El Pensador: Pensamiento XXIV

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Pensamiento XXIV

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Metatextuality

Variemos un poco el assunto de los Pensamientos, para hacerlos de algun modo agradables. Siempre Comedias, no es sufrible para todos. Acabo de recibir la Carta siguiente, y me ha parecido muy digna de darla al público. Ninguna materia es mas útil: ninguna mas precisa. Yo havia pensado muchas veces en tratarla; pero desconfiaba justamente de mis fuerzas. Esto me havia desanimado à dàr mi pincelada. Ahora està manejada, al parecer, por sugeto de la profession; y, segun lo que alcanzo, con toda la decencia, juicio, y sana critica, que corresponde. Creo que los hombres cuerdos estimaràn que la publíque. Los ignorantes, y presumidos levantarán el grito. Este es el desquite del amor proprio, y del orgullo, quando vemos nuestros defectos, y no tenemos la docilidad, ò la fuerza necessaria para corregirnos.

A

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Letter/Letter to the editor

Señor Pensador. Aunque el objeto de los Pensamientos de Vm. siempre es el mas sério, è importante que puede adoptar un hombre juicioso, y amante de la Patria; sin embargo, por el modo festivo de anunciarlos, (à lo menos en los primeros) no lo tuve à Vm. por tan sério, hasta que tratò de assuntos, como la Educacion, la reforma de las Leyes, la maledicencia, etc.: no yà con aquel gracejo, y satyra socarrona (quando no Socratica) sino con toda la gravedad, que merecia la materia, y con que la tratarìa un Caton: siendolo Vm. hecho, y derecho, sin perjuicio de lo genial, no sé por què, assi como ha tocado aquellos puntos de tanta seriedad, è importancia, no ha hablado hasta ahora del lastimoso estado, que en el comun de nuestros Predicadores tiene la Oratoria Sagrada. ¿Acaso es assunto de menos consequencia para la gloria de Dios, y de la Nacion? ¿No padecemos por esto entre los Estrangeros igual nota, que por los desatinos del Theatro? Yà estoy oyendole à Vm. dos satisfacciones: la una, que mientras tenga Vm. facultad de pensar, (y Dios se la conserve, que nos importa mucho) aún no es tarde: la otra, (y acaso la mas cierta) que à vista de que un Ingenio tan grande, como el del P. Beneficiado de Preste, &c. tratò el punto en su Historia Gerundiana hasta donde, y aun mas allà de donde podia llegar, y naufragò en tanto escollo; Vm. que no es Padre Beneficiado, sino Petimetre, ¿à què se expondrìa? Pero, Señor Pensador, piense Vm. que quando contra aquella obra no huviera havido las gravissimas causas, que debemos suponer, y venerar, bastaba la sobradissima sal, y pimienta, con que guisó su historia el P. Beneficiado; porque, con licencia del ridendo dicere verum . . . . . y el ridiculum acri, &c, hay verdades, que por versarse acerca de materias demasiado graves, si no Divinas, padecen en el respeto que merecen, si no se tratan con la debida atencion; y assi, escribiendo Vm. de este assunto con la seriedad, con que formalizò los yà citados, me parece que salvaria el peligro que teme; porque, Señor, ¿hemos de dejar que reyne el vicio, porque no se ofendan los que se envejecen en èl? De esse modo nunca saldrà la verdad del pozo donde la sepultò Democrito. Yo pienso (y ojalà como el Pensador) que si Vm. escribe como pudiera un Fr. Luis de Granada, poco importa que peyne el peluquìn, en vez de desgreñar los tufos; ò que se encasquete el sombrero de tres picos, en vez de los quatro del bonete; porque los escritos retratan, no el trage, sino el alma del Escritor. Lisonjeandome yà con el triunfo de haverlo convencido, y esperando que de una semana à otra haga este obsequio à la Cathedra del Espiritu Santo, que lo merece tanto mas, que el Theatro, cuyos vicios con tanta razon reprehende cada dia; quiero (por si entonces le sirve por una de las pruebas de hecho) hablarle de un Sermon, que he leìdo, y la conversacion de un Sabio, que resultò de mi informe.

