La Pensadora Gaditana: Pensamiento XLVII
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Pensamiento XLVII
Se hallarà todos los Jueves en la Librerìa de D. Salvador Sanchez Ossorio, frente del Corrèo: Y de D. Manuél Ferrera, frente del Populo.
Cadiz, y Mayo 28. de 1764.
Imprimasse. Dr.
Cavallero.
Cadiz, y Mayo 26. de 1764.
Doy Licencia para que
se imprima. Villaformada.
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Brief/Leserbrief
Carta
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Metatextualität
Señora Pensadora, no
discurra Vm.que tomo la pluma para consultarla, ni
buscár su parecer en assumpto alguno, no Señora, no
soy tan tonta, que me dexe llevàr de la corriente
del Vulgo precipitado, porque bien sè, que los
rasgos de su pluma son torcidas lineas, que trabucan
la apariencia de todas las cosas, haciendo passar
plaza de defectuoso, lo que en la realidad es digno
del aprecio: pues si yo quisiera dexarme arrastrár
de sus preocupaciones, que tales son sus idéas, con
consultar â las extravagancias, delicadezas
impertinentes, y temores necios, encontraría mil discursos como los suyos, que me
facasserì del delicioso país de la primorosa
Sociedad moderna, y me conduxessen infelizmente â
ser una Dama insensata, antigua, y odiosa â todas
las gentes de delicado gusto, que pueblan el Mundo
discreto: y en esta triste situacion, serian la
aguja, y cuydados domesticos mis continuas
diversiones, por verme arrojada de las Tertulias,
los Bayles, y las mas brillantes concurrencias,
donde una Dama de explendòr hace feria de sus
apetecidas havilidades, y chistes para ser el dulce
embeleso de todos. Pretendo sí ponerla delante los
delirios que há aconsejamo [sic] como aciertos, y
las vanas empressas de su obra, pues
intenta con ella, que la Gente de primòr vivan como
fieras en las soledades, de sus Casas, negandose â
el esparcimiento, diversion, y afabilidad sociable,
que no entiende, ni entenderà en su vida: y assi
pues en mi sola se halla el exemplar, que authoriza
mas mis razones, escuche con paciencia y aprenda del
sufrimiento de sus Lectores â tenerla.
Vea V.m. Señora Pensadora, como todo lo que
reprehende, y critìca es solo lo que se debe
apetecèr, y estimár, pues si no
huviera sido de esta forma, ni yo hiciera papél en
el Mundo, ni huviera olvidado aquellas antiguallas
impertinentes, que tan aborrecible me hacian â el
buen gusto: ¿y vèa V.m. si las Damas nos creyeramos
de sus Pensamientos, en què desgracia nos veriamos?
Pues ni seriamos cortejadas, ni tenidas por Señoras
primorosas: y assi bien puede hacer que su pluma
descanse, y concluya una vèz de andàr buscando el
medio â los assumptos, pues parece quiere las cosas,
que ni vayan, ni vengan: y tal vèz me responderà â
esta Carta, que ni huya enteramente de las
ridiculezas de mi Patria, ni abraze las
extravagancias de Cadiz, que tome un racional medio,
que ni sea esto, ni aquello, y sea uno, y otro; y
esto yà lo tiene dicho, y si no há de decìr mas, me
doy por respondida, y mas adelante: y si quiere
creerme, vayase â escrivir â mi Pueblo, que la
prometo, que allí la levantaràn Estatuas, y darán el
nombre de reformadora del Siglo presente, y
rastauradora [sic] de aquellos preciosos tiempos,
que estylaban en las Casas particulares Torno para
comunicarse con toda decencia los Hombres, y las
Mugeres: y por Dios no nos moleste màs con sus
Correcciones, porque primero dexarèmos de ser
Gaditanas, que de ser Marciales, Modistas, y Cortejos. Nuestro Señor la guarde muchos
años. Servidora de V.m.
Doña Matilde C.d.B.
