La Pensadora Gaditana: Pensamiento XLII
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Livello 1
Pensamiento XLII
Se hallarà todos los Jueves en la Librerìa de D. Salvador Sanchez Ossorio, frente del Corrèo: Y de D. Manuél Ferrera, frente del Populo.
Cadiz~i, y Abril 23. de 1764.
Imprimasse. Dr.
Cavallero.
Cadiz~i, y Abril 24. de 1764.
Doy Licencia para
que se imprima. Villaformada.
Livello 2
Carta.
Livello 3
Lettera/Lettera al direttore
Muy Señora mia: assi como los
accidents del cuerpo, muchas veces atrevidos, saben
subirse â mayores en nuestra cabezas, y darle un codillo
â el entendimiento mas elevado; assi tambien las
passiones del ànimo se ponen â jugàr con nuestro juìcio,
y en dos, ô tres manos le dexan pobre de discursos, y
pelado de idèas, y con tanto empeño, que ni todos los
Hypocrates, ni Galenos hàn señalado recipes para la
sanidad de esta dolencia: por cuya causa el ignorante,
que dà entrada en su pecho â amantes locuras, padece desgraciado, y recoge en suspiros lo que sembrò
en fingidas diversiones. De estos ultimos soy yo (aunque
pecador) pues haviendo abierto de par en par las Puertas
de mi libertad â los engaños, me miro hoy tan què sé yò
como, que no vale todo mi juìcio el costo de una
pesadumbre, siendo assi que esta fruta se suele venir â
casa sin procurarla.
Seis meses se han passado despues que no vèo â
las dos, que me quitaron la libertad, y en todo este
tiempo no hè podido arrojar de mi corazon una inquietud,
que tanto me martyriza: me parece que estoy encantado,
pues ni como, ni duermo, ni sossiego; y y [sic] llena la
cabeza de mil necios discursos, no puedo arrojar de mi
memoria endiablada voluntad, que me
desvela: y deseando encontrár en Vm. algun remedio, que
sea capáz de restituìrme â mi tranquila vida, la suplico
por esta se duela de mi trabajo, y discurra algun
arbitrio para que salgan de mi pecho estos enredos, que
à manera de Duendes están jugando con mi juìcio à la
pelota. No estrañe V.m. mi pretenssion, que como en sus
discursos manifiesta aborrecer tanto vivir ociosa, me
prometo tendrá por bueno qualquier assumpto, como la de
motivo para exercitarse. Dios guarde á V.m. muchos años,
&c. Sevidor [sic] de V.m.
Juan de Buen Alma~i
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Autoritratto
Yo, Señora Pensadora
de mi alma, allà en mi sana salud era un buen
Hombre, y tan bueno, que passarìa por encima de mi
todo lo que no fueran Carros, ni Carretas, porque
esta ponderacion siempre me há dado en rostro, por
lo que duele. Era mi natural tan pacifico, y jovial, que todos me llamaban Juan de buen
Alma, y estaba muy contento con el elogio, porque
le discurria como premio de mi trabajo. Entonces
vivia gordo, y alegre, y comia con gusto: de todo
el mundo me reía, y hacía en mi pecho la misma
impression toda la cafila de sus embrollos, que la
q [sic] hace en los Tordos de las torres el sonido
de las Campanas: si viera V.m. â este su servidor,
y como se passeaba, se divertia, y burlaba de
todo: vamos, que no he de tenèr mejor vida, aunque
me hagan Governador de las Indias: yo diera de
buena gana un par de vestidos, que me dexò mi
Abuelo (que estè en Gloria) en cambio
de aquel estado tan alegre, que solo con mirarme
se podian baylar treinta seguidillas. Pero el
Diablo que no duerme, metiò la pata, y de hòz, y
de còz se coló por los ojos, y amanteniente me
sacudiò un porrazo, con el que me hizo una herida,
de la que no puedo verme sano enteramente. ¿Vm.
