Cita bibliográfica: Juan Antonio Mercadal [Francisco Mariano Nipho o Juan Enrique de Graef] (Ed.): "Número XIV", en: El Duende especulativo sobre la vida civil, Vol.1\14 (1761-08-29), pp. 327-358, editado en: Ertler, Klaus-Dieter / Hobisch, Elisabeth (Ed.): Los "Spectators" en el contexto internacional. Edición digital, Graz 2011- . hdl.handle.net/11471/513.20.328 [consultado el: ].


Nivel 1►

NUM. XIV.

Cita/Lema► Perlege Mæonio cantatas carmine Ranas
Et frontem nugis solvere disce meis.

Mart. L. XIV. Epig. 183. ◀Cita/Lema

[Desgracias á la Moda, y diversiones de nuevo caracter.]

Nivel 2► Relato general► Adornado con mucha arte, y con suma decencia, con el fin de hacerme honor à mi, y à las personas, que havian querido considerarme de bastante merito para convidarme à una funcion magnifica, que el dia de San Ingnacio se proporcionaba para festejar à una Dama, de las mas celebradas de la Corte, y en cuya casa havia de haver un concurso de lo mas florido, y de lo mas selecto en Petimetrìa, assi de uno, como de otro sexo. Salì de mi casa à las siete de la noche, [328] peynado à lo Cabriolet, y vestido con un Volante nuevo de tela de la Moda, adornado con todas las campanillas que inventò Parìs. Confiado en el buen gusto de mis aderezos, havia puesto las esperanzas en que aquella noche havia de ser yo el blanco de la conversacion de todas las mugeres, y el objeto de la embidiosa emulacion de los hombres. Encaminème àcia la Calle de Leganitos, lleno de mi mismo, y de hinchada vanidosa satisfacion; por vér, que la Esquela que me havian embiado para el convite, era del tenor de la que yo tenia propuesta en mi Duende N.VIII. y que mis lecciones, aunque despreciadas de muchos, lograssen en algunos acogimiento, y aplauso.

Pero en medio de mis glorias, me sucediò el lance mas pesaroso, y triste, que en el estado, y en la hora de entonces puede jamàs suceder à hombre alguno: pues embevecido en la composicion de la harenga, con que havia de desatar mi lengua, à fin de saludar el concurso; y midiendo mis pasos para acercarme al Estrado, se me acercò tan junto à mi una Marrana, que acababa de rebolcarse en un [329] cenagal asquerosissimo, que estregandose contra mis piernas, me destruyò un par de medias blancas, con su quadrado calado à lo Pompeyano, hechas à todo coste, y que havia conservado mas de seis meses en mi cofre, para lucirlo con ellas este dia.

Absorto, estatico, è immobil me dexò esta desgracia, sin saber de quien vengarme, ò de mi mismo, por haver passado por aquella calle, ò de la Marrana, que me havia tratado tan atropelladamente; hasta que se me vino à la memoria, la verdad de que, en todas sus infelicidades, debe el hombre acudir à la Philosophia, como al soberano remedio contra todos los males. Hiceme, pues, cargo de que este lance serìa por ventura uno de aquellos casos, que se llaman, sin que nadie sepa por què, inevitables; y que la gente que se fia en agueros, atribuye à varios encuentros, y tropiezos, como sucede quando sale uno de casa, y encuentra una vieja, quando dexa caer el vaso, y otras mil boberias, autorizadas por aquellos, que tienen por brujas à las feas. Consoleme al paso, fixando el espi-[330]ritu en el hecho, y diciendome à mi mismo, que valia mas esto, que haverme quebrado una costilla: quando una Criada, silenciosamente atrevida, à fin de no perder quizà la conveniencia de Novio, me encastillò de repente, y sin saludarme con el agua và de costumbre, la reserva de aquel dia, de una familia entera: dexandome acomodado con tal arte, que sin perderse cosa alguna, todo llevò el destino, para el qual podia haverse guardado.

