El Pensador: Pensamiento XIV
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Nivel 1
Pensamiento XIV
Nivel 2
Metatextualidad
Dixe en mi Discurso antecedente de
què modo la ignorancia es causa de la Detraccion, y de la
Maledicencia. Falta explicar còmo contribuyen à las mismas
las falsas idèas que tenemos en orden à los vicios, ò por
mejor decir, la falta de idèas, relativas à ellos.
Nivel 3
El homicidio, y el
robo, vicios contra la existencia Physica, en quanto el uno
priva directamente de la vida natural, y el otro de los
medios de conservarla, estàn reconocidos, y detestados como
tales, y las leyes han impuesto penas severas contra los
transgressores; pero no sucede assi con la detraccion, y la
maledicencia, vicios diametralmente opuestos à la existencia
Moral. Bien, que las leyes divinas nos hayan impuesto la
pena mas severa por esta transgression, y que las civiles no
hayan olvidado precaver de este azote à los
Ciudadanos; la costumbre, y ninguna reflexion han borrado en
nosotros la imagen de la malignidad de estos vicios, y el
delito, de que nos hacemos reos en su práctica. Assi, al
passo que vémos pocos hombres, que dejen de mirar con horror
el robo, y el homicidio, porque generalmente todos tienen
idèas bastante justas de su malignidad, encontramos
innumerables personas de todos sexos, professiones, y
edades, que se entregan al vicio de la maledicencia, por no
tener idèas, ni aun remotas, de su perversidad. Raro serà el
hombre, que deje de horrorizarse al vér cometer un
homicidio, y que no mire con indignacion la fealdad del
hurto: pero son muchissimos los que se complacen en vér
destrozar la fama, y estimacion del proximo.
Oimos hablar de una muerte violenta, y apenas hallamos
suplicio suficiente para castigar el delito del agressor.
Tratase de un ladron, y en el instante se nos representa
cubierto de infamia, è indigno de comparecer entre los demàs
hombres. Todo esto es muy justo. Nuestra existencia Physica
està aventurada entre tales monstruos, y estas impressiones
son consequentes al natural deseo de nuestra conservacion.
Pero si la existencia Physica nos merece tanto cuidado: si
miramos con tanto zelo el derecho, que tenemos à ella, ¿por
què tratamos con abandono el que tenemos à la existencia
Moral? Sea preocupacion, ò razon, esta nos es mas estimable,
sin comparacion, que aquella, y apenas se encontrarà hombre,
que puesto en la precision de elegir entre conservar la vida con deshonor, ò terminarla con gloria, no
prefiera una muerte honrosa à una vida infame. ¿Por què,
pues, (vuelvo à decir) la miramos, no solo con indiferencia,
sino tambien sin formar el menor escrupulo de esta
depravacion? Yo no encuentro, ni créo que haya otra razon,
que la de no tener idèas justas del mal. La maledicencia
priva à los hombres de su existencia Moral; y aun quando no
trajesse muchas consequencias perniciosas a la vida natural,
serìa siempre un daño irreparable. Por mas esfuerzos, por
mas reparaciones, que se hagan, si tal vez se cura la llaga,
la cicatrìz queda para siempre. El calumniare semper aliquid
hæret lo vémos verificado à cada instante. El veneno puede
no hacer el ultimo estrago en una constitucion robusta; pero
la estraga, y debilita. Del mismo modo los tiros
de la maledicencia, bien que no logren alguna vez producir
todo el efecto, que debian, debilitan la opinion, la hacen
sospechosa, y dejan una mancha, que suele durar lo que la
vida. Sin embargo, vémos à cada passo innumerables personas,
y entre ellas algunas de las que passan por timoratas,
dedicadas à denigrar la opinion del proximo; pero con una
serenidad de animo, y una tranquilidad de espiritu, que no
pueden dejar de admirar à qualquiera que los mire con
reflexion. Incapaces de hacer mal à otros vivientes, se
ensangrientan en el hombre, y parece que sus lenguas han
declarado la guerra al Genero Humano. Nada hay seguro de su
maledicencia. Assi las assamblèas parecen mas bien juntas de
lobos carniceros, ò de tygres furiosos, que de
hombres civilizados. Y todo esto, hablando generalmente, no
tiene otro origen, que la ignorancia, y la falta de
