El Filosofo à la Moda: Número I
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Level 1
Amigo Lector.
Acaso no habrá habido jamas ninguna obra ni antigua ni moderna, que haya hecho tanto ruido en el pais donde nació, como Le Spectateur. El público de Francia la disfrutó en Papeles periódicos intitulados Discursos, de los que llegáron á despacharse hasta veinte mil exemplares en un dia, y consecutivamente se hiciéron otras muchas impresiones. Cesar Frasponi compuso sobre Le Spectateur, su Filósofo á la moda, dando á los Discursos el título de Lecciones; y omitiendo ó mudando los que le pareciéron algun tanto libres. Yo me he propuesto hacer lo mismo, no porque en el trabajo de Cesar Frasponi se halle ninguna palabra capaz de escandalizar el oido mas escrupuloso, sino para adaptarme á este Público, que acaso no leeria de buena gana ciertas proposiciones hijas de la envidia de muchos escritores extrangeros. Yo pues, baxo el título de Filósofo á la moda, ó Maestro universal, pondré aquí aquellas Lecciones que me parecieren útiles, suplicando á mis Lectores disimulen los defectos del estilo, en consideracion á que me he determinado á escribir para utilidad suya, y no por vanagloria mia. vale.Número 1
Level 2
Leccion I
Á sus Discípulos y Discípulas.
Citation/Motto
Centuriæ seniorum
agitant expertia frugis:
Celsi prætereunt austera Poemata Rhamnes.
Omne tulit punctum, qui miscuit utile dulci,
Lectorem delectando, pariterque monendo.
Celsi prætereunt austera Poemata Rhamnes.
Omne tulit punctum, qui miscuit utile dulci,
Lectorem delectando, pariterque monendo.
Hor. A. P. v. 341.
Level 3
Metatextuality
Voy repasando en mi fantasía
la calidad de mis futuros ó acaso posibles Lectores, y
los separo en dos clases; una contiene los Mercuriales,
y otra los Saturninos. Los primeros, imagino formarán la
parte festiva de mis Discípulos, que desearán
especulaciones gustosas y sútiles. Los otros mas serios
y graves, no hallarán deleite sino en los Discursos
morales, fundados sobre el buen sentido. Aquellos
tacharán como una necedad todo lo que es
sólido, éstos ridiculizarán todas las cosas que tengan
algo de jocoso. Si yo mantuviera siempre la gravedad de
Filósofo, la mitad de mis lectores me abandonarian; y si
quisiera siempre chancear, me expondria á perder la otra
mitad; me es pues preciso buscar un medio para tenerlos
á todos contentos. Me parece haber encontrado un método,
que podrá redundar en su mayor beneficio mas bien que si
escribiera continuamente, segun el genio particular de
una ú otra parte. Puede fácilmente suceder que un Lector
de humor alegre, tomando en la mano mis Lecciones para
divertirse, quede, quando ménos lo piense, empeñado en
algun razonamiento serio, útil y lleno de reflexîones
que le sean provechosas; ó que una persona grave,
lisongeada de hallar alguna cosa sólida y de profunda
especulacion, encuentre insensiblemente una necesaria
diversion. Cada uno en fin, no obstante las
sentencias y axîomas puestas al frente de las Lecciones,
se sentará á mi mesa, sin saber á punto fixo que
manjares le podrán tocar; y á lo ménos tendrá la
esperanza de hallar alguna cosa de su satisfacción.
