar lo que inventa, y posseer el
language de todos los afectos. En dos palabras, una
fantasìa muy viva, un juicio no menos sólido, y un
corazon igualmente sensible, son las prendas precisas en
los buenos Poetas dramaticos, que son tan pocos, como es
grande la incompatibilidad, que hay entre ellas. Siendo
el fin de la Poesìa theatral el que escarmentemos en
exemplo ageno, es preciso tengan sus assuntos, ò las
acciones, que emprende representar, cierto grado de
verisimilitud, en que se funde la illusion, que sirve à
nuestra enseñanza. Debe, pues, el Poeta escoger
argumentos, que quepan en la esfera de lo
verisimil: sin esto seràn sus Dramas cuerpos sin alma, y
del mismo carácter de los cuentos, con que suelen las
viejas entretener su ociosidad alrededor de un brasero.
Una vez escogido el argumento, se levanta el edificio
del Dama, texiendolo con ciertos lances, que puedan
encadenarse con èl. Estos lances se llaman episodios; y
pide tanta destreza su eleccion, y el modo de pegarlos à
la accion, que de esto depende totalmente el buen exito
de una Obra Dramatica, y sirve de regla à los Criticos,
quando quieren cotejar dos Autores, que han trabajado
sobre un mismo argumento. Algunas palabras del Pinciano
daràn mas á entender què cosa sea episodio “el qual es
todo lo demàs, que no es argumetno. Episodio es un
emplasto, que se pega, y despega al argumento, sin quedar pegado à algo del . . . . . el
buen episodio se añade à la fabula, y se puede quitar,
quedando ella entera en su proprio, y essencial sentido;
y se puede añadir otro, y otros, segun que al Autor
diere gusto.” No basta el que el argumento sea
verisimil: debe ademàs ser uno; quiero decir, que en un
Drama no debe representarse mas de una accion, à fin de
que dividido en muchas el interès, no sea menos viva la
impression, que el Drama debe hacer en los oyentes, que
siempre quedaràn mas commovidos, si fuere uno solo el
objeto de su atencion. Los Poetas, que no quieren
hacerse cargo de esta regla, no conocen ni el corazon
humano, ni su propria gloria. Qualquiera de ellos, por
mas despreciable que sea, podrà hablar tres horas sobre
varios assuntos; pero el que cuide del
acierto, y de su fama, conocerà, que el merito consiste
en texer con naturalidad un argumento solo, y en darle
la extencion precisa; assi como luce mas el que habla
con propriedad una hora sobre un mismo assunto, que el
que en el mismo espacio de tiempo tocáre muchos puntos
distintos. La razon, en que se funda la unidad de
accion, manda tambien, que los episodios, aunque
dependen del alvedrio del Poeta, tengan analogìa con el
argumento. Una composicion theatral, que pecáre contra
este precepto, serà una monstruosidad, que confundirà al
oyente, que deberà forzosamente olvidarse de la accion
principal, por haverla associado el Autor con lances,
que no tienen relacion alguna con ella. Los
Maestros del Arte llaman Fabula la coordinacion del
argumento con los episodios; y la Fabula tiene tambien
preceptos, à que debe estàr arreglada. Claro està desde
luego, que su duracion debe ceñirse à ciertos limites, y
que serà inverisimil toda Fabula, que en el espacio de
tres horas, que suele durar su representacion, nos
pusiere delante de los ojos sucessos acaecidos en muchos
dias. ¿Què seràn, pues, aquellas, que abrazan hasta
centenares de siglos? Pero esta misma Fabula, aunque no
se suponga durar mas de tres, seis, ò veinte y quarto
horas à lo mas, debe estàr cabal, y representar entera
la accion. Callo la razon de este precepto, porque es
tan natural, que no necessita el apoyo del discurso. Si
la accion debe ser una: si son tan estrechos los limites
de la extension de la Fabula, què
necessidad habrà para variar los lugares de la scena?
¿Què efecto puede producir un Drama, cuya accion fuere,
como debe ser una, si es vario el lugar donde se finge
que ha sucedido? Pero no es de tal naturaleza la unidad
de la Fabula, que no sea compatible con alguna variedad.