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General account

Cierto Eclesiastico amigo mio, me comunicò, ponderandome la fineza, un Sermon de Concepcion manuscrito, predicado en cierta Ciudad populosa, por un Señor Doctor, y Opositor muchas veces à Cathedras, y Canongías de oficio; y, como verà Vm. despues, famoso por sus talentos de Orador. Mi buen Clerigo (que tambien es facultativo, y aficionado) me lo entregò diciendo: ”Verà Vm. con assombro suyo esse ingenio, essa travesura, esse estilo clausulado, y en cadencia, esse manejo de Escritura, y essos apices de Theologìa, hasta donde ninguno puede hoy rayar.” Aunque yo no contaba mucho sobre los elogios de mi amigo, sobraron sus ponderaciones para despertar mi no dormida curiosidad.
El Sermon era el ultimo de la Octava, y con el empeño de recapitular los siete antecedentes. ¡Santo Dios lo que leì! Empecemos por su estilo: Los arrojos de mi decir no vulneran las leyes del temer; porque aunque sea grande mi temor, hay precepto que me impele para poderme arrojar, etc. De este modo sigue su cadencia, y clausula, (segun llaman) y que yo llamaria deletreo de muchachos de la escuela, quando entonan pan, pen, pin, &c. El assunto se reduce à unas Conclusiones, probando el Mysterio: el Santissimo Sacramento es el Presidente: el Orador el Sustentante: las pruebas de la potissima son cada uno de los siete Sermones antecedentes. ¿Y quién arguye? SantoThomàs, y el Demonio. ¿Se escandaliza Vm.? Yo tambien. Digo, que Santo Thomàs, y el Demonio; porque aunque es verdad, que el Santo Doctor no se introduce por Antagonista en el Theatro, el Demonio, que es el unico que arguye en contra, forma sus argumentos con la autoridad de Santo Thomàs. La salutacion se compone con la Dedicatoria de dichas Conclusiones à los Mayordomos de la Fiesta. Atengome à ellos, que salen mas elogiados que el Mysterio, que le vèo alli en muchas apreturas; pero si el Demonio es un maldito, ¿què havia de suceder? No permite la brevedad de una Carta dilatarme en la analysis, que fuera mayor que el Sermon, pues llena veinte fojas de letra bien metida; ni es tan facil, porque no hay que buscar méthodo, ni proporcion de partes. Vm. se figure alegorìas insulsas, y voluntarias, violencias del texto, exposiciones mal entendidas, pedanterìa de citas, y un cúmulo de especies desatinadas. Quando no habla en el estilo, que yà expuse, todo es: Vaya un texto . . . . . Buelvo al texto . . . . . Aun no lo he dicho todo . . . . . Mejor lo dirè . . . . . Reálzo el discurso . . . . . &c. Aqui la Lyra mas bien templada de la Capilla (entienda Vm. el equivoquillo) Seraphica: allà, el mas Tostado en el estudio de las Divinas Letras: mejor el Berchorio. Contra sic argumentor, dice el Demonio, y produce una autoridad de Santo Thomàs. Responde el Orador del primer dia: recarga el Diablo; y todo es una bataola. ¿Què le parece à Vm.? ¿Vaya que con toda su nobleza de pensar, no le han ocurrido pensamientos, que se parezcan à los de mi Orador? Aprenda Vm. y estime la noticia mas que me la agradeciò el P. Fr. N. de N.

General account

Este es un Religioso Conventual hoy en su Convento de este Pueblo, á quien, mas que sus titulos de Ex-Provincial, &c. hace recomendable su no vulgar literatura: es un Maestro, que á lo gran Theologo, y Escriturario, añade las bellas letras, cultura de lenguas, una critica delicada, y juiciosa: en suma, un grande Ingenio, cultivado con el estudio de muchos años, y un juicio de los mas sólidos. A este, pues, à quien yo venero por mi Maestro, no vì la hora de comunicarle el manuscrito: llevèselo à su celda, à tiempo que hallandose con una visita, lo dexè sobre el bufete: le previne que era un hallazgo, de que me havia de dár las gracias, y nos citamos para el otro dia. A la mañana siguiente bolvì, y lo encontrè hablando yá del assunto con otro Religioso tambien grave, y anciano; pero que mas envejecido en las preocupaciones epidemicas de nuestros Doctores comunes, estaba defendiendo al Orador contra mi Reverendissimo.

