El Filosofo à la Moda: Número IV
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Nivel 1
Número 4
Nivel 2
Leccion VII
Á los que Desean Alargar el Tiempo.
Cita/Lema
. . . . . Hoc
est.
Vivere bis, vita posse priore frui.
Vivere bis, vita posse priore frui.
Mart. Lib. X. Epig. XXIII.
Nivel 3
Metatextualidad
El último medio que propuse en
la Leccion anterior para emplear bien el tiempo que
causa tanto desabrimiento á los ociosos, fué aplicarse á
inquirir nuevos conocimientos. No hay ciencia que por sí
sola no sea capaz de ocupar toda la vida de un hombre,
aun quando fuera mas larga.
No quiero empeñarme aquí en tratar de la utilidad de las ciencias, de la ilustracion que dan á nuestro entendimiento, de los medios de adquirirlas, y tampoco recomendaré ninguna en particular. Estas son cosas tan controvertidas, que será mejor 1otro punto ménos comun y mas agradable.
Ya he demostrado que el tiempo que se pierde en el ocio, es el mas largo y mas enfadoso. Ahora procuraré manifestar, que el tiempo empleado en el estudio, en la lectura, y en la adquisicion de nuevos conocimientos es largo sin ser molesto; y esto nos descubrirá un medio para alargar la vida, y volverla toda en nuestro provecho.
La reflexîon que hacemos sobre las imaginaciones que en nuestra fantasía suceden una á otra, nos da una idea del tiempo. Por esto un hombre que duerme sin soñar, no tiene ninguna imaginacion, ni halla la menor distancia desde el momento en que cesa de pensar, quando queda dormido, al momento en que vuelve á pensar quando despierta. Yo no pongo duda que un hombre despierto experimentaria lo mismo, si le fuese posible no tener mas que una sola idea en la imaginacion, sin que otro pensamiento llegase á estorbarla. Vemos continuamente á ciertas personas que se aplican con gran cuidado, por muchas horas á la meditacion de algun punto, sin echar de ver aquella sucesion de varias ideas, que ínterin han meditado les han pasado por la imaginacion; dexan huir una buena parte de aquel tiempo, sin conocerlo, y lo hallan despues mucho mas corto de lo que en sí mismo ha sido.
Podemos adelantar mas este pensamiento y decir que un hombre abrevia su tiempo, quando no piensa en nada ó en pocas cosas; y que alarga su tiempo quando se ocupa en varios objetos, ó repasa en su imaginacion una pronta y constante sucesion de ideas. En efecto, si la idea que tenemos del tiempo procede de la reflexîon, que hacemos en la sucesion de imaginaciones que se presentan á nuestra fantasía, y si esta sucesion puede acelerarse ó retardarse hasta el infinito, varias criaturas pueden tener diferentes ideas en el mismo espacio de tiempo á medida, que sus imaginaciones suceden unas á otras, con mas ó ménos prontitud; y así puede haber alguno que halle una media hora tan larga, quanto á otro parezca largo un año, y que mire un minuto como una hora, como una semana, como un mes, y tambien como un siglo.
Hay en el Alcoran un capítulo, donde parece que Mahoma no tenia una fantasía tan pobre: refiere
Tienen los Turcos una novela muy agradable, tocante al particular de esta aventura de Mahoma, que tiene alguna relacion con mi asunto.
Dexo á mis Lectores el cuidado de comparar esta fábula mahometana, con lo que he dicho arriba. Para que haga yo la aplicacion, les rogaré solamente reflexîonen sobre los medios que hubiera de alargar en algun modo la vida, mas allá de los términos que la naturaleza ha señalado, aplicándonos con ardor á extender nuestros conocimientos.
El mentecato se fastidia, se cansa en seguir sus pasiones; el sabio se divierte en meditar sus ideas. El primero halla largo el tiempo porque no sabe donde emplearle; el segundo le halla tambien largo, porque distingue todos sus momentos con algun pensamiento útil ó agradable; es lo mismo que decir: uno nunca lo disfruta, el otro siempre lo aprovecha.