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Selbstportrait
Yo, Señora
escrupulosa, soy una Dama forastera, que haviendo
debido mis primeros alientos â un Pueblo no
pequeño de la Andalucía â penas lleguè â tocár los
rayos de la razón, quando me ví cercada de
infinitos sustos, y rodeada de
quatrocientos mil inconvenientes, apadrinados
todos de una circunspeccion molesta, de un
miramiento ridiculo, y de una etiqueta perdurable,
que mas era esclavitud, que grandeza: nací
Hidalga, y como tal me vì acompañada de un Padre,
y una Madre pensadores, de Tias, y Criadas
pensadoras, y hasta los mas infimos Sirvientes
respiraban reflexiones ignorantes, y vomitaban
abussos, riesgos, precipicios, temores, idèas mal
fundadas, con que me hacian vivir en un cruel
martyrio: aunque entonces lo imaginaba como la
mejor cosa del Mundo,
Los primeros passos de mi educacion fueron
el imponerme en un ceremonial rigorosissimo de
presentarme en las Visitas, tan ceñida, â sus
constituciones, que no havia de contravenirlas,
aunque se hundiesse el Mundo. Primeramente, debía
consultàr movimientos con una piedra, pues
precissada â mantenerme inmoble en el Estrado, y
sin ser arbitra de mis acciones para nada, sacaba
por descanso no pocas veces un
envaramiento de huessos, que mas de quatro
ocasiones podia passar plaza de Estatua. Todas
estas circunstancias eran hijas de una seriedad
forzosa, para hacer vér â todos los aquilatados
primores de mi Nobleza, cuya costumbre me hizo de
un genio ìnsipido, desagradable, y uraño, que
parecía gata criada en zaquizami. La risa havia de
ser tan medida con el alto carácter de Hidalga,
que me acuerdo, que una Tia mia, gran Maestra de
Ceremonias ridiculas, me ensayaba en el modo, y
manera de reirme entre dientes, que ella llamaba,
con gran satisfaccion de su ingenio, crepusculo de
la risa, ô reirse entre dos luzes:
pero como yo desde niña fuì de natural festivo, no
obstante la rigorosa disciplina; quando se ofrecìa
la ocasion, reía con toda la boca, y repetía las
carcajadas hasta alvorotár la vecindad:
Viendo mi poco cuydado se impacientaba
mucho mi Maestra, y me decía: que las Ricas, ê
Hidalgas , no se havian de reír como
la gente, comùn, y baxa: que se havian de
distinguir en todo, pues les corrian por las venas
obligaciones tan elevadas. Yo empeñada en
obedecerla, unas veces ponìa la boca manera de
embudo, otras de silvatillo, pero siempre
guardandolos dientes en su clausura como Monjas:
contenta con tan buena discipula, daba palmadas de
placér, y decía, assi, Sobrina, que pareces una
Duquesa: de este modo se hàn de reir las Señoras.
Mis galas competian en antiguedad con mi nobleza,
pues podian echar la pierna â la genealogía mas
asquerosa de rancia: todas eran hechas por un
Anciano Sastre del Pueblo, que lo fuè
en su mocedad de una Dama de Madrid, que vino â
ser Corregidora de mi Patria, y conservaba el buen
Hombre tan acerrimamente aquellas idèas, que decia
con mucha satisfaccion, que assi se estilaba en la
Corte, porque el año de seis quando vino el
Corregidor Don Anselmo, su Muger le havia dado los
moldes de los vestidos, que eran de la mas
rigorosa moda. Todas las Señoras estabamos muy
contentas con èl, quien se hacia pagar muy bien
por su especial havilidad, y bello gusto:
encargandole nosotras, que por ningun motivo
vistiesse de aquella manera â ninguna Muger humilde, porque le hariamos dàr de palos,
y desterràr de la tierra. Quando saliàmos de Casa,
nos encontraban algunos Cavalleros conocidos, con
baxarles un poco la cabeza cumpliamos con todo el
ceremonial de nuestra hidalga politica, que enseña
no ser decente à las Damas hablár con ningun
Hombre en la Calle: la que advirtiendome una vèz
mi Tia, la repliquè: que en atencion â esta
ordenanza, siendo precisso tratar con alguno,
seria mejor hacerle venir â Casa, y en un lugar
oculto hablarle, para que de este suerte, ni yo
quebrasse el estatuto ni nadie me lo murmurasse.
