La Pensadora Gaditana: Pensamiento XXVIII
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Pensamiento XXVIII
Se hallarà todos los Jueves en la Librerìa de D. Salvador Sanchez Ossorio, frente del Corrèo: Y de D. Manuél Ferrera, frente del Populo.
Cadiz, y Enero 14. de 1764.
Imprimasse. Dr.
Cavallero.
Cadiz, y Enero 14. de 1764.
Doy Licencia para que
se imprima. Villaformada.
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Brief/Leserbrief
Carta de una Dama.
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Metatextualität
Muy Señora mia: ¿Es Vm. la
que en el principio de su Obra saliò haciendo alarde
de ser Muger, y que como tàl no dexaría â los
Hombres huesso sano, pues dirigiría la pluma contra
sus disparates? ¡Bellamente hà cumplido su palabra!
Yo estoy persuadida â que su empeño en publicár
tantas Cartas contra nuestros descuydos, se origina
de embidia contra las Damas, pues como se halla
(segun tiene confessado) con todos los Honores de
Dueña, quiere cumplir, como muy Mugér, las forzosas
obligaciones de su authoridad, dando consejos sin pedirselos, y murmurando de todo. ¿Es
possible que no haya havido una Dama, que tomando la
Pluma, la ofreciesse assumpto para que empleasse
utilmente su crìtica contra los Hombres, haciendo
manifiestos sus disparates, y descubriendo sus
extravagancias? No lo creo: y aunque me lo afirme
con todos los privilegios de Escriptora pública no
me sacarà de la idèa, de que es maxima cuydadosa
tanto porfiar contra nosotras. Por cierto que quando
esperabamos leer unos Pensamientos, que â raja tabla
sacudiessen muy bien el polvo â estos Cavalleros;
sale Vm. con la frialdad de unas reflexiones, cuyo
odioso objeto es desacreditarnos con
aquellos, que atentos solo â el exterior de nuestra
compostura, no se paraban en circunstancia mas, ô
menos en nuestro proceder; y este delito, que en una
Muger es de lesa femenina Magestad, debiera ser
castigado en Vm. con la pena del Talion, que no en
valde se nos oculta tanto, temiendo sin duda esta
debida recompensa. Obligada de estos motivos, y
deseosa de que se vea en la serie de sus papeles una
carta femenina, que forme justamente una critica
sobre tanto como nos hacen padecer los Señores de la
Camara alta, sale mi Pluma â el Mundo,
armada de razòn, definida de todas las leyes de la
naturaleza, para que vean, que tambien por nuestros
Payses se sabe hablàr en critico, y sobre aliento
para publicár las iniquidades que sufrimos, baxo el
desapiadado dominio de su esclavitud, pues esta se
diferencia en muy poco de las [sic] mas rigorosa
pèrdida de la libertad racional.
Este es mi estado, y esto lo que à Vm. la
escrivo para que forme una reflexion sobre su
assumpto: pues aunque en un pensamiento tocó esta
especie, fue tàn de passo, que apenas se percibiò su doctrina: porque no obstante que
soy Cortejo, no dèxo de conocèr, que la causa de
este disparate hán sido las ridiculeces de mi
Marido, pues si con sus descuydos, imprudencias, y
poca reflexion no huviera despertado mi dormida
inclinacion â ser cortejada, ni yo me miràra ahora
tan distante de mis domesticas obligaciones, ni me
huviera precipitado â el arriesgado empeño de tenèr
Cortejo: pues aunque èste los mas dias me lèe
diferentes Papélones, que se hàn escrito en defensa
de los Cortejos, no por esto déxo de conocèr, que es
arriesgado, peligroso, y no regulàr â Mugeres, cuya
primera idèa debe ser siempre el apartàr
su honòr aún de aquellas diversiones, que por
indiferentes son permitidos entre las Gentes de
buena crianza, si de ellas les puede resultàr algun
detrimento. No dudo que si Vm. se quiere entretenèr
en dár una buena mano sobre los diferentes objetos,
que tiene mi Carta, que no dexará de tocàr assumpto
util ê interessante â la Sociedad, que tanto
declama: y que mas de quatro docenas, que se hallan
comprehendidas en la infelicidad que yo, agradecerán
la crítica, y esperarán de ella, â lo menos y que no
la enmienda, siquiera el que estos Señores mios vean
publico en el Mundo el abandòno con que
nos tratan, y obligan â : : : : : yá que por su mala
conducta son acreedores de las mas ruínosas
desgracias. Dios guarde â Vm. muchos años, y libre
de Maridos Cortejos. Servidora de Vm. P.A.Z.
