El Pensador: Pensamiento II

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Pensamiento II

Carta del Pensador à las Damas:

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Señoras.

Metatextualité

Despues de haver informado al Público, (de quien son Vms. la mejor parte) del plan de mi Obra, ¿á quién podia dàr la preferencia en mis discursos, sino à la amable, la piadosa, y la mas bella mitad del genero humano? Esto exigia de mì la veneracion, y el obsequio debido à Vms. y esto es lo que voy à poner en práctica. Solo pido (y quede entendido para todo el tiempo, que huviere de pensar) que quando trate de algun defecto de las Damas, se entienda que hablo con una parte, y no con el todo. Esto deberia entenderse assi, aun sin mi prevencion: Nadie ignora, que en todos los siglos ha havido mugeres ilustres, que han sido la gloria, y el honor de su edad. Pero me ha parecido conveniente adelantar este aviso, contra las invenciones, y las calumnias de la malicia; y, valga por lo que valiere, sepan todos, que el Pensador venera, y estima à las Damas, como es justo: que les dirà francamente, y con lisura su parecer; pero sin intentar jamás ridiculizar un sexo, que es acreedor à todo su respeto.

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Segun havràn Vms. observado en el Prologo de esta Obra, los Discursos del Pensador Ilevaràn casi siempre un espiritu de reforma. Pero no hay que assustarse. Esta no recaerà sobre el Abanico, la Respetuosa, el Bonete, y demàs adornos de la moda. No, señoras: No soy censor tan rígido, ni de tan mala condicion, que estè reñido con el asseo. Vms. consultan con el espejo, la criada, y el amigo el gusto, y la colocacion de sus adornos. ¿Serà razon, que por esto me ponga de mal humor? De ningun modo. Consulten Vms. muy en hora buena. Menos agradables, y mas inutiles suelen ser las consultas de los Medicos, y sin embargo se toleran. Es natural, que las Damas se complazcan en su belleza, y que no olviden medio alguno de los que puedan contribuir à darle mas realces. Esta es la primera inclinacion de una Dama, y la que echa mas fuertes, y profundas raìces. Sus gracias les facilitan el imperio mas amable, y la soberania mas lisonjera en el corazon de los hombres. Nos sometemos à su poder con gusto; y aun, reducido à tyrania, no nos inspira ideas de sublevacion. Por consiguiente serìa ridiculo condenar aquellos artificios inocentes, con que saben Vms. cautivar la voluntad, y hacernos pagar tributo de veneraciones, y obsequios. Hasta aqui me tienen Vms. por un Pensador à las mil maravillas, atento, discreto, cortesano, y afable. Pues todavia no estoy contento, y quiero hacer merito, para que me tengan Vms. por mas digno de su aprecio. ¿No es cierto que lo lograrè, si doy á Vms. una receta facil, poco costosa, y eficaz para ser mas amables; para establecer con mas sólidos fundamentos su soberania; y en fin, para hacer mas, y mas hermosas à las lindas, y hermosear tambien à las feas? ¡Buena pregunta! Todas Vms. dicen que sì. Las primeras contentas, por que conservaràn siempre su superioridad, y contentissimas las segundas por lograr tener alguna jurisdiccion. Pues vean Vms. lograda mi idèa. Manos à la obra para poner en práctica la receta, y por mi cuenta las resultas. Los adornos del cuerpo han robado siempre à Vms. toda la atencion. ¿Y los del espiritu? Se han tratado con pereza, y con descuido, ò se han quedado del todo olvidados, que es lo mas comun. La Dama, que ha debido