¿Qué diferencia se halla entre estos dos hombres, que han envejecido, el uno en el estudio y en la sabiduría, y el otro en el ocio y en la ignorancia, quando vuelven los ojos ácia su vida pasada? El último no halla en todo su dominio sino estériles montañas y espantosos desiertos, capaces de inspirar aflicion y horror; mas el primero contempla unos dilatados y deliciosos paises, adornados de varios y agradables jardines, de verdes prados y fertilísimos campos; de modo que quasi no puede mirar hácia el mas mínimo ángulo de la tierra, sin hallar en ella una planta singular ó una hermosa flor.
No quiero empeñarme aquí en tratar de la utilidad de las ciencias, de la ilustracion que dan á nuestro entendimiento, de los medios de adquirirlas, y tampoco recomendaré ninguna en particular. Estas son cosas tan controvertidas, que será mejor 1otro punto ménos comun y mas agradable.
Ya he demostrado que el tiempo que se pierde en el ocio, es el mas largo y mas enfadoso. Ahora procuraré manifestar, que el tiempo empleado en el estudio, en la lectura, y en la adquisicion de nuevos conocimientos es largo sin ser molesto; y esto nos descubrirá un medio para alargar la vida, y volverla toda en nuestro provecho.
La reflexîon que hacemos sobre las imaginaciones que en nuestra fantasía suceden una á otra, nos da una idea del tiempo. Por esto un hombre que duerme sin soñar, no tiene ninguna imaginacion, ni halla la menor distancia desde el momento en que cesa de pensar, quando queda dormido, al momento en que vuelve á pensar quando despierta. Yo no pongo duda que un hombre despierto experimentaria lo mismo, si le fuese posible no tener mas que una sola idea en la imaginacion, sin que otro pensamiento llegase á estorbarla. Vemos continuamente á ciertas personas que se aplican con gran cuidado, por muchas horas á la meditacion de algun punto, sin echar de ver aquella sucesion de varias ideas, que ínterin han meditado les han pasado por la imaginacion; dexan huir una buena parte de aquel tiempo, sin conocerlo, y lo hallan despues mucho mas corto de lo que en sí mismo ha sido.
Podemos adelantar mas este pensamiento y decir que un hombre abrevia su tiempo, quando no piensa en nada ó en pocas cosas; y que alarga su tiempo quando se ocupa en varios objetos, ó repasa en su imaginacion una pronta y constante sucesion de ideas. En efecto, si la idea que tenemos del tiempo procede de la reflexîon, que hacemos en la sucesion de imaginaciones que se presentan á nuestra fantasía, y si esta sucesion puede acelerarse ó retardarse hasta el infinito, varias criaturas pueden tener diferentes ideas en el mismo espacio de tiempo á medida, que sus imaginaciones suceden unas á otras, con mas ó ménos prontitud; y así puede haber alguno que halle una media hora tan larga, quanto á otro parezca largo un año, y que mire un minuto como una hora, como una semana, como un mes, y tambien como un siglo.
Hay en el Alcoran un capítulo, donde parece que Mahoma no tenia una fantasía tan pobre: refiere
Nivel 4
Ejemplo
“que una mañana el
Angel Gabriel le levantó de la cama, para llevarle
á contemplar lo que habia en los siete cielos, en
el paraiso, y en el infierno; que todo lo vió
distintamente, y que despues de haber tenido
ochenta mil conferencias con Dios, el Angel le
volvió á poner en su cama.” El Alcoran añade, que
todo aconteció en tan poco tiempo, que á la vuelta
del falso profeta, la cama no habia
perdido todavía el calor que tenia ántes de haber
sido arrebatado, y que el agua de una vasija que
se vertió á su salida, aun no habia acabado de
derramarse por el quarto.
Tienen los Turcos una novela muy agradable, tocante al particular de esta aventura de Mahoma, que tiene alguna relacion con mi asunto.
Nivel 4
Utopía
“Un Sultan de Egipto,
que era infiel, se reia á menudo de tal
acaecimiento, teniéndolo por imposible y absurdo.