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Selbstportrait
Exemplum
Yo Señora mia, soy
una Mugèr de las muchas que viven en el Mundo, que
discurriendo entraban â una vida de Angeles quando
se casaron, se hallan el dia de hoy con un
tormento irremediable, sin que para su alivio les
quede el arbitrio de la quexa: estoy
Casada por mi desgracia con un Cavallero de linda
presencia, y muy Petimetre: es un Narciso, y està
tan pagado de su hermosura, que assi cuydára de su
Mugér, como cuyda de su persona: los mas dias
reñimos sobre quien gana la vèz en el tocador, y
el dia que coge de mano, me veo precissada â
valerme de un espejo de las Criadas, porque sé por
experiencia, que se pasaràn dos horas antes que le
dexe desocupado. Todo esto llevará con paciencia,
si su asèo, y prolixa compostura se ordenára â
conplacerme; pero es muy â el contrario, porque su
merced es Cortejo, y hace tanta vanidad de serlo, que quando està de humor me refiere
las gracias de su querida, me pondera sus chistes,
y alaba su hermosura: vea Vm. què refresco para
quien se halla atabardillada de Zelos. Está el
bueno del Hombre tan pagado de su gentileza, que
me cuenta con grán satisfaccion, que todas las
Damas le enamoran, pero que ninguna sino Irenita
será la dichosa, porque es una Dama tan Marcial, y
de Moda, que es la Maestra de quantos Cortejos
tiene esta Ciudad, y que un Hombre como èl no se
havia de hallar con mueble de menores
circunstancias. Yo no dexo de ser de un genio algo vivo, y que no me disgusta verme
aplaudida, y con estas cosas que en èl veo, me
como las uñas por tener un Cortejo: pero el
maldito de mi Marido, no obstante la doctrina que
me enseña, se muestra tan zeloso, que ni aùn los
paxaros quiere que me vean, y se ha empeñado tanto
en encerrarme, y apartarme de las gentes, que me
parece vivo en una recoleccion: no hay que decir;
èl se passéa, se divierte, và â Saraos, corteja â
taco tendido; y â mí me oprime, me violenta, me
desayra, y por consuelo me hace participe de los
nuevos rumbos que descubre para llegàr â el puerto
del cortejo con menos variacion, y
pèrdida de tiempo. Entre otras muchas gracias que
tiene mi Narciso (no le acomoda mal este nombre)
es la Poéta: ¿reflexiòne Vm. por vida suya, què de
penas no passa con un Marido Petimetre, Cortejo, y
por añadidura Poêta, y què Matrimonio será el mio?
Todas las noches luego que se recoge â Casa, se
pone muy de espacio â escrivir versos á su
Cortejo, los que â el amanecer manda con un
Criado, y queda impaciente esperando la respuesta:
que regularmente se reduce, â agradecer sus
finezas, y ponderár que no las celebra segun sus
meritos, por hallarse muy malita, y
no estár para ecrivir, porque la noche
antecedente, despues de cenàr, havia comido dos
Suspiros, y que de resultas se le havia
encrudecido la cena, que no pensaba en levantarse,
que luego fuesse â verla, porque se hallaba muy
triste. A el instante mi querido Esposo se levanta
desatinado, y peynandose con la mayór brevedad,
pues en tales urgencias solo se detiene en el
tocador una hora, vá â vèr â su enferma,
sucediendo las mas veces acompañarla â comèr, y no
hacer en todo el dia, y noche memoria de su Casa:
pero nada le inquieta como acierta â cortejàr â su
Irene. Los versos que compone todos me
los enseña, me pondera los conceptos, y está en la
inteligencia que nadie le iguala, cuya havilidad
(dice) que es de essencia de un Cortejante, porque
à cada passo se le ofrecen tantos assumptos dignos
de la pluma, que perdería de su primoroso esmero,
si â cada accion, donayre, y gracias de su Cortejo
no compusiesse un ciento de coplas. Dias pasados,
porque su Dama se manchò en la calle un Zapato,
que aquel dia los llevaba blancos, se recogió â
Casa cuidadoso, y no durmió aquella noche hasta
que dexó rematado treinta Decimas, y un Soneto y me dixo, que le quedaban materiales para
trescientas. Yo me desespero con estas cosas, y
cada dia se me hace mas insufrible compañia tan
necia: pues en nada piensa, que sea util para los
delantamientos de su familia, y cortejado hasta
los tuetanos el Diablo del Hombre, si alguna vez
impaciente le reconvengo con sus obligaciones, me
responde: que soy mugèr ordinaria, pues tal
censuro; que antes havia de vivir muy gustosa, por
tener un Marido, que sabia adquirir el alto honor