reflexion. La embidia, el deseo de perder à un concurrente,
y el maligno gozo, que tenemos en oír, ò referir los
defectos agenos, entran tambien à la parte; pero con menos
frequencia. Por esto vémos mucho mayor numero de
detractores, que de maldicientes. Si se tuviessen idèas
justas del daño, que un gesto, ò una palabra pueden causar
en la fama del proximo, y de las consequencias que trahen,
no solo à su existencia Moral, sino tambien à la Physica, la
mayor parte de los hombres moderarian sus acciones, y
velarian sobre sus discursos. Pero esto de obscurecer la
opinion, denigrar la fama, y en una palabra,
despojar à los hombres del concepto de honrados, à que
tienen tan sólido derecho, y ponerlos, en quanto està de
nuestra parte, al nivèl de los sugetos mas infames,
exponiendolos à la burla, y al desprecio, y procurando
cerrarles todo asylo, y privarlos de la proteccion, en que
quizà consiste su fortuna: todo esto digo, y otro sin numero
de daños, que ocasiona una lengua maldiciente, se practíca
con la mayor satisfaccion, y serenidad del Mundo, porque no
reflexionamos sus consequencias. A no ser assi, veriamos una
contradiccion inexplicable en los hombres. Hallariamos, que
los mismos, que miran con horror el homicidio, se complacian
en el assessinato alevoso; y vendria à ser lo mismo, que
tener lastima de cortar à uno el extremo de la narìz, y no
teneria para cortarle la cabeza.
Nivel 3
Hay muchas especies de maldicientes; pero todas
créo pueden reducirse à tres classes. La primera
compuesta de hombres ossados, maldicientes de profession,
que hacen gala de la maledicencia, y procuran dominar, y
avassallar à todos con el terror, que infunden los golpes de
sus lenguas. Estos son como una tropa de furiosos, que
animados unos contra otros, se atacan, y se despedazan,
haciendo de los Pueblos un Campo de Batalla cubierto de
cadaveres. La segunda de hombres simulados, que con un ayre
de imparcialidad, y de amor à la verdad, lejos de ser menos
perniciosos, destrozan con golpes mas seguros, y hacen gemir
à la humanidad bajo los filos de sus armas alevosas,
cubiertas de un exterior dulce, y afable. Y la tercera de
personas hypocritas, que levantando los ojos al Cielo, y
ostentando un espiritu de caridad, infaman, y despedazan al proximo con una negligencia estudiada, y una
devocion escandalosa.
Bien pudiera citar millares de exemplares, en que con
estas, ò semejantes salvas, he visto derramar este veneno
sobre la fama de personas virtuosas; pero tengolo por inutil, y fastidioso, y mucho mas, siendo tan
facil el encontrarlos cada dia, y casi à cada instante, à
qualquiera que se dedique à estàr en observacion.
Nivel 4
Retrato ajeno
La primera de estas
classes es la menos perjudicial, y por consiguiente
la menos temible. El maldiciente de profession, à
fuerza de querer herir à todos, à nadie hiere. Las
gentes conocen el humor maligno que lo domína: lo
alhagan, y acarician por temor de su lengua; y
vienen à ser como los salvages idólatras, que
conociendo en el diablo un espiritu malhechor, sin
embargo lo festejan para que no les haga daño. Por
lo demás, estos miserables maldicientes pueden muy
bien agitarse, hacer gestos, y contorsiones,
inventar frasses, dár voces, amontonar calumnias, y
hacer juramentos para que los crean: todos sus
esfuerzos regularmente son vanos, y el Mundo es
bastante cuerdo para conocer que es
depravado el hombre, en cuyo concepto nadie es
bueno.
Nivel 4
Retrato ajeno
La segunda classe es mucho
mas dañosa à la humanidad. En efecto, un hombre, en
cuyo semblante se vè cierta especie de candor, y que
tratandose de algun sugeto, empieza su discurso por
elogiarlo, parece distante de querer maltratarle; y
lejos de dár indicios de ser su enemigo, hace alarde
de su amistad. Con esta mascara se empieza à
derramar la ponzoña, tanto mas mortal, quanto el
maldiciente sabe fingir mejor su cariño, y su
lastima. Ordinariamente entablan estos su
maledicencia, alabando alguna pequeña virtud, ò
propriedad del sugeto, à quien quieren hacer el
tiro, para atribuírle despues vicios capitales.
