A
Muy Señor mio: Vm. se mata en
valde, y gasta, como dicen, la polvora en salvas, quando en algunos
de sus Pensamientos se empeña en hacer patentes los disparates de
todas classes, que su buen gusto le hace reparar en ciertos Dialogos
en verso, que se recitan sobre nuestras Tablas. No es porque yo
niegue mi aprobacion à la critica, que Vm. les dispara; antes la
hallo muy bien fundada, y muy juiciosa: pero el mal que Vm. ataca,
ha echado tan grandes raìces, que es impossible curarlo, mientras se
le aplicáre el remedio no mas que de passo. Es preciso atacarlo en
su origen, y pintar con viveza sus dañosas consequencias, por mas
que es-ta pintura corra el riesgo de no agradar à los
que estàn llenos de preocupaciones, por ignorancia del arte, ò por
la costumbre, con que se han hecho al mal gusto, que hoy domìna.
Yà me hago cargo de que este empeño parecerà deber acarrear una
dilatada discusion, poco propria para la Obra de Vm. en la que vemos
censurados varios defectos con aquella delicadeza, con que Vm. sabe
manejar los assuntos que toca, y que es poco compatible con la
exposicion de muchos preceptos. No me he querido parar en esto: he
procurado escribir con brevedad algunas reflexiones sobre el
Theatro, desconfiando de poderlo hacer sin pesadèz: las he puesto en
forma de Cartas, y mi animo fuè desde luego comunicarselas à Vm. à
fin de que las interpolasse en sus Pensamientos, si le
pareciessen dignas de hombrearse con ellos. Vm. las darà el destino
que quisiere. Si tárdo en tocar el assunto, le suplìco à Vm. no se
impaciente: creo hallarme en la obligacion de satisfacer à una
critica, à la que temo mucho exponerme.
Vm. sabrà quizà (y poco importa que no lo sepa) que en algunos
renglones, que con su consonante al cabo andan de tapadillo en esta
Corte, se quejan sus Autores de que cabalmente aquellos
Pensamientos, que Vm. les ha dirigido, estàn llenos de galicismos.
No me toca à mì decidir si tienen razon; pero sì el declararles, que
à pesar de mi cuidado, algunos han de reparar en mis Cartas. Me
deláto yo mismo de antemano à su Tribunal, y me confórmo con su
sentencia, con tal, que no se dirija à hacerme callar.
Esto serìa injusto. Todos trabajamos para el Público, à quien menos
desagradaràn siempre Pensamientos, y Cartas, que algo dicen, aunque
sea con alguna expression afrancesada, que consonantes associados à
una prosa ratera, y Comedias hechas soñando, ò en el delirio de
algun tabardillo.
Vm. hallarà tal vez muy largo mi preambulo. Sin embargo no està
todavia concluìdo. Tengo que decirle ahora los puntos que me
propongo tratar, y el méthodo, con que los coordinarè. Hablarè,
pues, de la necessidad de los Theatros, del carácter essencial à la
Comedia, y à la Tragedia, que son las dos principales especies de
composicion theatral, y de las circunstancias indispensables en un
buen Comico. Podrà suceder, que en la discusion de los dos ultimos
puntos haya algun reparo, que no merezca el agrado de
los interessados. ¿Pero cómo ha de ser? Claro està que no se pueden
referir las obligaciones de un buen Poeta Comico, ni las partidas de
un buen Actor, sin ofrecer pinturas, que contrasten con los
Professores de ambas Artes, que vemos entre nosotros. ¿Es culpa mia
el que haya en España hombres sin instruccion, y sin gusto, que se
meten à componer Comedias, y el que las repre-senten Compañias
formadas de gente, cuya falta de inteligencia no tiene nada que se
le iguale, sino es la escaséz de talento de los Escritores, que las
proveen?
