La Pensadora Gaditana: Pensamiento XXXIX
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Level 1
Pensamiento XXXIX
Se hallarà todos los Jueves en la Librerìa de D. Salvador Sanchez Ossorio, frente del Corrèo: Y de D. Manuél Ferrera, frente del Populo.
Cadiz, y Marzo 31. de 1764
Imprimasse. Dr.
Cavallero.
Cadiz, y Abril 1. de 1764.
Doy Licencia para que
se imprima. Villaformada.
Level 2
Level 3
Metatextuality
La precission de responder â
una Dama, que me noticia la muerte de su Esposo, y lo
inconsolable que se halla con tan desgraciado sucesso,
me dà motivo para que no escassée â el Pùblico mi
respuesta, por dirigirse contra un abusso, digno de la
mayòr reforma. Espero la recibirán mis Lectores con el
mismo afecto, que hán acogido mis antecedentes
producciones, por ùltima de este Tomo: que para el
siguiente les ofrezco adornàr mis tales quales
reflexiones con algunas circunstancias agradables, para
que no les cause nausea su lectura.
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Letter/Letter to the editor
Carta.
Level 5
Metatextuality
Muy Señora mia: La
noticia infausta, que me comunica de la muerte de
su Esposo, y juntamente lo grande que me pinta su
sentimiento, haciendole passár, aùn mucho màs de
lo que permite una resignaciõ Christiana, dà
motivo, para que me tome la licencia de
consolarla, poniendola delante lo errada, que
camína, haciendo alarde de un pesar tan excesivo,
ponderandole hasta el disparate de que piensa
perdér la vida, anegada en su llanto, no dexando
èste, hasta conseguirlo, por no sobrevivir â una
desgracia tan inesperada. Ciertamente que si no
conociera sus talentos, y Christiana
educacion antes de ahora, que estas ultimas
razones de su Carta me hicieran dudàr, si eran
dictadas de una Señora nacida, y criada dentro del
rebaño de Christo; ô de una de aquellas
ignorantes, Porcias, y Lucrecias, que tanto
celebrò la Gentilidad, y aún hoy no dudan algunos
de alabarlas por Heroynas, quando aquellos ultimos
esfuerzos de su desesperacion, solo fueron hijos
de un temòr desordenado, que ofuscando la razón,
las induxo en el ultimo delirio. Vm. Señora mia,
se precipita sin reflexion â un disparate, que la
lleva infelizmente â la mayòr locura:
ésta nace, de que no hace distincion entre las
cosas proprias, y agenas: y como las equivoca
inadvertida, se originan sus desproporcionados
sentimientos, y el llevàr sus quexas fuera de lo
justo. Sepa Vm. si acaso antes no hà tenido
noticia, que aquellas cosas son proprias nuestras,
que dependen de nosotros mismos, como las
inclinaciones, los deseos, y la virtud,
&c. las agenas son las que no dependen de
nuestra voluntad, y se nos proporciona su
possession de causa estraña, como las Riquezas, el
Cuerpo, y todo aquello que há de venir â nosotros
de otra mano. De la pèrdida de las primeras, como
que son hijas proprias de las
operaciones de nuestro espiritu, se hà de causár
en nosotros un sentimiento grande, porque su falta
viene de nuestro descuydo: pero se hà de advertir
que esta pena há de sér muy racional,
proporcionando los suspiros â el dolòr, que debe
dexár en el alma la fealdad de una accion mala,
para de esta manera procurár libertarse de el
defecto. Pero de las cosas agenas, en que se
incluyen los Maridos, los Padres, los Hermanos,
&c. cuya possession nos hà franqueado por
limitado tiempo, su pèrdida se hà de sentir, no lo
niego; pero se hà de procuràr, que el dolòr sea
quanto menos se pueda, porque de lo contrario, es querèr suponèr propriedad en
lo que es impossible, que nadie la tenga. Esta
doctrina, que casi todos los Philosophos antiguos
nos dexaron en sus escritos, se hà hecho tan rara
entre los Christianos, aún alumbrados con la luz
del Evangelio, que parece, que de proposito se hán
empeñado en olvidarla, quando tan entregados se
miran â los indiscretos llantos, portandose en
esto muy contrarios â las maximas de la razòn, y
de nuestra Ley. Vm. hà tenido el pesar (que
confiesso que lo es) de havér perdido â su Marido
en lo mejor de su edád, quedando por esta
desgracia triste, sola, y sin consuelo: pero pregunto ¿quando se casò con èl, le
juzgò mortal, ô immortàl? Clara està la respuesta:
dirà Vm. que bien sabía que se havia de morír,
pero que no imaginaba, que fuesse tan presto.
