Pensamiento XXXV
Se hallarà todos los Jueves en la Librerìa de D. Salvador Sanchez Ossorio, frente del Corrèo: Y
de D. Manuél Ferrera, frente del Populo.
Cadiz, y Marzo 6. de 1764.
Imprimasse. Dr. Cavallero
Cadiz, y Marzo 6. de 1764.
Doy Licencia para que se
imprima. Villaformada.
Alguna vèz havia de llegàr el dia, en que se diesse fin â
los contentos, que con tàn porfiada solicitud se hàn procurado.
¡Bellamente se há divertido Vm. Señor Público! Qué gusto era verle
corrér por essas Calles, indagando noticias de Saraos, para passár las
noches, como si la preciosidad del tiempo necesitàra de espuelas para
huírse. Yá está todo acabado, gracias á Dios: yà el Carnabal, y sus
diversiones desaparecieron: yá passò este tiempo, que enemigo de la
seriedad mas racional, es incentivo para q[ue] hasta la misma
circunspeccion no se desdeñe de adornarse de sonajas, y càscabeles, para hacer el ridiculo metamophosis, que tanto la vulnéra.
No lo estraña, que yo tambien (aunque Pensadora) hè violentado mi genio,
y por darles gusto, hé disfrazado en Arlenquines algunos de mis
discursillos, para que hagan el papèl del Bobo entre la seriedad de mis
reflexiones. Con ellos se hán reìdo Vms. bastantemente, y yo hè tenido
que lloràr, viendo lo estragado de su gusto, pues pocos apetecen las
verdades desnudas, ô con aquel magestuoso ropage de su dignidad: y solo
las aplauden, quando vestidas con la máscara de la ironía, el chiste, ô
la satyra disimulan tres, ô quatro maximas utiles, mezcladas con treinta
frioleras, que no sirven mas, que para passàr el tiempo
inutilmente. Esto es lo me alaban, y esto es lo que me celèbran. ¡O
desgracia de nuestras erradas aprehensiones, que siempre se miran bien
halladas entre las burlas; y violentas con lo util, provechoso, y
racional! Habla la Pensadora muy arrugada de frente, y muy â lo
Philosopha en un assumpto serio, y luego torciendo la cabeza, desmaya el
ánimo de los Lectores, y les causa nausea el Pensamiento. ¿Y qual es la
causa? Porque dice las verdades, y pocos intentan gastár el tiempo con
esta Hermosa Dama: pero con las burlas, los chistes, y las diversiones
pocos se niegan, todos las apetecen, y en ellas ponen su
mayor desvelo. ¡Rara preocupacion, apetecer con ansia aquello mismo de
que más havian de huìr! Es casi defecto úniversal de todos la costumbre
de alimentár en su pensamiento deseos, que las mas veces son fomento â
las mayores inquietudes: pocos son los que regulan con la vara de la
prudencia los objetos que ponen por blanco de sus idéas. Antes por el
contrario en todas classes no se mira otra cosa, que empressas
desproporcionadas â el tamaño de quien las solicìta. La pluma
insensiblemente há manifestado el assumpto del dia, pondrá el discurso
de su parte quanto pueda, para conseguir su desempeño: no sea que en lo mismo que intento rebar, sea mi pensamiento el
primero que se mire comprehendido.