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Dialogue

“No le perdono á Vm.” (me dixo sin mas saludarme) “la baraunda de especies, con que me ha quebrado la cabeza la leccion de su papel, que no me ha dexado dormir en toda la noche: si á Vm. le divierten estos desatinos, á mì, no solo me fastidian, sino que me irritan; y tanto, que (sientalo Vm. ò no lo sienta) lo hice pedazos, y aun despues lo quemè” (y me mostrò las cenizas). ¿Què ha hecho V. Rma. (le dixe yo consternado) que nos ha perdido el original del escrito mas precioso, que pudo haver logrado para su Bibliotheca Bibliothecarum Manuscriptorum el laboriosissimo Montfaucòn? ¿Pues hay Catholicismo (me replicò el santo viejo) que pueda sufrir que estè escrita una danza del Santissimo Sacramento, el Predicador, y los Predicadores, Santo Thomàs, y el Demonio? ¿Que éste, para corroborar sus argumentos con la autoridad del Doctor Angelico, le arguya al Santissimo Presidente, como se explica el Autor, ad hominem, con el famoso testimonio: Benè scripsisti de me Thoma, y que le responda Su Magestad: Bien escribiste de mì, Thomàs, de Aquino, señalando á Maria Santissima; y que esto se predicára en una Ciudad condecorada con Universidad, Colegios, Cabildos, Comunidades? . . . . . ¿Dónde estamos? No puedo creer que faltasse quien lo delatára al Santo Tribunal, y que éste lo condenasse al fuego; por esso yo he hecho yá la justicia. No sè en què se fundan (dixo el otro Reverendissimo) essas delicadezas. Yo, que, como he dicho, leì dias há esse Sermon, (haviendomelo comunicado Don N.) confiesso que me encantè al vèr essa travesura de ingenio, esse manejo de la Escritura, con que dice todo lo que quiere: todos essos Personages, que introduce tan al intento; y en quanto á la introduccion de Lucifér, y sus argumentos, ¿no lo autoriza el Orador con el exemplar de San Mathèo, quando refiere las tentaciones en el Desierto? ¿No son aquellas unas Conclusiones entre Christo, y Satanás, en las que (como en las de nuestro Orador) sale éste confundido, y avergonzado? ¿No admiramos, y admira todo el Mundo, los Autos Sacramentales del famoso Calderon, en que entran el Demonio, los Patriarcas, los Doctores, los Angeles, &c. y todo á favor de las alegorìas? Tenga, P. Mro. (le atajò mi Reverendissimo) doble essa hoja, para quien quiera añadir essa monstruosidad á las muchas, de que he oìdo decir abunda el Theatro Español, que no contento con que padezcan las buenas costumbres, quieren que padezca tambien el decoro sagrado de la Religion; aunque no me admira que arguya del Theatro al Pulpito, quando nuestros Oradores tienen confundido uno, y otro. ¡Fuerte cosa es, (siguiò el otro Reverendo) que todos los Españoles hayan sido ignorantes en quanto han escrito, y pensado, y que esta ignorancia no se haya conocido, ni vilipendiado, hasta que nos han venido (nunca vinieran) quatro librotes Franceses! Yo sé que en España ha sido siempre celebrado (y lo debe ser en todo el Mundo) un gran Theologo Escolastico: yá he dicho, que siendo yo Lector de Artes, conocì al Orador: su ergo era el mas temido, y respetado en todos los Theatros: las Cathedrales, y Concursos aplaudieron sus Oposiciones: no havia entonces en la carrera Opositor mas lucido; y mereciò . . . . .  