¡Valgame Dios, Señora, y quantas la acompañan en
semejante desatino! ¿No discurría que fuesse tan
presto? ¿Pues en qué fundaba essa confianza? ¿El
que hà firmado un vale â la voluntad del acreedór,
se estraña quando viene â executarle por su
importe, sea tarde, ô temprano? No Señora: antes
por el contrario, como ignora el dia, vive
prevenido de antemano, y se halla prompto para
quando llega el tiempo de la satisfaccion. ¿No es â todos notorio, que la vida
nos la presta el Authór de ella por el tiempo de
su voluntad, sin que anteceda ningun mèrito de
nuestra parte? Assi es: luego debèmos esperár su
termino todos los dias, agradeciendo todo quanto
nos la dispense, sin entristecernos, porque nos
cobre, quando menos esperbamos. Me consta que su
defunto Esposo tenía prendas dignas del mayor
aprecio, y que por tanto, su falta debe ser
sentida con prudencia: ¿pero digame, Señora Viuda
afligida, no fué dadiba del Todo Poderoso esta
felicidad, que há posseìdo, pues sin merecerla, la
prestò liberal? Es cierto: pues fuè
su voluntad, que solo por este tiempo la
disfrutasse, porque como Dueño no tubo por
conveniente darsela mas, ¿â què vienen los
sentimientos, los llantos, y suspiros
inconsiderados? Parece, que es tacitamente arguìr
contra las altas disposiciones, ô no assentir â
sus justificados decretos. Señora mia, Vm. llore,
y suspire con tanto afán; pero no piense, que en
esto hace lo que debe: porque no son las lagrimas,
y el injusto deseo de la muerte lo que manifiestan
un verdadero sentimiento: antes denotan un ànimo
apocado, servil, ê inferior â todos los acasos de
la suerte. Para que vèa como se hà de portár en su
desgracia, harè los discursos mas
comunes, porque las particulares reconvenciones
muchas veces lastiman, y no convencen los
entendimientos preocupados. La verdadera, y
discreta grandeza de un corazon christianamente
generoso consiste en amar solo lo virtuoso, y en
vivir tan dueño de sì mismo, que se considere
sobre todos los infortunios de la suerte: de modo,
que tanto se dexe llevàr de lo honesto, y la
virtud, que anteponga â esta felìz possession
todos sus deseos: y tan sufrido se hà de presentàr
â las desgracias, que en nada desdiga su
constancia de la dignidad de un racional
entendido. Todo consiste en mirár las
cosas como las son en sì, sin ponerse â
registràrlas con los anteojos de las passiones. Se
entristecen los Hombres, quando pierden la
hacienda por una desgracia, quando se les muere
algun Pariente muy cercano, algun Amigo, ô se vén
enfermos: y no les causa la menor pena el perdèr
la Fama por su errada conducta, la Salud por sus
desordenes, ô la Inociencia del corazon por la vil
practica de lo inhonesto. ¡Què errados que son
nuestros juìcios! ¡Despues de tantas experiencias,
tantas recomendaciones, y tantas plumas como se
hán fatigado en regulàr nuestras operaciones;
cerrando â todo los ojos del
entendimiento nos dexàmos llevàr de nuestras
aprehensiones por la torcida senda del engaño!