Si la primera desventura me pareciò sufrible, en quanto que la mudanza de un par de medias, aunque no tenia otro par caladas, podia restablecer las cosas: la segunda me puso hasta la desesperacion, por verme infaustamente privado de poder reemplazar, con otro traje el caudal de mi petimetrìa, que consistia en el Peluquin, y en el Vestido nuevo. Y en efecto, què mayor desconsuelo puede haver, que el de vèr, que despues de haverse estrechado siete meses en el año la barriga, con el solo fin de estrenar un vestido en un dia tan recomendable como èl, en que una [331] persona, que es año, estrecha, y ay de mi! celebra su Santo, y el de Nacimiento, no pueda uno conseguir el aplauso, que le debe acarrear el buen gusto de la tela, elegida à satisfacion de la misma persona, à quien se deseaba ofrecer en holocausto toda la voluntad, y arbitrio? Rebentè de colera, quando consideraba, que aquella noche perdia seguramente el credito de buen Mozo; para cuya alabanza no havia coadyuvado poco el arte del Sastre, que con destreza, havia sabido disimular un cierto defectillo de hombros, algo comun, y patrimonial à nuestra Provincia: pues todos, no conociendome, y viendome con mi vestido nuevo, huvieran creido, que mi cuna debia de ser Bilbao, cuyos Naturales saben, con afectacion bastante, presumirlo de galanes, y petimetres de garvo.

Perplexo en medio de la calle, sin saber de què madera hacer flechas, ni à què Santo votar mi paciencia, la mano puesta sobre el puño de la espada, con ademan de herir al ayre, y de estampar con mis impulsos la rabia, que me agitaba en los hierros del balcon, desde donde se me [332] havia caìdo con tanta fatalidad el trueno; estaba vomitando, quanto me dictaba la estolidèz de mi espiritu: imaginandome, que me vengaba de esta manera. Provoquè de palabra, y con terminos los mas insolentes, al amo, y à la ama de la casa, los que à lo que yo mismo, aora, que me hallo sereno, piadosamente creo, no tendrian parte en esta fechoria, ni mandarian à sus Criados, y Criadas, contraviniessen tan escandalosamente à los Decretos, Pragmaticas, y Vandos Reales, tantas veces repetidos, y jamàs observados: solo, porque la vanidad de algunos Amos, ò Amas, les hace creer, que la advertencia de sus Domesticos, en el lance de verter, es lunar en el honor de su casa, donde se està en possession de hacer poco caso de las ordenes de los Superiores.

Finalmente, despues de haver echado pestes contra las gentes, que habitaban en la casa, sin que nadie me respondiesse, y de haver servido de juguete, ò panderillo à quantos transitaban la calle, y de que cada uno me dexaba su dicho, me retirè à mi casa, causando asco al criado, que me abriò la puerta, y à mi mismo. Mudè [333] de trage; pero què diferencia! un vestido de paño comun, y ordinario, sin señal de buen gusto, ò de ser de persona distinguida entre los sequaces de la Moda de Francia. Quedè mucho tiempo irresuelto sobre si iria al Bayle, ò si, fingiendome indispuesto, quedaria en casa. Pero en uno, y otro pensamiento tropecè con innumerables embarazos; por lo que me determinè al fin, presenciarme, y buscar alguna plausible escusa, para encubrir mi tardanza, y cohonestar la simplicidad de mi vestido.

La consideracion, de que estamos en visperas de tener las calles limpias, y que, no obstante las contradiciones, y reparos, ò para decirlo mejor, la adversion que tenemos à las novedades, de que no sentimos de ante mano el beneficio, veremos desterrados los Puercos de S. Anton de toda la Villa, me tranquilizò el animo. No pensè mas en buscar mi venganza; y toda la colera que tuve antes, se convirtiò en risa, quando me acordè que el zelo, que algunas veces empleamos para ciertas cosas, nos perjudica mas, que nos favorece. Què origen, que san-[334]tidad, ò què bondad tendrà una poblacion de Marranos en una Ciudad como es esta Corte? Sirve mas que para inquietar, molestar, y assustar à los que, pasando limpiamente por las calles, deben tener continuo miedo, que estos animales ensucien medias, y zapatos? En què parte de Europa se consiente una incuria de esta naturaleza, que causa tantos inconvenientes para la limpieza? Sea el principio de semejante licencia el sustento de un Instituto Sagrado, cuya Familia logra, por este medio, su temporal aumento. Respetando el Instituto por bueno, como puedo aprobar la soltura de los Marranos, quando me acarrea un mal tan grande, como es el perder quizà mi fortuna, por no poder comparecer en una parte señalada, con las medias de trama caladas, que me havria regalado una Señora, puede ser con determinado designio, de procurarme mayores bienes? Me resarcirà jamàs una Marrana, aunque fuesse de S. Anton, el daño que me havria causado? O! y que recelo se me ha quedado desde aquella noche; de que otro debe haver hecho progressos en sus pretensiones; pues he ad-[335]vertido, que, apareciendo en trage muy ìnfimo, la Señorita, imaginandose à caso, que por desprecio para ella, me havia vestido tan humildemente, no me ha tenido mas el mismo cariño que antes. Nadie ignora, que las mugeres son carprichosas, y que muchas veces, sin examinar si estàn bien, ò mal fundadas sus quexas, atropellan por despique fantastico à su propia razon, y luces.