No obstante que conociò mi sencillèz
se enfadò mucho, y me dixo, que havia de ser la
deshonra de la familia: que con los Hombres quanto
mas lejos mas seguro, porque eran de tan maldita
inclinacion, que no podian hacer tres cosas buenas
en su vida, y que eran como el Basilisco, que
tenian veneno en los ojos. Yo con estas amenazas
les cobré tal miedo, que en mucho tiempo no me
atrevía â ponerme en su presencia, recelando me
atosigassen con la vista: tambien en esto se
divisaba mi inociencia. En los Saraos havia un
rigòr tan molesto, que aunque las mas veces
teniamos nuestras tentacioncillas de hablar alguna
palabra con los que baylaban, nos era
imposible, porque todas nos manteniamos inmutables
en el Estrado, con la mayor circunspeccion, sin
movernos mas que para danzàr, luego concluydo
ocupabamos, nuestro sitio, y nuestra séria
perspectiva, y ellos las sillas de los pies de
Sala, con tanta exactitud observado, que
pareciamos assamblea de vandos Enemigos. Vivia
gustosa en esta esclavitud, porque no conocìa otro
Cielo, ni otros estylos que los de mi tierra: pues
aunque notaba, que algunos Cavalleros cortesanos,
y de esta Ciudad, no guardaban aquellas rigorosas
leyes, y muchas veces con no poco gusto mio:
tambien advertìa, que eran motejados
de grosseros, atrevidos, y desatentos, y
rehusaban, ô lo fingian assi, todas las Señoras su
comunicacion, con lo que yo me afirmaba mas en mi
doctrina, y me hacía Dama de apariencia. Pero
haviendo querido mi buena fortuna, que viniesse â
esta Ciudad, y fuesse en ella cortejada de muchas
Señoras distinguidas, abrí los ojos de mi
entendimiento preocupado, â el dulce impulso de
las experiencias, que se me presentaron. Quando
salì de mi Patria, venía en la inteligencia, segun
todos me asseguraron, que havian de corrèr por
verme, y admirarme que havia de dàr la ley en las
Visitas con mi hidalga prosopopeya:
en los trages con mis modas de la Corte del año de
seis: y en los bayles con mi seriedad, silencio, y
tiesura: pero luego que lleguè, y que unas
Parientas me visitaron, hallè todo muy â el
contrario: porque apenas me hicieron las generales
preguntas de salud, viage, quando mirandose unas
otras con un tono compasivo, dixeron: ¡qué dolor
como se cria la tierra adentro las Damas, que
parecen Comadres de Parir! Y volviendose â mi
prosiguieron: mira Vm. mi alma, es precisso, que
haga otros Vestidos de moda, y llamame â el
Peluquero, que peyra [sic] Irenita, y â la
Marquesita de : : : para que la ponga essa
cabeza, como debe estàr. ¡Jesus, y
què seriedad! Niña mia, no sea assi por Dios, que
parece un Novicio: alegrese, hable, y ria, que
para esto son las gentes, que bastante tiempo
queda de estár tristes. Pero como yo estaba tan
aferrada â mis maximas pensadoras (lo digo assi,
porque parecian dictadas por su pluma) me burlé de
ellas, y motejè en mi interior de poco politicas,
y de gente ordinaria: pero lo que me desazonò mas,
fuè el desprecio de mis galas, pus creìa, que una
Muger, que havia nacido mas cerca de la Corte, y
vestido con un Sastre de una Corregidora, tenìa
mas obligacion de saber las modas, que las
Gaditanas, q [sic] viven tan distantes, y en lo ultimo del Mundo. De esta forma
me convencía â mis solas, y proponìa de hacerlas
vér en la primera ocasion, quanto me distinguirian
en la estimacion todos, respecto mi estudiada
Cartilla, que no â ellas con todas sus
bachillerìas; pero me salió burra capada, y muy
ageno de lo que me imaginé: accidente, que entoces
me molestò mucho, no ostante â él solo debì el
hacerme figura visible, y mueble de primer orden
en todas partes. Una nueva Amiga, que para
divertirme, dispuso darme bayle, me mandò aviso un
día para aquella noche, con lo que me alvorozè
grandemente por que se llegaba la
ocasion en que havia de manifestar á todos la
nobleza de mi Sangre, el buen gusto de mi crianza,
y la abundancia de mi riqueza con la seriedad
afectada, la risita de mona, y las galas
Corregidoras. Con este intento gastè toda la
mañana en prenderme el pelo con tres, ô quatro
papeles de alfileres, poniendome unos lazos muy
ricos de cinta de oro: me guarnecí de mi medio
tontillo, cubriendole con mi guardapies de tela
muy costosa, y encima un delantal bordado de oro
de bello gusto: me puse una paletina de martas
finissimas, dos preciosos brazaletes, los dedos
empedrados de diamantes, y un
capotillo de grana bordado, y puesta en el Coche,
salì â mi visita con plena satisfaccion de vencer
â todos los que me mirassen: confirmando mi
dictamen con una copla,
Lleguè en fin donde me esperaban, y apenas
entrè en la sala, quado se levantò un rumorcillo
de voces mal pronunciadas, que aunque
no las entendia, creì serian aplausos, hijos de la
comun admiracion; pero â poco rato notè, que assi
unos como otros, ni me miraban, ni menos hacian
aquellos extremos, que yo me havia figurado.
