Cadiz, y Enero 14. de 1764.
Imprimasse. Dr.
Cavallero.
Cadiz, y Enero 14. de 1764.
Doy Licencia para que se
imprima. Villaformada.
Carta de una Dama.
Muy Señora mia: ¿Es Vm. la que
en el principio de su Obra saliò haciendo alarde de ser Muger, y que
como tàl no dexaría â los Hombres huesso sano, pues dirigiría la
pluma contra sus disparates? ¡Bellamente hà cumplido su palabra! Yo
estoy persuadida â que su empeño en publicár tantas Cartas contra
nuestros descuydos, se origina de embidia contra las Damas, pues
como se halla (segun tiene confessado) con todos los Honores de
Dueña, quiere cumplir, como muy Mugér, las forzosas obligaciones de
su authoridad, dando consejos sin pedirselos, y
murmurando de todo. ¿Es possible que no haya havido una Dama, que
tomando la Pluma, la ofreciesse assumpto para que empleasse
utilmente su crìtica contra los Hombres, haciendo manifiestos sus
disparates, y descubriendo sus extravagancias? No lo creo: y aunque
me lo afirme con todos los privilegios de Escriptora pública no me
sacarà de la idèa, de que es maxima cuydadosa tanto porfiar contra
nosotras. Por cierto que quando esperabamos leer unos Pensamientos,
que â raja tabla sacudiessen muy bien el polvo â estos Cavalleros;
sale Vm. con la frialdad de unas reflexiones, cuyo
odioso objeto es desacreditarnos con aquellos, que atentos solo â el
exterior de nuestra compostura, no se paraban en circunstancia mas,
ô menos en nuestro proceder; y este delito, que en una Muger es de
lesa femenina Magestad, debiera ser castigado en Vm. con la pena del
Talion, que no en valde se nos oculta tanto, temiendo sin duda esta
debida recompensa.
Obligada de estos motivos, y deseosa de que se vea en la serie de sus
papeles una carta femenina, que forme justamente una critica sobre
tanto como nos hacen padecer los Señores de la Camara alta, sale mi
Pluma â el Mundo, armada de razòn, definida de todas
las leyes de la naturaleza, para que vean, que tambien por nuestros
Payses se sabe hablàr en critico, y sobre aliento para publicár las
iniquidades que sufrimos, baxo el desapiadado dominio de su
esclavitud, pues esta se diferencia en muy poco de las [sic] mas
rigorosa pèrdida de la libertad racional.
Yo Señora mia, soy una Mugèr de
las muchas que viven en el Mundo, que discurriendo entraban â una
vida de Angeles quando se casaron, se hallan el dia de hoy con un
tormento irremediable, sin que para su alivio les quede el arbitrio
de la quexa: estoy Casada por mi desgracia con un
Cavallero de linda presencia, y muy Petimetre: es un Narciso, y està
tan pagado de su hermosura, que assi cuydára de su Mugér, como cuyda
de su persona: los mas dias reñimos sobre quien gana la vèz en el
tocador, y el dia que coge de mano, me veo precissada â valerme de
un espejo de las Criadas, porque sé por experiencia, que se pasaràn
dos horas antes que le dexe desocupado. Todo esto llevará con
paciencia, si su asèo, y prolixa compostura se ordenára â
conplacerme; pero es muy â el contrario, porque su merced es Cortejo, y hace tanta vanidad de ser-lo, que quando està de humor me refiere las gracias de
su querida, me pondera sus chistes, y alaba su hermosura: vea Vm.
què refresco para quien se halla atabardillada de Zelos. Está el
bueno del Hombre tan pagado de su gentileza, que me cuenta con grán
satisfaccion, que todas las Damas le enamoran, pero que ninguna sino
Irenitaserá la dichosa, porque es una Dama tan
Marcial, y de Moda, que es la Maestra de quantos Cortejos tiene esta
Ciudad, y que un Hombre como èl no se havia de hallar con mueble de menores circunstancias.