Lo segundo, el acto de Religiosidad, que se quiere persuadir en el permisso, y libre cria de estos animales, por las calles de Madrid, puede tambien tener à un supuesto de credulidad por principio; pero el qual no merece la atencion del Pueblo. Pues una expression methaphorica, y figurada en los Escritores, puede haver pasado à sentido literal, y ser creìdo hecho physico. Los combates, y tentaciones de aquel Heroe de los Anacoretas, fueron muchas, y de diversas especies. Quiero, que el diablo se dexasse vèr al Santo en figura sensible, pero algo me repugna, aunque no sè por què, se le huviesse aparecido en la de Marrano. Es verdad, que se pinta, y se esculpe al Santo con este [336] animal al lado; pero bien sabido es, que la libertad pitoresca, no es menos inductiva à error, que lo es la libertad de que se valen en sus descripciones, è inventos los Poetas; en quienes el fingir, y singularizarse, es parte del merito de su arte. Pero sean efectivas, ò no, las apariciones del espiritu infernal, en figura de Marrano, con su campanilla, y demàs circunstancias; què conexion, ò què hermandad tiene este hecho historico, con la facultad de llenar las calles de estos animales, ò con los daños que ocasionan? No se ha visto bastantes veces, que acosados de perros, atropellaron, y mordieron à los niños? O serà por ventura su mordedura, y atropellamiento, sin hacer daño, por especial favor del Santo, el qual quiere hacer continuos milagros, para que nadie se quexe de estos ganados? Pues bien sè yo, que el par de medias nuevas, que me puse para lucirlo en la noche de San Ignacio, quedaron perdidas, y que su labadura me costò una peseta; lo que no me huviera sucedido, si huviessen faltado los Marranos. No me pago de la respuesta, que al-[337]gunos me daràn, que esto me sucederia para castigar mi profanidad, y la necia complacencia, con que me deleytaba en ser tenido aquella noche, por el mas garvoso, y mejor aderezado de todo el concurso; porque esta respuesta es de demasiado general para que yo la admita. Solo sì, que estoy mal con los Marranos de S. Anton, porque son los unicos que pueden pasearse libre, y desvergonzadamente por las Calles, y Plazas; y porque estàn habilitados para poder hacer todo el mal, que su maligno instinto los hace executar, sin que los Dueños de ellos tengan responsabilidad alguna; pues à haverla tenido, yo me huviera quexado, y buscado la indemnizacion de mi par de medias.

Bien veo, que me arguiràn con la segunda parte de mi desgracia, preguntandome: por què no revindiquè la pèrdida de mi Peluquin, y Vestido, haviendo Ley que me autorice para ello? El que no ignora la dificultad, que hay en navegar contra las corrientes, escusarà facilmente mi inacion en este lance. Todos vemos diariamente, la poca satisfaccion que se logra en los recursos, que se ha-[338]cen con semejantes motivos. Y vaya por lo acontecido. Què huviera sido que lleno de furor, y colera, huviesse yo subido à la Casa, para dexar el Vestido, y Peluquin perdidos, en manos de quien havia causado el daño? La propia Criada, abriendo, huviera temblado à vista del espadin desembaynado, ò al trueno de las palabras, que la huviera dicho. Dexarìa ella de ignorar el arte de derramar aljofares liquidos, de llamar la assistencia de un vapor sufocante, ò de un desmayo muy à lo natural? Pongase en mi lugar el mas colerico, y ciego, à la vista de una cara algo bonitilla. El mismo buscarà el primero medios para escusar el desacato. Y què serìa si salen el Ama, las hijas, &c. y que el bautizado es Petimetre, y tierno? O! entonces, enmudeciendose, pedirà perdon de haver alterado la quietud de la casa, y de haver alborotado una vecindad entera, por tan poca cosa. Se darà à sì mismo la enhorabuena de haver hallado este encuentro, para ponerse à los pies de su Señorìa, y de todas las de casa, y hasta la misma fregatriz lograrà primicias de sus cumpli-[339]mientos. Todo se acabarà con la sùplica de ser tenido por uno de los mas humildes criados de la Señora, y de su familia.

