El Pensador: Pensamiento XII

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Pensamiento XII

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Yo emprendo una materia no menos vasta que util, y no menos util que necessaria para el bien de la sociedad. Esta es la educacion: materia, que para tratarla con todo el rigor de un systéma, pedirìa gruessos volumenes, y mayor caudal de observaciones, de juicio, y de discernimiento. Por lo mismo no me propongo formar un systèma, ni seguir con toda la mayor exactitud la progression de fuerzas, y capacidad, que acompañan al hombre en las diferentes edades de la vida, ni llenar los discursos, que deberè emplear en este assunto, de idèas abstractas, de divisiones, ni subdivisiones, que el mayor numero de mis lectores no entenderìa; y lejos de producir el fruto, que deseo, los harian inutiles. Tampoco me detendrè en probar la utilidad de la educacion, y la urgente necessidad de corregir la que se practìca en nuestros tiempos. Nadie ignora, que assi como la gloria, la prosperidad, y la duracion de los Estados dependen de las costumbres de las Naciones, que los componen, assi la felicidad, y la salud de los Pueblos consisten en el cuidado de formar la juventud, y aun la infancia de sus individuos: que entregados los hombres à la ceguedad, y debilidad, con que nacen, ni subsistirían sobre la tierra, ni, en caso de que por un prodigio singular pudiessen subsistir, se diferenciarían de los brutos, sino solo en la figura; y que, por consiguiente, ni havria Religion, ni Leyes, ni policìa, ni sociedad, ni hombres, en una palabra. Por otra parte todo el Mundo se queja de la mala educacion, que se dà à las tiernas plantas. Todos conocen, que en el actual plan de educacion hay multitud de vicios, que crecen con la edad, y cuyos efectos se manifiestan con el tiempo en los Tribunales y las Cathedras, el manejo de los negocios, y en todo el comercio de la vida civil, y politica. Assi, sin detenerme en estos dos puntos, voy à estender mis reflexiones conforme vayan ocurriendo. Yo empiezo à registrar y observar al hombre desde que nace, y desde entonces se me ofrecen errores, descuidos, y abandono en su crianza. Los Grandes, los Señores, los ricos, y aun los que apenas logran una mediana fortuna, estàn en tranquila possession de desembarazarse de sus hijos desde que salen del seno materno. Vè aqui un error; pero no como quiera, sino un error enorme, un error perjudicial al Estado, à la salud de la madre, diametralmente opuesto à sus mejores, y mas sólidos derechos, y que casi la degrada de los fueros, y preeminencias de la maternidad. Quisiera me dixessen las madres para què sin discurren, que el Autor de la Naturaleza les ha dado los medios de alimentar à sus hijos; y me parece, que la pregunta serìa muy embarazosa. ¿Para dár mas elegancia à su figura, y hacerla mas proporcionada, y regular? Para esto bastaría solo la figura. ¿Para que haciendo ostentacion de su riqueza, lleven consigo à todas partes un lazo, en que peligren los ojos incautos? Esto yà se vè que es absurdo. Yo sè muy bien (dirà alguna madre) el destino para que se me diò esta parte de mi estructura; pero mi salud delicada, el gusto de mi marido, y el dictamen del Medico se oponen à mi deseo de criar mis hijos. ¡Ah! Señoras. Conozco toda la debilidad de esta respuesta, y que es este el escudo, de que se valen las madres, que están bien halladas con abandonar esta primera obligacion. Sè, y saben todos, los artificios, de que Vms. se valen para tener de su parte al Medico, y obligar à que un marido quiera, y se véa obligado à mandar lo mismo que Vms. desean; y nadie ignora, que tiene mas parte en esto el proprio capricho, el afan de no ajar la belleza, la Comedia, el passéo, y la visita, que la obediencia à la voluntad de un marido, y el cuidado de la propria conservacion. Si creyessemos à las madres, vendriamos à sacar por una consequencia forzosa, que la naturaleza, ò por decirlo mejor, el Autor de ella, próvido, y liberal en todas sus obras, havia andado escaso con la naturaleza humana, objeto el mas distinguido de la creacion. Los brutos domesticos, y sylvestres, las mismas fieras, cuya organizacion pide el criar los hijos à sus pechos, tienen todas la fuerza, y la robustez necessaria para practicarlo. ¿Y solo estarían privadas de esta aptitud las madres, à quienes la racionalidad deberia hacer mas sensible tal privacion? No podemos engañarnos en esta parte, Señoras mias. Los motivos que dejo apuntados, tienen la culpa de esta inversion del orden de la naturaleza, y de esta crueldad. Tambien hay otra causa, que no puedo explicar de otro modo, que callandola, y este silencio créo bastarà para que me entiendan las personas à quienes toca. Dije, que en la práctica de entregar los hijos à las amas de cria havia error perjudicial al Estado, à la salud de la madre, y à sus mas sólidos derechos, y vè aqui el assunto de este Pensamiento.