pensarà que me tentó â ser arbitrista, fiadòr de
algun tramposo, Poeta, ô â otras locuras
semejantes? Pues no fuè nada de esto, porque
serìan felicidades en comparacion de mi desgracia:
mas de quarto veces huviera tomado por partido ser
Pensador, ô Pensadora, exponiendome â sufrir, sin
decir esta boca es mia, las grosseras,
ê ignorantes satyras de la Embidia de los ociosos,
antes que vèrme en la triste situacion, en que me
hallo. Estoy perdido, y aún me hè querido
pregonàr, por vér si me encuentro; pero el
impossible de conseguirlo me lo hà borrado de la
cabeza. En fin Vm. no estrañe el modo de
explicarme, porque realmente estoy loco, no sè lo
que me digo: y lo peor es, que aunque lo conozco,
no lo puedo remediár. Mas por si acaso Vm. como
sabe tanto, segun publìca la misma ociosidad,
discurre algun remedio, para que vuelva â el
estado de mi antigua inociencia, la suplìco por
esta Carta me le communique, esperando de su buen genio, no me escasearà la
respuesta: y para que se entère de mi accidente,
prevenga de atenciones su discurso. Yo estoy
muriendome sin frio, ni calentura en el cuerpo;
pero en el alma tengo un Almacèn de Tabardillos,
que de buena gana hiciera almoneda de ellos, ô se
los prestàra â un Amigo, que los desea para
repartirlos. Siento un què sè yo, â manera de
vertigos en el corazõ, que me hace abrir tanto
ojo: estoy enamorado, y aborrecido: véa Vm. si soy
digno de lastima: es el caso, que viviendo yo en
essa Ciudad, mas contento que una Pasqua, y mas
libre que borrico de Gitano, un Domingo, que para
mi fuè Martes, y el dia ultimo de mi
sossiego, vì por mi desgracia en la Puerta de
Tierra una Niña, como assi me la quiero: tan
hermosa : : : : pero dexemos esto, que es
bastante me lo pareciesse, para que no riñamos
sobre el assumpto. Luego que la ví, me quedè con
la boca abierta tan suspenso, que pudiera passár
plaza de figura de tapíz. ¿Creerà V.m. que quanto
mas la miraba, mas bella me parecia (como dixo el
otro) y me daba mas gana de volverla â vèr? Pero
como era novicio en la cosa, no sabia que hacerme,
ni que decirla: porque si la iba â hablár, se me
perdian las palabras, y no havia fuerzas humanas,
que las encontrasse. No obstante, me
empeñé en seguirla, con cuya diligencia supe su
Casa, quedando tan alegre, como si huviera puesto
una pica en Flandes. Retireme â mi havitacion
: : : : pero esto es paja: vamos â el grano.
Despues de haverme aconsejado con una buena vezina
mia, muy ducha en estas cosas, â cuya gràn
charidad, y buenas entrañas debí la fortuna, de
que antes de ocho dias la visitasse con
satisfaccion, conseguí verme elevado á su cariño,
pues me queria tanto, que todos los dias, me
mandaba quedár â comer en su compañia,
subministrando generoso todo el gasto, por
concederia un gusto que tanto me
ponderaba. La bendita de su Madre á todas horas me
franqueaba mil caricias, me llamaba su hijo â boca
llena; es verdad, que dexaba â mi cuydado el no
tenerla vacìa. Era esta Señora muy blãca (segun me
asseguraba) y aunque yo miraba algo â el
contrario: me referia, que por linea recta traìa
su descendencia de la Princesa Micomicona, aquella
Dama que vino de luengas tierras â buscar el
amparo del famoso Don Quixote, noticia que
conservaba en un libro Colorado, â manera de
missal, donde constaba, que dicha Dama se havia
casado con un Cavallero Asturiano, descendiente de
un Paje de lanza del Rey D. Pelayo. Con esta tan rancia nobleza, sus alhagos, y la buena
gracia de la Señorita vivìa mas contento que un
Poeta, quando oye alabár sus versos. Yo procuraba
como muy Hombre, y enamorado cumplir con las
obligaciones de pretendiente rendido, y llegò â
tanto mi passion, que se la pedì â su Madre por
Muger: respondiome, que se veria en ello, porque
Casildita~i (que assi se llamaba la niña) aùn
tenia pocos años: pero que le havia parecido tan
bien mi genio, que pondria de mi parte toda su
authoridad, para inclinarla â que diesse el sì:
pero que era precisso antes de la execucion de la
boda avisár â un Primo, que tenia con un emplèo muy distinguido en la Corte, quien le
havia prometido, que siempre que Casildita~i se
casasse con un Hombre â su gusto, la darìa un
crecido Dote, que tuviesse paciencia, que no se
ganò Zamora en una hora. La noticia que mediò del
dote, y el amor que la tenìa, fueron espuelas â mi
passion, para que cada dia se precipiasse màs, y
màs, cuyo desvelo cobraba mi esperanza en
abundantes promessas: me hicieron escrivir Cartas
â un Don Cyrilo Perez y Sandoval, que era el
Primo, dandole noticia de el casamiento, de quien
en mas de tres meses que durò despues mi
comunicacion, no se recibiò respuesta alguna: supongo (que como ellas me decian)
serian sus graves negocios el impedimiento para no
executarlo: en fin en el interin me constituí por
mantenedor de la Casa, baxo la protexta que me
hizo la Madre, de que la mayor prueba de su
voluntad era permitirme aquel gasto, pues Mugeres
de su classe no se dexaban obligor ni del Rey.
