La Pensadora Gaditana: Pensamiento XXX
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Pensamiento XXX
Se hallarà todos los Jueves en la Librerìa de D. Salvador Sanchez Ossorio, frente del Corrèo: Y de D. Manuél Ferrera, frente del Populo.
Cadiz, y Enero 31. de 1764.
Imprimasse. Dr.
Cavallero.
Cadiz, y Enero 31. de 1764.
Doy Licencia para que
se imprima. Villaformada.
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Brief/Leserbrief
Carta de una Dama.
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Metatextualität
Señora Pensadora, las
muchas prendas con que la naturaleza (Dios se lo
pague) me hà favorecido, lo particulàr de mi
hermosura, y la desgraciada casualidad de mi suerte,
son los motivos que me obligan à tomàr la pluma, y
comunicarla mis pesares: porque, valga la verdad,
querida, si las Damas no nos consolàmos
reciprocamente, será precisso dexarnos morír en un
rincon, pues yà los Hombres no nos festejan màs que
de cumplimiento, y en llegado la suya se levantan
con el palo, y el mando: y á la mandera de Alcaldes
de Polayna, se comen las uñas por hacér
Justicia, y assi â salga lo que saliere, ponen en
pràctica su Jurisdiccion Masculina, y muy metidos en
sus calzones, dán ordenes, promulgan decretos, y
publìcan estatutos con tanto rigòr, que por la menòr
falta nos echan toda la ley acuestas, y soltando los
diques de sus imprudencias, en quatro dias nos ponen
debaxo de tierra, y muy ufanos cantan la victoria,
idéan nuevas empressas, las que conseguidas, luego
al punto descubren la pata, y hacen desaparecèr de
entre los vivientes â la segunda pobrecita engañada:
lo que conseguiràn con todo el genero Femenino; si
nosotras no nos unìmos, y procurámos
vencèr la fuerza con la fuerza.
¿No le parece â Vm. querida, que es un atrevimiento grande, pretendér que una
Dama de mis circunstancias, se ponga â servir â el
muy bribòn, y que se mezcle en las cosas de la
Casa, como si fuera alguna Mugèr ordinaria? Pues
si, Señora mia, assi intenta hacèr conmigo, y yà
sobre este assumpto nos hemos dado de las astas;
pero yo me las tengo tiesas, porque si una véz me
ablandára (¡Dios me libre!) me tratàra â la
baqueta: bonita soy yo para esso: no, no se verà
en esse espejo, poque primero pedirè divorcio,
aunque sea ante el Gran Turco, que permitirle
tenga la vanidad de servirse de mi: bastante le
sirvo, ¡quando pensaba el pobretòn tenèr por Mugèr â quien no merecìa descalzàr!
Perdone Vm. porque en llegando â estas cosas, me
impaciento tanto, que quisiera comermele â
bocados. Yo tengo entendido, Señora Doña Beatrìz,
que Vm. es una Mugér muy bien criada, y que se
halla impuesta en todos los privilegios, que se
nos deben guardàr â las que nacìmos para ser
servidas: lo discurro por la continuacion de sus
escritos, pues una Dama que tanto piensa, es muy
precisso, que no se mezcle en su Casa en
ocupaciones tan ruínes, como alternàr con las
Criadas en el cuydado de la labòr, y obligaciones
domesticas; pues de lo contrario no
se dilatarìa tanto su crìtica. Esto mismo es lo
que me alienta â consultarle sobre mi particulár,
para que como desengañada, y juíciosa me comunique
arbitrios, con que pueda vencér las grosserìas de
mi Marido, y con publicár mis quexas, aliente â
todo nuestro Sexo, para que no se dexen sujetàr de
unos Hombres, que para engañarnos, llenaron
nuestras cabezas de viento, llamandonos Diosas,
Cielos, Soles, su Bien, su Gloria; y despues páran
èstas mentidas expressiones en que seamos sus
Criadas. ¡Primero rebienten todos! Tengo dicho que
llevé â podér de la buena alhaja de mi Esposo un Dote muy decente, el que luego
que entrò en su mano le hà gastado en frioleras:
discurra Vm. de què me servirán las Possessiones
que há comprado, si mañana me moriré, y todo se
quedarà â su disposicion, sin que haya podido usár
de ello, como que es mio, y muy mio, y que mi
Padre lo ganò con el sudòr de su frente, à costa
de dos mil sustos por essos Mares. En haciendole
cargo de estas cosas se enfada como un Lucifér, y
me dice, que tenga juício, y que piense en los
Hijos, pues no serà razòn, que se gaste
inutilmente, los bienes que Dios nos há dado para
que se los conservèmos, y guardèmos: y con èstas, y otras hipocresìas me rebienta, y
trata indignamente, estorvando que me divierta con
mis Amigas: pues â excepcion de quatro, ô cinco de
aquellas, que para ellas no hay mas bayles, ni
Comedias, que pudrir â sus criadas, teniendolas
todo el dia en un continuo exercicio, no me
permite otras. Bayles no los quiere en Casa,
porque es tàn malicioso, que piensa, que todos, y
todas los que baylan, se divierten con los
inevitables principios de sus pesadumbres:
Comedias, Operas, y otras diversiones, que se hàn
establecido para la gente rica, me las ha
prohibido enteramente, y dà por causa el ignorante, que para una Muger Casada, y con
familia no debe havèr mas diversion, que es cuydàr
de su Marido, y domesticas obligaciones; y que la
que procure cumplír con las leyes de una buena
crianza, no ha de pensár en otra cosa. ¿Vea Vm.
