La Pensadora Gaditana: Pensamiento IX
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Pensamiento IX
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Lettera/Lettera al direttore
Carta de una Dama.
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Metatestualità
Señora Pensadora: El gusto
con que leo sus producciones, y la viveza con que
noto rebate los abusos, me obligò á esperar que sus
Pensamientos à lo menos igualmente se derigiesen
[sic] asi contra nuestras preocupaciones, como
contra las de los hombres; pero advierto, que el
empeño mayor de su crítica es hacerla de las Damas;
y en estos asumptos es donde toma un tono mas alto,
y un ayre de magistratura mas rìgido en sus
reflexiones: circunstancia, que me hace creer, que
con nombre supuesto, es alguno de los muchos, que
solo se deleytan quando nos censura, y
hacen objetos de sus conversaciones nuestros
descuidos: para cuyo fin cubriendose con los
privilegios de muger, nos hiere mas á su salvo, y
hace mas profundas las heridas. Es verdad, que los
defectos que nos ha motejado son dignos de remedio;
¡pero valgame Dios! ¿no ha encontrado su pluma en
las costumbres de los hombres que reprehender, que
solo se entretiene su pensamiento con nuestras
faltas? ¿Tanto miedo tiene à esos señores, que no se
atreve à descubrir sus ridiculeces, y à criticar sus
manías? Yo discurro, que alguna causa oculta la
obliga à hacer tan mala distribucion de sus
asumptos; pues con una obligacion, donde se verá
precisada muchas veces à revolver mil idéas, para
encontrar que disertar, huye voluntariamente de
tanto como se presenta à los ojos mas dormidos en
las acciones, y proceder de los hombres; pero pues
Vmd. se aparta de este camino, sea por
olvido grande, ò cuidado no pequeño, quiero me deba
en esta Carta la noticia de un asumpto, que por
comun, y público, dudo se le haya ocultado à su
pensamiento, y que es digno del mayor reparo, quando
tan infelizmente se halla authorizado con su
extension. Es el objeto principal de todos los
hombres hablar del honor, ponderar el honor, y
manifestarse acerrimos defensores de su honor: una
de las principales partes de esta hermosa sombra la
tienen (como Vmd. yá ha dicho) colocada baxo el
dominio de las mugeres, y nosotras, por esta
confianza, nos vemos en la obligacion de darle mayor
aumento, dependiendo de nuestras obras la salud, ò
enfermedad de esta delicada circunstancia; pero de
ninguna cosa hablan con menos tiento, que de
aquellos sugetos en quienes tienen depositadas las
llaves de su estimacion. ¿No le parece à
Vmd. señora mia, que es este un asumpto digno de
crítica, y de la mas prompta correccion? No tiene
duda; pues escucheme Vmd. y me oirá pensar, aunque
no tengo titulo para ello.
Vea Vmd. señora Pensadora, propuesto mi
asumpto, y tal qual reflexionado, Vmd. corrijale, y
si le parece, déle à la Prensa, que no dudo será
admitido, à lo menos de las de nuestro sexo, quienes
deben premeditar con bastante reflexion, que si las
que advertidas huyen laudablemente de dár ocasion
para ser objeto de las sátyricas conversaciones de
los hombres, y no obstante sus honestas máximas aun
no pueden verse libres de sus torcidas intenciones,
¿qué serán aquellas, que descuidadas se arrojan sin
reparo à los chistes, las chanzas, las amistades, y
otros peligros, que desde cien leguas descubren sus
no regulares conseqüencias? Las que no podrán formar
queja en tono tan alto, porque conociendo el riesgo eminente de ser públicos sus descuidos,
se arrojan, y precipitan ignorantes, engañadas de
las fingidas adulaciones, con que estos (como Vmd.
los llama) enemigos nuestros procuran engañarnos, y
conducirnos á la mayor infelicidad, haciendo de
nosotras el mas despreciable retrato en todas sus
juntas, no escusando para esto desfigurarnos con los
mas negros borrones de sus sospechas; pues estos
señores no saben murmurar de cosas leves, que como
de corazones grandes, aun en lo delinqüente quieren
parecer Gigantes. No estrañe Vmd. se haya dilatado
mi pluma, porque como la materia dirige sus
discursos en favor de nuestra estimacion, aun no
queda contenta con todo lo dicho, y quisiera ser
interminable sobre este particular. Soy de Vmd. su
afecta de corazon: La Desengañada.
