El Filosofo à la Moda: Número II
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Número 2
Ebene 2
Leccion III
Á los Supersticiosos.
Zitat/Motto
. . . . . Quid?
cetera jam simul isto
Cum vitio fugere? caret tibi pectus inani
Ambitione? caret mortis formidine & ira?
Somnia terrores magicos miracula sagas:
Nocturnos Lemures portent aque thessalarides?
Cum vitio fugere? caret tibi pectus inani
Ambitione? caret mortis formidine & ira?
Somnia terrores magicos miracula sagas:
Nocturnos Lemures portent aque thessalarides?
Hor. Ep. II. Lib. II. v. 205. 209.
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Metatextualität
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Allgemeine Erzählung
Pocos dias hace, que
un amigo me convidó para que fuera á comer á su
casa; fuí, pero tuve el sentimiento de hallar á
toda la familia en la mayor consternacion. Rogué
al amigo me informase del motivo, y él me
respondió: que en la noche anterior su muger habia
tenido un sueño muy extraño, que sin duda les
pronosticaba alguna desgracia. Entrando al mismo
tiempo la dama, me pareció sobrecogida de tanta
melancolia, que seguramente me hubiera
sorprehendido, á no haber sabido el verdadero
motivo que su marido acababa de
decirme. Apénas nos sentamos á la mesa, quando la
misma dama, despues de haberme contemplado con
grandísima atencion desde la cabeza á los pies, se
volvió al marido, y le dixo las siguientes
palabras, dignas de reflexîon: Querido mio, ahora
puedes conocer el extrangero que anoche estaba
enmedio del pábilo de la vela. Luego comenzáron á
conversar sobre sus asuntos, y estaban tal qual
contentos, quando un niño que comia en una mesita
junto á la nuestra, dixo á su madre, que para el
Juéves próxîmo venidero, el Domine le habia
prometido, principiaria á escribir silabas y
palabras enteras. ¡El Juéves! replicó la Señora
muy sobresaltada, ¡el Juéves! no, hijo mio, no, si
Dios es servido no principiarás en Juéves. Dí al
Domine, que me haga el favor de esperarse hasta el
Viérnes. Miéntras reflexîonaba entre mí, sobre
este capricho, admirado al oir que alguno
pretendiese establecer, como reglamento indispensable, la necesidad de perder un
dia de la semana, la Señora, me rogó la alcanzase
un poco de sal con la punta del cuchillo; la
obedecí con tanta prontitud, que á la mitad del
camino cayó en los manteles: A vista de tanta
desgracia, se asombró de espanto, y consideró
inmediatamente que la sal habia caido hácia ella.
Quedé pasmado, lleno de vergüenza y confusion, al
ver que todos se consternáron por tal casualidad,
y creí haber atraido alguna maldicion sobre toda
aquella familia. La dama despues de haberse
recobrado algun poco arrojó un suspiro de lo
íntimo de su corazon, y dixo al marido: ¡Ay!
Prenda mia: un desastre nunca viene solo: ¿no te
acuerdas, que el palomar se cayó en el mismo dia,
en que la necia de nuestra criada vertió la sal en
la mesa? A lo que el marido la respondió: si, hija
mia, yo tambien me acuerdo que por el correo
inmediato supimos la desgracia del Almirante de
Grasse. Tales discursos me hiciéron
conocer que la docil naturaleza de mi amigo, le
empeñaba á seguir todas las flaquezas y necedades
de su esposa. Pueden juzgar mis Lectores la
confusion en que me hallaba, y mi deseo de que se
concluyese prontamente la comida; durante la qual
no hice caso de otras mil impertinencias que se
dixéron sobre el mismo particular. Finalmente
acabamos de comer, y á este tiempo puse el
cuchillo y el tenedor en forma de cruz sobre el
plato, mas la Señora, me hizo encarecida
instancia, para que la deshiciera, y mudara la
situacion de aquellos dos instrumentos. Aunque me
parecia no haber cometido ninguna desatencion,
creí, en su modo de pensar, otra tradicion
supersticiosa, y siendo política el complacerla,
puse cuchillo y tenedor en dos líneas parálelas
resolviendo colocarlas siempre así en lo venidero,
aunque no hallo motivo que lo obligue.
No es dificultoso conocer la aversion que me habia grangeado entre aquellos Señores. La dama me dió á entender con sus modos y palabras [...]reñadas, que me reputaba hombre muy extraño, y de mal agüero; por lo que apénas se quitáron los manteles me despedí, y me retiré á mi casa. Encerrado en mi quarto, medité con mucha aplicacion sobre los males, que los hombres se acarrean con sus necedades y supersticiosas ideas.