de ser Cortejo, y hallarse tan aplaudido de las
Damas: que tenga paciencia, porque antes dexarà de
ser racional, que abandone una
circunstancia tan precisa de los Hombres de su
caractèr. Con esta galante determinacion, y con la
de hacer bastantes excusados gastos en agradár á
su embeleso, tener una vida tristissima, y poco
abundante, porque como todo desvelo le tiene
empleado en obsequois [sic], rendimientos, y
festejos tan agenos de su Estado, fuera del
cuydado de su persona, y complacèr â la
Señorissima Cortejada, vive tan apartado de las
forzosas leyes de su obligacion que mi esclavitud
excede en los pesares â la mas cruel que se padece
en las mazmorras del Africa. Pero
haviendo visto que de sentír, y llorár no se me
sigue algun alivio, y notando que cada dia se
aumentan sus cortejantes desatinos, y el poco
reparo de hacer alarde de sus boberias en mi
presencia, y como â Vm. he referido tambien tengo
mi alma en las carnes, que aùn no se halla
olvidada de sus mèritos, si se discurre sin
prendas suficientes para ser cortejada: de poco
tiempo â esta parte hice empeño, unas veces de
rabia, y otras por la propension que todas tenèmos
â ser servidas, de buscar un Cortejo, y tal era mi
desesperacion, que le huviera admitido calvo,
tuerto, ô viejo, solo estimulada del deseo de vengarme: pero la buena suerte me ha
deparado uno tan â medida de mis circunstancias
que yà vivo algo consolada, porque à lo menos me
desquito de mucho que me enfada el bueno de mi
Narciso. Cortejo me miro, y tan contenta, que yà
voy sintiendo menos los desvios de mi Esposo, y
aún quisiera verle mas cortejado, si fuera
possible, para que me causára menos sobresaltos.
Respuesta.
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Brief/Leserbrief
Muy Señora mia: Omitirè el
dàr satisfaccion â las sospechas mal fundadas, que
manifiesta tenér de mis Cartas: pues como el objeto de
mi Obra no es respondèr â cada uno en particular sobre
lo que se le antojàre discurrir de mi methodo, por no
gastár el papél, y la paciencia de mis Lectores
inutilmente: Vm. y muchos cargos que me
hacen otros, segun la variacion de idèas en que cada uno
fundamenta su opinion, se quedarán con su malicia, y yo
proseguiré con mi empeño, sin torcér el camino
principiado. Y respeto â que su Carta me presenta muchos
objetos, todos dignos de la mas severa crìtica, dexaré
unos, por yà bastantemente tratados por agena Pluma, y
otros por reflexionados por la mia: y solo elegirè, por
parecerme el màs util, el indigno abusso, y falta de
precaucion con que tantos Maridos, y entre estos los de
mayor excepcion, se arrojan publicamente â diversiones,
y entretenimientos contrarios â su estado, su
entendimiento, y su estimacion, dando lugàr
con esto, â ecribir en cambio todo el tropèl de
desgracias con que sabe la Fortuna castigár â los
infelices. Nadie ignora, que los Zelos son una
impaciente enfermedad, que atormenta el ánimo de aquel,
que posseído de una amorosa passion, aùn del viento
recela la usurpacion del objeto de sus ansias. Varias
plumas se hàn fatigado en probàr si ésta inquietud
molesta es hija de un verdadero Amòr, ô de una Villana
desconfianza: pero como quiera que sea, siempre excita
venganzas, odios, ê infelices consequencias. Esta locura
assi entendida, es aquella que se funda sobre sospechas
imprudentes, y recelos mal mirados, y no
obstante mirada por este lado, sus resultas son
funestas, aunque los motivos sean leves, ô mal
premediatados. Pero los Zelos grosseros, aquellos que se
originan de faltas de estimacion y de ofensas
declaradas, son un d[...]lirio que entorpece la razón
mas fuerte, y causa unos simptomas de violenta
desesperacion en el ánimo mas prudente: porque los
agravios que directamente vulneran los meritos
legitimamente adquiridos en una licita correspondencia,
hacen sus desapiadados efectos en lo màs vivo del
sentir: trocando en un instante el mas agigantado cariño
en el odio mas implacable, y en un aborrecimiento sin
termino. Estas son las consequencias de los
Zelos, y agravios en todas las lineas: ¿pero si mi
discurso intentára ponderàr bastantemente las ruìnas,
que se causan de los Zelos, que tán publicamente dàn â
sus Mugeres unos Hombres, que debian venerarlas como
legitimas Compañeras, y â las que se vén unidos con las
ligaduras mas fuertes; quando concluyrìa esta respuesta?