Esta es precisa, y recae solamente en los caractéres de
los Personages, que el Poeta hace hablar. ¿Què afectos
puede mover una representacion, cuyos Personages en nada
se distinguen, ò se distinguen muy poco? No pueden
interessar, por lo mismo que todos interessan
igualmente. El interès de estos Personages depende del
influxo, que tienen sobre la accion, que es el objeto
del Drama, y este influxo es el que debe guiar al Poeta
en la composicion de los varios papeles,
sin perder nunca de vista al Personage principal, cuyo
papel debe ser siempre el mas importante. Es defectuosa
una composicion dramatica, cuyo interès no và siempre
creciendo; porque si afloxa, corre riesgo de distraherse
la atencion del auditorio, y de perderse la doctrina,
que debe sacar de la representacion. Este punto es uno
de los mas dificultosos, y fuè siempre el escollo de los
Poetas medianos. El enredo, ò maraña debe estàr puesto
de tal manera, que desde el principio de la Fabula sea
clara la exposicion del argumento; y esta exposicion,
que viene à ser lo mismo que el exordio en la Oratoria,
sirve para preparer el auditorio, à fin de que oyga con
cuidado, y escuche con inteligencia lo que se debe
decir, y hacer en el cuerpo de la
composicion. Pero aunque vaya creciendo hasta el extremo
la maraña, no debe el Autor apurar tanto su caudal, que
no le quede algun camino natural, y nada violento de
soltarla; porque si se vale para esto de algun medio
estraño, se perde la ilusion, por ser demasiado sensible
el artificio, ò la pobreza del Poeta. Pero no lo he
dicho aùn todo. No basta el haver escogido un argumento
verisimil, episodios convenientes, el haver construído
con arte el edificio de la Fabula, si no se mantienen
siempre invariables los caractéres, y el language de los
Personages. Aqui vienen los preceptos de la elocucion.
Un Soberano no debe hablar como pudiera un simple
Ciudadano; ni éste, por baja que sea su alma, debe
valerse de las expressiones, que se usan entre la plebe. Nada de esto es verisimil, assi como
serìa contrario à la experiencia el hacer hablar un
viejo con la imprudencia de un hombre mozo, y el poner
en la boca de éste aquellas pesadas formulas, con que
los ancianos citan à cada instante los tiempos passados,
ò que son efectos de un entendimiento, que participa de
la debilidad de un cuerpo, cuyo vigor se perdiò en el
curso de una larga vida.
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“Hierben nuestras calles en
malos Poetas; (decia mas de cien años hà Antonio Lopez
de Vega1, y quando la Poesìa no tuviera otra
desdicha, ésta sola bastaba, si no para infamarla, para
desviar, por lo menos, à qualquiera cuerdo de seguirla
con afecto; porque Arte, à que tantos indoctos pierden
el respeto, ¿què autoridad puede tener para honrar à
nadie? Y de mezclarse entre tantos ingorantes ¿què fruto
puede resultar, sino el ser tenido por uno de ellos?
Tres son las sendas Poeticas, que hoy se
siguen mas comunmente: la Dramatica, la Lyrica; y,
aunque con menos sequaces, tambien la Heroyca. Casi
todos los que vàn por ellas ignoran el camino. El Comico
(comencemos por èl) se confunde con el Tragico; y no
siendo ni uno, ni otro, no solo alterna en una misma
Fabula el coturno con el zueco; mas aun al mismo tiempo,
dando su piè à cada uno, se los calza á entrambos
juntos. Llora, y rie en una misma ocasion. A un mismo
tiempo (si se cotejan las personas con el language) es
patricio, y es plebeyo. Introduce lo jocoso muchas veces
en el passo de suspension, que moviendo à risa,
disminuye, y aun desvanece el afecto, que era del
intento. Hace sentir, obrar, y hablar los Reyes, como
los infimos del Pueblo; y los infimos del
Pueblo tal vez como los Reyes. Riense de los rigores del
Arte, diciendo los mas agudos, que si el caso se traza à
gusto de los oyentes, (que es el fin que se pretende)
viene à importer poco el mezclar las especies; como si
el escribir à rienda suelta del alvedrio, sin obligarse
à ley alguna, siguiendo solo por Norte el capricho
proprio, mereciera alabanza, y fuera obra de grande
ingenio; ò como si el mayor artificio no fuera mas
agradable à todos, y se pudiera negar ser mas
artificioso el proseguir un argumento ingeniosa, y
apaciblemente, dentro de un mismo genero, desde el
principio hasta el fin, observando sus principales
preceptos, sin deslizarse al distrito ageno. Comedias
pretextatas, y trabeatas tuvieron tambien los Romanos. Patricios se introducian en las
primeras, y Nobles del Orden Equestre en las segundas. Y
si bien no tan aprobadas de los perìtos, como las
Tabernarias, y Atelanas, que no admitian otros
personages, que la gente comun la una, y la mas vil, y
baja de la República la otra; bien vistas, y bien oìdas,
al fin, de todos: porque cada una guardaba
constantemente sus particulares preceptos, y
congruencias. Dénse, pues, hoy enhorabuena de la misma
suerte en las nuestras, tal vez las primeras partes à
personas ilustres, tal à medianas, y tal à las infimas
(aunque esto ultimo se usa menos) y démoslas à todas, en
quanto à esta calidad, por buenas. Pero siga cada
especie su rumbo particular, y ni se passe al de las
otras, ni al de la Tragedia, en que hay
mayor desproporcion. Guardese, assi en la invecion del
caso, como en el estilo, la propriedad conveniente à las
personas introducidas. Sea festiva la Comedia: triste, y
perturbada siempre la Tragedia. Esto ¿por què lo ha de
alterar ninguna edad? No digo que se guarden con
supersticion las antiguas reglas (que algo se ha de
permitir al gusto diverso del siglo diferente): no que
se ponga cuidado en aquellas ancianas menudencias, cuya
falta (segun el uso moderno ha observado) ni ofende la
buena disposicion, ni lo substancial de la Fabula: que
no viene hoy à importar se altere el numero de los
Actos. No que el caso se finja sucedido en uno, ò en mas
dias. No que en una misma scena concurran hablando mas
de quatro, por mas que Horacio lo repugne.