Si mis reflexiones necessitaren de ser afianzadas con la autoridad de
algunos Escritores, no piense Vm. que me sea preciso el ir á buscar
este apoyo fuera de casa: nos so-bran Criticos
juiciosos, en cuyas Obras hallamos depositadas las reglas del buen
gusto. Dando la preferencia à sus decisiones, hago dos cosas muy
importantes á un mismo tiempo: doy una advertencia á algunos
Estrangeros, persuadidos á que la barbarie de nuestros Theatros
symboliza con una ignorancia crasissima, y general en la Nacion, y
hago patente hasta dónde llega la falta de cultura de nuestros
hacedores de Comedias, que desconocen hasta sus Maestros naturales,
por decirlo assi, y quánto por esto mismo se ha envilecido entre sus
manos un arte, que ellos mismos profanan. Si citáre alguna vez à los
Griegos, ò à los Latinos, nadie tendrá que estrañarlo. Estas dos
Naciones estàn yá purgadas de la nota de Estrangeras por su grande
antiguedad; y será muy natural el llamarlas de quando
en quando á mi socorro, pues me he propuesto hablar de un assunto,
que llegò entre ellas al mayor grado de perfeccion. Yá me parece
tiempo de entrar en la materia.
Preguntar si las
representaciones theatrales son provechosas, ò perjudiciales, es
apartarse de la question, que incluye el primero de los puntos, que
he ofrecido indagar. Claro està, que proponiendola de este modo, no
se puede resolver sin acudir à una distincion. Qualquiera
representacion theatral, arreglada á las leyes del arte, que estàn
fundadas en la naturaleza de las cosas, y hecha por un hombre de
talento, serà indefectiblemente de una grande utilidad; pero será
muy insulsa, è igualmente nociva, si, semejante á las que se echan
en nuestras Tablas, fuere obra de algun Versificador,
cuyos estudios se reduzcan á haver leìdo el Rengifo, y esto
haciendoles mucho favor. La dificultad debe, pues, proponerse en
terminos mas precisos: se reduce unicamente à averiguar, si el
espectaculo theatral es necessario en un gran Pueblo; y en esto no
puede haver dos pareceres, si se remite la decision al arbitrio de
hombres, en quienes raye la razon.
Sè muy bien, que han declamado, y declaman contra el Theatro algunos
hombres, que mirando con horror à todo genero de diversiones
mundanas, desearían vèr aniquilados hasta los mas inocentes
placeres. Sè igualmente, que muchos otros, naturalmente insensibles
à todo lo que no tiene relacion con sus idèas, censuran de buena fé
lo que les parece distraher del estrecho camino, que se propo-nen seguir, arrimados à los principios de una rígida
doctrina. Ni los unos, ni los otros de estos censores son Jueces
competentes en esta materia, de cuyo conocimiento los aleja su
profession, ò su genio. Debieran considerar antes de fulminar sus
sentencias, que las grandes Ciudades no son, ni deben ser claustros
Monachales: que en todas ellas debe haver, segun maximas de una sana
politica, diversiones públicas, que hagan menos perjudiciales à los
ociosos, y que alimenten con un inocente recreo las fuerzas de los
hombres ocupados, que necessitan descansar despues de haver cumplido
con las obligaciones de la profession, que exercen en la sociedad.
Estoy seguro de que si hiciessen estas consideraciones, concederian
sin la menor repugnancia, que las representaciones theatrales son,
no digo útiles, sino necessarias: que no puede
haver razon, ni autoridad para desterrarlas; y que merecen el mayor
cuidado, y fomento de parte de un gobierno, que no haya llegado à
desconocer la poderosa influencia del Theatro, para corregir las
costumbres de los hombres.
Es indirecta, y poco conveniente, qualquier prueba de esta
proposicion, que no fuere sacada del objeto, y del fin que se
propuso la Poesìa theatral en todas las epocas de su duracion. Pero
es tan terminante por otra parte la que se deduce de su naturaleza,
que ella sola basta para afianzar la necessidad de las
representaciones Dramaticas.
Yà le dije à Vm. al principio de mi Carta, que mi intento era solo
hablar de la Comedia, y de la Tra-gedia. El fin de la
primera es, como Vm. lo observa muy bien en uno de sus Pensamientos,
hacer una guerra implacable à los vicios, y ridiculeces, que
pudieran turbar el orden, ò la dulzura de la sociedad. Este fuè
constantemente su empléo en todas las Naciones ilustradas, que la
admitieron, sin exemplar de que se haya propuesto otro fin, mientras
los Poetas Comicos han sabido su oficio, ò mientras han compuesto
sus Dramas en un gobierno, que los haya llamado al buen camino todas
las veces, que por alguna condescendencia muy reprehensible se les
ha antojado extraviarse, ò que se han hallado precisados à
disparatar por haver tenido la avilantèz de entrar en la carrera sin
haver consultado sus fuerzas. La Tragedia no es menos útil, ni está
menos determina-do su objeto: se propone este sublime
Drama despertar nuestras passiones con el fin de debilitarlas, y de
ahorrarnos los tristes lances, en que suele ponernos el despotismo
de su imperio. Esto parecerà quizà una paradoxa: lo confiesso; pero
no la dejarè sin aclarar, quando haya llegado al lugar donde
corresponde poner su explicacion.