Pues no es mejor callar, y andar su camino, que exponerse à otras aventuras peores, que las primera? O, que, quexandose, dexar en manos de terceros, que tambien tienen humanidad para con el sexo femenino, duplicadamente el valor, de lo que se perdiò en la ropa. Esto es mi sentir, salvo memori.

Fuì, pues, à la funcion, que hallè lucidissima, y de un concurso poco comun; pues hallè diez y ocho Señoras enjaezadas todas de un modo galan, y vistoso. Las joyas brillaban por todas partes. Los Tissues, las Telas ricas, las Casacas, Briales, Basquiñas, Guardapiesses, el Rizo de sus cabezas; en una palabra, el menor de sus ornatos, en general, y en particular, havia merecido aquel dia un cuidado, y estudio, que todavia no havia visto en las funciones mas autorizadas. Sin contradicion, todas havian apurado en este dia ciencia, y la paciencia de los Peluqueros, y hecho sudar gotas de sangre à cada una de las Doncellas, [340] que se havian empleado en vestirlas.

Como la uniformidad de mi vestido, y una peluca redonda, muy estrasalaria, de que me debia servir para poder salir de casa, y que me hacia parecer un Quaker, ò Mennonita, me derobaba al registro de los Idolos del Estrado, las que fixaban sus ojos en el bello corro de Petimetres de los tres estados; ello es, de Armas, Letras, y Citadinos, tuve oportunidad, y ensanche para lanzar mi red por todos lados, y philosofar sobre lo que podia acaecer en esta harmoniosa confusion, y desorden.

Nunca havia yo conocido mejor, que en este dia, hasta donde raya el poder, y dominio de las mugeres, para hacer visibles (pero con elegancia, y gusto) sus propensiones, y modos de pensar de otras; ò como quieren, que otras piensen de ellas. Todos los adornos, que yo admiraba, dispuestos tan artificiosamente, y con tanta variedad de ideas, me procuraban, por qualquiera parte, materia, para observaciones unicas, y originales. El gesto, los movimientos, el juego del Abanico, el tono de voz, todo, todo era [341] de tal manera arreglado, y economizado, que no sin motivo poderosissimo se hacian dignas de las adoraciones, que las tributaban los obsequiosissimos concurrentes; mayormente à tres, ò quatro, que aun sabian distinguirse de las demàs, con ingeniosas invenciones de Collares, Flores, y Tocados.

Alli fue, donde por la primera vez oì parte del Calepino de la Moda en las especies de los Abanicos, Collares, Pañuelos, Manillas, y demàs ornatos de mugeres: pues alli havia Abanicos del Dia, y de la Noche: del Mira tù: de la Theresa: del Peneque, y del Principe Ferdinando: adornos de garganta, à que se llamaban Sofocantes, Mata Maridos, Solitarias, Marquesitas, Duquesas, Respectuosas, y Pañuelos à la Calatayud; aunque de estos solo havia uno en el pescuzo de una Viuda, que con un vestido decente, un mirar arrepentido, un tocado liso, y sin afeytes, no dexaba de aspirar (à la sombra de quarenta mil pesos, que tiene) al Matrimonio; y conocì, que la asestaba desde lexos un Capitan, que havia en la fiesta; el qual, al [342] favor de esta hucha, queria hacerse Ciudadano perpetuo de esta Corte. Oì hablar de Veletas, Petibones, Petivus, Escofietas, de dos, y de quatro caidas: de Flores, à lo Chinesco, à la Florentina, à lo Redemptor, y tambien à la Pereyra. En los Rizos, y Bucles havia una Infinidad de voces, que me parecian mas propiamente Goticas ò Laponicas, que Francesas, ò Españolas. El Rizo à lo Rinoceronte, à la Ala de Pichon, à lo Ensortijado, al Remangado, à la Gondesa, y à lo Borrego.