No es dificultoso conocer la aversion que me habia grangeado entre aquellos Señores. La dama me dió á entender con sus modos y palabras [...]reñadas, que me reputaba hombre muy extraño, y de mal agüero; por lo que apénas se quitáron los manteles me despedí, y me retiré á mi casa. Encerrado en mi quarto, medité con mucha aplicacion sobre los males, que los hombres se acarrean con sus necedades y supersticiosas ideas.
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Exemplum
He conocido sugeto,
que por haber visto una exâlacion, no ha podido
dormir en toda la noche. He visto á un enamorado
macilento extremecerse y dexar de comer, por haber
roto el pico á un páxaro. Ha sucedido muchas
veces, que el canto de un buho, oido á
media noche, ha causado mayor sobresalto á una
familia, que el que hubiera hecho una tropa de
ladrones.
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Exemplum
Hago memoria de
haberme hallado yo mismo en una tertulia, en donde
el ruido y gritos de alegría se oian desde muy
léjos, quando una Señora, de edad avanzada, al
parecer de sesenta á setenta años, reparó que
eramos trece: un pánico terror la sobrecogió, y
quiso salir con otras de aquella casa; mas uno de
los compañeros, habiendo observado á una Señora,
que estaba embarazada, aseguró que eramos catorce,
y que el presagio, léjos de anunciar la muerte á uno de entre ellos, indicaba el
nacimiento de un nuevo tertuliante. Si el amigo no
hallaba este espediente para apartar el
pronóstico, yo no dudo que en la misma noche,
muchas de aquellas Señoras hubieran caido
enfermas.
Una vieja, sujeta á ilusiones, causa una infinidad de sobresaltos de esta naturaleza á sus amigos y vecinos.
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Exemplum
Conozco á una de esas
ilustres sibilas, en cierta casa de suposicion,
que profetiza los acaecimientos futuros, desde el
principio hasta el fin del año. Tiene
continuamente nuevas apariciones, descubre los
precursores de la muerte, y hace pocos dias, que
corrió riesgo de perder el juicio, por haber oido
ladrar un gran perro mastin, á tiempo que la
dolian las encias.
Yo aseguro ingenuamente á mis lectores, que me seria de mucho sentimiento, si tuviera el don de adivinar todos los bienes ó males, que me han de suceder en el mundo; me basta experimentarlos quando vienen, para no tener que provar anticipadamente el consuelo de los unos ó el peso de los otros. No hallo mas que un medio solo para fortalecerme contra tan funestos presagios, ó temores fantásticos; y es, poner todos los medios posibles, para asegurarme la proteccion de aquel solo ser supremo, que dispone de los acaecimientos, y gobierna lo venidero. Aquel único Señor, ve de una ojeada toda mi exîstencia, no solo en quanto á lo pasado mas tambien en quanto á lo futuro, y se confunde en los profundísimos abismos de la eternidad. Quando me acuesto, me recomiendo á su cuidado, y quando despierto, me abandono á su direccion; le hago mis súplicas en medio de todos los males que me amenazan, y no dudo los alexará de mí, ó los convertirá en mi provecho. Aunque ignoro la hora de mi muerte, ni sé qual haya de ser mi fin, no experimento la menor inquietud, persuadido que poniendo yo los medios posibles, Dios no dexará de ampararme en aquel último importantísimo trance.
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Leccion IV
Á las Mugeres Competidoras en la Hermosura.
Zitat/Motto
Cælum, non animum
mutant, qui trans Mare currunt.
Hor. L. I. epist. XI. 27.
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Metatextualität
Ebene 4
Allgemeine Erzählung
Las niñas de singular
hermosura, naciéron en una misma casa, en un mismo
dia del año 1746. Para distinguirlas las llamaré
Bruneta y Filis. La íntima amistad que tenian sus
padres, hizo que se conociesen ántes de tener uso
de razon. Acostumbradas á jugar, divertirse y
bailar juntas, eran inseparables. En todas
aquellas pequeñas diversiones que la edad mas
tierna las inspiraba, no podia hallarse la una sin
la otra, y este grande amor continuó hasta que
tuviéron quince años. Entónces Filis se hizo un
peinado tan gracioso que desde aquel punto comenzó á parecer mas hermosa á las
vecinas. Ya no gozáron de aquella tranquilidad de
animo, ni amable sencillez, que anteriormente las
hacia felices. Manifestaban altivez ó dureza en
sus palabras y acciones mas inocentes; y si una
sobresalia en alguna cosa, la otra no dexaba de
mirarla con ojos envidiosos. Estos modos
produxéron un ayre grave y serio, que poco á poco
engendró frialdad, y finalmente brotó un odio
irreconciliable.