A vista de tan sano sin de uno, y otro Drama, no es possible el que
no disminuya el numero de sus censores, y que no se animen al
estudio de sus reglas respectivas los que se hallaren inclinados à
esta especie de composicion. ¿Puede haver en efecto leccion mas
provechosa que una Comedia, donde se vè pintada con la viveza
inseparable de la accion theatral, y con la jocosidad, propria de
este Drama, la solicitud, y el martyrio de un avariento, ò la falsa generosidad de un hombre rico, ò la errada
magnificencia de un Grande, ò los infames tiros de un maldiciente, ò
los desordenes de una familia, que suelen ser consequencia
necessaria de la mala conducta de un marido, ò la serie de
disgustos, y pesadumbres de una muchacha casada contra el decoro de
su sangre, y contra las sagradas leyes de la respetable, y cariñosa
autoridad de sus Padres?
Es verdad, y no quiero dissimularlo, que algunas veces la Comedia se
propassó, atacando con descaro, ò con indecencia los vicios, que
emprendiò reprimir. Pero es este un abuso, que no debe atribuirse al
arte: fuè siempre corrupcion, ò insolencia de sus Professores. ¿Y
què consequencia hemos de sacar de estos exemplares? ¿Se havrá de
desterrar por esto una composicion, que se introdujo
en la sociedad, como un remedio? ¡Hà Señor Pensador! ¿què se harian
cosas mucho mas santas, que la Comedia, establecidas entre los
hombres, si los abusos, con que nuestra corrupcion las desfigura, y
aparta del fin, con que fueron instituídas, fuera bastante motivo
para aniquilarlas? Semejante providencia serìa desacertada, y
violenta. Estas son las circunstancias, en que debe esmerarse la
cordura de un gobierno ilustrado: à èl le toca el escoger los medios
eficaces, que nunca se hallarán para nuestro assunto en ordenes
destructivos. Todo está concluìdo con amonestar, ò dirigir à los
Poetas.
Assi lo practicaron los Griegos, Pueblo, en quien la libertad de la
Comedia llegò hasta exceder la que se fundaba en su constitucion.
Los Athenienses, dotados de una immensa sensibilidad,
cultivaron todas las bellas Artes con el mayor esmero, y conocieron
mucho su importancia. La licencia de sus Poetas Comicos, no
contentos con hacer ridiculos à los vicios, se pro passaron hasta
atacar à ciertos hombres en particular, al gobierno mismo, y à los
Dioses. Nada dejò intacto su malignidad, que no quedò satisfecha,
hasta que nombrò à los fugetos, cuya correccion tomaba por su
cuenta, ò cuyas acciones se havia proyectado hacer ridiculas. Por
esto no hay libro alguno, donde se encuentre con mas puntualidad el
estado de los negocios públicos, y privados de Athenas, que las
Comedias de Aristophanes. ¿Què hizo la República para reprimir esta
licencia? No desterrò de sus Theatros la Comedia:
mandò à los Poetas, que persiguiessen à los vicios en general con
nombres fingidos; y este es uno de los muchos caractéres, que
distinguen la Comedia Griega antigua de la que llamaron nueva.
Cumplieron los Poetas Comicos con la nueva obligacion que se les
encargò por este edicto, y no se daba permisso de hacer representar
Comedia alguna, quando passaba los limites de la moderacion, que les
havian señalado.