Vivia alegre entre deseos, y esperanzas llamandome
dichoso por haver conseguido tal fortuna: quando
en medio de esta tranquilidad, se levantò una tan
fuerte tormenta, que echó â pique el triste
batelillo de mi juício. Un dia entrando â
visitarlas con la misma familiaridad que siemppre es verdad que fuè â hora desusada para
mí, saliò la Madre â encontrarme â la puerta, y me
dixo que no entrasse, porque â Casildita~i le
havia dado un accidente, y la estaba curando una
Muger, que tenia gracia particular, y que pues
havia llegado â tiempo, que por amor de Dios, la
hiciesse el favòr de salir â la Calle, y vèr si
venia el mozo, que havia ido por una medicina, se
tardaba mucho, y hacia notable falta. Yo que
siempre he sido de buenas creederas, salí â el
instante â la Calle; pero no encontrè mozo alguno,
y llegandome â dos boticas, que estaban
inmediatas, en ninguna me dieron razòn. Volvì apresurado, y triste por la indisposicion
de mi futura Esposa, y la hallè en el estrado, que
aunque el semblante le tenia muy bueno, por lo que
ella me dixo, creì que se moría: la consolè lo
mejor que pude, y ofreciendola un regalito, se fuè
alentando, y de allì â dos horas yà estaba buena.
Aunque era yo un bonazo, y que no maliciaba de
nada, me diò no obstante un fuerte porrazo el
accidente, y la mejorìa tan repentina: lo que poco
à poco me hizo abrir los ojos, y cada dia se iba
aumentando mi vista considerablemente, pues yá
divisaba mas figuras en casa de estas Señoras
mias, que se vèn en la Plaza de San Juan de Dios, solo con el especial colirio de
mudàr de horas, y abrir los ojos, quando no
estaban acostumbrados â vèr. Yo que desde chiquito
hé sido siempre temeroso à Duendes, y Trasgos, iva
cobrando unos miedos á manera de rabias, que me
daban bastante en que entender: hasta que un dia
entrando â deshora en su Casa, hallé un Señorito
de Cabriolè, que con mucha satisfaccion estaba
sentado junto à la buen alma de Casildita~i, y
como entrè de prompto, los asustè mucho, y yo no
dexè de vèr algunas cosas, que me adviertieron
havia en el Mundo mayores meritos que los mios:
pero la Madre q [sic] es una Muger de rompe, y
rasga, y de mucho ànimo, dixo à su
hija: ¿Niña què tienes? ¿Pues acaso si este
Cavallero es tu Primo, q [sic] acaba de llegár de
la Corte, y passa â su Govierno â la America, por
què no te hà de visitàr? No es tan ignorante, mi
hijo (que assi me llamaba siempre) que se persuada
el menor descuydo de tu proceder. Yo que estaba
como quien ha visto Phantasmas, todo asustado,
notando las mentiras de mi postiza Madre, y â el
mismo tiempo viendo, que el que me la jugaba de
Codillo, era un Hombre à quien conocia bien, y me
constaba, que en toda su vida havìa estado en
Madrid, ni pensaba en embarcarse, no sabia què
decìr, ni què hacerme: en fin entre
la confussion de idèas, que me atormentaban, me
despedì con medias razones, y sin aguardar â otra
experiencia, salí de essa Ciudad, y me vine á este
Pueblo, por vér si con la ausencia podia olvidar
mis sentimientos.