No puede la pluma hallàr velocidad suficiente, para
demonstràr el tropèl de reflexiônes, que se ocurren â el
pensamiento sobre una maldad tan bien recibida, aùn de
aquellos que màs se precian de entendidos, y racionales.
Quexense los Hombres vistiendo nuestras operaciones del
indigno colór de su desconfianza:
ponderen con frasses pomposas, y llenas de admiraciones
nuestras faltas y abulten con su acostumbrada malicia
nuestros defectos: quexense ponderen, y abulten sus
desgracias y nuestros descuydos; que aunque toda su
estudiada rethòrica se empeñe en persuadir â el Mundo su
razòn, estoy persuadida, que despues de reflexiònado
èste mi Discurso, si no consigo el triumpho, â lo menos
quedará indecissa la victoria, y no atropellarà nuestra
fama, y buena opinion el impetuoso y denegrido torrente
de sus satyras. ¿Què otra cosa se oye en las Tertulias
de essos Cavalleros, que necias desconfianzas, viles
sospechas, y asseguradas trayciones en
nuestro procedèr? No quiero negàr, que entre nosotras
viven muchas dignas de la mas severa reprehension, y aùn
castigo, porque serìa muy necia, ô me graduaría de
nimiamente apassionada: pretendo sí hacer vèr â el
Mundo, Theatro donde â cada passo se escuchan los mas
atrevidos vejamenes contra nuestro honòr, que no son
tantas las infelices, que se precipitan, y que de éstas
la mayòr parte son violentadas, y obligadas (bien que
contra toda razón, y justicia) del continuo desorden,
ruìn desverguenza, y mal exemplo con que los Maridos las
hacen despertàr del felice [sic] sueño en que se
hallaban insensibles â los atrevimientos menos ossados.
¿Què se puede prometer un Señor Casado
de las operaciones de su Mugèr, si continuamente se ve
la infelíz abandonada, y aborrecida por otra, y esto le
es notorio, que el mismo que debìa ocultarlo hace alarde
del agravio en presencia de la agraviada? ¿Yo nó se què
confianza le assegurará de que aquella desgraciada será
de una paciencia heroyca, y tendrá valór para resistir â
un sobresalto, que es precisso le origine el mas vivo
sentimiento? Quando el pesar aflige sin piedad un
corazon, y le causa dolores insufribles; este mismo en
medio de las fatigas de sus ansias, y ciego â impulsos
de la pena que tolera, anhelando por encontrar descanso â su padecer, maquína trazas, idèa
arbitrarios, y discurre necios por impossibles, y ruìnes
que sean, para salir de tal afliccion: y si los medios
racionales que medita no causan el efecto deseado,
movido del sentir, y desesperado por el remoto alivio,
abraza gus[tosa] qualquier camino, que tenga apariencia
de felicidad en su desconsuelo. Assi como el que
miserablemente se vè anegar sin remedio, no desprecia el
asylo mas cruel, aunque sea â costa de la misma vida,
como consiga dilatarla por algun tiempo. Si esta temible
desgracia no sucede, será efecto de una paciencia
inimitable, ô de un favór especial de la Providencia.
¿Y quièn será aquel ignorante confiado,
que se prometa èsta dicha, sin mas antecedentes que sus
mismos defectos? Yo discurro que el que assi viva
satisfecho, para entregarse â sus diversiones será un
Hombre sin juìcio, pues supone en su Mugèr una
constancia insigne, â vista de sus debiles flaquezas.
Están muchos en la inteligencia errada de que las
obligaciones reciprocas de guardarse la debida fé en el
Matrimonio, se entiende solo con las pobres Mugeres; y
que los Hombres sin otro privilegio, que su antojo, y
despotico imperio, tienen carta blanca de la misma
Naturaleza, para procedèr segun lo
inconstante de su voluntad: y en esto bien saben los
mismos que lo practícan que no es assi, pues los
naturales estatutos de este contrato extienden sus leyes
sin diferencia â ambos Sexos, y el cuydado de la
observancia se fia del mas fuerte. ¡Funesto descuydo,
que aquellos mismos que la naturaleza ha constituìdo en
la alta dignidad del mando, para que todo salga
arreglado segun sus racionales leyes; èstos son los que
con su exemplo authorizan las trayciones, y descubren el
camino de la infidelidad! ¡Y despues estos mismos, por
sola una sombra que les passe por su preocupada fantasia
fulminan rigores, respiran amenazas, y causan estragos!