à la naturaleza el beneficio de hermosa, ha hecho consistir todo su merito en serlo, y ha gozado de los privilegios, y preeminencias de linda, hasta que las viruelas, las canas, y otras pensiones, de que no estàn exentas las bellezas, les han robado del semblante los titulos de la possession. Aquellas, à quienes en su formacion miraron con ceño las Gracias, y cuya deformidad las inhabilita para hacer conquistas, han procurado siempre corregir la naturaleza, enmendando, ò disminuyendo los defectos con el adorno, sin reflexionar, que rara vez produce este otro efecto que el de hacer mas visibles, è intolerables las imperfecciones, que quizà huviera dissimulado una cuerda resignacion; y semejantes à los Pintores poco diestros, que, no pudiendo representar, y animar las gracias del natural, adornan sus pinturas con preciosos vestidos, y ricas joyas. En una palabra: Todas Vms., señoras mias, quieren parecer, y ser tenidas por hermosas. Este es el negocio de estado, que jamàs pierden Vms. de vista. La esperanza de adquirir el titulo, y la fama de linda lleva consigo mil hechizos, y es la passion dominante. De aqui nace el recibir con los brazos abiertos todos los artificios conducentes à este fin, y que (aun sin en entrar en cuenta el buen acogimiento, que hallan los secretos, ò por mejor decir, embustes de los charlatanes, y de los empyricos) son pocas entre Vms. las que ignoran las virtudes del rocio del mes de Mayo, y menos las que no tienen de repuesto alguna receta para conservar la tez, tal qual pasta para suavizar el cutis, su cierto ingrediente contra las pecas, y manchas del rostro, varias salserillas para desterrar la palidez, y algun especifico para acudir à urgencias de no menor importancia; y en fin, al idolo de la hermosura se sacrifican todos los desvelos, y las incommodidades. Es verdad, que un bello semblante lleva consigo la recomendacion mas eficáz, y que todo lo rinde, y avassalla; ¿pero bastará éste para fixar el corazon de los hombres? No por cierto. Vms. lo han creido, y lo creen: A cada instante vèn pruebas evidentes de lo contrario, y sin embargo, parece que están Vms. contentas, y bien halladas en el error. Aun si una Dama de mucha belleza, y de poca discrecion fuesse capáz de acomodarse à un silencio politico, de modo, que ni pecasse por bachillera, ni por muda, conservaría alguna fuerza, y sería mas durable la impression primera; y yá que no fixasse la voluntad, à lo menos la entretendria; pero (aqui que nadie nos oye) ¿en què pais viven la Damas silenciosas, y mas si son preciadas de lindas? Ordinariamente destruye una hermosa con sus discursos, quanto ha grangeado con su belleza. Si hablasse menos, casi nos verìamos obligados à amarla. Quiere hablar siempre, y pierde por esta debilidad todo lo adquirido por la hermosura. Apenas abre los labios, que no sea para decir puerilidades: Hace preguntas necias, è impertinentes; y no sería la primera Dama, engreída, y pagada de bonita, que ha preguntado si Cesar era Christiano, porque viviò en Roma. Yá se vè, que las Mugeres no están obligadas à saber la Historia Romana; pero hay ciertas cosas tan triviales, que no pueden ignorarse sin nota de necedad, y tonterìa. Basta de digression. Todos los extremos tocan en la raya de vicios. Obran contra sus proprios interesses las Damas no instruídas, que à fuerza de hablar mucho desacreditan su merito; y no los mejoran aquellas en quienes la falta de conversacion dá indicios de haver perdido el habla.