Juan de Buen Alma~i
RESPUESTA.
Lettera/Lettera al direttore
Muy Señor mio: ¿Si Vm. en su Carta
està dando â conocer yerra en el modo de procuràr su
descanso, còmo quiere conseguir la sanidad que apetece?
Equivocàr los medios, y querèr encontrár con los fines, es
lo mismo, que pretender andár con la cabeza, y discurrir con
los pies: pues se pretende un impossible, quando no se hacen
primero aquellas disposiciones, que son precissas para la
consecucion de un intento. Vm. hizo una grande accion, y
digna de alabanza, pues huyò valiente la ocasion arriesgada
de su ruìna: en esto consiguiò dár principio â la mayor
victoria; pero como no se há dispuesto advertido para logràr el todo de la Empressa, hà dexado la accion
imperfecta, por lo que se halla muy lejos de conseguir su
tranquilidad. Como sin experiencia se engañò en el todo,
quando discurrió, que con sola la fuga lograría el remedio
para su amorosa dolencia: no Señor mio, no basta esta
diligencia sola, es necessario para arrojár de la memoria
aquella tyrana passion, que le tiene esclavo el
entendimiento: de lo contrario es hacer que cobre fuerzas el
dolòr, y se aviven mas crueles los pesares. El que huye de
una desdicha que le amenaza, no conseguirà el descanso,
mientras no procure apartár de su corazon aquellos temores: en todas partes donde se refugie cobrará
alientos su pena, porque abrigando en el pecho la causa de
su inquietud, mientras ésta no se abandòne, no dexará de
experiementàr los dolorosos efectos de su tyranía. Nada
importa apartàr el cuerpo de la ocasion de los precipicios,
si el alma continuamente està entregada â su memoria: de
esta manera siendo esclavo infelíz el corazon de la voluntad
viciada, por mas que huya, llevarà consigo arrastrando la
cadena, que le aprissiona, y en la mas remota ausenica
sentirá el veneno de tan arriesgada herida.
No tiene duda, que el remedio de esta dolencia hà de
principiar con la juìciosa consideracion de los riesgos, con
la ossadìa derterminada, y el conocimiento desapassionado de
lo que vale la libertad, despues de haverla expuesto â
perderse indignamente. Pero huír sin mas prevencion, y
custodiàr en el pecho, ayudado de la memoria la causa de su
accidente, es lo mismo q [sic] corrèr huyendo del fuego,
llevando consigo el motivo de sus rigores, pues
aunque mas se precipite en la fuga, mas aumenta con el
movimiẽto lo que le abrasa. Es la memoria como un Jardin,
que dà las flores, segun la calidad de las semillas, q [sic]
se hán sembrado: ¿si Vm. inadvertido en lugar de cultivar
las azuzenas olorosas de la virtud, y buen obràr; aumenta
las espinas de su desarreglada passion, y los abrojos de sus
desordenes, aunque huya, si arrastra consigo estos indignos
frutos, còmo no quiere que le punzen, y martirizen? Arranque
de una véz con el prudente instrumento de una determinacion
generosa tan inutiles, y perniciosas rayces, que se hallan
arraygadas en su corazon, favorecidas de la memoria
engañada, y verà con quanta facilidad cobra su
sossiego, y nacen á el punto las olorosas fiores de la
quietud, que con sus fragrancias recreantes el ánimo mas
afligido. Supongo q [sic] Vm. en su pretension amorosa
alentaba sus deseos con una honesta, y decente intencion:
que se engañó con la exterioridad de aquellas Señoras,
discurriendo, que sus operaciones, y conducta
corresponderían á sus buenas palabras y que tanto quanto fuè
esta confianza, tanto debe ser ahora el sentimiento: pero no
le concede de buena gana, que le conserve con empeño, quando
con la ausencia se hà determinado â olvidarle. La misma
causa de su tristeza es el mejor remedio para desecharla:
Vm. ciego, y burlado de su fingido procedèr se atrevio â
desearla por Compañera: no lo estraño, que ni sera el
ultimo, ni há sido el primero, que tal le suceda; pero há
sido de los mas dichosos. ¿Quien será el que estando para
comprár por un precio excesivo (ninguno iguala â la
libertad) una alhaja, se quexa porque antes de entregàr el
dinero, llega â conocer, que no es de aquel
valór, que le supusieron, y halla un defecto, que le pone â
seguro de no arriesgár sus interesses, y su gusto? Ninguno
se dará por sentido: antes celebrará la suerte, pues logró
en tiempo assegurarse de su intrinseco valòr, para no
aventurarse, y tener despues de que arrepentirse en la
compra mal hecha, y en el oro tan mal empleado. Assi con