por su vida, què insensatèz, y què paciencia podrà
sufrìr un Marido tán Necio? Todo el dia gasta,
mientras està en Casa, en darme consejos, y puede
apostar â correcciones con la Pensadora: quiere
que ande detràs de las Criadas, que cuyde de su
conducta (¡còmo si las huviera parido!) y que
escuse quanto pueda traten con Hombres: porque dice, que estàn â nuestro cargo, y
que debémos respondér de su procedér, si no es
regular. ¿Veá Vm. què encargo, como si yo fuera su
Aya? Sobre esto havemos reñido algunas veces,
porque yo le digo: que las Criadras [sic] no son
nuestras Parientas, que ya tienen edad para
cuydarse; y que si les sucediere algo, que se
aventura muy poco; pues no hay otra cosa de sobra,
que Criadas que sirvan: porque las Mugeres, que se
han criado en tan buenos pañales como yo, no deben
ser impertinentes, ni maliciosas, ni se Casan para
cuydàr de estas niñerias: que bastantes cuydados
tiene una Muger de mi Esphera, con
pensár en sus modas, y passeos; que todo lo demàs
son inquietudes de ànimos apocados. Es tàn ruìn, y
miserable, que pretende con una vil economìa, que
estè de mi cargo todo el cuydado de los gastos
domesticos, y que los regule con escaséz notable;
lo que él llama racional prudencia, y yo lo gradùo
por una baxeza de ánimo. Quiere que tenga una
quenta exacta de su ropa: que vele sobre las
criadas, para que se la cuyden con asséo: y que
los ratos que no salgo, que segun me sugeta es
todo el año, los ocupe en la labòr: porque dice el
menguado, que la Mugér Casada nunca està más de
moda, ni mejor divertida, que quando
se entretiene en solicitàr la decencia de su
Marido, disponiendo que passen por sus manos hasta
las menores circunstancias de su adorno; pues de
esta manera se halla la familia decentemente
ocupada, y que assi cumple con su principal
obligacion: pues es muy justo (añade) que mientras
èl està rodeado de negocios para la conservacion,
y aumento del caudal: que en casa la Mugér, y
familia deben desvelarse, por concurrír, segun sus
fuerzas, â el mismo fin. ¿Mire Vm. Amiguita, què
descanso para la que se casó, discurriendo que iva
â disfrutàr alegre todas las diversienes [sic] que
ofrece esta Ciudad: y con la
circunstancia de haver traido un tan crecido Dote,
en cuyo importe fundaba el todo de mis esperanzas?