Yo no dexo de ser de un ge-nio algo vivo, y que no me
disgusta verme aplaudida, y con estas cosas que en èl veo, me como
las uñas por tener un Cortejo: pero el maldito de mi Marido, no
obstante la doctrina que me enseña, se muestra tan zeloso, que ni
aùn los paxaros quiere que me vean, y se ha empeñado tanto en
encerrarme, y apartarme de las gentes, que me parece vivo en una
recoleccion: no hay que decir; èl se passéa, se divierte, và â
Saraos, corteja â taco tendido; y â mí me oprime, me violenta, me
desayra, y por consuelo me hace participe de los nuevos rumbos que
descubre para llegàr â el puerto del cortejo con menos
variacion, y pèrdida de tiempo.
Entre otras muchas gracias que tiene mi Narciso (no le acomoda mal este nombre) es la Poéta:
¿reflexiòne Vm. por vida suya, què de penas no passa con un Marido
Petimetre, Cortejo, y por añadidura Poêta, y què Matrimonio será el mio? Todas
las noches luego que se recoge â Casa, se pone muy de espacio â
escrivir versos á su Cortejo, los que â el
amanecer manda con un Criado, y queda impaciente esperando la
respuesta: que regularmente se reduce, â agradecer sus finezas, y
ponderár que no las celebra segun sus meritos, por hallar-se muy malita, y no estár para ecrivir, porque la noche
antecedente, despues de cenàr, havia comido dos Suspiros, y que de
resultas se le havia encrudecido la cena, que no pensaba en
levantarse, que luego fuesse â verla, porque se hallaba muy triste.
A el instante mi querido Esposo se levanta desatinado, y peynandose
con la mayór brevedad, pues en tales urgencias solo se detiene en el
tocador una hora, vá â vèr â su enferma, sucediendo las mas veces
acompañarla â comèr, y no hacer en todo el dia, y noche memoria de
su Casa: pero nada le inquieta como acierta â cortejàr â suIrene.
Los versos que compone todos me los enseña, me pondera
los conceptos, y está en la inteligencia que nadie le iguala, cuya
havilidad (dice) que es de essencia de un Cortejante, porque à cada
passo se le ofrecen tantos assumptos dignos de la pluma, que
perdería de su primoroso esmero, si â cada accion, donayre, y
gracias de su Cortejo no compusiesse un
ciento de coplas. Dias pasados, porque su Dama se manchò en la calle
un Zapato, que aquel dia los llevaba blancos, se recogió â Casa
cuidadoso, y no durmió aquella noche hasta que dexó rematado treinta
Decimas, y un Soneto y me dixo, que le quedaban
materiales para trescientas. Yo me desespero con estas cosas, y cada
dia se me hace mas insufrible compañia tan necia: pues en nada
piensa, que sea util para los delantamientos de su familia, y cortejado hasta los tuetanos el Diablo del
Hombre, si alguna vez impaciente le reconvengo con sus obligaciones,
me responde: que soy mugèr ordinaria, pues tal censuro; que antes
havia de vivir muy gustosa, por tener un Marido, que sabia adquirir
el alto honor de ser Cortejo, y hallarse tan
aplaudido de las Damas: que tenga paciencia, porque antes dexarà de
ser racio-nal, que abandone una circunstancia tan
precisa de los Hombres de su caractèr. Con esta galante
determinacion, y con la de hacer bastantes excusados gastos en
agradár á su embeleso, tener una vida tristissima, y poco abundante,
porque como todo desvelo le tiene empleado en obsequois [sic],
rendimientos, y festejos tan agenos de su Estado, fuera del cuydado de su persona, y complacèr â la
Señorissima Cortejada, vive tan apartado de
las forzosas leyes de su obligacion que mi esclavitud excede en los
pesares â la mas cruel que se padece en las mazmorras del
Africa.
Pero haviendo visto que de sentír, y llorár no se me
sigue algun alivio, y notando que cada dia se aumentan sus
cortejantes desatinos, y el poco reparo de hacer alarde de sus
boberias en mi presencia, y como â Vm. he referido tambien tengo mi
alma en las carnes, que aùn no se halla olvidada de sus mèritos, si
se discurre sin prendas suficientes para ser cortejada: de poco
tiempo â esta parte hice empeño, unas veces de rabia, y otras por la
propension que todas tenèmos â ser servidas, de buscar un Cortejo, y tal era mi desesperacion, que le
huviera admitido calvo, tuerto, ô viejo, solo estimulada del de-seo de vengarme: pero la buena suerte me ha deparado uno
tan â medida de mis circunstancias que yà vivo algo consolada,
porque à lo menos me desquito de mucho que me enfada el bueno de mi
Narciso. Cortejo me miro, y tan contenta,
que yà voy sintiendo menos los desvios de mi Esposo, y aún quisiera
verle mas cortejado, si fuera possible, para que me causára menos
sobresaltos.