Yo mas quisiera aplicarme á instruir, que á divertir; pero si queremos ser útiles á la sociedad, es necesario conformarnos con lo que es el mundo. La mayor parte de los hombres licenciosos no se dignan mirar los escritos de aquellos autores, que pasan por rigurosos y severos. Un hombre debe tener algun principio de sabiduría, ántes de empeñarse en la lectura de un Séneca, de un Demóstenes. El título solamente de un libro moral, repugna á las personas distraidas é incapaces de aplicacion: yo espero que caerán en mis redes muchos de aquellos, que de ninguna manera prestarian atencion á las lecciones pronunciadas con la seriedad de un predicador, ó con la gravedad de un Filósofo. Tropezarán por sí mismos en ellas, y sin pensarlo adquirirán el conocimiento de muchas máxîmas sabias y virtuosas: llegados á este grado, se hallarán mas dispuestos á oir Discursos serios, y entónces tendré el gusto que mis especulaciones no habrán sido totalmente inútiles. Si lo que he dicho no es suficiente para justificar la variedad del método propuesto; á lo ménos podrá servir para que se me dispense. Quando me aplicare [sic] á divertir mis lectores, no omitiré instruirlos al mismo tiempo; y si no salgo con mi deseo, esto es faltando instruccion á mis chanzas, jamas dexarán de ser inocentes. Una conducta escrupulosa tiene sin duda mas mérito de lo que regularmente se puede imaginar. Si se quisiera considerar quántas sátiras se ofrecen á uno que escribe, que no dexarian de agradar al mundo, y con todo el autor modesto las suprime; quántos pensamientos llenos de vivacidad y fuego miéntras se chancea y los sufoca para no perjudicar, ni remotamente á las viciadas fantasías de ciertas personas; quántas insinuaciones malignas rechaza el temor de ofender la reputacion de los próximos; si se supiera todo esto, y otras muchas cosas que se dexan por la brevedad, se tendria mejor opinion de los Escritores, que buscan divertir sin ofender, agradar sin ser perjudiciales. Es cosa fácil manifestar entendimiento quando se permiten á la pluma ciertas libertades: mas sin el socorro de éstas, dar á conocer vivacidad de ingenio, requiere invencion y sutileza.
No creo fuera del caso dar aquí noticia, que muchos habiendo penetrado mi intencion, me han escrito varias cartas, cuyo contenido iré refiriendo compendiosamente con las debidas reflexîones, para que los Lectores queden mas y mas instruidos de mi idea. En una de dichas cartas se me encarga no perdone en mis lecciones esta moda ó aquella; en otra se desea la censura del peinado encima de los ojos; en todas finalmente se vé claro, que no hay adorno de uno ú otro sexô, que no haya experimentado las invectivas de algun zeloso, que se recomienda á la eficacia de mi pluma. Me veo por tanto en la obligacion de avisar al público, que mi designio no es baxarme hasta lo puntiagudo de los zapatos, ó hasta las hebillas de estraña invencion, si no exâminar las pasiones de los hombres, y corregir aquellas falsas ideas que originan los excesos de sus vestidos y adornos. Aunque las modas ligeras y extraordinarias indican la flaqueza que reyna en el juicio ó en el corazon, con todo no son muy culpables en sí. Deséchense de la fantasía las vanidades, destiérrense igualmente todas esas superfluidades de vestidos y de adornos. Caen de por sí las flores del árbol, quando se destruye la raiz que las sustenta.
Aplicaré pues mis remedios solamente á las primeras semillas, y á los principios de afectacion en los vestidos, sin descender hasta á la menuda descripcion de los adornos. Publicaré algunas cartas que tengo de casos exemplares, sobre ciertas cosas acaecidas á varios sugetos y familias. El mundo es tan malo, que ya he recibido muchos libelos escritos por quien ni aun siquiera entiende la ortografía; y muchas sátiras denigrativas sin que se halle en ellas mas que malignidad. Ha pocos dias que me llego un pliego bien grande, lleno de cartas in[...]torias, malísimamente puestas: Conservo para el uso que merecen, un monton de papeles, que varias Señoras me han remitido de diferentes partes, no tan arrugados, como ofensivos: y por tanto á penas veo una firma que indica el nombre de Celia Liaia &c. concluyo que se me anuncia alguna indecencia ó hecho escandaloso. Si caminamos á este paso, tendré bien pronto material suficiente, con que favorecer muchos Tahoneros, dándoles en lugar de leña, papel para calentar sus hornos. Sepan mis correspondientes; que mi deseo no es desenterrar aventuras infames, para exponerlas á la luz. Quando reprehenda á los viciosos, lo haré en general; y nunca acometeré á ninguno en particular, por mas que se me incite á ello. Supondré que tengo el Alma de Rodomonte, que despreciaba un enemigo solo, para acometer á un exército entero. Tendré, en quanto me sea posible, el mayor cuidado en afear la maldad, la disolucion y el atrevimiento, mas no me meteré con Pedro ó Juana. Consideraré el vicio tal qual se halla en especie, no como comparece en un individuo.