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Récit général

Figuremonos una hermosura la mas perfecta; pero sin salir de los limites de hermosa, ni darla otras prendas, que la adornen. Una multitud de curiosos la contempla. Qual celebra su boca, y qual sus ojos. Este alaba la garganta, y aquel las manos. La hermosa lo oye todo: se sonrie: baja los ojos, y à poco rato buelve à levantarlos, mirando à todos, como para confirmarlos en sus dictamenes, y decirles de passo, que añadan el respeto à la admiracion. Acercase alguno à presentarla una flor: recibela con agrado: tuerce un poco la cabeza, en ademàn de inclinarla: buelve à levantarla con mucha pausa; y à esto estàn reducidas sus expressiones de gratitud. ¿Què les parece à Vms. que sucederà en este caso? Yo lo dirè. Los hombres tocaràn poco à poco la retreta, y dexaràn el campo desierto. El uno dirà, que es una bella estatua: el otro, que yà sabe de memoria las proporciones de su rostro. Este, que es un lindo semblante; pero que siempre se repite en el mismo ser, sin decir cosa alguna al espiritu; y aquel, que es una figura, que solo habla à los ojos, contandoles siempre una misma cosa. ¡Pero, señores, adviertan, que es una hermosura perfecta! Sealo, dicen todos; yà la hemos visto, y basta: afectacion, movimientos de cabeza, risa, y miradas. Aqui solo estàn contentos los ojos: nada hay para el espiritu; y vamos à buscar el alma de este cuerpo. Esto es lo que sucederia, y lo que diariamente sucede con las meramente hermosas. A la primera vista embelesan; pero la admiracion se cansa: la afectacion enfada: el espiritu busca su pasto; y aqui es Troya: la Dama se queda con su hermosura, y los hombres racionales huyen de su comercio.
Quizá Vms. las hermosas, acostumbradas à oirse tratar de Deidades, y engreìdas con un comercio de vanidad, ò por decirlo mejor, de perfidia, no pueden creer, que sea fiel este retrato. No serìa estraño. Pocas, ò ninguna vez formamos ideas justas de lo que passa en nosotros mismos; pero pues nuestros juicios proceden casi siempre por comparaciones, veamos si se encontrarà alguna, que haga palpable aquella verdad.

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Récit général

Presentase à hacer à Vms. la corte un joven bien hecho, blanco, de bellos colores, con una de aquellas fisonomias dichosas, que previenen à favor de quien las possee, y en fin, de figura recomendable, y elegante, pelo proprio, cortado, y peynado con mucha gracia, y vestido con todo el aparato, y rigor de la ultima moda. Sientase al lado de una Dama. Saludala con frialdad, ò no la saluda. Celebrale la Señora el peynado, y respondele, que está para servirla. Alabale el gusto del vestido: preguntale de dónde es la tela; y responde, que es de la fabrica. Entretienese en renovar los dobleces de las bueltas. Estirase la chupa: pone en orden la casaca, para que no se aje el tontillo; y se queda embelesado, contemplando su hermosura en un espejo, que tiene enfrente. Procura alguno, que este Narciso entre en conversacion, pero inutilmente: á todo responde con monosylabas; y con sì, no, yà, bien, y pues hace el gasto de toda la noche. Finalmente este hombre, satisfecho de la liberalidad, con que lo ha tratado la naturaleza, solo ha puesto de su casa un gruesso fondo de fatuidad, con que ha logrado adquirir un caudal de ignorancia, y de estupidez inagotables. ¿Què haràn Vms. con este lindo Don Diego? Facil es de adivinar. Toda su hermosura, y gentileza les parecerá insipida: Dirán, que es lastima, que semejante alma tenga tan buen alojamiento; y darán la preferencia á un calvo, como tenga espiritu. Apliquen Vms. la comparacion.
Pareceme, que era Caton el que acostumbraba decir que no havia mas hermosura que la de la virtud; y creo que le sobraba razon al venerable viejo. En efecto, ¿dónde está la definicion de la hermosura? ¿Què ser tiene? ¿En qué se funda? ¿Quáles son sus dimensiones? Quizá la hermosura consiste solamente en el capricho, ò la imaginacion de quien la mira. No solo es possible, sino tambien muy verisimil. Vémos, que una belleza de Etiopia passa entre nosotros por un monstruo. Allà es un idolo: acá un diablo; y acaso no sacarian mejor partido nuestras Damas blancas, y rubias, si fuessen á Etiopia. Y no hay que burlarse, señoras, que no carece de fundamento esta conjetura.