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Establecido, como lo està, el methodo de desprenderse de los hijos apenas nacen, costumbre à que ningun marido puede negarse en nuestros tiempos, sin exponerse à que quantas bachilleras hay en la parentela, en la vecindad, y las amigas lo tengan por un assessino de su muger, es preciso resolverse à crecidos gastos, que no todos pueden sufrir. Se necessitan varias amas, lo qual no deja de ser costoso, y à esto se agregan otras adealas, que solo pueden tolerar los que tienen, à lo menos medianas conveniencias. ¿Acomodarse la madre à criar sus hijos? ni por sueño. Esto es contra la moda, y ninguna muger està tan mal con su opinion, que se atreva à dàr este escandalo. El medio, que se toma es el de abstenerse del santo fin del Matrimonio, privando de este modo de hombres à su especie, y de Ciudadanos al Estado. Una madre queda muy ufana, y muy satisfecha de haver cumplido las obligaciones de tal, entregando el recien nacido à una muger mercenaria. Prescindo, por ahora, de sus calidades, y de si se examina, ò no su buen, ò mal caracter, su temperamento, y sus costumbres. Esta madre tyrana, y cruèl se lisonjèa, sin mas fundamento, que su capricho, que en la ama, à quien lo encomienda, vá à hallar su hijo por el interès, el amor, el cariño, la atencion, y el desvelo, que le niega la que le ha dado el sér, y lo ha trahido nueve meses en su seno. ¡Què ilusion! Lo peor es, que lejos de encontrar el cuidado, que se figura, estas pobres criaturas son ordinariamente victimas de la crueldad de sus madres. Es el interès solo el que le habla al corazon à la ama; no es la piedad, ni la ternura. La menor ocupacion que tenga, le hace abandonar la criatura, que inutilmente llora, y se fatiga pidiendo el sustento, ò manifestando la postura incommoda en que se le ha dejado, mientras la ama, atenta solo á sus ocupaciones domesticas, no hace caso de los gemidos de este infelíz, y lo deja padecer sin piedad en la misma situacion. Créo que no hay madre alguna, por dura, y desapiadada que sea, que no temblasse, y se llenasse de horror, si supiesse el numero de criaturas, que perecen por el descuido de las amas. Ni cómo puede suceder de otro modo, si bien se reflexiona. La criatura puede recibir su sustento de la ama, de una cabra, ò de otro animal, que efectivamente suplirian la falta de capacidad, ò de voluntad de la madre; pero la solicitud materna no tiene equivalente: nada puede suplirla. La que cria el hijo ageno en lugar del suyo es una mala madre. ¿Cómo podrà ser una buena ama? Podrà hacerla el tiempo; pero con mucha lentitud. Serà forzoso, que la costumbre cambie su naturaleza; y la criatura mal cuidada podrà perecer cien veces antes que el ama lo mire con ternura de madre. Y vè aqui otra consequencia del mismo error, perjudicial al Estado en quanto esta falta de atencion lo priva de muchos Ciudadanos. Aun quando las voces de la naturaleza, y de la razon no se hiciessen oìr en el corazon de una madre, su propria conveniencia debería excitarla, y aun forzarla à cumplir las obligaciones de la maternidad, interessandose en ello nada menos, que su propria salud, y robustèz. Yo he oìdo à hombres muy habiles en la Medicina probar casi con evidencia, que la mayor parte de las enfermedades, que suelen padecer las que han llegado à ser madres, procede de la necessidad de estancar, y para decirlo assi, secar el liquido, que debia servir de alimento à los hijos, fundando en razones muy sólidas el pronostico de que si llegassen à superar el temor de hacerse ridiculas, y la preocupacion barbara de que el criar sus hijos es nocivo à su salud, lograrían tener partos felices, sin accidentes, ni consequencias peligrosas, y gozarian de una salud firme, y vigorosa. Quede este assunto al conocimiento de los Medicos, que lo sabrán explicar mejor, y persuadir su importancia, si desnudos de contemplacion, y parcialidad, y sin prestarse, como