Pero lo que mas vivamente me impressionaba el [sic] caracter de todas estas Señoras, era su conversacion: quando despues de los preliminares acostumbrados, se empezò esta à hacerse comun entre todo el concurso. Nunca vì brillar mas espiritualidad, ni vi hacer mayores esfuerzos para superarse las unas à las otras: buscando todas, pero sin embidia, y solo con una emulacion digna del sexo, el aplauso de los hombres. Determinaban las cosas del dia. Resolvian, y daban solucion à las materias, que son los objetos mas dificiles de la ocupacion actual de la [343] Corte, y de Madrid: y esto con una presencia de espiritu, y una eleccion de terminos admirables.

Creereis, que estos Idolos estarian unicamente ocupados del cuidado de parecer bien en el Estrado, y de hacer dengues, y monadas, para diferenciarse unas de otras? Pues nada menos que esto. Sus atitudes [sic], y movimientos no indicaban, que su fin era hacerse Idolatras.Y no obstante, que muchas podian seguramente pretender atar à su carro à muchos de los que alli nos hallabamos; todas parecian haver olvidado, que los embelesos, el impetu de sus Inclinaciones, los raptos improvisos, y momentaneos, los favores con que se precian dichosos los hombres, los suspiros, las lagrimas, las sùplicas, y los corazones arrebatados son victimas, que las mugeres pueden exigir de nosotros: Ninguna, no sè, si adredemente, ò por transformacion milagrosa, aspiraba aquella noche à hacerse sequito de desventurados; ni que se acordaba que su gusto mas cumplido, y casi toda su dicha consistia en hacer martyres.

Verdaderamente, nunca vi quadro [344] mas lindo. Nunca vi Tribunal mas serio, ni tampoco mas apacible. Jamàs vi Estrado, ni con mas ostentacion, y grandeza en las personas, ni con mas humanidad, ni verdad en el trato. Parecia, que todas havian enagenado su caracter. Para llegar à saludarlas de nadie requerian aquellos profundos respetos, è inclinaciones de cabeza, que forman un arco del cuerpo del hombre. Ni el modo de reìr de las Damas hacian dichosos à los que recogian la risa, ni su frialdad era capàz de desesperar à los que la tomassen por su quenta. En una palabra, todas ellas daban motivo por su bello modo de comportarse con los hombres, para juzgar que nunca havian manejado la engañosa cartilla del arte de amar; en que con tanto ahinco procuran aprender el ceremonial del culto que reciben como Idolos de nuestra complacencia, y deseos.

Mientras que las Damas desviaban assi estrañamente el amor propio, y su acostumbrada flaqueza, notè los esfuerzos que hacian tres, ò quatro Petimetres de Oficina, para ganar sobre sì dominio, y soberanìa, à fin de disputar à las muge-[345]res la corona de indiferencia, que ellas pretendian ganar aquella noche sobre su natural propension à la bagatela. Estos Chuscos, que quiza mas de ocho dias havian consultado los Poetas de la Legua, sobre decir con gracia una Decima, ò Quintilla, y que no sin trabajo, y dispendio, se havrian exercitado con algun Còmico, para el gesticular de alguna relacion del dia, quedaban assombrados, quando oìan, que la conversacion llegaba à ser seria, y compuesta; y que en las materias de que se disponia hablar, solo lo podian lucir las Pandectas, y la Glossa. Centelleaban de ira, agitandose con descompasados movimientos de una parte à otra de la pieza, y mucho mas, quando con admiracion grande oìan, que al cabo de un rato de entretenimiento sobre la Guerra, preguntaba Doña Blanca à un Estudiante, què noticias tenia de la Literatura Moderna. Este, que por la grande inteligencia, que tiene en el arreglo de un partido de Cacho, sabe hacerse lugar en qualquiera parte, la respondiò, que no hacia caudal de semejantes novedades; respecto que èl se ocupaba unicamente de los medios que [346] se podian acercar, al logro de sus pretensiones. Sin embargo, por no parecer torpe, è impolitico con las Damas, sacò de su faltriquera una Carta, que à lo que decia, venia de una Tertulia de Literatos de Moda, que la havia mandado escribir por su Orador, al celebre Quevedo, consultandole una pieza nuevamente aplaudida en la Corte; y como no queria gastar el tiempo en preambulos, y que queria libertarse de preguntas molestas, se puso à leerla à todo el Concurso

Nivel 3► La Tertulia de los Literatos de Moda, por medio de su Orador Ælio Lelio Crispo, Francisco de Quevedo, optimo suo.