Poco á poco, Reverendissimo, (interrumpiò mi Viejo) no se me extravíe segunda vez de la senda, que pisamos, porque hace que yo tambien me extravíe. Bastantes Catones Españoles han sido como el Romano, que se opuso primero à la introduccion de la Literatura Griega, y luego en su edad abanzada tuvo que aprender el idioma, que aborrecia, porque conociò lo que despues Horacio, que vencedora, pero agreste, Roma de la Grecia, fuè vencida de ésta, en quanto le debiò la cultura de las Artes, y aquel buen gusto, y delicadeza Attica, que produxo el Siglo de Oro de Octaviano. No intento adequar en ambos extremos la comparacion: muy lejos de esso, pudiera hacer vèr, que no solo en las Ciencias Sagradas, sino aun en las mas de las Artes, han sido primeros, y mas originales nuestros Españoles, y Maestros de los Estrangeros; los que en el dia nos están vendiendo, como suyas, muchas cosas que han tomado de nosotros; pero hoy es menester confessar, que por lo comun, aquellas castas Virgenes se hallan mejor entre ellos, que con nosotros, porque las tratan mejor. Esto es cierto, por el copioso numero de grandes hombres, que han producido las otras Naciones cultas, desde el medio del siglo passado, hasta el presente; y no por essos quatro libros Franceses, que acusa el Padre Maestro, con cuya leccion superficial algunos de nuestros Petimetres, y ociosos de estrados, entran, y salen en materias, que ni aun de lejos conocen, y desacreditan à sus Compatriotas, si es que la Nacion tiene la desgracia de que penda su honor del voto de ellos. No solo en España, en todas las Naciones Catholicas es, y debe ser estimado, y lo ha sido siempre un buen Theologo Escolastico. Quien diga lo contrario desatina. La heregìa de Molinos, envuelta en sutilissimas telas, que aparentaban una mystica de las mas altas, se escondiò al habil Canonista, y Dogmatico, hasta que la desenvolviò un Escolastico insigne; ¿pero què constituye un buen Theologo Escolastico, como los Suarez, los Bazquez, los Sotos, los Santo Thoma, y otros muchissimos, que ha dado nuestra España por Maestros à las demás Naciones? ¿Quatro, ò seis questiones aridas, y espinosas, purè metaphysicas, que se leen hoy en las Escuelas, y de aì no passan? No, Padre: vèa la immortal Obra de Melchor Cano, y hallarà lo que se debe dejar, lo que se debe tomar, y los lugares, que tiene que andar el que huviere de merecer el renombre de buen Theologo Escolastico. ¡O, que lo fuè grande el Orador! ¡que fuè Opositor lucido! ¡que pasmò los concursos! . . . . . ¿Siendo Theologo de aquellas quatro, ò seis questiones? No lo disputo. ¿Y despues de esso hizo un Sermon tan desatinado? Es consiguiente. Oygame el Padre Maestro. Un Orador Sagrado, sobre lo buen Theologo, y Escriturario, y sobre las demàs prendas geniales, ha de ser buen Latino, ha de haver estudiado la Rhetorica (háblo ahora de la que dà el arte, y no la naturaleza): Rhetorica, (digo) no aquellos quatro tropos, y figuras, que se suelen dár en las Classes, sino la que enseña nuestro insigne Español Quintiliano: ha de haver leìdo el Orador de Ciceròn, ú otra qualquiera Rhetorica célebre, y singularmente la Rhetorica Eclesiastica del Grande Fr. Luis de Granada: ha de ser un buen Philosopho Moral, para conocer bien el corazon humano: ha de haver echado tambien sus passeos por los jardines de la erudicion amena: ha de posseer suficientemente los Santos Padres, con especialidad à San Agustin, S. Ambrosio, S. Bernardo, San Chrysologo, &c. de los Latinos, y à S. Basilio, el Nacianceno, el Chrysostomo, &c. de los Griegos: se ha de secundar para formar su estilo de las mejores piezas de eloquencia de su idioma, (que en el nuestro las hay muchas, y buenas) y aun de las estrañas, si possee la lengua: ha de formarse ultimamente sobre un buen modélo, que tampoco nos falta. No quiero decir, que sea necessarissimo todo este aparato de literatura: hay, y puede haver en esto su mas, y su menos; pero no tiene duda, que el conocimiento de la mayor parte de lo que he apuntado, es indispensable. Vamos ahora à muchos de nuestros Oradores, que comunmente tenemos; y cuidado, que voy à