Yo con un principio de humanidad
haré lo que aquel impio Emperador hubiera hecho por
exceso de crueldad: mis golpes caerán en cima de los
culpados en comun. Se que los motes satíricos, las
calumnias, las malignidades son de grande eficacia para
el buen éxîto de una obra. No obstante este incitativo,
estoy bien léjos de igual tentacion. Veo que lo que he
dicho hasta ahora me puede quitar muchos de mis
correspondientes. Sea como fuese, no quiero hacer mas en
el particular, sino decir á mis Lectores, que si tienen
alguna Historia singular, sin tener medios para
comunicarla al público; si se hallan con alguna nueva
idea, y no saben como hacerla patente; si descubren
algun mal epidémico, que huya de mis observaciones; si
quisiesen manifestar al mundo alguna oculta y
extraordinaria virtud; si finalmente les cayesen entre
manos ciertas cosas propias para servir de honesto
entretenimiento, pueden exîbirlo al
Impresor del presente, que yo prometo producirlo lo
mejor que sea posible, en beneficio del género humano.
Yo mas quisiera aplicarme á instruir, que á divertir; pero si queremos ser útiles á la sociedad, es necesario conformarnos con lo que es el mundo. La mayor parte de los hombres licenciosos no se dignan mirar los escritos de aquellos autores, que pasan por rigurosos y severos. Un hombre debe tener algun principio de sabiduría, ántes de empeñarse en la lectura de un Séneca, de un Demóstenes. El título solamente de un libro moral, repugna á las personas distraidas é incapaces de aplicacion: yo espero que caerán en mis redes muchos de aquellos, que de ninguna manera prestarian atencion á las lecciones pronunciadas con la seriedad de un predicador, ó con la gravedad de un Filósofo. Tropezarán por sí mismos en ellas, y sin pensarlo adquirirán el conocimiento de muchas máxîmas sabias y virtuosas: llegados á este grado, se hallarán mas dispuestos á oir Discursos serios, y entónces tendré el gusto que mis especulaciones no habrán sido totalmente inútiles. Si lo que he dicho no es suficiente para justificar la variedad del método propuesto; á lo ménos podrá servir para que se me dispense. Quando me aplicare [sic] á divertir mis lectores, no omitiré instruirlos al mismo tiempo; y si no salgo con mi deseo, esto es faltando instruccion á mis chanzas, jamas dexarán de ser inocentes. Una conducta escrupulosa tiene sin duda mas mérito de lo que regularmente se puede imaginar. Si se quisiera considerar quántas sátiras se ofrecen á uno que escribe, que no dexarian de agradar al mundo, y con todo el autor modesto las suprime; quántos pensamientos llenos de vivacidad y fuego miéntras se chancea y los sufoca para no perjudicar, ni remotamente á las viciadas fantasías de ciertas personas; quántas insinuaciones malignas rechaza el temor de ofender la reputacion de los próximos; si se supiera todo esto, y otras muchas cosas que se dexan por la brevedad, se tendria mejor opinion de los Escritores, que buscan divertir sin ofender, agradar sin ser perjudiciales. Es cosa fácil manifestar entendimiento quando se permiten á la pluma ciertas libertades: mas sin el socorro de éstas, dar á conocer vivacidad de ingenio, requiere invencion y sutileza.
No creo fuera del caso dar aquí noticia, que muchos habiendo penetrado mi intencion, me han escrito varias cartas, cuyo contenido iré refiriendo compendiosamente con las debidas reflexîones, para que los Lectores queden mas y mas instruidos de mi idea. En una de dichas cartas se me encarga no perdone en mis lecciones esta moda ó aquella; en otra se desea la censura del peinado encima de los ojos; en todas finalmente se vé claro, que no hay adorno de uno ú otro sexô, que no haya experimentado las invectivas de algun zeloso, que se recomienda á la eficacia de mi pluma. Me veo por tanto en la obligacion de avisar al público, que mi designio no es baxarme hasta lo puntiagudo de los zapatos, ó hasta las hebillas de estraña invencion, si no exâminar las pasiones de los hombres, y corregir aquellas falsas ideas que originan los excesos de sus vestidos y adornos. Aunque las modas ligeras y extraordinarias indican la flaqueza que reyna en el juicio ó en el corazon, con todo no son muy culpables en sí. Deséchense de la fantasía las vanidades, destiérrense igualmente todas esas superfluidades de vestidos y de adornos. Caen de por sí las flores del árbol, quando se destruye la raiz que las sustenta.