Un dia hablando con un famoso Doctor de la ley de
Mahoma, que tenia el don de los milagros, el
Doctor le dixo, que le convenceria bien pronto de
tanta verdad, si quisiese acercarse á un gran vaso
de agua que allí habia, meter su cabeza en él, y
quitarla inmediatamente. Consintió el Sultan, pero
apénas puso la cabeza en el agua, se halló á los
pies de una montaña á orillas del mar. No le valió blasfemar contra el Doctor que le
trataba con tanta crueldad, por medio de algun
encanto ó arte mágica; conoció luego que no habia
otro remedio, sino buscar el modo de ganar la vida
en aquel desconocido pais. Por tanto recurrió á
unas gentes que labraban una huerta, no muy
distante; éstas le lleváron á una Ciudad cercana,
en donde despues de algunos acaecimientos, se casó
con una muger rica y hermosa. Vivió con ella tanto
tiempo, que tuvo siete hijos y siete hijas; mas
reducido por ciertas desgracias á una deplorable
miseria, se vió obligado á echarse á mozo de
esquina para irla pasando. Un dia en que sumamente
afligido paseaba á orillas del mar, pensando en
sus dolorosas aventuras, se resolvió á ofrecer sus
oraciones á Dios, y hacer la ablucion según manda
la ley de Mahoma. Se quitó pues los vestidos, se
metió en el agua, y apénas sacó la
cabeza, se halló en su Palacio cerca del vaso
grande de agua, rodeado de sus grandes, y el
Doctor á su lado: no dexó de reconvenirle
agriamente sobre las duras y largas calamidades
que le habia hecho sufrir; pero quedó
sorprehendido al oir que quanto decia era una pura
ilusion y un sueño; que no se habia movido de
aquel parage, y que no habia hecho otra cosa sino
poner la cabeza en el agua, y quitarla quasi á un
mismo tiempo. El Doctor Mahometano se aprovechó de
la ocasion para enseñarle que nada es imposible á
Dios; y que si en su presencia mil años no son mas
que un dia, puede quando le agrade, hacer de modo
que un dia ó tambien un solo instante parezca á
muchas criaturas suyas, tan largo como millares y
millares de siglos.”
Dexo á mis Lectores el cuidado de comparar esta fábula mahometana, con lo que he dicho arriba. Para que haga yo la aplicacion, les rogaré solamente reflexîonen sobre los medios que hubiera de alargar en algun modo la vida, mas allá de los términos que la naturaleza ha señalado, aplicándonos con ardor á extender nuestros conocimientos.
El mentecato se fastidia, se cansa en seguir sus pasiones; el sabio se divierte en meditar sus ideas. El primero halla largo el tiempo porque no sabe donde emplearle; el segundo le halla tambien largo, porque distingue todos sus momentos con algun pensamiento útil ó agradable; es lo mismo que decir: uno nunca lo disfruta, el otro siempre lo aprovecha.
¿Qué diferencia se halla entre estos dos hombres, que han envejecido, el uno en el estudio y en la sabiduría, y el otro en el ocio y en la ignorancia, quando vuelven los ojos ácia su vida pasada? El último no halla en todo su dominio sino estériles montañas y espantosos desiertos, capaces de inspirar aflicion y horror; mas el primero contempla unos dilatados y deliciosos paises, adornados de varios y agradables jardines, de verdes prados y fertilísimos campos; de modo que quasi no puede mirar hácia el mas mínimo ángulo de la tierra, sin hallar en ella una planta singular ó una hermosa flor.
Nivel 2
Leccion VIII
Á los que Dicen Mal de las Mugeres.
Cita/Lema
Dat veiam corvis,
vexat censura columbas.
Nivel 3
Metatextualidad
Nivel 4
Relato general
Todas las personas de
uno y otro sexô que afectan discrecion y cortesía,
tienen á sumo honor visitar á mi Señora
Doña . . . . . Esta Señora ha llegado á aquel
periodo de su vida, que la pone á cubierto de las
ligerezas de la mocedad y la exîme de los achaques
de la vejez. Su conversacion está mezclada de
prudencia y alegría, que agrada tanto á los mozos
como á los viejos. Es una Señora despejada y
sincera, y no se encuentra en ella cosa
reprehensible. No tiene pasion amorosa, ni el
tropiezo de la ambicion, y esto es causa de que
cada uno la hable con plena libertad sobre todo lo
que concierne á la propia pasion, ó al interes.