Tambien reparaba, que las demàs Señoras, todas sin
exceptuàr las mas ancianas, tenian â su lado un
Señor mio, q [sic] se desvelaba en cortejarlas: y
que estas mismas, contra todas las leyes de mi
antigua disciplina se reìan â taco tendido, y
hablaban â borbotones, mudando lugares â cada
minuto, y conversando en secreto con el inmediato.
Toda esta novedad me escandalizò sobre manera, y
lo graduè por el mas necio abandono
de nuestra estimacion; pero con todo, no dexaba de
sentir, que entre tantos, no huviesse uno, (que
entonces oirìa aunque fuesse â un necio) que
procurasse mi vecindad, ni me dixese una palabra:
estaba verdaderamente envidiosa y enojada,
consolandome con que sería respecto debido â mi
alta distincion. Pero lo que diò con toda mi
paciencia en tierra fuè, que saliendo de la sala
(no sé con qué motivo) â el volvèr â ella, me dixo
un Hombre, que havia entrado despues de mi
ausencia: ¿Niña, V.m. quiere decir â su Ama, que
se acuerde de la palabra, que me há dado, que no entro por no desazonarla? Extrané el
estylo, y casi con las lagrimas en los ojos me
lleguè â mi Amiga, y le contè el lance: celebrole
mucho, y despues de haverme consolado, me ofreciò
un eficáz remedio para quitarme aquel pesar, que
la esperase â el otro dia, que me llevaría
preparado el especifico. Assi lo hizo; pues me
mandò dos criados con unas grandes bateas, en que
venian unos vestidos. A poco rato vino la que me
sacò del pays de las tinieblas, y me llevó â el de
los resplandores, y llamando â un Peluquero, le
hizo me peynase â la ultima moda: despues por ser
casi de mi estatura, me adornò con
sus vestidos, y se entretubo muy de espacio en
prenderme, segun el ultimo aranzél de la Moda, y
me dixo, que haviamos de ir â otro bayle, que no
me daba mas consejo, que el procurar imitar â las
demàs. Llegò la hora, y algo avergonzada, por
parecerme iba indecente, entrè en la sala, donde
enteramente descubrí un pays tan delicioso, que
nunca en mi vida havia visto semejante: porque
fueron tantos los Cortejos que tube, los
rendimientos, las alabanzas, y los que se me
ofrecieron, que no cabia en mi de placer. Yo
hablè, reì, secreteè, ocupè quantas sillas tenia
la sala: y como mi genio naturalmente
alegre havia vivido oprimido tanto tiempo, en
aquella noche desquitè todo lo perdido en un año,
entrando atrevida, y saliendo por los peligros con
la mayor seguridad, y valor, sin temèr, ni hallar
aquellos ponderados riesgos, que me pintaba mi
Tia; pues todo quanto tocaba era gusto, y placer:
y como me hallé con la ocasion entre las uñas, no
quise soltarla de la melena, sacando un Cortejo
como un pino de oro, que desde entonces me quiere
como â sus ojos: sin que por esto haya dexado de
ser hidalga, y con mas estimacion, que en mi
tierra: pues desde esta nohce [sic] abominando mis
impertinentes estylos, y haciendome
Petimetra, Marcial, y Cortejo soy uno de los
mejores muebles de esta Ciudad. Con esta sola
receta me veo atendida, respectada, servida, y
venerada de todos quanto digo me celebran: mi
hermosura es la mejor, mi gracia sin igual, y mi
chiste inimitable. Es verdad, que como yo hé
tomado estas cosas como por remedio y deseaba
tanto sanar de mi antigua enfermedad, hè puesto
bastante cuydado en todos los bellos estylos de
ahora, y me hallo tan Maestra, que yá doy la Ley
de Dama â toda la Ciudad, siendo de esta manera