Dicen de uno, que tiene lindos ojos, para suponerle un corazon perverso: que es muy
assistente en el Templo, para tratarlo de hypocrita;
y que es muy habil, para añadir, que es un talento
mal empleado, y que fuera mejor tuviesse menos
habilidad, y mas honor, y juicio. Finalmente, saben
alabar del mismo modo, que el maldiciente de la
satyra IX. de Boileau:
Nivel 5
C’est un homme d’honneur, de pieté
profonde,
Et qui veut rendre à Dieu, ce qu’il à pris au monde. Este es un hombre honrado, piadoso, y justo,
pues à Dios restituye lo que hurtò al mundo.
Et qui veut rendre à Dieu, ce qu’il à pris au monde. Este es un hombre honrado, piadoso, y justo,
pues à Dios restituye lo que hurtò al mundo.
Nivel 4
Relato general
Sin embargo, pondrè aqui
parte de una conversacion, que oì dias passados, y
me diò motivo para escribir este Pensamiento. Passó
entre una Dama, y un Caballero, que sentados al lado
de un estrado, y viendome no lejos de alli, solo, y
cabizbajo, creyeron que los Pensadores no tienen
oìdos, ò que son hombres sin consequencia.
No pude sufrir mas una conversacion tan depravada. Retìreme luego, por no
oìr la inteligencia, que daba esta alma baja á los
principios, y maximas de su Religion; pero no dudo,
que, prosiguiendo con el mismo espiritu de caridad,
añadiria la tal Señora quantos horrores ocurriessen
á su malignidad, y que el Caballero, que yà empezaba
á ceder, los creerìa con una buena fé, llena de
estupidèz, y de ignorancia.
Nivel 5
Diálogo
“D. Cierto que es
compassion vèr un hombre tan habil, y que se haya
abandonado tanto, que es el desprecio de las
gentes. Yo lo quiero como si fuera mi hijo: hace
muchos años que lo trato; y aunque muy distante,
no dejamos de tener algun parentesco. Le he predicado mil veces: yà se vè, como quien
no desea sino su bien; pero inutilmente. Estos
vicios, que . . . . . = C. Pues, Señora, tambien
há algun tiempo que yo le trato, y no le he
conocido vicio alguno. Nos vemos con frequencia, y
no he advertido cosa reprehensible en su conducta;
antes bien me parece un hombre muy bien educado,
modesto, y juicioso. = ¡Oh! En quanto à educacion,
y saber tratar à las gentes con toda la civilidad,
y decoro, que à cada uno corresponde, venga el que
viniere; y à mas de esto, tiene otras habilidades
muy estimables, y dignas de un hombre de su
nacimiento, que tampoco se le puede disputar, pues
nadie ignora que es de familia muy ilustre. De la
Musica sabe mucho mas de lo que corresponde à un aficionado. Bayla con mucha
gracia. Dicen los que lo han visto, que en el
manejo de un Caballo hay pocos que le igualen; y
tiene buenos principios de Mathematicas. Pero todo
esto es inutil, y èl ha hallado el modo de
obscurecer las prendas, de que està adornado,
entregandose à tantos vicios, y haciendo una vida
tan licenciosa, que es el escandalo de la
Corte. = Señora, Vm. me confunde, y para mì es tan
nuevo lo que oygo, que me hace dudar si sueño, ò
estoy despierto. = Vaya. ¿De què sirve el
dissimulo? Conmigo no hay necessidad de fingir; ni
tampoco me explicarìa yo de este modo, à no estàr
persuadida de la confianza que Vm. merece. = En
esto no hay ficcion. Digo con toda la ingenuidad
imaginable lo que siento; y bien podrà
ser, aunque lo dudo, que esse Caballero tenga
algunos vicios; pero para mì estàn tan ocultos,
que hasta ahora ninguno le he conocido. = Ojalà no
los tuviesse: Yo daria algo de bueno en albricias.
Lo estimo demasiado para no desear que fuesse
assi. Pero digame Vm. ¿No es vicio passar toda su
vida en las casas de juego? ¿No es vicio dissipar
su hacienda, y tener à su muger, y hijos
sumergidos en la miseria? = ¡En la miseria! Me he
de bolver loco. Yo conozco à sus hijos, y muger, y
sè que se mantienen con mucha decencia. = Vm. sabe
todo lo que es necessario para estàr en perpetua
contradicion, y decir que es negro lo que yo llame
blanco. Sì Señor: en la miseria, yà que Vm. me lo
hace repetir. Sus hijos estarian
desnudos, si no huviesse una buena alma, que Vm.
