El Pensador: Pensamiento XLI

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Pensamiento XLI

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¡Valgame Dios! ¡què pesima ocupacion es la de Pensador! Desde que he dado en esta manìa, no puedo sufrirme à mì mismo. Yo me afano, y melancolizo, porque todo quanto piense, se buelve contra mì, yà porque me martyrizan como proprios los males agenos; yà porque deseando curar de ellos à los que los padecen, gritan estos contra el Medico, como si del que està visible y públicamente enfermo, no se pudiera decir, à lo menos, que no està sano. Los males, sobre que mas he reflexionado estos dias, son la ociosidad, holgazanerìa, negligencia, è indolencia aun de sì mismo, que todos se refunden en su primera madre la pereza. Està tan multiplicada, y estendida esta maldita generacion, que apenas se halla desorden en los hombres, que no pueda reducirse à este principio. ¿Quièn dijera, que aun los que trahen una vida agitada, y en un perpetuo movimiento, y afanes inutiles, pecan de poltrones, y ociosos? Pues assi los calificò un juicio como el de Socrates. Empecemos por estos poltrones activos.

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Heteroportrait

En cierta Provincia vive Don Macrobio, un Caballero de los mas esclarecidos, con seis, ò siete mil ducados de renta. Su trèn fuera decente para un Grande: su mesa mas abundante, que culta. De las funciones repetidas, que sin motivo urgente tiene en su casa, pudiera servirle alguna el dia que casára à un hijo; pero despues de toda esta profusion, no puede costear una educacion correspondiente à tres hijos, que yà cuenta con el Primogenito. Su cuidado es criarlos en el orgullo de Señores: procura imponerlos, en que no se dejen tratar sino de Señorìa: que se tuteen con los de su classe, aunque puedan ser sus abuelos. Singularmente el Primogenito lee muy mal, y escribe mucho peor; pero sabe quál es mejor Cochero; quál mula es mejor para guia: quál para tronco: si es mejor el tiro de su padre, que el del Marquès Fulano; y otras erudiciones de esta importancia, como tocar un guitarrillo, y fumar con los Lacayos en la caballeriza. Es verdad, que fuè su Ayo un Estudiantòn, nacido, y educado en una Aldèa de su Señorìo, que quando le tomaba la leccion, echaba sus cigarros: havia leìdo la Historia de los Doce Pares, y la de Pierres, y Magalona: hablaba en Castellano con sus muletas del ¿està Vm?. . . . . sì Señor. . . . . con que. . . . . pues. . . . . como iba diciendo. . . . . Sus terminos mas proprios, y cultos eran el omenage por el menage de la casa: què sólido està este sitio, porque solo, & c. Era tan Latino, que tartamudeaba un Canon del Concilio de Trento; y para explicar en Latin esta expresion: Sobre que hace frio, decia muy satisfecho: Super que facit frugus. Sabìa, mas de memoria, que de entendimiento, algunas definiciones del Larraga; y toda esta ciencia decia que le sobraba para ordenarse, y obtener el Beneficio