hasta aqui, à los caprichos de las madres, quieren hacer un servicio muy señalado à la humanidad. En el sucesso de la crianza, y de la educacion de los hijos se interessan los padres, y las madres; pero estas con mas particularidad. La mayor parte de las viudas llegan à estàr à merced de sus hijos; y entonces es quando en bien, ò en mal conocen los efectos de la buena, ò mala educacion, que les han dado. Las leyes, muy atentas por lo que toca à los bienes, y poco cuidadosas de las personas, por ser su objeto la paz, no han dado bastante autoridad à las madres. Sin embargo, su constitucion es mas segura, si cumplen como deben las obligaciones de su estado. Puede ofrecerse ocasion, en que la falta de respeto à un padre tenga alguna disculpa; pero si se hallasse un hijo tan ossado, y salvage, que lo perdiesse à su madre, à la que lo ha llevado en su seno, à la que lo ha alimentado à sus pechos; y finalmente, à la que por espacio de algunos años casi se ha olvidado à sì misma por atender à su crianza, y educacion, este miserable merecería la muerte, como un mostruo indigno de hacer sociedad con los hombres. Esto se entiende, quando la madre ha obrado como tal; y en este caso yo les asseguro, que no llegaria el de vèr ajadas, y desatendidas las leyes de la maternidad; y vè aqui uno de los principales interesses de la madre, y la basa sobre que puede, y debe fundar sus derechos mas sólidos, y seguros. Pero si esta madre desnaturalizada, y cruèl arroja de sì al hijo apenas vè la luz, y le niega el socorro, que reclama en èl la naturaleza al tiempo que mas lo necessita: si sorda à las leyes de ésta, y sin dejarse enternecer de las lagrimas, y los gemidos del tierno hijo, lo trata con una dureza, que no conocen las mismas fieras, entregandolo à una muger estrangera, à quien, como dejo dicho, no puede mover la piedad, ni el cariño; en tal caso no tiene que esperar la madre vér el fruto, que debia haver cultivado con su atencion, y su desvelo. Ha puesto quanto està de su parte para desnaturalizar al hijo. No podrà quejarse de su ingratitud; pues nada le debe. Tambien serà sordo à sus lagrimas en la afliccion; y lejos de tener un socorro, y un apoyo en su viudedad, ò en su vejèz, solo tendrà quien le dè en rostro con su dureza, y le recuerde el ningun derecho, con que reclama la assistencia. Aun sin tan poderosos motivos deberia toda muger sensible abstenerse de entregar sus hijos à que otras se los crien por no tropezar en el inconveniente de partir, ò enagenar el derecho de madre. Yo no sè con què corazon pueden vèr estas, que sus hijos amen à otras tanto, ò mas que à ellas: que la ternura, que ellos conservan à sus proprias madres, es una gracia, y la que tienen à sus madres adoptivas una obligacion; y que lleguen à conocer, que solo aquella, que les ha hecho oficios de madre, es la acreedora à las atenciones, y finezas de hijo. Digo que no lo entiendo. Véo despreciada una autoridad, de que deberian ser muy zelosas las madres, y puesto su conato, y su ambicion en objetos muy despreciables, y muy viles. Es verdad, que para salvar este inconveniente se valen las madres de un medio, que creen poderoso; pero yo lo hallo muy inutil, y lo miro como la primera semilla de la mala educacion. Se procura inspirar à los hijos un cierto desprecio para con sus madres adoptivas, tratandolas con peores modos, que los que se acostumbran con las criadas: acabado su ministerio, se retira al niño, ò se despide à la ama. Viene ésta à vérlo, y à fuerza de recibirla mal, le quitan el deseo de volverlo à vèr; y al cabo de algun tiempo no conoce la ama que lo ha criado. Su propria madre quiere substituírse en lugar de aquella, y reparar con esta crueldad su negligencia; pero se engaña, y empieza à dar à su hijo lecciones perniciosas. En vèz de formar un hijo tierno, y respetuoso, lo exercita en la ingratitud, y le enseña à despreciar algun dia à la que le diò la vida, como ella quiere