mas Sociable, mas util â el trato de las Gentes
, pues como me atrevì â romper el
ridiculo coto de mi necia crianza, me há
favorecido tanto la suerte:
Este es el dichoso metamorphosis, que hè
conseguido con haver llegado â conocer los dulces
atractivos de lo moderno: y si no fuera por
algunos sin-sabores, que padece el pecho, y los
temores con que siempre se vive de perder los
entretenimientos que tanto agradan, no havria mejor vida en el Mundo. Es verdad que
me acuerdo que allá en mi Tierra, con tanto
cuydado como se vivía, apenas los pesares se nos
atrevian, siempre en una continua paz, no se
experimẽtaban los sobre-saltos de las passiones,
porque cercadas de nuestras aridezes, y
estrañezas, se le cerraban las puertas â el
peligro, y no hallaba por donde acometernos la
desgracia. Aquellos Hombres nos querian â la buena
de Dios, y todo venìa â parár como las Comedias,
darse las manos, y laus tibi Christe: sucediendo
muchas veces no haverse hablado los Novios, ni
secreteado, hasta el dia de la boda. Pero los
Hombres de esta Ciudad son muy
picaros, ê interessados, hay bien poco que fiàr de
ellos, y casi me tiene uno que me corteja para
perder el juício: pero no sè que se tienen estos
pesares, que son como la Sarna, que quanto mas
pica, mas sabrosa es de rascár. No obstante yo
vivo contenta, y mas quiero estas inquietudes, que
aquellos sossiegos, que me tenian tan fuera de el
trato racional del Mundo: ahora soy mas sociable,
amistosa, y despejada, disfruto de las mejores
Compañias, y aprendo el modo màs sério de pensár,
y hacer reflexiones.
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Zitat/Motto
pues como dixo el
otro: El ciego que de noche cobra la
vista,
la luz de las Estrellas
tiene por Dia: Y assi mas ciego juzga por Sol hermoso,
qualquier Lucero.
la luz de las Estrellas
tiene por Dia: Y assi mas ciego juzga por Sol hermoso,
qualquier Lucero.
Ebene 5
Zitat/Motto
pues como decía un
Primo mio, grande Estudiante: Quod natura dat
&c. A el natural no hay fuerzas, que le
resistan,
y si le aprietan mucho,
se precipita: Que el disimulo, aunque mucho se estudie,
nunca es seguro.
y si le aprietan mucho,
se precipita: Que el disimulo, aunque mucho se estudie,
nunca es seguro.
Ebene 5
Zitat/Motto
que oì cantar â un
Colegial en mi tierra, que decia assi: Quando sale
Dorinda compuesta â el bayle,
arrebata â los Hombres,
las voluntades: Que los arreos son la sal, y pimienta,
de los afectos.
arrebata â los Hombres,
las voluntades: Que los arreos son la sal, y pimienta,
de los afectos.
Ebene 5
Zitat/Motto
que : : : Es la
fortuna Dama tan de la Moda
que obligase permite
de la lisonja, Como entendida sepa mezclàr â el ruego
las ossadìas.
que obligase permite
de la lisonja, Como entendida sepa mezclàr â el ruego
las ossadìas.
Doña Matilde C.d.B.
Zitat/Motto
Ebene 3
Metatextualität
Zitat/Motto
Nunc mores nihil
faciunt, quod licet, nisi quod lubet.
Usted, por cierto gasta mucha prossa,
buen humòr; pero vive erradamente: El excesso del bien, por imprudente, es locura, es verdad, pero no odiosa:
màs corrér por la senda peligrosa
es prentendèr caèr indignamente. En tan fatàl extremo se presenta sin temèr arriesgadas ossadìas,
y con ser muy visible se contenta: Modére por su bien estas manìas, que â el delito, no mas, solo se alienta
la costumbre infeliz de nuestros dias.