Este es mi estado, y esto lo que à Vm. la escrivo para que forme una
reflexion sobre su assumpto: pues aunque en un pensamiento tocó esta
especie, fue tàn de passo, que apenas se per-cibiò su
doctrina: porque no obstante que soy Cortejo,
no dèxo de conocèr, que la causa de este disparate hán sido las
ridiculeces de mi Marido, pues si con sus descuydos, imprudencias, y
poca reflexion no huviera despertado mi dormida inclinacion â ser
cortejada, ni yo me miràra ahora tan
distante de mis domesticas obligaciones, ni me huviera precipitado â
el arriesgado empeño de tenèr Cortejo: pues
aunque èste los mas dias me lèe diferentes Papélones, que se hàn
escrito en defensa de los Cortejos, no por
esto déxo de conocèr, que es arriesgado, peligroso, y no regulàr â
Mugeres, cuya primera idèa debe ser siempre el apartàr
su honòr aún de aquellas diversiones, que por indiferentes son
permitidos entre las Gentes de buena crianza, si de ellas les puede
resultàr algun detrimento. No dudo que si Vm. se quiere entretenèr
en dár una buena mano sobre los diferentes objetos, que tiene mi
Carta, que no dexará de tocàr assumpto util ê interessante â la
Sociedad, que tanto declama: y que mas de quatro docenas, que se
hallan comprehendidas en la infelicidad que yo, agradecerán la
crítica, y esperarán de ella, â lo menos y que no la enmienda,
siquiera el que estos Señores mios vean publico en el Mundo el
abandòno con que nos tratan, y obligan â : : : : : yá
que por su mala conducta son acreedores de las mas ruínosas
desgracias. Dios guarde â Vm. muchos años, y libre de Maridos Cortejos.
Servidora de Vm. P.A.Z.
Respuesta.
Muy Señora mia: Omitirè el dàr
satisfaccion â las sospechas mal fundadas, que manifiesta tenér de
mis Cartas: pues como el objeto de mi Obra no es respondèr â cada
uno en particular sobre lo que se le antojàre discurrir de mi
methodo, por no gastár el papél, y la paciencia de mis Lectores
inutilmente: Vm. y muchos car-gos que me hacen otros,
segun la variacion de idèas en que cada uno fundamenta su opinion,
se quedarán con su malicia, y yo proseguiré con mi empeño, sin
torcér el camino principiado. Y respeto â que su Carta me presenta
muchos objetos, todos dignos de la mas severa crìtica, dexaré unos,
por yà bastantemente tratados por agena Pluma, y otros por
reflexionados por la mia: y solo elegirè, por parecerme el màs util,
el indigno abusso, y falta de precaucion con que tantos Maridos, y
entre estos los de mayor excepcion, se arrojan publicamente â
diversiones, y entretenimientos contrarios â su estado, su
entendimiento, y su esti-macion, dando lugàr con esto, â
ecribir en cambio todo el tropèl de desgracias con que sabe la
Fortuna castigár â los infelices.
Nadie ignora, que los Zelos son una impaciente enfermedad, que
atormenta el ánimo de aquel, que posseído de una amorosa passion,
aùn del viento recela la usurpacion del objeto de sus ansias. Varias
plumas se hàn fatigado en probàr si ésta inquietud molesta es hija
de un verdadero Amòr, ô de una Villana desconfianza: pero como
quiera que sea, siempre excita venganzas, odios, ê infelices
consequencias. Esta locura assi entendida, es aquella que se funda
sobre sospechas imprudentes, y recelos mal mirados, y
no obstante mirada por este lado, sus resultas son funestas, aunque
los motivos sean leves, ô mal premediatados. Pero los Zelos
grosseros, aquellos que se originan de faltas de estimacion y de
ofensas declaradas, son un d[...]lirio que entorpece la razón mas
fuerte, y causa unos simptomas de violenta desesperacion en el ánimo
mas prudente: porque los agravios que directamente vulneran los
meritos legitimamente adquiridos en una licita correspondencia,
hacen sus desapiadados efectos en lo màs vivo del sentir: trocando
en un instante el mas agigantado cariño en el odio mas implacable, y
en un aborrecimiento sin termino.