que desprecie à la que lo ha criado à sus pechos. Yo siento insistir en este assunto, porque prevèo, que es cansarme inutilmente; pero dedicado à exponer al Público los vicios que reynan en la sociedad, no puedo eximirme de la ley, que me he propuesto. Este desorden en la crianza trahe muchas mas consequencias de las que se imaginan. Para reducir à las gentes à que cada uno cumpla con su respectiva obligacion es preciso empezar por las madres. Este es el modo de que se vean mutaciones maravillosas. Casi todos los desordenes proceden successivamente de esta primera depravacion, en que se altera el orden moral; y se extingue el natural en todos los corazones. El interior de las casas toma un ayre tetrico, y melancolico; y el espectaculo agradable de una familia, que debiera empezar à descollar, no fija al marido. Se respeta menos à la madre quando no se vèn los hijos. No hay residencia en las familias: à los lazos de la sangre les falta para hacerle mas sólidos la frequencia del trato: en una palabra, ni hay padres, ni madres, ni hijos, ni hermanas, ni hermanos. Apenas se conocen para poderse amar. Cada uno piensa en sì solamente. Quando la casa es una triste soledad, es preciso buscar la diversion en otras partes. Pero si las madres se dignassen de criar à sus hijos, las costumbres se mudarian por sì mismas, y los sentimientos de ternura, y amistad renacerian en todos los corazones. Se poblaría el Estado; este primero, y unico punto, en que deben reunirse todas las partes. Los alhagos de la vida domestica son el antídoto mas eficáz contra las malas costumbres. Sería agradable el ruido, y el bullicio de las criaturas, que hoy se mira como importuno: haria mas necessarios al padre, y à la madre, y uniría con mas estrechèz sus voluntades, y los amables vinculos, que los ligan. Assi de solo la correccion de este abuso resultaría en breve tiempo una reforma general. La naturaleza se restablecerìa en todos sus derechos. Determinense las mugeres à ser madres, y veràn en el instante, cómo los hombres saben ser padres, y maridos. Exortacion inutil. Las mugeres han dejado de ser madres, y no volverán, ni querrán volver à serlo. Aun quando quisiessen, quizá no podrian practicarlo, porque establecido el uso contrario, serìa preciso combatir la oposicion de las demàs mugeres, que las rodean, y que se ligarian sin duda alguna contra un exemplo, que no han dado, y que no querràn seguir. Bien sè, sin embargo, que hay algunas personas de un natural tan dichoso, y tan superior à las preocupaciones, que desafiando al imperio de la moda, y à los clamores de su sexo, desempeñan con virtuosa intrepidèz la dulce obligacion que la naturaleza les impone. ¡Ojalà se aumentasse el numero de estas dignas madres! ¡Què beneficio tan grande serìa éste para la humanidad, y què ventajas experimentarian en la práctica de tan precioso ministerio! Fundado en consequencias, que puede deducir el mas simple raciocinio, y en observaciones, que jamàs se han visto desmentidas, yo puedo assegurar desde ahora à las madres, que quieran hacer esta experiencia, un amor fino, y constante de parte de sus maridos, una ternura verdaderamente filial de la de sus hijos, y la estimacion, y el respeto de todas las gentes juiciosas, que las conozcan.

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Heteroportrait

En Madrid tenemos alguna Señora, que no por serlo ha dejado de criar à sus pechos trece, ò catorce hijos. Vms. creeràn, que en caso de que viva esta buena madre serà un esqueleto, sin fuerzas, y fin facultades, ni aun para moverse. ¡Criar catorce hijos! Era preciso ser de bronce. Pues véan Vms. cómo se engañan. Esta Señora ha llegado à la edad de ochenta años: mantiene una robustèz, y una frescura admirables: vive, y està en disposicion de vivir muchos años para honor de la humanidad, y oprobrio de las madres crueles. De estos exemplares pudiera citar muchos en la Corte, è infinitos fuera de ella.