conoce, la qual se ha dedicado á vestirlos. La
decencia, con que se trata su muger, es assunto de
otra naturaleza. No digo yo, (ni Dios lo quiera,
ni permita) que en esto haya cosa mala. Yo la
tengo por muger de juicio, y virtuosa; pero lo
cierto es, que su marido no la dá cosa alguna: que
ella no tiene renta para su adorno; y que sin
embargo no hay moda, que se le escape, y en que no
sea de las primeras á dár el exemplo con
profusion. Cómo se hacen estos milagros, esso es
lo que yo no entiendo, ni quiero entender. Y no
porque ignoremos lo que passa; pero hay cosas, que
son mejores para calladas. La tal Señora mia sabe
muy bien que yo estoy enterada de todo el mysterio: que sè que tiene mas de sesenta
batas, todas muy lindas, y costosas; y que no se
me oculta de dónde, cómo, y por què han venido.
Pero dejemos esto. Ni quiero ofenderla, ni que Vm.
se escandalice. = Cierto, Señora, que á no ser Vm.
quien lo dice, tendria por supuesto quanto acabo
de oìr. = Pues no lo tenga Vm. sino por muy
seguro. = Yo vèo esse Caballero muy introducido, y
que las gentes mas distinguidas estiman su
amistad; y cierto que empiezo á compadecerme de
vèr mal empleadas tan lindas luces. = Mas se
compadecerìa Vm. si supiesse otras cosas, que dejo
en silencio. Pero en fin, somos Christianos, y no
debemos descubrir los defectos del proximo.”
Nivel 4
Retrato ajeno
La tercera classe es la
mas dañosa, y detestable de todas. Una persona
tenida por virtuosa, se mira como exempta de toda
parcialidad, de rencor, y de embidia; y esta buena
opinion, que sabe adquirirse para con las gentes, dá
á sus discursos cierta fuerza, y ayre de verdad, que
nada puede contrarrestar. Esta casta de hypocritas
se forma una religion maquinal, y una caridad a su modo. Ellos no conocen aquella, que
es humilde, oficiosa, y compassiva. No aquella, que
interiormente siente el mal, y se alegra del bien;
sino una fantasma de caridad, que desea el mal para
criticarlo, y que examina las vidas de los hombres
para hacer públicos sus defectos. Vè aqui el idioma,
en que ordinariamente se explican estas Furias.
“Señores, dejemos de maldecir. ¿Hay vicio mas
abominable, mas indigno del corazon de un
Christiano, que la maledicencia? ¿Dónde irá á
residir la caridad, esta virtud suprema, que hace de
todos los hombres un pueblo de hermanos, si nosotros
no le damos possada en nuestros corazones? Que ella
se alvergue en nuestras almas. Los hombres son
débiles, y defectuosos; pero la caridad
es habil, y discreta. Cubramos las imperfecciones de
la humanidad con un velo de amor; y lejos de
fatigarnos en descubrirlas, bolvamos à otro lado
nuestros ojos. Hagamos en nosotros el examen, y
aprendamos en nuestra propria flaqueza á compadecer
la agena. El espiritu de maledicencia es el que
divide las familias: por èl se vèn dispersas las
compañias, trastornado el orden público, violadas
las leyes, y rotos los lazos, que debian unir á los
hombres. Los que hemos contrahido este vicio,
debemos hacer todos los esfuerzos possibles para
vencerlo; pero sin caer en el vicio opuesto. No
hagamos lo que Belisa, á quien todos conocen, que
despues de haver tenido una juventud escandalosa,
retirada al presente, y dada á la virtud, ha contrahido nuevos vicios, y exercita la
maledicencia contra la maledicencia misma. Estas son
cosas, que todos sabemos. Vms. la han oìdo murmurar
la conducta de Clelia. Es verdad que ha tenido mil
razones: nadie ignora sus escandalos; pero no por
esto es justo sacarlos á luz. Si se huviesse de
decir lo que se sabe de una, y otra, quizá no havria
quien quisiesse oirlo, ni creerlo; y si otro, que
tuviesse menos caridad que yo, lo supiesse, bastarìa
para que ambas viviessen desacreditadas el resto de
sus dias. Pero dejemos esto. Semejantes memorias son
odiosas. Nosotros no debemos juzgar el interior de
nuestros hermanos, y solo nos toca dirigir á Dios
votos fervorosos por la enmienda de los infelices
pecadores.”