¡O qué necias somos todas las Mugeres, que no
contentas con entregár nuestra libertád amable â
estos tyranos disfrazados en falsos rendimientos,
les hacèmos dueños de nuestros caudales, para que
ellos aumenten su vanidad, las empleen â su gusto,
y en gastos inutiles; y â nosotas nos tengan
encerradas entre quatro paredes, sin libertád, sin
hacienda, y obligadas â sufrir sus desatinos! No
encuentro razones, querida de mi alma, para
informarla de mi triste situacion: pues estoy tán cansada de tolerár las
impertinencias de un Hombre tàn ordinario, que mas
de quatro veces he intentado retirarme â un
Convento, por huìr de tan mala compañia. ¡Yo
cosér, y calentarme la cabeza en cuydados tàn
baxos! No lo coseguirà en su vida: y antes harè un
disparate, que â tal me determine. Que gáste, y
busque Mugeres, que lo hagan, que bastantes hay en
esta Ciudad, que no desean otra cosa: pues no en
valde la fortuna me hizo rica, y Mugèr de prendas:
¿pues què queria, que perdiesse mi salud en estas
frioleras, y no gozàsse de mis años? No por
cierto. Aunque no viera el tonto mas exemplàr, que
lo comùn que es en todas nosotras, y
aún en muchas, que â penas tienen para el diario
gasto, el no mezclarse en estas baxezas, y que los
Maridos, como muy Hombres de bien, acortan de su
precissa decencia, solo con el fin de pagàr â las
Mugeres, que cuydan de la ropa: y estas dichosas
Casadas tienen una vida de Angeles, pues sin
pensár en mas que en sus adornos, mandàr â las
Criadas, hallarse en todas las fiestas, y passéos,
se divierten, gozan de su mozedad, y son estimadas
de sus Maridos, los que, como las quieren, en su
vida se atreven â mandarlas les cosan un punto. Y
â la verdad, Amiga, estos saben lo que se hacen, porque assi mantienen sus Mugeres con
salud, contentas, y hermosas: pues estas
ordinarias obligaciones, le pudren â una sangre, y
la acaban en quatro dias. Estos sì que son Hombres
dignos de los mayores elogios. Está tàn ciego en
sus aprehensiones, que dice con mucha
satisfaccion, que los Maridos que tal consienten,
que son unos Maricas, y peores que el Gurrumino,
que Vm. descrivió en el numero 7. pues teniendo en
su Casa una Muger, que como cosa propia cuydarìa
de todo con mas vigilancia, y zelo; se ponen
voluntariamente en la precission de valerse de personas extrañas, que regularmente
miran estas obligaciones con descuydo, y no pocas
veces sin conciencia: consumiendo en un año cinco,
ô seis tantos mas de caudal, que gastarìan, si
todo fuesse dirigido por sus Mugeres. ¿Què le
parece â Vm. tàn indigno modo de pensar? ¿Con que
estos Cavalleros quieren encontràr en nosotras
compañeras, criadas, y esclavas; y ellos ser
siempre los Señores, los que manden, y los
servidos? ¡Pobrecitas de nosotras, y quièn pudiera
à todas infundirlas mi genio, para que en un dia
les arrojarámos del trono, en que les tiene
colocados su sobervia! Para que Vm.
advierta hasta donde llega su mezquino genio, y lo
que padezco con un Hombre de tan humildes
pensamientos, quiero referirla lo que me acaba de
passár, y lo que hè sufrido de sus extravagancias.
Haviendo dias passados en la Iglesia encontrado
con unas Amiguitas antiguas, de las que tenía en
Casa de mis Padres, las que por su dicha se hallan
Casadas con unos buenos Hombres, que las dàn todos
los gustos, que desean: éstas noticiosas de mi
mala suerte, se lastimaron mucho de mi desgracia,
y como Mugeres de entendimiento me aconsejaron,
que no fuesse tan buena; que me pusiesse tiessa de pescuezo, y alzásse el grito,
pues para esso havia llevado tan buen Dote: y que
de lo que passaba tenía la culpa, pues à los
principios no le acostumbrè à buenas mañas: que á
los Hombres se les mete en carrera à costa de
enojos, y ceños, sin abandonár nunca nuestros
privilegios: y assi que enmendàsse los descuydos
anteriores con hacerme Señora de mi Casa, y que si
gritaba, ô gruñìa mi Marido, que le mandàsse à
passeàr, pues con mi Dote para nada le
necessitaba: que ellas, no obstante las buenas
almas de sus Esposos, mas de quatro veces fingian
riñas, y suscitaban desazones, para tenerlos á raya, y no darles lugar à ensobervecerse:
y que pues estaba cerca la funcion de San
Sebastian, que aquel dia me esperaban, para que
fuessemos juntas á divertirnos, y gozàr de tan
bellas ocasiones de gusto como ofrece dia tan
celebrado en Cadiz. Yo las agradecì sus discretos