Sientan todos, y mueranse de dolòr, quando pierden
por su causa una de aquellas hermosas alhajas, que
adornan, y agracian â nuestro espiritu: lloren, y
se lamenten porque ignorantes se desposeyeron de
tanto bien: que razòn tendrá su descuido para este
llanto: pero manifestarse inconsolable por la
muerte de la Mugèr, la arriesgada enfermedad del
Hermano, ô Amigo, ô la pèrdida de la hacienda,
publicando sus sentimientos, es la debilidad del
ànimo, y es no sugetarse voluntarios â las sabias
posiciones Divinas, ô manifestár
mucha cortedad de entẽdimiento. Aquellos corazones
oprimidos del peso de las desgracias, que todo su
esfuerzo le dirigen â el llanto, sin querér
encontràr con el consuelo, por un triste efecto de
su cobardía, son unos ànimos entregados en el
afecto à el descanso, â los placeres, y regalos, y
que para nada tienen aliento mas, que para lo
delectable, y gustoso: estos en sus mismas
lagrimas están demonstrando, que nada apetecen mas
que su comodidad, y sosiego; y ciegamente ocupados
por sus deliciosos deseos, les hiere sensiblemente
la menór desazòn, ô el mas leve infortunio. Son estos como los Cavallos por domàr,
que acostumbrados â la libertàd; y agenos del
trabajo, apenas les toca suavemente la mano del
que procura adiestrarle quando como si les cayesse
encima todo un monte, se sienten y explican en
inquietudes sus temores: â estos espantadizos, y
poco sufridos se les desprecia por arriesgados, y
de mala casta: pero aquellos de ànimo generoso,
que aunque les oprima la espalda el mas pesado
Ginete, hacen gala de su servidumbre, y llevan el
trabajo con alegria, â estos se le dá el nombre de
Castizos, y se les estima en gràn manera. Se halla
nuestro corazon sugeto â el combate
de todas las passiones, y es la oficina en que se
labran las armas, que le dán la muerte: por tanto
es preciso acostumbrarle siempre â vencerse, y à
tenér dominio sobre todos los sentimientos del
ànimo: esto se consigue ensayandole â sufrir los
pequeños infortunios, para que se halle en los
grandes, con esta repeticion de actos generosos,
capàz de no sentirlos, y de conducirse con su peso
con semblante sereno, y tranquilo. Salga de entre
los errores de la Gentilidad de famoso, y nunca
bastantemente alabado Epicteto: este Heroë de si
mismo, que supo hacer llegàr su vencimiento (al
parecer) aùn mucho mas allà de lo
possible, hallandose esclavo, pobre, enfermo, y
coxo, no contenta la generosidad de su espiritu,
alumbrado solo con las luces del entendimiento,
con tan grandes infortunios, que el menòr de ellos
era bastante, para dàr que hacèr â el mas
alentado: por un laudable efecto de su paciencia
heroyca, pedìa, segun su errada creencia, â cada
instante otros trabajos â el Cielo, rogandole que
lloviessen sobre su triste persona màs
calamidades. Este exemplo, regulando con las
maximas Christianas, es el mas vivo retrato de un
ànimo resignado. Pudiera traèr, para prueba de mi
intento, otros dechados, mas dignos
de la imitacion, en tantos Varones fervorosos de
nuestra Religion: pero fuera poner de parte de mis
discursos unas armas, que los hicieran
inexpunables: y mi ànimo es solo convencèr el
entendimiento sin otro auxilio, que sus naturales
fuerzas, para que los flacos se alienten, viendo
que para esta grande obra no se necessita de
alientos sobre-naturales, pues con solo una
consideracion racional se consigue facilmente el
fin de este deseo. ¿Quantos Hombres de ingenio, y
nobleza se vèn hoy en la mas infelìz miseria,
porque â los primeros golpes de la pobreza, amilanaron tan vilmente su ànimo, que no
les quedó valór, para resistir sus incomodidades?
Muchos se divisan confundidos entre la multitud de
la infima plebe: y estos huvieran sin dificultad
sacudido de sus hombros tan pesado yugo, si dueños
de si mismos acertàran â hacèr frente â las
desgracias con el corazon virtuosamente alentado.