Aplicaré pues mis remedios solamente á las primeras semillas, y á los principios de afectacion en los vestidos, sin descender hasta á la menuda descripcion de los adornos. Publicaré algunas cartas que tengo de casos exemplares, sobre ciertas cosas acaecidas á varios sugetos y familias. El mundo es tan malo, que ya he recibido muchos libelos escritos por quien ni aun siquiera entiende la ortografía; y muchas sátiras denigrativas sin que se halle en ellas mas que malignidad. Ha pocos dias que me llego un pliego bien grande, lleno de cartas in[...]torias, malísimamente puestas: Conservo para el uso que merecen, un monton de papeles, que varias Señoras me han remitido de diferentes partes, no tan arrugados, como ofensivos: y por tanto á penas veo una firma que indica el nombre de Celia Liaia &c. concluyo que se me anuncia alguna indecencia ó hecho escandaloso. Si caminamos á este paso, tendré bien pronto material suficiente, con que favorecer muchos Tahoneros, dándoles en lugar de leña, papel para calentar sus hornos. Sepan mis correspondientes; que mi deseo no es desenterrar aventuras infames, para exponerlas á la luz. Quando reprehenda á los viciosos, lo haré en general; y nunca acometeré á ninguno en particular, por mas que se me incite á ello. Supondré que tengo el Alma de Rodomonte, que despreciaba un enemigo solo, para acometer á un exército entero. Tendré, en quanto me sea posible, el mayor cuidado en afear la maldad, la disolucion y el atrevimiento, mas no me meteré con Pedro ó Juana. Consideraré el vicio tal qual se halla en especie, no como comparece en un individuo.
Level 4
Example
Caligula deseaba que
todos los ciudadanos de Roma, no tuviesen mas que
una sola cabeza, para poderlos matar á todos de un
golpe.
Level 2
Leccion II
Á los Ipocondriacos Valetudinarios.
Citation/Motto
. . . . . Ægrescitque medendo.
Virg. Æneid. XII. 46.
Level 3
Metatextuality
La siguiente carta no
necesita explicacion ó apología, para dar á entender las
miras del Autor. Tal qual la he recibido, voy á darla al Público.
Level 4
Letter/Letter to the editor
Metatextuality
Señor Filósofo.
Esta carta llama á mi memoria un epitáfio que ví esculpido en el sepulcro de uno de estos Valetudinarios, donde se le hace hablar de esta manera.
Aquí yace un Español.
En este Ataud de Palo.
No murió por estar malo,
Si no por estar mejor.
El temor á la muerte, suele ser mortal, y nos hace tomar tales medidas para conservar la vida, que nos la suelen quitar. Algunos Historiadores reflexîonan que en mucho mayor copia quedan muertos los hombres, en una retirada, que en una batalla formal. Esta reflexîon se puede aplicar al infinito número de enfermos imaginarios, que arruinan su complexîon con una grande multitud de remedios; y para huir de la muerte; se arrojan entre sus brazos. Los que no anhelan sino la conservacion de la vida, como único fin que se debe proponer en este mundo; los que no cuidan mas que de la salud, ni tienen otros pensamientos, sino de reglas y remedios para conservarla, piensan tan vilmente, que no merecen ser de la naturaleza humana; y un ánimo elevado, mejor quisiera morir mil veces, que someterse á una práctica tan baxa é indigna de la excelencia de una criatura racional. Una continua inquietud por la vida, borra todo el placer, y llena de tinieblas la faz entera de la naturaleza. Es imposible gozar ni la mas mínima satisfaccion en la posesion de una cosa, que á cada instante teme uno perderla.
No por eso desapruebo un legítimo cuidado de la propia salud; solamente digo, que así como la tranquilidad del animo produce la capacidad para dirigir los asuntos, del mismo modo la salud procede de una buena complexîon: por tanto nadie necesita de mucho estudio para cultivarla y mantenerla. Mas este cuidado á que nos empeña el sentimiento comun, el deber y la constitucion, jamas debe atraernos aquellos temores quiméricos, acometimientos de melancolía ó males imaginarios, que regularmente acompañan siempre á los que se fatigan mas para vivir, que para arreglar las costumbres. En suma un buen regimen debe ser el punto principal, y la propia conservacion el accesorio. Si adoptáremos esta máxîma inalterable, habrémos encontrado el mejor camino para conservarnos la vida; y sin que nos inquieten sus acaecimientos, llegarémos á experimentar aquella gran satisfaccion, aquel bien en su mas alto punto, que consiste en sentir de Marcial, en esperar la muerte sin desearla y sin temerla.