“Despues de la novedad del Peazgo, que los Arbitristas, ò la Academia de los Desalentados, han procurado se impusiesse sobre el passo de la Barca del Viejissimo Charonte, hemos visto interrumpirse por muchos años toda la correspondencia, que havia entre el Mundo, y el Reyno de Pluton. Esta interrumpcion de correspondencia, ha sido el motivo, por què no se ha partici-[347]pado à Vmd. las novedades Literarias de la Peninsula Española de algunos años à esta parte; ni tampoco las muchas cosas, que por ser de dura digestion nos pesan sobre el estomago.

La ocasion del nuevo Commissario, que passa à este Reyno, con el fin de assistir à las conferencias, que se han de tener sobre este importantissimo negocio; y que probablemente passarà à vèr, los Campos Elyseos, como la cosa mas especial, y mas deliciosa, que hay en el Paìs de los Muertos; se ha dignado encargarse de esta Carta, y del adjunto Librito, por el qual Vm. y los demàs Amigos, sobre todo Cervantes, veràn que nadie debe creer, que nos falte semilla de Poetas Còmicos en España, por mas que Cervantes tema en su D. Quixote, la total extincion, y pèrdida de la Theatral Poesia.

El credito que de Vmd. corre siempre viento en ropa, pues hasta los Mancebos de los Mercaderes conocen à Vmd. por su nombre, solo por hallar en casa de sus Amos algunos retazos de sus celebradas Obras, de mala edicion, en que [348] se desojan, y desecan el entendimiento, para penetrar lo que Vmd. dice en ellas. No obstante, la cierta universalidad que hay en el merito, que todos à Vmd. confiessan, hay algunos, que para singularizarse, muerden tal qual vez, aunque ligeramente, este, ò este otro pedazo de su erudicion: conviniendo sin embargo en que Vmd. sabìa verdaderamente escribir; pero que bien mirado el total de sus Poesìas, no hay en ellas exactitud, elevacion, ni invencion digna de un Poeta de primera classe. Otros estàn disgustados, de que las obras de Vmd. estàn tan vulgares. Quisiessen que nadie tuviesse mas noticia de ellas, que ellos solos, à fin de ponerlas en pedazos, y de presentarlas al Pùblico cada Lunes, y cada Martes, para que sude en el ofertorio, sin que nadie los moteje de ser Monos de Quevedo. Tambien quisieran saber, y no ahorran trabajo para conseguirlo, en què fuentes Vmd. bebiò sus ideas. Porque le han saqueado Vmd. tanto sus obras, que no hallan yà en todas ellas material bastante para remendar el vestido de un Matachin; [349] con todo esto, no quieren, que se les diga, que hurten à Vmd. sus caudales, y que no hacen mas que correr la vereda, que Vmd. ha abierto.

Con el primer Correo, que saliesse para essa, remitiremos à Vmd. un paquete de papeles, y piezas sueltas del dia, para que allà se divierta con los amigos, y hagan crisis sobre el estado de la Literatura actual de esta Monarquia; quilateando con madurez el valor de las obras, que le remitiessemos: anticipando à Vmd. por noticia, que los Escritores de aora, sino escriben de la misma manera que antes, esto es, con facilidad, ligereza, y agrado, no es porque carecen de materiales, sino por el excesso de su comprehension, è inteligencia: y porque cada Escritor toma para sì, aquello que se dice, y se escribe generalmente, y sin aplicacion alguna. Nadie quiere ceder à otro, ni persuadirse inferior en juicio, y prendas à los hombres mas sobresalientes, y avisados, que vivieron, ò que viven.

No sè si diga, que la dicha acompaña à Vmd. en medio del sentimiento, [350] que puede tener de no conocer à Madrid, en el estado en que nosotros le vemos. Amigo, Vmd. ha tenido, mientras viviò sin sabores por causas graves, en lugar que al presente qualquiera los tiene por las mas leves; y si uno residenciò à Vmd. iniquamente en el Tribunal de su justa Venganza, Vmd. si escribiera aora, havria de passar, no por una residencia sola de justa Venganza, como por aquella que Vmd. passò, sino por un millar de reafinaciones, en que la injustissima embidia es agente. Es preciso, ilustre Quevedo, que Vmd. sepa, que hay mas dificultad en governar oy dia la pluma, y agradar à las gentes, que en su tiempo. En esta Era no hay escrito alguno, el que, si se habla verdad, no se repute absolutamente por satyra, y contra que algunos presumidos no esgriman su pluma, y su lengua. Los ignorantes llaman lisongeros à los que ensalzan la verdadera virtud, y el merito, y esto desalienta tanto, que nadie quiere para sus obras Mecenas de pura gracia; y aquellos que desean tener protecion de provecho, hallan el campo tan [351] segado, por los que escriben para las Confiterias, que quedan destruidos hasta los plantìos de los Protectores, y Favorecedores de los Sabios.