Ha pocos dias que fuí á visitarla, introducido de antemano en su casa por medio de un amigo, que la empeñó inmediatamente permitirme fuera alguna vez á ponerme á sus pies, baxo el concepto de ser un hombre de bien y sin malicia. Hallé solamente á un Caballerito grande hablador. Este, á mi llegada, apénas se levantó para saludarme friamente, y sin perder tiempo ni hacer mas caso de mí, volvió á proseguir la conversacion que ántes tenia con la Señora. El punto era, lo que ya se dexa discurrir, la constancia en el amor. Tenia una admirable facilidad y portentosa memoria en repetir todos los dias una misma cosa. Sostenia su tesis maravillosamente con pasos de aquellas comedias y seguidillas que tratan de la perfidia y ligereza del bello sexô. Acompañaba sus expresiones con desconcertados ademanes y carcajadas fuera de tiempo. Tambien me parece que hablaba mas de lo que acostumbraba, acaso para insultar mi silencio ó para distinguirse é insinuarse al buen gusto de madama. Sea lo que fuese, esta discreta y prudentísima Señora, le quiso interrumpir muchas veces, pero no lo pudo lograr, hasta tanto que el vano y tonto Caballero no concluyó la narracion, ó por mejor decir, alteró la célebre aventura de la Matrona de Grecia.
Yo bien ví que la Señora se picó de aquella chanza, como de una afrenta hecha á su propio sexô.
Ha pocos dias que fuí á visitarla, introducido de antemano en su casa por medio de un amigo, que la empeñó inmediatamente permitirme fuera alguna vez á ponerme á sus pies, baxo el concepto de ser un hombre de bien y sin malicia. Hallé solamente á un Caballerito grande hablador. Este, á mi llegada, apénas se levantó para saludarme friamente, y sin perder tiempo ni hacer mas caso de mí, volvió á proseguir la conversacion que ántes tenia con la Señora. El punto era, lo que ya se dexa discurrir, la constancia en el amor. Tenia una admirable facilidad y portentosa memoria en repetir todos los dias una misma cosa. Sostenia su tesis maravillosamente con pasos de aquellas comedias y seguidillas que tratan de la perfidia y ligereza del bello sexô. Acompañaba sus expresiones con desconcertados ademanes y carcajadas fuera de tiempo. Tambien me parece que hablaba mas de lo que acostumbraba, acaso para insultar mi silencio ó para distinguirse é insinuarse al buen gusto de madama. Sea lo que fuese, esta discreta y prudentísima Señora, le quiso interrumpir muchas veces, pero no lo pudo lograr, hasta tanto que el vano y tonto Caballero no concluyó la narracion, ó por mejor decir, alteró la célebre aventura de la Matrona de Grecia.
Yo bien ví que la Señora se picó de aquella chanza, como de una afrenta hecha á su propio sexô.