Si los intentos de todos se
proporcionassen con la possibilidad de sus fuerzas en todas lineas, ni
lloràran muchos entre las obscuras sombras de una escasèz vergonzosa, ni
otros elevados sin mèritos â la altura se vieran el objeto de la risa, y
menosprecio. Es el ansia de adelantarse, y crecér en riquezas,
sabiduría, y honores tan natural â todos, que parece dàr alas esta
reflexion â el pensamiento, para que se arroje â conseguir quanto se le
proponga: assi se nos presenta, mirada la reflexion con los ojos del
amor proprio; pero registrada con el en-tendimiento libre
de las sombras de la passion, se vé que no es tàn natural, que sirva de
general regla para arriesgarse â Empressas temerarias, que en su misma
pretension amenazan con temibles riesgos, respecto â los Sugetos, que â
ellas dirigen sus idèas. En todas las cosas se requiere una precissa
medida que ordene las alturas â que debe procuràr ascendèr el deseo. Hay
deseos Aguilas, que gloriosos en sus mismas, al parecer, temeridades
saltàran â su obligacion, si nò procurássen registrár desde cerca â el
Sol todo el vasto Occeano de sus luces: lo que para muchos fuera
inconsiderada solicitud, y peligroso empeño, es en estos laudables incentivos, que unidos con la naturaleza de sus mèritos,
consiguen en sus gigantes intentos, hacerse admiràr por dignos de tanta
altura. Otros hay que con principios, facultades rateras, no pueden
hacer elevàr sus esfuerzos dos dedos de la superficie: y si alguna vèz
considerados logran, por una extravagancia de la suerte, verse montados
por essas nubes, solo consiguen perder el tiempo, y hacer en tan vano
empeño, que se divisen sus cortas facultades, que no se hicieran
reparables, si no pretendieran colocarse en la eminencia, donde la
desproporcion del sitio abulta sus mas ocultos defectos. Es este un
abusso tan digno de reparo, que no solo debe ser rebatido
como tal abusso, sino que se hà de procurár quitarle la màscara, con que
simulado se figura heroyco quando es ridiculo, y digno de risa: y este
es el lastimoso principio de que dimanan tantos Individuos de la
Sociedad perdídos, que si se huvieran regulado con sus facultades, se
halláran hoy essemptos de lo mucho que padecen.
Nada hay que mas inquiete el ánimo de los Hombres, que la consecucion de
un puesto elevado y de honòr, para verse dueños de las veneraciones del
Mundo. ¡Gran pensamiento, digno verdaderamente de un ànimo heroyco! Y es
verdad, porque solo un ànimo grande un ánimo instruido â
proporcion de lo que pretende, un ánimo desnudo de inutiles
perocupaciones, y vestido de magnanidad, prudencia, y valòr debe
alimentár deseos de los altos honores del mando, y de la independencia:
porque â esto les inclinan su ciencia, y sus mèritos; pero hacer alarde
de pensamientos magnificos, quien apenas sabrà encontràr con el acierto
en la obediencia, y que solo porque tubo la locura de pensár altamente
solicite pisar la cumbre de lo sublime, es una arrogancia necia, y es
rigurosamente tener el juício enfermo, ê hydropico de amor proprio.
¿Quantos que en el estado medio vivian con la laudable
opinion de doctos, no llegàran â padecer la nota de ignorantes, si no
huvieran pretendido ocupàr un lugar, que excede la linea de sus mèritos?
Poseian unas regulares facultades de entendimiento, estas empleadas en
negocios de esta classe, llenaban todo el hueco de su obligacion: como
la curiosidad no atendía â mas que â lo que manejaban, y notaba su cabal
desempeño, se entregaba â sus alabanzas, y suponìa aun mayores fondos,
refiriendolos con la ponderacion de q[ue] merecian los mas elevados
cargos. Creyeron los interessados la lisonja incautos, si acaso antes no
havia conseguido esto mismo su amòr proprio, y alen-tados
con los buenos sucessos anteriores, se prometen otros semejantes en los
sucesivos empleos, aunque mayores: pero apenas tocan (mal he dicho, que
ni aùn esto consiguen) apenas sienten el peso de una carga desmesurada â
la resisténcia de sus ombros, quando oprimidos, sin podèr valerse,
gimen, y se lamentan tristes: pero si sucediera siempre assi como lo
pinto, no sería tan malo: lo peor es que disimulando sus fatigas, y
sufriendo los dolores, que les causa su impericia, ni preguntan, ni
confiessan su ignorancia, por no perdèr la opinion que tenian de doctos,
y desvelandose por hallàr el acierto, quantos passos dán para conseguirle, son otros tantos impedimentos que ponen para
lograrle: y multiplicando yerros â cada instante, con lo mismo que
procuran sus alabanzas, abren puertas para que introduciendose la burla
de los que miran, se entretenga riyendo sus inconsiderados esfuerzos:
extendiendose los necios efectos de su ignorancia â todos aquellos que
dependen de sus facultades sin que los repetidos exemplos de su poca
experiencia les abra los ojos para que lleguen â deshacer la pomposa, y
fingida rueda de su presumpcion loca.