Estas son las consequencias de los Zelos, y agravios en
todas las lineas: ¿pero si mi discurso intentára ponderàr
bastantemente las ruìnas, que se causan de los Zelos, que tán
publicamente dàn â sus Mugeres unos Hombres, que debian venerarlas
como legitimas Compañeras, y â las que se vén unidos con las
ligaduras mas fuertes; quando concluyrìa esta respuesta? No puede la
pluma hallàr velocidad suficiente, para demonstràr el tropèl de
reflexiônes, que se ocurren â el pensamiento sobre una maldad tan
bien recibida, aùn de aquellos que màs se precian de entendidos, y
racionales. Quexense los Hombres vistiendo nuestras operaciones del
indig-no colór de su desconfianza: ponderen con
frasses pomposas, y llenas de admiraciones nuestras faltas y abulten
con su acostumbrada malicia nuestros defectos: quexense ponderen, y
abulten sus desgracias y nuestros descuydos; que aunque toda su
estudiada rethòrica se empeñe en persuadir â el Mundo su razòn,
estoy persuadida, que despues de reflexiònado èste mi Discurso, si
no consigo el triumpho, â lo menos quedará indecissa la victoria, y
no atropellarà nuestra fama, y buena opinion el impetuoso y
denegrido torrente de sus satyras.
¿Què otra cosa se oye en las Tertulias de essos Cavalleros, que
necias desconfianzas, viles sospechas, y asseguradas
trayciones en nuestro procedèr? No quiero negàr, que entre nosotras
viven muchas dignas de la mas severa reprehension, y aùn castigo,
porque serìa muy necia, ô me graduaría de nimiamente apassionada:
pretendo sí hacer vèr â el Mundo, Theatro donde â cada passo se
escuchan los mas atrevidos vejamenes contra nuestro honòr, que no
son tantas las infelices, que se precipitan, y que de éstas la mayòr
parte son violentadas, y obligadas (bien que contra toda razón, y
justicia) del continuo desorden, ruìn desverguenza, y mal exemplo
con que los Maridos las hacen despertàr del felice [sic] sueño en
que se hallaban insensibles â los atrevimientos menos ossados.
¿Què se puede prometer un Señor Casado de las
operaciones de su Mugèr, si continuamente se ve la infelíz
abandonada, y aborrecida por otra, y esto le es notorio, que el
mismo que debìa ocultarlo hace alarde del agravio en presencia de la
agraviada? ¿Yo nó se què confianza le assegurará de que aquella
desgraciada será de una paciencia heroyca, y tendrá valór para
resistir â un sobresalto, que es precisso le origine el mas vivo
sentimiento? Quando el pesar aflige sin piedad un corazon, y le
causa dolores insufribles; este mismo en medio de las fatigas de sus
ansias, y ciego â impulsos de la pena que tolera, anhelando por
encontrar descanso â su padecer, maquína trazas, idèa
arbitrarios, y discurre necios por impossibles, y ruìnes que sean,
para salir de tal afliccion: y si los medios racionales que medita
no causan el efecto deseado, movido del sentir, y desesperado por el
remoto alivio, abraza gus[tosa] qualquier camino, que tenga
apariencia de felicidad en su desconsuelo. Assi como el que
miserablemente se vè anegar sin remedio, no desprecia el asylo mas
cruel, aunque sea â costa de la misma vida, como consiga dilatarla
por algun tiempo. Si esta temible desgracia no sucede, será efecto
de una paciencia inimitable, ô de un favór especial de la
Providencia. ¿Y quièn será aquel ignorante confiado,
que se prometa èsta dicha, sin mas antecedentes que sus mismos
defectos? Yo discurro que el que assi viva satisfecho, para
entregarse â sus diversiones será un Hombre sin juìcio, pues supone
en su Mugèr una constancia insigne, â vista de sus debiles
flaquezas.