El Hombre Sabio, el Hombre que vive en este Mundo
como passagero, sin tomár de asiento sus
accidentales favores, y desventures, èste se debe
conducir con igual ànimo, tanto en las
adversidades, como en las glorias. Es cosa
lastimosa, que nuestra alma criada para tan
elevados fines, y que debe mostrarse
superior â todo lo sub-lunar, tenga cifrado su
sosiego, y descanso en los disparates de la que
llaman Fortuna, ô en la incertidumbre de la salud:
no Señores mios, no ha de ser esta manera: la
primera victoria que ha de emprendèr un ànimo
desengañado, ha de ser la de sus mas intimos
sentimientos, procurando que en las mayores
angustias publique el semblante las arrogancias de
el espiritu, consiguiendo en este esfuerzo, casi
anonadàr los infortunios: pues en tanto son
nuestros trabajos insoportables, en quanto con
nuestra aprehension nos ponèmos de parte de sus
rigores. Diràn muchos, que se
discurre bien desde seguro, y fuera de las tristes
escenas de los llantos que dista mucho lo que
aconseja como factible, de la pràctica en las
ocasiones, que se ofrecen de pesar: que es
pretendèr una locura, querèr que los Hombres se
muestren insensibles â las desgracias, quando es
tan natural el sentimiento. Si esto intentàra,
sería un disparate: lo que culpo, y condeno como
indigno, no es aquel sentimiento discreto, que se
forma de los males, regulandole siempre con lo
justo, para que no exceda su linea, y passe â ser
impaciencia, ô desesperacion: no es este, porque
assi es precisso, y honesto; y de lo
contrario serìa no tenèr discurso, ni facultades
racionales: pongo por objetos de mi reprehension
aquellas aflicciones ponderadas, aquellos
mugeriles desmayos de espiritu, y aquel negarse de
proposito â los consuelos de la razòn, y los
Amigos: dexandose llevár tan neciamente del pesar,
que parece hacen vanidad del sentimiento: esto es
lo que rebato, y esto es lo que caracteriza, â los
Hombres de apocados, cobardes, ê inutiles:
dexandoles en el grado de que se les mire con
lastima, y no con compassion: pues en lugàr de
entristecerse de sus penas, quando tanto se
sujetan â sus insultos, causan lastima, por
considerarles tan lejos de parecer
Hombres de juício. El interés de nuestra Salud nos
aconseja, que exercitèmos el cuerpo en los
trabajos, para mantenerle robusto, y que pueda
resistir los infortunios, y las enfermedades, No
falta quien diga, que el cuerpo de estudio
particular há de ser tratado como el hierro: èste
si se usa, y exercita, es verdad que se gasta, màs
con algun lògro: pero si se le dexa sin uso, el
hollìn, y el moho le consumen inutilmente. Assi es
el cuerpo, aunque los trabajos exercitandole le
consuman, es con el lògro de algun bien, que es la
Salud (basta èste por ahora) pero si se le dexa
sin uso, y solo entragado â el
regalo, y deleytes, en este caso la desidia, la
ignorancia, y torpeza le destruyen mas, que todos
los trabajos, y esta es la causa, porque se deben
procuràr con cuydado para nuestra conservacion.
Adviertan aquí los quexosos de la suerte, y
aquellos que tanto sienten sus pesares, como
antes, bien considerado, tienen que agradecer, que
no lloràr sus miserias, pues éstas les ofrecen lo
que debian apetecér, que es exercitarlos para
q[ue] se aparten del vicio, y se hagan fuertes â
las enfermedades. Muchos se están viendo, que en
sus prosperidades, y abundancias apenas lograban
un dia de perfecta robustèz, todo efecto de su delicada vida: y ahora que se
hallan pobres de bienes, se miran ricos de Salud,
y libres de los accidentes que los oprimían. Y
estos se quexaràn, y levantaràn el grito contra su
suerte, ponderandola como la mas cruèl; quando la
podìan colmár de alegres epitetos, llamandola
discreta, compasiva, y piadosa, pues con quitarles
los bienes fingidos, le hà dado el unico bien, si
le hay en este Mundo, que es la Salud. Quexense,
pero sepan que sus mismos lamentos manifiestan un
ànimo estragado, y ruinmente afecto â las
delicias, siempre contrarias â todo buen juício:
quexense, para que en su injusto llanto alimenten
un Verdugo, que castigue su
indiscrecion, y vileza. Es assumpto digno de la
risa el vér á muchos de estos que refiero,
anhelando por governàr todo el Mundo, y la corta
republica de su interior no aciertan â regularla
con la razón: el menor contrario acaso, la mas
leve inquietud descompone si juìcio, y los
precipita en un mar de sentimientos, quedando
arruìnada la fingida estatua de su sobervia â el
pequeño golpe de una piedrezuela infausta. El
Hombre que nació para señor de todo lo criado, su
principal dominio le tiene en sì propio, y mal
podrá arreglár lo que immediatamente no depende de
su voluntad, quando tan ignorante se
muestra, para corregir lo que se halla sujeto â su
querér. No hay que arguirme con impossibles, que
quando la Razón es señora absoluta de nuestro
entendimiento, no permitiendo, que usurpen su
mando las vanos aprehensiones, y las siniestras
inteligencias, en este caso no solo es possible,
sino muy facil, pues sabe superár los mayores
infortunios, apartando los inconsiderados
sentimientos con el laudable uso de la constancia.