Otros hay, que disfrazados con el velo de humildad discreta lo que en
realidad es temòr repre-hensible, hallandose con fondos
suficientes para presentarse â la frente de grandes empressas, sean de
valor ô de ingenio: bien hallados en su inaccion, ni solicitan sus
ascensos, ni discurren jamàs en procuràr que sean utiles â la Patria
aquellos talentos, con que les ha adornado el Cielo. En estos es mas
digno de correccion el delito, porque caminando contra todas las Leyes
de la natural inclinacion â ascendèr, por efecto de una pusilanimidad
mal fundada, se privan de los honores que pudieran conseguir sus
talentos: â sus Familias les usurpan las glorias que disfrutarìan por su
aplicacion, y â la Patria, no solo de que tubiesse ojos, que aumentassen su explendòr, sino tambien de los beneficios que la
pudieran resultar de su trabajo. Los mas de esta especie de gente
cosumen gustosos su tiempo en ser unos Momos ridiculos de quanto se les
presenta â la vista, y satyrizando sin piedad los agenos desvelos, nunca
piensan en poner en practica los suyos, con que regularmente
desempeñáran con lucimiẽto sus obligaciones. Es un dolor, que aflige â
los que miran las cosas con reflexion, el vèr tantos entendimientos
haviles, y alientos mal dirigidos, que ni un solo instante piensan con
seriedad en sus ascensos, y en hacer valer sus prendas. No hay que
cansarse, está la preocupacion radi-cada fuertemente, y
alentada de sutiles, y mal fundados discursos, pues si se les hace cargo
de su descuydo, emplean sus luces en probàr, que consiguen el acierto,
cuando se retiran de las ocasiones de emplearse. ¡O desgracia de
nuestros deseos, que enamorados tenazmente de sus opiniones, hacen pasar
por razòn de estado en la mente, aquellas erradas maximas, que destruyen
lo mas precioso de nuestra vida, consumiendola inutilmente quando debian
ocuparla, no solo en el proprio, sino en el comun interès! Y no me
arguyan con la repetida cantinela de que no premian los meritos, y que
solo son atendidos los indignos: que es-to es precipitarse
en un riesgo, solo por disimulàr una cobardìa. La virtud, y el mèrito,
contra todos los esfuerzos de la embidia, siempre se hacen presentes aún
â los ojos mas cerrados, pocas veces dejan de tener lugar entre los
favores si saben encontrár con el modo de merecèr: està muchas veces la
causa de verse olvidados, en los medios que eligen para su fortuna, o en
una natural desidia, que por desgracia engendra el considerarse
benemeritos. Piensan estos (pero muy mal) que los premios, y los favores
han de corrèr precipitados en busca de los sugetos, que se hallan
capaces de obtenerlos: assi debía ser, si fuera possible; pero se-rìa precisso, que aquella mano de quien dependen los
honores, se acompañasse de un espiritu prophetico, que la señalasse el
lugar, que ocultaba los benemeritos: salgan de entre las obscuridades de
sus recelos: abandonen los impedimentos de sus sophisticas razones, y
manifestando (en ocasiones proporcionadas â su classe) todo el caudal de
su valor, industria, ô ciencia, prueben fortuna, que no dudo conseguirán
verse aplaudidos, quando pongan de su parte la precissa aplicacion â el
trabajo.