No ignoro, que hay algunas madres à quienes la falta de salud, y una cierta delicadeza de constitucion impiden el criar à fus hijos. Quizà contrajeron una, y otra en la mala crianza: en haver hecho unos idolos de sus personas: en haver aumentado su debilidad para que no la sintiessen, y pretendido substraherlas de las leyes de la naturaleza; y en fin, en la mala constitucion de una ama, ò en otros mil accidentes, que produce no menos el demasiado mimo, que el abandono. Pero sea el que fuesse el motivo, con estas no hablo, y antes bien las compadezco. Lo que no puedo sufrir, lo que me hace gemir, y patear es vér tantas madres fuertes, y rollizas, con salud para todo, para el excesso en la comida, para sufrir el calor, y el frio en la Comedia, en el balcon, y el passéo; y en fin, para passar la noche entera en el exercicio violento del bayle, que quieren luego hacernos creer les falta salud para criar sus hijos. Mienten. No es la falta de salud: es el vicio: el querer mantener el ayre de Petimetra: el temor de perder el talle, dejando por algun tiempo la Cotilla: el enfado, que sienten en tener que acallar à una criatura, y dispertar tal vez en la noche para darle el pecho; y en fin, es la moda: es la maldita moda la que con mas fuerza influye en tantas crueldades como ocasiona esta práctica horrible, y sanguinaria. Por moda sufre la madre estàr horas enteras en el Tocador: por moda lleva con paciencia, que la atormenten al peynarla, y la ocasionen con el fuego de los rizos dolores de cabeza, que suelen quedar para enfermedad de toda la vida: por moda està cerrada, y oprimida en una Cotilla, que apenas la deja movimiento; y finalmente, por moda es martyr de un Collar apretado, que le impide la circulacion de la sangre, y casi la ahoga; y por moda tiene puestos grillos à sus pies, que apenas la permiten dár un passo. En nada de esto se repara: sea contrario à la salud, à la comodidad, y tal vez à la decencia, por todo se passa, como sea dictado por la moda; pero si ésta no prescribe las leyes, aunque se falte à la humanidad, à la razon, ò à los interiores remordimientos de la conciencia, nada se hace. La conciencia, la razon, y la humanidad reclamaràn en vano sus derechos. ¿No quiere la moda, que se tenga amor à los hijos? Se miran como advenedizos, y arrojados de la casa paterna: empiezan su vida por un destierro. La moda prohibe, que las damas melindrosas echen à perder su preciosa hermosura, alimentando el fruto, que han trahido en sus entrañas; y estas massas de tierra, y de tierra vil, y despreciable, la obedecen, sacrificando al idolo de una belleza passagera, que temen desmejorar, las leyes mas sagradas de la humanidad, y entregando el precioso deposito, que les ha confiado la naturaleza, en manos de una madre adoptiva, poco menos cruèl, que la que le diò el sér. Se le visita tal vez por ceremonia, y lo mas frecuente por tener un dia de diversion en el campo. De lo demás no se cuida. Tratesele, ò no con negligencia, todo es igual. Llegue en hora buena à morir la criatura, como no tenga rota una pierna, un brazo, ò la cabeza, la ama queda disculpada, y la madre se consuela, sin entrar en un examen, que aunque no le resucitasse su hijo, podria, y debería servirle de aviso para lo successivo. ¡Funesto imperio de la moda! ¡Quántos males, quántos horrores haces sufrir al Genero Humano! ¿Madres incautas, hasta quándo estareis sujetas à esta tyrana, que à pesar de vuestra constitucion dulce, y benigna os ha endurecido los corazones? No Señoras: yo hago à Vms. justicia: no conocen, no examinan el mal. Alucinadas con una comodidad aparente, no se detienen en reflexionar las consequencias. ¿Quál de Vms. no se estremecería si supiesse, que el mayor numero de criaturas, que perecen en manos de las amas, deben su muerte al descuido de éstas, y que apenas hay alguna, de las que llaman alferecías, que no sea efecto de su negligencia? Pues Señoras, esto es lo que sucede, y esto es lo que la experiencia enseña cada dia à los que han observado con algun cuidado. Si la costumbre de entregar los hijos à las amas continùa, ella misma, y la depravacion de costumbres, que ocasiona, dexarán desierto nuestro Paìs: se poblarà de animales feroces; y seguramente perderà poco en el cambio. ¿Quándo serà el dia dichoso, que las madres bolveràn en sì, y hechas cargo de la dulce obligacion, que les impone la naturaleza, querràn cumplirla? ¡Què dia tan felìz para la Nacion, y de tanta gloria para aquellas, que rompiendo la fuerte barrera de la preocupacion, empiecen á dàr un exemplo digno de quedar en memoria à la postedad! Pero si ni estas reflexiones, ni las aldabadas del interior remordimiento, mueven à las madres à proceder como tales, Señores maridos, à Vms. toca el remedio, si el defecto consiste en sus mugeres, ò el vencerse à sì mismos, si està el mal en su propria tenacidad, ò capricho. Observen Vms. la salud, y la robustèz de sus mugeres, si son ellas la causa; y dense à partido à la razon, y al comun beneficio, si ésta consiste en su propria ridiculèz, ù en su genio vicioso, como suele suceder con frequencia. Y de qualquier modo que sea, contribuyan Vms. al beneficio de la humanidad, de que son miembros.

Metatextuality

Me he detenido en este assunto mas de lo que havia pensado. Es verdad, que mi natural sensibilidad padece, lo que no es creìble, quando reflexiono este assunto; y que si me dejasse llevar de mi genio, y de la compassion, que me causan tantos inocentes como véo perecer, llenaria muchissimo papel. Baste esto por ahora, y sirva solo este Pensamiento de preludio à la materia de educacion, de que tratarè en otros Discursos.