Acaso no habrá habido jamas ninguna obra ni antigua ni moderna,
que haya hecho tanto ruido en el pais donde nació, como Le Spectateur. El público de Francia la disfrutó
en Papeles periódicos intitulados Discursos, de
los que llegáron á despacharse hasta veinte mil exemplares en un dia, y
consecutivamente se hiciéron otras muchas impresiones. Cesar Frasponi
compuso sobre Le Spectateur, su Filósofo á la moda, dando á los Discursos el título de
Lecciones; y omitiendo ó mudando los que le pareciéron algun tanto
libres. Yo me he propuesto hacer lo mismo, no porque en el Filósofo á la moda, ó Maestro
universal, pondré aquí aquellas Lecciones que me parecieren
útiles, suplicando á mis Lectores disimulen los defectos del estilo, en
consideracion á que me he determinado á escribir para utilidad suya, y
no por vanagloria mia. vale.
Celsi prætereunt austera Poemata
Rhamnes.
Omne tulit punctum, qui miscuit utile
dulci,
Lectorem delectando, pariterque monendo.
Hor. A. P. v. 341.
Mercuriales, y otra los Saturninos. Los primeros, imagino formarán la parte
festiva de mis Discípulos, que desearán especulaciones gustosas
y sútiles. Los otros mas serios y graves, no hallarán deleite
sino en los Discursos morales, fundados sobre el buen sentido.
Aquellos tacharán como una necedad todo lo
Yo mas quisiera aplicarme á instruir, que á divertir; pero si
queremos ser útiles á la sociedad, es necesario conformarnos con
lo que es el mundo. La mayor parte de los hombres licenciosos no
se dignan mirar los escritos de aquellos autores, que pasan por
rigurosos y severos. Un hombre debe tener algun principio de
sabiduría, ántes de empeñarse en la lectura de un Séneca, de un Demóstenes. El título solamente de un libro moral,
repugna á las personas distraidas é incapaces de aplicacion: yo
espero que caerán en mis redes muchos de aquellos, que de
ninguna manera prestarian atencion á las lecciones pronunciadas
con la seriedad de un predicador, ó con la gravedad de un
Filó-
No creo fuera del caso dar aquí noticia, que muchos habiendo
penetrado mi intencion, me han escrito varias cartas, cuyo
contenido iré refiriendo compendiosamente con las debidas
reflexîones, para que los Lectores queden mas y mas instruidos
de mi idea. En una de dichas cartas se me encarga no perdone en
mis leccio-
Celia Liaia &c. concluyo que se
me anuncia alguna indecencia ó hecho escandaloso. Si ca-Rodomonte, que despreciaba un
enemigo solo, para acometer á un exército entero. Tendré, en
quanto me sea posible, el mayor cuidado en afear la maldad, la
disolucion y el atrevimiento, mas no me meteré con Pedro ó
Juana. Consideraré el vicio tal qual se halla en especie, no
como comparece en un individuo. Caligula deseaba que todos los ciudadanos
de Roma, no tuviesen mas que una sola cabeza, para poderlos
matar á todos de un golpe.
Virg. Æneid. XII. 46.
Valetudinarios, y confieso á Vmd. que
solamente el estudio de la Medicina, ha producido las
enfermedades de mi cuerpo, ó por mejor decir de mi
entendimiento. Desde que me apliqué á la lectura de libros
Médicos, observé mucha alteracion en mi
pulso. Nunca leia la des-Sidenham, me produxo una fiebre lenta, lenta, que no
me abandonó en todo el tiempo que emplee en leerlo. Me apliqué
luego al estudio de varios autores que han escrito sobre la Hética, é inmediatamente me pareció que
este contagioso mal me habia acometido, pero poco despues
habiendo notablemente engordado, una especie de vergüenza me
sanó de esta enfermedad. Succesivamente me martirizáron todos
los síntomas de la Gota, ménos los
dolores; mas la lectura de un tratado sobre el mal de orina,
escrito por un autor muy ingenioso, segun la práctica de los
Médicos, de quitar un mal con otro, me produxo el mal de Piedra para libertarme de la Gota.
Finalmente tanto estudié, que me heché á cuestas un cúmulo de
varias enferme-Santorio, que por
casualidad me cayó entre las manos, he determinado seguir su
método, y observar todas sus reglas, á cuyo fin las he recogido
con la mayor diligencia. Todas las personas literatas saben que
este grande hombre para executar mejor sus experiencias, habia
inventado una cierta silla matemática, suspendida en el ayre con
tal artificio, que todo se podia pesar en ella, como si fuera
una romana. De este modo sabia quántas onzas de su alimento se
disipaban con la transpiracion, qué cantidad se le convertia en
substancia, y lo que la naturaleza arrojaba por otros canales.
Despues de muchas diligencias, pude finalmente encontrar una
silla igual á la del Doctor Santorio, y
entónces me acostumbré á estudiar, comer, beber y dormir sentado
en ella, de modo que se puede decir, que he vivido tres años en
Señor Filósofo, de recibirme en el número
de sus Pacientes, y comunicarme una regla mas cierta de la que
he observado hasta ahora: Obligará Vmd. mucho á su mas atento
servidor que S. M. B. N. N.
Esta carta llama á mi memoria un
Aquí yace un Español.
En este Ataud de Palo.
No
murió por estar malo,
Si no por estar mejor.
El temor á la muerte, suele ser mortal, y nos hace
tomar tales medidas para conservar la vida, que nos la suelen
quitar. Algunos Historiadores reflexîonan que en mucho mayor
copia quedan muertos los hombres, en una retirada, que en una
batalla formal. Esta reflexîon se puede aplicar al infinito
número de enfermos imaginarios, que arruinan su complexîon con
una grande multitud de remedios; y para huir de la muerte; se
arrojan entre sus brazos. Los que no anhelan sino la
conservacion de la vida, como único fin que se debe proponer en
este mun-
No por eso desapruebo un legítimo cuidado de la propia salud;
solamente digo, que así como la tranquilidad del animo produce
la capacidad para dirigir los asuntos, del mismo modo la salud
procede de una buena complexîon: por tanto nadie necesita de
mucho estudio para cultivarla y mantenerla. Mas este cuidado á
que nos empeña el sentimiento comun, el
Por lo que toca á nuestro Valetudinario, que arregla su salud con las onzas y con los escrúpulos; y en lugar de seguir el natural deseo de comer, beber, dormir y pasear, se gobierna segun le prescribe su silla romana, le enviaré esta pequeña fábula:
Júpiter, como nos refiere el
Mitologista, para gratificar la piedad de un buen Paysano, le
prometió concederle todo lo que le pidiese. El Paysano deseó
tener el tiempo á su disposicion, é inmediatamente obtuvo la
gracia: distribuyó la lluvia, la nieve y el sol sobre sus
campos, á medida que lo juzgó necesario; pero á fin de año,
quando esperaba una cosecha muy abundante, la halló mucho mas
escasa, que la de sus vecinos; de modo que para no causar su
propia é inevitable ruina, rogó á Júpiter tomase de nuevo á su
cargo el gobierno del mundo.”