Por lo que toca á nuestro Valetudinario, que arregla su salud con las onzas y con los escrúpulos; y en lugar de seguir el natural deseo de comer, beber, dormir y pasear, se gobierna segun le prescribe su silla romana, le enviaré esta pequeña fábula:
“Júpiter, como nos refiere el Mitologista, para gratificar la piedad de un buen Paysano, le prometió concederle todo lo que le pidiese. El Paysano deseó tener el tiempo á su disposicion, é inmediatamente obtuvo la gracia: distribuyó la lluvia, la nieve y el sol sobre sus campos, á medida que lo juzgó necesario; pero á fin de año, quando esperaba una cosecha muy abundante, la halló mucho mas escasa, que la de sus vecinos; de modo que para no causar su propia é inevitable ruina, rogó á Júpiter tomase de nuevo á su cargo el gobierno del mundo.”
Level 5
Example
Yo entro en el
número de aquella extenuada Tribu, que comunmente
se llama de los Valetudinarios, y confieso á Vmd.
que solamente el estudio de la Medicina, ha
producido las enfermedades de mi cuerpo, ó por
mejor decir de mi entendimiento. Desde que me
apliqué á la lectura de libros Médicos, observé
mucha alteracion en mi pulso. Nunca leia la
descripcion de una enfermedad, sin
que me pareciese que la misma me afligia. El docto
tratado sobre las calenturas, del Doctor Sidenham,
me produxo una fiebre lenta, lenta, que no me
abandonó en todo el tiempo que emplee en leerlo.
Me apliqué luego al estudio de varios autores que
han escrito sobre la Hética, é inmediatamente me
pareció que este contagioso mal me habia
acometido, pero poco despues habiendo notablemente
engordado, una especie de vergüenza me sanó de
esta enfermedad. Succesivamente me martirizáron
todos los síntomas de la Gota, ménos los dolores;
mas la lectura de un tratado sobre el mal de
orina, escrito por un autor muy ingenioso, segun
la práctica de los Médicos, de quitar un mal con
otro, me produxo el mal de Piedra para libertarme
de la Gota. Finalmente tanto estudié, que me heché
á cuestas un cúmulo de varias enfermedades; pero despues de haber leido el famoso
Discurso de Santorio, que por casualidad me cayó
entre las manos, he determinado seguir su método,
y observar todas sus reglas, á cuyo fin las he
recogido con la mayor diligencia. Todas las
personas literatas saben que este grande hombre
para executar mejor sus experiencias, habia
inventado una cierta silla matemática, suspendida
en el ayre con tal artificio, que todo se podia
pesar en ella, como si fuera una romana. De este
modo sabia quántas onzas de su alimento se
disipaban con la transpiracion, qué cantidad se le
convertia en substancia, y lo que la naturaleza
arrojaba por otros canales. Despues de muchas
diligencias, pude finalmente encontrar una silla
igual á la del Doctor Santorio, y entónces me
acostumbré á estudiar, comer, beber y dormir
sentado en ella, de modo que se puede decir, que
he vivido tres años en balanza. Segun
mi cálculo, quando disfruto perfecta salud, peso
exâctamente doscientas libras cavales; quedan
ciento noventa y nueve despues de haber ayunado un
dia; y suben á doscientas y una despues de haber
tenido un banquete: de este modo estoy
continuamente ocupado en mantener la balanza igual
entre las dos libras volátiles de mi constitucion.