El tiempo me apremia, pues el muchacho està aguardando para llevar la Carta; por lo qual debo concluir, aunque muy contra mi gusto. Saludo à todos los Hèroes Literarios, que gozan las delicias de essos hermosos vergeles, donde libres de toda opacidad, y materia terrestre, se deleytan en compañia de la verdad, cuya hermosura contemplan con todas sus perfecciones.” ◀Nivel 3

La Carta pareciò bien à la mayor parte de los assistentes. Algunos querian no obstante darse por sentidos, achacando à segunda intencion el aviso que se daba en la Carta, de que algunos son contrarios à los escritos del grande Quevedo. Pero las Damas sosegaron à estos la conciencia, convincendoles, y demostrando con claridad, y nervio, que los que havian de quexarse de las invectivas, pullas, y demàs rasgos, libres de la pluma de Quevedo, eran ellas, que siempre havian sido el blanco de su ojeriza burlesca.

[352] Nivel 3► Diálogo► Es de estrañar (decia mi Señora Doña Nicolesa, la que por sus acciones, y modos, da à entender lo mal que està con su sexo; pues en todo desea poder copiar à la Reyna de Suecia Christina) que sean tan pocos los que hayan penetrado el verdadero sentido de los Romances, que escribiò el Ilustre Quevedo, y que apenas nadie sepa, que no dicen cosa alguna, de lo que se lee en ellos: pues en dictamen de esta Sapho; el Poeta, baxo la metaphora de toda aquella gente baxa, de quienes describe las fechorias, disimulaba la pintura de otros sugetos de mejor estofa. Assi disimulaba con el titulo de Cavallero de la Tenaza la mezquindad, y ruines procederes de un sugeto muy visible en su tiempo. Por esta ignorancia, y falta de llave, añadiò esta Señora, pierden el merito las mejores obras que se leen, y que se entienden al pie de la letra, y como suenan.

Aplaudieron todos, por lo inaudito, el juicio de esta Señora Poetisa, sobre las Obras de Quevedo; pero algunas, aunque atentas à lo que se trataba, no havian borrado de su memoria, que se ha-[353]via leìdo en la Carta al Señor Quevedo, que se le remitia una Obra de estos dias para divertirse, y hacer analysis de ella, con sus amigos. Què Obra nueva puede haver salido, decia Doña Agueda, que sea digna del entretenimiento de tantos hombres eminentes, como conservan con Quevedo? No ignoro, que un Autor de los mas famosos de nuestra España solìa algunas veces divertirse con los Romances del Marquès de Mantua, Carlo Magno, &c. confessando èl mismo, que sacaba utilidad de su lectura; pero tampoco no ignoro, que es muy ageno de la ocupacio [sic] de las almas, el entretenerse en aquella estracion de Bienaventuranza, con escritos que no les puedan servir de norte para acopiar especies, y aumentar sus inteligencias?

Pues què, respondiò un hombre, descansando sobre un pie, como Cigueña, què obra puede ser la que se ha de remitir à Quevedo, para que los Moradores de los Campos Elyseos burlen de nosotros, sino el Duende, que verdaderamente es obra, que merece la sepultura, ò que se embie al otro mundo, para que la olvi-[354]demos en este? Ay que no es nada; reprehender las locuras, y extravagancias de algunos Particulares, haciendo de la Nacion el blanco de la mofa de los demàs Pueblos! No debiera saber este Autorcillo, que quien ridiculeze à un Miembro, interesa à toda la Nacion en el sentimiento de aquella persona? Pues yo no lo pienso assi, objetaba à este Cavallero Doña Raphaela. El Autor no agravia à nadie, esto es claro: pero por esto estimo la Obra digna de llegar à manos del Ilustre Quevedo, y de los Doctos; porque ella no es mas que una rapsodia de las primeras cosas que su Autor repara en las Calles, y concurrencias, donde se halla, las quales exorna despues con quatro bagatelas, que le trae à la memoria su lectura. Soy de parecer, que estos Autores antiguos Españoles, por mas aprecio que hagan de este papelucho, unicamente bueno, para embolver Polvos de Aix, ò polvos para el pelo de la fabrica de Alcalà, que se venden por de Francia, para darlos mas sustancia, reiràn siempre al vér que nos hemos cegado, y que yà no entendemos mas la [355] calificacion del merito. Burlaràn de nosotros, si saben, que à nadie queremos conceder capacidad, y talentos, que no sea à nosotros mismos, y à nuestros amigos los Modistas, y hallaràn los tiempos muy transformados. En los suyos no se preguntaba de quien eran las Obras, solo sì se examinaba, si eran buenas. Nadie clamaba entonces, que hablaba contra la Nacion, aquel que indicaba la ridiculez de uno, ù otro extravagante.