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Exemple

Acuerdome de haver leìdo (no sè en què parte) que en un viage, que hicieron los Holandeses à Guinèa, llevaron de regalo à aquel Rey varias mugeres, escogidas por su hermosura entre crecido numero de prostituìdas. Admitiò el regalo aquel Soberano; pero lo debolviò muy en breve, teniendo los Holandeses que restituìr à Europa sus blancas cortesanas, y quedando triunfantes las hermosuras negras.
Pero no hay necessidad de ir tan lejos. Entre nosotros mismos es objeto indiferente, y aun fastidioso para unos, el rostro que para otros està lleno de encantos, y en que hallan las mas exactas proporciones. Huvo tiempo, en que valian un Potosì dos ojos azules; y por una docena no havria quien diesse hoy un vaso de agua. Los ojos adormecidos, las narices aguileñas, las bocas espaciosas, y los labios belfos, tuvieron tambien su siglo de oro. Passò aquella edad: vinieron hermosuras de nueva fabrica: nada valen hoy las de ayer; y con las del dia sucederá mañana lo mismo. Finalmente, las hermosuras, como los vestidos, están sujetas á la moda. Los hombres tienen por belleza la que congenia con su gusto, ò su fantasìa; y si se preguntasse al que está enamorado de una tuerta, y al que pierde el juicio por una roma, cada uno diria, que su Dama era una Venus; y sobre todo, nadie como Vms. sabe si son hermosas las que tienen nombre de tales. Sin embargo, no pretendo alambicar tanto las cosas. Haya enhorabuena hermosura. Todos lo confiessan, y no quiero ser excepcion ridicula de la regla. Lo que sì deseo es, que Vms. conozcan el poco caudal, que deben hacer de un mayorazgo siempre en litigio, y en que son tan varias las opiniones, como las fisonomias de los contrarios, y de los defensores: Que entiendan que es tan impossible à una Dama el hacerse estimable por solo el titulo de su belleza, como à un Papagayo adquirir el de sabio, y eloquente por repetir, y estropear una docena de palabras, que le han hecho aprender el arte, y la paciencia: Que el orgullo altera toda la simetría de la hermosura, haciendo en ella mas estragos la afectacion que las viruelas; y finalmente, que ni la belleza por sì sola es capáz de producir los efectos, à que aspira la ambicion de las Damas, ni las que parecen obra imperfecta, ò produccion apresurada de la naturaleza están inhabiles para la estimacion, si, como pueden, saben suplir con el merito lo que les falta de hermosura. Es preciso adornarla; pero no con diges. Es forzoso acompañarla, pero no de puerilidades, y gestos. Y aqui entra mi receta. ¿Quieren Vms. ser atendidas, respetadas, y aun idolatradas de todos? Pues vaya el secreto en dos palabras. Virtud, y discrecion. Estos son los cimientos sólidos, sobre que deben Vms. fundar todo el edificio de su fortuna, y el medio infalible de someternos á su imperio, y de fixar la natural inconstancia de los hombres. La virtud infundirà en Vms. aquella paz, serenidad, alegria, candor, y buen natural, que sabe inspirar, y que son proprios efectos suyos; y estos, dando à la belleza unos quilates, que no puede producir ninguna otra de las que llamamos perfecciones, hermosearàn tambien à la menos linda, haciendola objeto digno de nuestra atencion, y cariño. La discrecion, que (como la virtud) es de todo pais, y tiene incontestable derecho sobre los corazones, derramarà nuevas, y graciosas sales en la conversacion de Vms; y las materias tratadas con la delicadeza natural á las Damas, tomaràn nuevo sér. Finalmente, con virtud, y discrecion Vms. seràn las soberanas de nuestros corazones, y nadie havrà que les dispute en ellos el trono, ni que dexe de hacerles con gusto el juramento de