de su Lugar, al que aspiraba con el empeño de su Señor. Pero sabìa muy bien quándo se havian de comprar los cerdos, quándo embiar à montanera, y todo el manejo de éste, y otros comercios, para una ganancia segura. Hacia RR à una guitarra, tocando la Jota, y echaba un corrido del Guapo Francisco Estevan, con una voz, que la embidiaban los gañanes de su Aldèa. De este Maestro tomò la cultura (yà se vè si correspondiente à su nacimiento) el Señorito; y aunque en el tiempo, que se le buscaba Ayo, se ofreciò un Eclesiastico de muy honrado origen, pero pobre, virtuoso, bien civilizado, docto, y erudito; porque el trato, y el sueldo havian de ser mas, que de un merè criado, y mucho mas, porque le hablò al niño sin darle Señorìa; no lo admitiò el señor Don Macrobio. Supongo, que en una funcion de las que sin especial motivo dà en su casa, ò en un regalo de los que suele dàr à la Comica su Cortejo, gastaba mas, que lo que podia importar al año el sueldo para el Maestro de su hijo. Pero esto no se puede, y aquello sì; porque para ello se le clama, y aun se le llora al Administrador, que adelante: al Mercader, que fie: al Confitero, que aguarde: al que abastece lo comestible, que lucre; y à los Criados, que aguanten, y no se puedan ir, por no poner à contingencia un año de salarios, que se le debe. Dicen algunos, que los Mayorazgos de esta Casa, desempeñados ,y bien administrados, sufragarian à mayores, y mas bien empleados gastos.¿Pero quién ha dicho, que el señor Don Macrobio los possee mas que en el nombre? Cierto dia, passando por un gran Cortìjo, preguntò de quièn era; y se alegrò quando le dijeron, que era suyo. El que los desfruta es su Administrador, que, de un pobre hombre, sin capa en el hombro, que era antes, tiene hoy un caudal soberbio, y alcanza yà en tantos mil ducados à su Amo: de modo, que este es su alimentista, y èl es el verdadero Señor en el usufruto. Sucede lo mismo con el goce de estos Mayorazgos, que con las Casas de Campo, que sus Dueños apenas las gozan ocho dias, y los Capataces, ò Caseros todo el año; y assi, hablando con ellos, puso una à la puerta de estos Palacios rurales esta inscripcion: Parantur Dominis, serviunt vobis: Se fabrican para los dueños, y os sirven à vosotros. Todo esto se remediaba con que el Señor supiera quál era su Cortijo; quiero decir, supiera por menor las piezas, y valor de sus Mayorazgos: los entregára con su cuenta, y razon à un Administrador fiel, y economico, (que no faltan hombres de bien, en queriendolos buscar) ò los administrára por sì, ayudandole un criado antiguo, experimentado, y leal (que tambien hay de estos en casas, donde son Criados, y no esclavos à remo, y sin sueldo): los distribuyera con aquella economìa, que es virtud, no con la que degenera en mezquindad, y codicia. El que gasta un poco menor de lo que tiene, es prudente: el que todo, loco; y el que mas, ladron. Por esso se dijo, que ninguna cosa es tan necessaria, como saber lo que es necessario.