consejos, y alentada de sus razones, vine à mi
Casa, y para dàr principio á el remedio de mis
rabias me mostrè enojada. ¿Creerá Vm. mi alma, que
â el insensato del Hombre se le diò tan poco de mi
enojo, que como si fuera algun perro de la calle,
no hizo caso: y teniendo dispuesto el passár à el
Puerto de Santa Maria à sus negocios, hizo su
viage sin cuydado, teniendole solo en
encargarme, que mirásse por la Casa, y Familia,
que passados dos dias darìa la vuelta? ¿Discurra
Vm. como quedarìa una Mugér de mi porte, que desde
niña se halla acostumbrada à que todos la sirvan,
y cortejen; y no Hombres como él, sino los mas
estirados de la Ciudad? Quedè hecha un Basilisco,
ê ideando dos mil venganzas, para satisfacèr mis
iras. Volviò de su viage despues de tres dias, que
yo huviera querido fuessen tescientos siglos: y
como havia quedado en la Iglesia ajustado nuestro
passéo para el dia de la Procession de San
Sebastian; y no siendo regulár, que una Mugèr como yo, se presentásse como todas,
sin hacerle distinguír por sus galas de las demàs:
le dixe, que sin falta me comprásse un Vestido de
Calle de lo más superior, porque havia de ir con
una Amigas á S. Sebastian: y que era precisso, que
todos me viessen con un trage correspondiente â mi
Persona; y que no replicàsse, porque havia dado mi
palabra, y no podia faltàr à ella. Pero el
socarròn, que tiene mas valazos, que el Real de
España, con una risa falsa me dixo: ¿Pues las
Mugeres Casadas dán palabras sin licencia de sus
Maridos? No niña, tú te chanzeas, y quieres
burlarte: dexate de juegos, porque
no estoy para gracias. Con este desprecio se
encendiò todo el ardór de mi colera, y le dixe:
que yà debìa pensár de otra manera, que si hasta
allì havia callado, que yà se me havia acabado la
paciencia, que no querìa ser mas tonta, que no le
pedía nada suyo, y si solamente lo que era mio: y
que no diesse lugár â dár de comèr â el Diablo,
porque havia de ir á San Sebastian, y havia de
estrenàr un Vestido, aunque costàsse mil pesos,
que no ponìa nada de su bolsillo. Viendome tan
alterada, tomandome de la mano, me sentó junto á
èl, y con la misma socarronería me hizo èste
Sermòn. Mira Mugèr, ¿á tì te parece,
que por essos quatro pesos que hàs traìdo, que
tienes licencia, para hacer lo que te diere la
gana? Pues vives engañada: porque los Maridos
prudentes deben sin ruídos, ni alvorotos guiár à
sus Mugeres â lo mas perfecto. ¿Tambien te parece,
que yo desperdicio tu Dote, porque le tengo
impuesto en Possessiones, que lo asseguren, y
quede aumentado para nuestros Hijos? Tambien te
engañas: porque el Dote no se me entregò, para que
le malgastes à tu arbitrio en quatro dias, y luego
tenèr toda la vida que padecer. ¿Acaso estàs tàn
mal vestida? ¿Te excede alguna de tus iguales, en
el nùmero, y valòr de tus galas?
Bien sabes que nò. ¿Pues por què quieres ahora,
llevada de tu antojo, otro Vestido, no màs que
porque te has aconsejado de las buenas cabezas de
essas que llamas tus Amigas, siendo tus mas
crueles enemigos? ¿No vès que es superfluo éfte
gasto, quando sin èl puedes escogèr en tus cofres
â satisfaccion de tu idèa? ¿Y para qué es la
precission de essa gala? Para ír â San Sebastian â
rezàr à el Santo: ¿No es verdad? ¿Pues para rezàr
à este Santo, y à toda la Corte Celestial, tienes
mas que ír à la Iglesia mas cerca, ô en tu casa, y
rezàr hasta que te se cayga la lengua? Diràs que
juntamente lo haces por divertirte,
porque te hallas muy triste. Ciertamente que
tienes buen gusto: el passéo es apetecible: lo
escabroso de las peñas, la humedad del mar, la
prisa de llegár, y venirse, huyendo de la marea,
todas son circunstancias, que le hacen agradable.
¿Pero tu querràs ír donde vàn todos? Pues èsta
circunstancia es bastante para que no vayas, ni en
toda mi vida pises en semejante dia aquel sitio.
Mira, si el dia lo permitiere, aquella tarde irás
acompañada de dos mejores Amigas, de las que sabes
tu, que gusto te visiten: y tambien tu Marido no
se desdeñarà de servirte de cortejarte: à la
Puerta de Tierra irèmos, donde podràs esparcir la vista con mas sossiego; harás
exercicio por un piso mas comodo, y te pasearás
libre de los atrevimientos, ossadías, malas
palabras, y exemplos, que en tales concurrencias
freqüentemente ofenden los ojos, y oídos menos
escrupulosos: y no repliques porque no ha de ser
otra cosa.