En todos estados de personas se mira continuado el abusso, de no
proporcionár segun sus talentos los vuelos de sus idèas. Los unos
sien-do nadie, ô muy medianos se arrojan â dominár el
Olympo, y se despeñan: los otros haviendo recibido de la Naturaleza
facultades suficientes para elevarse, huyendo del afan, y desvelo, y
oprimidos de torcidos argumentos, se eternizan gustosos entre las
humildades de los valles, sin que nunca se acerquen, ni aún por
curiosidad â registràr los pies de su fortuna: la huyen como â un
Enemigo, y solo se deleytan en numeràr las proporciones que desprecian,
quando debian avergonzarse de tan baxos pensamientos. Supongo
discurrirán, que no hablo de aquel desprecio, con que sabe heroycamente
la Virtud de la Humildad bur-larse de los honores del
Mundo, porque este es digno de los mayores elogios , y toca â otras mas
bien cortadas plumas aplaudirle. Hablo si de los que sin aborrecér en el
fondo de su corazon los Honores, las Riquezas, y el Mando, y hallandose
con arbitrios, y capacidad suficiente para obtenerlos, se privan de
ellos, sugeridos de errados discursos: bien sè que estos no son muchos;
pero no dexan de encontrarse, si se buscan con cuydado.
Por esso los que mas daño hacen â el Mundo, son los primeros, que
desvanecidos, y llenos de propria satisfaccion, emprenden cosas que
exceden el peso de sus fuerzas: passan de la linea de sus
possibles, y haciendo inutiles esfuerzos por ser grandes, se quedan
Pigmeos entre sus atrevimientos, pagando en dolorosos desprecios la
ossadía de su inutil empeño. El Soldado que robusto, solo tiene alcanzes
para obedecer, y cumplir exactamente con el peso material de la Campaña,
puesto â la frente de un Regimiento, se hiciera despreciable, no solo de
los Sub-Alternos, sino tambien del mas infelìz Soldado, porque es muy
distinto hacer la Guerra con las manos; ô premeditár primero el èxito de
la Empressa, y luego ponerla en execucion, sujentando â sus idèas las
acciones de tantos co-mo obedecen: por esso estos elevados
pierden lo que humildes conservaban, que era la estimacion de todos.
Otros q[ue] en una medianìa de fortuna, ô en la precission de vivir a
costa del diario sudór de su rostro, se miràran honrados, y queridos,
por esforzarse â adquirir riquezas, que no saben manejàr, se ven
aborrecidos, y se entregan â delitos, que los llevan infelizmente â las
mayores desgracias. Otros porque saben discurrir superficialmente sobre
tal qual puntillo de erudiccion, yá se imaginan Senecas, Cicerones, y
Plutarcos: y arrojandose â empeños, que estàn fuera de los alcances de
su vista, tropiezan â cada passo, y sus caydas son la
diversion de Doctos, ê Ignorantes. Cuydado, Señor Público, no me incluya
entre estos, que por ganár â V.m. la palmeta, antes de salir de mis
manos, me hè probado este Vestido, y no me ha sentado muy mal.
La causa de que se véan tantos inconsiderados, que se arrojen â Empressas
fuera de sus possibles, se halla en la ambicion, y codicia de los
Padres. Es natural que todos deseen, que sus Hijos asciendan pero no es
natural, que el que tiene un Hijo Borrico, le quiera ponèr â tirár de
una Carroza, alternando con los Cavallos mas her-mosos, y
de mejor casta: procurele en su classe de Borrico, que consiga una vida,
la más comoda que pueda: no le trayga â esta Ciudad, donde padecen estos
pobres animales (segun dice cierto refrancillo) el infierno en trabajos
interminables: llevele à Alexandrìa, donde con otros muchos de su
especie, passará la vida corriendo calles, que aunque trabajo, por fin
es trabajo con algun honór, pues muchas veces llevarà sobre sus
costillas los mejores Hombres de la Ciudad. La crianza es la que todo lo
trueca, quando ella và errada: y luego los Padres, en pago de su
descuydo, sufrirán una ve-jèz molesta, sujeta â mil
necesidades, porque â sus Hijos no pusieron en carrera proporcionada,
para que solicitassen con que servirles de alivio. Era Ley establecida
entre los Griegos, que todos los Ancianos fuessen alimentados por los
Hijos: discreto arbitrio para obligàr â los Padres â cuydár de que sus
Hijos no gastassen el tiempo en idèas temerarias, y que solo le
empleassen en hacerle util, regulando los desseos de sus facultades.