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Heteroportrait

Conocì à un Caballero muy hacendado, tan juicioso economico, que recogìa un maravedì, como si fuera un doblon; pero para socorrer necessidades de pobres honrados, ayudar à infelices, y hacerles su fortuna, servir à la Religion, al Rey, y la Patria, y en otras ocaciones de lucimiento, y honor, gastaba los doblones, como si fueran maravedises.
¿Mas cómo es esso de que sea economico el señor Don Macrobio? ¿Es acaso su Señorìa Especiero? ¿Ha de tener libros de cuentas, como si fuera un Comerciante? No faltaba otra cosa, sino que se le fuera todo el dia en un despacho: esso es bueno para hombres de otra esfera, y que no tienen que hacer otra cosa; pero su Señorìa està muy ocupado, y no tiene hora suya. La cama lo ocupa hasta las diez, ò las once del día: peynarse, y vestirse, hasta cerca de las doce. Toma el conche, y và à carrera à tal Iglesia, donde à la misma hora se dice una Missa en un ite Missa est, como el que rezaba el Rosario en un Ave Maria: luego hay que hacer tantas visitas, como un Medico en el Otoño, aunque alguna no es de Medico. Buelve a casa rebentando las mulas; y son yà cerca de las dos quando se sienta à la mesa. Levantada ésta, es menesterque los Cocheros coman muy de prisa, ò no coman, porque và su Señorìa à la Comedia. Sale de aqui al Passéo, de donde lo echa la noche, ó al Convite, que ocurre, ò à la Casa del Juego, ò la Tertulia de su Cortejo, hasta cerca de las doce, que entra en su casa alborotando los Criados, postra dos del sueño, si no de la hambre, en las sillas de las antesalas. Cena, y buelve al punto de donde saliò; quiero decir, à la cama, desde donde al otro dia, y à la misma hora, repite todo el año el mismo circulo. ¿Pues no es impertinencia, querer, que un hombre tan ocupado, tenga lugar, ni aun para tomar la cuenta del gasto del dia? En esta vida tan activa, y laboriosa lo criaron: en la misma cria à sus hijos: estos criaràn lo mismo à sus nietos, y assi seguiràn estos holgazanes tan afanados, como Sisypho con la eterna tarèa de subir, y bajar, y fatigarse en hacer nada. El medio de salir de esta condenacion era, (como yà diximos) que el señor Don Macrobio se aplicára à cuidar de sus interesses, sin que por esso le faltasse el tiempo para las visitas, y concurrencias, que manda la politica, y ocupaciones, que precisan à hombres de su esfera. Bien manejado, y distribuìdo el dia, le quedaba lo bastante para las diversiones decentes. Siendo mas dueño de sus caudales, no solo podria sin empeños mantener el trén corespondiente à lo ilustre de su casa, sino costear la crianza de sus hijos en Seminarios de Nobleza, dentro, ò fuera de su Paìs: embiarlos à vèr las Cortes Estrangeras: ponerlos en el Real Servicio, y aun al Primogenito; y quando à éste lo reservasse, à los demàs, examinado su genio, y vocacion, distribuírlos por la carrera de las Letras, y las Armas. Esto practícan las Naciones cultas, è industriosas, y de este modo salen los heroes en todas lineas. Dentro de un mismo Reyno se nota la diferencia de unas Provinicas, en que sus naturales son mas laboriosos, è industriosos respecto de aquellas, en las que reynan el ocio, ò la holgazanerìa. De estas salen muy pocos, y de aquellas vémos muchos en los primeros Empléos. Pero los empeños de la casa no pueden sufragar à estos gastos; y quando pudieran, lo mismo es hablarse de que el Señorito ha de salir fuera, que dárle un desmayo à su madre: que ponderar el Medico cohechado, que el niño no tiene robustéz para las fatigas del camino, ni las tareas de los Estudios, ò las Armas. ¿Para què es esso? (dice su madre) ¿Lo necesita para comer? ¿Tiene que ser mas, ni necesita mas honra, que ser hijo de Don Macrobio? De este modo se queda el Señorito à aumentar el numero de los holgazanes de la Villa, à andar vestido de majo, de la casa de Juego à la Comedia, de corro en corro, de fandango en fandango, muy contento, y muy ufano con que es Don Fulano de tal, y que le dèn Señorìa. Assi pierde un hombre el estado; y su casa, en vez de adelantarse, con el discurso del tiempo se aniquila hasta que los descendientes del señor Don Macrobio tengan que aplicarse à oficio, ò servir tal vez à los nietos de los que sirvieron à su abuelo.
Descendamos à otro holgazan no tan activo; pero en la realidad mas ocupado.

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Heteroportrait

En la misma Ciudad vive Don Agelio, un Hijodalgo muy antiguo, con un Vinculo corto, que bien administrado, le rentaría siete, ù ocho mil reales; pero que entregado à Arrendadores, apenas le dà quatro mil. Y pregunto: ¿Abandona de este modo sus haberes, porque necesita todo el tiempo para los passeos, visitas, juego, &c.? No señor: no se le vè, ni en passéo, ni en juego, ni en plaza, ni en Templo. Es el hombre mas perezoso, que se ha conocido. Una vez sentado en su silla, no lo levantaràn, aunque se queme la casa. ¿Tomar un libro? Esso es tratar con los muertos. ¿Divertir una Assamblèa con la coversacion instruída, con el chiste, ò la felìz ocurrencia? Dice que esso es bueno para los bufones. Don Agelio (dicen algunos) es un Angel: no tiene hiel aquel hombre. ¡Què callado! ¡Què juicioso! Esto es juzgar por las exterioridades. El que aprueba un Libro por solo el frontispicio, ù hoja titular, se expone à mucho engaño. Habla, y te conocerè, decia Socrates; pero hay pocos Philosophos como éste, que por quatro palabras, que le oygan, califiquen à un hombre. Para Saber quièn es Don Agelio, no hemos de atender à lo que calla, ò dice, sino à lo poco que hace, y lo mucho, que deja de hacer. Yo vèo en èl aquel poltron desabrido, que pinta Horacio:

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Ni tù puedes contigo
estàr una hora, ni ocupar honesto
tus ocios; y aun errante, à tì molesto,
huyendo vàs de tì, como enemigo.
Este es Don Agelio, que apenas se levanta, quando sale de su casa para encerrarse en la agena; quiero decir, en la de un Amigo, que tiene una hermana no mal parecida. Aún suele estàr cerrado el recibimiento, porque la Señora, y la demàs familia estàn ocupados en las disposiciones domesticas de la mañana; pero se le abre al señor Don Agelio muchas veces con rabia, y murmuracion de los criados: entra, y se deja caer en una silla, donde yà se cruza de brazos, yà deja caer flojamente sobre el muslo la una mano; y entre la chupa, y el seno pone la otra: cuenta las vigas del techo, los ladrillos de la sala: mira al quadro de en frente: la labor del friso; y assi vagando, se melancoliza de verse solo consigo. Inclina la cabeza sobre el pecho, ò la sostiene con la mano, a assi se està, hasta que entra la Señora pidiendole perdon de haverlo dejado solo, por la precision de acudir al gobierno de su casa. Entonces se pone colorado Don Agelio. ¡Què modestia! Pero no es sino alegria, que le sale al semblante, de que tiene yà en frente, para pasto de sus ojos, lo que ha venido buscando desde su casa. Vè aqui la sola, y continua ocupacion de nuestro hombre: si Don Macrobio era el Sisypho, Don Agelio es el Tantalo; porque ese es su afan aquel dia, el otro, y el otro, y todos lo mismo. En todo el año solamente come, y duerme en su casa, y vive sentado en la agena: tanto, que haviendo ido à buscarle varias veces à su casa una parienta suya para no sè què negocio, cansada yà de no encontrarle, dicen, que le dejò una esquela con este requiebro: Don Agelio Fiebras,
el de la persona ex-casa,
que nunca en tu casa estàs:
¡quièn estuviera en tu casa,
para no verte jamàs!

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Selfportrait

“Señor, (dirìa Don Agelio, si oyera esta cencura) ¿què he de hacer? Yo estoy contento con lo poco que me dán mis Arrendadores, que aunque no es lo que necesito par mantener mis obligaciones, por no afanarme, passo gustoso mis estrecheses. Yo no entiendo de negocios: yo no quise acabar de estudiar, ni sè mas, que leer, y mal escribir: yo no tengo gusto, ni en el juego, ni en el passéo, ni en otras concurrencias, sino en casa de mi Amigo. ¿Pues en què quieren que me ocupe?“
Dice muy bien Don Agelio. Miren como sabe hablar. A ninguno le falta eloquencia para defender ò escusar sus vicios. Luego diràn, que es buen Sancho, y no vèn, que es callado, no por prudencia, sino porque no tiene fondo de donde sacar la conversacion. Pero aqui de lo racional. ¿No sabe leer el señor Don Agelio? Assi lo confiessa. ¿Pues por què no lee, no digo yo Obras, que necesiten un lector habil, sino un libro de Historia? Apliquese à ella primero por mera diversion que una vez cebado en ella, se irà instruyendo sin sentirlo, y à pocos dias sacudirà el letargo, ò no ha de ser racional.

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Example

De un Rey Philosopho cuentan, que llegando de camino con su Corte à un Lugar, y haviendole prevenido sus Aposentadores la mejor casa, buscò en ella un Libro, y no hallandolo, hizo registrar todas las demàs del Pueblo: fuè inutil la diligencia; por lo que, yendose yá à dormir al campo, reparò en una choza, que havia à la salida, á un pobre Jornalero, que estaba leyendo. Entróse adonde estaba, y dijo à los suyos: “Vayase cada uno donde quisiere, que yá tengo yo possada, y cena en casa de un Vasallo, el unico que he encontrado en este Lugar, porque yo soy Rey de racionales, no de brutos.”

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Hay otros de igual esfera, que Don Agelio; pero mas pobres, que al fin consiguieron algunos doscientos, ò trescientos ducados en este, ò el otro empléo, que, correspondiente al sueldo, no les dá tanto que hacer, que no les deje sobrado ocio para emplearlo dignamente en trabajo, que, ò los adelante, ò los instruya. Antes de su acomodo eran tan activos, que no omitieron medio para su establecimiento; pero luego que faltò aquel impulso, parò la rueda; pues blasonando uno de estos, de que no es ambicioso, fija en aquel destino su fortuna, queriendo hacer creer, que es virtud contraria à la ambicion lo que en realidad es flojedad. Apenas despacha su tarèa, quando se presenta en los sitios, públicos. Yá sale de esta tienda: yá entra en la otra: yá se llega à este corro: vá trás del otro Amigo, que acaso passa: recorre sus visitas, &c. y si todo esto no es su ocupacion, lo es la casa de Juego, donde perdiendo mas de lo que gana, y haviendo de mantener el vicio, y el vestido asseado de petimetre, ò de majo, y sus obligaciones, si las tiene, viene à perder su estimacion, y el empléo.