Ni la omission, finalmente, de los demàs accidents
semejantes. Pero que cada Poema, en lo essencial, se
escriba segun sus particulares leyes, distinto, y no
confuse con el otro, ¿à què ingenioso, y à què cuerdo
puede dejar de parecer bien? ¿Y què ofensa puede
resultar del hacerlo assi al gusto del indocto? No serà
agradable el apretar las perturbaciones, y disponer la
gravedad de una Tragedia sin las indecencias, y enredos
populares? ¿Y quando por la delectacion se conceda en
ella algo jocoso, ofenderà que sea por episodio, y no
entre las personas principales, destinadas à la
commiseracion, ni en las ocasiones de ella? ¿Serà
molesto, y mal recibido, que la maraña de la Comedia se
texa de passos graciosos, ò por lo menos alegres? ¿Y que su perturbacion no llegue à sangre, ni
à pena, que pida la compassion Tragica? Si se puede,
pues, acertando à satisfacer à todos, ¿què razon tendrà
por sì el errar, sino el no saber? Esto assi
sumariamente en quanto á la distinction de las formas,
en que no quiero estenderme, por no parecer que me
divierto à documentos Poeticos. En quanto à lo
prudencial, disposicion, y verisimilitud de cada una,
¿què costumbre moderna puede disculpar los monstruos,
inverisimilitudes, y desatinos, que cada dia nos hacen
tragar los mas de nuestros Comicos? ¿Puede ser en esto
licito el dispensar con el Arte? ¿El muestra de ingenio
el fingir lo no contingente, ò el decir lo que no
conviene, solo por dàr alguna novela apacible, y
conforme al mal gusto de la multitud
de los ignorantes, que en nada de esto reparan? Con
essos ganan los Autores de comer, y no con los pocos,
que hay entendidos (responden ellos). ¿Y quántas veces
sucede el agradar á unos, y à otros con lo bueno? (les
replico yo) ¿No lo vemos algunas? Luego cosa es
possible. Procurad, pues, conseguir el aplauso de todos
con la buena sazon, mentecatos, y no con el desacierto.
Fingid con novedad, y verisimilitude: disponed con
suspension, y claridad, y desatad sin violencia: que
quando assi alguna vez no os corresponda el buen
sucesso, serà bien raro; y éste, por lo menos, es el
camino de acertar las mas. ¡Pero quán pocos le siguen!