Nivel 4
Relato general
Señor,
nos habeís contado unas novedades que
absolutamente son del dia. No ha todavía tres mil
años que han sucedido. Confieso que seria atrevida
pretension la mia, ó de qualquiera que lo
intentara, el ponerse con vos á disputas; sin
embargo permitidme deciros, que vuestras palabras
y las autoridades que aducis, llaman á mi memoria
la fábula del hombre y del leon. El primero, para
dar una señal de su superioridad, enseñó al
segundo un quadro en que estaba pintado un leon
aterrado por un hombre; pero aquel noble y
generoso bruto respondió: Entre nosotros no hay
pintores, que si los hubiera, pudieramos hacerte
ver que los leones han muerto á cien hombres, por
cada leon que los hombres han matado. La
aplicacion es fácil: vosotros disfrutais la
posesion del derecho de manejar la pluma, y podeis
á vuestro gusto obscurecer el honor de las
mugeres, sin que nosotras tengamos poder para
volveros igual favor. En vuestro
discurso habeis repetido diez veces á lo ménos,
que la simulacion y el engaño es el fondo natural
de las mugeres: que el método de encubrir los
sentimientos forma la parte principal de nuestra
educacion. Estas invectivas y otras del mismo
estilo, se hallan sembradas en algun Escritor de
cada siglo. Estos por algun desprecio ó afrenta
recibida de una muger particular, han querido
vengarse de todo el sexô en general. El célebre
Petronio, merece sin duda que se le coloque en el
número de dichos autores, por haber sabido
inventar con tanta facilidad las circunstancias
que agravan la fragilidad de la célebre Efesina;
mas para exâminar la qüestion que subsiste entre
los dos sexôs, y que siempre ha servido de objeto
á las disputas ó á las chanzas, desde que hay
hombres y mugeres en el mundo es necesario tomar
aquellos hechos verdaderos que nos refieren
algunos autores simples y naturales,
que no tuviéron ni genio ni talentos para
hermosear sus historias.
Leia dias hace la relacion de la Barbada que el honesto Ligon ha dado al público, y me acuerdo haber hallado un hecho, que puede contrarestar al que tanto habeis decantado. Oidle pues con atencion.
Nivel 4
Relato general
Thomas Inkle, hijo
tercero de un rico Ciudadano de Londres, de edad
de veinte años se embarcó en las Dunas, el dia
diez y seis de Mayo de 1647. en un baxel llamado
el Aquiles, destinado para las Indias
Occidentales. Emprehendió este viage con
pensamiento de enriquecerse por medio del
comercio, y poseia todos los talentos necesarios
para lograr sus deseos. Era tan práctico en las
cuentas, que á una plumada calculaba fácilmente si
habia provecho ó descalabro en qualquiera
negociacion. En pocas palabras, su padre nada
omitió para inspirarle con tiempo amor á una decente codicia á fin de distraer su
natural ardiente de las demas pasiones. Acompañaba
á esta cultura de ánimo un cuerpo bien hecho,
tenia el rostro blanco, el aspecto vigoroso y
robusto, la cavellera dorada, y abundante le caia
con estudiado descuido por los hombros. En el
curso del viage sucedió que faltáron víveres en el
baxel, y para hacer nuevas provisiones, entró en
un pequeño puerto de las costas de América. Thomas
con otros muchos Jóvenes Ingleses baxó á tierra, y
sin reparar en una partida de Indios que se habian
escondido en un bosque para acometerlos, se
alejáron demasiado de la costa, y los Indios se
echáron sobre ellos pasándolos quasi todos á
cuchillo. Thomas tuvo la fortuna de huir con
algunos de sus compañeros á un bosque, en el que
oprimido del cansancio, y falto enteramente de
fuerzas se tendió solo en un pequeño cerro,
apartado del parage de la refriega.
Apénas se habia echado, quando una Jóven India,
que salió de una choza cercana, le vino á
encontrar. Los dos quedáron sorprehendidos, y no
tardáron en mirarse con ojos amorosos. Si la
figura, facciones y gracias, aunque silvestres de
la Americana desnuda, alucináron al Europeo, ella
no quedó ménos ofuscada del ayre y talle del
Ingles vestido de pies á cabeza. Tanto se enamoró
de él que temerosa de su vida, le llevó á una
gruta oculta, y despues de haberle regalado unas
exquisitas frutas, tuvo el cuidado de llevarle á
un manantial de agua dulce, para que apagase la
sed. Miéntras practicaba estos buenos oficios, se
iba tomando la diversion, ya de contemplar los