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Heteroportrait

Me parece, que en el numero de los holgazanes de profesion podemos contar à Alcímedon, un Artesano de los mas famosos. Qualquiera pieza trabajada de su mano es con razon mas pagada, que las de los otros de su mismo Arte; pero en el dia, que toma una porcion de dinero de alguna grande obra, que ha concluído, yá se juzga acomodado. Mientras le dure (que durará poco) el dinerillo, no hará otra, aunque se le pague como merece, y aunque sea para el sugeto de mayor autoridad. Abandona su tallèr, y sale à tomar el Sol en el Invierno, à la huerta en el Verano, à la merienda, ò al bayle con los amigos, y assi vive, hasta que la necesidad le hace bolver al trabajo. Tiene un hijo de habilidad, que enseñado por tal Maestro, le igualára, si no le excediera; pero dice el padre: ¿A mi hijo lo havia yo de poner à esto? Primero le cortára las manos; y sin examinar, ni su genio, ni su vocacion, le obliga à tomar destíno, que lo suele hacer infelíz. La República pierde un insigne Artifice, y èl no adelanta su casa.

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Heteroportrait

A proporcion se verifica esto mismo en los pobres de oficios ínfimos, y aun jornaleros. Se contentan con lo del dia, y al instante sueltan el trabajo por ir à la plaza à escuchar el Romance, que ha salido nuevo, que canta el ciego, que lo vende: à echar un cigarro con los amigos en los Poyos de la Cruz; y à dár al juego, y à la taberna lo que havian de dár al Panadero. Assi descuidan la muger, y abandonan los hijos, que despilfarrados corren, y gritan por las calles, y las Plazas, turbando dia, y noche el sosiego de los vecinos.

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General account

Restituyendose de Mexico à España un Andaluz, que havia hecho yá alguna fortuna, instò à otro compatriota suyo, no menos adinerado, à que se viniesse con èl para gozar en la amada Patria, y entre los suyos, los bienes adquiridos por su industria. Yá lo llevaba casi persuadido, quando le preguntò el renitente, ¿si sabìa que aùn huviesse tantos muchachos sueltos, y alborotadores en la Plazuela del Alamo? ¿No ha de haver? (le respondiò) y los havrà mientras haya padres brivones en nuestro Paìs. Pues siempre que no recojan tanto muchacho insolente, (replicò el otro) no buelvo yo á Andalucía.
Es de mas consequencia este desorden, que lo que parece, porque de este abandonado enjambre salen despues los mal trabajadores, los holgazanes, los vagos, los que llamamos de la vida ayrada, los ladrones, y (los mas inocentes, y no menos peligrosos) los pordioseros, y mendigos, que vistiendo su holgazanería con el trage roto de la miseria, abusan de la piedad del comun, con perjuicio de los verdaderos pobres, y son unos estafadores públicos. Todos estos, no solo son inutiles, sino perjudiciales al Estado; y aunque el Gobierno ha tomado siempre providencias, como la raíz del mal es tan inveterada, estendida, y profunda, remedia lo que puede; pero no lo puede todo, porque este es un mal, que ha de empezar, á curarlo el mismo que lo padece; y al hydropico, que se regala con el agua, no lo sanaràn los Podalirios mas sabios.
Me ha hecho ponerme serio, y melancolico la malignidad de las demás Naciones, que notan al Español de tardo, y perzoso; y para guisarnos esta satyra con mas pimienta, dicen, que