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Racconto generale
Los hombres, que
rectamente educados, y verdaderamente Cavalleros
pretenden llenar todo el espacio de su obligacion,
deben rigorosamente observar aquellas leyes, que
son anexas, y peculiares à los corazones no
vulgarmente instruídos, y que hacen obstentacion
de su práctica. ¡Pero qué desgracia! de nada están
mas lejos, que de este laudable uso, y de ninguna
otra hablan con mas deleyte, que de aquellas que
satyrizan nuestras acciones, y conducta. Es yá
asumpto ordinario de toda Tertulia el motejarnos,
y pintarnos con los colores mas odiosos à la
piedad, y buena crianza, haciendonos el motivo mas
ridìculo de su risa, y descubriendo
nuestras faltas, como si no tubieran obligacion
por hombres, por bien criados, y por Cavalleros de
defender nuestra estimacion à todo riesgo, como
principales interesados en nuestra buena opinion.
Es la mas comun de todos (à nadie exceptúo) que
quantas desgracias han sucedido en el mundo, se
han originado por nosotras, y hemos sido la causa
eficiente de estos infelices sucesos: este es el
supuesto inconcuso sobre que se fundan todas las
siniestras inteligencias, que forman de nosotras,
y la piedra fundamental de este vergonzoso abuso;
pero esta errada opinion està bien rebatida por
otras plumas: me ceñiré solo à el particular de mi
idéa. Temerosa pongo la pluma en el papel, porque
la fealdad de especies, que se me presentan, me
llenan de un pavor horroroso à el considerar que
los mismos cómplices, y causas principales de nuestras desgracias sean aquellos que mas
se burlen, y que mas nos censuren. ¡O qué
ignorancia! Miran los atrevidos deseos de un joven
una muger, que en nada mas piensa, que en alejarse
de toda ocasion arriesgada; ò que solo por una
diversion honesta, concurre à una visita, à un
Paseo, &c. quando sobre las extravagancias de
su delinqüente antojo, forma máquinas osadas, que
se destinan à derribar aquella fortaleza de la
seguridad de su buena intencion: asi como lo
piensa, lo pone por obra, solicìta, escribe,
pasea, suspira, ruega, y finge; (que es lo mas
cierto) y si honrada se resiste à su persuasion,
hace sobervio empeño de la conquista; y aquel, que
no tendria ánimo para formar corage contra un
mosquito, se enoja altamente contra la virtuosa
repulsa, y como empeño, que de no lograrle, se
aventura su crédito, adelgaza los discursos,
dobla las baterìas, menudéa los
asaltos, hasta que à el continuado tesón de su
porfia consigue crean sus mentiras, y tengan por
finezas sus engaños. ¿Quien discurrirà, que este
mismo, que es la principal causa de la inquietud
de aquella descuidada Dama, sea el primero que
censure su conducta? ¿Quien lo creerá? Todos
quantos lean esta Carta, porque todos traerán à la
memoria diferentes casos semejantes: este, pues, ò
movido de su indigna vanidad, ò de su maldita
mordacidad, descubre el lance en secreto à uno, ò
dos amigos, (ò tres, ò quatro, que en esto son
poco escrupulosos) y hace obstentacion de su
conquista, como efecto grande de su mérito: quanto
mas se distinga aquella infelìz por su caracter,
tanto mas aprisa se hará público su descuido;
porque luego entre estos ignorantes se cuenta como
hazaña grande, y no se dexa circunstancia por
referir, para hacer que mas resalte el
vencimiento: de estos cada uno lo dice à otro en
confianza, y à pocos dias este suceso à media voz
se publíca entre todos, ¡Crisanto, qué fortuna
tiene! Emilia le favorece mucho, se muere por èl,
y es el dueño de las cargas. ¡Y estos son hombres,
cuya principal obligacion es mirar por las
mugeres! ¡Estos están bien criados, y hacen
obstentacion de tales, à quienes los primeros
rudimentos enseñan todo lo contrario! ¡Estos son
Cavalleros, cuyo principal instituto es dar honra,
no quitarla, y que deben por su sangre defender
las mugeres, y encubrir sus faltas! No son lo que
parecen; son monstruos, que fingiendo gemidos,
engañan las incautas, para quitarlas luego la vida
en la estimacion, en el credito, y en el honor.
¡Estraña cosa! de nada mas hacen los hombres
vanidad, que de bien hablados, y de
que sus Tertulias son útiles à las Letras, à la
Patria, y à la sociedad, porque en ellas se
discurre con acierto en las Ciencias, en la
Política, y la direccion de las costumbres; pero
los mas de nada están mas lejos: solo las mugeres
gastamos nuestro tiempo en sutilidades, en
niñerías, y en murmuraciones; quando ellos
continuamente nos están imitando (mal he dicho)
los hombres son el original de nuestros yerros.
Con qué gusto se escuchan unos à otros, quando se
habla de las mugeres, y cómo cada uno dá à
entender su sentir, siempre contrario à nosotras.