¡Y quántas veredas se hallan para errar! No hacen unos
mas que ponernos en aquellas Tablas
razonamientos, y coloquios, yà desabridos, ò
impertinentes, yà cortesanos, ò argentados, sin otra
invencion, ni argumento considerable, desde la primera
scena hasta la ultima. Forman otros la maraña de casos,
y accidentes inverisimiles, pareciendoles, si se lo
notamos, que satisfacen con que al examen de la
naturaleza se hallen possibles; sin acabar de reconocer
esta diferencia entre la possibilidad, y verisimilitud;
ni queriendo persuadirse à que no todo lo possible es
verisimil: teniendo lo primero tan anchos terminos,
quanto es lo que cabe en el poder de la naturaleza, ò
del arte; y no siendo mas lo segundo, que lo que de
ordinario suele suceder, sino lo mismo individualmente
lo que parezca (digamoslo assi) de aquella casta; bien
que dispuesto, y sazonado de forma, que
tenga alli lugar alguna novedad: allanandose assi aquel
dificil concurso de la admiracion, y verisimilitud, cuya
hermandad tanto encomiendan á los Poetas los Maestros
del Arte. Otros se arriman à historia grave; y en ella
(como aqui es mas necessaria la prudencia, que les
falta) no solo pierden el decoro à los Principes,
publicando indignidades, que no eran para expuestas á
los ojos del Pueblo; mas tambien sin temor de Dios, ni
respeto à lo venerable de las Chronicas, les levantan
mil testimonios: alterandolas en lo principal del caso,
que eligen, (que es lo indisculpable en la Poetica) muy
satisfechos con la razoncilla de que no se obliga la
Comedia à decir verdades; como si aquella licencia del
mentir se la huvieran dado sin límite; y no
con precepto de que no passe en lo sagrado de aquello,
en que la historia no habla, y pudo ser contingente;
donde viene la ficcion à tener lugar, sin parecer que se
miente, ò se contradice à lo escrito; y en lo profano,
fuera de esto mismo, solo en los casos, y sucessos
accessories à los principales, ò en las circunstancias
menos importantes de estos, cuya alteracion no deja
ofendido lo essencial de su verdad, ni violada la
autoridad substancial de la historia; resultando de
estas limitaciones el no quedar la Fabula inverisimil;
pues lo serà todas las veces, que hablando de sucessos
escritos, contradijere en lo principal (de que se tiene
mas noticia, y mas memoria) á lo comunmente recibido.
Disparan otros mucho mas, que todos los
referidos; y no es su Comedia otra cosa, que una junta
de impropriedades, indecencias, y passos mal avenidos:
pueril la invencion: confusa, ò vulgarissima la
disposicion de la maraña; y su nudo, aun sin haverle
apretado, mas cortado, que suelto. ¿No son todos estos
disparates clara señal de que ván sus Autores à ciegas,
y se atreven á esta parte de la Poesìa, fiados solo en
la ossadìa de la ignorancia? Pues en el estilo, y en el
artificio de los versos digo yo, que lo enmiendan. Pero
en esto no hay que estrañar, que haviendo assentado, que
no saben lo que escriben, ni viene á ser novedad el vèr
confundir los dos estilos, Tragico, y Comico, de suerte,
que jamás puede percibirse quál de ellos siguen; ni
admiracion tantos desatinos, tantas coplas
sin alma, sin razon, y aun sin inteligencia, como alli
se representan. Toda esta suficiencia, y buenas partes
vienen à hacer mas ridiculos los humos, que con vèr
aplaudir alguna Comedia suya adquiere un Comico. Yà no
tiene España ingenio, que se le iguale. Yá no hay
necessidad de mas estudio, ni de mas atencion, que la de
escribir mas Comedias, si es de los noveles; y si es de
los veteranos, passa á gloriarse de que es honra de su
Patria. Habla con magisterio. No parece en las farsas
agenas; ò en la que hace digna de su presencia, procura
mostrarse divertido. Y si merece alabanza, y le
preguntan su voto, se la dà tan escasa, y con tales
demonstraciones de superioridad, que mas parece querer
mostrar, que la honra, que aprobarla. ¿No
es todo esto Comedia, y mas entretenida, que las que
ellos componen? De mì puedo afirmar, que hallo abreviado
en su vista, y contemplacion quanto se và á buscar á
essos Corrales; y que en un mismo sugeto se me ofrece el
Comico, la Farsa, y el Representante. Vease si se
grangèa algo en considerarlos à estas luces. Bien es
verdad, que entre tantos, que infaman este Poema, con
exercitarle sin mas caudal, que el ser abundantes
versificadores, hay algunos, aunque bien raros, que con
natural festivo, copioso, y cuerdo, con algun fundamento
de estudios, ò con noticia del Arte, ò con experiencia
del Tablado, vuelven por la honra de la especie; y el
dia que dàn al Theatro Fabula suya, no solo corrigen el
descredito de la classe (aun á pesar
tal vez de algunas serpientes racionales, que sembrò el
odio, ò la embidia por el Patio, y despues les
enmudeciò, y enfrenò la rabia la fuerza de la razon) mas
tambien nos restituyen el gusto, que tenia estragado el
idiotismo de los demàs. Aunque, si bien se considera,
assi à los unos, como à los otros, solo de risa les
quedamos deudores; á estos de la legitima de regocijo, y
à aquellos de la bastarda de desprecio.”
1Vease la Obra del Autor que cito, intitulada: Heraclito, y Democrito de nuestro siglo, impressa en Madrid en el año de 1641. pag. 173.