Este Drama, que havia ocupado el cuidado del Gobierno, se llevò con
el tiempo la atencion de los hombres de mayor talento. Aristoteles
nos dejò en su Poetica los preceptos, à que debe estár arreglado
para ser bueno, y lo mismo han practicado grandes Varones de todas
Naciones, que siguieron con sumo credito las huellas
de este Philosopho. Los Españoles de otros tiempos, que iban à
buscar las Artes, y Ciencias à su origen, nos dejaron en sus libros
las reflexiones hechas por los Antiguos sobre la Comedia,
corroboradas con los reparos que les añadian, fundados en la
diversidad, que la succession de los tiempos, y la variedad de los
systèmas politicos produce en las costumbres de las Naciones. Don
Joseph Gonzalez de Salas tradujo en Romance la Poetica de
Aristoteles, el Pinciano la puso en Dialogos, y ultimamente, Don
Ignacio de Luzan nos diò de ella un extracto muy juicioso en su
Poetica, olvidada, ò no estimada como merece por los de nuestra
Nacion, ingrata por lo general con sus buenos hijos.
Estas son las Obras, en que pueden, y debieran adquirir la ad-vertencia que les falta los que en nuestros tiempos se
atreven à escribir Comedias. De ellas sacarè quanto me propongo
decir sobre el artificio del Drama. Pero esto serà à su tiempo.
Por ahora no me conviene
empeñarme en esta materia: serà el assunto de otra Carta. Bien puede
ser que sea inutil mi trabajo, y debe serlo mientras no se piense
muy seriamente en hacer fructificar los reparos del zelo, y de la
critica.
Urge tanto mas esta providencia, quanto es mas antigua la epoca de la
corrupcion de nuestro Theatro. Yà declamaba en su tiempo el Pinciano
contra este desorden, y las mismas quejas hacia en el siglo passado
Don Antonio Lope de Vega en su Heraclito, y
Democrito. Es tan viva la pintura, que hace de los Poetas
Comicos de su tiempo, que no he podido resistir à la
tentación de comunicarla à los curiosos. Reservola para otra Carta,
por no hacer esta demasiado larga. En ella se verà, que la casta de
los malos Poetas no ha degenerado entre nosotros, y que por una como
profecìa describiò cien años hà lo que hoy sucede.
Quedo para servir à Vm. &c.
Se està representando
en el Coliséo del Principe una traduccion de la Opera, que el famoso
Abate Metastasio intitulò Adriano en Syria, y
el Traductor Vencer la propria passion en las
leyes del amor es la fineza mayor, y Adriano en Syria.
La fabula está seguida con bastante fidelidad: ¡ojalà lo estuvieran
la dignidad, y decencia del original! Pero la pieza està muy
maltratada en esta parte. Metastasio hace hablar sus
personages en el lenguage, que les es proprio: sus amores, sus iras,
y sus desdenes son proporcionados à la Dignidad de Reyes, y
Principes. Todo es grande: todo digno. Por el contrario en la
traduccion reyna una bajeza de expression, y de sentimientos, que
ofende à la reflexion menos delicada. Adriano, y Sabina se dicen amores en
los mismos terminos, que pudieran hacerlo dos amantes de la infima
plebe. Las iras son proprias de verduleras; y se reparte en el
discurso de la pieza una cantidad de epithetos de traydor, aleve, y otros semejantes,
con tanta profusion, que parece plaga, ò que al emplear estas voces
ha olvidado el Traductor la fuerza de su significado.
Pero consolemonos: los defec-tos se ván enmendando. En
el Artaxerxes, por no faltar al instituto de mezclar frialdades en
las cosas mas serias, se introduxeron dos Graciosos: en el Adriano hay quatro. Yá me hago cargo de que
la tentacion es fuerte. Emirena tiene una
criada; y ésta, segun todas las reglas, debe ser Graciosa; por
consiguiente Farnaspe ha de tener tambien un
criado Gracioso para que la haga gestos. Sabina, y Adriano no deben ser
menos: en efecto, trahen bufon, y bufona, y queda hecho el
equilibrio, tan à satisfaccion de todos, que el mismo Emperador
suspende su conversacion con Sabina solo para
que uno de los Graciosos diga unas quantas necedades muy insipidas á
la criada.
Por lo demás esta pieza, y la del Artaxerxes
son las menos defectuosas, que hemos visto de mu-cho
tiempo à esta parte. Yo debo hacer esta justicia al Traductor, que
yà sea desconfiado de su invencion, ò contento con seguir, en la
parte que ha podido, las huellas de Metastasio, nos ha dado dos
Dramas á la verdad traducidos sin dignidad, ni fineza; pero no
disformes. Si se contenta con esta ingenuidad, en hora buena: si no,
¿què culpa tengo yo en que su traduccion no merezca mayores elogios?