En mis pastos ordinarios, crece mi peso hasta
doscientas libras y media, y si despues de haber
comido falta alguna cosa, bebo tanto vino quanto
baste para igualarlo. En los mayores excesos, lo
mas que se añade á mi peso es media libra; y tales
comilonas, las quiero por el provecho de mi salud,
en todos los primeros Lunes de cada mes. Quando
despues de la comida me hallo bueno y
escrupulosamente balanceado, me pongo á pasear
hasta consumir cinco onzas y quatro escrúpulos. Si
por medio de mi silla descubro haber
logrado mi deseo, me aplico á leer, para disipar
con el estudio otras tres onzas y media, y en
quanto á las restantes tres onzas y ocho
escrúpulos, (pues la libra que uso es de doce
onzas) no tengo cuenta exâcta con ellas, ántes
bien las desprecio. Nunca tengo horas fixas, ni
para la comida, ni para la cena, pero si mi silla
me advierte que toda la libra de alimento se ha
disipado, saco la conseqüencia que tengo hambre, é
inmediatamente pongo el reparo con toda
diligencia, á cuyo fin tengo siempre prevenida una
pequeña romana para pesar los alimentos. En mis
particulares ayunos, pierdo libra y media de mi
peso, y los ayunos solemnes me cuestan dos. Lo que
pierdo en el sueño, una noche con otra, son tres
onzas, grano mas, grano ménos; y si al despertar
veo no haberlas consumido todas, me estoy sentado
en la balanza, hasta consumirlas. Tengo un libro
en donde asiento diariamente todo el
peso que adquiero y que pierdo, y sumándolo á fin
de año, encuentro, sobre poco mas ó ménos, que he
adquirido doscientas libras, que he perdido otras
tantas, y que doscientas son siempre las que me
quedan; por cuyo motivo creo que mi salud no haya
perdido un átomo, y estoy mas que persuadido á que
mi silla romana es un grandísimo preservativo. Mas
á pesar de todas mis diligencias en tener mi
cuerpo en un justo equilibrio, me hallo reducido á
una increible languidez. Estoy pálido y
desfigurado, tengo el pulso desigual, y la
hidropesía me amenaza. Tenga Vmd. pues la
complacencia, mi Señor Filósofo, de recibirme en
el número de sus Pacientes, y comunicarme una
regla mas cierta de la que he observado hasta
ahora: Obligará Vmd. mucho á su mas atento
servidor que S. M. B. N. N.
Esta carta llama á mi memoria un epitáfio que ví esculpido en el sepulcro de uno de estos Valetudinarios, donde se le hace hablar de esta manera.
Aquí yace un Español.
En este Ataud de Palo.
No murió por estar malo,
Si no por estar mejor.
El temor á la muerte, suele ser mortal, y nos hace tomar tales medidas para conservar la vida, que nos la suelen quitar. Algunos Historiadores reflexîonan que en mucho mayor copia quedan muertos los hombres, en una retirada, que en una batalla formal. Esta reflexîon se puede aplicar al infinito número de enfermos imaginarios, que arruinan su complexîon con una grande multitud de remedios; y para huir de la muerte; se arrojan entre sus brazos. Los que no anhelan sino la conservacion de la vida, como único fin que se debe proponer en este mundo; los que no cuidan mas que de la salud, ni tienen otros pensamientos, sino de reglas y remedios para conservarla, piensan tan vilmente, que no merecen ser de la naturaleza humana; y un ánimo elevado, mejor quisiera morir mil veces, que someterse á una práctica tan baxa é indigna de la excelencia de una criatura racional. Una continua inquietud por la vida, borra todo el placer, y llena de tinieblas la faz entera de la naturaleza. Es imposible gozar ni la mas mínima satisfaccion en la posesion de una cosa, que á cada instante teme uno perderla.
No por eso desapruebo un legítimo cuidado de la propia salud; solamente digo, que así como la tranquilidad del animo produce la capacidad para dirigir los asuntos, del mismo modo la salud procede de una buena complexîon: por tanto nadie necesita de mucho estudio para cultivarla y mantenerla. Mas este cuidado á que nos empeña el sentimiento comun, el deber y la constitucion, jamas debe atraernos aquellos temores quiméricos, acometimientos de melancolía ó males imaginarios, que regularmente acompañan siempre á los que se fatigan mas para vivir, que para arreglar las costumbres. En suma un buen regimen debe ser el punto principal, y la propia conservacion el accesorio. Si adoptáremos esta máxîma inalterable, habrémos encontrado el mejor camino para conservarnos la vida; y sin que nos inquieten sus acaecimientos, llegarémos á experimentar aquella gran satisfaccion, aquel bien en su mas alto punto, que consiste en sentir de Marcial, en esperar la muerte sin desearla y sin temerla.
Por lo que toca á nuestro Valetudinario, que arregla su salud con las onzas y con los escrúpulos; y en lugar de seguir el natural deseo de comer, beber, dormir y pasear, se gobierna segun le prescribe su silla romana, le enviaré esta pequeña fábula:
“Júpiter, como nos refiere el Mitologista, para gratificar la piedad de un buen Paysano, le prometió concederle todo lo que le pidiese. El Paysano deseó tener el tiempo á su disposicion, é inmediatamente obtuvo la gracia: distribuyó la lluvia, la nieve y el sol sobre sus campos, á medida que lo juzgó necesario; pero á fin de año, quando esperaba una cosecha muy abundante, la halló mucho mas escasa, que la de sus vecinos; de modo que para no causar su propia é inevitable ruina, rogó á Júpiter tomase de nuevo á su cargo el gobierno del mundo.”