aquel engaño abriò los ojos, cobró aliento para la fuga, y
hoy se vé libre del riesgo que le amenazaba en la honra, y
en la vida. Esta consideracion sola havia de ser el mas
fuerte motivo, para abandonár sus sentimientos, y mientras
esto no execute, ni vivirá sosegado, ni le servirá la
ausencia de mas, que de añadir eslabones â la cadena, que
arrastra. Para conseguir el util efecto de esta reflexion,
no há de mirár lo que el gusto de presente pierde, se há de
llevár la vista del juício â lo que el honor se aventuraba
con esta alianza, para que contrapesando tan crecida
ganancia, con tan corta perdida, cobre alientos el espiritu
oprimido, y consiga dichoso el fruto de tan discreta fuga: para esto es preciso poner â la razón los
ante-ojos del conocimiento, para que distinga aquellos
infaustos lejos, que se huvieran acercado, si la casualdidad
de un desengaño â tiempo, no quitara la mascara á la maldad,
que es este el mejor modo de saber conducirse en los acasos
contingentes de la vida:
Y assi, ¿pues Vm. há sido tan felìz, que supo vencér
su engañada inclinacion, que es lo màs, por qué no vence lo
menos, que es el olvidár la causa de su ausencia? Dirá Vm.
que es un empeño dificil, y que tiene hondas rayces en su
afecto, de tal forma, que apenas puede vivir un instante sin
etregarse â esta memoria. Vm. es un Hombre cobarde, y de
poco espiritu, pues se dexa vencer de una
imaginacion tan contraria â su quietud. Socrates~i decía:
que en la Campaña se debe anteponer en la estimacion el
azero à el oro para defenderse: pero en la vida privada, en
una vida atenta a su sossiego, y quietud, en esta se han de
amar la erudicion, y el estudio con desprecio de las
riquezas. Y esta que parece digression inutil, es la que le
ofrece el más eficáz remedio de sus penas en los libros,
Amigos los mas fieles del Hombre, que nunca le lisonjean, y
siempre le dicen las verdades: estudie, y lea, que aunque no
sea discipulo de alguna facultad, no dexará de encontràr
libros que le diviertan, y desengañen, La Philosophía Moral,
de q [sic] tantos buenos libros hay en nuestro Idioma, le
dará prudentes avisos para saber governarse: la Historia le
ofrecerá, entre las delicias agradables de sus noticias, una
serie amenissima de exemplars, donde con los escarmientos
agenos aprenderà â huìr de los peligros proprios: huya de la
ociosidad como fomento de todos los desordenes, pues no
importa nada haver sabido huìr del peligro, si se expone â
sus efectos cõ la misma inaccion: huya
igualmente de todos quantos ociosos tiene el Mundo, pues
estos en lugar de doctrinarle, y advertirle lo que debe
hacer, le precipitiràn con ignorancias â las mayores
necedades: la ausencia nada puede por si sola, si no està
acompañada de exercicioes y honestas ocupaciones, que puedan
arrojar del pecho el dominio tyrano de una cruel
imaginacion, porque los ànimos discretamente ocupados,
siempre se miran lejos de las preten siones [sic] violentas
de los desordenes: por el contrario la ociosidad es la
tablilla que està llamando â todos los vicios, para que
venagn â vivir en aquel Corazon desocupado de utiles
recreaciones:
Este es el modo maestro de aprovecharse de la
fuga, desterràr con valór del ànimo las molestas reliquias
de las passiones, lo que se consigue sin mucha dificultad,
entregandose á los exercicios honestos, que ocupen, y
entregan el cuerpo: â la leccion, y trato con los libros,
para divertir el entendimiento, y empleàr la memoria en
assumptos utiles, y provechosos: huyendo con empeño de la
Ignorante ociosidad: de este modo serà discreta la fuga:
pero si quando se aleja el cuerpo de lo q [sic] le molesta,
lleva consigo el veneno, que le infecciona, poco importará
que surque los Mares, corra las Provincias, si ván haciendo
escolta â su dolór la memoria engañada, y el corazõ oprimido
con las especies de la causa que huye: esto es mas volvér â
el precipicio, que abandonarle, pues todas las veces que con
el recuerdo aumente sus quexas, otras tantas volverà à
perecér en el peligro de que procuró apartarse: y se hará
tantas veces esclavo de sus passiones, quantas con sus
imprudentes suspiros renueve la indigna causa de su dolór,
añadiendo con este necio proceder mas fuertes
eslavones á la dura cadena de su esclavitud. De ésta huirá
Vm. si procura poner en práctica los avisos, que hà podido
darle mi ignorancia: Dios guarde â Vm. muchos años. La
Pensadora~i.