¿No sé cómo pueden tolerar aquellos entendimientos
tan preciados de doctos, en sus diversiones el
indigno abuso, que tan estendido se mira, de
hablar mal por lo comun de todas las mugeres? No
es mi intento comprehender en esta Carta el
desprecio con que miran nuestros entendimientos,
yá está este asumpto controvertido,
solo quiero ponderar el delinqüente gusto que
muestran, quando sin piedad alguna nos hieren en
la honra, descubriendo, ò suponiendo faltas, que
todos debian encubrir. Nise (dice uno) es hermosa
dama, el marido la estima mucho: qué tiene, que es
muy loca, y se vale del buen genio de su esposo
para mil cosas no regulares; y lo peor es, que lo
quiere disimular con aquel modito, y aquella
fingida compostura: ¡Fuego de Dios, y quien se
habia de fiar de mugeres à el vér esto! ¿Hombre
(dice otro) qué hablas? pues yo la tenia por una
Santita: ¡Es posible, que aquella muger no cumple
con su obligacion! Vaya, que estás engañado: es
verdad, que hay poco que fiar de la mejor; y asi
bien me estoy yo de esta manera, que no quiero
perro con cencerro. Buena friolera: (replica otro)
¿pues qué piensas, que te has de escapar? No, amigo, en este tiempo ninguno se escapa:
¡tales son ellas! Dirá alguno, que estas son
expresiones muy vulgares, y que solo entre la
gente sin obligaciones se escuchan semejantes
desatinos: ¡Ojalá asi fuera! que à lo menos
viviriamos gustosas, con que los verdaderos
hombres daban la estimacion debida à nuestro
estado, à nuestra delicadeza, y à nuestro sexo;
pero lo peor es, que para discurrir contra
nosotras todo es vulgo, y es una especie de
galantería festiva, bien recibida en las
conversaciones de los principales, el autorizar
esta crítica injusta con sucesos chistosos, que
dirigen toda la idea à pensar siniestramente de
nosotras, confundiendo à todo el sexo en
particulares delitos, de que los mismos hombres
son motivo. ¿No sé cómo no reflexionan, quando se
divierten tan ruinmente en murmurar de las
mugeres, que son ellos sobre quienes caen
directamente los efectos de estos
coloquios? ¿Quien será el que se ponga à decir mal
de nosotras, que no tenga madre, muger, ò hermana,
&c. cuyo honor le toque como à principal
interesado? Es el caso, que cada uno, quando
habla, no piensa mal de sí, todo se halla en casa
agena: asi lo hacen todos, con que todos
promisquamente se deshonran, y hacen infelíz
instrumento de esta desgracia sus mismos dichos.
No puede tener buena sangre, ni puede saber lo que
es honor aquel hombre, que cruel ensangrienta su
lengua contra las mugeres; ni puede saber las
leyes de Cavallero el que hace objeto de sus
sátyras la indefensa delicadeza de nuestra
estimacion. Es una de las principales leyes de un
bien formado duelo no acometer à su contrario
quando se halle indefenso, antes bien se debe
esperar à que se prevenga: tambien es regla de la
Ordenanza del honor, que viendo à el
enemigo acometido de fuerzas superiores, se le
debe ayudar con la espada, y defender su vida,
para luego tomar satisfaccion honrosa: esto es
preciso (dicen los hombres) usar con aquellos
enemigos, que los han agraviado, y han sido
instrumento de su deshonor: à estos declarados
enemigos se les guarda estas cortesías, y
políticas, para hacer una venganza, sin borron que
la desluzca; ¿y para las pobres mugeres, que no
somos sus enemigos, antes bien (segun nos pintan)
su descanso, su quietud, y sosiego, y que nos
miran sin defensa, y sin facultades para
intentarla; para nosotras, que nos hallamos
rodeadas de tantos enemigos, quantos son los
distintos, y diversos caminos por donde peligra
nuestro delicado honor, para nosotras no previenen
las leyes de la nobleza nos dén armas con que
defendernos, ni se pongan de nuestra parte para ayudarnos? antes à el contrario, todo
el mundo puesto en arma contra la debilidad de
nuestra mugeril resistencia, nos arruínan con las
sátyras, y nos martyrizan en el honor con la mala
opinion, que forman de todas, sin hacer distincion
sus malditas lenguas de mugeres: à todas
infelízmente nos miden con una propria medida, y
es antecedente bastante para inferir mal de todo
sexo, qualquiera ruíndad cometida por aquellas,
que solo tienen de mugeres la figura. ¿Pero
quienes serán los principales, que contra nuestra
fama mas emplean sus discursos? ¿Quienes han de
ser? aquellos mismos, que mas vivamente nos
persiguen, y que hacen mayores empeños para
solicitar nuestra ruína: estos, aunque poseídos de
un deseo desordenado de festejarnos, son los que
en todas conversaciones procuran ponderar nuestros
defectos, y con un odio luciferino
contradicen, y rebaten qualquier discurso no
engañado, que nos defiende, y murmuran
gustosamente aun de aquellos sugetos à quienes
deben mas obligaciones. Parece paradoxa esto que
propongo: es verdad, que à la primer vista se
oponen mil contrariedades, que lo dificultan; pero
careando este asumpto con lo que à cada paso se
escucha, no, no parecerá paradoxa, será un suceso
verdadero, que nos coloca en la mas funesta
infelicidad. Si es delito grande hacernos objetos
de su maledicencia, quando se valen para esta
indignidad de hechos verdaderos, ¿qué nombre se
dará à la detestable libertad, con que publìcan
unos defectos, que solo tienen su existencia en lo
pervertido de su juicio? ¿Habrá algun racional no
preocupado con la pasion, que sepa decirme el modo
de explicar este desorden? ¡Quantas infelices de nosotras, que en su vida imaginaron
en la menor venialidad contra su decóro, se hallan
hoy siendo el objeto lastimoso de un pueblo,
porque este, ò aquel inconsiderado dió cuerpo à un
delito, que solo le tubo en su maliciosa idea! ¡O
Señora Pensadora, y qué asumpto tan útil ha
usurpado à su pluma, y cómo celebrarìa, que Vmd.