Estas dos competidoras en hermosura, eran tan parecidas en el porte y en las facciones, que hablando de ellas, las mismas palabras que servian para describir la una, daban idea de la otra. Hubiera quasi sido imposible distinguirlas viéndolas separadas, aunque muy diferentes observándolas juntas. Su enemistad servia de diversion al bello sexô, por que una no podia decir mal de la otra, sin que las palabras se volviesen contra ella misma. Pasaban enteras las noches sin dormir, ocupadas en buscar ó premeditar nuevos adornos, para superar á su rival, ó inventando nuevas astucias, para cautivarse los admiradores que habian preferido las gracias de la una á los donayres de la otra, en la última tertulia donde se habian hallado. Cada una se alegraba al oir despreciar á su antagonista, y se desesperaba oyendo elogiarla. Todas las veces que se encontraban, padecia alteracion el color de sus rostros. La política que practican las mugeres, entre sí, empañaba á estas dos jóvenes, á sufocar los reciprocos sentimientos, y á no declarar una guerra abierta, aunque sufrian ambas dolorosos tormentos, hijos de un implacable odio. Sus madres, como siempre sucede, tomáron partido en las quexas, y apoyáron las zelosas pretensiones de las hijas, con todo el gasto que las fué posible. Todos los dias de fiesta, y otros muchos de la semana, iban á la Iglesia y á los paseos, adornadas con primorosos vestidos, y acompañadas de sus madres, para exponer al juicio del concurso las gracias y los donayres de las dos deidades.
Entre estas envidiosas emulaciones, sucedió un dia, justamente en la Iglesia, que Filis agradó á un Señor Americano, vestido con toda la magnificencia capaz de deslumbrar á una persona, que no sepa distinguir una decencia honrosa, de un fausto ridículo. Filis se rindió á tanto explendor; y él tambien, alucinado de los atractivos de la misma, no hizo caso de Bruneta, que se estaba desesperando al ver la señalada victoria de su enemiga. Poco despues, Bruneta sufrió la mortificacion de ver á Filis casada con el Americano, y su dolor se aumentó extremadamente, quando vió que todos sus adoradores se contentaban con un rato de conversacion, sin pensar en bodas. Filis entretanto se fué con su esposo á Cartagena de Indias. Bruneta que no perdia ocasion de informarse de su estado, tuvo tambien el disgusto de saber, que una numerosa comitiva de esclavos la servian, y la echaban ayre al rededor con abanicos, quando queria dormir, y otras cosas que se acostumbran en aquel pais. No pudiendo resistir á tales noticias, empleó todos sus lisongeros artificios, y previno todas las insidias que el amor inspira para ganar á un rico Caballero del mismo pais, á fin de poderse oponer siquiera una sola vez á su enemiga. Salió con su designio, y casó con un Señor, cuyas vastas posesiones lindaban con las del marido de Filis. Vecinas otra vez, y siempre enemigas inexôrables, buscáron todas las ocasiones de superarse una á otra. No acabaria esta Leccion si hubiese de entrar en todas las menudencias. El caso grande que con el tiempo sucedió, fué, que habiendo llegado á Cartagena de Indias un navío dirigido á un amigo de Filis, ésta le mandó que guardase todas las estofas y telas de seda mas primorosas, para poder escoger las mejores, ántes que Bruneta supiese que habian llegado. El amigo cumplió exâctamente la comision, y dentro de pocos dias, Filis se presentó vestida con un brocado tan hermoso y rico, que jamas se habia visto igual en aquellos paises. Bruneta no hallándose en estado de llegar á la magnificencia de su competidora, enmudeció á vista de tan grande espectáculo, y quedó sumamente afligida. Habiendo despues comunicado su dolor á una fiel amiga, tuviéron consejo, y buscáron inútilmente brocado semejante: mas no encontrándose, estaba para entregarse á la desesperacion, quando se acordó de las mañas de los Sastres de Europa, y se lisongeó encontrar igual prerogativa en los de Indias; en efecto no se engañó, porque el Sastre que habia hecho la bata á Filis, la suministró abundante tela, para lo que ella queria. Filis no dexaba de concurrir á todos los parages públicos, donde presumia hallarse Bruneta. Esta, despues de haberse puesto en estado de rechazar la afrenta, se presentó á un bayle con un manto negro, todo unido, cubierto de un delgadísimo tafetan blanco, y acompañada de una Esclava negra, vestida con una riquísima bata del mismo brocado que habia causado su pesadumbre, y el triunfo de Filis. Este objeto atrajo los ojos de todos; la infeliz Filis se accidentó por la sorpresa, y medio muerta la lleváron á su casa. Apénas recobró las fuerzas, abandonando á su marido, se embarcó en el mismo baxel, causa de su ruina, y no hace muchos años que ha llegado á la patria inconsolable y desesperada.