Livello 3
Citazione/Motto
Oyga Vm. â Ovidio~i lo que
dice: Utile propositum est sœvas
extinguere flammas,
Nec servum vitiis pectus habere suum, El proposito mejor, que te aparte de lo que amas,
Es olvidar con valór,
Pues con apagàr las llamas,
De Esclavo seràs Señor.
Nec servum vitiis pectus habere suum, El proposito mejor, que te aparte de lo que amas,
Es olvidar con valór,
Pues con apagàr las llamas,
De Esclavo seràs Señor.
Livello 3
Citazione/Motto
Terencio~i, le dice â
V.m. lo mismo por estas palabras: Istud est sapere,
non quod ante pedes modo est videre, sed etiam illa,
quœ future sunt prospicere. La ciencia no está en
mirár, sin llegár à discurrir,
pues consiste el acertár,
en divisar para huír,
lo que se há de ocasionár.
pues consiste el acertár,
en divisar para huír,
lo que se há de ocasionár.
Livello 3
Citazione/Motto
no es mio el concepto,
Ovidio~i, le dixo antes. Quœriut Ægisthus quare sit
factus Adulter:
In promptu causa est, desidiosus erat. ¿ Preguntas por què Egisto descuydado, sin temor, y sin ley inadvertido,
en el vicio se vè precipitado,
con el horror se mira divertido? ¿Por què â el falso deleyte està entregado, ageno de razòn, y de sentido?
El motivo està claro, no es dudoso,
se alimenta del riesgo, vive ocioso.
In promptu causa est, desidiosus erat. ¿ Preguntas por què Egisto descuydado, sin temor, y sin ley inadvertido,
en el vicio se vè precipitado,
con el horror se mira divertido? ¿Por què â el falso deleyte està entregado, ageno de razòn, y de sentido?
El motivo està claro, no es dudoso,
se alimenta del riesgo, vive ocioso.
Citazione/Motto
Evasti? Credo
metues, doctus que cavebis:
Quœres? Quando iterum paveas, iterum que perire
Possis. O toties servus! Quæ bellua ruptis
Cum semel effugit, reddit se prava Catenis?
pues no podrá afirmàr, que docto ha huido
El que guarda en el pecho infiel cuydado: Vuela tu pensamiento enamorado â buscar como bien lo que es fingido,
pues â tanto dolòr destituido,
te miras otra vèz aprissionado: ¡O Esclavo â tu passion, necio, ignorante, que bien hallado siempre con la pena
â quien causa tu mal sigues constante! ¿Què Fiera, de razòn, y juìcio agena, si la rota Cadena huyò arrogante,
volverà â sugetarse â la Cadena?
Quœres? Quando iterum paveas, iterum que perire
Possis. O toties servus! Quæ bellua ruptis
Cum semel effugit, reddit se prava Catenis?
Horat. lib. 2. Sat. 7.
SONETO. Si del riesgo salistes arrojado, creo le olvidaràs siempre advertido;pues no podrá afirmàr, que docto ha huido
El que guarda en el pecho infiel cuydado: Vuela tu pensamiento enamorado â buscar como bien lo que es fingido,
pues â tanto dolòr destituido,
te miras otra vèz aprissionado: ¡O Esclavo â tu passion, necio, ignorante, que bien hallado siempre con la pena
â quien causa tu mal sigues constante! ¿Què Fiera, de razòn, y juìcio agena, si la rota Cadena huyò arrogante,
volverà â sugetarse â la Cadena?