poner el exemplar en un merè Escolastico, sin mas instruccion, que la de sus Quadernos. Sobre una crianza, no de las mas cultas: (que tambien suele esto ser muy del caso para lo que se llama el decoro) empieza un muchacho la Gramatica; y apenas construye (como acá decimos) una leccion del Breviario, y esso muy mal, yà tenemos à nuestro Estudiante en el primer año de Logica, y sigue hasta el ultimo de Theologìa, sin vèr, ni saber mas, que los quadernos de sus Questiones; con lo que sucede, que si sacò alguna Latinidad de las Classes, la perdiò con el Latin barbaro de la Escolastica: toma sus grados; y si ha tenido talentos, y aplicacion, vuela por la carrera de Oposiciones con aplauso: predica, yà en la Oposicion, yà fuera de ella; pero sin haver visto de la Biblia mas que lo que le ha obligado á leer el rezo en el Breviario; porque, ò se ha de atar dia, y noche al bufete, y privarse desde luego de las concurrencias, y diversiones de la sociedad; ò mientras que siga la carrera, no ha de poder vèr mas que sus mamotretos, y Libros Escolasticos. Cierto Lector de Theologìa, y Orador famoso, me confessó, que en mas de ocho años, que llevaba de Cathedras, y Pulpito, no havia podido vèr de la Escritura seguidamente, mas que el Nuevo Testamento, y no todo. Assi nuestro Opositor. ¿Pues cómo predica, y con fama? dirè; ò no son suyos los Sermones; y esto es lo mas comun. Tengo, Padre Maestro, trabajados bastantes para estos Señores Opositores, con que me he abastecido de chocolate, y tabaco para algunos meses. No nos engañemos: visitas, passeos, concurrencias, diversiones, negocios, y actos literarios, que necessitan à todo el hombre, no son muy compatibles: yo no conozco Literato célebre, que lo sea por en salmo: mucho tenia que decir sobre esta materia. Prosigamos. ¿Cómo pueden ser agenos estos Sermones, (me replicarán) si se toman los puntos precisados por la fuerte del Evangelio? ¡Ah, Padre mio! Lo mismo es esso, que las lecciones por la letra del Maestro. ¿Quièn de la carrera ignora, que hay centones preparados proprios, ò agenos, y que al favor de un facil tornillo, hay hombre, que se puede oponer siete veces al dia, sin mas caudal, que una buena memoria, y mediano manejo en los Theatros? Venero á nuestros Antiguos, que dispusieron este medio de probar, y acendrar el merito de los sugetos. Quando lo dispusieron, serìa muy bueno; pero como no hay ley, à cuya vuelta no estè la trampa, yà en el dia no hay para mì, y para muchos hombres cuerdos, merito mas sospechoso, que el que califican con estos actos literarios. He conocido, y conozco muchos Señores Doctores, y Opositores celebrados, incapaces, fuera de su Escolastica, de seguir una conversacion sobre otro assunto de literatura, y aun de poner bien una Carta. ¿O es el Sermon proprio? Si Señor; pero tal es èl. Toma un Sermonario de los muchos que hay; y si es Portuguès, tanto mejor: asese de un Expositor de los que abundan en alegorìas, en dificultades, y reparos, que, ò suelen ser muy arbitrarios, ò que el Señor mio entiende, ò aplica muy mal. Si tiene el Tautologico, es una mina. ¿Pues Berchorio? ¿El Theatrum vitæ humanæ, y el de los Dioses? No ha menester mas. No acuso el merito de estos, ni otros Libros semejantes, sino el abuso del que en ellos no sabe separar lo precioso de lo vil. Sobre estos caudales receta, y toma de aqui, trunca de allà, acomoda de éste, entiende mal à aquel; y como solo tiene la cabeza embutida de formalidades de la Escuela, y metaphysicas esteriles, del ergo, del distinguo, del probo, &c, no puede formar otro estilo, que el de reparo, dificulto, vuelvo al Texto: subsumo: luego: mejor lo dirè, &c. Los Agustinos, los Gregorios, los