Satire

años passados bolviò á este mundo nuestro primer Padre Adán á reconocer su antiguo dominio: diò buelta al Asia, y al Africa, y nada conociò de lo que havia dejado: llegò á Europa, visitò la Italia, la Francia, la Inglaterra, la Holanda, &c. y hallò todos estos Paìses tan trocados, que empezò à dudar, si Dios havia criado otro Mundo diferente del que èl havia posseìdo: llegò à España, y alborozado con el desengaño: Esto sì (exlamò): yá conozco esta tierra: esto està como yo lo dexè.
Sin duda que à este Adán lo ha engañado la sierpe de la embidia. Los Españoles tienen la gloria, no solo de haver mejorado su Mundo, sino tambien la de haver descubierto, y cultivado otro Nuevo, mayor que el conocido: blason, que no pueden contar las demàs Naciones. Pero reclamar contra esta calumnia, no es vindicarla. Desechar el ocio, abrazar el trabajo, aprovecharse de la industria; este es el unico medio de desmentir mas aquella nota. No se entienda, que queremos condenar á los hombres acomodados à que como el Guarda de una viña, estèn dia, y noche sobre sus haciendas, y à que, continuamente al remo, sean esclavos de una codicia sórdida: bastantes miserias tiene la vida humana, y no hemos de aumentar nuestras miserias. Este excesso aùn es mas reprehensible, que el otro. Lo que se aparta de ambos, es lo que manda la prudencia. Passemos yà de los holgazanes activos à los verdaderos poltrones. Aquellos, de quienes hemos hablado, yà tienen la ocupacion de hacer algo, aunque esso mismo es hacer nada.

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Heteroportrait

¿Mas què diremos de un Servilio, hombre de talentos, hombre de talentos, que acreditò bastantemente quando fuè Pretor? Este, pudiendo aùn ser muy útil à la Patria, la abandonò, sin mas causa, que no querer trabajar. Se encerro en su Casa de Campo, donde estanco sus muchas riquezas, y ocupò sus ocios en cultivar sus hortalizas. Los que se veìan fatigados con el cúmulo de los negocios, solian exclamar: ¡O Servilio! ¡Tú solo sabes vivir! Pero Seneca, que al ocio sin letras llamò Sepultura de un hombre vivo, calificaba de otra fuerte aquella inaccion: Servilio (decia) no sabe vivir, sino estàr escondido; y passando cierto dia por la misma Casa de Campo, dixo, señalandola, à los que lo acompañaban: Aqui yace Servilio.

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Heteroportrait

¡O quántos Servilios pudieramos nombrar! Poco se diferencian estos de aquellos, para quienes se hicieron las sillas poltronas. Apoltronado en una de ellas vèo à un Don Vitelio, primogenito de la pereza. El no habla mal de nadie, porque no abre su boca, sino para comer, y bostezar. Para èl no hay Theatro, Passeo, Juego, Cortejo . . . . . En suma, no se le conoce vicio: todos dicen, que es un buen hombre; y yo diria, que es el peor de los mortales, porque la mayor obra del Criador la hace èl inutil en quanto à su persona. El es el que hallò el secreto de ofender à Dios, sin concurrencia del cuerpo. Sentencia fué de un Philosopho, que los hombres, que nada hacen, aprenden à hacer muchas cosas malas; y es preciso que assi sea, porque el agua, que corre, se purifica á sì misma, y beneficia por donde quiera que passa: la que contiene un estanque, se engruessa, cria tovas, y gusanos, y ni aun para regar es buena. ¿Pues para què ha de ser bueno Don Vitelio? Para lo que dice otro Caton de nuestros tiempos: A Dios (dice) se le hace la corte de rodillas, al Rey en Piè, y al Demonio en el canapè. Sacamos en claro, que este animal de la pocilga de Epicuro existe solamente para comer, y dormir; pues sea dicho de Don Vitelio lo que de otro su semejante dijo este epigramma:

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Come y duerme, no se afana
por nada mi Don Crispin:
mas vale mi Asno, que al fin
come bien, pero lo gana.
Finalmente, moralizando mas este punto, acordemonos, que (segun la Religion nos enseña) el hombre fuè criado para obrar: que cada uno en su destino, segun su estado, y condicion, tiene mucho que hacer para con Dios, para sí, y para con el proximo, y que descuidando qualquiera de estos tres respetos, cargará sobre èl un sinnumero de miserias.

N.

Metatextuality

No he podido vèr aùn Auto alguno de los que se están representando, por lo que quedará esta materia, que es muy vasta, y de bastante interès, para las semanas siguientes.