le hubiera tratado como acostumbra! Están cinco, ò
seis de estos Cavalleros à la puerta de un Templo
(que ni aun en el Sagrado estamos libres de su
injusticia) y ven salir de la Iglesia una muger à
quien su marido estima, y por tanto procura que su
porte sea del mas lucido; y apenas es objeto de su
curiosidad aquella inocente, quando dice uno, que
casi no la conoce;
No está aquí lo mas delinqüente de esta
conversacion, sino que à poco rato se apartan
aquellos indignos de ser hombres, y cada uno con
un empeño diabolico hace asumpto de sus
conversaciones en todas partes las injustas
sospechas, que formó de aquella descuidada
inocencia, y à el siguiente, como pasa la noticia
à otros tan buenos como ellos, es público por la
Ciudad, y es el asumpto favorito del dia en las
Tertulias las galas de Filida, y el supuesto
motivo de donde proceden. ¡O qué dolor! ¡Qué
tyranìa! ¿Pero si atendemos à que muchos, ò por
venganza de haber sido despreciados, ò por vanidad
jactanciosa, aun sin haber saludado à las que
nombran, se publícan dueños de sus
favores, qué diremos? ¿Habrá rhetórica, que sepa
pintar esta osadía con aquellos denegridos, y
odiosos colores, que hagan de una vez presente à
los ojos del entendimiento su horrible deformidad?
No discurro, que pueda la pluma mas eloquente
colorir bastantemente la ruindad de estos
habladores. ¡Y que hombres, que se tienen por
tales, y que blasonan de bien criados, y de otros
mas distinguidos privilegios, se arrojen sin
reparo, ni verguenza de tal accion, à decir mal, y
suponer delitos à las mugeres! ¡de aquellas à
quienes la razon, la excelencia de su sexo, y la
misma naturaleza fiaron à su amparo, para que las
favorezcan, y liberten de las osadías, y las
custodien de los atrevimientos! ¡y estos mismos
son los que mas las persiguen, las arruinan, y
procuran usurpar la estimacion, que es
su mayor felicidad! ¡O pluma, y qué tibiamente lo
ponderas!
Livello 5
Dialogo
Cavalleros, no
reparan Vms. en Filida, qué séria que pasa, y qué
llena de vanidad, por aquellos quatro trapos que
lleva, como si no supieramos, que no
es todo oro lo que reluce? en fin, Dios le dé
salud à Anfriso, que mientras él viva, no la
faltará que gastar: es verdad que es su Compadre;
pero yo no me fio de estos compadrazgos. Cálle
Vmd. hombre, (dice otro) ¿ahora su Compadre, que
es un miserable, habia de costear este fausto?
esto que Vm. ve, es efecto de una crecida mesada,
que la ha dexado Celindo, que se embarcó para la
América; pues antes de hacer viage no salía de su
casa. Muy atrasados están Vmd. de noticias,
(replica otro) que yo sé por persona segura, que
un Criollo muy rico ha tomado por su cuenta
favorecer à su marido, y le franquéa quanto
necesita: es verdad, que à mí me hace durillo
creer, que esto sea à humo de pajas; pero dexemos
esto, y sea quien se fuere, y no murmuremos: lo
que à mí me parece es, que toda
aquella marcialidad no ha de vivir ociosa: ¡Pobre
infelíz, y en qué hora tan desgraciada saliste de
la Iglesia!