inviolable fidelidad. Supongo justamente en Vms. la virtud, y passarè á decir algo sobre la discrecion, bien que brevemente, porque no quisiera molestarlas. ¿Pero què nos habla Vm. de discrecion? (diràn algunas Damas) Para lograrla es preciso cultivar el espiritu; ¿y dónde irèmos à buscar instruccion? Sea ambicion, sea embidia, ò injusticia, considerandonos menos capaces, Vms. han alejado de nosotras todo genero de estudio, de modo, que hoy passa por bachillera qualquiera muger, que pretende apartarse de la ignorancia comun. ¿Hemos de ir à las Universidades? ¿Nos daràn Becas en los Colegios? No, señoras. La Piocha, y el Bonete, el Tontillo, y la Sotana harian malissima comparsa. Cada estado pide su instruccion particular; y la que yo pido, y deseo en Vms. no està ceñida à las Aulas. En el Estrado, con la labor, y en medio de la conversacion, puede aprender, y sin afan, gasto, ni fatiga, puede una Dama instruirse. No son los Aristoteles, los Neutones, los Gassendos, los Avicenas, ni los Baldos, los Autores que deben Vms. frequentar. ¿Aprender las lenguas muertas? Ni por sueño. Esto de citar un verso de Homero, ò de Virgilio serìa tentacion, en que caerian á cada passo todas las Damas Griegas, ò Latinas. Sacamos por consequencia, (replican Vms.) que no debemos dedicarnos à ser Philosophas, Medicas, ni Letradas, ni hemos de conocer sino de nombre à Homero, y à Virgilio. ¿Pues què aprenderemos? ¿Nos querrà Vm. destinar à ser Astrologas, Arquitectas, y Poetas, ò à hacer profession de Antiquarias? ¡Què candidèz! Diganme, inocentissimas, y candidissimas criaturas, ¿creen Vms. tan necio, è insensato al Pensador, que quisiesse aplicarlas à hacer Pronosticos, ni traherles à la memoria la antiguedad, cosa tan aborrecible, y à que tienen mas miedo las Damas, que à las Culebras, los Ratones, y los Disciplinantes? Haganme Vms. mas justicia, y duerman sossegadas. Hay facultades, que Vms. deben ignorar, ò de que solo les corresponde una ligera tintura; y otras, sin cuyo conocimiento es preciso, que hagan una figura muy desayrada en el comercio de las gentes. No son unos todos los tiempos. Acabòse el en que Vms. formaban un senado lampiño, que deliberaba sobre los negocios civiles, y politicos, sobre la paz, y la guerra, y sobre las diferencias, que ocurrian entre las Ciudades, y entre los Soberanos Magistrados.1 Por consiguiente yá no necessitan Vms. el genero de instruccion, que pedia aquel Ministerio. En otra ocassion (porque hago animo de que nos tratemos con frecuencia) dirè á Vms. el estudio, que me parece conveniente à su sexo, y constitucion actual; y si fuere preciso, les formaré su libreria. No puede decirse todo en un dia, y mas en assunto, en que hay tanto que decir. Contentense Vms. por ahora con saber, que la hermosura, por sì sola, no tiene aquel precio, que se havian imaginado: que es forzoso ayudarla, y que sin estos auxilios es la alhaja mas inutil, embarazosa, y aun perjudicial, que pudieran Vms. posseer. Las mugeres hermosas están mas expuestas al peligro: son el objeto á que se assestan las baterias. Una hermosa sin virtud, y sin discrecion, es triunfo seguro: empieza el ataque la adulacion; y la necia credulidad, con la vanidad, y la ignorancia, sus compañeras, y amigas inseparables, dà ganada la victoria. La Dama instruìda sabrá conocer el riesgo, y dexar burlados los artificios; y en mi concepto, una muger virtuosa por costumbre, ò por constitucion, es muy inferior á otra, virtuosa por conocimiento, y por principios de Religion, de honor, y de decencia. La belleza pierde su merito en la possession. ¿Què sucederà, si se juntan possession, enfermedades, y vejez? Reflexionen Vms. esto, y no se