Si esto no es ser locos, yo no sè qué cosa es juìcio. Tù
que te hallas dignamente enamorado de tu honòr, y que
procuras que el mas leve vapor no le empañe, ¿còmo
quieres que te se cumpla tu deseo, si â la causa de tu
fortuna, ô infelicidad no la presentas, en quanto
hablas, tanto te inclinas, y en todo lo que te ocupas
mas que las contrarias maximas â tus deseos?
No hay duda, yo quiero por ahora concederles toda
la razòn en este assumpto, que algun dia puede ser que
la niegue: ¿pero quiero preguntarles, si saben qual es
la libertad concedida â los Hombres, por el especial
privilegio de su Sexo? Acaso discurren que en esta
libertad se entiende una especial licencia para todo lo
ilicito, y que sus deseos sean la medida de sus antojos?
Pues viven errados: la libertad que se les concede es la
de poder dàr la voz en la discreta harmonìa de lo
honesto, y ser la norma de toda racional conducta, para
que de esta manera la Casa, que lògre una Cabeza tan
digna, sea el modèlo de lo recto, y el estimùlo de lo
virtuoso: y toda su Familia sin violencia abraze las
hermosas sendas de lo laudable, y aspire con ansia â
llegàr â la cumbre de lo heroyco: pretender otra cosa es
vivir solamente por instinto, sin mas reflexion que la
que tiene un irracional, quando se dexa arrastràr de sus
naturales inclinaciones: y es pretender vivan segun
todas las leyes de la Sociedad màs arreglada unos entendimientos, que â cada instante con sus
locuras los llenan de especies vergonzosas, enseñandoles
los ruìnes arbitrios para hacer delectable lo
defectuoso: y es en fin querèr le guarden una constante
fidelidad, quando con las mismas obligaciones està â
todas horas, y publicamente haciendo vanidad de
quebrantarla, que es lo mismo que pretender con
alimentos ponzoñosos conservar la vida sin peligro: la
de Vm. guarde Dios muchos años. La Pensadora.
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Fabel
Acuerdate lo que
respondieron los Cangrejos pequeños â su Madre,
quando estimulada de vèr â todos Animales, que
caminaban rectamente, les aconsejaba, que no
anduviessen contra el uso commun de todos, sino
que dirigiessen sus passos adelante, que era el
modo mas perfecto: y yà sabes, que la pidieron el
exemplo del bien obràr, o increparon su mala
costumbre. Si Señores Hombres, ¿si
Vms. no quieren la Justicia en su casa, y siempre
la pretenden rectissima en la agena, còmo hàn de
ser felices, ni como se hàn de acostumbràr sus
Compañeras â aborrecèr lo digno, si advierten â
sus Maridos tan desvelados por lo defectuoso? Yo
bien sè, que havrà muchos que diràn: ¿pues acaso
somos todos uno? Las Mugeres estèn cuydando de sus
Casas, y Familia, que para esso hemos nacido
Hombres para gozàr de nuestra libertad.
Zitat/Motto
Quod tibi fieri
non vis, alteri ne feceris. Lamprid. in Alex.
Sever. c. 51. Soneto. No se debe quexàr el que atrevido,
negado â la razòn, y la Justicia,
se viste del colòr de su malicia,
y su primer afecto dà â el olvido: No se debe quexàr, si â el dolorido tyrano proceder de su injusticia
se despierta el cuydado â otra caricia,
que en sosiego felìz se viò dormido: No disculpo el arrojo delinqüente; el precipicio enseño â el escarmiento,
para que se contenga el imprudente: Pues no puede extrañar su sentimiento, el que para otro elige neciamente,
lo que à su pecho causa mas tormento.
se viste del colòr de su malicia,
y su primer afecto dà â el olvido: No se debe quexàr, si â el dolorido tyrano proceder de su injusticia
se despierta el cuydado â otra caricia,
que en sosiego felìz se viò dormido: No disculpo el arrojo delinqüente; el precipicio enseño â el escarmiento,
para que se contenga el imprudente: Pues no puede extrañar su sentimiento, el que para otro elige neciamente,
lo que à su pecho causa mas tormento.