Están muchos en la inteligencia errada de que las obligaciones
reciprocas de guardarse la debida fé en el Matrimonio, se entiende
solo con las pobres Mugeres; y que los Hombres sin otro privilegio,
que su antojo, y despotico imperio, tienen carta blanca de la misma
Naturaleza, para procedèr segun lo inconstante de su
voluntad: y en esto bien saben los mismos que lo practícan que no es
assi, pues los naturales estatutos de este contrato extienden sus
leyes sin diferencia â ambos Sexos, y el cuydado de la observancia
se fia del mas fuerte. ¡Funesto descuydo, que aquellos mismos que la
naturaleza ha constituìdo en la alta dignidad del mando, para que
todo salga arreglado segun sus racionales leyes; èstos son los que
con su exemplo authorizan las trayciones, y descubren el camino de
la infidelidad! ¡Y despues estos mismos, por sola una sombra que les
passe por su preocupada fantasia fulminan rigores, respiran
amenazas, y causan estragos! Si esto no es ser locos, yo no sè qué
cosa es juìcio.
Tù que te hallas dignamente enamorado de tu honòr, y que procuras que
el mas leve vapor no le empañe, ¿còmo quieres que te se cumpla tu
deseo, si â la causa de tu fortuna, ô infelicidad no la presentas,
en quanto hablas, tanto te inclinas, y en todo lo que te ocupas mas
que las contrarias maximas â tus deseos?
Acuerdate lo que respondieron
los Cangrejos pequeños â su Madre, quando estimulada de vèr â todos
Animales, que caminaban rectamente, les aconsejaba, que no
anduviessen contra el uso commun de todos, sino que dirigiessen sus
passos adelante, que era el modo mas perfecto: y yà sabes, que la
pidieron el exemplo del bien obràr, o increparon su mala costumbre.
Si Señores Hom-bres, ¿si Vms. no quieren la Justicia en
su casa, y siempre la pretenden rectissima en la agena, còmo hàn de
ser felices, ni como se hàn de acostumbràr sus Compañeras â
aborrecèr lo digno, si advierten â sus Maridos tan desvelados por lo
defectuoso? Yo bien sè, que havrà muchos que diràn: ¿pues acaso
somos todos uno? Las Mugeres estèn cuydando de sus Casas, y Familia,
que para esso hemos nacido Hombres para gozàr de nuestra libertad.
No hay duda, yo quiero por
ahora concederles toda la razòn en este assumpto, que algun dia
puede ser que la niegue: ¿pero quiero preguntarles, si saben qual es
la libertad concedida â los Hombres, por el especial privilegio de
su Sexo? Acaso discurren que en esta libertad se entiende una
especial licencia para todo lo ilicito, y que sus deseos sean la
medida de sus antojos? Pues viven errados: la libertad que se les
concede es la de poder dàr la voz en la discreta harmonìa de lo
honesto, y ser la norma de toda racional conducta, para que de esta
manera la Casa, que lògre una Cabeza tan digna, sea el modèlo de lo
recto, y el estimùlo de lo virtuoso: y toda su Familia sin violencia
abraze las hermosas sendas de lo laudable, y aspire con ansia â
llegàr â la cumbre de lo heroyco: pretender otra cosa es vivir
solamente por instinto, sin mas reflexion que la que tiene un
irracional, quando se dexa arrastràr de sus naturales inclinaciones:
y es pretender vivan segun todas las leyes de la Sociedad màs
arre-glada unos entendimientos, que â cada instante
con sus locuras los llenan de especies vergonzosas, enseñandoles los
ruìnes arbitrios para hacer delectable lo defectuoso: y es en fin
querèr le guarden una constante fidelidad, quando con las mismas
obligaciones està â todas horas, y publicamente haciendo vanidad de
quebrantarla, que es lo mismo que pretender con alimentos ponzoñosos
conservar la vida sin peligro: la de Vm. guarde Dios muchos años.
La Pensadora.
Quod tibi fieri non
vis, alteri ne feceris.
Lamprid. in Alex. Sever.c.
51.
Soneto.
No se debe quexàr el que atrevido,
negado â la razòn, y la Justicia,
se viste del
colòr de su malicia,
y su primer afecto dà â el olvido:
No se debe quexàr, si â el dolorido
tyrano proceder de su injusticia
se despierta el
cuydado â otra caricia,
que en sosiego felìz se viò
dormido:
No disculpo el arrojo delinqüente;
el precipicio enseño â el escarmiento,
para que se
contenga el imprudente:
Pues no puede extrañar su sentimiento,
el que para otro elige neciamente,
lo que à su
pecho causa mas tormento.