dorados cabellos del mozo, comparándolos al color
de sus manos, ya en abrirle el chaleco para ver su
pecho, riéndose y burlándose de él, quando se lo
queria ocultar. Esta India llamada Jarico, era sin
duda persona de distincion, pues
comparecia todos los dias con collares nuevos, y
con manillas formadas de conchitas, guarnecidas
con vidrios. Muy á menudo regalaba á nuestro
Ingles cantidad de ricos dones. Ademas, la gruta
del jóven estaba toda colgada de pieles, adornadas
con plumas de preciosos colores que se hallan en
aquel abundante pais. La compasiva India para
tener contento á su amante prisionero, se atrevia
alguna vez á llevarle entre dos luces, ó al
resplandor de la Luna, á ciertos bosques remotos ó
soledades agradables; y despues de haberle
mostrado un parage seguro, en donde pudiese dormir
con tranquilidad al suave mormullo de las aguas, ó
al dulce canto de los ruiseñores, se ponia de
centinela ó le tenia dormido entre sus brazos, y
le despertaba apénas corria el menor riesgo de ser
descubierto, por los bravos hombres habitadores de
aquel pais. Así pasáron el tiempo en amorosos entretenimientos hasta que habiendo
su necesidad inventado un lenguage, para poderse
reciprocamente entender, el jóven dixo á la India:
“yo seria el hombre mas feliz, si pudiera llevaros
á mi tierra y gozar vuestra amable compañía á
vista de mis parientes, y deudos: allá vestiriais
á nuestra moda unas hermosas estofas, sin
comparacion mas ricas que el paño de este mi
vestido: en mi pais las personas de suposicion
como vos, no andan jamas las calles por sus pies;
unos animales grandes que llamamos caballos, tiran
unas casas portátiles, y van ó se dirigen á donde
se quiere; dentro de ellas estariais bien
resguardada del frio y del agua; y allá respetados
de todos viviriamos seguros en magníficos
palacios, léjos de los peligros y temores, que al
presente nos sobresaltan.” La buena de Jarico, que
de corazon queria á Thomas, creyó todas sus
expresiones; ya habian pasado algunos
meses entre las imaginarias delicias de este mundo
infeliz, quando nuestra India descubrió un baxel
en aquella costa, por lo que conforme á las
instruciones [sic] que su amante la tenia dado,
hizo varias señales á los que lo mandaban. Llegada
la noche, fuéron los dos á la playa, tuviéron el
consuelo de hallar á bordo del mismo navío algunos
Ingleses, que iban á la Barbada. Con la esperanza
de verse prontamente fuera de riesgos y libres de
aquellas inquietudes que los agitaban, y de gozar
un bien ménos interrumpido, se embarcáron; pero á
medida que se iban acercando á la isla, el jóven
Thomas, pensativo y melancólico, reflexîonaba
sobre el tiempo que habia perdido, y se entretenia
calculando quantos intereses habia dexado de
producirle su caudal, que se hallaba en el otro
baxel sin giro tantos dias. Para ponerse pues en
estado de reparar las pérdidas, y dar buena cuenta de su viage á los parientes y
amigos, apénas llegó al puerto, determinó
deshacerse de Jarico. Luego que dió fondo el
baxel, se tuvo una pública feria á la orilla de la
mar, para vender los Esclavos Indios y Negros como
nosotros practicamos aquí con los caballos,
bueyes, cerdos, &c. Bien pudo aquella
infeliz llorar, maltratarse el rostro y el pecho,
arrancarse los cabellos, representarle que
seducida de sus promesas habia abandonado su casa,
su pais, sus parientes y otras mil cosas, que en
línea de justicia, de equidad, de pudor, por el
cariño que naturalmente tenemos á nuestras
entrañas, debia haber respetado, pues le decia
hallarse en cinta de él, nada le movió; insensible
á todas las voces de la naturaleza, y preocupado
del solo interes, se aprovechó de esta última
noticia para sacar mayor suma de ella, y la vendió
á un mercader de carne humana de aquella colonia.
Me causó tanta afliccion la narrativa de este lastimoso suceso, que con lágrimas en los ojos, hice una apresurada cortesía, y salí del quarto. Lo que sin duda en aquella triste ocasion causaria á mi Señora Doña . . . . . mas complacencia, que si me hubiera detenido en superfluos cumplimientos é inútiles ceremonias.
1Die Originalseitenzahlen wurden korrekt übernommen. Im Originaltext werden jedoch bei der Seitennummerierung zwischen Número 3 und Número 4 Seitenzahlen ausgelassen und mit S.75 fortgesetzt.