Pero me parece que mas discretos procedieron los Athenienses , pues en
sus Leyes mandaban, que solamente fuessen alimentados por los Hijos
aquellos Padres, que adver-tidos se desvelaron en
enseñarles los artes mas necessarios para la vida, y los guiaron por los
caminos mas proporcionados â sus talentos. Estos como esperaban el
castigo de su descuydo, quando se hallassen oprimidos de los años,
ponian todo el mas rigoroso estudio, en que sus Hijos no perdiessen el
tiempo, y que desde luego, segun sus meritos, y alcances se dedicassen a
lo que era competente á la vivacidad de sus entendimientos, â los grados
de su valor, ô â la classe de sus industrias: alejando de esta manera de
la Republica tantos faetones, como â cada instante se miran
precipitarse, por tomàr â su cargo empeños que exceden
notablemente sus fuerzas.
No hay que replicarme; porque si todos vivieran gustosos en aquel estado,
ô genero de vivir que les há tocado en suerte; y no procuràran sin
fundamentos solidos para sus ascensos, sacàr â los Hijos de la esphera
en que nacieron, ni llorarámos tanta lastimosa decadencia, y tan pocos
adelantamientos en los Artes, assi Mequanicos, como Liberales; ni se
miran tantos Idolillos de la vanidad, que â el menor cuydado se
registran los viles principios de que compone si apariencia. Los
admirables progressos que se embidian a otros Payses,
quando se les vè excedernos en todo genero de facultades, ê industrias,
consisten solo en el cuydado con que aquellos Padres procuran, que sus
Hijos sigan el mismo genero de vida, â que deben su educacion: y como
las idèas pertenecientes â sus Exercicios, no son en ellos nuevas, ni
extrañas; antes por el contrario les son tan familiares, que apenas
conocen la razòn, quando yà se han impuestos bastantemente en las
tarèas, que hàn de practicár toda su vida: siempre contentos en este
estado, solo aspiran â hacerse excelentes dentro de la linea de sus
peculiares obligaciones, lo que sin dificultad consiguen,
y juntamente aquella debida estimacion â la classe de sus desvelos: sin
que se dirijan sus discursos â pretensiones, que en lugar de honrarlos
colocaràn en la altura, para ser el objeto de las satyras ridiculas.
Todos estos tristes efectos de nuestro amor proprio, y desmesurada
passion, se escusaràn facilmente, si nos apartàmos de desear todo lo que
(respecto de nosotros mismos) es impossible en su execucion: debémos
primero tanteàr el peso de los quilates de nuestro discurso, haciendo un
parangòn discreto con el objeto de nuestros deseos, para no incurrir en
los inconvenientes que traen consigo las ossadìas necias,
â que nos inclinan, ô nuestra propria satisfaccion, ô los exemplares
desproporcionados de que nos valèmos, para dár mas credito, de lo que
merecen â nuestras idèas. De este modo vivirèmos amados de todos, lejos
de la cruel necesidad, y serèmos Vassallos utiles â la Patria,
promoviendo â sus mayores glorias la vulnerada
Sociedad.
Que fieri nequeunt, prosus tentare recuses
Ingenii
debes pondus habere tui.
Mich. Ver. pag. 37.
SONETO.
Si proporcionas docto, y advertido
el fin de tus fatigas à el cuydado,
no veràs tu desvelo
censurado,
ni en el premio seràs escarnecido:
Si Dedalos exemplos has seguido,
tu deseo veràs efectuado;
si te arriesgas, caeràs
precipitado,
en Icaros castigos comprehendido:
No apetezca impossible tu arrogancia,
Porque todos veràn la inexperiencia,
con que se arroja
indigna tu jactancia.
Medida, y peso llevas con prudencia,
con que puedas fondear â tu Ignorancia,
â quantas
brazas se halla de la Ciencia.
NOTA.
En el Pensamiento antecendente fol. 256. lin. 2. et lee est.