admirarán de vér muchas hermosas desgraciadas, y dichosas á muchas feas. La hermosura solo satisface al apetito, y éste es de cortissima duracion. La virtud, y el espiritu jamás envejecen: ganan en el trato, y no están sujetos à accidentes. El dueño de un Navio, aun teniendole en el puerto, no se contenta con hacerle poner una sola amarra: manda ponerle muchas, para que á falta de unas, lo asseguren las otras. No confien Vms. su fortuna, y su tranquilidad al débil hilo de la belleza: ésta se pierde, ò se marchita con facilidad, y dará contra los escollos la nave, si no tiene amarras mas seguras. Creanme Vms. Virtud, y discrecion. Esta es mi receta, éste mi tema, y éste el unico, y mas poderoso medio de hacerse mas hermosas, y estimables, y de mantener la possession de tales.
Señoras: Vms. vén que las trato con sinceridad, y que lejos de encontrar en mì aquella adulacion, generalmente mercenaria, à que, por lo ordinario, estàn acostumbradas, miro sus interesses como proprios, y les digo con ingenuidad, y candor lo que contemplo que conduce á su beneficio. Pero si por desgracia, ni esta realidad se estimáre, ni las razones, que he apuntado, hicieren impression en el espiritu de Vms., acuerdense, á lo menos de que son Vms. las que suavizan las amarguras de la vida humana; y que, por consequencia, es tener una idea muy baja, y muy indigna de sì mismas el considerarse como simples objetos, proprios à satisfacer nuestros ojos, despojandose de este modo de la natural extension de su poder, y poniendose al nivel de las figuras pintadas: Que la belleza realzada por la virtud, y la discrecion, que son las que cautivan el corazon, y el espiritu, forma un objeto sin comparacion mas noble, y estimable: Que estas mismas añaden nuevo lustre à una hermosa, y casi hermosean à la misma hermosura: Que, por su medio, las gracias, y los encantos, que precisamente havian de cessar, ò disminuirse en la Doncella modesta, se conservarán siempre en la Madre tierna, en la amiga prudente, y en la Esposa fiel; y finalmente, que, assi como los colores, esparcidos con arte sobre el lienzo, divierten la vista, sin hacer impression en el corazon, assi tambien la Dama, que no procure adornar con virtud, y discrecion las gracias naturales de su persona, podrà muy bien divertir como pintura, pero no llegará jamás á triunfar como belleza. Reciban Vms. (señoras) con la afabilidad, que acostumbran, estos avisos, que me han dictado el cariño, el respeto, y la veneracion; y creanme con el mas profundo rendimiento, Señoras,
Su mas sincero amigo, y servidor
El Pensador. P.D. Estoy persuadido à que no podrán quejarse Vms. del Pensador, ni del Pensamiento; y assi me atrevo á suplicarles me concedan una gracia. Esta se reduce á que no entiendan los hombres, que he dado á Vms. semejante receta. Sus astucias logran mejor exito con las Damas poco virtuosas, y menos instruidas. Estas dos classes les ofrecen muchas victorias, y no podrán sufrir, que haya quien mire por los interesses de Vms. opuestos diametralmente á los suyos. Avisar à Vms. para que estén siempre alerta, y procurarles armas, con que se defiendan, lo mirarán como delito; y yo no quiero exponerme á alguna tempestad de injurias. Creanme Vms.: La mayor parte de los hombres hace consistir su merito en engañarlas, teniendose por mas habiles, y estimables los que hacen mas burlas á su credulidad. El remedio yá está dicho: Virtud, y discrecion. Athesorar una, y otra: Y pues á todos importa, silencio.

1En las Republicas de las Gaulas, los negocios Politicos, y Civiles, que despues se confiaron à los Druidas (Sacerdotes) estuvieron administrados largo tiempo por un Senado de mugeres.