No, decia un Militar; mas digna, y mas divertida ocupacion para nuestros Ilustres de los Campos Elyseos serìa la lectura del Caxon de Sastre. En èl verian à lo menos, que hay todavia quien se acuerde de sus cenizas en el mundo. Bien considero, que saben casi de memoria, y que tendràn presente el contenido de esta Obra; pero tambien conviene, que sepan que brilla nuevamente la memoria de una multitud de hombres grandes, cuya antorcha se havia extinguido; y que la Nacion debe al Autor del Caxon un millon de gracias, por su laboriosidad, y zelo en distinguirse de una manera tan sobresaliente en la Literatura. Una Señora pica-[356]da contra el Autor del Caxon, porque animado de zelo del bien pùblico, havia en algunos passages pintado el caracter de una mala Muger, no quiso conceder bondad, ni ingenio à esta Obra, ni aun permitir se diesse noticia de ella à los espiritus felices, que se regocijan en las moradas del descanso: pero otro Señorito defendiò, y con razon, este Escrito, haciendo vèr, que es una previa introducion, ò ensayo, que sirve para sondear el Vulgo, sobre el concepto que hace del Autor, à fin de producir otra obra de mucho interès, y peso, para la qual pido con anticipacion à todos, el sufragio, la aprobacion indispensable, y la admission cariñosa.

Dexemonos de razones, saltò el Militar, de quien hablè antes: La obra que el Señor Estudiante ha dicho se iba à remitir à nuestro Quevedo, para que la examine, es la pieza maestra de estos tiempos: Es la llave de la Poesìa: el esfuerzo del espiritu humano: la quinta essencia de las flores del Parnasso, à favor de las Tablas Españolas. Mas por què tener al espiritu de Vmds. en suspenso? Son las [357] Letras que se han cantado este año en la funcion de los Autos del Corral de la Cruz, que con entera satisfaccion merecen à su Autor el aplauso mas ilimitado, y la aprobacion mas universal de toda la gente de buen gusto. No sin justissima causa, dispensa tanta honra à su Autor la Tertulia Còmica, que se junta de noche en los Caxones de la Plaza Mayor, donde le celebran por el Ingenio mas especial, y mas sobresaliente que ha visto en este siglo nuestra Monarquia.

Es verdad, decia Doña Theresa Cotorra. Para mì no hay gusto como el de oìr estos ra, ra, ra, ro, ro, sì, sì, ele, a, a, a, gorgeado à lo de Theresa, muger inimitable. No señora decia Don Anastasio, Yà que los Señores de la Tertulia juzgaron conveniente consultar à nuestros hombres grandes sobre esta Pieza, no la canonicemos, ni la desaprobèmos, hasta que nos venga del otro mundo la relacion de su merito, ò demerito: Y assi, lo que nos resta es, hacer sùplica à Don Symphoriano Instituto, para que nos comunique la respuesta quando venga de los Campos Elyseos, la que tardarà algo: [358] pues me parece que el viage à estos Campos no es tan facil, ni tan corto como el viage à los Campos de Barahona. Prometiò el Estudiante dàr este gusto al concurso, y á la vista del agasajo, se mudò todo el Theatro. ◀Diálogo ◀Nivel 3 ◀Relato general ◀Nivel 2

FIN.

El Discurso siguiente se darà el Sabado 5. de Septiembre de 1761.

En Madrid:Con las Licencias necessarias, en la Imprenta del Tribunal de la Santa Cruzada, Calle de las Hileras.

Se hallarà este, y todos los siguientes en las Librerìas de Antonio Sancha, frente del Correo; en la de Bartholomè Lopez, Plazuela de Santo Domingo; y en la de Bartholomè Ulloa, frente del Salvador. ◀Nivel 1