Chrysostomos, los Naciancenos, los Basilios, ni aun por el pergamino los conoce; y la misma ignorancia supongo de la mayor parte de todo lo que apuntè, que debe saber un Orador. A estos Santos Padres, ni las demàs fuentes originales de la erudicion sagrada, y profana, no hay que buscarlos en su estante, ni pensar que los haya visto del ageno. ¿Pues què Sermon ha de trabajar? Los que oìmos ordinariamente, y el que yo he quemado hoy. Pero que un Doctor Clerigo no tenga aquellos Libros, yà es escusable; porque como no se hacen impressiones de ellos en nuestra España, es preciso comprarlos de las Naciones Estrangeras à un precio muy subido. Mas para que se vèa que no solo es esta la causa, sino el mal gusto de gran parte de la Nacion; entre nosotros los Religiosos se vè lo mismo, sin aquella escusa. No hay Comunidad, por pobre que sea, que no goce una Bibliotheca suficientemente abastecida de Santos Padres, (aunque sean de las antiguas ediciones) y otros Libros de varia erudicion; pero registrense, y por lo comun se encontraràn con seis dedos de polvo. Los Libreros de las esquinas de Madrid, que tienen baratillos de Libros viejos, atestiguarán lo que voy à decir, y que no quisiera; pero el amor de la verdad, que voy exponiendo, y el deseo de curar à la Nacion, por si llega el dia, en que volvamos de nuestras preocupaciones, me obliga à no callarlo. Estos Libreros (decia) han corrido, y aùn corren la Peninsula, buscando estos Libros viejos, que venden luego en la Corte á un precio subidissimo; ¿y de dónde los sacan? Preguntarselo à ellos, que bien lo publican, y aun con burla. De las Librerìas de los Conventos, à cambio de Libros Escolasticos, y Sermonarios. Uno de ellos vendiò á un Amigo mio (por lo que le diò gana de pedirle, que no fuè poco) un Suydas, y un Pausanias Greco-Latinos, y despues le confessó haverlos tomado con otros muchos de igual estimacion, de cierto Convento, en cambio de unos quantos Tomos de Sermones varios. No hà mucho que en otra Comunidad dieron por un Curso Escolastico muy comun las Obras de Platon, y las de Xenophonte. Otro sugeto me assegurò haver encontrado en casa de un Cohetero un Tomo bien tratado de los Concilios de Loaisa, que havia comprado por lo que pesaba el papel, y que iba à quemar en sus triquitraques, si el sugeto no lo huviera redimido por una peseta. ¿E ignorarian esto los Estrangeros, si yo no lo dijesse? ¡Hà, Padre mio! Todo se alcanza por la leyenda. Si supiera V. R. las lenguas estrañas, y leyera sus Libros, oyera lo que nos notan, y procurára remediar las causas. ¿Pues què quiere el Padre Maestro que suceda? ¿Què importa que tengamos algunos Oradores, (que no son, ni comunes, ni muy conocidos) que puedan desempeñar lo arduo, è importante de tan tremendo ministerio, y la honra de la Nacion, si el comun de ellos es preciso que sea como el Señor Doctor, de que hemos hablado? ¿Què importa, que los Españoles estèn dotados por lo general de unos talentos excelentes, (lo que no hay Estrangero, que se atreva à negarles) si con la educacion, poca instruccion, y peor gusto, que he referido, no pueden hacer mas, que lo que vémos hacen? Mucho ingenio, mucho concepto, mucho trastear de Escritura; y sale el Auditorio lleno el oìdo de agudezas del Predicador, la boca de sus alabanzas, y el corazon vacìo.
Mas adelante passára con su declamacion, encendido el sabio Viejo, si no le contuvieramos. El otro P. Mro. callò, de convencido, ò de atento. Ambos nos retiramos; y yo, como oì toda la conversacion con la intencion, y afecto de discipulo, luego que lleguè à casa la trasladè toda al papel; y pareciendome útil, y digna de un Pensador como Vm. se la remito,
deseando que me mande, &c.