El famoso Socrates para acostumbrár su ánimo â la
constancia, le exercitaba haciendole sufrir los
pesares domesticos, aunque fuessen enfadosos.
Toleraba con admirable valór las imprudencias de
su Muger Xantipe, pues ésta no se cansaba de
molestarle de dia, y de noche. (Quantas Xantipes
leerán este Pensamiento.) Admirado Alcibiades,
Amigo suyo, de tanto sufrimiento, le preguntó,
¿por qué razón no arrojaba de Casa una Muger tan
mala? A lo que respondió el Philosopho,
manifestando la constancia de su entendimiento:
Que quando sufria tales pesadumbres,
se acostumbraba, y exercitaba para toleràr mas
facilmente las injurias, y trabajos de la suerte
fuera de Casa . . . . . Para mayor prueba de este
animo desengañado, y superior â todos los
sentimientos naturales; y para que se véa su
constancia en las desgracias, que no es pequeña
una Muger imprudente por compañera: un dia que su
Muger Xantipe llena de enojo, y colera, havia con
su acostumbrado genio alborotado el barrio,
llenãdola de imprudentes voces, se ausentaba de
Casa el discreto Socrates, poniendo tierra
enmedio, que es el unico arbitrio de curár estas
atrevidas dolencias: pero la enfurecida Muger,
deseosa de vengarse de tanto silencio, â el tiempo
de salir â la calle arrojò sobre su Marido una
basija de agua no muy limpia: pero èl con el
rostro sereno, venciendo con su constancia tanta
injuria, dixo â sus Amigos con risa: ¿No os decia
yo bien, que tanto tronâr de Xantipe, havia de
paràr en agua? Disfrazando con un donayre el
natural sentimiento â que no se podia negar: y
enseñando â el Mundo, que el Hombre es dueño absoluto de sus sentimientos, que solo
cobran libertad, quando se descuyda en sujetarlos.
Tanta victoria consiguió Socrates por dexarse
governár de la razòn, y esta es la que debe
regulár nuestros sentimientos, para que no nos
arrojen â lo indigno. En toda classe de pesares
tiene dominio ésta Emperatríz de nuestro interior,
ninguno se exime de su govierno, si nosotros
mismos querémos ayudarla. En las muertes de los
Maridos, de los Hijos, y de las Mugeres: en las
enfermedades peligrosas, en las mudanzas de
fortuna, y en todo quanto puede alterár el sosiego
de nuestro ànimo, en todo manda: pero há de ser
con nuestra licencia: para conseguirlo la debèmos
ensayár en las cosas pequeñas, y de este modo
cobrarà aliento para las grandes. Por ella se hán
de regulár todas nuestras determinaciones, y â
ella se hà de acudir para que nos ayude con sus
consejos: de esta manera serémos superiores â la
suerte, y resignando nuestra voluntad con la
Suprema, vivirémos esperando sin temór los infortunios, y sufriendo valerosamente
los sucedidos, como â Crysoles donde se purifica
el oro de la constancia. Esta deseo vèr en Vm.
restablecida, para que se alivie de sus
sentimientos. Dios guarde á Vm. &c.
Servidora de Vm.
La Pensadora B. C.
La Pensadora B. C.
Citation/Motto
Ratione duce per
totam vitam eundum est: Minima, maximaque ex hujus
consilio gerenda sunt.
aumenta del dolòr lo enfurecido,
añadiendo â un cuydado otro cuydado: El que necio, ignorante, y preocupado no es mayor que la suerte inadvertido,
llore su entendimiento yà perdido,
y como â esclavo vil aprissionado: Si â el laudable sufrir permite exceda de la aprehension la fuerza fementida,
que le oprima cruèl juìcioso veda: Ya sea leve la pena, ô sea crecida, guiando la razòn, es facil pueda
vencerla con valòr toda la vida.
Senec. 2. Benef. c. 18.
SONETO. El Corazon que triste, y humillado â el pesár se sugeta envilecido,aumenta del dolòr lo enfurecido,
añadiendo â un cuydado otro cuydado: El que necio, ignorante, y preocupado no es mayor que la suerte inadvertido,
llore su entendimiento yà perdido,
y como â esclavo vil aprissionado: Si â el laudable sufrir permite exceda de la aprehension la fuerza fementida,
que le oprima cruèl juìcioso veda: Ya sea leve la pena, ô sea crecida, guiando la razòn, es facil pueda
vencerla con valòr toda la vida.