¿Qué tal le parece â Vm. el Sermoncito? Pues
lo peor fué que assi sucedió, y teniendome en Casa
toda la mañana de aquel hermoso dia, por la tarde me
llevó â el Arrecife nuevo, en compañia de dos
colmilludas viejas parientas suyas, y tube una tarde
de todos los Diablos. Estas son las diversiones que
me dá el Quixote de mi Marido, y este ultimo lanze
colmó la medida de mi paciencia, y me tiene sin
juício, y me ha obligado â remitirla esta Carta, â
fin de que si gusta la dé â la prensa, para que
llegue â noticia de todas las infelices, se usan con
mis deseos, y volvámos por nuestra causa, que tan
perdída la tenémos. Deseando concluir mi Carta â
imitacion de sus Pensamientos, como yo no entiendo
latines, ni nací para Pensadora; me he
valido de un Parientito, que es muy discreto, sabe
mucho de Gazetas, y está estudiando actualmente en
un Colegio, porque es Hombre de carrera, para que me
diesse un texto, ô authoridad, que fortaleciesse mis
razones: el que me dixo, que havia encontrado con la
horma de mi Zapato, que me darìa cien versos
literales â el mismo assumpto, y en especial uno,
que parecía que se havia escrito para el caso: y que
tambien añadiría sus coplas, porque no estaba reñido
con las Musas, pues tenia escrita una Comedia â la
Francesa, que era un Milagro. Le agradecí la oferta,
la que tal qual es, remito â Vm. con mi Carta: ella,
es verdad, que me ha gustado, pues como me explicó
mi Pariente, en aquello de quæ Fæmina sola reposcit
se entiende á la letra, que á las Mugeres de mi
classe, y riqueza solo se nos deben dár aquellas
cosas, que nos pertenecen, y nuestras circunstancias
piden de justicia, como Galas, Passéos, Comedias, y
Operas, que son las labores, que menos molestan
nuestras cabezas. Dios guarde á Vm. muchos años. La
Infeliz Casada.
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Allgemeine Erzählung
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Selbstportrait
Exemplum
Yo, amiguita mia,
soy una Dama, que criè en muy buenos pañales, y
mis Padres me enseñaron todas aquellas
havilidades, que son precissas â una Muger de mis
prendas, y que practìcan más entre nosotras en
esta Ciudad, como son baylár, representár, tocàr
un Instrumento, y sabèr en qualquiera Tertulia dàr
mi voto, aunque sea sobre assunto muy lejos de mi
comprehension: pues fiada como Dama en el
favorable partido de todos los Tertulios, èntro, y
salgo con facilidad en todas materias: es verdad,
que las màs veces yo no sè lo que me
digo; pero como me dàn la razòn, y alaban mis
ocurrencias, estoy en el entendèr de que soy muy
discreta, y que debe sér fundado mi aplauso: assi
lo creo, y lo hé creído siempre. En medio de los
repetidos triumphos de mi entendimiento, y de la
gloria de ser festejada de muchos, me há cogido el
carro de la fatalidad, y estoy enteramente
perniquebrada del gusto: me hallo Casada con un
Neròn, un Diocleciano, ô un Barrabás, que despues
que con mi hermosura le entregaron un Dote más que
mediano, me trata ahora como si fuera una Negra.
Zitat/Motto
Fæmineis junges, quæ Fæmina sola
reproscit.
no intente ponèr ley en lo que ha sido
yà por grandes Maridos tolerado: El cuydado mayor de su cuydado, si quiere, como es moda, ser Marido,
se ha de manifestàr siempre rendido
â su amor, â su gusto, y â su agrado: No la estorve ignorante, y desatento qualquiera diversion, que ella se elija,
que gaste con primor, y lucimiento: Con mala cara, ô gesto no la aflixa, nunca la estrove su menor contento,
porque assi lo aconseja el gràn Nebrija.
Æl. Ant. Nebriss. de inst. Gram. pag. (mihi) 117.
Soneto. El Marido que quiere ser amado, y de Mugèr discreta muy querido,no intente ponèr ley en lo que ha sido
yà por grandes Maridos tolerado: El cuydado mayor de su cuydado, si quiere, como es moda, ser Marido,
se ha de manifestàr siempre rendido
â su amor, â su gusto, y â su agrado: No la estorve ignorante, y desatento qualquiera diversion, que ella se elija,
que gaste con primor, y lucimiento: Con mala cara, ô gesto no la aflixa, nunca la estrove su menor contento,
porque assi lo aconseja el gràn Nebrija.