Estas dos competidoras en hermosura, eran tan parecidas en el porte y en las facciones, que hablando de ellas, las mismas palabras que servian para describir la una, daban idea de la otra. Hubiera quasi sido imposible distinguirlas viéndolas separadas, aunque muy diferentes observándolas juntas. Su enemistad servia de diversion al bello sexô, por que una no podia decir mal de la otra, sin que las palabras se volviesen contra ella misma. Pasaban enteras las noches sin dormir, ocupadas en buscar ó premeditar nuevos adornos, para superar á su rival, ó inventando nuevas astucias, para cautivarse los admiradores que habian preferido las gracias de la una á los donayres de la otra, en la última tertulia donde se habian hallado. Cada una se alegraba al oir despreciar á su antagonista, y se desesperaba oyendo elogiarla. Todas las veces que se encontraban, padecia alteracion el color de sus rostros. La política que practican las mugeres, entre sí, empañaba á estas dos jóvenes, á sufocar los reciprocos sentimientos, y á no declarar una guerra abierta, aunque sufrian ambas dolorosos tormentos, hijos de un implacable odio. Sus madres, como siempre sucede, tomáron partido en las quexas, y apoyáron las zelosas pretensiones de las hijas, con todo el gasto que las fué posible. Todos los dias de fiesta, y otros muchos de la semana, iban á la Iglesia y á los paseos, adornadas con primorosos vestidos, y acompañadas de sus madres, para exponer al juicio del concurso las gracias y los donayres de las dos deidades.
Entre estas envidiosas emulaciones, sucedió un dia, justamente en la Iglesia, que Filis agradó á un Señor Americano, vestido con toda la magnificencia capaz de deslumbrar á una persona, que no sepa distinguir una decencia honrosa, de un fausto ridículo. Filis se rindió á tanto explendor; y él tambien, alucinado de los atractivos de la misma, no hizo caso de Bruneta, que se estaba desesperando al ver la señalada victoria de su enemiga. Poco despues, Bruneta sufrió la mortificacion de ver á Filis casada con el Americano, y su dolor se aumentó extremadamente, quando vió que todos sus adoradores se contentaban con un rato de conversacion, sin pensar en bodas. Filis entretanto se fué con su esposo á Cartagena de Indias. Bruneta que no perdia ocasion de informarse de su estado, tuvo tambien el disgusto de saber, que una numerosa comitiva de esclavos la servian, y la echaban ayre al rededor con abanicos, quando queria dormir, y otras cosas que se acostumbran en aquel pais. No pudiendo resistir á tales noticias, empleó todos sus lisongeros artificios, y previno todas las insidias que el amor inspira para ganar á un rico Caballero del mismo pais, á fin de poderse oponer siquiera una sola vez á su enemiga. Salió con su designio, y casó con un Señor, cuyas vastas posesiones lindaban con las del marido de Filis. Vecinas otra vez, y siempre enemigas inexôrables, buscáron todas las ocasiones de superarse una á otra. No acabaria esta Leccion si hubiese de entrar en todas las menudencias. El caso grande que con el tiempo sucedió, fué, que habiendo llegado á Cartagena de Indias un navío dirigido á un amigo de Filis, ésta le mandó que guardase todas las estofas y telas de seda mas primorosas, para poder escoger las mejores, ántes que Bruneta supiese que habian llegado. El amigo cumplió exâctamente la comision, y dentro de pocos dias, Filis se presentó vestida con un brocado tan hermoso y rico, que jamas se habia visto igual en aquellos paises. Bruneta no hallándose en estado de llegar á la magnificencia de su competidora, enmudeció á vista de tan grande espectáculo, y quedó sumamente afligida. Habiendo despues comunicado su dolor á una fiel amiga, tuviéron consejo, y buscáron inútilmente brocado semejante: mas no encontrándose, estaba para entregarse á la desesperacion, quando se acordó de las mañas de los Sastres de Europa, y se lisongeó encontrar igual prerogativa en los de Indias; en efecto no se engañó, porque el Sastre que habia hecho la bata á Filis, la suministró abundante tela, para lo que ella queria. Filis no dexaba de concurrir á todos los parages públicos, donde presumia hallarse Bruneta. Esta, despues de haberse puesto en estado de rechazar la afrenta, se presentó á un bayle con un manto negro, todo unido, cubierto de un delgadísimo tafetan blanco, y acompañada de una Esclava negra, vestida con una riquísima bata del mismo brocado que habia causado su pesadumbre, y el triunfo de Filis. Este objeto atrajo los ojos de todos; la infeliz Filis se accidentó por la sorpresa, y medio muerta la lleváron á su casa. Apénas recobró las fuerzas, abandonando á su marido, se embarcó en el mismo baxel, causa de su ruina, y no hace muchos años que ha llegado á la patria inconsolable y desesperada.